lunes, 30 de diciembre de 2019

Podcasts encadenados (V)

Me ha pillado completamente por sorpresa el éxito de esta sección del blog, Podcasts encadenados, nacida de mi adicción a los mismos en los últimos cinco años. Lo que empezó como algo para entretenerme se ha convertido en algo casi tan necesario como la lectura y como soy una persona, según mi amiga Rosa, asquerosamente organizada, llevo un control sobre todo lo que escucho (un calendario anotado) y un excel dónde apunto todo lo que escucho y mis impresiones. Empecé a escribir esta sección porque me apetecía hablar de ello y he descubierto que interesa a mucha gente que ya los conoce y, además, interesa a gente que jamás había probado pero que ha decidido probar a ver qué es eso de los podcasts. 

Las recomendaciones de hoy, por eso de ser fin de año, las vacaciones y demás, son de cinco podcasts completos publicados en el 2019. Con podcasts completos quiero decir que empezaron y terminaron y que en principio no tendrán más temporadas, contaron una historia y la terminaron. Eso no quiere decir que sus creadores/presentadores no hagan más podcasts, pero aunque sean parecidos serán de otra historia. Espero haberme explicado. 

Vamos a ello: 

1.- The Missing Cryptoqueen es un podcast de la BBC presentado por Jamie Bartlett y producido por Georgia Catt. Catt, productora de radio, empezó a escuchar sobre crypto monedas a través de amigos suyos que habían invertido en algo nuevo llamado One Coin.  Se puso a investigar y descubrió a su creadora-gurú, la Doctora Ruja Ignatova, y la misteriosa desaparición de ésta en 2016.  Se dio cuenta, además, de que esta historia había sido poco investigada y contada en los medios y pensó que sería un buen tema para un podcast. Acertó. Junto con Jamie Bartlett, que es periodista de tecnología, han creado este podcast que a lo largo de diez episodios nos lleva a conocer los entresijos de una estafa a niveles nunca conocidos en el planeta. En esta historia hay malvados misteriosos como la Dr. Ruja, fuerzas aún más peligrosas detrás de toda la estafa, secretos sin descubrir y, sobre todo, lo más terrible: las esperanzas primero y desolación después de la gente estafada que ha perdido miles o cientos de euros. Hay un capítulo sobre la escala de la estafa en Uganda que es desolador. Además de todo esto, si no sabes nada de crytpomonedas o de las redes de marketing piramidal, Jamie y Georgina van explicándolo todo, descubriéndote un mundo nuevo de peligros, avaricia y engaños. 

«Maybe I'm living in the old world were the ideal of journalisms is that you present the facts and expose the wrong doing and Fred is living a new world where facts are irrelevant» 

Esto que comenta Jamie Bartlett en el último episodio resume muy bien la idea detrás de estas estafas. Da igual los hechos que tú le presentes a la gente, tanto el impostor como el comprador van a creer lo que les viene bien creer independientemente de lo que tú les muestres, en este caso que One Coin es una estafa y que han perdido su dinero. 

Un atractivo añadido de este podcast es el maravilloso acento inglés y la exquisita educación de los dos periodistas cuando entrevistan incluso a gente que les insulta o que les miente a la cara. Es un aspecto del periodismo que hemos perdido por completo en España. Son educados, permanecen calmados y nunca son agresivos aunque sean contundentes. 

Podcast: The Missing Cryptoqueen.
Episodios: 10
Duración:  40-45 cada episodio. 

2.- Uncover: The village. Uncover es un podcast canadiense de CBC Podcasts. Cada temporada (y llevan cinco) trata de un tema distinto. La que recomiendo hoy es la tercera, titulada The Village y que trata sobre una serie de asesinatos de hombres gays ocurridos en los años 70 en el barrio gay, The Village, de Toronto. En aquellos años hombres gays empezaron a desaparecer sin que nadie supiera de su paradero; de un día para otro sus amigos dejaban de verlos, no aparecían por los bares y nadie sabía nada de ellos. La policía, cuando por fin alguien denunciaba su desaparición, la achacaban a su modo de vida disoluto y archivaban el caso. En 2010 más hombres empezaron a desaparecer y en 2018 se arrestó a un sospechoso. El podcast presentado por Justin Ling reconstruye toda la historia, la de los hombres desaparecidos, la de la policia y sus errores, las familias y, sobre todo, traza un retrato muy muy crudo y muy vívido de cómo era la vida del colectivo gay en los 70 y cómo ha cambiado hasta nuestros días. Hay muchos testimonios de la época: representantes del colectivo que alzaron la voz para protestar por la inacción de la policia, amigos de los desaparecidos, familiares, policías, políticos. Es un podcast que podría considerarse de true crime pero que es más bien un retrato de una época que nos sirve para ver todo lo que hemos avanzado en derechos del colectivo LGTBI y todo lo que nos queda por avanzar. Los episodios en los que policías, ahora setentones, cuentan avergonzados cómo con 30 años al acudir a los bares no bebían nada "por si se les contagiaba algo" son muy reveladores. 

Episodios: 9
Duración: 40-50 cada episodio 


3.- La desaparición del Padre Gallego. Podcast colombiano de La no ficción presentado, creado, producido, investigado y mezclado por Juan Serrano. A Juan le falta cantar la sintonía para ser el hombre orquesta pero eso no quita para que este podcast sea maravilloso. El 9 de junio de 1971 el padre Héctor Gallego, un sacerdote colombiano destinado en una pequeña aldea de Panamá, fue secuestrado. Nunca más volvió a saberse nada de él. Los rumores sobre que los militares, la policía secreta o el gobierno lo habían secuestrado surgieron enseguida pero nadie pudo probar nada. Héctor Gallego se convirtió en un héroe para sus aldeanos, a los que había organizado en cooperativas que les permitían subsistir sin tener que depender de las tiendas de los caciques. Año tras año, y continúan haciéndolo, el 9 de junio realizan actos conmemorativos por su obra y por su desaparición. Juan Serrano conoció su historia y le sorprendió que alguien tan venerado en Panamá fuera un desconocido en su país. Se puso a investigar quién fue Héctor Gallego, cómo llegó a Panamá, qué hizo allí, por qué desapareció, lo que ocurrió después y lo que ha ocurrido ahora, el año pasado. 

Es un podcast maravilloso, con una historia que va mucho más allá de la desaparición de un cura progresista perseguido por un dictador.

¡Y es en español, claro! 

Episodios: 10
Duración:  23-40 

4.- Believed  Es un podcast de la radio pública de Michigan presentado por  Kate Wells and Lindsey Smith.  Éste se publicó a finales de 2018 pero lo he traído porque cuenta una historia que necesitamos conocer. El caso que explica es bastante conocido: el médico de la selección nacional de gimnasia artística de USA, Larry Nassar, fue acusado de haber abusado o agredido sexualmente a más de doscientas niñas y jóvenes durante varios años. Cuando la historia salió a luz, fue juzgado y condenado pero además la jueza permitió que durante una semana entera, niñas, jóvenes y mujeres subieran al estrado y hablaran con él, le contaran lo que su agresión, su abuso y el hecho de que nadie las creyera ha significado en sus vidas.  Es un podcast estremecedor y más si tienes hijos. Yo, como madre, lo escuchaba y se me ponía la carne de gallina sabiendo que posiblemente yo tampoco me hubiera dado cuenta si algo así le hubiera pasado a mis hijas porque los agresores sexuales no son ogros ni tíos del saco, son siempre gente en la que la sociedad confía. 

Podcast: Believed. 
Episodios: 8
Duración: 20-35 

5.- Scattered de la WNYC. Este podcast está presentado y dirigido por Chris García, un cómico de origen cubano que vive en California y que cuenta la historia de su padre.  García había hecho parte de su carrera con monólogos en los que su padre, Andrés, era muchas veces el protagonista, contando cómo había llegado a USA, imitando su acento, sus expresiones, su manera de ver la vida. Cuando su padre muere después de años de estar enfermo de Alzheimer, García se da cuenta de que no conoce prácticamente nada de la vida de su padre y se pone a investigar sobre la infancia en Cuba, cómo conoció a su madre, la vida bajo la dictadura castrista, la salida de Cuba primero hacia Madrid y luego finalmente a Estados Unidos. El podcast es muy emotivo porque es la búsqueda, la desesperada necesidad de atesorar todo lo que pueda sobre su padre muerto, intentar retenerlo de alguna manera para que siga vivo. Es un podcast curioso porque casi se puede escuchar sin saber inglés, Chris habla bastante en español y los diálogos con su madre son siempre en español. El podcast se llama Scattered  (dispersado) porque el punto final del podcast es el viaje a Cuba que realiza la familia para esparcir las cenizas del padre en el mar. 

Es un podcast muy tierno y que te hace replantearte cómo de desconocidos son nuestros padres. 

Podcast: Scattered
Episodios: 7
Duración: 30

Manejad estas recomendaciones con mesura porque ,ya os advierto, escuchar podcasts es adictivo. Pero si se os va de las manos, como a mí, y os encanta alguno venid a contármelo. 



viernes, 27 de diciembre de 2019

Insomnio de alerta

Sabes que son las 4:27 o cualquier otra hora innecesaria en cuanto abro los ojos. En medio de la noche estás completamente despierta en tres segundos. Estas dormida y estas despierta sin transición. Pasas de un estado a otro sin una razón, sin un sentido pero tampoco sobresaltada. Esto solo te pasa por la noche, durante la mañana hay un momento de aferrarte al sueño, de querer engancharte en el estar dormida pero por la noche eres expulsada del sueño de repente. Mientras compruebas que efectivamente son las 4:27 piensas que el insomnio de alerta comienza como cuando pierdes en una partida en un videojuego: estás jugando y al segundo estás muerto, fuera del juego. Game over del sueño y no te quedan vidas para volver a él. Como en el Candy Crush tienes que esperar. Nunca sabes cuanto tiempo. A veces media hora, a veces sesenta minutos, a veces un par de horas o a veces, como hoy,  hasta el día siguiente. 

Al insomnio de alerta se aprende a jugar. Al principio, cuando te encuentras en esa realidad alternativa que consiste en ser incapaz de dormir cuando todo a tu alrededor está dormido, te pones nervioso, te alteras. Quieres volver al juego en el que estabas, a la pantalla anterior, quieres volver a dormir y te afanas en conseguirlo. Cambias de postura, de almohada, de lugar en la cama. Vas al baño aunque no tienes ganas, bebes agua y te re acomodas queriendo creer que con eso se arreglará todo. Después, cuando ya has estado muchas noches en ese juego, sabes que nada de eso funcionará. Hay que tomar otras medidas. Como jugadora master pro del insomnio de alerta sabes por experiencia propia que pensar nunca funciona. Es increíble como tus pensamientos se vuelven algo aterrador y muy adictivo cuando estás en la hora que no existe, las 4:27. Además, como con la ayahuasca, quieres que tus pensamientos sean relajados y te transporten a algún lugar feliz pero eso no siempre funciona y la mayoría de las veces te llevan a un viaje aterrador. Tu cerebro, en vez de proyectarte sitios felices, montañas nevadas y chimeneas encendidas, te lleva al accidente de coche que has visto hoy en la carretera, al herido que el Samur estaba tratando de reanimar justo cuando tú pasabas y de ahí te lleva a pensar en las cigueñas que cada mañana ves posadas en  la autopista. «Eh, cerebro, ¿qué es esto?» quieres preguntar pero no te da tiempo porque de repente estás pensando que esas cigueñas solitarias,  una tras otra, encima de las farolas cada amanecer, son la escolta imperial de todos los que pasáis cada mañana. Quizás ellas saben quién volverá por la tarde y quién se quedará para siempre en la carretera, como el herido de esta mañana. «Ya está bien, por ahí no sigo», le dices a tu cabeza y te giras en la cama. Te das cuenta de que te duele un hombro, quizás te has despertado por eso, quizás te duele el hombro porque te pasa algo, quizás lo que te pasa no es una contractura, quizás es algo más grave, un cáncer de huesos que acabará con tu vida en un par de meses y, entonces, ¿qué pasará con tus hijas? Estarán bien pero tú te perderás su vidSTOP. Enciendes la luz, estiras el brazo y coges la novela sobre la que te quedaste dormida a las 11, cuando creías que esta noche no jugarías al insomnio de alerta.  

Leer alivia el insomnio de alerta pero no lo cura. Lo único que cura el insomnio de alerta es el paso de las horas. Según te vas a acercando al momento de levantarte, los párpados empiezan a pesarte, tu cerebro entra en calma y el cuerpo empieza a pesar sobre la cama, a relajarse. Y te duermes y vuelves al juego anterior y ahora, cuando toque dejar esa partida, el salto al mundo consciente no será limpio e indoloro como a las 4:27. Será agónico, lento y te dejará molido. Sentirás que tus brazos y tus piernas y tu cabeza se estiran intentando tirar de ti para que te quedes en el mundo de los sueños «una pantalla más, una pantalla más». 

Si juegas muchas noches al insomnio de alerta te conviertes en un zombie intratable, huraño e irascible. Todo el mundo te cae mal y tú le caes aún peor a ellos porque solo puedes pensar en dormir, en volver a tu cama, en enterrarte bajo el edredón y descansar. En las manos del insomnio de alerta eres un mequetrefe en medio de una tormenta de pensamientos espantosos que al levantarte, al contrario que los sueños, se te quedan pegados. 

Hoy has tenido escalofríos al ver las cigüeñas al amanecer. Te aterra el insomnio de alerta. 


viernes, 20 de diciembre de 2019

Podcasts encadenados (IV)

Voy a aprovechar este día de pre vacaciones, de cenas de trabajo, de compras y desconexión para escribir uno de esos posts que no lee nadie. Si escribiendo este blog buscara miles de visitas y polémicas, sé como hacerlo, es fácil y divertente pero como escribo lo que me da la gana y cuando me da la gana, hoy vengo a recomendar tres podcasts de gente que hace y dice lo que le da la gana y que además a mí me divierten muchísimo.

El sentido del humor es algo que se tiene o no se tiene. Yo conozco gente sin sentido del humor, mi madre por ejemplo. Y conozco mucha gente a la que le divierten cosas que a mí no me hacen gracia y a la que lo que a mí me parece hilarante a ellos les deja fríos. Así que estas tres recomendaciones son las que a mí me hacen gracia y me divierten, los podcasts que escucho cuando me apetece divertirme, reírme y evadirme un poco. Y no, no está La vida moderna porque a mí Broncano no me hace ninguna gracia. 

Los tres se graban con público y los tres son en español. No hay excusas con el idioma. 

1.- Nadie sabe nada. Con Andreu Buenafuente y Berto Romero. Este podcast es todavía un programa de radio que emite la Ser los sábado a mediodía. Por supuesto yo jamás lo escucho a esa hora, de hecho es el único podcast que tiene un momento de escucha reservado. Los lunes por la mañana cuando me meto en el coche a las 7:30 de la mañana para ir al trabajo lo pongo para hacer menos horrible el comienzo de la semana. Llego a Mordor sonriendo cuando no llorando de la risa y pensando que hay gente en el mundo con un gran talento y que sabe como usarlo.  Nadie sabe nada no va de nada. En teoría Andreu y Berto tienen que meter la mano en una urna y sacar las preguntas que oyentes de todo el mundo han enviado "por el internet" pero la verdad es que eso pasa solo algunas veces. La mayor parte de los programas transcurren con ellos dos contando historietas o desarrollando teorías absurdas. Llevan ya siete temporadas y han acuñado muchas expresiones, mucha jerga pero te puedes enganchar en cualquier momento y sentirte invitado en la fiesta. Para mí, Andreu Buenafuente es el mejor presentador/comunicador que hay en España. Un tipo listo, con clase, inteligente y con un sentido del humor con el que conecto completamente. Berto me parece el segundo mejor presentador/comunicador y ambos hacen una pareja perfecta.

Podcast: Nadie sabe nada.
Episodio: Cualquiera.
Presentadores: Andreu Buenafuente y Berto Romero
Duración: 50 minutos

2.- Aquí hay dragones con Arturo González Campos, Rodrigo Cortés, Juan Gómez Jurado y Javier Cansado.  Este podcast es de Podium y consite en que los cuatro se reúnen, se ríen y Rodrigo, Juan y Javier se juegan a "Piedra, papel o tijera" el orden en el que van a contar las historietas. Javier Cansado siempre hace trampas y sus historietas son siempre sorprendentes, inesperadas y absurdas. Para mí, son las mejores. Con Rodrigo aprendes bastante de cine y música y Juan, bueno, a mí es el que menos me gusta pero hace su papel.  Llevan ya 57 programas, todos impares, y se puede empezar a escuchar por cualquiera pero mi favorito es sin duda el que enlazo aquí. 

Una advertencia si no te gusta Javier Cansado no sé qué has hecho mal en tu vida pero algo has hecho mal. Háztelo mirar. 

Podcast: Aquí hay dragones 
Episodio: De películas de papel, vikingos y  borrachos al piano 
Presentadores: Arturo González Campos, Rodrigo Cortés, Juan Gómez Jurado y Javier Cansado
Duración: 80 minutos

3- Deforme semanal Ideal Total con Lucia Lijtmaer e Isa Calderón.  Este podcast es de Radio Primavera y como los dos anteriores consiste en ellas dos charlando de cosas variadas. La diferencia con los otros dos es que Isa y Lucia son muy políticas y muy feministas, así que si eres de los de "a mí dame humor blanquito y deja ya de dar la turra con el feminismo" este no es tu podcast. Lucia e Isa se meten con todo bicho viviente (mucho más con Albert Rivera) y reflexionan mucho sobre las relaciones, sobre como las mujeres caemos siempre en las mismas estupideces y ya va siendo hora de salir de ese bucle de machismo y tontería. A mí me hacen mucha gracia incluso cuando no estoy de acuerdo con ellas. Hablan de libros muy interesantes y ponen unas canciones alucinantes que siempre me gustan y siempre acabo añadiendo a mi lista de Spotify para escuchar en el coche si algún día dejo de escuchar podcasts.

Llevan solo tres programas y los tres me han gustado mucho pero el dedicado al concepto Lester: «Lester es el personaje cobarde que te puede, que te destroza, que te deja tirada en un parking, que te camela con frases del tipo "cuando te vi, supe eras tú". Los Lester son un mal que nos ha traído la tierra a las mujeres, son gente con la que follas viva» es una maravilla. Que levante la mano quien no haya tenido un Lester en su vida.

Podcast: Deforme semanal Ideal Total 
Episodio: El concepto Lester 
Presentadores: Lucia Lijtmaer e Isa Calderón
Duración: 60 minutos

Como digo siempre, si escucháis alguno y os gusta me encantará que me lo contéis. Y con esto puede o puede que no despida esta sección hasta el año que viene.




martes, 17 de diciembre de 2019

Dieciséis años

No sé cómo el fue el día que naciste. Llegamos al hospital de madrugada y era noche cerrada. Era de día  cuando los tres estuvimos en la habitación pero yo no me levanté de la cama y no miré por la ventana. No sé que día hacía y hasta hoy no lo había pensado. Sí sé que día hacía cuando nació tu hermana porque era verano y era imposible no percatarse del sol, el cielo azul y el calor. 

No sé que día hizo aquel 17 de diciembre pero sí se que tú eres un día de invierno. Un día cercano al más corto del año porque casi todo lo que eres, lo eres para dentro, para ti sola, para los pocos que estamos cerca de ti. Eres discreta, sensible, silenciosa, humilde, intuitiva y acogedora. 

Ser un día de invierno es difícil porque tiene mejor prensa ser un día de verano, ser sol, ser vacaciones, ser calor y días que no se terminan pero tú eres invierno. Eres como uno de esos días de invierno que empiezan con una niebla blanca que no deja ver nada, no asusta, no da miedo, en cierto modo atrae y acoge. Pero ser así a veces te hace sufrir. Los días de invierno son para unos pocos, tú eres para dentro, para los tuyos y para ti. Ser un día de invierno no es fácil porque vas a contracorriente, porque cuesta no estar a gusto con lo que le gusta a los demás o que te interesen cosas diferentes a las que gustan en tu entorno y por eso los quince han sido una montaña rusa dentro del pasaje del terror. Días de no soportarte a ti misma y días de estar insoportable. Un verano para olvidar que seguro que no pasará a los anales familiares ha dado paso a una entrada en bachillerato en el que pareces otra persona. Es como si hubieras cruzado un umbral, o entrado en el túnel del humo de Lluvia de estrellas (es una referencia a un viejo programa de televisión) y hubieras salido convertida en una persona diferente. No, no diferente. Eres tú desplegando capacidades que no conocíamos, siendo más responsable, más adulta, acomodándote en tu "invernez". Te miramos y te escuchamos y te confieso que al principio, sospechamos. 

Eres un día de invierno frío y con niebla pero cuando sonríes, cuando eres feliz y te brillan los ojos, cuando estallas en carcajadas casi siempre por las ocurrencias de tu hermana, tu sonrisa, tu risa y tus ojos reconfortan como el sol de diciembre por inesperado, por sorprendente, por necesario. 

Eres un día de invierno y hoy cumples dieciséis años. 

Feliz cumpleaños, princesa de los ojos azules. 


viernes, 13 de diciembre de 2019

La casa y los trapos

Varios trapos de cocina de un color indefinido  que alguna vez fue blanco y que nunca están dónde los buscas cuando te das la vuelta con las manos mojadas o llenas de restos de harina. Trapos que han ayudado a recoger cafés derramados, manchas de tomate frito y vomitonas inesperadas. Trapos con dibujos de tenedores, con frutas y verduras borradas, con «recuerdo de Portugal» estampado en letras todavía legibles a pesar del millón de lavados. Un taper sin tapa. Una tapa sin taper. Tarros de cristal con las tapas desparejadas. Un molde de bizcocho que cada vez que abres el armario grita «por favor, sácame de aquí, haz de mí un cacharro útil». Un marco con la foto torcida, has perdido la cuenta de todas las veces que has pensado «mañana la coloco». Una fotografía que ni siquiera te gusta. Una llave que no es de ninguna puerta pero que no se tira por si acaso es la entrada a Narnia o la manera de escapar. Dos ruedas de cochecito de juguete. Una cabeza de clic. Bolsas de botones de repuesto de ropa que ya no tienes. Una percha en la que la ropa se cae. Un jarrón que no se sostiene. Velas casi consumidas imposibles de encender que se aferran a sus portavelas. «Mañana miro en internet como fundirlas para sacarlas de ahí». Una bombilla de luz azul «Caroline sigue la Luz», comprada por error, en una lámpara que nunca se enciende precisamente porque tiene esa bombilla. Pilas usadas esperando ese viaje al contenedor que nunca llega. Tres paraguas, un bastón, un par de muletas para prestar y necesitarlas tres días después. Un cajón con fotos. Demasiados papeles por ordenar. Panfletos de Carrefour. recibos que dejaste ahí pensando «para que no se me pierdan» y ahora ni siquiera recuerdas de qué son. Una lata de melocotón en almíbar. Borrador mágico de paredes, recuerdo de cuando tus hijos eran creativos en tus paredes. Un cinturón demasiado grande. Otro demasiado ancho. Uno que no sabes cómo ha llegado a tu armario. Un enchufe con ladrón en el que solo hay un aparato enchufado. Marcapáginas sin libro. Un calendario. Bolis que no pintan. Listas de la compra que han esperado todo el verano para volver a encontrarse contigo en el fondo de ese abrigo. Calcetines desparejados. Pinzas de plástico que se rompen y que te juras no volver a comprar. Trapos de cocina limpios, sin estrenar, al fondo de cajones que casi nunca se abren. Trapos de cocina comprados para sustituir a los de color indefinido que no consigues limpiar pero que tampoco se tiran porque... no sé porqué pero nos pasa a todos. 

No me fió de una casa en la que no hay algo de todo esto. Sospecho que es un piso piloto o un escenario de IKEA. 


lunes, 9 de diciembre de 2019

Sobre Greta

Vaya por delante que creo sinceramente que Greta debería volver a su país, a su casa, a su barrio, a su colegio para volver a ser una niña de dieciséis años preocupada y comprometida pero alejada del maremagnum de los medios de comunicación y el escrutinio público. Vaya por delante que creo que sus padres son unos irresponsables y que por muy orgullosos que estén de ella, creo que se les ha ido todo un poco de las manos y que debería protegerla de un entorno que se ha vuelto completamente hostil hacia ella. Vaya por delante que creo que los medios de comunicación han sobre explotado a Greta y con esto han demostrado una vez más, que más que en favor de la información buscan el espectáculo. ¿Un experto en cambio climático dando la información? Menudo rollo, ni hablar de sacarlo en portada. ¿Una niña de dieciséis años con síndrome de Asperger? Portada contando segundo a segundo todo lo que hace y dice, escrutándola. Vaya por delante que hay muchísima gente, muchas personas en todo el mundo intentando que toda la sociedad, todos nosotros, se preocupe por el medio ambiente, por contaminar menos, por consumir con cabeza y no a lo loco, por darnos cuenta de que solo tenemos este planeta. Hay miles de activistas en todo el mundo que merecerían la atención mediática que tiene Greta y no la tienen y es injusto. Correcto. 

Dicho todo esto, ¿Qué problema tienen ciertos adultos, hechos y derechos, para dedicarse a insultar, a reírse de una niña? ¿Qué les pasa en la cabeza? ¿Qué tara tienen? Estoy tentada de decirles «pensad que os parecería si vuestro hijo o hija estuviera comprometido con cualquier causa y otros adultos se rieran de él o ella, la atacarán, la ridiculizaran» pero no quiero decirlo porque no se trata de no hacer eso porque no te gustaría que se lo hicieran a tu hijo. No se insulta, humilla, ridiculiza ni se hace burla de una niña. Nunca, jamás. 

¿Qué le pasa a toda esa gente que acusa a Greta y a los adolescentes de incongruentes? «Sí, si, mucho preocuparse por el planeta pero tuitea» ¿Se puede ser más bobo? Los adolescentes y los jóvenes son incongruentes, claro que sí. Quieren cambiar el mundo y a la vez se preocupan de cosas materiales de las que los adultos creemos que podrían prescindir y probablemente sea así pero ¿Qué es esa superioridad moral de exigir a la gente que sea un bloque de coherencia irreprochable a todas horas? Como tienen movil no pueden manifestarse por el cambio climático, como en su casa hay calefacción no es verdad que les preocupe el calentamiento global y así con todo. Sí, son incongruentes como lo somos todos. Exigir pureza espiritual a los demás es la mejor excusa para que nada cambie, sobre todo nosotros. «Como el otro no es puro, su causa está adulterada y por tanto no tengo porque seguirla» es el calmante de las conciencias de los que no quieren que nadie les recuerde, y menos una niña, que hay cosas que deberíamos cambiar. ¿Quién se ha creído que es la niñata esta para decirme a mí cómo vivir? 

Greta ha conseguido que hablemos del cambio climático, que nos plateemos cuánto contamina el avión que cogemos, como son de innecesarias las pajitas de plástico, cuánto consume nuestro coche, que nos preocupe a dónde va lo que tiramos alegremente al cubo de la basura. Ha conseguido que todo eso sea portada, que lo hablemos, que se lea, que se escuche y que muchos jóvenes, esos del móvil y la incongruencia, se preocupen por ello. 

Algunos parecen querer niños prodigio a los que bailar la gracia, que vayan a Masterchef, que jueguen al fútbol, que sean actores. Niños prodigios que sean monos de feria para divertirles y hacer mejor a sus equipos pero no quieren una niña inteligente que les hagan plantearse, con lo que dice y lo que hace, su estilo de vida. 

Greta tiene que volver a casa pero no porque a los gañanes maleducados les moleste verla o escucharla, sino porque es una niña y merece volver a tener vida propia.



jueves, 5 de diciembre de 2019

El adolescentismo y su curiosa valoración de la realidad

Si Pixar hiciera una película sobre virtudes y defectos, otra, voto porque el egoísmo tenga aspecto de adolescente. El adolescentismo es esa etapa de la vida en la que te descubres a ti mismo y te encuentras por igual fascinante y espantoso en una montaña rusa de sensaciones que no descansa. Ser adolescente es durísimo porque pasarte el día pensando solo en ti en lo que tú quieres, lo que querrías y no tienes, lo que tienes y no quieres (los plastas de tus padres, por ejemplo), lo que puedes hacer y lo que te gustaría hacer es una espiral de egocentrismo que conduce al más absoluto de los egoísmos. En tu vida solo estás tú y tu circunstancia. 

Con los cambios hormonales del adolescentismo se produce también una subida brutal de los niveles de egoísmo, las hormonas provocan granos o pelo graso o cambios en la voz y el descontrol del egoísmo conduce a procesos mentales de evaluación de la realidad claramente contradictorios. Elegir no recogerse el pelo nunca, no comer pimiento (o intentarlo), rechazar las mandarinas por sistema, no llevar nunca falda o vestido o salir de la ducha con la toalla en la cabeza como si fuera un monje son gustos personales muestras de su personalidad. «Mamá, es que no somos como tú, tenemos nuestros gustos». Por supuesto, tú aceptas todos esos gustos sin decir ni mú o mordiéndote la lengua. (Nota importante: en el adolescentismo todo lo que digas SERÁ usado en tu contra. Nunca es más valioso el silencio como respuesta que en el adolescentismo). 

Por el contrario si el progenitor insiste en cosas tan básicas como cerrar la puerta del baño o no acumular rollos de papel  higiénico vacíos encima del taburete del baño, esas peticiones se valoran como afrentas a la idiosincrasia adolescente. «Mamá, por favor, eso es una manía y  las manías hay que superarlas».  Si se te ocurre insistir en esas "manías", te encuentras con que el adolescentismo está ofendidísimo porque «no nos dejas vivir tranquilas con esas manías absurdas» 

El adolescentismo tiene también una capacidad extraordinaria para valorar cualquiera de sus logros, por mínimo que sea, con un reconocimiento al lado del cual un Premio Nobel parece el rasca y gana de la tapa de un yogur. «Mamá, ya te vale, hoy he vaciado el lavaplatos y no me has dado las gracias ni me has dicho nada». Por supuesto este enorme reconocimiento a sus logros sale de considerar que todo lo que los progenitores hacen son minucias que, además, a los padres no cuestan ningún tipo de esfuerzo. Así que en su escala de valores, vaciar un lavaplatos a media carga merece ser premiado con el sueldo nescafé para toda la vida, una placa conmemorativa y una estatua ecuestre y que tú te levantes un sábado a las siete menos cuarto de la mañana para llevar a tu adolescente a un partido de fútbol en el último pueblo de tu provincia merece un «que sí, que vale, que si te vas a poner así prefiero que no me traigas» cuando sugieres que a esas horas el rap no es lo que más te apetece escuchar. En esta escala tan confusa de valores nos encontraríamos con el caso particular de las notas el colegio: un 3 es siempre culpa de otro y por supuesto tú no puedes enfadarte por ese mal resultado académico ni mucho menos tomar medidas, pero un 7,5 es un logro que merece, cuando menos, un viaje a Italia o un apartamento en la playa.  

Otro ejemplo interesante de disfunción en la apreciación de la realidad es que la empatía solo funciona en una dirección. «Mamá, somos adolescentes, ponte en nuestro lugar, acuérdate en como eras tú y entiéndenos» es un mantra que repiten constantemente con la aviesa intención, sospecho, de hacerte sentir mal y recordarte que tú no quieres ser como fue tu madre cuando eras adolescente. El problema es que esa empatía, ese ponerte en el lugar del otro, no funciona en sentido contrario. «Chicas, me encantaría que me acompañarais a esta exposición, o a ver esta película. Me hace mucha ilusión ir con vosotras» les dices apelando a su empatia hacia ti y tus sentimientos. «Puff, mamá, ni hablar, no nos apetece nada» «Ya, bueno, poneos en mi lugar, acordaos de cuando me pedís algo y yo trato de entenderos», «No es lo mismo, ¿quieres que seamos desgraciadas y hagamos algo que no queremos?» Como he dicho antes, lo mejor es callarse porque lo que quieres contestar es «Ahora mismo lo que querría es fastforward a dentro de diez años y veros marchar de casa para ser independientes y vivir con vuestras manías alegremente» pero no dices nada porque cualquier cosa que digas será usada en tu contra.  

En un solo sentido funciona también la memoria. Tú tienes que recordar absolutamente todo lo que te piden o te dicen «Mamá, acuérdate de traerme, llevarme, recoger, imprimirme....» pero ellos pueden olvidar constantemente cosas que les repites una media de doce veces al día: «Chicas, ¿os importaría cerrar la puerta del baño?». «Ay mamá, por favor, supera ya lo de cerrar las puertas, ¿Qué más te da?»

En esa futura película de Pixar, la paciencia debería estar representada por un padre de adolescentes porque nunca jamás en tu vida vas a tener que ser más paciente y morderte más la lengua que cuando convives con el adolescentismo.  


lunes, 2 de diciembre de 2019

Lecturas encadenadas. Noviembre

Noviembre ha sido un mes intenso con muchos eventos, compromisos, contracturas brutales y hasta una boda. Mi ritmo lector acusó toda esta actividad y, sobre todo, acusó el engancharme a principio de mes con una novela que no tenía que haber empezado. Al lío. 

Ya conté aquí, en la tierna infancia de este blog, mi flechazo con la novela Todo cuanto amé de Siri Hustevedt. Es una de mis novelas favoritas y siempre se la recomiendo a la gente que me cae muy bien. La leí por primera vez en 2004 y la releí con miedo en el 2014 pero me volvió a atrapar. Tras ese flechazo leí todo lo que había publicado Siri: sus primeras colecciones de relatos, sus ensayos de arte, sus nuevas novelas. Nuestro distanciamiento cada vez era mayor así que después de El verano sin hombres decidí que por el bien de nuestra relación lo mejor era no volver a tocar sus novelas ni con un palo. Ese era mi propósito pero El Ingeniero me dijo «he sacado Recuerdos del futuro de Siri Hustvedt de la biblioteca y me ha gustado mucho. La dejo aquí por si te apetece» y pensé que si le había gustado sería por algo. Tras terminarla (con sufrimiento) no sé porque le ha gustado ni cómo ha podido gustarle. 

He perdido veintitrés días de mi vida atravesando esta pseudonovela en la que una madura Siri Hustvedt o su trasunto recuerda su llegada a Nueva York en 1979 para labrarse un futuro como escritora. Allí conoce a una vecina misteriosa a la que espía compulsivamente durante meses hasta que descubre que es una bruja con un pasado muy trágico. ¿Cómo lo descubre? Porque la vecina/bruja y sus amigas irrumpen en su piso cuando ella está a punto de ser violada por un energúmeno. A partir de ese momento la novela pasa de ser aburridísima a ser aburridisima y absurda así que llegué al final leyendo en diagonal y rogando que alguien le diga a Siri que deje las novelas, que no se le dan bien y que no tiene necesidad.  

«Quería arder de inteligencia. Esto me da risa ahora. Los hombres pueden arder de inteligencia. A las mujeres no se les permiten esas sutilezas, pero yo era ingenua, e imaginé que, además de mirarme, me escucharían, oirían en mis frases la cadencia de mi mente poderosa en funcionamiento. tardé años en comprender que ésa era una premisa falsa, al menos en la mayoría de los casos, que las expectativas son lo mejor de la percepción, y que la cara de una joven es un obstáculo para que se la tome en serio, sobre todo cuando va acompañada de una actitud agresiva». 
 En esta cita Siri tiene razón. Si eres joven que seas inteligente y se te note suele traer problemas. Si eres mayor también da problemas pero aprendes a que te den igual esos problemas.

Tras este suplicio me decanté por un tebeo bonito. Era una recomendación de mi suministrador oficial de tebeos. Se llama La prórroga y es de Gibrat. La historia transcurre entre 1943 y 1944 en un pueblo francés de la República de Vichy. El joven Julian ha saltado del tren que le llevaba al frente alemán y ha vuelto al pueblo a esconderse mientras le buscan. Resulta que no le busca nadie porque el tren fue bombardeado y los gendarmes, al encontrar su documentación entre los restos del tren, creen que ha muerto.  Julian se esconde y durante un año completo asiste desde el ventanuco de su escondrijo a la vida del pueblo. Los dibujos de Gibrat son preciosos, los personajes, los colores, los detalles son tan vívidos que dan ganas de vivir en ellos, de meterse en la viñeta y sentarse en esa plaza francesa a tomar un vino con los parroquianos o caminar por la nieve en los caminos que unen las granjas. Lo único que no me gusta de Gibrat es que siempre dibuja a la misma mujer y que mientras en el resto de los personajes es capaz de captar un millón de expresiones y gestos, con la mujer que siempre dibuja como protagonista siempre tiene la misma cara: boquita roja con los labios entreabiertos y carita de que mona soy. 

Lo mejor del mes y lo más triste ha sido volver a mis adorados Cazalet. El último volumen de sus crónicas, Todo cambia, se acaba de publicar y lo cogí deseando que no acabara nunca.  Elizabeth Jane Howard nos lleva a encontrarnos con toda la familia en 1953 y en breves, muy breves capítulos, nos va contando lo que le ocurre a cada uno de ellos enfrentados a un hecho que cerrará la saga por completo (Si no lo has leído, no sigas leyendo) Es el volumen más triste porque el pasado se deshilacha, se va deshaciendo y aunque los personajes y parece que la propia autora, intentan aferrarse a él, como dice el título todo cambia y no se puede mantener el presente inalterado. La pérdida de Home Place, el lugar común, la casa de encuentro, el lugar en el que son, es un broche tristítisimo a un volumen que empieza con otro punto triste, la muerte de la Duquesita que era la unión entre el pasado y el futuro y al desparecer ella todo empieza a deshilacharse. La capacidad de E.J Howard para recrear a todos esos personajes dotados de personalidad, voz, actitud es impresionante. Todos,  desde los hermanos Edward, Hugh and Rupert hasta el último niño y la última cocinera son de carne y hueso y puedes verlos, oírlos y sentirlos. 

Terminé el mes leyendo un librito muy breve, Fe de erratas de Bibiana Candia. Conocía a Bibiana de twitter y el viernes fui a su presentación en Los editores. En ella contó como este librito surgió de una idea que, en principio, parecía buenísima, que luego resultó atroz y que terminó siendo un lego que tuvo que construir y decontruir hasta conseguir que no se desmoronara y tuviera sentido. Fe de erratas se lee en un ratito y es como jugar al Cluedo o resolver un crucigrama pero con más sentido del humor. He copiados varios párrafos en mi cuaderno pero me quedo con este que nos retrata mucho como sociedad.  

«No es la primera vez que me pasa algo así, recuerdo un error semejante, fue el día después de haber asistido a la inauguración de una exposición de fotografías sobre las torturas den alguna dictadura lejana en el tiempo y en el espacio. Una dictadura completamente lejana en el tiempo y en el espacio pero con la que fingíamos estar muy involucrados. Todo el mundo sabe que que involucrarse en todo lo que horrible que queda lejos es uno de los mecanismo clásicos para desentenderse elegantemente de los pequeñas violencias que nos rodean.
La velada transcurría con la normalidad sosegante de lo innecesario. El fotógrafo nos contó detalles terribles mientras nosotros, estupefactos, apurábamos el bufé de canapés ridículos y las copas. la nuestra suele ser siempre ese tipo de consternación comedida que no quita el apetito, civilizada y estética, perteneciente a un género que podría denominarse «gente conmovida con la boca llena». 
«Gente conmovida con la boca llena» eso somos. 

Y con esto y con la firme determinación de no volver a leer ninguna novela de Siri Hustevdt y la pena inmensa de haber salido de Home Place y decir adiós a los Cazalet para siempre, hasta los encadenados de diciembre.  



 

jueves, 28 de noviembre de 2019

Sí son para tanto

Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, tuiteó ayer desde su cuenta personal como presidente de los Estados Unidos un montaje fotográfico en el que aparecía su cara sobre el cuerpo de un campeón de boxeo, no sé si Rocky u otro, da igual. Mi reacción ante ese tuit no fue estupor, ni sorpresa, ni incredulidad ni siquiera indignación. Mi reacción fue la que lleva siendo desde que fue elegido presidente: acordarme de todos esos gurús políticos, tertulianos, periodistas y opinadores que,  en el otoño de 2016, decían: «No será para tanto», «se moderará cuando llegue al poder», «las instituciones lo controlarán» y, mi favorita, «dice esas cosas para provocar, para enganchar a la gente pero en realidad no las piensa ni va a hacerlas». Me acordé de todos ellos y pensé lo que llevo tres años pensando: sois idiotas. 

Cuando un hombre adulto, como Trump o Boris Johnson o Abascal u Ortega Smith o Le Pen (porque también hay mujeres), dice cosas racistas, machistas, homófobas, idiotas o tan simplistas que dan vergüenza ajena no está jugando a hacerse el provocador, el idiota o el gracioso. Piensa y cree cada una de ellas con un fervor tan intenso que debe darnos miedo. Un hombre adulto asquerosamente machista, racista, homófobo y maleducado es un peligro y todo lo que haga siempre es preocupante, muy preocupante. Si a un hombre adulto machista, racista, homófobo le das un palo te pegará con él en la cabeza, si le das un micrófono gritará todas sus peligrosas opiniones y sus mentiras hasta quedarse afónico y si le das el poder, el que sea, lo usará mal y de manera peligrosa. Darle un palo, un micrófono o el poder a un hombre machista, racista, homófobo y maleducado no va a moldearle, ni a suavizarle ni a hacerle ver lo equivocado que está. Las instituciones no van a controlar a un hombre así porque para que las instituciones puedan controlarte tienes que conocerlas y respetarlas. Las instituciones: el Parlamento, el Congreso, el Ayuntamiento, la Casa Blanca, no son superhéroes con capa que pueden llegar y charlar con el villano para hacerle entender que va por mal camino y si no lo entiende darle una leche o acabar con él. Las instituciones, esa palabra que no quiere decir nada, son en realidad normas y controles que hemos puesto en marcha para convivir, para organizarnos, para equilibrar. El hombre racista, machista, homófobo y maleducado no conoce esas normas, le dan exactamente igual porque no van con él y si le damos acceso a ellas no va a apreciarlas ni valorarlas. LE DAN EXACTAMENTE IGUAL. Él ha venido aquí, le hemos dejado venir, a jugar a destruirlo todo porque él además de racista, machista, homófobo y maleducado tiene un ego del tamaño del Titanic. Las normas, las reglas y la educación son para los demás, él es auténtico y a él eso no le incumbe. 

A veces te tiras a la piscina y descubres que el agua no está tan fría como creías, que no era para tanto. Pero cuando le das el poder a un hombre racista, machista, homófobo y maleducado siempre va a ser para tanto, siempre va a ser para más, siempre será muchísimo peor de lo que hubieras podido imaginar.  Y no, no está jugando a provocar, para provocar se dice "A que no me coges" o "no hay huevos", pero no se incita al odio, se acaba con las relaciones diplomáticas, se insulta o se gritan consignas racistas, machistas y homófobas. Eso se dice para acojonar y porque se cree con firmeza. 

Así que sí, hay que temer lo peor porque sí son para tanto. Para mucho más de lo que podamos imaginar.  Ya está bien de templar gaitas.  


lunes, 25 de noviembre de 2019

Enredada en recuerdos


Cuando mi madre era pequeña tenía una cocinita de madera.  Era de juguete, pequeña, pero de verdad, en ella hacia fuego y preparaba comida siguiendo las indicaciones de la cocinera (sí, tenían cocinera). No sé como era, no sé de qué color eran sus puertas ni exactamente qué tamaño tenía porque no la guardaron y no he visto fotos pero la tengo en mi cabeza porque ella me lo ha contado un millón de veces. Es algo que no existió jamás para mí, algo con lo que nunca tuve contacto físico pero que para mí existe y por lo que en algún momento de mi vida sentí añoranza. Yo quise tener esa cocinita, o mejor dicho, quise tener la infancia que mi madre había tenido, quise que la infancia de mi madre no se hubiera acabado nunca porque me parecía un lugar feliz, un espacio y un tiempo que merecía no haber terminado nunca, aunque eso supusiera que yo no hubiera existido. 

Cuando mis padres decidieron ampliar nuestra casa de Los Molinos justo antes de empezar preparamos una gran fiesta. Era septiembre, el último día de fiestas, domingo, y al terminar el encierro mis padres invitaron a todos sus amigos a tomar el aperitivo en casa. Comimos, ellos bebieron y al terminar tiramos los platos y los vasos al suelo y con mazos rompimos las paredes de la casa que se iban a demoler. Al año siguiente tras sobrevivir a "la obra" también conocida como "de esta mis padres se divorcian", hicimos una nueva fiesta que pasó a llamarse "aperitivo fin de fiestas" para celebrar la terminación de las obras y la inauguración de la nueva casa. Esta vez no rompimos nada y los mazos permanecieron guardados pero a cambio preparamos, entre otras cosas,  salpicón de marisco y cebollas rellenas. Y al año siguiente también, y al siguiente y al siguiente. Y nosotros cuatro, los hijos, nos hicimos mayores y empezamos a invitar a amigos. Y seguimos con el salpicón y las cebollas rellenas, veinte, treinta, cuarenta, cien cebollas rellenas y otro año y un año más y otro más. Y murió mi padre y pensamos en dejar de hacerlo pero seguimos. Y otro año más y más y muchos más hasta que se acabó. Porque sí, porque un año no nos apeteció, porque estábamos cansados, porque total ¿qué más daba? 

El aperitivo fin de fiestas fue algo que no era, que luego fue y pareció ser eterno y que se acabó. No lo sabíamos entonces pero no estaba destinado a durar y estaba en nuestra mano. Lo creamos y lo terminamos y me gusta pensar que lo viví, que lo recuerdo, que construí ese momento y que tengo esa memoria. Para mis hijas sin embargo es como la cocinita de mi madre, algo que nunca vivieron, que existió antes de que ellas vivieran y a lo que no pueden volver ni siquiera en su recuerdo, solo en el mío. 

El viernes volvía a casa caminando, atravesando el barrio de casitas, y callejeando pasé por delante de la que fue guardería de mi hija Clara, Tower House. Ya no es blanca, ni tiene las ventanas amarillas ni las verjas de colores que delimitaban el pequeño patio en el que vi la primera función de Clara, disfrazada de chinita con un vestido verde. La casa la están dejando preciosa pero eso me hizo pensar en que las cosas, las calles, las casas, las situaciones, las modas, las palabras, los periódicos, los coches, la música, los libros, las revistas, dejan de ser y no puedes volver a ellas. Pensé que a veces me gustaría que algunas cosas se quedaran como están, como eran para siempre: El Barrio de casitas, la guardería, la curva de Puente Verde en el camino a Cercedilla, los edificios de Comillas a los que iba de campamento, las tiendas de barrio, pero lógicamente no puede ser porque además las cosas que son para mí, en algún momento fueron cosas que dejaron de ser para otros. Hubo alguien, antes de mi, que vivió en ese torreón de ladrillo antes de que fuera una guardería y para el que Tower House con sus paredes encaladas y sus ventanas amarillas y su patio rodeado de verjas fue algo que acabó con el espacio físico de su vivencia y que le dejó solo con su recuerdo. 

Pensé luego que era curioso que tuviera más apego por la guardería de Clara que por la casa en la que viví veintiocho años y me pregunté por qué. Llevo todo el fin de semana dándole vueltas y creo que es porque hace tiempo que aprendí que no puedes hacer nada por congelar los momento de felicidad, no puedes volver a ellos ni guardarlos inmaculados, llegan, los disfrutas muchas veces sin darte cuenta y se marchan. A veces no los ves marcharse, los ves cuando ya están lejos casi perdidos en la distancia pero por alguna razón creí que podría congelar los recuerdos de mi hijas, que sería capaz de mantener intactos sus lugares felices para ellas,  para que pudieran volver a ellos siempre. No puede ser y tendrán que contarle a sus hijos, si los tienen, que una vez fueron a una guardería con paredes blancas y ventanas amarillas. Y quizá sus hijos piensen: «ojalá existiera aún». 


viernes, 22 de noviembre de 2019

Podcasts encadenados (III)


Me quité de la radio por las mañanas porque tras escuchar las noticias políticas y las tertulias llegaba al trabajo con ganas de sacar un lanzallamas y quemar el mundo. Ahora con los podcasts he descubierto que se puede hablar de política, de política con mayúsculas, sin convertirlo en un patio de colegio y con mil enfoques mucho más interesantes. Las tres recomendaciones de hoy consiguen hacerte pensar en política sin dar ganas de matar y solo por eso merecen estar en esta sección. 

1.-Dollitics del podcast Dolly Parton´s America. Voy a dar por supuesto que el lector habitual de este blog sabe quien es Dolly Parton (mi adorable profesora de inglés no tenía ni idea quien era) y por tanto me voy a saltar la introducción. Este podcast de WYNC y presentado por Jad Abumrad habla, obviamente, de Dolly Parton. Habla de ella, con ella, sobre ella y reflexiona sobre su vida, su música y el mundo en el que se desenvuelve. Durante dos años ha seguido a Dolly por el mundo y la ha entrevistado durante horas. Este acceso directo a Dolly ha sido posible gracias a que hace años en Tennesse y después de un accidente de tráfico el médico que la trató fue el padre del presentador, un médico libanes que se convirtió en amigo íntimo de la estrella del country. Todo el podcast es estupendo porque no te lo esperas, no te esperas que te haga pensar, que te descubra las propias incoherencias de tu pensamiento o los distintos puntos de vista sobre un mismo acontecimiento, canción o sobre la política. En este episodio se cuenta cómo Dolly Parton (tan superestrella que viaja con doce guardaespaldas) se ha mantenido siempre o lo ha intentado al margen de la política a pesar de haber compuesto una de las canciones del movimiento feminista, Nine to five, para la película del mismo título con Jane Fonda que interviene en este episodio. 

Estupendísimo.

Podcast: Dolly Parton´s America
Episodio: Dollitics
Presenta: Jad Abumrad
Duración: 44 minutos




2.- Jose Feliciano´s Guitar del podcast Lost at the Smithsonian with Aasif Mandvi. Este podcast cuenta la historia de diez piezas del museo de historia más importante de Estados Unidos relacionadas con el mundo del espectáculo, el entretenimiento o el deporte. En este episodio partiendo de la guitarra que tocó José Feliciano cuanto interpretó el himno americano haciendo su propia versión en las Series Mundiales en 1968 se cuenta la historia de esa versión, lo que supuso para Feliciano y su componente político. El cantante puertoriqueño fue acusado de antipatriota, sufrió amenazas, ataques y las emisoras de radio dejaron de emitir sus canciones. La interpretación que se ha hecho de esa versión, de esa actuación de Feliciano siempre ha sido política, como si él hubiera hecho un acto de protesta pero cuando el presentador habla con él y le pregunta si la decisión de hacer esa versión fue política se encuentra la respuesta que no espera.  Voy a confesar que el presentador de este podcast no me gusta nada pero este episodio, la historia que cuenta y la sorpresa final compensan con creces mi desagrado con él.

Podcast: Lost at the Smithsonian with Aasif Mandvi.
Episodio: Jose Feliciano´s Guitar
Presenta: Aasif Mandvi.
Duración: 32 minutos




3.- A Third Grader´s Guide to the Impeachment Hearings del The Daily del New York Times. Este es uno de mis podcasts más favoritos del mundo mundial, lo escucho cada día al volver del trabajo y no solo porque el presentador, Michael Barbaro, tiene otra de esas voces con la que podría conseguir lo que quisiera de mí sino porque es de lejos uno de los mejores podcasts del mundo. La potencia informativa del New York Times es innegable igual que la cantidad de recursos a su disposición pero esos dos elementos, potencia informativa y recursos, no garantizan por sí solos que fueran a hacer un buen podcast pero lo hacen, uno buenísimo. Cada día y durante veinte minutos desmenuzan en profundidad alguna noticia del día o la semana. Barbaro pregunta ¿qué pasa? ¿qué ha pasado hasta llegar aquí? ¿por qué ha pasado? ¿cómo podemos interpretarlo? ¿qué puede pasar a partir de ahora? La mayoría de las noticias son del espectro estadounidense de la actualidad pero hay episodios sobre Chile, sobre Gran Bretaña, China, Hong Kong, México y por supuesto sobre el follón del impechament y Ucrania. Este episodio es una obra maestra porque el protagonista es Leo, un niño de once años, interesado en el impeachment al que llevan al estudio a hablar con Barbaro y con Michael Smicht corresponsal político en Washington. Las cosas con niños siempre corren el peligro de dar mucha grima, mucha vergüenza ajena y resultar muy innecesarias pero lo que hacen en The Daily es prodigioso. Es interesante, entretenido, divertido y aprendes sobre todo el proceso porque resulta que las dudas de un niño de ocho años se parecen mucho a las de los adultos. Tengo claro que el éxito del episodio es que en la manera de hablar con Leo que tienen los dos periodistas no hay ni una gota de condescendencia. No os lo perdáis, obra maestra.  

Podcast: The Daily
Episodio: A Third Grader´s Guide to the Impeachment Hearings del The Daily del New York Times.
Presenta: Michael Barbaro
Duración: 25 minutos

Sé que esta semana no hay ninguno en español pero es que, chavales, el mundo del podcast es mucho más verde al otro lado de la valla... donde se habla en inglés. 

Y me despido como Barbaro: That´s it for today. See you on Friday.


miércoles, 20 de noviembre de 2019

Cosas que (me) dan rabia

Robin F. Williams
Qué rabia me da encontrarme en el último momento con el último trozo de papel higiénico y acordarme de que la última vez que estuve ahí sentada pensé: «queda poco, ahora repongo». Qué rabia la gente que corre, el color arena, el qu te manda un correo y además te llama para decirte «te he mandado un mail». Qué rabia echar gasolina, ir al cajero, el «descarga nuestra aplicación». Qué rabia el «yo no tengo tiempo», el «ok» y la gente que hace las comillas con los dedos.  Qué rabia el café con posos, la mantequilla agonizando y el kiwi demasiado maduro. Qué rabia negra David Broncano. Qué rabia el mensaje de «ha consumido el 80% de sus datos» y el «todos nuestros operadores están ocupados». Qué rabia La Mutua, Seat y Securitas Direct y que en el Ahorramás no haya hojaldre sin gluten. Qué rabia no recordar la contraseña, intentar cambiarla y que te pida una combinación con repetición de caracteres del alfabeto inca con números romanos y tres asteriscos intercalados. Qué rabia los calcetines desparejados, las pinzas que se parten y las bolsitas de botones de repuesto que encuentro por los cajones años después de haberme deshecho de la ropa que acompañaban. Qué rabia los dos besos a desconocidos y el «un abrazo» para terminar un correo. La fruta fría, el agua congelada y el olor a cloro. Qué rabia la gente que no sabe bajar el volumen de su teléfono, su música o su tono de voz cuando viaja en metro, tren o bus. Las raciones minúsculas en platos enormes. Qué rabia el gracioso de turno, el «perdona bonita» y el que no recuerda jamás que ya nos conocemos.  Qué rabia el «no me lo dijiste» y el «no es mi culpa». Qué rabia el «no son tan fachas» y el «pues anda que los otros». Qué rabia que el donuts bombón sea más fácil de encontrar que el fondant. Qué rabia las judías blancas, el «mira que sano como que te lo enseño en fotos» y la gente que no desayuna. Qué rabia que la lectura de los (pocos) artículos en prensa que me interesan se haya convertido en una especie de paseo en la jungla, a machetazos hay que intentar despejar la vista de anuncios, vídeos que se autorreproducen y encuestas para conseguir llegar al fondo, al contenido. Qué rabia me dan y qué bofetón tienen los que luego dicen «paga por mi contenido». Qué rabia me da no encontrar nunca la almohada perfecta, las contracturas musculares y las uñas largas. Los bolsos ridículos, las tarjetas de visita, quedarme sin tinta. 

Qué rabia me da saber que según publique esta lista se me ocurrirán más y mejores cosas rabiosas. 


viernes, 15 de noviembre de 2019

Podcasts encadenados (II)


Antes de recomendar lo que vengo a recomendar me gustaría decir que los podcasts son algo bastante nuevo, por lo menos su explosión que además en España está por llegar y que por tanto son un territorio para explorar. Como los podcasts se escuchan como la radio y a veces a través del mismo aparatito, tendemos a importar en su escucha costumbres, rituales y rutinas que tenemos asociadas con la radio. Por ejemplo, igual que cada mañana al despertarnos escuchamos al mismo telepredicador mañanero con cierta devoción porque es nuestro telepredicador, puede que nos aferremos a un podcast que nos guste mucho y no queramos soltarlo ni probar otro. Nos gusta ese y ninguno más y cuando probamos algún otro tendemos a comparar y eso, ya lo decía mi madre, es feísimo y no lleva a ninguna parte. 

Los podcasts no son radio. Son otra cosa que ya desarrollaré otro día pero mi principal mensaje hoy es que probéis muchos podcasts, que os aficionéis a muchos, que los vayáis alternando según el día, la hora, el estado de ánimo o el tiempo que tengáis. 

El otro día leí un estudio que decía que el 61% de los oyentes de podcast tienen como principal motivación para escuchar podcasts el querer aprender algo. Me identifico totalmente con este interés y por eso traigo hoy tres recomendaciones que me han descubierto un mundo que me parecía totalmente inaccesible. 

1.- Finlandia de Sibelius del podcast Música y significado de Radio Nacional de España. Antes de escuchar este episodio yo no sabía quién era Sibelius y, desde luego, no conocía nada sobre su música. Este episodio repasa un par de sus primeras composiciones siempre centradas en la historia de de su país y analiza después su poema sinfónico llamado también Finlandia. Recuerdo perfectamente el día que escuché por primera vez este episodio porque me encontré conmovida casi hasta el llanto imaginándome a mí misma en el campo finlandés inflamada de amor por mi país defendiéndolo de la invasión rusa en la II Guerra Mundial.  

Luis Ángel de Benito, el presentador director de este podcast, tiene un estilo muy peculiar tanto de hablar como de contar las cosas, un estilo que puede chocar en un primer momento pero que acaba enganchando. Este es un podcast que empecé a escuchar con la intención de aprender algo de música clásica y sí, he aprendido y descubierto que algunas piezas me conmueven muchísimo hasta el punto de ponérmelas en bucle en determinados momentos o para trabajar porque me calman, me tranquilizan. Sí, la música me amansa.   

Podcast: Música y signficado. 
Episodios: Finlandia de Sibelius
Presenta: Luis Ángel de Benito 
Duración: 56 minutos. 





2.- There´s only one Beethoven del podcast Decomposed.  Este es un podcast que comenzó en mayo de 2019 y que está presentado por Jade Simmons pianista y divulgadora musical. En este episodio lo que nos cuenta es cómo Beethoven se quedó sordo, y nos lo muestra manipulando el audio para que sepamos cómo oía Beethoven su propia música. Su tesis es que siempre hemos pensando «vaya, Beethoven compuso toda esta música a pesar de estar sordo» y que quizás la manera correcta de pensarlo es «Beethoven compuso estas obras maestras porque estaba sordo, fue la sordera la que nos dió estas maravillas». Es un episodio muy interesante por lo que cuenta y por cómo lo cuenta pero no me extiendo más porque podéis escucharme hablando de este episodio en mi colaboración en Podium Podcast esta semana. (Sí, me he metido a mí misma en las recomendaciones de la semana)

Podcast: Decomposed
Presenta: Jade Simmons
Duración: 36 minutos. 

3.- On Resetting Your Day del podcast Open Ears Project. Este podcast es maravilloso todo él, los treinta episodios que durante todo el mes de octubre lanzaron cada día. En cada uno de ellos alguien, a veces famoso a veces no, comenta una pieza de música de clásica, una pieza que le gusta por alguna razón en especial: le recuerda a su abuela, le hace pensar en el país que tuvo que dejar, le sirve para recordar porqué se dedica a lo que se dedica o para volver a un momento importante en su vida. He escuchado todos los episodios varias veces, me gustan todos y como no sabía por cual decidirme he elegido el primero en el que Alec Baldwin comenta la pieza que a él le anima, le sirve para reconciliarse consigo mismo y con la vida, cuando al final del día está harto de todo. 

En cada episodio el personaje habla cuatro o cinco minutos sobre la música y después suena la pieza completa. 

Es uno de mis podcasts más favoritos y tiene como presentadora a  la directora, escritora, periodista y violonista Clemmie Burton-Hill una de las mejores, sino la mejor voz del universo podcast ahora mismo. Una voz en la que quieres echarte a dormir y taparte con ella como si fuera una manta.

Podcast: Open Ears Project 
Presenta: Clemmie Burton-Hill 
Duración: 13 minutos. 




Hoy hay bonus de recomendación porque, por supuesto, recomiendo el podcast en el que colaboro, Podium Inside, que esta semana habla de libros sobre podcasts, de altavoces inteligentes, de historias de Cataluña. En este episodio, a partir del minuto 15, hablo sobre podcasts que suenan como una enfermedad y me explayo un poco más sobre el episodio de Beethoven que he recomendado.

Podcast: Podium Inside 
EpisodiosNueva skill de Podium y libros sobre podcasting 
Presenta: María Jesús Espinosa de los Monteros 
Duración: 60 minutos. 




Una última recomendación: imaginad el podcast no como una emisora de radio sino como un buffet libre o una biblioteca y probadlo todo.



miércoles, 13 de noviembre de 2019

Madrid desde el atasco


18:36. Números azules marcando la hora en el salpicadero del coche de al lado. 18:36 en el reloj de una extraña. Lleva el respaldo del asiento muy reclinado y por un momento creo que me ha pillado porque mira hacia su derecha, casi por encima de su hombro como tratando de escuchar lo que le dice alguien sentado detrás: un niño, un bebe. No hay nadie, cuando vuelvo a mirarla habla quitando las manos del volante, intentando que su interlocutor, el que ha llamado en medio del monumental atasco que se ha abatido sobre Madrid esta tarde, la entienda. Habla intentando hacerse entender. Sé que es una llamada de trabajo por como gesticula y me sumo a su indignación. El coche es un lugar sagrado, un refugio, un santuario al final del día en el que debería estar prohibido interrumpir con llamadas laborales intempestivas. Una llamada a las 18:36 nunca es urgente, la mayoría de las veces solo es impertinente.  

Luces rojas, farolas blancas, gente corriendo cruzando entre los coches. Los coches parados. En la acera de la derecha veo a una mujer con un andador caminando tan lentamente que el esfuerzo me parece agotador. La imagino en su casa vistiéndose, poniéndose los calcetines, los zapatos, el abrigo, el pañuelo para el cuello. La veo en la puerta de su casa, el bolso cruzado, las llaves, el andador y la imagino saliendo al descansillo para afrontar esa salida diaria. Quiero bajar y decirle que la admiro, que me asombra que no se haya rendido incluso antes de ponerse los calcetines, que el pensamiento de «voy a tardar una hora en dar la vuelta a la manzana» no la venza cada tarde. 

Avanzo tres manzanas, suena Dolly Parton en mi teléfono, pienso en tetas, en las suyas y en las mías y escucho las bromas que sobre las suyas ha tenido que sufrir toda su vida. Bromas a las que ella respondía con un chiste aún mejor. La admiro por eso, yo no hago chistes con eso casi nunca. Miro al coche a mi izquierda, el conductor es un hombre de unos cuarenta y de copiloto va la que supongo es su madre.Lo supongo por la edad de la señora y por la cara que tiene él, su expresión dice «esto es algo que tengo que hacer pero estoy agotado». A ella la veo poco, su cara queda tapada por la ventanilla pero lleva el pelo blanco arreglado con un caracolillo en la frente como una estrella del cine de los 40. Cuando arranco echo un vistazo furtivo y la madre del hombre agotado me recuerda a Olivia de Havilland. 

Paso otra manzana, paso la calle que lleva a la consulta de mi psiquiatra y hago cálculos de cuánto hace qué no voy por allí. Hace cinco años me arrastraba hasta allí llorando dos veces por semana, hoy paso por aquí y casi no me reconozco en esa persona. Paso otra manzana, paso por delante de tiendas de muebles que resisten el asedio de Ikea. Recuerdo, de niña, pasar por esas tiendas con mis padres y soñar con tener alguna vez un cuarto para mí sola como los que exhibían en sus escaparates. Camas preciosas, mesas de estudio ordenadas con flexos que daban una luz que te hacia desear entrar con tu libro y sentarte allí mismo a hacer los deberes. Yo ya no tengo que estudiar pero las tiendas siguen ahí y a través de la ventanilla de mi coche intento ver a alguno de los dependientes que resisten la avalancha del mueble de usar y tirar. Los imagino mayores, los imagino canosos, los imagino con jersey de pico verde mirando por la ventana, mirando hacia los coches parados, mirando hacia mí. 

Avanzo un poco y me paro justo delante del paso de cebra. Gente corriendo, madres empujando un cochecito de bebé, madres arrastrando niños y mochilas con esa actitud que mezcla «estoy agotada pero tengo que hacer esto» con «me muero de la risa con lo que me está contando» con «Dios mío, todavía tengo que preparar la cena, los baños... la comida de mañana» Me canso por ellas, yo he sido ellas. Quiero bajar del coche y decirle «vengo del futuro a decirte que se pasa». Más gente corriendo, con cascos y las manos en los bolsillos. Gente hablando con su móvil como si fuera una tostada. Gente en cafeterías en las que quiero que huela a las tostadas de mi infancia. 

Sigue sonando Dolly Parton, sus primeras canciones son tristísimas. Miro ventanas iluminadas: en una una lámpara que grita que su dueño es carne de Instagram, en otra una silla de dentista y certificados colgados en la pared, en otra una televisión gigante colgada en una pared con dibujos animados que iluminan toda la habitación. Pienso en los niños de esa habitación, pienso en si sentirán abrumados por el tamaño de esos dibujos animados y si al acostarse tendrán pesadillas con enormes criaturas de colores invadiendo la ciudad. 

Más peatones, más gente corriendo volviendo a casa, poniéndose a salvo. Este atasco no se acaba nunca y sigue sonando Dolly Parton. 


lunes, 11 de noviembre de 2019

Demasiado amor para una semana

La semana pasada me persiguió el amor por tierra, mar y aire, el amor me acosaba. No el amor como experiencia, no me cayeron pretendientes de los árboles ni tuve una experiencia romántica inenarrable, ni un antiguo amor apareció por sorpresa para decirme que sí, que yo tenía razón y que efectivamente se había equivocado. Me refiero a que me encontré con que todo a mi alrededor era filosofía sobre el amor, gente hablando sobre enamorarse, la pareja, el desamor, el olvido, las expectativas. Recorrí el espectro completo de sensaciones leyendo, viendo y escuchando el amor y lo he clasificado por el bien de este post y de mi cabeza. 

La historia de mierda que a todo el mundo le encanta y a mí me encabrona. 

«¿Has visto el segundo episodio de Modern Love?» «¡Es alucinante, mi favorito, vas a flipar!» «Es una historia preciosa, de muchísimo amor». Me puse a verlo y enseguida empecé a gritar a la televisión, terminando con un «vete a la mierda». La historia que tiene a todo el mundo suspirando de amor a mí me ha parecido un nuevo caso de hombre triste buscando su ratito de gloria, su manita por la espalda y que alguien le haga sentir algo por dentro porque está muerto, porque es un mierda. ¿Qué cuenta el famoso episodio? Hombre y mujer se conocen, se enamoran locamente, prometen encontrarse en un lugar concreto y él no aparece. Siguen con sus vidas, ella convencida de qué él era el hombre de su vida, que aquello que habían sentido era real y que probablemente él no sentía lo mismo. Por un azar completamente ridículo en la era de internet, él  se presenta en una firma de libros de ella en su ciudad. Sin levantar la mirada, con carita de corderito degollado, de mira qué monísimo soy. «Oh, qué sorpresa» «Oh, vaya, no esperaba verte aquí». Se encuentran, van a cenar, se cuentan sus vidas. Él  a la pregunta de si está casado contesta una variación de lo que siempre contestan los tíos casados cuando salen a buscar que les hagan casito:  «digamos que vivimos bajo el mismo techo».  (Un insulto a su mujer y a la persona con la que están hablando). Comprueban que siguen gustándose y pasan la noche de copas, paseando, contándose sus vidas. Él le cuenta que no acudió a su cita porque perdió el libro, Anna Kareninna, en el que ella le había apuntado la dirección. Aquí me salió una vena supercínica y pensé «Te está contando una trola tridimensional» pero bueno, lo pasé por alto. Ven amanecer, se despiden y cada uno se marcha a su casa. ¿Qué hace cada uno? Ella vuelve a casa y según entra por la puerta le dice a su marido que han terminado. Con calma y tranquilidad se da cuenta de que (por razones que se me escapan pero que no importan porque cada uno se enamora como quiere aunque no de quien quiere) está enamorada de otra  persona y no quiere seguir viviendo una trola. Ole por ella. ¿Qué hace el triste de él? llega a casa, ve a su mujer despidiendo a sus chavales y le dice «vamos a intentarlo» y la mujer le mira con cara de «pero si es lo que llevamos haciendo toda la vida».  

Con esta historia la gente suspira de amor y yo pienso que es una puta mierda. Él no merece ni el aire que respira de lo triste que es y ella, pobre, ¿quién no se ha enamorado de un gilipollas integral alguna vez en su vida? ¿Quién no ha idolatrado a un completo imbécil para luego darse cuenta de su error? Todos. A ella le salva que asume ese enamoramiento y decide no mentir a su actual pareja aunque sea para no estar con el idiota (ella no queda claro si se da cuenta de lo idiota que es).

Y eso sin mencionar que la historia no tiene ni pies ni cabeza en la era de internet donde tecleas el nombre de alguien y su número de pie y te saca sus últimas diez direcciones de correo. Y encima ella es una periodista famosa.  

La historia de amor que saca a relucir mi cinismo amoroso y luego me abochorna porque me reconozco. 

Por otro lado, estuve escuchando The Shadows. Un podcast canadiense de ficción que cuenta como una joven titiritera canadiense, Katlyn, vive, piensa y siente el amor. Aquí pasé en un primer momento del cinismo más asqueroso, rollo «madre mía la flipada está del amor con su rollo quiero que mis relaciones sean auténticas y no como las de todo el mundo» a agradecer estar sola en mi coche mientras lo escuchaba. Katlyn vive una historia de amor más o menos compleja, como las de todos vamos, y nos la cuenta y en el podcast la escuchamos. Parece una tontería pero no lo es. Escuchar una historia de amor narrada en primera persona es una experiencia muy extraña y que a veces resulta hasta desagradable. Los susurros de amoríos en la cama o los juegos de palabras entre una pareja son algo que todos creemos únicos y sin embargo son todos iguales. Y es curioso como da más vergüenza o incomoda más escucharlos que verlos en una película. Lo he estado pensando y creo que es porque cuando ves una relación amorosa en una pantalla, si te incomoda reconocerte puedes poner distancia pensando esa pareja no somos nosotros, esa chica rubia no soy yo y yo no vivo en Alaska,  pero el audio, ¡ay el audio!, esos susurros, esas sonrisas que se escuchan y esas risas entre sábanas podrían ser las tuyas y de hecho han sido las tuyas tantas y tantas veces. 

Así que con The Shadows pasé las dos etapas, la del cinismo de señora mayor desengañada del amor y la de avergonzarme de mí misma porque yo he sido Katlyn más veces de las que me gustaría. 

La historia de amor que explica algo que a mí me ha pasado y que no había pensado. 

«Though crushes are almost universally associated with the very start of love, in reality, they can happen just as much at love’s near-end point».

Cuando te separas de alguien lo que más cuesta es verbalizarlo, llegar a ese momento en que uno de los dos dice algo que los dos sabéis. Lo más duro es el camino hasta ahí, la angustia, el peso dentro, la negación, el ya se pasará, el será una mala racha hasta el momento final. Después de decirlo, de hablarlo, de ponerlo sobre la mesa, en mi experiencia todo es más fácil. No menos doloroso pero más fácil, menos extenuante. Dejar de fingir, rendirse a la evidencia siempre descansa. Y en este artículo Alain de Bottom explica como esa rendición,  la conciencia de que hemos renunciado a la esperanza de ser felices con esa persona nos quita de encima la presión y la exigencia y nos hace verla como es (en lo bueno) y no como nos gustaría que fuera para poder vivir con ella. Tenemos un breve momento de «¿Nos estaremos equivocando y deberíamos seguir intentándolo?» pero no, es un crush, una ilusión. Alain de Bottom lo llama un "flechazo otoñal" porque sucede cuando una relación está muriendo. 

«We are merely enjoying an artificial rush for someone because we have – in a deep part of our souls – finally given up hope of ever trying to live with, or be happy alongside, them».

La historia de amor a la que aspiras con la edad y tras haber pasado muchas historias de amor.

Un amor tranquilo, sin estridencias, sin apariciones estelares de la nada y por sorpresa, sin promesas eternas, sin grandes gestos pensados para epatar, sin expectativas y a ser posible sin susurros ridículos. 

«Habían llegado a una etapa, ocho años después de iniciar su relación, en la que habían empezado a hacerse regalos útiles que, más que expresar sus sentimientos, reafirmaban su proyecto de vida en común. [...] En una de las celebraciones de aniversario de boda, él le había entregado una tarjeta en la que ponía «Te he limpiado todos los zapatos», y en efecto lo había hecho, rociando todo el ante con impermeabilizador, frotando con una crema blanqueadora unas viejas zapatillas deportivas que ella todavía usaba, dándole a sus botas un brillo militar y tratando el resto de su calzado con betún, cepillo, trapo, trabajo duro, devoción y amor».

Siempre Barnes, siempre su retrato de la pareja como un sitio tranquilo, sin sobresaltos, como un jardín en el que descansar y al que mirar.  Este fragmento es de "El universo del jardinero" en el libro Pulso. 


Quizás haya sido demasiado amor para una semana.