miércoles, 18 de diciembre de 2013
lunes, 18 de enero de 2016
El periodista y su verdad
"Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de éstas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno. Lo mismo que la crédula viuda que un día se despierta para comprobar que el joven encantador se ha marchado con todos sus ahorros, el que accedió a ser entrevistado aprende su dura lección cuando aparece el artículo o el libro. Los periodistas justifican su traición de varias maneras según sus temperamentos: los más pomposos hablan de libertad de expresión y dicen que "el público tiene derecho a saber", los menos talentosos hablan sobre arte y los más decentes murmuran algo sobre “ganarse la vida".
"En nuestra sociedad, el periodista es considerado, junto con el filántropo, como una persona que tiene algo extremadamente valioso que dar (su haber es la extrañamente embriagante sustancia llamada publicidad) y, por consiguiente se lo trata con una deferencia que no guarda proporción con sus méritos personales".
"No creo en la ética circunstancial y ciertamente no creo que los periodistas tengan que mentir y representar falsamente los hechos para lograr que alguien trabaje con ellos. También creo que semejante duplicidad engendra graves dudas sobre lo que se escribe. Para mí, si la libertad de publicar depende del derecho a mentir, entonces se trata de una libertad que no debería ser protegida".
“Una mentira es algo que uno dice con mala voluntad o de mala fe en tanto que una falsedad es parte de los ardides de los que uno puede echar mano para llegar a la verdad”.
“Otra trampa promovida por las escuelas norteamericanas de periodismo es la servil adhesión a la 'ecuanimidad'. Pero si un bando dice una cosa y el otro bando dice otra, ¿acaso la verdad radica necesariamente en 'algún lugar entre los dos'? El periodista que dice 'He conseguido cabrear a los dos bandos, así que debo ir por el buen camino', probablemente se engaña. La ecuanimidad no debería ser usada para encubrir la desidia. Si hay dos o más versiones de un suceso, un periodista tiene que investigar y considerar cada afirmación, pero en última instancia el periodista tiene que llegar al fondo de cada versión, independientemente de quién la sostiene. El periodismo tiene tanto que ver con 'lo que dijeron que vieron', como con 'lo que yo mismo vi'. El periodista debe empeñarse en descubrir qué pasa y contarlo, no castrar la verdad en nombre de la neutralidad”. Joe Sacco.
jueves, 19 de noviembre de 2015
6 cosas que no soporto del periodismo en España
jueves, 1 de diciembre de 2016
Twitter es el mal porque (les) conviene
jueves, 1 de junio de 2017
Lecturas encadenadas. Mayo

No tengo ni la más remota idea de como El Señor Maní, de A.B. Yehoshua ha llegado a mi estantería. Sé que fue un regalo pero no he conseguido saber de quién, he preguntado a unos y otros pero no he conseguido averiguarlo. Un libro de procedencia misteriosa con una historia desconocida y de un autor del que no había oído hablar en mi vida y que me ha encantado.
La historia de la familia Maní se organiza sobre cinco diálogos que van de delante atrás en el tiempo; el primer transcurre en los años 80 y el último en 1848. Cadaa uno sucede en una ciudad distinta y está protagonizado por personajes muy diferentes, a todos los une que a través de sus palabras rastreamos la historia de la familia Mani. Esta estructura narrativa exige al lector un esfuerzo para ir siguiendo el hilo entre un diálogo y otro, para recordar los detalles y a la vez meterse en la piel de cada narrador y su propia historia. Yehoshua es un grandísimo escritor que va cambiando de registro, lenguaje, tono y vocabulario en cada diálogo: una joven del siglo XX, un soldado alemán de la II Guerra Mundial, un soldado judío del ejército británico en la I Guerra Mundial, un pediatra polaco de finales del siglo XIX y un estudioso vendedor de especias en 1848. En cada diálogo, como es evidente e imprescindible, hay un interlocutor pero no oímos sus palabras. El talento de Yehoshua permite que el lector las imagine por las réplicas del único personaje que habla.
No es una lectura sencilla pero me ha gustado muchísimo. Yehoshua es un grandísimo escritor, reconociblemente judio, como Oz, pero distinto.
«-Aguarda... Antes fue aquella cena a la que nos habíamos visto obligados a participar: una cena muy frugal consistente en pequeños platos de manzana, verdura hervida, granadas y sesos fritos; unos platitos de los que cada uno no es más que un símbolo de algo, una súplica, una barrera contra los enemigos, un deseo, una fantasía, aunque ninguno de ellos bastaba para saciar el hambre sino que no hacían más que abrirnos cada vez más el apetito».
El síndrome lector de Elena Rius es un libro al que tengo un cariño muy especial. Hace dos veranos, su autora me envío el manuscrito en primicia. Recuerdo con especial cariño aquellos días de playa, mar, piscina y siestas disfrutando por segunda vez los textos de este libro. ¿Por segunda vez? Sí porque El síndrome lector es una recopilación, reordenación y reescritura de muchas de las anécdotas librescas que sobre libros, leer, lectores y lecturas Elena Rius (alias de la estupenda editora María Antonia de Miquel) lleva años escribiendo en su blog Notas para lectores curiosos y que se agrupan en el libro bajo cuatro epígrafes: maneras de leer, el síndrome lector, curiosidades librescas y galería de bibliómanos.
Lo mejor que se puede decir de este libro es que desprende amor por la lectura y los libros. Al comenzar a leer te sientes en casa, o mejor dicho, o parte de un club «Hola, me llamo Moli y me encantan los libros» «Bienvenida Moli, pasa, todos te queremos aquí».
Lorenzo Silva lo explica mucho mejor que yo en el maravilloso prólogo del libro:
«Puede que no sean mucho, esos lectores. Puede que con el tiempo, el deterioro de la educación y la proliferación de las distracciones secan cada vez menos. Pero son los que hacen que escribir merezca la pena. Son ellos, aquejados del síndrome, los que sabrán valorar este libro, y darle (como a todos los demás que en el mundo son, fueron y serán) vida, belleza y sentido».El cómic del mes ha sido Oscuridades programadas. Crónicas desde Turquía, Irak y Siria, de Sarah Glidden. En el año 2010, la autora, viajó con dos amigos periodistas y un ex marine de los Estados Unidos por Turquía, Siria e Iraq. El propósito de su viaje era tratar de conocer, comprender y posteriormente reflejar, a través de su libro y sus dibujos, el papel del periodismo en la actualidad. Han pasado siete años desde aquel viaje de dos meses y la situación en los tres países visitados ha cambiado por completo: Turquía se ha convertido en una dictadura sin libertades y con el periodismo bajo sospecha y amenaza continua, Siria está completamente destrozada por una guerra civil que ha convertido a la mayor parte de su población en refugiados o muertos, e Iraq, que en el libro parece el sitio más peligroso, se recupera aún muy poco a poco de la invasión americana, la inestabilidad política y los ataques del estado islámico.
El mayor valor de Oscuridades programadas está en su presentación del papel del periodista, un papel muy alejado de todos aquellos tópicos que lo han empañado en los últimos años. No hay periodismo triunfalista, ni periodistas erigidos en salvadores de la democracia, los valores supremos ni la humanidad, no hay periodistas aleccionando sobre la importancia de su trabajo, ni periodistas protagonistas, no hay victimismo ni industria. En Oscuridades programadas hay dudas, hay interés, hay obsesión por contar historias pero sin prometer soluciones, hay interés en ser lo más objetivo posible y empeño en encontrar el mejor enfoque para contar la historia y, también, para conseguir venderla. Se persigue ver la realidad para poder contarla y se reflexiona sobre los errores al ejercer el periodismo.
En El Buscalibros he hecho una reseña muchísimo más extensa, pero Oscuridades programadas es un cómic muy interesante para reflexionar sobre el papel del periodismo, lo que debe y no debe ser, lo que puede y no puede conseguir y sobre cómo está cambiando su ejercicio y también su percepción. Debo añadir que los dibujos de Glidden, tan limpios, delicados y delineados producen un curioso choque con lo que se está contando. Al leerlo tenía en mente el enfoque que del mismo tema tiene Joe Sacco pero sus dibujos no pueden ser más diferentes.
Retrato de un matrimonio, de Nigel Nicolson me ha encantado. Otro libro al que llegué por una recomendación «Te va a encantar» y el recomendador acertó de pleno. El matrimonio que se retrata es el de Vita Sackville-West y Harold Nicolson, padres del autor del libro en realidad coautor porque de las cinco partes que componenen el retrato, dos son transcripciones de los textos que Vita escribiendo contando su vida y su historia de amor con Violet, la única de sus aventuras que puso en peligro su relación. Vita y Harold tuvieron un matrimonio increíble, duradero y, sobre todo, feliz para ellos dos.
Me ha conmovido su honestidad brutal con el otro y su sinceridad consigo mismos, también el consciente egoísmo sin límites de Vita y la compresión inteligente de Harold y me ha sorprendido la capacidad de ambos para construirse una relación, una vida, una familia a su medido, a salvo del qué dirán y de lo políticamente correcto. Los dos eran increíblemente inteligentes y, su amor era más intelectual y de afinidad que físico, a pesar de que tuvieron dos hijos. NO fueron padres ejemplares ni pretendieron serlo ( y menos para lo que se estila ahora) pero su hijo habla de ellos con amor absoluto y completa admiración.
Vita escribe sobre su infancia.
«Creo que tenía plena conciencia de que, si no podía ser popular, sería inteligente; y conseguí labrarme una reputación de persona inteligente, nada merecida, porque está claro que no lo soy, pero duradera como todas las reputaciones. No creo que haya desparecido aún; la gente dice «Oh, sí, escribe, ¿verdad?», como si hubiera que ser inteligente para escribir. Nadie me odiaba en el colegio, o al menos eso creo; incluso me parece que muchas me apreciaban. Pero me importaba bien poco que me quisieran o no. Fueron mis años más rebeldes. Me empeñé en el estudio y llegué a ser más pedante que nunca. Conseguí aspecto de profesional del intelecto. Dejadme que me enfrente a esa condenada verdad».Harold le escribe a su hijo cuando éste está en la universidad:
«No tiene sentido tratar de ser original. Esto conduce a meras contradicciones... y la gente contradictoria produce la peor especie de aburrimiento. Has de pensar las cosas por ti mismo. No empieces discrepando por principio de lo que piensan los demás. Quizá tengan razón. Pero elabora lenta, cuidadosa y silenciosamente tus propias ideas acerca de todas las cosas».Me ha encantado.
Y con esto, y un bizcocho, hasta los encadenados de junio que ha empezado genial.
lunes, 17 de agosto de 2020
Podcasts encadenados (XIII)
Podcast: Radio Ambulante.
Episodio: Más se perdió en la guerra.
Duración: 13 minutos
miércoles, 23 de septiembre de 2015
Nuevo periodismo
martes, 26 de abril de 2011
NO SE PUEDE MOLAR MÁS QUE ENRIC

Moli: Cuando eres protoadolescente carpetera, te gustan los guapos que están de moda. En mi época Rob Lowe, Tom Cruise, a algunas Patrick Swayze… eso tipo de chulazos.
Be: Puede ser incluso peor, pueden gustarte los cara-de-niños, como Kirk Cameron, Morten Harket (el de A-Ha) o incluso Alejandro Sanz (y avergonzarte de ello toda tu vida).
Moli: Luego poco a poco, según tus hormonas se van alineando y consigues establecer algún tipo de control sobre tus gustos (esto es, dejas de estar mediatizado por lo que dicen los demás) te lanzas a los clásicos: Paul, James Dean, Marlon Brando para otras…
Be: Estableces los cimientos del fenotipo que te molará después: Cary Grant y Gregory Peck si te van los morenos, Paul Newman y Robert Redford si tiendes a los rubios.
Moli: Más o menos todos son lo mismo: son guapos. O Atractivos. O las dos cosas a la vez. Es decir, lo que importa es el físico. No vas más allá…esos tíos son guapos y punto. Como eres mema, ni siquiera te fijas mucho en el cuerpo.
Be: Bueno, igual sí que te fijas, Y tienes una etapa en la que te flipa Jean Claude Van Damme. Y te sabes los diálogos de sus pelis. Y las coreografías. Y también se las saben tus hermanas, que son pequeñas y viven mediatizadas por lo que tú les trasmites. Pero luego creces.
Moli: Luego creces, te haces mayor, aprendes cositas variadas y chupis y un día te encuentras diciendo: dios mío, como me pone ese tío. Y ese tío ni es guapo, ni atractivo ni nada de nada.
Be: Pero cada vez que habla te tiemblan las rodillas. Por lo que dice y por cómo lo dice. Ya te molan los hombres y además te molan los hombres interesantes. Los hombres que molan mil.
Moli: Como Enric. No se puede molar más que él. Incluso cosas que en cualquier otro tío restarían mil puntos en atractivo, en su caso no restan sino que suman. Para empezar es periodista, como todo el mundo sabe una profesión de muy dudosa reputación.
Be: Eso si eres Moli y te dedicas a los libros de colores. Si eres Be y tú misma eres periodista… Desde pequeña has querido ser periodista y te molan los periodistas. Veías Lou Grant y te molaba. Veías Todos los Hombres del Presidente y te molaba. Y luego creciste, y tus periodistas referente dejaron de ser “de ficción”.
Moli: Por principio, un periodista es un tío que habla de todo sin tener ni puta idea. Pues no, Enric es la excepción que confirma la regla. Sólo habla de lo que sabe…y si no tiene ni idea, lo dice. “Ni idea”. Por supuesto, no tiene ningún futuro como tertuliano. Es corresponsal. Eso mola mil. Seguro que en la realidad, no mola ni la mitad de lo que uno se imagina, pero es una profesión molona. “Corresponsal”, como “subcampeón”, suena guay.
Be: La verdad es que puede molar mucho o ser un bluf. Enric ha sido corresponsal en Londres, París, Nueva York, Washington y Roma, y ahora mismo en Jerusalén, y no ha sido un bluf nunca. Los periodistas pueden no saber de nada o saber de todo, pueden ser ir de guays o ser auténticos, pueden chupar el culo del poder/la empresa/el viento que sople o no casarse con nadie. Enric está en el lado bueno de todos estos “o”.
Moli: Enric escribe unos libros más o menos podríamos llamar de viajes… pero sin ser de viajes. Van de las ciudades donde ha vivido. Ciudades molonas, claro… Londres, Nueva York y Roma. Enric escribe tan bien que probablemente si escribiera sobre Tomelloso, Fonz o Lepe sus libros molarían igual… aunque es posible que los comprara menos gente. El mundo está lleno de snobs.
Be: Enric ha cubierto guerras (y le han dado premios por ello), ha vivido la Historia y la ha contado, ha sabido ver historias y también las ha contado. Ha leído, ha viajado, ha vivido… y le ha aprovechado, porque es un tío curioso.
Moli: Pero curioso de verdad, por todo. Puede hablarte sobre la historia de los Nicks o contarte algo sobre Jack el destripador o sobre como Berlusconi se hizo construir una gruta igual a la de una peli de James Bond. Todo lo que cuenta resulta interesante para el que lee y supongo que para el que le escucha. Hay algunos tíos que tienen esa capacidad, pero son muy pocos. Enric hace que hasta el fútbol italiano mole…con la grima que dan los futbolistas italianos.
Be: Enric es uno de esos tíos en los que Moli y yo estamos de acuerdo. La inspiración para el post nos llegó con una entrevista/cuestionario que le hizo la revista GQ. En general las revistas de tíos me parecen lamentables. Es una opinión como cualquier otra que viene muy mediatizada por una entrevista a un escritor que leí una vez en GQ y que básicamente era “he quedado con él, y hemos ido a cenar, y le he hecho muchas preguntas chupis y él las ha contestado a ritmo vertiginoso”, pero sin poner las preguntas ni las respuestas. Lamentable. No sé, a lo mejor las revistas de tíos molan, pero la entrevista a Enric era lamentable también. Pero él… él molaba mil. Os hemos preparado una selección de preguntas.
GQ: Imprescindibles en tu armario. EG: Camisas. Muchas. De las de botones en el cuello.
GQ: Un complemento. EG: Pañuelos. Suelo llevar encima una cantidad absurda.
Moli: Es un tío que reconoce que es maniático. La mayoría de los hombres lo son. No pasa nada. Tenéis manías rarunas y absurdas que os condicionan la existencia. Lo aceptamos cuando convivimos con vosotros, perooooo… ¿Por qué no aprendéis de Enric y lo aceptaís? Él dice: “soy un maniático de las camisas y los pañuelos. Necesito tener una cantidad ingente de camisas planchadas con botones en el cuello y muchos pañuelos”. Así de sencillo. No lo niega en plan “noooo... qué dices… yo no tengo ninguna manía” al tiempo que comprueba por cuarta vez que ha cerrado bien todas las puertas del coche o comprueba que el pantalón no tenga la costura no sé cómo sino no sé cuándo.
GQ: ¿Sigues alguna rutina de imagen? EG: Higiene básica.
Be: Seguro que huele a jabón, maaaadre mía.
GQ: Un referente de estilo. EG: Procuro no parecerme a gente como Gadafi o Berlusconi.
Moli: Otra cosa chula. Si le preguntas a un tío a que otro tío le gustaría parecerse, el 90% dirá: “no sé, yo es que de tíos no entiendo”. Una respuesta idiota, dicho con cariño. El otro 10 % es posible que digan Paul Newman cuando en realidad querrían ser Madonna… pero ese es otro tema. A Enric le hacen esa pregunta y dice: “Procuro no parecerme a gente como Gadafi o Berlusconi”. Fabuloso.
Be: Para mí además significa que no se parece a mi ex, y eso son puntos extra.
GQ: Tu programa de TV favorito. EG: Sufro una lamentable adicción a 'House'.
Be: Buen gusto.
GQ: Tu icono femenino. EG: Charlotte Rampling.
Be: Sí señor. Llega a decir “la Pataki” y me da un chungo.
GQ: ¿Utilizas redes sociales? EG: No.
Be: Menos mal, porque si lee este post me muero.
GQ: ¿Qué suena en tu iPod? EG: No tengo iPod.
Moli: Enric no es un enfermo de los cachivaches electrónicos, y eso está muy bien. Seguro que tiene móvil y obviamente ordenador, pero fuera de eso, dudo mucho que maneje nada más ni sepa para que sirven. Es decir, nunca te verás obligada a regalarle algo con un nombre muy largo formado por una aleatoria combinación de HD XP o Full lo que sea. Por supuesto, Enric no hace bricolaje y jamás pediría una amoladora ni un detector de metales.
GQ: Gadget sin el que no podrías vivir. EG: Whisky. Si la respuesta es poco tecnológica, echamos un chip en el vaso.
Moli: Encima ingenioso y bebe. Los tíos abstemios están bien para que te lleven a casa, pero siempre mola que se mojen el piquito y más si son ingeniosos, entonces tendrán una conversación aún mejor.
Be: La gente abstemia no es de fiar.
GQ: Tu táctica de seducción. EG: Creo que hay que saber cuándo largarse.
Moli: Pues a sus libros solo hay que ponerles un pero: son demasiado cortos. Podrían tener, por ejemplo, 37 páginas más, así por que sí. Sin razón, 37 páginas más....
GQ: El momento GQ de tu vida. EG: Como la revista se llama GQ, deduzco que se tratará de un buen momento. Si es así, cuando nació mi hija.
Moli: Eso es tierno. Aunque claro, más tierno es cuando sabes que su hija murió luego y él ha contado una vez que no puede llorar, que ni siquiera lloró cuando murió su hija. Eso es tierno y de tener un par de cojones. Los hipersensibles no lloran.
GQ: ¿Qué tiene que tener un hombre GQ? EG: Siguiendo con las deducciones, diría que con un cerebro funcional y un poco de ironía se puede ir tirando.
Be: Pues mira, sí. Pero tú vas más que tirando.
Moli: Y antes de que alguien nos tire por tierra nuestro post laudatorio sacando a relucir las orejas de Enric, hay que decir que mola tanto que se las perdonamos.
Be: No es que se las perdone, es que me encantan.
Moli: Y a mí se me ocurre que es un sitio tan bueno como otro cualquiera para agarrar un tío cuando, digamos, bueno, vas a marcarle el ritmo, en caso de que hubiera que marcárselo, que no creo.
Be: Moli, que tengo amigos que nos leen que trabajan con él… Aunque la verdad es que yo tampoco creo.
GQ: Un hombre GQ. EG: ¿Se acepta Baruch Spinoza?
NO. No se puede molar más que Enric.
Otra entrada sobre él..aqui.
lunes, 2 de agosto de 2021
Lecturas encadenadas. Julio
Al lío.
Empecé el mes con Diario de los años del plomo de Richard Matheson que había comprado en la Librería La Lumbre en abril. Hace tres o cuatro años, en el podcast Todopoderosos, escuché hablar de Matheson a quien, confieso, no conocía. Basada en su novela, El increíble hombre menguante, había visto la película pero no tenía más conocimiento de él y por lo que escuché tenía el gusanillo de conocer su literatura.
Diarios de los años del plomo es una novela del oeste pura y dura. Hay indios, vaqueros, forajidos, ladrones de ganado, dueños de salones, prostitutas, soldados, periodistas que buscan noticias de ese oeste legendario que se estaba creando y llegaría hasta nuestros días convertido en el oeste real y sheriffs corruptos. Hay, por supuesto, tiros y muchísima violencia descontrolada. Sé que esta descripción echará a mucha gente para atrás: «uf, novela del oeste, yo paso» pero en esta casa, el salvaje oeste se respeta. Nos criamos leyendo las novelas de Zane Grey una y otra vez, volviendo a ellas cuando no sabías que leer y las tenemos en un altarcito en una de las estanterías. Además, este año leí también Ahora me rindo y eso es todo, de Álvaro Enrigue y recobré ese gusto por el oeste, por la vida dura, por los cabellos, dormir al raso, pelear por un mundo nuevo que termina con otro.
Matheson reconstruye a partir de unos supuestos diarios la historia de Clay Halser, un joven del este, veterano de la guerra que tras el conflicto no encuentra su sitio en su pueblo y se marcha en busca de aventuras. Las encuentra y se convierte en una leyenda tan grande que acaba devorándole. La historia la cuenta uno de esos periodistas que se inventó el oeste y que me ha recordado a, W. Beauchamp, el periodista que persigue a English Bob para contar su historia. Aquí carece de ese perfil ridículo pero el trabajo que hace es el mismo: crear leyendas del oeste que se lean en el este.
Volver a tener doce años fue una experiencia estupenda y creo que es una buena novela veraniega.
¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? de Jeanette Winterson tiene probablemente uno de los mejores títulos que yo recuerdo. Es la frase que la madre de la autora, la madre adoptiva, le dijo a la autora cuando se fue de casa con dieciséis años. «Me voy para intentar ser feliz» y la madre no lo entendió, le pareció marciano esa aspiración absurda pudiendo ser normal o lo que ella creía que era normal.
Vaya por delante del comentario que este libro me ha gustado mucho, muchísimo. Tenía muchísimas ganas de cogerlo desde hace años y no me ha defraudado para nada. Me ha parecido impresionante y doblé muchísimas esquinas.
Winterson realiza un ejercicio de retrospección interior espectacular. Se busca en lo que fue su infancia y también en lo que no fue. Su vida con sus padres adoptivos, fanáticos religiosos, y su no vida con la madre que la dio en adopción son las que han formado la persona que es. Su vida con sus padres adoptivos fue una continua lucha con ellos, un intento permanente de encajar y de sobrevivir al maltrato y la incapacidad de su madre para querer, para quererla a ella y a si misma. Con dieciséis años la echaron de casa cuando confesó que era lesbiana y que no pensaba dejar de serlo a pesar del exorcismo al que la habían sometido dos años antes para limpiarla de pecado.
A Winterson, igual que a la protagonista del Domingo de las madres, la salvan los libros. Los que lee compulsivamente en la biblioteca empezando por la A en la sección de literatura inglesa y también los que, de adolescente, se imagina escribiendo y los que finalmente escribe de adulta para ordenarse, encontrarse y contarse. Su primer libro, Fruta prohibida, era una ficcionalización de su vida que la hizo famosa y la llevó a ganar una palma en Cannes por el guión adaptado.
«Me costó bastante darme cuenta de que existen dos tipos de escritura; la que tu escribes y la que te escribe a ti. La que te escribe a ti es peligrosa. Va a donde no querías ir. Mira donde no querías mirar.»
En ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? Winterson escribe para ordenar su niñez y adolescencia hasta que entra en Oxford y descubre un mundo nuevo. De ahí, pega un salto temporal para llegar a la época actual, (2012 fecha de publicación de la primer edición) tras confesar que no quiere escribir sobre los años intermedios. En 2012 tras la muerte de su padre adoptivo decide buscar a su madre biológica. Esa búsqueda junto con el duelo y una ruptura dolorosa «la vuelven loca» como dice ella. Sufre una depresión terrible con la que yo me he sentido muy identificada.
Sabia perfectamente que no podría reconstruir mi vida ni rehacerla de ningún modo. No tenía ni idea de lo que habría al otro lado de este lugar. Solo sabía que el mundo anterior había desaparecido para siempre.
Tenía la sensación de ser como una casa encantada. Nunca sabía cuando algo invisible iba a golpearme, y era como un soplo, una especie de viento en el pecho o en el estómago. Cuando lo sentía, gritaba de lo fuerte que era. A veces me tumbaba enroscada en el suelo. A veces me arrodillaba y me agarraba a un mueble. Esto es un momento, has de saber que otro…Aguanta, aguanta, aguanta.»
Es, sin duda, uno de los mejores libros que he leído este año. Uno de esos que se te queda pegado y te da material para reflexionar durante meses. Somos lo que fuimos de niños, lo que vimos, lo que nos enseñaron pero también forma parte de nuestra persona lo que no fuimos, lo que no nos dejaron ser, pensar o sentir. Esa ausencia, ese vacío también nos configura.
«Cuando somos objetivos también somos subjetivos. Cuando somos neutrales, nos implicamos. Cuando decimos «creo que» no dejamos nuestras emociones al otro lado de la puerta. Pedirle a alguien que no sea emotivo es como pedirle que esté muerto».
Leed a Jeanette Winterson.
De este librazo salté a otro mayúsculo. En mi año Toni Morrison saqué de la biblioteca Paraíso, una de sus novelas más aclamadas y una auténtica cumbre de la literatura. Me ha parecido una novela muy compleja y muy ambiciosa. La narración se entrecruza en el tiempo y en el espacio a través de enrevesados linajes familiares a los que se suma un componente mágico que, a mí, me recuerda a Cien Años de Soledad.
Ruby es un pueblo imaginario, ubicado en Oklahoma. Fue fundado por los descendientes de ocho familias que llegaron, a su vez, de otro pueblo aún más legendario, Heaven, fundado por los esclavos cuando dejaron de serlo. Todos son negros y se practica el racismo hacia los blancos y también hacia los mestizos. A unos kilómetros del pueblo hay un edifico antiguo, conocido como el convento, en el que viven mujeres dañadas que han llegado de alguna manera extraña, empujadas por su destino. Allí de alguna manera se encuentran a misma, se salvan y se encuentran. Paraíso no es una novela fácil, es un cinco mil, una lectura exigente hacia el lector que debe poner la atención y el interés en cada palabra para no perderse en el trazado del universo que Morrison dibuja. Todos los temas de sus otras novelas: las relaciones familiares, el peso de lo heredado, la raza, la fortaleza de las mujeres, la violencia extrema, el odio, el amor. Es una novela profundamente feminista con las mujeres en el centro.
Tiene un arranque brutal. Un arranque que haría temblar a Tarantino.
«Disparan primero contra la chica blanca. Con las demás pueden tomarse el tiempo que quieran. Aquí no hace falta que se den prisa. Se encuentran a veintisiete kilómetros de un pueblo que, a su vez, queda a cinco cuarenta y cinco kilómetros del más cercano. El convento tendrá muchos escondrijos, pero hay tiempo y el día acaba de empezar»
A ese día y a esos escondrijos llega el lector al final de la novela, después de un viaje tan intenso que acabas sobrepasado.
Más mujeres en este mes. De la biblioteca saqué también Los senderos del mar. Un viaje a pie de María Belmonte recomendado por Elena Rius. Es un libro de viajes a la manera de Bryson, Patrick Leigh Fermor , Cheryl Straded, Helena Atlee o tantos otros. Si eres aficionado a este tipo de literatura Los senderos del mar no va a sorprenderte en la forma y en la manera de encarar la narración pero sí lo hará al contarte las historias de la Costa Vasca.
Pasear, caminar, el paisaje, los lugares que atraviesas, los que te acogen, los que te asustan y los que ya no ves porque han desaparecido pero estuvieron. Un poco de historia, otro poco de geología, unas gotas de fauna, flora y filosofía, un pelín de conciencia medioambiental. Con todos estos ingredientes, Los senderos del mar, es una lectura apetecible para el verano. Un libro, un camino, para recorrer, aprender y, por momentos, pensar que a lo mejor sería buena idea plantearte hacer alguna de esas etapas.
Hay anécdotas fantásticas como la del castillo de las maravillas construido por irlandés, de padre vasco, Antoine Abbadia Arrast, viajero, políglota (hablaba catorce idiomas) y enamorado de África. En el comedor del castillo, alrededor de la mesa, todas las sillas llevaban una letra en el respaldo y si se juntaban todas podía leerse: En esta mesa no hay lugar para el traidor.
Con otro libro muy de verano terminé julio. Piscinas que no cubren de María Agúndez me llegó de la mano de Editorial Dieciséis. Es una novela veraniega, perfecta para leer ahora, que cuenta la historia de una niña que llega a vivir con sus padres a Menorca. Se instalan en una casa azul, El Calypso desde la que se ve el mar. Su vida con sus padres, él notario, ella fotógrafa, sus amigos, la exmonja que la cuida, los vecinos de buena familia, el puticlub al otro lado del bosque, todo es configura su universo. Leyéndola casi podía escuchar Verano Azul. También me ha recordado a Panza de burro aunque sin los coloquialismos y sin esa sordidez sombría y trágica.
«La cabeza de mi padre funciona de manera totalmente opuesta a la de mi madre: a ella le late el corazón muy deprisa y a él muy despacio. MI padre necesita dormir muchas horas y mi madre podría vivir sin dormir. El siempre tiene frío cuando hace frío y calor cuando hace calor, y ella siempre tiene calor, haga la temperatura que haga. Los dientes de mi madre son todos postizos y mi padre nunca ha ido al dentista. A mi madre le da angustia gastar dinero y a mi padre le angustia tenerlo guardado. Para mi madre, lo primordial son sus cosas y para mi padre, lo primordial son las cosas de su madre»
Piscinas que no cubren os llevará a vuestros veranos de la infancia, a oler a cloro todo el día y andar descalzo. A pensar que todo va a seguir siempre igual.
Y con esto y un mes entero de vacaciones por delante que pienso dedicar a mirar el paisaje, pensarlo y leerlo, hasta los encadenados de agosto.