Odio el mes de mayo con todas mis fuerzas. Si tuviera que elegir un mes del año para borrar, sería mayo. Lo odio. Desde siempre, desde pequeña. Me sienta mal, me pone triste y sobre todo me agota.
Cuando llega mayo siempre me propongo lo mismo: “Que pase rápido”. Me encantaría cerrar los ojos y que al abrirlos fuera junio. Este año me enfrenté a él, como todos los años, con los puños cerrados, los dientes apretados y esperando aguantar hasta el final, concentrada en hacer que pasara rápido, que me resbalara.
No he parado. Ha sido como un maratón. He dormido poquísimo y a deshoras. Me he hecho adicta a unas siestas terroríficas de las que me levanto completamente destrozada. Me encontré con un kamikaze en dirección contraria por la autopista yendo con las niñas en el coche y tras esquivarlo me pasé los siguientes 40 minutos intentando explicarles a las princesas qué había pasado y porqué razón alguien hacia eso. He disfrutado viendo a C feliz en una sesión de fotos, bailando y posando encantada de la vida. He escrito sobre científicos que dicen tonterías y sobre porqué no me gusta que en los blogs ponga “Leer más”. Empecé el mes cenando con dos grandes amigos justo el día que se cumplían 4 años de nuestro primer encuentro.
He conocido a la jefa de comunicación de la NASA, a la “Jefa de Curiosidades” del Museo de Ciencias Naturales de Chicago, a un profesor de física de la Universidad de Navarra y a una experta en carbón con la que llevaba intercambiando tweets una eternidad. Casi muero ahogada de calor en una entrevista en la radio del Círculo de Bellas Artes. Descubrí después que el entrevistador es cuñado de una compañera de trabajo de Molihermana. Compré 2 libros en la Feria del Libro Antiguo.
Me llevé a Juan y a Pobrehermano a “Cómete el Museo”, en el Museo de Ciencias Naturales, y fue como llevar a dos niños pequeños. Dos cuarentones solteros sin hijos que hacía 30 que no iban y fliparon con todo. Además, les gustó la comida. He terminado de ver Mad Men con un mal final y la última temporada de The Good Wife ha sido una auténtica mierda. He empezado Louie.
Las princezaz me dijeron que soy vieja para casarme otra vez. Casi me muero de amor cuando ante una crisis de llanto y de pena horrible de C porque no le gustaba su túnica de primera comunión, M se puso muy seria y le dijo:
“No llores. El vestido no es feo y aunque lo fuera, es imposible que contigo dentro sea horrible”.
Acompañé a C a la final de relevos, 25 metros pies de croll. Una prueba absurda en la que era finalista. He vivido prácticamente tres semanas alimentándome de pollo de Mercadona relleno. Vi Eurovision con las princesas y recordé cuando a mi también me hacia ilusión y creía que podíamos ganar. Me partí de la risa cuando ante las dudas sobre si Conchita era hombre o mujer, Molimadre zanjó la conversación con una respuesta peregrina: es un hombre, pero como canta con voz de pito y muy regular se puso Conchita de nombre y así llama la atención.
Las ocho de la tarde se ha convertido en la hora del Gintónic “Sue Ellen”, en el jardín de mi amiga O, nos sentamos y nos tomamos un gintónic mientras se va el sol. A veces con chuches, a veces con alpiste. He vuelto a nadar con ganas y un día se me acercó un hombre a preguntarme por el mp3 acuático. Según Juan “es obvio que quería ligar contigo”. Yo no lo vi tan obvio. He ido al hospital con las dos princezaz a diversas pruebas con resultados irregulares. Un aburrimiento.
He dado una charla con unas zapatillas rosa fosforito y he pasado a formar parte del maravilloso equipo de Pint of Science. Me he convertido en copywriter y escribí un post sobre “La regla de las 800 palabras” que me saqué de la manga pero que no quedó mal. Despellejé trapos y a Espe. Y escribí sobre la muerte. He sido zalamera con un vasco muy serio hasta hacerle reír a carcajadas. He pasado una tarde de complicidad completa maravillosa. Me he comprado una camiseta de rayas y escribí sobre aprender a leer para ser mejor escritor. He leído sobre la posguerra de la II Guerra Mundial y contacté con un autor americano que me ha mandado su libro desde Nueva York. He conocido al ego más grande y más bobo de mi vida y he comprobado que hay tíos que siguen considerando un peligro que una mujer sepa más que ellos. Me he cortado el pelo y he recuperado mis antiguas gafas. He sido jurado en un premio de pintura y fui a votar. He terminado mi curso de periodismo cultural.
1 de junio.
Lo he conseguido.
11 meses hasta volver a sobrevivir.