lunes, 14 de diciembre de 2020

El aburrimiento y la vida

«Habría que escribir una Historia del aburrimiento en los años ochenta. Es la década que más aburrimiento ha producido. Y más música disco. Fue la sobremesa del siglo». (Física de la tristeza de Gueorgui Gospodínov)

Mira qué frase más buena le dije a un amigo por wasap.  Me contestó enseguida: Es una afirmación difícil de defender pero suena bien. Yo le contesté que a mí me convencía mucho, que yo me había aburrido muchísimo en los ochenta. Tú te aburriste en la época en la que te tocaba aburrirte que coincidió que era los ochenta. Sentenció él, creo que le daba rabia que no se le hubiera ocurrido esa fabulosa descripción de los ochenta: la sobremesa del siglo. 

Efectivamente yo me aburrí soberanamente en los ochenta y me aburrí aún más en las sobremesas de los ochenta. Cuando eres niño no hay un momento peor a lo largo del día que el trecho de ¿tarde? que va entre la comida y la merienda. No sé en otras casas pero en la mía no se podía hacer ruido, la televisión estaba en manos de los adultos (bueno, esto ocurría a cualquier hora menos a la de los dibujos), hacia demasiado calor fuera o demasiado frío y en cualquier caso "estas no son horas de ir por ahí a casas de nadie". Nos aburríamos. El tiempo no pasaba, esas horas hasta que nos dejaban hacer algo eran el colmo del aburrimiento, un tiempo detenido en el día en el que había que aguantar la respiración hasta poder volver a salir y disfrutar de lo que fuera: el paseo, los amigos, la piscina, los juegos a gritos, correr, saltar, construir. 

«Tenía seis años  cuando escuché por primera vez la palabra aburrimiento. Me preocupé enseguida porque no sabía lo que era. Seguramente te aburres todo el día solo, me dijo una vecina, la tía Pepa. Lo imaginé como una enfermedad, algún tipo de indisposición como un resfriado o la alergia a la pelusa del álamo. Por eso respondí vagamente. No, qué va, no es nada, estoy bien. De donde yo venía nadie conocía el aburrimiento, no lo manejaban».(Física de la tristeza de Gueorgui Gospodínov)

No sé cuando lo aprendí yo. No recuerdo que alguien me dijera "te aburres", recuerdo repetírselo a mi madre a todas horas: Me aburro. Me aburro. Me aburro. Pues cómprate un burro. Acompañaba la frase con un gesto con la mano que quería decir desapareced de mi vista y no hagáis ruido y ya estaba. Y seguíamos aburridos. No sé como lo aprendí pero me hice experta. Sí recuerdo decírselo a mi hija María. Cuando Clara tenía un par de meses y ella no llegaba a los dos años, nos acabábamos de mudar y yo no tenía tiempo para nada. María se levantaba, desayunaba y al cabo de un rato decía "quiero comer". Yo sabía que era mentira porque no comía nada (de hecho no comió nada hasta los siete años pero esa es otra historia), quería la comida por tener algo en su día que rompiera las horas. No quieres comer, estás aburrida. No sé si ella me entendía pero yo se lo enseñé. 

De niño te aburres de no hacer nada. Necesitas hacer, ver, contar, hablar, escuchar, leer, ir a sitios, volver, tener tareas, jugar a algo, cambiar de juego, construir, pintar, cantar, que te hagan caso, que tus minutos se llenen, que te cuenten historias. De niño el aburrimiento viene por no hacer nada, hacer cualquier cosa despeja esa sensación, ninguna película te aburre, cualquier visita se considera "algo de emoción". De niño no hacer nada es catastrófico, pero un futuro próximo sin nada que hacer es apocalíptico y se te antoja una eternidad porque, además, todo lo que se te ocurre para llenar ese vacío sabes que está mal, está prohibido, acarreará bronca o hace ruido. Mal. 

Con el tiempo y como no hay otra solución llegas a la adolescencia donde sigues aburriéndote pero no por no hacer nada. En la adolescencia adoras no hacer nada, no ir a ninguna parte, no tener ninguna novedad, no ver más que a tus amigos, adoras tu pequeña rutina de comodidad. Si pudieras, si tus padres, esos seres creados solo para hacerte la vida incómoda, te dejaran no saldrías de tu cuarto, de tu cama, del sofá. Te aburres pero no por inacción como cuando eras pequeño, te aburres por negación. Te aburres por no poder hacer lo que tú quieres, por no poder comer lo que a ti te apetece, por no poder entrar y salir a tu antojo, por no poder dejar de estudiar, por no poder ver a tus amigos a todas horas, por no disponer de todo tu tiempo para lo que tú quieres. 

Cuando llegas a la adultez, no te aburres ni por inacción ni por negación, te aburres por acción. Te aburre tu trabajo, un libro, una película, una situación, una conversación, un trámite, una persona, una relación. Fantaseas con un infinito de tiempo para no hacer nada, ¿horas en el sofá sin hacer nada? Maravilloso. ¿Un fin de semana sin salir de casa? Ojalá. ¿Un viaje para simplemente conducir y mirar el paisaje? Dime cuando. Cuando eres adulto no hay tiempo suficiente en la vida para aburrirse y vas a aprendiendo a desprenderte de las cosas aburridas o, si eso no es posible, a resolverlas lo más rápidamente posible para que se conviertan en pasado cuanto antes. 

Hay gente que no se cura jamás de esa versión del aburrimiento infantil, se quedan anclados ahí como si siguieran teniendo moluscos o varicela o sarampión, nunca superan la etapa del aburrimiento por inacción. Son esa gente que con treinta, cuarenta, cincuenta años dice: "me aburro". Cada vez que lo escucho pego un respingo. ¿Qué has dicho? ¿Cómo es posible? y poco a poco me alejo de ellos. No sé si es contagioso, pero sé que es peligroso. El aburrimiento en los adultos es una enfermedad tan fatal como las paperas porque convierte a esos adultos en seres molestos, complicados para la convivencia y el trabajo. "Me aburro" dice alguien y te das cuenta de que está hueco por dentro, en su interior hay eco. Creo que  el aburrimiento que no se cura te vacía por dentro para siempre. 

Procurad no aburríos y, sobre todo, no os aburráis a mi alrededor. Me da repelús. 

14 comentarios:

Rosa dijo...

Esas sobremesas de verano en los 80, con sofá de escay y el silencio obligado. “A estas horas no se sale de casa”. Y mis hermanas y yo pendientes de las agujas de un reloj con números romanos. El “cómprate un burro” en mi casa también era habitual. ¿De dónde saldría esto?

Anónimo dijo...

Tengo amigas con agendas de ministro cada fin de semana y si no la tuvieran, dirian la frase " me aburro".

lolo dijo...

Moli, último párrafo "no aburríos", no: no aburriros.

lolo dijo...

Intenté que mis hijos se aburrieran para que fueran creativos y aprendieran a jugar. Sin éxito. Es un tema de edad. Olvidé el aburrimiento cuando caí en que me aburría viajar. Y pasó a gustarme la inacción; estar. Estar bien. Casi me pierdo la música de los 80 por no parar.

Toy folloso dijo...

De tan aburrido, no sabía si "trastearme" o comentar algo por los blogs amigos....

Rocio dijo...

Los niños de ahora see aburren aún más que nosotros entonces, y eso que tienen montones de juguetes! Se aburren tanto que hemos acabado ampliando lo de Me abutro/comprate un burro/ no tengo dinero/pues vete a un cajero / no tengo tarjeta...y así sucesivamente hasta que la que se aburre soy yo.

Anónimo dijo...

Es muy de adulto eso de "cuánto se aburre la gente, yo no tengo nada tiempo de aburrirme". No me lo creo.
Aburríos está bien dicho.
Teka

nusti dijo...

Lo peor no es escuchar a tus hijos pequeños decir "me aburro". Lo peor es que le ponen una musiquita y la convierten en un mantra que tiene el efecto contrario a calmarte y serenarse.

Carmina dijo...

En mi casa la frase era "las personas inteligentes no se aburren nunca".

María dijo...

Las siestas de horas en el pueblo... sin tele sin libro. Y las CUATRO horas de digestión (padre médico que hoy se ha despachado una máster class sobre la vacunaCOVID)... y Foster Wallace que escribió el “rey pálido” novela sobre el particular...hay que tener agallas para ello.

ZoeRavenclaw dijo...

Muy buena reflexión.

Anónimo dijo...

En mi casa la frase era " ¿te aburres? pues cómprate un mono" y ni te cuento la rabia que me daba, aggg. Y sin embargo, y a pesar de que te leo y asiento, creo que yo reivindico el aburrimiento como acción y como actitud vital, si me dejaran o si yo misma me dejara, al igual que reivindico la pereza. No lo practico eh?, ando medio loca siempre, entretenida en quién sabe qué, veo, escucho, viajo, leo... pero me corroe la sospecha de lo insano de esa necesidad, de ese frenesí que es no aburrirse nunca. Y a veces me da por pensar que el aburrimiento conlleva calma, pachorra y un no sé qué que finalmente puede conducirte a la creatividad o a la reflexión por escapar de ese mismo aburrimiento, como cuando eras crío y terminabas por hacer encaje de bolillos si era necesario con tal de huir de él.

Y tendría que darle más vueltas pero intuyo que el aburrimiento es necesario y que el no sentirlo no es algo propio de nuestra naturaleza sino de una necesidad creada por ese "más madera" en el que andamos sumergidos... se trata de una intuición, como te decía, de una sospecha y tampoco seré yo quien lo defienda mucho. Se me ocurre.


Marga

Anónimo dijo...

¿Y no has pensado que la vida no es igual para todos? Joder con tus teorías sobre los adolescentes, no me extraña que tus hijas se aburran de ti

molinos dijo...

Anónimo, claro que lo he pensado. La tuya por ejemplo es mucho más aburrida porqu eentras aquí a leer cosas que no te interesan y a decir memeces de mis hijas. Tururú y gracias por concursar.