Los libros eligen el momento en que los lees de alguna manera mágica y extraña. De una manera incomprensible y cósmica. Cada día estoy más convencida de esto...de hecho, estoy ya completamente convencida.
Me he pasado 22 días de febrero inmersa en el horror de las Tierras de Sangre. La vida y los acontecimientos que ocurrieron en los territorios de Polonia, Ucrania y Bielorrusia entre la I Guerra Mundial y la muerte de Stalin. Allí murieron, mejor dicho fueron asesinadas, 14 millones de personas entre 1930 y 1945.
Snyder explica pormenorizadamente desde las hambrunas provocadas por Stalin en Ucrania hasta las deportaciones de pueblos enteros como los tártaros finalizada la II Guerra Mundial. El canibalismo en Ucrania, las matanzas de judíos en Polonia, los campos de exterminio de Treblinka y Sobibor localizados al este de la línea Molotov- Ribbentrop y todos los sufrimientos de la población civil en esas zonas que se vio sometida en muchos casos a tres ocupaciones por parte de potencias extranjeras.
El libro es tan espeluznante y la inmensidad del horror tan tremenda que según vas leyendo te das cuenta con espanto que ya no te estás impresionando tanto como al principio, la acumulación de maldad es tal que ya no eres capaz de asimilarla, te das cuenta de que te has ido anestesiando y te quedas en shock.
Como siempre que leo sobre la II Guerra Mundial, me asaltan un montón de preguntas y reflexiones, hechas desde la comodidad y la seguridad (aparentes) en la que vivo. Snyder lo explica muy bien.
"Las ideologías también tienen a los que las rechazan. La ideología, cuando el tiempo o el partidismo la despojan de sus conexiones políticas y económicas, se convierte en una forma de explicación moralizante del asesinato de masas, que sirve para separar cómodamente a las personas que las explican de las personas que matan. Es cómodo ver al perpetrador como alguien que tiene una idea equivocada y que es diferente por esa razón. Es tranquilizador ignorar la importancia de la economía y las complicaciones de la política, factores que podrían compartir los perpetradores históricos y los que más tarde contemplan sus acciones. Es mucho más atractivo, al menos en Occidente en nuestros días, identificarse con las víctimas que entender el entorno histórico que éstas compartieron con los perpetradores y los testigos mudos en las Tierras de Sangre. La identificación con las víctimas afirma una separación radical del perpetrador. El guardia de Treblinka que pone en marcha la máquina o el oficial del NKVD que apreita el gatillo no soy yo, es el que mata a alguien como yo. Pero no está claro si esta identificación con las víctimas ofrece demasiado conocimiento o si esta clase de alienación con respecto a los asesinos es una pose ética. No es nada seguro que reducir la historia a juegos de moralidad nos convierta en seres morales.
Por desgracia, declararse víctima no garantiza que las elecciones éticas sean sólidas. A lo largo de sus carreras, Stalin y Hitler se proclamaron víctimas."
Y es cierto, todos al leer sobre la Guerra Mundial nos vemos como las víctimas, nos pensamos como los prisioneros de guerra, como los muertos en las ciudades...jamás pensamos en nosotros mismos como los soldados asesinando civiles por órdenes de nuestros mandos, como los vigilantes de los campos de concentración o como los mudos testigos de los horrores que pasaban cerca de las ciudades. Es la postura cómoda, la posición moral que nos pone por encima de los "malos".
"Las víctimas era personas; una auténtica identificación con ellas implica comprender sus vidas en lugar de sus muertes. Por definición, las víctimas están muertas y no pueden defenderse del uso que se haga de sus muertes. Es fácil usar la muerte de las víctimas para santificar políticas o identidades. Es menos atractivo, pero moralmente más urgente, entender las acciones de los perpetradores. Después de todo, el peligro moral no es que uno pueda convertirse en víctima sino en perpetrador en testigo mudo. Resulta tentador decir que un asesino nazi está más allá del ámbito de lo comprensible.(...) Los que llamaban a otros subhumanos eran ellos mismos subhumanos. Pero negarle a un ser humano su carácter de tal hace imposible la ética. Ceder a esa tentación, considerar que otros son inhumanos, es dar un paso hacia la postura nazi, no alejarse de ella. Considerar incomprensibles a otras personas es abandonar la búsqueda de la comprensión, y por tanto, renunciar a la historia".
Tierras de sangre es un libro muy recomendable para conocer la II Guerra Mundial, la historia de Europa y comprender mucho de lo que está pasando ahora mismo en Ucrania. Snyder es especialista en Ucrania y su serie de artículos en The New York Review of Books son fundamentales para entender la situación.
Confieso que tras esta lectura, me quedé desfondada...y pensé en leer algo más light. Ja.
Serie de Juan Solo de Bess & Jodorowsky. El año pasado por mi cumpleaños me regalaron el primer tomo. Este año me cayeron los otros 3...y devoré los 4 del tirón en una tarde de sábado vagueando en el sofá. La historia de Juan Solo es todo menos light. Es violenta, muy violenta. Hay violencia en los dibujos y en la historia. En los personajes y en los sentimientos. Lees y estás incómodo, pero tienes que seguir con una especie de fascinación por saber a dónde te va a llevar esa espiral de violencia y horror. El final (que no voy a destripar por si algún valiente lo lee) es la vuelta de tuerca final, un poco forzada...pero no había otra manera de terminarlo. Le estuve dando vueltas a toda la historia varios días...todavía hoy sigo con ella en la cabeza.
Némesis de Philip Roth, ha terminado el mes de febrero y ha sido el libro con el que he empezado mi nuevo cuaderno de lecturas.
Hay gente que odia a Roth, gente que no lo entiende, gente que opina que es retorcido, lidibinoso y desagradable. A mí me flipa. Leer a Roth es volver a casa y eso que sus libros nunca son acogedores ni amigables...
En Némesis estamos otra vez en Nueva Jersey, otra vez estamos en la II Guerra Mundial y otra vez hay niños sobre los que se cierne una desgracia que les marcará toda la vida: la polio. Roth siempre construye sus personajes con minuciosidad, les da un pasado, un peso, una historia. Roth te presenta al personaje, hace que le comprendas, que empatices y que sientas que se encamina hacia algún tipo de accidente trágico del que no va a poder escapar. El personaje no lo sabe, pero tú si...y no quieres saberlo, no quieres que pase...pero no puedes hacer nada.
"El Sr. Cantor vio el ataúd dentro del vehículo. Era imposible creer que Alan yaciera dentro de aquella caja de pino sencilla y de color claro por el mero hecho de haber contrído una enfermedad de verano. La caja de la que no puedes escaparte. La caja en la que un niño de doce años tenía doce años para siempre. Los demás vivimos y envejecemos cada día, pero él sigue teniendo doce años. Transcurren millones de años, y él sigue teniendo doce".
Eso es la muerte.
Es un libro que deberían leer todos los antivacunas del planeta.
Ha sido un mes de lecturas muy chungas...las que me han elegido.