- Moli, ya sé que este fin de semana teníamos planes para que subieras a verme, pero tenemos que cambiarlos.
- Oh no me importa, da igual, con tal de vernos me da igual, cualquier plan está bien... (por si alguien no lo ha leído he dicho que acababa de aterrizar en el planeta del amor, creo que debía estar todavía levitando por su superficie). ¿Qué vamos a hacer?
- Te recojo en Madrid...y nos vamos a Jaén.
- ¿A Jaén? ¿Para qué?
- Pues a una reunión con mi familia.
- Oh...estupendo (repito...era el inicio del planeta del amor)
- Tienes que llevarte algo de ropa de vestir...
- ¿ropa de vestir? Estamos en julio, allí debe hacer 150 grados a la sombra de los olivos...
- Las olivas...moli...alli son las olivas...
- Me da igual el género de los árboles, pero dime... ¿qué es lo que no me estás contando? Dímelo...ya sabes que me da igual...con tal de estar juntos... (Eso...el planeta)
- Pues es que es la ordenación sacerdotal de mi primo.
- ¿QUÉEEEEE? Lo que tú quieras.
Y allí que nos fuimos. Una joven pareja enamorada, que cambia un fabuloso fin de semana en soledad y al fresco de La Bañeza..por una manifestación familiar en un horno.
Desde aquel fastuoso evento han pasado 10 años, y todos y cada uno ha habido gran reunión de la familia del ingeniero. Con el paso del tiempo y una vez acostumbrada a la atmósfera del planeta del amor, he desarrollado tácticas para escaquearme de asistir a tan magno evento, algunos años ha funcionado y otros no.
Hace un par de años realicé mi última incursión. Ilusa de mí, creía conocerme el guión a la perfección y que ya nada en el profundo sur podía sorprenderme. Me resigne a mi suerte y me dispuse a pasar un fin de semana entre 80 familiares políticos con una variación de nombre mínima: Antonio, Blas, Paco (y sus variantes Paquito, Francisco, Fran, Francis) para ellos y Antoñita para ellas, para todas. ¡Ah no! las más antiguas se llaman Dolores y Ana, pero no se cual es cual..son perfectamente intercambiables.
A este confusionismo de nomenclatura hay que sumarle el hecho de que tienen un acento muy del profundo sur. No sé cómo explicarlo pero es como si hablaran siempre con la a muy abierta...incluso cuanod las palabras no llevan a. Por poner un ejemplo..."los olivos", allí son "las olivas"...pero lo dicen así Laah olivaah y así con todo..." hay que ninñahhhh maaah manahhh". Para conseguir comunicarme lo mínimo imprescindible para asegurar la supervivencia de mi progenie y la mía propia durante el fin de semana, he desarrollado una táctica que consiste en llamarles a todos Paco y a todas Antoñita y sonreír cuando me hablan lo que suele ser suficiente porque casi nunca esperan que conteste. Que conste que el ingeniero tiene los mismos problemas de comunicación que yo...pero su estrategia consiste en embolingarse ingiriendo grandes cantidades de alcohol con sus primos.
Ahí quería llegar yo., a los primos. El ingeniero es el pequeño de 40 primos carnales, un festival de vida familiar, tenemos de todo: catedráticos, informáticos, profesores, ganaderos, agricultores, bancarios, administrativos, militares, un cura y un angel del infierno.
Ahí quería llegar yo, al angel del infierno. No sé cómo se llama, creo que una combinación de Paco y Antonio, pero puede que sea Blas y Francisco, no lo sé, no he conseguido retenerlo. Es un tipo de unos cuarenta y pico palos, grande, con el pelo largo, muy largo y calvo por delante, perilla, una tripa cervecera espectacular y unos zuecos de piel de vaca. Es simpático aunque nuestro nivel de comunicación es nulo, yo no lo entiendo y además no sé qué decirle, así que nos limitamos a sonreírnos, dos besos y hasta el año que viene. Una relación sin dobleces.
Hace un par de años, pululaba yo por la casa familiar charlando con mi cuñado indio (¿he hablado de él?) cuando se nos acercó el angel del infierno.
- ¿Que tal?
- Bien, aquí charlando con J.
- ¿En inglés, no??
- Si...J. no habla español, ya sabes. ( en realidad si lo habla pero en el profundo sur finge no hablarlo para escaquearse...es indio pero no es tonto)
- Pues dile que se venga con nosotros a la cochera..que os voy a enseñar lo que me he comprado.
Y allí que nos fuimos siguiendo al angel del infierno, dispuestos a fingir nuestra mejor cara de admiración ante una cosechadora, un camión o cualquier otra cosa por el estilo, pero no tuvimos que fingir, sencillamente nos quedamos sin habla y con la boca abierta.
¿Qué había en la cochera?
Esto.
Un cadillac de los años 60 enterito. En foto impresiona, pero en directo y en una cochera del profundo sur, directamente te quedas muerto.
¿Cómo ha llegado esto aquí?
Me lo he comprado, me fui a Alemania, y me lo traje conduciendo.
¿Has venido desde Alemania en eso? Y ¿Cuánto gasta? (esta pregunta fue sugerida por J. que tiene inquietudes masculinas a pesar de ser indio)
Muchísimo, hay que parar cada 100 km a llenar el depósito.
Ah,qué bien, estupendo...y esto… ¿para qué quieres este coche aquí?
Pues es que es superchulo…así que nada, no lo quiero para nada...para pasear.
Mola mucho, ¿cuánta gente cabe?
9 sentados, pero mira, metete en el maletero, cabes tumbada.
Y ahí estaba yo, en una de las situaciones más surrealistas de mi vida, tumbada en el maletero de un cadillac mirando a un angel del infierno y un indio en Jaén.
Pues muy bien...que buena compra. ¿Y lo usas mucho?
Casi todos los días, el otro día lleve a las tías a Jaén (tienen 80 y pico años cada una).
Me imagine la escena, vas por Jaén conduciendo, paras en un semáforo. Por inercia miras al coche de al lado..¡¡Coño, un cadillac! miras al conductor y ¡coño, conducido por un angel del infierno! miras al asiento de atrás y hay dos venerables ancianitas de negro ¡coño...paseando a Miss Daisy!
Me quejo de vicio, porque me piro al profundo sur y seguro que me lo paso en grande y traeré increíbles anécdotas para contar y aceite del bueno.