
Era viernes. Me cambié de ropa para irme a una inauguración en el Museo del Prado, una exposición sobre escultura clásica, fondos que no habían sido mostrados de la colección permanente. Un pantalón gris, un jersey azul y mocasines negros.
Estaba sentado en su despacho, trasteando con el ordenador, ultimando unos proyectos que tenía que entregar. Desde la puerta, le miré y le dije.
- Papá...me voy.- ¿A dónde vas?- Te lo había dicho, a la exposición del Prado.- ¿Tu madre se va contigo?- Si y luego nos iremos directamente a Los Molinos en mi coche.
- Muy bien, pues yo me iré dentro de un rato con tus hermanos. Nos vemos allí.
Hacía una noche bonita, de otoño. Esperamos la cola en la puerta del Museo. Me encantan los grandes árboles que hay en esa zona, los que pegan con el Jardín Botánico. Charlaba con mi madre y pensaba en que haría cuando llegara a Los Molinos. ¿Salgo o no salgo? ¿Y si me lo encuentro y pasa de mi? ¿Y si no salgo me echará de menos? Una serie de pensamientos idiotas que compartían espacio en mi cerebro con las explicaciones que el guía nos iba dando. Era buenísimo, había sido mi profesor en la facultad.
Al llegar a Los Molinos, subí a cambiarme de ropa, pero me dio pereza y solo me cambié los pantalones. Me puse unos vaqueros y me despedí de mi madre.
- Me bajo a dar una vuelta. ¿Dónde está papá?
- Está acostado ya. Mañana tenemos marcha con los “mira donde pisas”. Volveremos por la tarde para celebrar mi cumpleaños.
- Vale, pues entonces como os iréis pronto, nos vemos por la tarde, cuando volváis. ¿saldremos a cenar o cocino algo?
- Lo vemos mañana, depende de como volvamos de cansados. No bebas mucho y no vengas a las mil.
Me fui en mi Talbot Samba a dar una vuelta, tomar whiskys y tener un encontronazo amatorio en mi relación autodestructiva. A esas horas parecía buena idea y todo el cosmos me gritaba que aquello era buenísimo para mí. Decidí obviar el Pepito Grillo que me decía que, una vez más, aquello era un error.
No recuerdo qué hice la mañana siguiente. Supongo que autocompadecerme por mi resaca y mi estupidez y creo recordar que intenté organizar a mis hermanos para quedar todos en casa por la tarde para celebrar el cumpleaños de mi madre. Sincronizamos relojes y cada uno se piró por su lado.
Me fui a casa de I. Celebraba su cumpleaños con una barbacoa en el jardín de su casa. Mucha gente, cervezas, pancetas, morcillas, chorizo…mi relación autodestructiva demostrándome que efectivamente lo de la noche anterior había sido un error, dolor de cabeza, charla, risas y por fin decidí que era la hora de irme a casa para preparar el cumpleaños.
De camino, pasé por casa de mis tíos, tuve un ataque de sociabilidad y dije...voy a saludar.
- Hola…pasaba por aquí y he pensado en entrar a saludaros.
- ..err…ehh..Hola Moli…
- Pues nada que tenía un cumpleaños en la casa de enfrente y muy bien pero ya me voy a casa porque volverán mis padres de su marcha por el monte y claro como es el cumpleaños de mamá...pues no sé si haremos algo. ¿Vendréis luego?
- Err..Moli...pues no sé.
- Bueno...pues me voy ya. ¡Hasta luego!
Me fui de allí pensando que debían haber discutido o qué había llegado en mal momento porque normalmente yo les parecía graciosa y dicharachera y habían estado muy serios, aunque también podía ser que yo no hubiera estado tan graciosa como creía.
Llegué a casa y creo recordar que molihermana estaba allí. Habíamos comprado una tarta Royal y la hicimos para que molimadre pudiera soplar las velas. Pobreshermanos no estaban y yo me senté a ver la televisión en lo que esperaba que volvieran mis padres.
Al cabo de un rato, escuche gente que entraba por la puerta de la cocina. Molimadre y C., un amigo suyo. Algo iba mal. Lo supe al instante.
- ¿Qué pasa?
- Moli….
- ¿Qué pasa?
- A tu padre le ha dado un infarto y ha muerto.
- ¿Qué? ¿Cómo que ha muerto? ¿Cómo que un infarto? Pero... ¿dónde? Pero... ¿no estabais de excursión? .- pregunté eso como si fuera imposible que te diera un infarto estando de excursión, como si hubiera una situación correcta para morir de un infarto.
- Si...esta mañana...según iba andando y no hemos podido hacer nada.
- ¿Esta mañana? ¿esta mañana?? Y ¿por qué no nos has llamado?
- Porque estábamos en medio de la montaña, ha tenido que venir la guardia civil...un helicóptero…y quería decíroslo yo. ¿Dónde están tus hermanos?
- No sé…molihermana está por ahí...en el despacho creo…y mis hermanos no están...pobrehermano mayor se ha ido con su novia a pasar el día a Segovia...y pobrehermano pequeño no sé donde está...supongo que vendrá ahora.
- Hay que llamar a casa de la novia de pobrehermano mayor para que en cuanto llegue allí venga a casa...no quiero que se entere fuera de casa.
Me levanté, cogí el teléfono y llamé. “
Cuando lleguen de Segovia que baje rápido a casa que es urgente...no, no pasa nada…pero que venga a casa…”
Hice esa llamada por lo menos unas 15 veces esa tarde.
Salí a jardín. No sentía nada. Ni pena, ni miedo, ni tristeza, ni agobio. Nada en absoluto. Estaba como cuando te anestesian para sacarte la muela, sabes que hay algo raro., algo que pesa, que no controlas, pero no notas nada. Te pasas la lengua una y otra vez esperando la punzada de dolor, el calambre que te haga llorar del dolor y no pasa nada, eres de corcho. Pues era igual. Salí y me senté en las escaleras del porche, mirando a La Peñota. Estaba oscureciendo pero todavía había luz, había hecho un buen día. Miraba la montaña recortada contra el cielo más claro y pensaba: Papá ha muerto. Ha muerto. Nunca más en la vida ni aunque viva 1000 años volveré a verle. Ayer estaba y ya no está. Ni siquiera estaba esta mañana, he estado viviendo todo un día sin saber que había muerto. Nunca más. Ha muerto. Ya no está. Nunca más. Nunca.
Y no sentía nada.
Era de corcho.
La casa se fue llenando de gente. Entraban, me veían, me abrazaban…
-Te vas a quedar helada. Entra en casa...
- No, estoy bien.
Llevaba unos vaqueros viejos, una camisa escocesa roja que había comprado en Nueva York dos años antes y una chaqueta de mi padre que le había cogido. Larga, de lana gris oscura con botones de madera que me encantaba. Todavía tengo esa ropa colgada en el armario de mi cuarto.
- Moli ¿estás bien? ¿Quieres algo?
- No gracias. Estoy bien. Entrad... ¿queréis algo? ¿Un café? Tengo que volver a llamar para que venga pobrehermano mayor.
Cada vez más gente. Y yo seguía siendo de corcho. El teléfono no paraba de sonar. La gente no sabe que decirte...lógico... ¿qué se dice? “
Te llamo porque me he enterado que tu padre se ha muerto de un infarto”…no se puede decir nada…
Sonó otra vez.
- ¿Hola?
- Moli…soy yo…soy Fede.- lloraba como nunca en mi vida le había visto llorar
- Hola Fede...
- Acabo de salir del Bernabéu y he llamado a casa y me lo han dicho y joder…y voy a tardar un rato y llegar y…no sé qué decirte... ¿estás bien?
Si...si...no te preocupes...estoy bien...en fin...así es la vida.
- Voy para allá…
- Vale...como quieras...pero no hace falta en serio.
Más gente llegaba. Llegaron mis tíos. Entendí porqué habían estado tan serios cuando a fui verles. Ellos ya lo sabían. Era una sensación rarísima, saber que habías estado haciendo bromas y planes futuros cuando tu padre ya estaba muerto. Era muy raro pero no dolía.
Seguía siendo de corcho.
Familia, amigos de mis padres, amigos nuestros. Muchísima gente. Todos me abrazaban y me decían cosas. Sólo pensaba en pobrehermano mayor que iba a ser el último en enterarse.
Sonó otra vez.
- Moli..soy yo ¿Qué pasa? ¿Qué es tan urgente para que tenga que volver a casa?
- No te lo puedo contar por teléfono...vente ya.
- Vale, vale...voy para allá.
Salí a buscarle a la puerta. Había un millón de coches aparcados en el camino de casa….
- Ya estoy aquí. ¿Y todos estos coches? ¿has organizado una fiesta para mamá?
- Entra en casa anda…
Aquello fue horrible, los dos entrando en casa, pasando entre la gente que se callaba al vernos. Él acojonado y yo de corcho caminando hacia mi madre.
Ya lo sabíamos todos. Había cosas que preparar. El entierro, la misa. Alguien tenía que ir al Anatómico Forense al día siguiente. Solo queríamos que se acabara. Poco a poco la gente se fue marchando y ya casi a medianoche nos sentamos los 5 en la mesa de la cocina. Teníamos que comer algo…la tarta.
Me fui a la cama. Seguía dándome con la lengua y seguía siendo de corcho.
Fue un día cualquiera hasta que dejó de serlo.
Hoy es ese día 13 años después.