miércoles, 30 de diciembre de 2020

Sigamos


Hacer una lista de cosas buenas del año 2020 puede parecer una majadería, una estupidez, un rasgo de buenrollismo (no sé porque esta frase me ha sonado a una rima atroz de Mecano) pero creo que, esta vez, todos deberíamos hacerlo. Quizás no cosas buenas, entendiendo buenas como maravillosas, pero simplemente cosas que han ocurrido este año que no sean la pandemia, el confinamiento, el pan casero, las mascarillas,  los aplausos, la enfermedad y la muerte porque aunque nos cueste creerlo, esto pasará y se nos olvidará y recordaremos, si es que queremos recordar, el 2020 como el año del coronavirus y no solo ha pasado eso. 

Al 2020 le agradezco el teletrabajo y la falta de compromisos sociales. Una persona falsamente social como yo agradece muchísimo minimizar las interacciones personales, manteniéndolas centradas exclusivamente en las que deseas con todas tus ganas: tus amigos. El resto, puff, desaparecidas. ¿Y el teletrabajo? Madre mía, lloro cada día al levantarme y no tener que salir de casa, ni interactuar con nadie, ni escuchar cotilleos de pasillo, ni comer rancho de cantina. ¿No es para todo el mundo? Entiendo que el teletrabajo para algunos puede ser como si las hermanas de Cenicienta se probaran el zapato de cristal pero a mí me va como un guante, perfecto. 

El 2020 es el año en que he cumplido uno propósito. ¡Albricias! Dije que cada mes leería un Delibes y lo he cumplido con creces. Hay que decir que era un propósito fácil pero claro, con cuarenta y siete años, una conoce sus debilidades y sus fortalezas (ninguna) así que aspiré a algo asequible. El del 2021 no lo he pensado aún, y a este paso tendré que improvisarlo. 

En el 2020 me he reencontrado con mis hijas. No es que las hubiera perdido, ni nos hubiéramos distanciado pero vivíamos asediadas por la Nada adolescente, por el desasosiego que crea el adolescentismo. Una especie de marejada rodeaba permanentemente la convivencia familiar con días de marejadilla (los menos) y muchos días de fuerte marejada que hacían que los días fueran cuando menos agotadores. El 2020 ha traído calma chicha o quizás nos hemos hecho todos lobos de mar y nada nos asusta. Es más, empiezo a encontrar esta situación extrañamente estimulante, casi me asusta despertarme un día con barba de George Clooney en la tormenta perfecta. El 2020 es por supuesto el año en el que, por fin, me dejé el pelo blanco también contra viento y marea. ¿Parezco más vieja? No creo, parezco la edad que tengo, cuarenta y siete  años. Otro tema es que la publicidad, la sociedad, las pelis, las fotos nos hayan hecho creer que las mujeres con cuarenta y siete tacos no tienen ni una cana, que el pelo blanco es algo de las de más de setenta. Pues no. Isabel Presyler tiene el pelo más blanco que el Yeti... y mucho tiempo y pasta para llevarlo siempre como si no se hubiera hecho nada cuando en realidad lleva seis horas en restauración antes de hacer cualquier cosa. Hablando de señoras estupendas, el 2020 ha sido el de convertirme en Dorothy de Las chicas de oro, conviviendo con mi madre por encima de mis posibilidades y de las de cualquier otra persona. Me saca de mis casillas por completo y a ella todo lo que yo hago le parece regular tirando a muy regular y alcanzando el fatal con bastante frecuencia. La convivencia ha suavizado algunas de esas cosas y, como con mis hijas, navegamos un oleaje tolerable que solo alcanza tempestades si hablamos de política, de la emisora que escucha o de mi tendencia a recordarle que JAMÁS SABE DONDE TIENE EL TELÉFONO y que ella, en una maniobra que me deja totalmente descolocada, sostiene que es por mi culpa. (Todo es por mi culpa pero que ella no sepa donde tiene el teléfono es algo que escapa a mis superpoderes para decepcionarla, no se me había ocurrido escondérselo, la verdad). 

En el 2020 he vuelto a tener depresión, a terapia, a las pastillas, a tener miedo y ansiedad. Esto me preocupa bastante porque he empezado a hacer cálculos, y si la depresión es como El NIÑO y tiene ciclos y vuelve cada cinco años. Y si en el 2025 me toca otra vez? Sé que no tiene sentido pero 2020 ha sido también el año de elucubrar todo tipo de catástrofes y de darnos cuenta de que como dice el dicho "good news takes time but bad news happens instantly". Nos hemos hecho especialistas en imaginar que todo lo malo que antes creíamos imposible va a desplomarse sobre nuestras cabezas en cualquier momento.

En 2020, me enfadé con una señora por abrazar árboles, vi a Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo en una exposición sobre pintores americanos y cené con Oliver Laxe que es encantador y guapísimo pero tiene un tipo raro, mucho tronco y pocas piernas. Me invitaron a un curso de verano, hablé de Delibes, conocí a uno de sus hijos y quizás dormí en la misma cama que Brad Pitt. Estuve en Salamanca, Valladolid y Segovia. Fui a un velatorio y abracé y besé gente, porque mi tío se murió justo antes de que nos prohibieran hacernos compañía cuando los nuestros mueren. Empecé con el cine de Rohmer y aún no me he repuesto de la experiencia de La gran belleza y la orfandad tras terminar Hall & Catch Fire y The office. Quiero faldas de vuelo si alguna vez vuelvo a salir de casa y al mismo tiempo quiero una casa en Los Molinos con un jardín del que no salir nunca. ¿Para qué? Subí el Pico Cerler mientras, para distraerme de la agonía le contaba a Antonio el argumento de Tal como éramos. Qué peliculón, que guapo está Robert y ¿por qué deja a Barbra? Cuando la vi en su día pensé que ella era insoportable y  merecía que él se marchara, ahora he pensado pero Robert, alma de cántaro, ¿no ves que ella es muchísimo más interesante, que precisamente te saca de quicio porque nunca te vas aburrir hablando con ella? Si volviera a nacer, en el turno de pedir dones, pediría saber con dieciocho lo que sabes con cuarenta y siete. Creo que podría dominar el mundo y conseguiría que las mujeres lleven el pelo blanco desde los treinta sin tener que escuchar opiniones de todo el mundo. 

En 2020 he visto el castaño florecer y otoñar. Llevé a mis hijas a Ibiza y he empezado a pensar que parte de mi insomnio brutal es por su culpa, de las catorce horas que duermen del tirón sospecho que alguna hora es mía. En 2020 he montado un huerto que no fue muy allá pero es que ha sido mal año para los huertos, me he aficionado a recoger flores y me he hecho unas gafas rosas. 

En 2020 he empezado dos proyectos nuevos en sus respectivos cuadernos, he coloreado mandalas, he ahorrado muchísimo en gasolina, ropa y cenas, he dejado que mi hija María se rapara la nuca y he asistido (casi) impasible al empeño de Clara en seguir sin cortarse el pelo. Por cierto, en 2020 he aprendido que el padre de Alejandro Dumas era negro y fue general de Bonaparte y que el miedo a cortarse el pelo se llama tonsofobia (no viene en el DRAE, pero es traducción directa de tonsurephobia que sí existe en inglés).  

2020 ha sido el año en que la ultracitada frase de Didion se ha hecho realidad para todos: Te sientas a cenar y la vida que conoces se acaba. 

En el 2020 se ha acabado la vida que conocíamos y no volverá pero eso no quiere decir que la vida se haya terminado. 

Sigamos. 

lunes, 28 de diciembre de 2020

Me acuerdo de ellos


Blue Monday. Brian Rae
Blue Monday. Brian Rae
No sé como se llamaba ni a que se dedicaba. Conozco a su mujer y a sus hijos, una niña y un niño, de la edad de las mías. Era moreno, no muy alto y casi siempre llevaba un traje oscuro, una camisa clara y siempre corbata. Los primeros años nos saludábamos con la misma timidez con que nuestras hijas lo hacían en sus primeros días de clase y luego, poco a poco, con más confianza pero sin pasarse. Un "Hola" al cruzarnos por la calle, un levantamiento de cejas en un pasillo del colegio o una mirada de esas de padre curtido, que crees que no tendrás nunca, cuando ya has ido a más reuniones de padres de las que jamás pensaste que podrías soportar. Para él, supongo que yo era la madre de mis hijas. 
Se ha muerto el padre de C, me dijo María. 

De ella conocía su nombre, su apodo, su apellido, conocía a sus hijos, sus nietos, dónde vivía y la historia de toda su vida. El sonido de su voz y el tacto de sus manos.Una de las mejores amigas de mi madre, llevaba toda la vida quedándose ciega y cuando ibas con ella por la calle se ponía a tu lado y caminaba cogida de tu brazo, mirando al frente sin tropezar ni vacilar. Siempre coqueta y alegre. Siempre con una sonrisa en la cara y la carcajada lista para saltar. Una vez estuve con ella en la playa, en Benidorm, nos bañamos y charlamos mucho. Le comentaba el Hola en alto y a pesar de que ella apenas podía ver las fotos se moría de la risa con mis despellejes. Diferenciaba el color de la ropa por el tacto y su nieta L nació el mismo día y a la misma hora que mi hija María. Me llamaba "Anita". Una mañana de mayo, entré en el cuarto de mi madre, me senté a su lado en la cama y le dije: ha muerto Chati. No le dije nada más, solo la abracé. 

"Soy superfan de tu blog" me dijo la primera vez que la vi. Fue en su oficina, en la editorial en la que trabajaba que por entonces estaba en el Paseo de Recoletos. Nos caímos bien al instante y nos reímos mucho. Cuando volví del viaje a París que había ganado en un concurso organizado con motivo de un libro que habían lanzado "Moli, es muy malo pero se vende como churros", le traje caramelos y nos fuimos a cenar. Ella siempre me llamaba Moli. Hacia fotos, llevaba botas rojas en invierno y converse en primavera, adoraba a los Cazalet, la palabra musgo y la cursilería la sacaba de sus casillas. Le gustaba que yo despellejara libros que ella también odiaba. La última vez que la vi no me dejó darle dos besos, ni a mí ni a nadie, por miedo al Covid. Ya estaba muy enferma pero no dejó de sonreír. Adoraba las flores. Un wasap: Ha muerto Belén.

De él sabía su apellido porque colgaba en la fachada de su tienda. Un comercio mítico de Los Molinos. Recuerdo, de pequeña,  escuchar a mi alrededor "Es que es muy caro". Esto fue antes de Amazon, antes de que prefirieras gastarte más en la tienda de tu pueblo que en comprarlo por internet porque así puedess decir esa frase tan de estar ocupado, de tener algo que hacer, "bajo a hacer recados". Hemos redescubierto el discreto encanto de encargas cosas y esperar a que te llamen. Tenía barba, calva y los ojos claros. Le conocía hace cuarenta años y para mí, siempre tenía la misma edad: eterna.  Era premioso; "¿Qué necesitas? Tenemos estos modelos, este es un poco  más caro pero mejor. Lo he guardado por aquí". Daba paseos, lo vimos pocos días antes y por eso la noticia nos cogió por sorpresa. ¿En serio? ¿Pero él? Era como La Peñota, o Siete Picos o la fuente de Los Leones, algo que siempre está. No sabía cómo me llamaba pero sí de qué familia era. Otro wasap: Ha muerto Partida. 

Nunca he leído sus poemas, lo haré, pero fui a su última presentación hace más o menos un año. Ahora ya no está él, ni ella, ni la librería en la que presentaron su poemario. Alicia a mi lado comía frutos secos porque estaba haciendo algún tipo de dieta y yo, como siempre, me preguntaba como es posible escribir poesía, cómo se te ocurre, qué tipo de sensibilidad en el alma tienes para ver la poesía y escribirla.  No le volví a ver pero con las redes seguí su, como ellos la llamaban, subida al Everest hasta alcanzar el final. Un breve en un periódico: Ha muerto el poeta Miguel Ángel Herranz conocido como Miki Naranja. 

Que te recuerden tus amigos y tu familia es lo que todos esperamos pero ¿Qué huella dejamos en los que solo se cruzaron con nosotros algunos instantes o, en esta época, en la distancia de las redes? El padre de C, Chati, Belén, Partida, Miki se han ido, han muerto este año. Me acuerdo de ellos. 

martes, 22 de diciembre de 2020

Mis diez mejores podcasts del 2020

 


Este es un post sobre los que para mí son los diez mejores podcasts del año. He decidido hacer esta lista porque me ha apetecido y en el camino se me han ocurrido otras listas para terminar el año pero no voy a comprometerme porque no me gustan los planes a largo plazo, ni siquiera, ahora mismo, a una semana vista. Ya veremos. 

Unas cuantas consideraciones sobre esta lista:

- Son podcasts que han salido en el 2020. Es decir, se estrenaron en este año.
- Hay cinco en inglés y cinco en español. 
- Algunos han salido durante el año en podcast encadenados y otros no. Y he intentado meter cosas variadas pero siempre valorando más la calidad que la variedad. 
- Este año he escuchado unos 1500 episodios de podcast así que todas ese tiempo dedicado a la escucha creo que me dan cierta autoridad y cierto criterio para saber de lo que hablo. Si no te gusta o no estás de acuerdo me parece chupi pero no me digas que no tengo ni idea, haz tu propia lista. A mí no me gustó la tetralogía de Elena Ferrante y odio profundamente Breaking Bad y por eso lo conté aquí. 

Más cosas. Para mí el podcast que mejor ha evolucionado este año, que más ha crecido, que más se ha consolidado convirtiéndose en un referente tanto por la calidad y el contenido, como por las risas es Deforme Semanal Ideal Total con Isa Calderón y Lucia Litjmaier. Lo que empezó siendo una especie de spin off de su espectáculo en directo en teatros pasó a ser un podcast grabado en directo con público y de ahí, con la pandemia, ha saltado a ser un podcast en su sentido más "puro" creciendo muchísimo en el contenido y en la complicidad entre ellas dos. No es que antes no tuvieran complicidad es que ahora la han engrasado y su química funciona como una máquina perfecta. He dicho antes que es un podcast de muchas risas pero no solo.  Calderón y Lijtmaier hablan de libros, de películas, de documentales y consiguen que te apetezca leer y ver todo aquello de lo que hablan. Además, y esto es fundamental, aunque parezca un podcast de dos tías que charlan sin preparárselo es evidente que está currado, trabajado e investigado y eso se nota en los resultados: funciona a la perfección. Estáis tardando en escucharlo aunque, como dije cuando lo recomendé por primera vez, si sois almas sensibles, no entendéis la ironía y tenéis la piel fina, absteneos. Otro podcast que ha crecido mucho y del que tengo que decir poco porque es ya muy conocido es Gabinete de curiosidades de Nuria Pérez. La tercera temporada en Podium Podcast está siendo fabulosa. Las historias y la forma de narrar de Nuria siguen ahí pero ahora están potenciadas por un diseño de sonido elegantísimo y una banda sonora perfecta. Además la web es una maravilla aunque yo hubiera colocado los episodios al revés, el más reciente al comienzo de la página.  

En cuanto a los grandes chascos de este año, que también los ha habido, en el top 1 está el podcast de Michele Obama que es aburridísimo, innecesario y bastante poco interesante. Como dije en su día es una pena porque ella es una persona muy interesante que con un guión y una idea más currada y menos alejada del culto a la persona hubiera podido ser un bombazo. También han sido decepcionantes un par de podcasts americanos muy loados en todas las listas y que a mí no han acabado de convencerme. Uno de ellos es You are wrong about,, el podcast de los periodistas Michael Hobbs y Sarah Marshall. En cada episodio uno de ellos se estudia un tema de actualidad (más o menos desde los 70 hasta ahora)  y se lo cuenta al otro que en principio o no tiene ni idea o tiene la idea preconcebida y muchas veces errónea transmitida por los medios. El concepto es bueno pero, para mí, la ejecución es una chapuza. Dos colegas hablando de, por ejemplo, Lady Di y sorprendiéndose de cosas que en fin, para un europeo son un poco obvias aunque ese no es el problema. El problema está en que no sé como alguien va a demostrar que estamos equivocados en lo que ocurrió con Lady Di, el juicio a O. J. Simpson o Courtney Love si te has dedicado a leerte un par de libros. Ya os digo que sale en todas las listas de pocasts americanos del año pero a mí me ha parecido muy pobre. Otro que ha sido un chasco y que os podéis ahorrar es The Orgasm cult, un podcast de la BBC con pintón sobre una especie de grupo que buscaba cambiar el mundo a través del masaje clitoriano (sin que necesariamente hubiera orgasmo) y que a pesar de la estupidez de la premisa consiguió atraer a un montón de gente antes de despeñarse por la senda de toda secta: abusos, falta de dinero, manipulación, etc. ¿Qué hable de una secta es malo? No, lo que es malo es que el podcast no tiene estructura y es un ir y venir y por el camino doy tres vueltas que lo convierte en un suplicio. Yo lo he escuchado entero, vosotros no deberíais ni siquiera si queréis cambiar el mundo a golpe de orgasmo.  (En español también he escuchado mierdas y cosas que no me han gustado pero en el año 2020 decidí darle un año de tregua al mundo del podcasting en español...a partir de enero se acabó la tregua)

Vamos con el listado de los que son para mí los mejores podcasts del 2020. No están en orden de calidad ni de gusto. 

Y una última cosa antes de empezar a leer, un consejo. En mi opinión y en general nunca hay que desechar empezar a escuchar un podcast porque el tema no te interesa, nunca sabes cómo va a estar contada esa historia y si el creador ha conseguido encontrar una manera para que se tema que a ti te parece tan poco atractivo, te enganche e interese. (Que nadie se ponga talibán con esto y empiece ¿y por qué no escuchas de futbol o de baloncesto o el podcast que a mí me gusta? pues porque tampoco hay que llevarlo al extremo y porque no me dan las horas) 

1.- Caso 63. No suelo escuchar ficción en forma de podcast. Me da mucha pereza y cuando lo he intentando no me ha enganchado o me encuentro con que no me creo a los personajes ni la historia pero alguna vez se tenía que romper la racha y ha sido con esta MARAVILLA  de ficción chilena con un guión de Julio Rojas que funciona a la perfección y protagonizado por solo dos actores, Antonia Zegers y Nestor Catillana, que son famosos en Chile pero que yo no conocía. Los dos están espectaculares, él mejor que ella pero también porque su papel es más lucido y cuando me puse a escucharlo no pude parar hasta terminar la serie completa. Son diez episodios de entre 10 y 12 minutos que te atrapan por completo queriendo saber más y más y llegar al final. Se puede escuchar como simple entretenimiento e intriga y luego se puede volver a él para pensar en todos los temas que tratan y que tienen una profundidad de la que a mí me provoca vértigo cósmico. Lo único malo de este podcast es que es exclusivo de Spotify y por tanto solo se puede escuchar ahí.  


2.- Floodlines  Sobre este podcast escribí en mayo y acabo de comprobar que lo hice muy bien, así que id allí y lo releéis. Ahora solo añadiré que cuando lo escuché en mayo me pareció que iba a ser uno de los mejores del año y ahora, al terminar 2020, me reafirmo. Ahora, además de la calidad del podcast que es indudable su contenido puede tocarnos aún más porque Floodlines no va de qué ocurrió cuando el Katrina arrasó (y no fue tanto) Nueva Orleans sino sobre como una gestión nefasta, ineficaz, indolente y politizada afectó a la vida de millones de personas meses  no solo justo después del paso del huracán sino años después, destrozando futuros. Eso mismo nos ha pasado a nosotros,  nos va a seguir pasando y no somos capaces de verlo todavía. 


3.-De eso no se habla.  
Cuando recomendé este podcast de Isabel Cadenas Cañón y todo su maravilloso equipo, en octubre, acababa de salir y aunque sabía de la profesionalidad y cariño que habían puesto en el trabajo el resultado completo de la serie estaba por ver. Confiaba plenamente en que fuera muy bien pero, los caminos del podcast son, a veces, inescrutables y pódía haber ido no tan bien. Ahora que la temporada ha terminado, puedo decir bien alto que es una serie espectacular. El hilo conductor de romper el silencio puede hacer pensar a alguien que todos van a ser iguales «vaya, otra historia de un secreto» pero para nada es así. Cada episodio ha sido una sorpresa, todas emocionantes aunque con algunas te identifiques o te lleguen más que otras. Es, y ya lo dije hace meses, un trabajo finísimo de producción y escritura que se nota en cada segundo. Y bueno, para leer una reseña mejor, ya sabéis volved a octubre cuando hice de pitonisa. 



4.- An oral history of The Office
A ver, este podcast solo se puede escuchar si has visto la serie completa. Es para devotos de Michael Scott, Jim, Pam, Angela, Kevin, Oscar y demás fauna entrañable de DunderMifflin. Hacer un podcast sobre una serie de televisión no es fácil, de hecho yo he escuchado bastantes que no aportan nada y que son aburridos. Pero este y el que hizo HBO sobre la serie Chernobyl son los mejores con diferencia. ¿Qué tiene que tener un podcast sobre una serie de televisión para ser interesante? Contar algo más de lo que pasa en la serie, su intrahistoria. Cómo se hizo, cómo se eligió a los actores, cómo se escribió la historia, los problemas o no que tuvieron para conseguir llegar a producirla, etc. En el caso de The Office es una historia apasionante muy bien contada por Brian Baumgartner que es el productor y presentador y que cuenta con la presencia de todo el equipo tanto artístico como técnico. Es un podcast que además de contar anécdotas y ser entretenido explica muchísimas cosas sobre la industria de la televisión que no son conocidas por el gran público. Hablé de él aquí y lo único malo, una vez más, es que solo se puede escuchar en Spotify. 

5.- 22424 Lo que nos jugamos en Bankia. 
¿A mí que me importa un podcast de economía de El País? podía haber pensado este verano, pero lo que pensé fue "A ver qué tal", aunque confieso que lo pensé con expectativa limitada. Me alegré muchísimo de haberme lanzado a escucharlo porque Lo que nos jugamos en Bankia es con diferencia el mejor podcast de investigación que se ha hecho este año en España y no lo tenía fácil tanto por competidores como por la aridez del tema. Desde que recomendé este podcast en septiembre, mucha gente me ha escrito diciéndome que se habían enganchado totalmente y se lo habían escuchado casi de una sentada, mi hermana entre ellos. Es un producto que responde perfectamente a la premisa que daba al comienzo de la lista: un tema árido que puede, a priori, no interesarte, bien contado se convierte en algo interesantísimo.  Ojalá a partir de ahora se hagan más así y desde ya abogo porque Iñigo de Barrón tenga su propio podcast contando historias económicas.  

6.- Wind of change.  
 Una de las ventajas del podcast es que no tiene limitación temporal ni de espacio lo que permite escoger una premisa extraña, absurda, algo que obsesione al creador y desarrollarla siguiendo mil y un vericuetos hasta tratar de llegar a alguna conclusión. La premisa de este podcast de Patrick Radden O´Keefe (Muy conocido también este año por la publicación de No digas nada, su excelente libro sobre Irlanda del Norte que también recomiendo) es ¿Escribió la CIA la canción de Scorpios Wind of change para desestabilizar la Unión Soviética? Partiendo de esta idea loquísima, el periodista del New Yorker nos lleva de viaje a los setenta, a conocer a muchos espías, a  bandas de música, a antros clandestinos de rock en la URSS, a conocer a un manager loco, a narcotraficantes, todo magnificamente hilado y contado. 


7.- ¡Ay, Campaneras!
de Lidia García es el podcast independiente del año en español. Ella sola, con esas manitas, un micrófono, una cultura enciclopédica sobre copla e historia de España en la dictadura y su talento para escribir se cascó un podcast durante la cuarentena que se alargó hasta el mes de noviembre que lo ha dejado en pausa. El podcast sirve para volver, como dice Malcom Gladwell sobre las cosas del pasado "overlooked or misunderstood" y si hay algo de lo que, en este país, hemos pasado olímpicamente y hemos malinterpretado muchísimo, subestimándola y despreciándola es la copla y la historia de sus protagonistas. «Bah, eso es de abuelas», «Bah, eso es de viejos»  te dice el alternativo de turno mientras escucha blues de Robert Johnson o a Aretha Franklin que como todos sabemos son de antes de ayer. Ay Campaneras es un recorrido gozoso, entretenido y divertido por nuestra historia y sirve para reencontrar o, como en mi casa, conocer la copla y entenderla. No hace falta escucharse la serie entera, se puede ir picoteando de episodio en episodio, cada uno recoge un tema y a la vez que se aprende de literatura, derechos, historia, feminismo y cultura se escucha copla. Nunca se sabe qué copla te va a tocar el corazón, os aviso.  

8.- Forgotten: Women of Juarez
de IHeart Radio con la periodista mexicana Mónica Ortiz Uribe y el americano Oz Woloshyn es una serie completísima sobre los feminicidios en Ciudad Juarez en la frontera con El Paso en Estados Unidos. Alguien podría pensar que es un true crime al uso, una investigación sobre unos asesinatos en los que se busca a un asesino siguiendo pistas que nunca nadie ha seguido. Nada más lejos de la realidad, Forgotten es una investigación periodística sobre algo que todo el mundo sabe a un lado y al otro de la frontera, la completa impunidad con la que bandas de criminales: narcos y demás, actúan en Juarez secuestrando y asesinado a mujeres, a chiquillas, después de haberlas utilizado. Este es un podcast que da miedo. Sientes miedo por los dos periodistas y por mucha de la gente con la que hablan que, en un momento u otro de su vida, han sido amenazados de muerte y han tenido que abandonar la zona porque en cualquier momento podían ser asesinados. Sientes miedo por esas madres que siguen buscando a sus hijas desaparecidas, por esos padres que van a la policía y la policía no hace nada porque ya sabe que les ha pasado. Sientes miedo por los abogados que se juegan la vida investigando y por los que la pierden.  Por cierto, este podcast será traducido al español por Podimo así que los que no habláis inglés podréis disfrutarlo.  


9.- X-Rey.  
Otro podcast exclusivo de Spotify, (aprovecho para decir que odio Spotify para escuchar podcasts y que es una app del demonio así que cuando recomiendo algo de ellos es porque me ha gustado tanto que considero que el esfuerzo merece la pena)  Es una serie de investigación escrita por Álvaro de Cózar y Eva Lamarca que ha tenido la increíble suerte de que el protagonista máximo de la serie se haya dedicado a dar publicidad a la historia convirtiendo las sospechas de que quizás era un poquito sinvergüenza en realidades que ha mostrado al mundo en letras de neón de colirinchis. X-Rey es otro podcast de investigación muy completo y bastante bien contado aunque para mi gusto tiene en el medio, dos o tres episodios que flojean y pasaban un poco de puntillas por cosas que tenían mucha más chicha. Es posible que ahora, que todo el mundo está trinchando esa chicha y gritando a los cuatro vientos "mirad, mirad, qué hermosos jabalíes nos ha robado mientras se piraba del país" pudieran sacr más episodios siendo más incisivos. Lo traigo a la lista de mejores podcasts, porque igual que ocurría con el de Bankia creo que son podcasts que marcan caminos a seguir en el mundo del podcast en español: historias producidas e investigadas con tiempo, dinero y dedicación.  

10.- On things we left behind es un podcast que no vais a encontrar en ninguna otra lista pero que a mí me gustó muchísimo. Solo tiene cinco episodios y está producido y narrado por dos hermanas de origen somalí, Samir y Saredo Mohamed. El año pasado, en el 2019, ganaron un premio en Inglaterra con la idea para este podcast y esto es el resultado. On things we left behind trata de la vida que dejan atrás los emigrantes, en este caso y fundamentalmente sus padres cuando tienen que salir de Somalia a finales de los 80, primero a Europa y luego a Canadá. La idea del podcast es que cuando un refugiado llega a su país de acogida, la vida que tenía antes desaparece. Deja de ser piloto (con el caso del padre de las narradoras) o arquitecta (como su madre) o madre o padre o hija o alguien a quien le guste leer o jugar al fútbol o que disfrute de la música clásica y se convierte solo en "refugiado" una palabra que pasa a definirles y que para ellos, para nosotros si nos tocara, no significa nada. Es un podcast muy especial, ellas hablan un inglés elegantísimo y las historias, centradas en su familia, están perfectamente hiladas. Lo recomiendo de corazón porque se lo merecen y porque me gustó muchísimo. 

Pues ya estarían los diez. Se han quedado, obviamente, muchos fuera y ya he dicho que solo entraban los realizado en 2020. Quiero hacer una mención especial a tres podcasts en español, uno muy consolidado y que como las chicas de Deforme no para de crecer, que es el de Cristina Mitre y sus entrevistas. A mí no me interesan todas ni mucho menos pero no para de crecer y crecer y de tener éxito (hasta ha salido en las marquesinas de autobuses y todos sabemos que eso es lo más) y del que voy a destacar esta entrevista con Rosa María Calaf que me encantó. Es evidente que Cristina se prepara su podcast al máximo y, además, consigue eso tan difícil que es hacer la pregunta que justo tú, como oyente, preguntarías. Conoce a la persona que entrevista pero también conoce a su público. Quiero recomendar también Un periódico de ayer, podcast colombiano de La No ficción que salió en este año y que ha contado algunas historias maravillosas y del que ya hablé en su día. Y, por último, en el año de la pandemia y la tristeza quiero dejar también aquí, por si alguien no lo conoce, el podcast de Fran Izuzquiza, Buscando una luz, en el que cuenta qué le hizo el COVID a su familia. 


A lo largo del año, en los podcasts encadenados he recomendado muchísimos más. Podéis encontrar todas las recomendaciones aquí. Y ya sabéis, si escucháis algo y os gusta, venid a contármelo.  

jueves, 17 de diciembre de 2020

Diecisiete años

 

Diecisiete años. Te escapas de mis manos poco a poco, iba a decir una cursilada espectacular pero, como siempre he hecho, trato de no avergonzaros con lo que escribo sobre vosotras, así que no lo voy a decir. Al comenzar este año tan raro, estabas cogiendo carrerilla. Tenías miles de planes, viajes a Italia, el Camino de Santiago, fiestas, idas y venidas, escapadas... y justo cuando estabas a punto de saltar, se paró el mundo. Y tu carrerilla se desinfló como la del corredor que hace una salida nula. Esas salidas siempre causan tristeza, te preocupas por el corredor, crees que está nervioso, impaciente, que se ha quedado decepcionado consigo mismo por ese fallo y que no se recuperará. Así me sentía yo cuando se te (nos) paró el mundo. Me preocupé por como te sentirías, por si estarías triste, preocupada, agobiada, enfadada o solo harta y frustrada. 

«Mamá, que estoy bien. Que no me llames cada día, que estamos confinados, que no ha pasado nada»

Quería creérmelo claro, a todo el mundo le gusta creer cosas buenas pero como yo estaba subida en la espiral de la ansiedad pensaba que era imposible que estuvieras bien con todos tus planes desmoronándose, rozando la salida hacia tu (cierta) independencia y la puerta cerrándose de golpe pillándote los dedos. 

Pero era verdad. Resulta que me mientes poco, muy poco. Hay cosas que crees que no sé y te sorprenderías al saber desde cuando las sé pero en general no me mientes. Tampoco te hace falta. No pides permiso para cosas desorbitadas ni escondes oscuros secretos que vayan a hacer que me desmaye, así que cuando me dices que estás bien, es que estás razonablemente bien. No ha sido un año para estar espectacular, ha sido un año para surfear lo que nos ha venido con sus momentos de risas y disfrute puntuales. De este año contigo y tus dieciséis años me quedo con el día que os quedasteis en cuarentena con papá y os saludé desde la calle, el primer viaje a Los Molinos a finales de abril en el que ibais mirando el paisaje por la ventanilla como si no lo hubierais visto nunca, tus abrazos a los perros cada vez que los ves, tu coleta y el moño que has aprendido a hacerte, tu felicidad cuando te dejé raparte la nuca, tus risas viendo The office, el viaje a Ibiza, cómo te acurrucas a mi lado por las noches mientras vemos una serie, las conversaciones sobre política, tu "te tenía que haber hecho caso y haberme cambiado de colegio", que hayas empezado a tomar café por las mañanas pero lo hagas con la capucha de tu bata con orejas puesta como si siguieras teniendo siete años, verte llegar de la biblioteca cada día, tus súbitos discursos cuando estás muy estresada en los que lo único que esperas de mí es que me siente y te escuche mientras te desahogos, las ganas que tienes de llegar a la Universidad y conocer gente nueva, nuestra mirada cómplice cuando tu hermana nos suelta una de sus frases bombas y tus abrazos cuando lloro. 

Reviso tus fotos de este año, las que tengo guardadas, y descubro que tengo muy pocas tuyas y que en la mayoría sales pegada a tu hermana.  Este ha sido el año en que ella ha empezado a llamarte "mi tatita". Quién sabe de qué oscuro rincón de Tiktok lo ha sacado pero me hace gracia y me gusta porque refleja perfectamente la relación que tenéis y que cada día me asombra. Jamás hubiera pensado que algo así de bueno fuera a pasarme, que para ambas la otra sea lo más importante del mundo. 

Hoy cumples diecisiete años y el mundo te espera ahí fuera, la universidad, gente y planes nuevos, inquietudes que te llevaran lejos, problemas que no imaginas y ahí estás, esperándolo con los brazos abiertos. 

Ojalá este año cojas carrerilla y puedas saltar bien alto. No podría estar más orgullosa de ti. (Bueno, si alguna vez cerraras la puerta del baño, podría estarlo un poquito más) 

Feliz cumpleaños, princesa de los ojos azules. 



lunes, 14 de diciembre de 2020

El aburrimiento y la vida

«Habría que escribir una Historia del aburrimiento en los años ochenta. Es la década que más aburrimiento ha producido. Y más música disco. Fue la sobremesa del siglo». (Física de la tristeza de Gueorgui Gospodínov)

Mira qué frase más buena le dije a un amigo por wasap.  Me contestó enseguida: Es una afirmación difícil de defender pero suena bien. Yo le contesté que a mí me convencía mucho, que yo me había aburrido muchísimo en los ochenta. Tú te aburriste en la época en la que te tocaba aburrirte que coincidió que era los ochenta. Sentenció él, creo que le daba rabia que no se le hubiera ocurrido esa fabulosa descripción de los ochenta: la sobremesa del siglo. 

Efectivamente yo me aburrí soberanamente en los ochenta y me aburrí aún más en las sobremesas de los ochenta. Cuando eres niño no hay un momento peor a lo largo del día que el trecho de ¿tarde? que va entre la comida y la merienda. No sé en otras casas pero en la mía no se podía hacer ruido, la televisión estaba en manos de los adultos (bueno, esto ocurría a cualquier hora menos a la de los dibujos), hacia demasiado calor fuera o demasiado frío y en cualquier caso "estas no son horas de ir por ahí a casas de nadie". Nos aburríamos. El tiempo no pasaba, esas horas hasta que nos dejaban hacer algo eran el colmo del aburrimiento, un tiempo detenido en el día en el que había que aguantar la respiración hasta poder volver a salir y disfrutar de lo que fuera: el paseo, los amigos, la piscina, los juegos a gritos, correr, saltar, construir. 

«Tenía seis años  cuando escuché por primera vez la palabra aburrimiento. Me preocupé enseguida porque no sabía lo que era. Seguramente te aburres todo el día solo, me dijo una vecina, la tía Pepa. Lo imaginé como una enfermedad, algún tipo de indisposición como un resfriado o la alergia a la pelusa del álamo. Por eso respondí vagamente. No, qué va, no es nada, estoy bien. De donde yo venía nadie conocía el aburrimiento, no lo manejaban».(Física de la tristeza de Gueorgui Gospodínov)

No sé cuando lo aprendí yo. No recuerdo que alguien me dijera "te aburres", recuerdo repetírselo a mi madre a todas horas: Me aburro. Me aburro. Me aburro. Pues cómprate un burro. Acompañaba la frase con un gesto con la mano que quería decir desapareced de mi vista y no hagáis ruido y ya estaba. Y seguíamos aburridos. No sé como lo aprendí pero me hice experta. Sí recuerdo decírselo a mi hija María. Cuando Clara tenía un par de meses y ella no llegaba a los dos años, nos acabábamos de mudar y yo no tenía tiempo para nada. María se levantaba, desayunaba y al cabo de un rato decía "quiero comer". Yo sabía que era mentira porque no comía nada (de hecho no comió nada hasta los siete años pero esa es otra historia), quería la comida por tener algo en su día que rompiera las horas. No quieres comer, estás aburrida. No sé si ella me entendía pero yo se lo enseñé. 

De niño te aburres de no hacer nada. Necesitas hacer, ver, contar, hablar, escuchar, leer, ir a sitios, volver, tener tareas, jugar a algo, cambiar de juego, construir, pintar, cantar, que te hagan caso, que tus minutos se llenen, que te cuenten historias. De niño el aburrimiento viene por no hacer nada, hacer cualquier cosa despeja esa sensación, ninguna película te aburre, cualquier visita se considera "algo de emoción". De niño no hacer nada es catastrófico, pero un futuro próximo sin nada que hacer es apocalíptico y se te antoja una eternidad porque, además, todo lo que se te ocurre para llenar ese vacío sabes que está mal, está prohibido, acarreará bronca o hace ruido. Mal. 

Con el tiempo y como no hay otra solución llegas a la adolescencia donde sigues aburriéndote pero no por no hacer nada. En la adolescencia adoras no hacer nada, no ir a ninguna parte, no tener ninguna novedad, no ver más que a tus amigos, adoras tu pequeña rutina de comodidad. Si pudieras, si tus padres, esos seres creados solo para hacerte la vida incómoda, te dejaran no saldrías de tu cuarto, de tu cama, del sofá. Te aburres pero no por inacción como cuando eras pequeño, te aburres por negación. Te aburres por no poder hacer lo que tú quieres, por no poder comer lo que a ti te apetece, por no poder entrar y salir a tu antojo, por no poder dejar de estudiar, por no poder ver a tus amigos a todas horas, por no disponer de todo tu tiempo para lo que tú quieres. 

Cuando llegas a la adultez, no te aburres ni por inacción ni por negación, te aburres por acción. Te aburre tu trabajo, un libro, una película, una situación, una conversación, un trámite, una persona, una relación. Fantaseas con un infinito de tiempo para no hacer nada, ¿horas en el sofá sin hacer nada? Maravilloso. ¿Un fin de semana sin salir de casa? Ojalá. ¿Un viaje para simplemente conducir y mirar el paisaje? Dime cuando. Cuando eres adulto no hay tiempo suficiente en la vida para aburrirse y vas a aprendiendo a desprenderte de las cosas aburridas o, si eso no es posible, a resolverlas lo más rápidamente posible para que se conviertan en pasado cuanto antes. 

Hay gente que no se cura jamás de esa versión del aburrimiento infantil, se quedan anclados ahí como si siguieran teniendo moluscos o varicela o sarampión, nunca superan la etapa del aburrimiento por inacción. Son esa gente que con treinta, cuarenta, cincuenta años dice: "me aburro". Cada vez que lo escucho pego un respingo. ¿Qué has dicho? ¿Cómo es posible? y poco a poco me alejo de ellos. No sé si es contagioso, pero sé que es peligroso. El aburrimiento en los adultos es una enfermedad tan fatal como las paperas porque convierte a esos adultos en seres molestos, complicados para la convivencia y el trabajo. "Me aburro" dice alguien y te das cuenta de que está hueco por dentro, en su interior hay eco. Creo que  el aburrimiento que no se cura te vacía por dentro para siempre. 

Procurad no aburríos y, sobre todo, no os aburráis a mi alrededor. Me da repelús. 

jueves, 10 de diciembre de 2020

Drogas y listas

Hemos terminado de ver Gambito de dama, "La droguitas" como la llamábamos en casa. La Droguitas con sus pastillitas verdes de la felicidad, sus visiones nocturnas, su sonrisa de todo me da igual. Que no, que no es que yo frivolice con esos temas con mis brujas, pero hablamos de todo con humor, incluido de drogas, aunque yo todo lo que les he podido decir es: «en mi vida solo le he dado dos caladas a un porro y me entró tanto sueño que nunca más». Como experiencia vital con la drogadicción es ejemplar pero poco interesante y, sí, ya sé que no se trata de ser interesante pero con tus hijas adolescentes ser medianamente interesante y haber hecho cosas en tu vida que les provoquen un poquito de curiosidad está muy bien. (Por si alguien no lo sabe, los adolescentes llegan a una etapa en que consideran milagroso que sus padres siendo tan poco interesantes hayan conseguido llegar a la edad provecta que tienen sin saber todo lo que ellos ya saben) A lo que iba, he sido muchas (no tantas) cosas en mi vida, pero curiosa con las drogas jamás. Siempre me dieron miedo, ¿y si me sientan mal? ¿y si veo cosas? ¿y si se aparece mi madre a regañarme incluso en un viaje de pastis? ¿y si me da por desnudarme y montar un numerito? ¿y si me gusta y me hago adicta? Valiente, lo que se dice valiente y arrojada  tampoco he sido nunca. 

Ahora que he vuelto a las pastillas, a "mis droguitas", me extraña que la gente se haga adicta a ellas o, mejor dicho, no lo entiendo por como me sientan a mí. Ni siento ni padezco, no duermo, no como, no me concentro, no hablo y tengo la misma creatividad que un neumático. Doy vueltas por mi casa intentando pensar en algo fresco, divertido, chisporroteante (como dice Isa Calderón) e ingenioso y no se me ocurre nada. Leo el New Yorker, una novela búlgara y las noticias del New York Times buscando algo que me provoque una reflexión sesuda. Escucho podcasts, uno tras otro, sobre las temáticas más variadas y aunque se me ocurre alguna cosa pienso «me voy a repetir» o «esto no da para un post». 

«Haz listas de lo mejor del año» me dice un amigo que me temo que se guarda sus mejores ideas para él. «Esas listas son un rollo» le digo. Me gustaría hacer algo ingenioso, una lista interesante, divertida, efervescente, llena de datos sorprendentes: 20 (bueno, mejor 10, no seamos ambiciosos) cosas que he aprendido este año, 10 cosas que no había hecho jamás hasta que llegó una pandemia, 10 cosas buenas de las relaciones de segunda vuelta, 7 datos para sospechar de las manzanas, 7 reacciones diferentes cuando tus amigos se dan cuenta de que has quitado el doble check azul de whasapp, 10 cosas que no sabías que tus hijas te iban a preguntar, 10 (por acotar, porque podría poner 20) cosas que tus hijas adolescentes siguen sin aprender a pesar de que se las ha repetido tres millones de veces, las treinta cinco veces que has cerrado la puerta del baño porque siempre se la dejan abierta y la blasfemia que has soltado en cada una de ellas, 10 cosas que me ponen muy nerviosa de las cuentas de decoración, las 10 frases más insultantes de las gurús de instagram que siempre contienen las palabras tú, poder y querer y siempre van asociadas con comprar alguna mierda que no necesitas y que se vende en Cobo Calleja por la décima parte, 10 (o 45) prendas de ropa que pensé «ey, esto me gusta» pero que no compré porque  «bah, para qué, si no lo necesito», 5 razones por las que creo que el director de casting de The good doctor es ciego porque de otra manera es incomprensible que siempre emparejan a actores que tienen entre ellos la misma química que una vela y un zapato, las siete maravillas del teletrabajo, las siete etapas de dejarte el pelo blanco, los ocho atuendos (atentos que no he escrito look ni oufit, soy la resistencia) que le robaría a "la droguitas", ocho escenarios apocalípticos que imagino durante mi insomnio y siete enfermedades terminales que cada noche creo sentir, etc. 

En fin, mis droguitas me tienen bloqueada. Y sí, quizá me estoy identificando un poco con El Nota. 

viernes, 4 de diciembre de 2020

Sin batería

 © Stefan Zsaitsits
Nunca he sido muy buena midiendo. No sé calcular alturas, ni volúmenes, ni distancias, ni capacidades y al elegir un táper para guardar los restos de la comida siempre dudo, siempre pienso que voy a equivocarme, que será demasiado grande o demasiado pequeño. Tampoco soy buena calculando el tiempo que voy a tardar en llegar a algún sitio, en prepararme y, por eso, suelo llegar tarde. Solía, cuando iba a alguna parte. Ya no voy a ningún sitio. 

Ahora, además, soy malísima calculando lo que me durará la batería o las fuerzas para hacer algo por la tarde. La mañana, casi sin dormir, me muevo propulsada por el café, la pastilla, las tostadas y la ducha pero esa energía se acaba según se acerca la comida y a las tres de la tarde ha desaparecido por completo. Cualquier cosa que, al levantarme, planeo hacer por la tarde, se vuelve totalmente inalcanzable cuando llega el momento. Dicen que la energía ni se crea ni se destruye, pero en una depresión se destruye, se esfuma, desaparece, se queda reducida a lo justo para permitirte seguir respirando y darte cuenta de cuando tienes que ir al baño. El resto es imposible. 

Cuando termino de trabajar me desplomo. No tengo ni siquiera ganas de leer. Me pongo a ver Silicon Valley, María se marcha a un examen, Clara a clase de baile. Se hace de noche y no enciendo la luz. Escucho el tráfico de mi calle, veo las luces encendidas en los edificios que rodean mi casa, me pregunto qué tipo de psicópatas viven en el piso que ha puesto unas luces de navidad que parecen las de poltergeist y se acabaran acuchillándose unos a otros enloquecidos por esa luz blanca que desde mi casa a cien metros en insoportable. Pienso en que no tengo nada obligatorio que hacer, que puedo vegetar sin sentirme (muy) culpable. Nada urgente, nada importante, nada vital. Vuelven las niñas, oigo el ascensor, sus pasos en el rellano y el giro de la llave en la puerta. Entran con cuidado, como si hubiera un enfermo en casa, hay un enfermo en casa. Se duchan, tocan la guitarra, cantan, se pelean por la franja de diez cm que une y separa sus mesas y que es su Linea Maginot. Lo que hay ahí no es de nadie y es de las dos y se defiende con la vida y a gritos. ¡Ese calcetín no es mío!¡Sí, es tuyo y lleva ahí tres días! ¡Hace tres días yo no estaba, ja...es tuyo!

Sigo en el sofá. Es de noche cerrada y agradezco tanto que sea diciembre y no mayo o junio con sus días eternos. Se está mejor de noche. Duele menos. Queda menos. Preparo la cena, el pollo se ha puesto malo así que solo hay brócolí. Larga vida al yogur griego de Mercadona en envase para zambullirse, que nos sirve de complemento. Vosotras, cuando estudiáis historia ¿Dónde os posicionáis? Clara lanza una de sus preguntas bomba que caen en medio de la conversación creando un vacío de sorpresa. ¿Qué? "Sí, que si sois realeza, nobleza, clero, burguesía o campesinado. Yo me pongo en la burguesía". No sé puede ser más personaje que ella, pero sacando temas de conversación no tiene precio. 

Vemos Gambito de dama. No soporto el ajedrez, provoca en mí el mismo efecto que las matemáticas, los sudokus o la legislación sobre inversión en obra cinematográfica, no me interesa absolutamente nada. No me gustan los juegos de pensar, de contar, cuando juego a algo quiero divertirme, descansar la mente, distraerme, pasar el rato, perder. A ellas les gustan las escenas de ajedrez, saben jugar. A mí me gusta ver la serie con ellas y las faldas de vuelo de ser feliz. Y me gusta escribir cosas divertidas pero tampoco tengo energía para eso.