Hay una imagen rodando por redes que recoge una teoría según la cual las bragas tienen una vida que recorre tres etapas: la de la ocasiones especiales, la de los días días normales y la de los días de regla, siendo esta última etapa el cementerio al que van a parar todas las reglas hasta que acaban en el cubo de la basura: las bragas no se reciclan ni aunque seas una loca de la reutilización. Esta teoría de las tres vidas de las bragas era comúnmente aceptada sin darle mucha más reflexión más allá del "totalmente" y el "jajaja, yo igual", porque sinceramente es una teoría que tiene la misma importancia que mi opinión sobre el tráfico marítimo de contenedores (aunque en breve mi opinión sobre este tema va subir porque me estoy documentando con podcast sobre el tema).
La cuestión es que ayer mi querida Sara Solomando reflexionó sobre esta teoría acompañando sus pensamientos con una fotografía de unas braguitas ideales, supongo que en su cuerpo posicionadas, que yo jamás me hubiera comprado. La postura de Sara es, y conozco más gente así pero no lo cuentan tan bien, que ella no tiene bragas de regla, que a ella le flipa la ropa interior y que para ella es importantísimo llevar todos los días un conjunto bonito con el que se sienta guapa. En esto le influye la teoría de su abuela, que también todas hemos escuchado: "haz el favor de llevar las braguitas decentes que mira que como tengas un accidente y vayas al hospital, qué vergüenza si las llevas rotas". A mí ese argumento siempre me pareció que flojeaba. Primero, porque si me pasa algo tan grave como para ir al hospital mi última preocupación van a ser mis bragas; pero es que, además, no creo yo que los especialistas médicos pasen mucho tiempo comentando las bragas de las pacientes. Pero quién soy yo para desautorizar abuelas de los setenta. Eso sí, mi teoría es que todas nuestras abuelas fantaseaban eróticamente con médicos y practicantes (porque por aquel entonces existían) y por eso para ellas era importante ir siempre preparadas: por si sus fantasías se hacían realidad. El "por si pasa algo" no era, como nosotros pensábamos, un accidente. Era algo que enlaza con la teoría de Sara: hay que ir mona no vaya a ser que tengas un encontronazo apasionadamente sexual. Bien.
Desconozco la media de encontronazos apasionadamente sexuales en la vida de una mujer. En mi caso, que soy el ejemplo que tengo más a mano, el total de encontronazos con resultado de sexo han sido tres y en ninguno de lo cuales recuerdo ni la ropa que llevaba puesta ni que le dedicáramos a mis bragas más tiempo o interés del que le dedicamos a los calzoncillos del contrincante. Con toda esta disquisición, completamente boba e innecesaria, quiero decir que para mí la ropa interior tiene cero importancia. No le dedico ni medio segundo de mi tiempo a pensar qué me pongo ni qué llevo. Ese medio segundo solo lo uso para elegir el color del sujetador y evitar salir de casa con transparencias que, en mi caso, no me favorecen.Es más: ahora mismo mientras escribo esto soy incapaz de recordar qué ropa interior llevo puesta; y eso que la he sacado del cajón con mis propias manitas hace unas cuantas horas. Es muy posible que sea negra y que a mi madre no le pareciera bien en caso de verla porque hace poco tuve con ella esta conversación:
—Ana, no entiendo para qué tienes tanta ropa interior de caberetera.
—¿Perdón?
—Sí, todo negro. De cabaretera.
En fin. Somos Sofía y Dorothy.
¿Es importante la ropa interior que lleves? Hay gente, como Sara, para la que sí lo es y creo que hay gente como yo, que nos da igual. Para mí, con que sea cómoda y de mi talla (tarea nada fácil) es suficiente. Cuando alguna vez he intentando ser del grupo de Sara e ir hecha un primor de sensualidad interior siempre estoy incómoda (esto tiene que ver con la talla, todo tiene que ver con la talla en este tema) y la incomodidad, a mí, me resta muchísimo atractivo y tampoco voy sobrada de esto.
Llevad las bragas que queráis: conjuntadas, sin conjuntar, a juego con el sujetador o descoordinadas, tipo culotte, tanga, brasileña, de talle alto, de talle bajo, que te saque culo, que te meta tripa, que te haga cintura, que te vayan flojas y sean como no llevar nada, que te aprieten y te hagan sentir sexy...las que sea, usad las que más os gusten, teniendo en cuenta que a los médicos les va a dar igual y al contrincante del encontronazo también: si se para a mirar qué llevas puesto eso ni es un encontronazo ni es nada. Pero llevad bragas... o calzoncillos, incluso, como les pasa a las soldados en el ejército suizo (¿Los suizos tienen ejército? Sí) porque el uniforme está solo pensado para tíos; así que hasta que tengan lista la ropa interior de mujeres (que será larga para el invierno y corta para el verano) ... la solución son calzoncillos.
Os deseo muchos encontronazos, de los buenos, de los que lo único importante que merece la pena con respecto a la lencería es encontrarla después, cuando tengas que volver a ponértela. (Si no la encuentras y te marchas en plan comando: ¡Enhorabuena!)