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martes, 18 de agosto de 2009

EL PERIÓDICO

Mi abuelo leía el “Ya”, se sentaba en la pérgola de su casa de Los Molinos con una cerveza helada que yo le había traído ( era una niña buenísima) y se lo leía de cabo a rabo. A mi me parecía que el periódico tenía que ser mágico, se abstraía y le daba igual lo que pasara a su alrededor. Cuando lo dejaba a un lado, yo lo cogía, lo abría y no me decía nada, todo era gris y negro. Pensaba que no conocía el código para que aquello fuera interesante.

Más tarde mi abuelo se pasó al Abc. Es el periódico que empecé a leer, y comencé por los sucesos: “ Descubierto cadáver de anciana desnuda en su casa” o “ Aparece una pareja acuchillada en su coche”. Esos titulares me dejaban sin palabras y me lanzaba al artículo como si fuera una novela, esperando encontrar la solución al enigma. Leía en voz alta para mi abuelo y luego pasábamos a las esquelas para ver si él conocía a alguien. Me alucinaba toda aquella gente que se despedía de sus muertos en el periódico. Con el tiempo aprendí a distinguir las esquelas corrientes y molientes de las molonas..esas en las que la gente deja volar su imaginación y pone cosas como: te fuiste un día de viento, para no volver, nosotros ramas en movimiento perpetúo esperamos volver a encontrarte” o cosas así que a mi me dan mucha vergüenza ajena.

Después como era muy “teleberza” me leía la sección de televisión para saber que ponían cada día y a qué hora. Era una guía andante de televisión. Por aquel entonces el periódico empezaba para mi después de los deportes donde estaban colocados los sucesos, luego las esquelas y después la tele. Si tenía ganas y era fácil resolvía el jeroglífico con mi abuela, pero eran pocas veces.

Por supuesto tuve mi época de leer los anuncios prohibidos de contactos: “espectacular colegiala te recibe desnudo en su ático de Serrano” …o “ griego, francés y beso negro”. No entendía la mitad de lo que ofrecían pero aquello tenía un tufillo raro.

He tenido una temporada larga de leer el periódico entero, de cabo a rabo, como una obligación, pero hace unos años me dí cuenta de que no me sentaba bien. Elevaba mi nivel de hostilidad hacia el planeta hasta unos niveles poco soportables incluso para mi. Me descubría leyendo y arrugando las páginas con los puños cerrados mientras me rechinaban los dientes de indignación y a la vez profería todo tipo de insultos contra la clase política de este país: bastardostocahuevos se creen que somos gilipollas..grrrrgrrrgrrrr.

Así que en un momento de madurez emocional, decidí dejar de leer la parte de nacional de los periódicos y mi vida mejoró muchísimo: aprendí de geografía internacional, conocí países que ignoraba, descubrí los suplementos de libros, la crítica de cine e incluso recuperé mi viejo gusto por las esquelas. Me dí cuenta de que lo que más me gusta de los periódicos es lo que no escriben los periodistas: me molan las cartas al director, y las columnas que me gustan son de escritores. Por supuesto no leo columnas de periodistas “independientes” que desde el primer renglón están catequizando sobre lo que es correcto opinar o no.

Me gusta leer el periódico pero sólo en unas determinadas condiciones. No me gusta leerlo a trancas y barrancas, me mola apoyarlo en una mesa y pasar las páginas despacio buscando con la vista lo que me llama la atención para leerlo poco a poco. Lo leo empezando por el principio, me salto nacional, el fútbol y casi siempre economía ( la ciencia ficción no me va). Si en los deportes hablan de algo que no sea el puto deporte de Cristiano Ronaldo entonces si lo leo, me interesan los deportistas que no ganan 90 millones de euros y se dejan la piel haciendo deporte. Ah, si sale Fernando Alonso tampoco lo leo.

Entre semana no lo leo, los tengo todos en el despacho pero no me gusta leerlos: no hay calma, no me dejan en paz, no me cabe el periódico abierto encima de la mesa, una de las páginas tiene que estar encima del teclado, tengo que dejar de leer porque vienen a preguntarme cualquier chorrada..no le encuentro placer a leerlo así.

El fin de semana sin embargo lo leo enterito: el suplemento de viajes, el de libros, le echo un vistazo a las páginas salmón e incluso al de salud o al de energía.

Me encanta el periódico en vacaciones de verano, la parte de nacional no ocupa nada y todo es morralla de la que me encanta: el misterio del Artic Sea perfectamente explicado con dibujos y todo, el rescate del pobre alpinista relatado día a día a 5 columnas, artículos sobre vidas de escritores, cartas al director de gente con tiempo libre que explica mejor que el periodista de turno el incendio de Lérida..etc, etc. Lo único malo del periódico en verano es la maldita brisa antiprensa de la playa.

Con el tiempo, el misterio del periódico ha perdido su gracia original. Cuando leo un artículo sobre algo que sé, qué conozco, sobre algo en lo que trabajo y me doy cuenta de cómo está de mal explicado, cómo es tendencioso, tramposo y en muchos casos falso , me doy cuenta de que no es para nada tan maravilloso como me parecía cuando contemplaba a mi abuelo leerlo. Eso sí, el día que descubro un artículo prodigioso la satisfacción es enorme.

A pesar de todo, para mí uno de los mayores placeres que existe es levantarme y desayunar mientras leo el periódico con mucha calma.

viernes, 3 de octubre de 2014

Lecturas encadenadas.- Septiembre


Este va a ser el post de lecturas encadenadas más breve de toda la historia del blog o puede que no. Como sólo he leído 3 libros en estos últimos 30 días (tengo uno a medias ahora empezado en septiembre pero según mis absurdas normas computará para octubre) puedo despachar el post en tres párrafos o dedicar 6 párrafos a cada libro.


Europa En Ruinas de Hans Magnus Enzesberger. Lunes 1 de septiembre de 2014, estoy sentada en el antiguo comedor de gala del Palacio Miramar de San Sebastián asistiendo a una estupenda charla de Fernando Cossio. Estoy concentrada y al mismo tiempo miro por la ventana y veo el mar y el increíble día de playa que hace. Pienso en que pasaré la tarde tumbada en la arena y empezaré el libro que llevo en la bolsa, "Europa en ruinas". Segundos después Cossio nombra a Enzesberger y alucino con estas casualidades cósmicas. 

Europa en Ruinas es una recopilación de artículos e informes de periodistas y agregados a los ejércitos aliados (no aparece nada de los rusos por la censura) que recorrieron Europa entre 1944 y 1948 dejando testimonio del estado de ruina económica, social, cultural, emocional y sentimental del continente. 

"Todos tienen en común que provenían de un mundo similar al nuestro: ordenado, normal, caracterizado por las miles de obviedades de una sociedad civil en funcionamiento."

Venían de una vida y una seguridad como la nuestra, hecha de pequeñas cosas que no apreciamos, que ni vemos. El orden y la normalidad arrasados por una guerra y por una paz. Lo más estremecedor no es la debacle económica, la pobreza, el vivir entre las ruinas o el hambre, cosas todas ellas de por sí terroríficas. Lo más horroroso es la ruina de valores, de referentes, de esperanza, de expectativas, de ilusión. La devastación más absoluta ha puesto fin a una guerra terrible pero ese final no es un sitio ni agradable ni esperanzador para vivir. Mientras había guerra, la gente soñaba con la paz... la paz, la victoria sobre los alemanes o incluso la derrota para los propios alemanes era una esperanza, una ilusión, una meta. 

La paz termina con esa esperanza. No queda nada que esperar ni nada por lo que luchar. 

Los italianos, retratados por Norman Lewis, con su peculiar carácter y manera de ver la vida, aparecen trapicheando con todo lo que pueden, incluso prostituyen a sus hijas de 13 años para tener con qué comer. Los franceses aparecen recuperando la vida en París tras la defensa heroica de la ciudad. Los polacos se ponen a reconstruir Varsovia desde cero tras haber sido diezmados por los nazis y haber terminado convertidos en un estado dependiente de Moscú. Holandeses, belgas...todos caminan sin rumbo en una especie de limbo gris y sin luz que no saben a dónde les lleva, ni siquiera saben si les lleva a algún sitio. 

Lo peor sin embargo son los alemanes. Sus ciudades arrasadas, ellos destruidos como pueblo por ellos mismos. Todos niegan haber sido nazis y no haber querido la guerra... pero obviamente no es cierto y los periodistas que hablan de Alemania escriben con rabia sobre esta negación colectiva.  La paz destruye a los alemanes como país y tienen que construirse desde cero intentando no ver el pasado pero ¿cómo no ver 15 millones de muertos? ¿Cómo no ver los hornos, las torturas, los campos de concentración? Es inevitable pensar que se merecían esa destrucción, esa desesperanza, esa ruina absoluta o pensar que no se lo merecían igual que tampoco lo merecían ninguno de los muertos y asesinados por los nazis durante la guerra. Pero estos testimonios de gente de a pié, me hacen ponerme en su piel y pensar en cómo sobreviviría yo a todo eso, a esa desolación, al hambre, al frío, a ver sufrir a mis hijas sin poder hacer nada. 

"Hay refugiados tendidos en todos los escalones y uno tiene la impresión de que no levantarían la vista ni aunque sucediera un milagro en medio de la plaza; tan seguros están de que no sucederá ninguno. Se les podía decir que más allá del Caúcaso hay un país que los acogerá y entonces ellos reunirían sus pertenencias sin fe ninguna. Su vida es sólo una ilusión, algo ficticio, una espera sin esperanza, ya no sienten ningún apego por ella; sólo la vida continúa adherida a ellos, como un espectro, como un criminal invisible y famélico que los arrastra por las estaciones de tren tiroteadas, noche y día, bajo el sol y la lluvia; respira en los niños dormidos que yacen sobre los escombros, con la cabeza entre los bracitos consumidos, acurrucados como embriones en el seno materno, como si quisieran retornar a él." Max Frisch, Frankfurt mayo de 1946. 

Peste y Cólera  de Patrick Deville.  Sobre este libro ( y algún otro que ya irá saliendo más adelante) también habló Cossio  en su charla.

Es la biografía de Alexandre Yersin, un personaje del que desconocía por completo su existencia y que sin embargo tuvo una vida como para protagonizar varias películas de éxito y lo que es más importante todavía fue un gran científico al que debemos entre otras cosas el descubrimiento del bacilo de la peste.

Yersin era suizo y se quedó huérfano de padre, una celebridad de los insectos, muy joven. Cuando llega el momento de elegir dónde continuar sus estudios, marcha primero a Berlín y después a París, donde conoce a Pasteur. Yersin se cansará pronto de Paris y el mundo del laboratorio y consigue plaza como médico de a bordo en un paquebote que cubre la línea Saigon-Manila. Allí encontrará su lugar en el mundo. Explora, investiga, acaba instalándose, cultiva plantas que se hace traer de todo el mundo, cría animales encargados a Europa, tiene el primer coche de Vietnam, la primera avioneta. Todo le interesa: todas las plantas, los insectos, las costumbres de las tribus de la zona, descubrir nuevas rutas, nuevos parajes, explorar la astronomía. Pasa de una idea a otra, de un propósito a otro invirtiendo en todas ellas el mismo entusiasmo.

El estilo de Deville, como el de casi todos los franceses, es frío, cortante, quirúrgico. Es justo el estilo que le pega a una personalidad como la de Yersin.

De este libro y de Yersin he escrito un post en el Cuaderno de Cultura Científica de la EHU/UPV por si alguno tiene interés en profundizar en su historia.

Y en este libro tan interesante he descubierto una tontería de esas que sé que no se me van a olvidar, el origen del término "posh", pijo en inglés.

"En las líneas marítimas se inventa este año la palabra "posh", que más o menos significa dandy o alguien que está muy a la moda a partir de la frase "port out, starboard home" ("babor ida, estribor vuelta"), porque queda muy chic cambiar la borda en la que se ha reservado plaza en función de la dirección que sigue el navío, con el fin de disfrutar siempre a través del ojo de buey del camarote, tanto a la ida como al regreso, del paisaje cambiante de las cosas, cuando los otros, los que no son posh y no han previsto el truco, no ven más que agua."

"Como todos, Yersin procura hacer de su vida una bella y armoniosa composición. 
Sólo que él lo consigue." 


Saga de Tonino Benacquista. Hablamos de este libro en el viaje a Francia y, a la vuelta, Juan me lo dio junto con un montón de documentales y películas de la II Guerra Mundial que iremos viendo poco a poco. 

Saga es una novela muy entretenida y parte de una premisa tan loca que es completamente cierta. Un directivo de una cadena de tv francesa se encuentra con la obligación de cumplir un mínimo de emisión de "producto nacional". Para solucionar este problemilla con el mínimo coste posible, contrata a 4 guionistas "mataos", cada uno de su padre y de su madre, para que escriban lo que les de la gana. Los únicos condicionantes son: que sea muy barato, 10 personajes y  4 decorados. Tienen que escribir 80 episodios de una hora de duración que se emitirán a las 4 de la mañana. 

No voy a destripar la novela. Lo mejor es que las ideas alocadas que a Benacquista se le ocurrieron en 1997, ahora mismo, esas mismas ideas, nos parecen completamente aceptables en casi cualquier serie. Un profesor de química que se convierte en un mega traficante de metanfetamina cuando le diagnostican un cáncer, un avión que se estrella y sobreviven casi todos sus pasajeros en una isla dónde hay osos polares, números, chinos y humo; una agente de la CIA completamente loca enamorada de un marine absurdo.  Ahora nos venden esas ideas envueltas en una producción maravillosa y espectacular, pero las ideas originales son igual de absurdas que las manejadas por los guionistas de Saga. 

Ninguna idea es demasiado absurda si sabes contarla. 

Saga es una novela muy divertida y refleja muy bien el mundo de la televisión y el maravilloso mundo de los guionistas y la "producción propia" pero de eso ya hablaré en otro post. 

Un mes con sólo tres lecturas pero las tres muy recomendables. Y con esto y un bizcocho hasta las lecturas encadenadas del mes que viene. 


miércoles, 9 de agosto de 2023

Lecturas encadenadas. Julio

 

Voy tarde como el conejo de Alicia, pero ¿a quién le importa? 


Al lío.


A principios de julio hice una incursión en la librería La Guarida de Cercedilla y me hice con un buen alijo. Me las prometía muy felices pero el resultado ha sido tirando a pobre. Empecé por Intimidades, de Kati Kitamura. Ha sido el libro del año para The New York Times y un montón de medios americanos y lo había visto recomendado en varias cuentas. ¿Merece todos esos elogios? No. Se lee fácil pero es, como dice mi hija Clara, un «sin más». Sin ninguna duda acabará convirtiéndose en una película con una protagonista misteriosa de la que se dirá que «retrata las incoherencias que la vida moderna exige a las mujeres», pero como novela es para pasar al rato. Lo mejor que tiene es que es breve, apenas 190 páginas, y Kitamura la termina antes de que el resultado se vuelva catastrófico. 


En la portada califican la novela como hipnótica y, aunque yo no llegaría a tanto, es verdad que al principio te interesa esa desconocida que llega a La Haya (una localización curiosa por poco habitual) para trabajar, como intérprete, en el Tribunal Internacional. Con este planteamiento bastante original Kitamura establece las bases para la historia: la protagonista, la ciudad, el trabajo y la relación amorosa. Cuando todo está presentado y esperas que pase algo, que juegue con esas cuatro bases, lo que ocurre es que empiezan a brotar pequeños elementos como la amiga rara, el librero atacado, el jefe de estado juzgado, etc. que no tienen ni pies ni cabeza y que parece que Katie ha puesto ahí para entretener al lector en lo que decide qué va a hacer con el conflicto principal. Ya aviso que la novela termina sin que ni el lector ni la propia Kitamura se acuerden ya de que era lo importante. Los dos, el lector y Kitamura, lo que quieren es acabar pronto antes de que todo sea un desastre. Como cuando acabas una cita lo más rápido posible, antes de que alguien se haga daño. 


«Eso es lo que ofrece una nueva relación, pensó, la oportunidad de ser alguien distinto a quien se es».


Con Nora Ephron la sensación siempre es «por favor, Nora, sigue hablando, sigue escribiendo, que esto no se acabe». En La Guarida compré también No me acuerdo de nada que, por alguna extraña razón, no había leído hasta ahora. Leer a Nora siempre me da mucha pena, es tristísimo que se muriera tan pronto, tendría tantísimo que decir ahora mismo. Su frase «El motivo principal por el que es importante tener un presidente demócrata es el Tribunal Supremo» encaja tan bien con lo que está ocurriendo ahora mismo en Estados Unidos.


Aparte de esa sabiduría de Nora, creo que No me acuerdo de nada es un libro para leer cuando te acercas o tienes ya cincuenta años. Hace poco escribí sobre las mujeres que no saben envejecer. A Nora no le gustaba envejecer pero sabía cómo hacerlo sacando además provecho de la experiencia adquirida: eso solo puedes valorarlo si ya te planteas que estás envejeciendo. Desde el primer ensayo que da título al volumen me sentí identificada.Yo tenía muy buena memoria pero ahora me encuentro con que he olvidado libros, situaciones, lugares, conversaciones. Es verdad que olvido cosas de mi pasado, no de mi día a día, pero me da muchísima rabia no recordar, por ejemplo, algunas lecturas. 


«En fin, lo importante es que hace años que las cosas se me olvidan, pero ahora se me olvidan de otra manera. Antes creía que podía recuperar lo perdido de un modo u otro, y guardarlo en la memoria. Ahora ya sé que no es posible. Lo que se fue, se fue para siempre. Y lo nuevo no se queda».


Siempre cuento que mi madre y yo tenemos una relación como la de Vivian Gornick con su madre, pero esto que dice Nora sobre cómo nos relacionamos con ellos o los percibimos también lo suscribo totalmente. 


«Siempre creemos que a nuestros padres les alcanzará un rayo y que, por arte de magia, se convertirán en las personas que querías que fueran, o que volvieran a ser las personas que eran. Pero eso no va a pasar nunca. Y, aunque sepas que nunca va a pasar, sigues teniendo la esperanza de que pase». 


Podría copiar aquí el libro entero, pero de su lista de las 25 cosas sobre las que la gente tiene una capacidad desconcertante para sorprenderse, me encantan estas: 

  • Los periodistas a veces se inventan cosas.

  • Los periodistas a veces cuentan mal las cosas.

  • La libertad de prensa es solo para el dueño de la prensa.

  • El mercado de valores no tiene explicación pero la gente sigue intentando explicarlo. 


Hay que leer todo lo de Nora empezando por Se acabó el pastel y siguiendo por éste. 


En la misma incursión a La Guarida (sí me dejé una pasta gansa) me compré los tres tomos que me faltaban de El árabe del futuro. En 2016, después de conocer en un artículo a su autor, Riad Sattouf, empecé a leer esta historia de su vida. Sattouf es hijo de francesa y sirio y su infancia y adolescencia transcurrió entre Normandía y Siria, entre dos familias completamente opuestas y bajo los caprichos de su padre, un profesor sirio en principio agnóstico que poco a poco se va volviendo más religioso. La gracia de esta historia es que está contada desde el punto de vista de Sattouf como niño, adolescente, joven y adulto. El dibujo de Sattouf es además muy característico, casi entrañable. Lo recomiendo mucho para ir leyéndolo poco a poco porque son seis tomos. 


El chasco del mes también es del mismo botín y venía muy recomendado. Fortuna, de Hernán Díaz, ha ganado el Premio Pulitzer y lo único que puedo decir es que no hay que fiarse nunca más del Premio Pulitzer. Esto es casi como cuando Cien noches (esa basura infecta) ganó el Premio Herralde, que dejamos de confíar en ese premio. Fortuna no es ni de lejos tan espantoso como Cien noches pero es un tostón impresionante. Lo cogí con muchas ganas, quería que me gustara, quería sumergirme en ese novelón prometido que me procuraría horas de entretenimiento y escape. No he conseguido nada de eso, Fortuna me ha dado horas de aburrimiento, horas de pretenciosidad, insulsez, sopor y ¿he dicho aburrimiento? Pues eso, Fortuna es un tostón. Lo peor, sobre todo, es que esta novela huele a naftalina, a historia ya contada, a estilo copiado, a fórmula para intentar triunfar. ¿Desrecomiendo Fortuna? Pues sí, pero si no os fiáis de mí, por lo menos no os gastéis el dinero: sacadlo de la biblioteca.  


Un mes regulero. Si queréis mi consejo: pasad de Kitamura y Hernán y dedicaos a Nora y al tebeo. 


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viernes, 14 de octubre de 2016

Lo de Dylan y el Nobel

Y el Nobel es para Bob Dylan. 

Mi primera reacción fue de sorpresa y luego risas. Me imaginé a Murakami con los ojos fueras de las órbitas por la sorpresa. Le visualicé luego, levantándose lentamente del ordenador dónde se había sentado para seguir con fingida indiferencia y los dedos cruzados el fallo del jurado, y caminar hacia su ordenada estantería de vinilos y poco a poco ir cogiendo todos los discos de Dylan y tirarlos al suelo con rabia. Toda la rabia que un japonés tántrico y que habla a su gato puede soltar. 

Me vine arriba y le imaginé incluso cantando por Siniestro Total y pensando en Dylan "Te degollaré con un disco afilado... y bailaré sobre tu tumba". 

Mientras dejaba volar mi calenturienta imaginación y me echaba unas risas a costa de mi animadversión a Murakami, la red se incendió de opiniones sobre el Nobel. 

Están los que les parece maravilloso. Dylan es un rapsoda, la literatura empezó siendo cantada, los griegos tocaban el arpa, es un juglar... y yo solo pienso en Asuranceturix, el bardo de Asterix, y en lo ridículo que estaría Dylan con mallas.  

Están los que les parece horrible. ¿Qué va a ser lo próximo? ¿Un guionista de televisión? ¿Un autor de comics?  Esto es una "afrenta" para todos los literatos del mundo, acabo de leer. Ole, una afrenta para todos... no solo para los que podrían ganar el Nobel sino para todos. Sospecho que el autor del artículo está sin respirar de la indignación y sospecho que mi adicción a Asterix es excesiva

Está el bando de los periodistas / especialistas culturales que los que les molesta es que la gente opine sobre el Premio y sobre Nobel. "No veo que los premios científicos se discutan tanto" o "Si no has leído y traducido todas las letras de Dylan tu opinión no es pertinente". Me troncho. A estos lo que les molesta es que les quiten su parcelita de lucimiento. Otros años podían tirarse el pisto o lucir su verdadero conocimiento (en algunos casos) sobre el premiado y eran consultados por medios y gente para dar su opinión sobre algo que casi nadie conocía. Este año su gozo en un pozo, todo el mundo puede opinar sobre Dylan porque todo el mundo le conoce. La superioridad intelectual ha perdido su semana grande de lucimiento. 

¿Qué me parece a mí? Pues la verdad es que me da igual. ¿Es Dylan literatura? Tengo mis dudas. Tengo una opinión más o menos autorizada (para el periodista de esta mañana) porque he escuchado mucho a Dylan, muchísimo, por elección personal y porque mi hermano tuvo una época de adicción absoluta en la que sólo se escuchaba a Dylan. Creo recordar que incluso tenía grabado en cintas Tdk varios programas especiales que José Ramón Pardo dedicó a toda su trayectoria musical. Algunas canciones de Dylan me gustan y otras no. A veces me parece un auténtico coñazo, otras veces me flipa y algunas veces me retrata.  

She takes just like a woman, yes, she does
She makes love just like a woman, yes, she does
And she aches just like a woman
But she breaks just like a little girl.


Tengo mis dudas sobre lo que el propio Dylan opina sobre sus escritos. "Yo ni siquiera considero escribir canciones, la canción está ahí en el aire, estaba allí antes de que yo cogiera el lápiz", dice en esta entrevista con 20 años y en la que está increíblemente "simpático".  "Yo nunca seré rico y famoso" dice con total inocencia.

¿Se merece el Nobel? Pues no lo sé pero es que además da igual. Los Premios Nobel son una organización privada que da unos galardones a quien le apetece en base a unos criterios que ellos saben y los demás no. Este año han decidido que a Dylan, pues estupendo.  A nivel de promoción y publicidad ha sido un golpe maestro.  

Personalmente hubiera dado saltos de alegría si el Premio se lo hubieran dado  por ejemplo a Philp Roth, Margaret Atwood o Richard Ford pero me alegro infinito de que no se lo hayan dado a Murakami. 

Por otra parte este premio me ha permitido decir una frase que jamás pensé que diría "Yo estuve con 15 años en un concierto de un Premio Nobel en el Palacio de los Deportes". Un concierto atroz, espantoso y muy coñazo en el que Dylan estuvo desagradable, antipático y roñoso. Tocó 50 minutos. 

¿Nobel a Dylan? Voy a decir que sí, que me parece bien, solo por las risas y la diversión que me ha proporcionado este momento. 

Eso sí, Murakami ha empezado a darme hasta penita, los del Nobel lo están masacrando. 

Haruki, ¿cuál es tu inspiración?
Los gatos, mi ego, la música americana, el folk...
Aha, pues mira le vamos a dar el Nobel a Dylan por "For having created new poetic expressions within the great American song traditition" que tanto te inspira.

¿A quién quiero engañar? Me encanta.


miércoles, 25 de noviembre de 2020

Podcasts encadenados


Antes no podía escuchar podcasts sin hacer nada, me distraía y me parecía estar perdiendo el tiempo igual que cuando me desmayo los fines de semana frente a una peli alemana de sobre mesa en la que una cirujana cardiaca que vive en una casa ideal y está liada con otro cirujano canadiense se enamora por error de su nuevo vecino artista gay y acaban teniendo un hijo juntos. Es una pérdida de tiempo que hay que tener de vez en cuando para seguir siendo humano pero que no se puede convertir en una rutina porque entonces te quedas sin riego cerebral. Escuchar los podcasts sin hacer nada más que estar tumbada me parecía no tan grave como lo de la cirujana pero sí una pérdida de mi valioso tiempo ¿Por qué escuchar solo cuando al mismo tiempo podía estar haciendo bici estática, ordenando el armario, paseando, planchando o rastrillando? Pues ya sé la respuesta: porque sí. Señores, en esta vuelta a los días iguales puedo pasarme horas tumbada mirando por la ventana y escuchando podcasts sin parar. Y no me siento culpable, ni tengo la menor sensación de estar perdiendo el tiempo: me estoy curando. (Quizás debería pedirle a Ximena una ilustración nueva, conmigo en plan dama de las camelias, postrada en un sofá para ilustrar estos posts)

Gabinete de curiosidades ha vuelto con una apabullante tercera temporada, producida por Podium Podcasts. Además de la maestría, la escritura y las ideas de Nuria Pérez, el podcast tiene ahora una elegancia sonora que pone los pelos de punta. Cuando escribo esta reseña, han salido cinco episodios a cual mejor. En esta nueva temporada todos tienen, además, un trasfondo social, el propósito de hacernos pensar en cosas que están mal en nuestra sociedad y a las que todos somos ahora, creo, más sensibles en estos tiempos de pandemia. Las historias, como siempre, están llenas de detalles y delicadeza y de personajes que Nuria presenta con su característica elegancia y que invitan siempre a querer conocer más.  

El último episodio, el que salió ayer, se titula Al otro lado y trata sobre la frontera entre México y Estados Unidos y los inmigrantes que intentan cruzarla, los voluntarios que tratan de ayudarles a que no mueran y las fuerzas del orden que se dedican a impedir su entrada. Como complemento perfecto a ese episodio, os recomiendo también el último de The Cut, con mi querida Avery Truefelman, que se titula THE BORDER PATROL I KNOW en el que una reportera entrevista a un agente de la frontera. Son dos personajes antagonistas, con posturas completamente diferentes respecto a la inmigración y al trato que debe darse a las personas que intentan cruzar pero que, sin embargo y en contra de lo que estamos acostumbrados últimamente, charlan sobre sus posturas intentando entenderse. Es descorazonador escuchar como el agente justifica sus acciones "porque es la ley" pero entiendes su postura, su dedicación a su trabajo aunque te gustaría que fuera otro o que dijera "yo no quiero hacer esto" o, como en las pelis, "en realidad les ayudo jugándome mi puesto". Pero la frontera no es una película, es una realidad en la que mueren miles de personas. 

¿Qué más recomiendo? 


Un libro, una hora de Antonio Asensio y la Cadena Ser, es uno de los mejores podcasts sobre literatura que he escuchado. El título lo dice todo. Durante una hora, Antonio Asensio acompañado por un par de voces, una masculina y otra femenina (de las que no he podido encontrar los nombres en la web) desmenuzan grandes obras de la literatura universal. Es un podcast sencillo, íntimo, que se siente como si te leyeran en voz alta uno de tus libros favoritos frente a una chimenea, a la orilla del mar o mirando un paisaje. Las voces son cálidas, los extractos que se leen están perfectamente elegidos y el contexto histórico y literario de la obra se explica con sencillez pero sin frivolidad, aprendes del libro que has leído. Lo recomiendo muchísimo sobre todo para volver sobre grandes libros que te hayan gustado mucho, en tus oídos, con Un libro, una hora, esas historias crecen, los personajes cogen vuelo, vuelven a tu memoria y recuerdas las sensaciones que aquella historia te provocó en su día. Yo solo escucho episodios sobre libros que ya he leído pero eso depende de cada uno. 

Podcast: Un libro una hora. 
Duración: Una hora, obvio. 
Pista: es un podcast perfecto para meterte en la cama y escucharlo con la luz apagada, recordando cuando te leían cuentos hasta quedarte dormido (si tuviste esa suerte). Para empezar voy a recomendar el episodio sobre una de mis novelas más favoritas del mundo mundial, El último encuentro de Sandor Marai. 

Que levanta la mano quien no sepa quién es Mandy Patinkin y abandone sin mirar atrás este blog. Mandy Patinkin es actor, cantante, Iñigo Montoya, Saul Berenson, Avigdor y un señor maravilloso casado con una señora maravillosa con gafotas gigantescas que está haciendo este año mejor para todo el mundo. Durante el confinamiento, uno de sus hijos se fue a vivir con ellos y empezó a grabarles en su día a día y a subir los videos a twitter.  Han bailado, cantado, discutido, y han hecho muchísimo trabajo de apoyo a Biden y a candidatos demócratas en las elecciones. Si alguna vez vuelvo a vivir con un hombre quiero ser como Mandy Patinkin y señora, exactamente igual y tener una casa parecida. En este episodio de The Axe Files with David Axelrod entrevistan a Mandy que, repito, es un señor maravilloso que además cuenta las cosas muy bien. Habla de su vida, de su familia, de como su madre jamás le dijo "hijo mío, qué bien has hecho esto" (me suena), de sus inicios de como actor, de como conoció a Barbra Streisand, de La Princesa Prometida, del encuentro con su adorable esposa, de Homeland y los campamentos de espías que hacían y de un montón de cosas más. Es una conversación muy interesante que merece muchísimo la pena.  


¿Qué más? Un podcast australiano de llorar y no parar. A veces hacen falta estas cosas. Goodbye to all this es la historia de Sophie Townsed y la muerte de su marido, Russell por un cáncer.  Lo sé, el tema es para salir corriendo pero Sophie lo cuenta muy bien, con una delicadeza y una sensibilidad que te pone los pelos de punta y te salta las lágrimas desde el primer momento. Sophie susurra con un acento australiano bastante cerrado como era su relación con Russell, su vida con él y sus dos hijas pequeñas y como él empezó a estar muy cansado, débil y una pequeña luz de alarma se encendió en su interior. El proceso completo de diagnóstico, negación, terror, enfermedad, la relación con las niñas, verbalizarlo al exterior, asistir al final, el luto, la imposibilidad de avanzar, de ausencia, de sentir que nadie la entendía, todo está contado con una crudeza íntima que desarma y a la vez tranquiliza porque hace real algo en lo que la mayoría no queremos pensar ni un segundo.  

La producción es sencillísima, acorde con la narración, pero llena de pequeños detalles sonoros: el viento, una puerta, un timbre, una cucharilla, una música leve que dan textura a la historia, que la situan en una realidad cotidiana. La mayor parte de la narración está en la voz de Sophie, como ya he dicho muy peculiar, con pequeñas intervenciones de gente cercana a ella que dan su punto de vista sobre como estaba Sophie, como fue un determinado acontecimiento: su madre, su mejor amiga, las madres con las que tomaba café al dejar a las niñas en el colegio, etc. 

Es un podcast de llorar, aviso pero merece mucho la pena. 

Duración: media hora escasa cada episodio. 
Pista: hay que empezar por el primero, para mí el que más vértigo da, cuando todo en tu vida está bien y de repente deja de estarlo y tienes un impulso irrefrenable de que la vida no sea como es, quieres volver atrás en el tiempo, no llegar a ese momento en el que todo se rompe, no vivirlo, no saber.  

¿Os da miedo volar? ¿Os flipan los aviones? Da igual, me apuesto las dos manos a que todos alguna vez habéis mirado las instrucciones de seguridad plastificadas (por cierto, ¿ahora en pandemia siguen estando?) de los aviones y habéis pensado: esto es una chorrada que no sirve para nada y ¿por qué harán los dibujos tan feos? Yo confieso que he hecho las dos cosas y hasta escribí un post al respecto hace muchísimos años. Como nunca te acostarás sin saber una cosa más que te haga darte cuenta de que eres idiota en In the Unlikely event este episodio de uno de mis podcasts favoritos 99% invisible, hablan justamente de esas instrucciones, de su historia, cuando comenzaron a hacerse, qué sentido tienen y lo más alucinante de todo: está comprobado estadísticamente que tus posibilidades de supervivencia en un accidente aéreo están directamente relacionadas con el hecho de que las hayas leído y memorizado. En el episodio hablan de muchísimas cosas, entrevistan incluso a los principales diseñadores de esos monigotes y cuentan la historia del peor accidente de aviación de la historia, el que ocurrió en el aeropuerto de Los Rodeos en Tenerife. Lo más impactante es la cantidad de gente que murió en ese accidente no por la colisión, sino porque se quedaron petrificados en sus asientos sin saber salir. Escuchad el podcast y, por favor, leed las instrucciones de seguridad.   

Mi última recomendación por hoy es un episodio de 2018 de This American Life. This American Life es el decano de los podcasts en Estados Unidos y su estilo y el de su presentador Ira Glass han marcado a cientos de periodistas y podcasters. Sara Koening, autora de Serial, el podcast que marca el comienzo de la Edad de Oro del medio trabajaba con Ira Glass antes de eso. El caso es que This American Life cumple veinte años y están recuperando los mejores episodios de estos años elegidos por el propio equipo. Que entre más de setecientos episodios te escojan los mejores es un trabajo que se agradece. El que os recomiendo hoy para finalizar esta sección se titula Rom-com (Romantic Comedies) y trata sobre eso, sobre las comedias románticas, porqué nos gustan y al mismo tiempo nos cuentan varias historias de amor que podrían haber sido perfectamente guiones de comedias románticas de Hollywood. Es un episodio precioso, lleno de amor, de comedia, de placer culpable y diálogos de Cuando Harry encontró a Sally, la quinta esencia del género y como dice uno de los productores "A lo mejor eres buena persona pero si no te encanta Cuando Harry encontró a Sally, yo no puedo salir contigo".  

Y ya para terminar de verdad, os recuerdo que De eso no se habla sigue publicando episodios aunque ya quedan pocos para terminar la temporada y que Ay, campaneras se toma un descanso después de veinticinco maravillosos episodios sobre copla e historias de copleras. Estáis a tiempo de engancharos a ellos.  

Pues esto es todo por ahora. Como siempre, si escucháis algo, venid a contármelo. 


viernes, 3 de marzo de 2023

Podcasts encadenados: De infieles, corruptos y monjas



Ayer ayudé a ganar tres Ondas en la II Edición de los Premios Globales del Podcast. Así, sin despeinarme. Arsénico Caviar, el maravilloso podcast contra las cosas de Beatriz Serrano y Guillermo Alonso ha ganado el premio a mejor conversacional; El silenci de la Rambla, con Nil Barba, que hicimos el verano pasado por los cinco años de los terribles atentados en Cataluña, ha ganado el premio al mejor podcast en lengua cooficial; y Hoy en EL PAÍS ha ganado junto con el daily de eldiario.es y el de El Mundo el premio al podcast revelación. En todos ellos soy editora y, como la falsa modestia no sirve para nada, lo cuento aquí, que para eso es mi casa, porque estoy contentísima. 

Al lío de lo que he escuchado este mes y vengo a recomendar porque es muchísimo. 


Empezando por el final, mis últimos días han estado consumidos  con la escucha de  la última producción de Serial y The New York Times: The coldest case in Laramie. Durante el confinamiento, Kim Barker, periodista de investigación del periódico, estaba aburrida como una mona, así que se puso a brujulear por internet, a buscar información de un asesinato que ocurrió en su ciudad natal, Laramie, en los años 80. Para su sorpresa, después de casi cuarenta años, descubrió que en 2016 se había acusado a un antiguo policía del asesinato de Shelli Wiley y que meses después, en 2017, se retiraron los cargos. Como Kim tiene poco que hacer encerrada en su casa decide ponerse a hurgar en ese “cold case” para entender qué pasó con aquella chica asesinada cuando ella iba al instituto. Empiezas a escucharlo pensando que será un true crime potente, serio, con la garantía de calidad que todas las producciones de Serial tienen siempre. Y lo es, todo eso está ahí, pero además hay dos cosas que me han llamado la atención: la primera de ellas es el formato. Kim y su equipo de producción entrevistan a la familia de Shelli, a una amiga suya, a policías y, luego, cuando menos se lo esperan el abogado del policía acusado en 2016, les da acceso a todo el material del caso, a absolutamente todo. Hasta ese hallazgo (que ocurre en el episodio tres) casi toda la información nos la proporcionan los entrevistados, Kim apenas conduce el episodio. Después de bucear en todo ese contenido, su voz y su aportación van creciendo, dando así forma al hecho de haber encontrado la información y haberla estudiado con detenimiento. Esa mayor presencia de Kim permite que el podcast se despegue de ser un true crime para ir más allá, para reflexionar sobre cómo recordamos, cómo de poco confiable es nuestra memoria aunque estemos cien por cien seguros de nuestros recuerdos. Y ésa es la segunda cosa querría señalar: ese viaje a la sorpresa de una realidad que choca con los recuerdos lo hacen varios de los entrevistados y la propia Kim, que al comenzar el podcast describe Laramie como el sitio más desagradable y duro en el que ha estado nunca, diciendo incluso que es peor que Kabul, para terminar reconociendo que esos recuerdos que tenía del pueblo no se corresponden con la realidad. ¿Por qué ha estado toda su vida recordando de manera tan horrible su pueblo? ¿Cómo construyó ese recuerdo? The coldest case es un podcast muy serio, muy sobrio, sin artificio ninguno, lo he disfrutado muchísimo y me ha hecho preguntarme si mi magnífica memoria de la que siempre presumo me lleva engañando toda la vida. Para los que no habláis inglés con fluidez suficiente en la web de The New York Times hay transcripción de todos los episodios.  De Serial, por cierto, he comentado ya varios proyectos: Serial, The improvement association, Nice White Parents y The Trojan Horse Affair. (Este último es un rollo, no lo escuchéis) 


Hace un par de años dediqué un post entero a recomendar Under the influence, el podcast de Jo Piazza dedicado a Instagram, un proyecto que ella emprendió durante el postparto de su hijo para intentar entender esa red social en la que veía a madres influencers hacerse millonarias. Partiendo de esa curiosidad, Piazza realiza un estudio muy interesante y exhaustivo de esa red social, analizando las madres influencers, los profesores influencers, las enfermeras, todo ese mundo en el que todo parece bonito y fácil pero que disfraza una realidad muy diferente. Sigo recomendándolo muchísimo. Lo menciono ahora porque Piazza acaba de estrenar un nuevo podcast, She wants more, dedicado a la infidelidad femenina. En los últimos años el número de las mujeres que son infieles ha crecido un 40% y Piazza se pregunta si ese aumento es real o si lo que ocurre es que las mujeres ahora lo contamos. En mi opinión es más bien lo segundo: las mujeres han sido infieles siempre, pero antes contarlo podía llevarte al ostracismo, a la cárcel o a la muerte. Aunque estas cosas terribles siguen ocurriendo, ahora las mujeres (al menos las que entrevista Piazza) no tienen problema en contarlo. Por ahora se han publicado tres episodios, de los cuales he escuchado dos. En el primero, Nicky, una mujer casada a la que le calculo unos cuarenta más o menos, y emparejada con su marido desde que eran jovencitos, lleva unos doce años siéndole infiel. ¿Por qué? Porque se aburría. Nicky además es organizada porque se apuntó a una app de ligar y con todos los contactos que le llegaban montó ¡un excel! con varios campos para clasificar a los pretendientes y elegir los más convenientes. Seguro que hay gente que se escandalizaría por esto, pero a mí me admira ese nivel de organización. Nicky quiere, en principio, lo que no tienes en una relación después de diez o quince años: sexo divertido, interesante, pasional y sin complicaciones. «Pues yo llevo treinta y cinco con mi pareja y es igual que al principio». Mentira. Me parece fantástico que seas fiel pero no mientas con eso. Vuelvo al podcast: Nicky se embarca entonces en un maratón de citas de chuscar y se lo pasa en grande pero pero pero ¿qué pasa al final y todos vemos venir? Que Nicky se enamoraaaaa o, como dicen los americanos, «desarrolla sentimientos». Esto ocurre siempre: a Nicky le pasa varias veces, unas sale mal (obvio) y otras (una en concreto) parece que sale bien. Veremos. En el segundo episodio la infidelidad es diferente pero no voy a contarla, no voy a destripar todas las sorpresas. ¿Es un podcast interesante? Pues sí. No es, como podría parecer por mi relato, un podcast de confesiones al estilo de un programa de radio de madrugada. Piazza va más allá y analiza los tipos de infidelidades que hay y hace preguntas complicadas para entender a esas mujeres. No, para entenderlas no: parece que es que lo que hacen es incomprensible y que tiene que haber una explicación más allá del deseo, el aburrimiento, el enamoramiento o cualquier otra cosa para sus infidelidades y no se trata de eso. Piazza quiere saber cómo se sienten, cómo lo viven o lo vivieron, qué pensaron, quiere escucharlas. Y yo también. 


Siguiendo un poco con este tema, en Death, Sex & Money, con Ana Sales, un podcast de entrevistas maravilloso, dedicaron en febrero un episodio a que la gente contara rollos de una noche. Me encantan estas historias porque casi todas son de «pues fui a no sé dónde, me encontré con fulanito o fulanita, nos caímos bien, hablamos, charlamos, la cosa fluyó, lo pasamos en grande y al día siguiente hasta luego»; son historias bastante felices, de recuerdos que te dejan una sonrisa en la boca y un cosquilleo en el estómago pensando: «madre mía, que locura». Y sí, hablo con conocimiento de causa aunque ninguno de los míos merecería contarlo en un podcast, ni siquiera en un post.  Por cierto, y ahora que me acuerdo, de este podcast también escuché hace un par de meses cuatro episodios que dedicaron a contar distanciamientos con la familia provocados por la política, por razones personales, económicas, de temperamento. Las historias eran muy tristes, muy dolorosas para los que las contaban, y daba igual si ellos eran los que se separaron de sus seres queridos o amigos o los que expulsaron, por necesidad, a otras personas. Como siempre que escucho este tipo de testimonios me pregunto si en España podríamos hacer algo así y creo que no. Aquí nos cuesta la vida hablar de nuestros sentimientos con franqueza y más ante extraños. Somos todo hacia dentro y eso para muchas cosas es bastante malo, por ejemplo si se trata de conseguir testimonios para un podcast


El país de los demonios es el podcast que tenéis que escuchar. Es la nueva producción de True Story para Spotify, en la que Álvaro de Cózar (que también ha ganado un Ondas a mejor podcast narrativo de no ficción con Los papeles que, si no habéis escuchado, estáis tardando) nos cuenta los tejemanejes del comisario Villarejo, descubiertos en 2017 cuando, en una operación puesta en marcha por unos jóvenes fiscales, salen a la luz miles de cintas con grabaciones realizadas durante más de treinta años a políticos, empresarios, jueces y periodistas, desvelando un entramado de corrupción nauseabundo y terrible. En otras producciones de Cózar, que es un gran periodista y un muy buen narrador, a mí siempre me sobraban efectos y músicas, me parecía que el horror vacui sonoro le llevaba a llenar el audio de sonidos que, más que enriquecer, distraían y molestaban. No hay nada de eso en El país de los demonios. El guión es brillante, Álvaro lo narra con solvencia, acompañándote para que no te pierdas en el entramado de nombres y chanchullos, y además cuenta con el fiscal Ignacio Stampa, un narrador fabuloso que lo cuenta todo con solvencia, claridad y emoción cuando hace falta. Me gusta todo de este podcast, todo. Mención especial para la cover con un cuadro de Juan Genovés de 1976, Tribunal de Orden Público, otro gran acierto.  Por cierto: para conocer la trayectoria de Villarejo desde que nació recomiendo V Las cloacas del estado, también de Álvaro de Cózar. 


«Nuestras casas saben bien cómo somos». Este verso de Juan Ramón Jiménez que escuché a Anatxu Zabalbeascoa decir en esta entrevista con Aimar Bretos me hizo sacar la libreta y apuntarlo. Esto no es propiamente un podcast, pero quería traerlo aquí para no olvidarlo y porque escuchar a Anatxu es siempre un placer. Viendo Instagram y la locura de la decoración absurda creo que muchas casas saben que sus moradores son gilipollas. 


¿Qué más? En mis noches de insomnio he escuchado The turning: the sister who left , un podcast interesantísimo sobre la congregación de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa. ¿Es una crítica a la Madre Teresa y toda su obra? A todo no, pero sí a mucho. A través de los testimonios de ex monjas que se salieron de la congregación tras veinte o treinta años en ella (teniendo, algunas, trato directo con la Madre Teresa) se descubre el funcionamiento de la congregación, los abusos, la política de silencio y mil y un horrores más. Además (y esto es fascinante) cuentan cómo el descubrimiento de las cartas de la Madre Teresa tras su muerte (unas cartas que ella quería que se hubieran quemado) sacó a la luz la crisis de fe que la propia Madre Teresa tuvo durante ¡cuarenta años! Quiero dejar claro que no es un ataque a la Iglesia Católica sin fundamento y metiendo a todo el mundo en el mismo saco: es una historia llena de testimonios de ex monjas que lo vivieron desde dentro y que muestran mucho valor para contar ese viaje interior desde la fe y la devoción más absoluta hasta, en algunos casos, el más completo de los desencantos y el ateísmo. Las dos hosts, que son hermanas, son muy serias y el podcast es estupendo. Ahora han sacado una segunda temporada que cuenta los intríngulis del ballet de Nueva York, pero aún no la he escuchado: seguiré informando. 


Love Janessa es otro de esos podcasts que cuentan historias de catfish. Historias de falsos romances online en los que hay un enamorado al que engañan con promesas de amor infinito y verdadero durante meses o años en los que él o ella acaban siempre mandando pasta a alguien a quien no han visto nunca y que en realidad no existe. Este podcast trata de encontrar a Janessa Brasil, una actriz brasileña cuyas fotos son las más usadas para este tipo de estafas. He alucinado al saber que estas estafas se organizan, la mayor parte de ellas, desde Ghana. Allí están los Sakawa Boys: grupos organizados que trabajan siguiendo un manual, parecido al de los teleoperadores de cualquier empresa de marketing, para saber qué hacer en cada paso del engaño a sus víctimas. Increíble todo y, lo más, la gente engañada que sigue empeñada en que su amor es «verdadero». 


Dos cosas breves para terminar y dar un premio a los cuatro lectores que hayan conseguido llegar al final: 


  • Point of egress: este episodio de Love & Radio escuchado en otra noche de insomnio brutal me flipó. Y sí, flipar es la palabra, aunque me haga parecer una loca trasnochada. No puedo contar nada porque lo destriparía, pero lo compartí en Instagram y hubo muchas reacciones. 

  • Un buen podcast conversacional británico siempre es buena idea. Si, además, es de historiadores desmontando ideas no se puede pedir más. The rest is history es ese podcast y este episodio desmontando las ideas falsas que Downton Abbey ha metido en la cabeza de medio mundo es genial. The real Downton Abbey. 

Por hoy es suficiente. Si escucháis algo de todo esto, venid a contármelo. 


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