jueves, 12 de marzo de 2009

ESQUIANDO.

No soy una persona perseverante; es más, soy tirando a pasota. Si algo no me gusta, me cuesta mucho o me da muchísima pereza, lo acabo dejando. Como además estoy en contra de la fuerza de voluntad pues el caso es que no he conseguido nada de lo que me propuse de pequeña: ser alta, ser plana, llevar el bolso y los zapatos combinados, aprender a dividir, callarme la boquita o esquiar sin sufrir.

Tras 31 años de frustración esquiadora, creo que ha llegado el momento de darme por vencida con el esqui. ( Todo lo demás ya lo dejé hace tiempo por imposible).

El esquí es un deporte curioso. Para empezar, parece fácil. Te pones arriba, y te deslizas…sencillo. Esto no le pasa todos los deportes, tú te pones a ver ciclismo y los ves pedalear con sufrimiento, sudando como pollos y te duelen los riñones solo de ver la postura. Ves salto de altura y dices…"joder, ¿cómo consiguen doblar así la espalda?". Ves bolos y dices…"joder, que puntería”. El esqui sin embargo, parece sencillo….le pasa un poco también al patinaje sobre hielo. Todo es bonito, elegante y no sudan. Te parece tan fácil que hasta tú que tienes la misma elegancia que un elefante escayolado serías capaz de hacerlo.

Luego te pones a practicarlo y ves que de sencillo no tiene nada. Los esquis van por donde quieren, la pendiente es mucho más empinada de lo que tu te creías, lo que desde abajo parecía nieve blanca, pura e inmaculada es una plancha de hielo a la que no le caes bien, y además estas sudando como un pollo debajo de tanta ropa. Claro que lo peor viene al día siguiente, cuando quieres levantarte de la cama y te das cuenta de que eres Clarita la de Heidi..estás paralítica de dolor de piernas y cuando consigues andar pareces Forrest Gump con los hierros. Y piensas..¿ de verdad que esto me gusta?.

Es un deporte estacional, concretamente invernal. Y las condiciones idóneas son complicadas de cuadrar: que haya bastante nieve, que la nieve tenga una calidad buena, es decir que no sea ni hielo ni una plasta acuosa, que no haga muchísimo frío ni muchísimo calor, que haya sol pero no excesivo porque entonces la nieve se estropea, que esté nublado no importa pero si hay mucha niebla tampoco vale porque la visibilidad es nula, que no llueva que la nieve se funde y que no haya mucho viento porque entonces no se pueden poner en marcha los remontes. Todo eso tiene que darse y además en invierno. Es decir los esquiadores quieren un día de otoño o primavera en pleno invierno.

Siempre están los fundamentalistas del esqui que opinan que hay que esquiar aunque el cielo se desplome sobre tu cabeza..pero paso de fundamentalistas.

Es un deporte con una equipación muy complicada. Los pantalones, la chupa, el forro, los calcetines, el gorro, las gafas ( de sol y de ventisca), los guantes y luego un invento demoniaco, las botas de esquiar. Si esquías sabes la tortura que son, si no para que os hagáis una idea es como meter los pies en una botella…es decir hay que embutir los pies por un cuello estrechísimo para luego aprisionarlos en una cavidad rígida que además tienes que ajustar con unos enganches como de cámara de tortura. En mi caso es un suplicio sobrehumano. En un día normal de esquí puedo tardar de 2 a 3 horas en conseguir la total insensibilidad en mis pies para que ya me de igual que me aprieten. Antes de llegar a ese estado zen “no hay dolor”, paso por etapas de apretarme tanto las botas que no me llega riego sanguíneo a los dedos de los pies y otras de soltarme tanto los ganchos que el pié me baila dentro de la bota y por tanto los esquis van a su bola mientras bajo totalmente descontrolada.

En el esquí, como para casi cualquier deporte, hay monitores. Un monitor de aerobic es un tío que puede ser más o menos atractivo pero que al fin y al cabo va en camiseta y está sudoroso…cero atractivo. Lo gracioso de los monitores de esqui es que como van de uniforme, con gafas de sol y no sudan, con ellos se experimenta el famoso “síndrome de los bomberos”: te parece atractivo un tío al que probablemente si vieras sin uniforme te parecería un gañán de tres pares de narices. Además el entorno invita a imaginar una vida alternativa de montaña y aventura cuando la realidad es que cuando el pavo deja de esquiar con absurdas como tú, se va a su pueblo a tomar sol y sombras en el bar de la plaza.

¿Porqué me empeño?. Pues porque cuando hay buena nieve, hace un día estupendo, las botas deciden darme una tregua y me sale todo bien..puedo llegar a creerme que después de 31 años sé esquiar.

He vuelto y no puedo andar.

14 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Da igual que no puedas andar... mientras puedas escribir ;)

Bueno, en serio, que me alegro de la vuelta, y yo ya pensé ante la vista de la foto del "Me las piro, papiro" : ¿Ahí le apetece ir? ¿A esquiar? Uff, qué pereza. Se ve que es una buena esquiadora..."
Me creo a pies juntillas todo lo que has contado pese a no haberlo probado en la vida. Si me da pereza probarme unos pantalones nuevos, enfundarme de esa forma, ni te cuento.

Bueno, que te mejores, Clarita

Adaldrida dijo...

yo siempre he odiado la nieve con toda mi alma, me acuerdo de varias excursiones con el colegio a Sierra Nevada, qué cruz, todas mis compañeras se volvían locas con la palabra nieve y yo, que juré con ocho años que no me montaba en eso, ridículamente hacía culoesquí con tres ridículas como yo.
Adoro el patinaje sobre hielo pero para verlo en la tele. ¡¡¡Amo las piscinas!!! Nadar, mmm, dar volteretas en el agua, mmmmm...

Elvira dijo...

¡Que duermas bien! Así se te pasarán las agujetas antes. :-)

Anónimo dijo...

A mi me encanta esquiar pero reconozco que todo lo que cuentas es absolutamente cierto. Eso si, de fundamentalismos nada de nada. Yo únicamente esquio cuando hace un día espléndido. Si hace malo, el cuerpo sólo me pide zapatillas de deporte, unas cervecitas por la mañana, una buena siesta y unos gin-tonic por la tarde. Eso si es un buen plan...Me alegro de tu vuelta.

MALVALOCA.

nanu dijo...

Ese no es el espiritu justo Moli.

Esquiar es la unica cosa a la que le he sido fiel toda la vida. Esquio desde los 3 anyos, he pasado frio, he llorado, me he desviado el tabique nasal, me he pegado unas leches que riete tu de las de videos de primera... Pero me encanta!!

Me encanta el ritual de vestirse multi-capa cebolla. El preparar todo y pensar mecanicamente: guantes, gafas, cremas, calcetines, rodilleras, palos... Me encanta la sensacion botella de ponerse las botas (si las pones el dia antes dentro de casa cerca de la calefaccion mejora la sensacion de un 90%). Comprar el forfait pensando que hace frio.
Me encanta la sensacion de velocidad cuando bajo una pista. Me encanta la sensacion de control sobre los esquis que bajan por donde yo quiero, a la velocidad que yo quiero, girando donde yo quiero. Esa sensacion de llegar al remonte exahusta pero con ganas de mas.

Me encanta quitarme las botas y descubrir que mis pies vuelven a tomar forma. Me encanta comerme los macarrones que hace mi madre despues de esquiar. La ducha despues de un dia en la nieve es la mejor sensacion que puedas tener. Y Finalmente el sofa y el fuego, con una peli tonta. El descanso. Manyana mas!!!

Ais!! Como lo anyoro...

Anónimo dijo...

Suscribo casi en su totalidad el comentario de nanu. Supongo que soy un poco fundamentalista del esquí, aunque reconozco que el día que sale bueno es mucho mejor que esquiar sobre una placa de hielo rodeado de niebla.

Lo que pasa es que me jorobé la rodilla con la moto y ya no puedo esquiar lo que querría.... pero lo intento (y así voy a ver al traumatólogo, que es un aliciente como otro cualquiera...).

María Galván dijo...

Moli: Lo de meter los pies en una botella es una de las descripciones más exactas que he leído sobre el tema ponerse las botas ( ¿ Y el extraño bao que emerge de ellas cuando te las quitas?) . Yo en su día esquié ( hace siglos ya) y es verdad que cuando consigues cierto control disfrutas mucho, pero eso a mí me pasaba tan pocas veces...sin embargo lo de las cañitas al solete cogiendo bronce...te los sugiero para la próxima escapada, así esperas a tu prole con tu librito y no dejas de ir a esquiar...que siempre te dá cierto aire pijimontañero. Besos

Anónimo dijo...

¿Y mientras tù luchabas con los esquies y las botas..dònde quedaban tus princesas? Porque si el
ritual..pantalòn,chapa,forro,gafas,guantes,gorro,botas..se triplica...ya me contaràs.Yo no he esquiado en mi vida e ir con mi prole al completo me da una pereza.....

Unknown dijo...

No se si vanagloriarme o avergonzarme por lo que voy a decir, pero no he esquiado en mi vida, y no creo que lo haga (nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre). A veces me dan un poco de ganas cuando encuentro a fundamentalistas que ponen a la especialidad en los altares del disfrute, pero luego repaso todo lo que pones en el post y se me quitan las ganas. Además, no es un deporte para gordos, y uno no es una sílfide precisamente.

Sílvia dijo...

Jajajaja...me ha encantado lo de poner el pie en una botella...

Ya sabes que odio el frío y el invierno...pero lo único que me gusta del invierno es la nieve e ir a esquiar. Antes iba más (es lo que tiene tener un novio alemán) y gracias a él mejoré muchísimo puesto que era tirando a torpe (yo, no él jiji). Nunca olvidaré la primera vez que me puse unos esquís con 11 o 12 años y acabé empotrada en un árbol. Juré que nunca volvería a ponerme unos esquís...pero le di una segunda oportunidad y no me arrepiento. Cuando controlas es cojonudo...y pegarte una ducha después de un duro día esquiando es un gran placer. Eso si..cansado ...pero es lo que tienen los deportes.

Sílvia dijo...

Jajajaja...me ha encantado lo de poner el pie en una botella...

Ya sabes que odio el frío y el invierno...pero lo único que me gusta del invierno es la nieve e ir a esquiar. Antes iba más (es lo que tiene tener un novio alemán) y gracias a él mejoré muchísimo puesto que era tirando a torpe (yo, no él jiji). Nunca olvidaré la primera vez que me puse unos esquís con 11 o 12 años y acabé empotrada en un árbol. Juré que nunca volvería a ponerme unos esquís...pero le di una segunda oportunidad y no me arrepiento. Cuando controlas es cojonudo...y pegarte una ducha después de un duro día esquiando es un gran placer. Eso si..cansado ...pero es lo que tienen los deportes.

Sílvia dijo...

Jajajaja...me ha encantado lo de poner el pie en una botella...

Ya sabes que odio el frío y el invierno...pero lo único que me gusta del invierno es la nieve e ir a esquiar. Antes iba más (es lo que tiene tener un novio alemán) y gracias a él mejoré muchísimo puesto que era tirando a torpe (yo, no él jiji). Nunca olvidaré la primera vez que me puse unos esquís con 11 o 12 años y acabé empotrada en un árbol. Juré que nunca volvería a ponerme unos esquís...pero le di una segunda oportunidad y no me arrepiento. Cuando controlas es cojonudo...y pegarte una ducha después de un duro día esquiando es un gran placer. Eso si..cansado ...pero es lo que tienen los deportes.

Marta dijo...

No Marta dixit:

Te entiendo. Cuando estaba en la facultad fui dos fines de semana a "esquiar". Entre el follón de la ropa que me daba calor, cargar con los esquíes, las botas de astronauta y las múltiples caídas en posiciones inverosímiles, decidí que no compensaba. Así que a mí lo que me va es el apre.ski. Sentarme en la terracita a que me de el sol, pasear y tal mientras el resto se desloma ;-)

Hermano E dijo...

Esta claro que no eres "Pesiga" como yo. Tienes que leer "Ha nevado en La Molina" de Maristany, creo que está descatalogado pero te puedo dejar el mío. He aquí la definición:
"Ofrezco a mis lectores el fruto de mis observaciones y los rasgos más característicos que definen a un pesiga, tal como los he podido encontrar en mí mismo en mayor o menor grado y en ejemplares cuidadosamente seleccionados:

El que vive única y exclusivamente para el esquí.

El que a mediados de otoño se somete a un severo entrenamiento.

El que sube de dos en dos todas las escaleras que le salen al paso.

El que primero inicia la temporada, sin apenas dar tiempo a que los copos se posen en las pistas.

El que la alarga hasta que no queda un palmo de nieve.

El primero que se pone a la cola de los remontes mecánicos.

El que sufre lo indecible aguardando su turno.

El que se cuela a la menor oportunidad.

El que discute y se desgañita con los empleados para subir después de que ha sonado la hora del cierre de las instalaciones.

El que deja esquiar solo por falta de luz.

El que hace lo imposible por llegar esquiando hasta el mismo comedor del hotel (si le dejaran, comería con los esquís puestos).

El que come con las botas apretadas para no perder tiempo.

El que no come en todo el día para no dejar de esquiar.

El que consulta frenético los partes meteorológicos.

El que llama estúpido cretino al hombre del tiempo cuando anuncia un aumento de temperaturas.

El que en otoño se vuelve insoportable ante la inminencia de las primeras nevadas.

El que no espera a sus compañeros para lanzarse cuesta abajo.

El que sufre una depresión de caballo cuando un ventarrón inoportuno escampa una nevada colosal (en esta tesitura es mejor evitar su compañía: puede resultar peligroso).

El esquiador al que los minutos que tarda el telesilla se le antojan millones de años-luz de tormentos infernales.

Y el que, cuando alguien lamenta tener que comunicarle una mala noticia, inquiere sobresaltado: ¿Ha llovido en La Molina?"