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martes, 14 de mayo de 2013

ENSAYO SOBRE EL PAN: BARRA versus REBANADA

La barra es la unidad de medida del pan “de verdad”.
La rebanada es la unidad de medida del pan “de molde”.

Con esto el post debería acabar aquí. Barra gana a rebanada siempre, o así debería ser.

Cuando yo era pequeña se comía pan de barra en el desayuno, se empujaba la comida con un trozo de pan, se merendaban bocadillos y al llegar a la cena había días en que se decía: no queda pan.

El pan de molde era una especie de “lujo”, solo se podía comer en días especiales, los días de sandwich de nocilla y por la mañana sólo había tostadas de pan de molde si la noche anterior se había dicho “no queda pan”. En días muy muy especiales Molimadre hacía sandwiches de jamón y queso y les cortaba los bordes, el colmo del lujo.

En algún momento entre mi tierna (matadme por el juego de palabras)  infancia y mis 40 años las cosas cambiaron.

Una oscura noche, en alguna cocina, a lo mejor la de la Molicasa,  la barra de pan y el paquete de pan de molde se encontraron y se declararon las hostilidades.  El pan de molde llevaba tiempo planeando su ataque y tenía una estrategia, la barra de pan no tenía ni estrategia ni nada, confiaba plenamente en la tradición de “baja a comprar una pistola” y en la frase “ el pan es un alimento básico” así que no le dio mucha importancia a las amenazas del paquete de pan de molde jamás podría sustituirle. La barra o lo que quedaba de ella esa noche miró por encima del hombro a ese advenedizo envuelto en plástico y se volvió a su “panera” pensando “¿Cómo va a sustituirme un tipo al que hay que guardar en la nevera una vez abierto? ¿Cómo va a sustituirme un tío al que al untar la mantequilla se rompe? ¿Cómo va a sustituirme un tío al que si le metes jamón serrano y lo muerdes se escurre todo? ¿Cómo vas a mojar en la yema del huevo si se deshace al romperlo? "

Y con esos tranquilizadores pensamientos se sobó y durmió tranquilo sin preocupaciones…

El pan de molde y sus rebanadas tenían sin embargo una estrategia muy meditada. Empezaron primero con una campaña de desprestigio hacia la barra de pan atacando por donde más duele aunque fuera mentira. Esparcieron el rumor de que el pan de barra engordaba muchísimo, si querías ser esbelto y fino había que dejar de comer pan “normal” y pasarse al pan de molde.  Esto no se sostenía científicamente de ninguna de las maneras, pero ¡a quien le importa eso! ¡intoxiquemos al consumidor con imágenes de jovencitas esbeltas y felices mordisqueando rebanadas de pan! La mayoría de la gente se lanzó al consumo desaforado del pan de molde y todo eran ventajas.

“Para los niños es mejor porque se lo comen más fácil”. Años y años de series y de pelis y de libros con huerfanitos royendo mendrugos de pan echados por la borda…los huerfanitos del futuro zamparían rebanadas de pan de molde.

Se perdió completamente el criterio:

¿Comes un bocadillo? Con lo que engorda. Yo me como un sándwich integral.
Si claro, un sándwich integral con mayonesa, bacon, pollo, queso en lonchas y un toque de mostaza de Dijon…

El pan de molde jugó además la baza de “me conservo mejor”. No había que comprarlo todos los días, duraba muchos días, no se ponía malo y las tostadas en el desayuno eran como las de los bares.

Poco a poco fue ganando puntos y más puntos, haciéndose un hueco en la cesta de la compra y en las neveras. Fue tan astuto que además desarrolló todo tipo de variedades: rebanada para tostada, rebanada para sándwich (¿estamos gilipollas o qué?), integral, multicereales, con bordes, sin bordes, rústico (¿aún estamos más gilipollas o qué?) e incluso en un rizo increíble de marketing absurdo desarrolló el pan de molde “que es como el pan de verdad”. Definitivamente somos gilipollas.

¿Qué hizo mientras tanto la barra de pan? Pues al principio no dio crédito y siguió pensando que estaba salvo, que aunque cediera posiciones en el desayuno, el sándwich en la puerta del colegio y la comida de los modernos anoréxicos,  seguía teniendo espacio. Al fin y al cabo con el pan se podía hacer gazpacho, salmorejo, migas, pan rallado, torrijas….

Gazpacho sin pan”.

Un escalofrío recorrió a la barra, la  acojonó completamente y le hizo darse cuenta de que tenía que pasar al ataque, reunió a sus huestes y comenzaron a pensar en una estrategia para reconquistar el mercado. 

Lo primero que pensaron es que había que crearse una nueva imagen. Necesitaban una “nueva imagen de marca más acorde con los tiempos”, alejarse de esa idea de la abuela yendo al super a por la pistola o la barra.  Para empezar, renovaron sus establecimientos. El pan de molde se vendía en supermercados, allí todos apilados. El pan de barra iba a por todas, no iba a dejar nada al azar. Nada de panaderías, nada de ultramarinos, a lo grande: boutiques del pan con dos cojones.

Luego optaron por copiar algo de la estrategia del pan de molde y se especializaron pero tendiendo a la sofisticación ¿qué mierda era esa de “sin bordes”? Seamos internacionales, seamos globales:  baguette para los cursis, barrita para los que quieran comer poco,  pan de picos (alguien habría que quisiera esto), pan candeal (nombre misterioso), mollete (viva el producto nacional), pan integral de cereales (nombre absurdo ¿Cómo cojones iba a ser sin cereales) y toda una parafernalia de nombres chupis que dejaran al cliente con cara de foca monje y entrando en colapso cuando a su petición de “una barra de pan”  la dependienta respondiera: ¿de cuál?.

El pan de barra no dejo nada al azar. ¿Qué el pan de molde se vendía en una bolsa de plástico? El plástico es malísimo y con poco glamour, puso de moda la bolsita de papel marrón que hace que todo el mundo parezca francés o habitante de Manhattan. Sólo las viejecitas seguían llevando su bolsita de plástico para que el pan no se pusiera duro. Y ahí atacó también el pan de barra, contrató a unos listos que hicieran que el pan no se pusiera duro como una piedra al cabo de 24 horas…y les hizo a las viejitas unas bolsitas de tela muy monas que sus nietos les regalaban.

(Con esto de que el pan no se pusiera duro, hubo una crisis en la tradición casera de rallar pan, pero eso es otra historia…para otro ensayo: costumbres culinarias que han desaparecido)

El pan de barra abandonó su pasado de “alimento básico” y de pobres, dejó de lado su imagen asociada a mendrugos y se convirtió en un alimento de lujo, mucho más de lujo que el pan de molde. Consiguió incluso que en los mejores restaurantes ofrecieran tantas variedades de pan que el cliente entrara en pánico ante la terrible decisión de decidir si quería comer el pato con pan de pipas, de pasas, de aceite de oliva o de aceitunas.

Las fuerzas se fueron igualando, la gente empezó a pensar que comer pan de barra de vez en cuando molaba, que el gazpacho con pan era más gazpacho y que el pan de molde está bien de vez en cuando pero nada como un buen trozo de pan para mojar un huevo frito.

La batalla final sin embargo se iba a lidiar en otra parte. No en el super, ni en las boutiques del pan, ni en las cocinas. La batalla final se ha dado en los chinos y la gasolineras.  El pan de molde cogió sitio en los estantes, allí irían a buscarlo los que se habían quedado sin pan cuando las boutiques del pan estuvieran cerradas.

La barra vio que se le escapaba el triunfo final y ¿Qué hizo? Cogió sitio y además…en un golpe maestro…¡¡se puso olor a pan caliente recién hecho!!!

¿Quién entra en los chinos o la gasolinera y compra pan de molde mientras huele a pan caliente recién hecho?

Sólo gente que no es de fiar.

Yo soy muy de pan de verdad, nada de más amor verdadero que un desayuno con tostadas, una excursión con un bocadillo de jamón y una cena mojando en la yema del huevo.

Post 1200.

jueves, 19 de julio de 2012

EL ENCUENTRO: CALZONCILLOS DE LA SUERTE CONOCE A BRAGAS FAVORITAS.

Él.
Era un miércoles que parecía viernes.

Era el día y la ocasión para sacar los calzoncillos de la suerte del cajón donde estaban guardados perfectamente doblados: primero los picos laterales y luego el de la huevera.

Sí, eran sus calzoncillos de la suerte. Eran perfectos. Había tenido otros en su vida, era lo bueno de los calzoncillos de la suerte, que por un extraño sortilegio cuando los actuales se desintegraban de tanto usarlos o los perdías en un hotel, unas vacaciones o cualquier otro sitio, enviaban su halo de “suerte” a otros y así siempre podías contar con tener unos calzoncillos de la suerte con los que enfrentarte a la vida.

Durante un tiempo, en su más tierna adolescencia soñó con tener algún día unos calzoncillos largos, con botones, camiseta y manga larga…de un rojo rojísimo como los que llevaba John Wayne en las pelis del oeste. Parecían chulos, parecían abrigados y sobre todo parecían capaces de soportar manchas de todo tipo sin parecer asquerosos…eran los calzoncillos más molones del mundo.

En cualquier caso, los que ostentaban ahora el título de calzoncillos de la suerte, eran tipo bóxer y negros y eran de su talla. Eran de algodón egipcio. Con esto había tenido muchos problemas. Sus otros calzoncillos, los de correr, los de ir a currar en un día normal, los de salir a dar una vuelta, eran de otros tejidos y por experiencia sabia que tenía que tener cuidado. El sudor escrotal es muy traicionero y había algunos tejidos que lo alentaban demasiado. Nada peor que encontrarse la entrepierna escurridiza en medio de una reunión de curro y saber que no era por emoción erótica sino por simple sudor de huevos combinado con una mala elección de tela.

Conocía perfectamente cuál era su talla, cómo tenían que quedarle y si le hacían buen culo...40 años de experiencia le contemplaban desde el espejo mientras se los ponía, tratando con mucho cuidado la goma, no quería darla de sí justo en un día como hoy. Todo tenía que ser perfecto. Estaba estupendo, mucho más que Nadal que seguro que llevaba calzoncillos con costura vertical en la línea interglutear…
Se vistió y salió para su cita más feliz que una perdiz con sus calzoncillos de la suerte.

Ella.

Era un miércoles que parecía viernes.

Habían quedado a tomar algo. Abrió el cajón y sacó sus braguitas favoritas. Tenía conjuntos de lencería, cosas más erótico festivas y más atrevidas, pero no había que pasarse. Mejor empezar por algo discreto, elegante y sobre todo que para ella fuera cómodo y de confianza. Si quemaba su mejor lencería en la primera cita, podía pasar que él creyera que toda su ropa interior era así y tuviera que invertir parte de su sueldo en comprar conjuntos para sus siguientes citas. Mejor optar por algo elegante, sencillo y de confianza: sus braguitas favoritas.

Eran cómodas, pegaban con su sujetador favorito, el elástico no le marcaba nada, no se movían de su sitio y eran de un tejido suave y sexy. Eran perfectas...la única pega es que de tanto usarlas en algún momento pasarían a la categoría de braguitas de estar en casa donde intentaría aguantarlas hasta el momento de pasar a la peor categoría, bragas de regla...pero para eso quedaba mucho todavía y no era el momento de pensar en la regla. Hoy no...Consultó el My days y vio que estaba salvo.

El y Ella.

¡Los calzoncillos de la suerte habían funcionado!- pensó él.

Menos mal que llevo mis bragas favoritas.- pensó ella

Ahí estaban, en el sofá, en esos preliminares que las primeras veces llevan tanto tiempo, molan tanto y hacen subir muchísimo la temperatura. Además de todo eso, esos preliminares provocan todo tipo de inquietudes ¿Si le quito la camisa pensará que voy demasiado deprisa? ¿Si tardo más pensará que voy demasiado despacio? ¿El sujetador será de los de abrocharse por delante o por detrás? ¿Qué tipo de calzoncillos llevará? Por favor que no sean amarillos desvaídos que me lleven a pensar que una “ultima gota” gigante de pis se había extendido por el tejido. Y que no lleven estampados rarunos...ni sean de panguero acalpuqueño. Por favor...con lo bien que besa que lleve algo discreto y que le haga buen culo.

Él no pensaba mucho en la ropa interior de ella. Tenía interiorizado el gen de “por dios que no sea color carne ni se parezca a las bragas de mi madre” pero confiaba en que ella llevara algo bonito, suave y no excesivamente complicado de quitar…con este ritmo de excitación no iba a tener tiempo de entretenerse ni en mirar ni en toquetear...si acaso después.

Fuera la camisa, fuera el vestido…fuera los pantalones. Ella contuvo la respiración… ¿qué habría debajo? Por un momento temió un momento comando...que no llevara nada debajo de los pantalones...o peor...que llevara unos calzoncillos de Dora la Exploradora...o unos enormes y colgones…si era así, rezó para que fuera tan habilidoso como para quitárselo todo a la vez…

..Pero no…había unos perfectos bóxers negros...sin botones ni aberturas rarunas por donde pudiera quedar enganchada o medio salida en una especie de quiero y no puedo que arruinaría el momento. Gracias a dios todo estaba donde tenía que estar...no apuntaba al cielo...alli estaba en todo su esplendor, perfectamente ubicada pugnando por salir…hacia el lugar adecuado.
Era el turno de ella, manejó con mimo el elástico de los calzoncillos de la suerte y se deshizo de las braguitas favoritas….
Poco después….

Calzoncillos de la suerte sonreía pensando…”todavía hay clases, para hacer deporte no sirvo...pero soy un crack”.

Braguitas favoritas pensaba…voy a seguir siendo la favorita durante mucho tiempo…me queda recorrido hasta llegar a ser bragas de regla...

Él pensó...cuando me levante para mear...me siento...paso de que se me caiga la última gota en la tapa y ella piense que soy un guarro y me da vergüenza que escuche el chorro.

Ella pensó...a ver si se levanta al baño y le veo bien el.

Y colorín colorado…este post escrito en parte con algunas de las aportaciones en los comments se ha terminado.

Paul ilustra este post porque hace bonito y porque seguro que en esa foto llevaba sus calzoncillos de la suerte.

viernes, 29 de junio de 2012

LA VERDADERA HISTORIA DE RICITOS DE ORO


Érase una vez una primogénita que estaba hasta el moño de que sus padres la estuvieran todo el día mangoneando y diciéndole qué era lo que podía o no podía hacer. Estaba también harta de que le prohibieran hacer todo lo divertido “ no vayas al bosque”, pero cuando los absurdos de sus hermanos pequeños: Hansel y Gretel se piraron sin decir nada a nadie, les pilló una bruja y hubo que mandar a los Geos a buscarlos,  sus padres en vez de echarles la bronca del siglo, le montaron el pollo a ella y le dijeron: la culpa es tuya por no haberles vigilado bien, para algo eres la hermana mayor y tienes que ser responsable.

Ricitos estaba por tanto, hasta los mismísimos ricitos de su familia y un buen día decidió hacer caso a esa frase tan de su madre: un día me voy a ir..y a ver entonces cómo os las apañais.

 

Cogió la puerta y los rizos y se las piro al bosque.
Tenía un plan. Había decidido que iba a cambiar de familia. Quería ser hija pequeña.

El bosque de los cuentos estaba lleno de familias de todo tipo, seguro que conseguía acoplarse a alguna familia y ser la hija pequeña adorable, la “Pobre Ricitos de Oro”.

Se encontró primero con una cabra soltera y 7 cabritillos.Sopesó sus posibilidades, pero una madre soltera y 7 energúmenos era mal plan. Además ya había un listillo pequeñajo que no estaba segura de poder eliminar.Tenía la posibilidad de llamar al Sr. Lobo para solucionar ese pequeño problema, pero seguirían siendo 6 cabritillos y no era buen plan.

Poco después encontró un rastro de miguitas de pan, tenía hambre y se las fue comiendo, si le decian algo ya diría que habían sido los pajaritos.  All final se encontró con una panda de tíos encabezados por un canijo qué ¡vaya por Dios! era otro listillo. Le dijo que se llamaba Pulgarcito y que se estaban repartiendo el bosque para vender drogas buenas...” y naturales” le dijo guiñándole el ojo. Le ofrecieron un curro como gancho, al fin y al cabo era rubia, pero Ricitos tenía un plan y juntarse con esa panda de malotes encabezados por un canijo con botas de macarra no se ajustaba para nada. Además, no llevaba ni minifalda ni tacones.

Después de tropezar con una yonki con una capa roja, unos cerdos emporrados y un pato feo que se creía un cisne, Ricitos empezaba a estar un poquito desesperada, pero no tanto como para pensar en volver a casa y escuchar a su madre decir: ¿ ves? Si es que así no hay manera...si me hicieras caso...

Siguió caminando y llegó a una casa chula en un claro del bosque, lo que viene siendo una casa molona de cuento. Dió un par de vueltas para ver si había alguien y ensayó su mejor cara de “pobrecita” que había aprendido tras un minucioso análisis de las caras que los cabrones de sus hermanos pequeños ponían a sus padres. Lo tenía todo ensayado, saliera quien saliera, pondría ojitos, haría que las lágrimas se acumularan en sus ojos y luego las dejaría rodar por su cara hipando dulcemente a la vez, una actuación espectacular.

Allí no había ni el tato, pero decidió entrar a echar un vistazo, cotillear y ver si le convenía aquella casa para sus propósitos.

Como ya he dicho, era una casa molona, si acaso un exceso de pelo por todas partes, pero Ricitos no tenía problemas con eso. Su hermano Hansel era un cerdo redomado que tenía siempre la habitación hecha un asco “ Ricitos, ayuda a tu pobrehermano a recoger” y su hermana Gretel podía cambiarse de ropa 15 veces al día y tirar toda la ropa al suelo compartiendo espacio vital con las revistas Superpop que consultaba como un oráculo. “ Ricitos, no puede ser que tengáis así la habitación, haz el favor de ordenarla” Los pelos le daban igual, definitivamente.

En aquella casa, todo estaba por triplicado: 3 sillones, 3 camas, 3 sillas, 3 tazones...mmmm...¡¡qué buena pinta tenía esto! Ricitos vió la luz...¡¡su plan de ser la hermana pequeña era una mierda, era poco ambicioso!!! ¡¡ahora lo veía claro!!! ¡¡Quería ser hija única!! ¡¡Califa en lugar del Califa!!! ¡La favorita de mamá! ¡¡La preferida de papá! Un padre y una madre ( peludos, pero no iba a ponerse purista con esto) para ella sola, idolatrándola, dándole todos los caprichos y haciendo fotos compulsivamente en su ceremonia de graduación...

...Ricitos estaba feliz...salto por las sillas y rompió la pequeña, se comió lo que había en los tazones..saltó en las camas mientras daba gritos enloquecida....¡¡iba a ser una mimada!!!

..pero claro, antes de conseguir eso iba a tener que librarse de un pequeño problema.Allí ya eran tres: había que eliminar al pequeño peludo de la ecuación para que todo encajara.¿Qué podía hacer?

¿El Sr. Lobo?...mmm...no, demasiado fácil.
¿ Acusarle de falso narcotráfico ayudada por los 3 cerditos?...demasiado complicado...
¿ Intentar colarle en la banda del canijo zapatones?...seguro que le pedían algo a cambio...

¡¡lo tenía!!

¿conoceis el oso de Lost?

Pues eso.

Ricitos era primogénita, tenía recursos y sabía cómo usarlos.