miércoles, 8 de abril de 2009

SEMANA SANTA

Tengo un recuerdo muy vivo de la primera vez que fui consciente de la Semana Santa. Debía tener 7 u 8 años y estaba en el cuarto de baño de “La rosaleda” en Los Molinos. Era domingo, pero me acababan de decir que, no nos volvíamos a Madrid porque todavía quedaba una semana de vacaciones. Me recuerdo a mi misma sentada en la bañera contando con los dedos todos los días que tenía por delante sin colegio. No daba crédito a tanta suerte.

La Semana Santa entonces significaba unos días de mucha diversión primero y luego 3 días de aburrimiento mortal. Tenías dos tardes hipotecadas porque había que ir a los oficios. Yo no entendía porque se llamaban oficios si de lo que se trataba era de una misa que se extendía en el tiempo hasta agotar completamente mi capacidad de aguante. Acompañaba a mis abuelos e intentaba prestar atención pero era incapaz, me aburría hasta el infinito.

El Viernes Santo era aún peor, era ayuno y abstinencia. Resultaba que a la hora de comer había que coger fuerzas hasta el día siguiente porque no se podía cenar. Esto hubiera sido fácil si mi abuela hubiera preparado macarrones, o arroz, o canelones o albóndigas con patatas..pero no, habia potaje de vigilia. Un asco, un caldo blancuzco en el que navegaban judias blancas y grelos: “ abuela por favor…verde nooooo”. Me comía un plato obligada y a pasar hambre. Cuando llegaba al oficio mis tripas que ya sabían que no había cena y que por supuesto habían digerido el aguachirri a la velocidad del rayo..empezaban a hacer ruidos cada vez más altos que incluso mi abuela oía y me lanzaba miradas asesinas. Yo me moría de hambre y no podía pensar en nada más que en comer.

Recuerdo que por entonces lo que me consolaba esos dos días del aburrimiento del recogimiento religioso era la perspectiva de poderme tragar con los mayores y durante 3 horas cada día “ Jesús de Nazareth”. Que ojos azules tenía el Mesías y que malo era Herodes, y que miedo daba Barrabás. Año tras año, me acostaba el jueves con la tensión de la mejor novela de intriga, deseando que llegara el viernes para poder presenciar el desenlace, que aunque conocía de sobra, me llevaba sin embargo a cotas de emoción jamás alcanzadas posteriormente. Unos años después mi abuela introdujo una mejora en el ayuno y es que había merendola de chocolate con churros…¿ qué más se puede pedir a la Semana Santa que merendola familiar de mucha gula y Jesús de Nazareth??. Me encantaba el plan.

Con 14 o 15 años el ayuno a rajatabla pasó a mejor vida en mi casa gracias a Dios y la asistencia a los oficios se hizo obligatoria sólo uno de los días, a elegir por el consumidor. Con mi estómago calmado, elegía el día en que pensaba que había posibilidades de encontrarme con un alguien masculino que me interesara aunque sólo fuera para furtivas miradas de un lado a otro de la iglesia. ( Cómo han cambiado los tiempos, dudo que ningún adolescente actual vaya a la iglesia a ligar).

Mis esfuerzos en esas Semanas Santas de la adolescencia iban encaminadas a convencer a mis padres de que mi fervor religioso era tal que necesitaba para colmarlo que me dejaran asistir a la Procesión del Silencio. ¿ A que venía este fervor?. A que la procesión del silencio era el viernes…por la noche. Era tal mi fervor ( falso) que convencía a mis padres casi todos los años y eso me permitía salir por la noche, hecho que de ninguna de las maneras me permitían mis padres el resto del año. En mi descargo, diré que iba un ratito a la procesión pero era una cosa tan tétrica que hasta me daba miedo.

Ahora ya no hay nada de eso en mi Semana Santa.


Nos vamos a Pirineos nuevamente, va a jarrear y hará frío pero me da igual, tenemos chimenea, la 6ª temporada de Los Soprano, Middlemarch para leer , un pueblo de 8 habitantes para que C. revolucione y toda la montaña para pasear. No hay mejor plan.

7 comentarios:

Elvira dijo...

Yo no tuve que quedarme nunca sin cena, ¡menos mal! Pero mi madre me prohibía cantar, y yo no entendía eso. ¿Cómo podía estar prohibido cantar?

molinos dijo...

Uy...en casa de mis abuelos también, no se podía cantar y no se podía poner la radio. Yo tampoco lo entendía

María Galván dijo...

En mi casa la cena del viernes santo se convertía en atracón de torrijas.Menudo sacrificio!!!. Todavía en Conil se están ( nos estamos) matando a copas pero cuando se oyen los tambores se sale de los bares para ver la procesión. Fervor anadluz

José Antonio Calvo dijo...

Para mi familia, el Viernes Santo sigue siendo una fiesta... Nada de romper la abstinencia y nada de romper el ayuno con viandas sólidas. Nada de eso. Pero: potaje, tortillitas de espárragos silvestres, de tuca, arroz con leche, torrijas, leche frita, limonada, tortas de cucharada... Y con sermón por la mañana, oficios por la tarde y procesión por la noche. Hay que celebrar la muerte salvadora del Señor, no?

JuanRa Diablo dijo...

Desde luego cómo cambian las cosas. Cualquier parecido con el pasado es pura coincidencia.
El último párrafo me ha puesto los dientes largos. ¿No te llevas a la cabaña el potaje de vigilia congelado? Haz algún sacrificio mujer. ¿No?
... No, parece que no cuela.

Pásalo bien junto a ingeniero y princezaz!!

Adaldrida dijo...

Yo también he puesto un post sobre pasado y presente de mi semanan santa. En mi caso el fervor era inexistente de pequeña y ahora ha crecido, pero sin llegar a ser capillitas. Los oficios me encantan, sobre todo los de Jueves Santo, que luego nos vamos a visitar al Santísimo en los conventos cerrados el resto del año y vamos encontrándonos con amigos y conocidos.
Y lo de ligar en la iglesia era delicioso, viene del Siglo de Oro...

Sílvia dijo...

Jijijijij mi Semana Santa ha consistido en salir de juerga jueves, viernes y sábado (y encima lloviendo). Lo mío si que es penitencia...