jueves, 5 de diciembre de 2019

El adolescentismo y su curiosa valoración de la realidad

Si Pixar hiciera una película sobre virtudes y defectos, otra, voto porque el egoísmo tenga aspecto de adolescente. El adolescentismo es esa etapa de la vida en la que te descubres a ti mismo y te encuentras por igual fascinante y espantoso en una montaña rusa de sensaciones que no descansa. Ser adolescente es durísimo porque pasarte el día pensando solo en ti en lo que tú quieres, lo que querrías y no tienes, lo que tienes y no quieres (los plastas de tus padres, por ejemplo), lo que puedes hacer y lo que te gustaría hacer es una espiral de egocentrismo que conduce al más absoluto de los egoísmos. En tu vida solo estás tú y tu circunstancia. 

Con los cambios hormonales del adolescentismo se produce también una subida brutal de los niveles de egoísmo, las hormonas provocan granos o pelo graso o cambios en la voz y el descontrol del egoísmo conduce a procesos mentales de evaluación de la realidad claramente contradictorios. Elegir no recogerse el pelo nunca, no comer pimiento (o intentarlo), rechazar las mandarinas por sistema, no llevar nunca falda o vestido o salir de la ducha con la toalla en la cabeza como si fuera un monje son gustos personales muestras de su personalidad. «Mamá, es que no somos como tú, tenemos nuestros gustos». Por supuesto, tú aceptas todos esos gustos sin decir ni mú o mordiéndote la lengua. (Nota importante: en el adolescentismo todo lo que digas SERÁ usado en tu contra. Nunca es más valioso el silencio como respuesta que en el adolescentismo). 

Por el contrario si el progenitor insiste en cosas tan básicas como cerrar la puerta del baño o no acumular rollos de papel  higiénico vacíos encima del taburete del baño, esas peticiones se valoran como afrentas a la idiosincrasia adolescente. «Mamá, por favor, eso es una manía y  las manías hay que superarlas».  Si se te ocurre insistir en esas "manías", te encuentras con que el adolescentismo está ofendidísimo porque «no nos dejas vivir tranquilas con esas manías absurdas» 

El adolescentismo tiene también una capacidad extraordinaria para valorar cualquiera de sus logros, por mínimo que sea, con un reconocimiento al lado del cual un Premio Nobel parece el rasca y gana de la tapa de un yogur. «Mamá, ya te vale, hoy he vaciado el lavaplatos y no me has dado las gracias ni me has dicho nada». Por supuesto este enorme reconocimiento a sus logros sale de considerar que todo lo que los progenitores hacen son minucias que, además, a los padres no cuestan ningún tipo de esfuerzo. Así que en su escala de valores, vaciar un lavaplatos a media carga merece ser premiado con el sueldo nescafé para toda la vida, una placa conmemorativa y una estatua ecuestre y que tú te levantes un sábado a las siete menos cuarto de la mañana para llevar a tu adolescente a un partido de fútbol en el último pueblo de tu provincia merece un «que sí, que vale, que si te vas a poner así prefiero que no me traigas» cuando sugieres que a esas horas el rap no es lo que más te apetece escuchar. En esta escala tan confusa de valores nos encontraríamos con el caso particular de las notas el colegio: un 3 es siempre culpa de otro y por supuesto tú no puedes enfadarte por ese mal resultado académico ni mucho menos tomar medidas, pero un 7,5 es un logro que merece, cuando menos, un viaje a Italia o un apartamento en la playa.  

Otro ejemplo interesante de disfunción en la apreciación de la realidad es que la empatía solo funciona en una dirección. «Mamá, somos adolescentes, ponte en nuestro lugar, acuérdate en como eras tú y entiéndenos» es un mantra que repiten constantemente con la aviesa intención, sospecho, de hacerte sentir mal y recordarte que tú no quieres ser como fue tu madre cuando eras adolescente. El problema es que esa empatía, ese ponerte en el lugar del otro, no funciona en sentido contrario. «Chicas, me encantaría que me acompañarais a esta exposición, o a ver esta película. Me hace mucha ilusión ir con vosotras» les dices apelando a su empatia hacia ti y tus sentimientos. «Puff, mamá, ni hablar, no nos apetece nada» «Ya, bueno, poneos en mi lugar, acordaos de cuando me pedís algo y yo trato de entenderos», «No es lo mismo, ¿quieres que seamos desgraciadas y hagamos algo que no queremos?» Como he dicho antes, lo mejor es callarse porque lo que quieres contestar es «Ahora mismo lo que querría es fastforward a dentro de diez años y veros marchar de casa para ser independientes y vivir con vuestras manías alegremente» pero no dices nada porque cualquier cosa que digas será usada en tu contra.  

En un solo sentido funciona también la memoria. Tú tienes que recordar absolutamente todo lo que te piden o te dicen «Mamá, acuérdate de traerme, llevarme, recoger, imprimirme....» pero ellos pueden olvidar constantemente cosas que les repites una media de doce veces al día: «Chicas, ¿os importaría cerrar la puerta del baño?». «Ay mamá, por favor, supera ya lo de cerrar las puertas, ¿Qué más te da?»

En esa futura película de Pixar, la paciencia debería estar representada por un padre de adolescentes porque nunca jamás en tu vida vas a tener que ser más paciente y morderte más la lengua que cuando convives con el adolescentismo.  


10 comentarios:

neoGurb dijo...

En mi inocencia, pensaba que cuando dejasen de ser teen la cosa cambiaría.
Lo siento, pero la adolescencia se prolonga más allá de los veinte, y al menos en mi caso, el horizonte se ve lejano, lejano...

María dijo...

Me siento totalmente identificada y acabo de entrar en la adolescencia. Mi princesa( odia que la llame princesa), acaba de cumplir 13. Y a veces me gustaría zarandearla y más cosas que no digo..... Me consuela saber que es un mal común y que como dice mi madre la tontolescencia se cura con los años. Deseando que pasen y ver luz al final del túnel, aunque creo que me queda muuuuchooooo.
Un saludo
MARÍA

Anónimo dijo...

Hace no poco, pregunte a una amiga madre soltera que siempre ha estado muy unida a su hija, y ahora planea enviarla lejos a estudiar,sobre como llevaba la separacion, y me dijo: para eso la naturaleza creo la adolescencia, para que separarme de ella haya pasado de parecerme inconcebible a intersante y ahora mismo urgente. Pues eso Molinos, le paso tu post. Es la naturaleza que obra para que las madres promocionen la autonomia de sus hijos cuanto antes.
Mucha fuerza mental.

JLO dijo...

me hizo reír pero a la vez la entrada reproduce las vivencias cotidianas... yo creo que si es varón el adolescente se profundiza un poco mas la cosa ja... saludos...

Anónimo dijo...

identificada totalmente.
yo tengo una enfermedad de larga duración, espero que no sea crónica, llamada 'adolescenciademisfieras', y me pongo muy muy mala de vez en cuando, vaya, cada 5 minutos.
saludos,
Alba

Anónimo dijo...

Qué pesados sois los padres con la adolescencia. No seríais la paciencia, seríais la pesadez.
Ánimo.

Lo q Leo dijo...

Resumamos: el mundo les toca las narices.
La indiferencia les lleva a la inactividad.
Ojala hubiera rebeldía, al menos habría algo.
Ojala me contestara con una irreverencia, al menos habría alguien al otro lado.
Sniffffffffffffffffffffffffffffffffff

Anónimo dijo...

Más que humor veo victimismo. Y ponerse a la misma altura. Me quedo con el desahogo, con guardar silencio y añado valorar ese momento de crecimiento y cambio, aunque a veces desconcierte.
Muy de acuerdo con el Anónimo de las 13,54h
Ánimo, pero sobretodo cambia lo que está en tu mano, que es lo único a lo que tienes acceso...

Anónimo dijo...

Kleine kinder, kleine Probleme. Grosse Kinder, grosse Probleme
(O lo que viene a ser, niños pequeños, problemas pequeños. Niños mayores, problemas mayores _ o grandes)

lolo dijo...

Me gustó escuchar que un día dejan de mirarte con cara de asco. Dejan de hacerlo. Y después intentan ayudarte porque "estáis mayores". Más vale saberlo. Mi abuela me dijo que son "una estafa". Bueno, algo hay de eso.