lunes, 13 de abril de 2009

AMBICIONES

No soy una persona ambiciosa. No quiero llegar a dirigir la empresa en la que curro ni ninguna otra, no quiero ser capitán general de las sardinas, ni ser la primera mujer en dirigir la OTAN, ni quiero ser Merkell ni casarme con Sarkozy, no quiero tener 15 personas a las que mandar. Por no querer, no quiero ni siquiera algo que entra dentro de lo posible..ser ministro.

Tampoco quiero tener un cochazo espectacular, me dan igual los caballos, las válvulas y los motores. No quiero tener chofer, ni doncella, ni coach personal. El mayordomo y la cocinera son dos cosas que sí que podría plantearme. Me molaría un mayordomo culturetas vejete con el que pudiera charlar y que me abriera la puerta. La cocinera me molaría para poder delegar en ella cuando no me apetezca estar entre fogones. No quiero mandar a mis hijas a un internado en Suiza ( bueno, a veces sí) y no tengo especial interés en conseguir que vayan a un colegio privado carísimo.

No quiero subir el Everest, ni bucear en un arrecife de coral, ni atravesar el Sáhara, ni hacer un viaje espacial. Además de poco ambiciosa, tengo poca resistencia física y bastante miedo, así que como compañera de aventuras soy un desastre. Ya me estoy viendo oscilando entre el llanto incontrolado y una cascada de insultos altamente ofensivos contra mis compañeros de aventura.

No tengo especial interés en pesar 50 kilos, ni en parecer joven eternamente, ni en entrar en una 36, ni en comprarme zapatos de 600 euros y bolsos de 3000. Me da igual el reloj que lleve aunque me gustan grandes, y la ropa que venden en las tiendas de chinos de mi barrio me parece estupenda.

No quiero ser famosa, que me reconozcan por la calle y me dejen aparcar en segunda fila sin problema. No quiero escribir una novela de éxito ni tener una columna en un periódico.

Con todo esto además de mucha pasta me ahorro muchas frustraciones porque la posibilidad de que cualquiera de las cosas que he mencionado ocurran son mínimas, así que vivo más feliz que una perdiz con ambiciones que a lo mejor podrián hacerse realidad.

La primera de ellas, que ya he comentado es tener una librería. Me encantaría. Una librería pequeña en un sitio pequeño y con encanto. Descarto polígonos industriales, centros comerciales y cercanías de colegios donde entren madres a pedir libros de textos y la revista de Ana Rosa. Si consigo tener una librería es para disfrutarla y no para hostilizarme con la humanidad.

La segunda de ellas es tener una casa como esta. Está en Anciles, un pueblo pequeño al lado de Benasque. Es un sitio pequeño y muy tranquilo. En Benasque hay de todo, hay colegio, médico, un supermercado, una biblioteca y hasta polideportivo. Me gusta el campo pero no como para hacerme el carajipi rural y decir que puedo vivir sin luz y agua corriente y cultivar mis verduras y ordeñar mis vacas. Ni de coña. Además hace frío muchos meses al año y nieva y llueve con gusto, así que tiene el clima ideal para mi carácter. Siempre que paseamos por allí y vemos la casa, G dice “ si quieres les hago una oferta que puedan rechazar”. …pero por soñar que no quede.

Me temo que alimentar estas ideas a la vuelta de vacaciones no es el mejor modo de reintegrarme a mi rutina.
¿ No es una pasada de casa?.
Si usted es el dueño y me lee...¿ quiere hacerme su heredera?.
Si no sois los propietarios y quereis hacerme féliz..ya sabeís.

miércoles, 8 de abril de 2009

SEMANA SANTA

Tengo un recuerdo muy vivo de la primera vez que fui consciente de la Semana Santa. Debía tener 7 u 8 años y estaba en el cuarto de baño de “La rosaleda” en Los Molinos. Era domingo, pero me acababan de decir que, no nos volvíamos a Madrid porque todavía quedaba una semana de vacaciones. Me recuerdo a mi misma sentada en la bañera contando con los dedos todos los días que tenía por delante sin colegio. No daba crédito a tanta suerte.

La Semana Santa entonces significaba unos días de mucha diversión primero y luego 3 días de aburrimiento mortal. Tenías dos tardes hipotecadas porque había que ir a los oficios. Yo no entendía porque se llamaban oficios si de lo que se trataba era de una misa que se extendía en el tiempo hasta agotar completamente mi capacidad de aguante. Acompañaba a mis abuelos e intentaba prestar atención pero era incapaz, me aburría hasta el infinito.

El Viernes Santo era aún peor, era ayuno y abstinencia. Resultaba que a la hora de comer había que coger fuerzas hasta el día siguiente porque no se podía cenar. Esto hubiera sido fácil si mi abuela hubiera preparado macarrones, o arroz, o canelones o albóndigas con patatas..pero no, habia potaje de vigilia. Un asco, un caldo blancuzco en el que navegaban judias blancas y grelos: “ abuela por favor…verde nooooo”. Me comía un plato obligada y a pasar hambre. Cuando llegaba al oficio mis tripas que ya sabían que no había cena y que por supuesto habían digerido el aguachirri a la velocidad del rayo..empezaban a hacer ruidos cada vez más altos que incluso mi abuela oía y me lanzaba miradas asesinas. Yo me moría de hambre y no podía pensar en nada más que en comer.

Recuerdo que por entonces lo que me consolaba esos dos días del aburrimiento del recogimiento religioso era la perspectiva de poderme tragar con los mayores y durante 3 horas cada día “ Jesús de Nazareth”. Que ojos azules tenía el Mesías y que malo era Herodes, y que miedo daba Barrabás. Año tras año, me acostaba el jueves con la tensión de la mejor novela de intriga, deseando que llegara el viernes para poder presenciar el desenlace, que aunque conocía de sobra, me llevaba sin embargo a cotas de emoción jamás alcanzadas posteriormente. Unos años después mi abuela introdujo una mejora en el ayuno y es que había merendola de chocolate con churros…¿ qué más se puede pedir a la Semana Santa que merendola familiar de mucha gula y Jesús de Nazareth??. Me encantaba el plan.

Con 14 o 15 años el ayuno a rajatabla pasó a mejor vida en mi casa gracias a Dios y la asistencia a los oficios se hizo obligatoria sólo uno de los días, a elegir por el consumidor. Con mi estómago calmado, elegía el día en que pensaba que había posibilidades de encontrarme con un alguien masculino que me interesara aunque sólo fuera para furtivas miradas de un lado a otro de la iglesia. ( Cómo han cambiado los tiempos, dudo que ningún adolescente actual vaya a la iglesia a ligar).

Mis esfuerzos en esas Semanas Santas de la adolescencia iban encaminadas a convencer a mis padres de que mi fervor religioso era tal que necesitaba para colmarlo que me dejaran asistir a la Procesión del Silencio. ¿ A que venía este fervor?. A que la procesión del silencio era el viernes…por la noche. Era tal mi fervor ( falso) que convencía a mis padres casi todos los años y eso me permitía salir por la noche, hecho que de ninguna de las maneras me permitían mis padres el resto del año. En mi descargo, diré que iba un ratito a la procesión pero era una cosa tan tétrica que hasta me daba miedo.

Ahora ya no hay nada de eso en mi Semana Santa.


Nos vamos a Pirineos nuevamente, va a jarrear y hará frío pero me da igual, tenemos chimenea, la 6ª temporada de Los Soprano, Middlemarch para leer , un pueblo de 8 habitantes para que C. revolucione y toda la montaña para pasear. No hay mejor plan.

martes, 7 de abril de 2009

EL HALCÓN MILENARIO

Cuando cumplí 18 años mi padre no me echo de casa, ni me habló de sexo, ni me contó que era adoptada, ni me dio grandes consejos, me cogió de la mano y me llevó a apuntarme a la autoescuela.

Yo no quería. Me daba miedo. Desde hacía 6 meses mi padre me enseñaba a conducir en Los Molinos con resultados diversos. Nos metíamos en el seiscientos que había heredado de mi abuelo, más mono, y comenzaba la clase: “pisa el embrague, mete la marcha, levanta el pedal del embrague y pisa el acelerador”. Los resultados eran diversos porque o salíamos a la velocidad del sonido, quemando rueda, proyectados hacia atrás o se calaba y nos dábamos con la cabeza en el parabrisas.

- “ sensiblidad, tacto…ya verás como lo coges”.

Yo no entendía como se podía tener tacto con la suela del zapato en un pedal, pero esos eran los consejos de mi padre que tenía muchísima paciencia. Recuerdo una vez que tenía que arrancar en cuesta y fracasé 35 veces. Acabé con la paciencia de mi padre que se salió del coche para no partirme la cara.

Bueno, pues a lo que iba, me apunté a la autoescuela y me saqué el carnet en julio de 1991. Y ahí lo dejé. Me daba miedo. Cogía el coche, por Los Molinos, un ratito de vez en cuando pero con más miedo que vergüenza. Decía esa cosa tan tonta de “ no necesito conducir, en trasnporte público se va fenomenal”.

En agosto de 1992 mi padre me regaló “El halcón milenario”, Talbot Samba, pequeñito y blanco, de séptima mano por lo menos. Fué un flechazo, al minuto abominé del transporte público y me pasaba la vida en el coche. Comenzó nuestra bonita historia de amor, me convertí en una conductora compulsiva. Cualquier excusa era buena para estar con él: ir a la compra, recoger a mi hermano del colegio, ir a buscar leña..lo que fuera. Solo queríamos estar juntos. Era un coche pensando para ir solo, porque como tenía holgura de carrocería, en cuanto pasabas de 70 sentías como la carrocería se agarraba a las ruedas diciendo.."noooooo…tan deprisa nooo..que me vuelo”…eras un cruce entre Han Solo y Pedro Picapiedra en su troncomovil. Era tan ruidoso que no te oías ni los pensamientos, pero daba igual..nos valía con estar juntos. Nos creíamos Michael Kinght y Kitt...lamentable.

En mi Samba hice cosas memorables que no se pueden contar y que ahora me parecen físicamente imposibles. ( no, no fue viajar a otra dimensión, o a lo mejor sí). Me llevó a mi primer trabajo, a la universidad. Fue testigo de mi borrachera más grave. Me desperté sin saber como había llegado a casa, cero recuerdos, pero cuando me metí en el coche no me llegaban los pies a los pedales, así que deduzco que un ángel de la guarda muy alto me metió en el coche y me llevo a casa.

Después de unos años de noviazgo, el Samba como cualquier buen novio, empezó a hacerme putadas. Empezó por cosas tontas que yo pensaba que no eran su culpa, que las hacía sin querer: se quedaba sin gasolina y no me avisaba. Pronto decidí que no me merecía la pena apurar tanto el depósito, que la culpa era mía y que mejor me pasaba por la gasolinera cuando quedara un cuarto. Entonces empezó a hacerme putadas de verdad, íbamos tan felices por la carretera y de repente hacia un extraño, daba dos tirones, ¡pum!, ¡pum!, y echaba fuego por el tubo de escape. Y por supuesto se paraba. Es decir, ibas a 120 sintiendo el aire entrar por cada esquina de la carrocería y de repente estabas parada en medio de la autopista con un coche que echaba fuego por el tubo de escape.

Por supuesto delante de la gente y del mecánico del taller el Samba disimulaba. NO hacía nada. Un completo traidor.

- os juro que se paró y echaba fuego por el tubo de escape.
- Pues yo no le he visto nada.
- Que es verdad, os lo prometo.
- Anda, hija, a ver si no coges el coche por la noche.

Y así una vez, otra vez, hasta cinco veces. Al final opté por llorar en el taller, lágrimas de verdad, la desesperación me llevo a ese truco. Pero ya no podía más con el pánico que le tenía al Samba. Me metía en el coche y me daban sudores fríos, temblores y ataques de pánico porque en cualquier momento se pararía y nadie me haría caso. Una vez incluso se paró en un túnel.

Con mis lágrimas conmoví al mecánico que al final consiguió saber que era: la bobina de la trócola o algo así y lo arregló.

Y yo me vengué.

Salimos de paseo por la carretera y sin que se lo esperara abandoné al Halcón Milenario en Desguaces La Torre.

Y así terminó nuestra historia de amor.

lunes, 6 de abril de 2009

EN EL AUTOBUS

Me encanta ir en autobús urbano. ( de los interurbanos ya hablaré otro día).

El sábado cuando me levanté, se me encendió una lucecita y dije..”a lo mejor puedo ir a la peluquería en autobús y me ahorro el parking del coche”.

Sé lo que estáis pensando, “ joder con la señoritinga que no sabe ni qué autobuses pasan por su casa”. Yo también lo pensé, pero todo tiene explicación. Nos mudamos a esta casa hace 3 años con un bebé recién nacido y una niña de año y medio. Intentar ir con ellas en autobús era como pretender hacer un viaje interespacial con una lata de navajas..imposible. El caso es que sí podía, en el 14.

Cogí el autobús y recordé que me encanta. Odio el metro pero me gusta el autobús, a pesar de que es más lento. En el metro me pasa como en el avión, es poner un pié en la estación y empiezo a sentirme inestable e insegura: ¿ Cogeré bien el metro?, ¿ es este andén? ¿ vendrá ya el metro?, ¿ es esta parada? ¿ qué salida cojo? ¿ pares o impares?...hasta que no asomo la nariz por las escaleras y noto el aire no me relajo.


Probablemente esta inseguridad se deba a una de las anécdotas más vergonzantes de mi vida. Cuando tenía 16 años llegaba tarde a una cita que debía ser bastante importante porque recuerdo ir con mucha prisa. Al llegar a mi estación, salí corriendo del vagón para ser la primera en llegar a las escaleras mecánicas y lo fui. Llegue, intenté coger la escalera mecánica y no sé porqué pero no conseguía saber cuando tenía que poner el pie en el escalón..desesperada por la prisa me lancé a las escaleras para por supuesto caerme y tirar los libros que llevaba en las manos. Cuando conseguí ponerme de pié, me di cuenta de que en vez de subir, bajaba y de que todos mis compañeros de vagón estaban al lado, en la escalera correcta, descojonándose de mí. Sin comentarios.

A lo que iba, en el autobús sin embargo voy más feliz que una perdiz. Me gusta esperar en la parada mientras leo. Entro y sé exactamente dónde quiero sentarme porque es el mejor asiento, siempre ventanilla por supuesto. Sé cuando tengo que levantarme y darle a “parada solicitada”. Voy relajada y contenta. Me gusta leer y también me gusta mirar por la ventanilla.

El sábado cómo hacía siglos que no iba en autobús yo sola, fui mirando por la ventana casi todo el trayecto. Descubrí que me molan los tulipanes blancos, bueno, básicamente descubrí que había tulipanes blancos, siempre los había asociado a colorines. Descubrí que a las 10 de la mañana la mayoría de las personas que hay por el centro de Madrid son guiris madrugadores. Me asombró esa falta de madrileños por la calle pero luego recordé que yo casi nunca salgo de casa a esa hora los fines de semana, la mayoría de las veces estoy en pijama.

Descubrí que los autobuses de ahora son muy modernos, hablan y todo: “próxima parada plaza de Neptuno. Correspondencias con linea 27, 5”, también te dicen la temperatura que hace dentro del autobús y la que hace fuera y el día y la hora que es. Me parece bien, está bien pensado para guiris, aunque se ha perdido la gracia de “por favor, sabe si la siguiente parrada es la del Museo del Prrado?”.

Por último descubrí que el carril bus de la Castellana necesita un reasfaltado urgente porque tiene tantos baches que si hubiera llevado dentadura postiza se me hubiera salido de la boca…clac, clac, clac. Es más, creo que parte de los vejetes que viajaban a mi lado no hablaban para evitar esa hecatombe…dentaduras postizas chocando arriba y abajo del autobús…jajajaja..que chorrada..pero me reía yo sola.

Me mola el autobús aunque no siempre fue así. Hasta los 11 años yo vivía como una marquesa sin saberlo. Mi padre nos llevaba al colegio por las mañanas y mi madre nos recogía. Siempre llegaba tarde por la mañana y mi madre nos hacía sentir como si nos hubiera abandonado porque se nos hacía de noche esperándola en la puerta. Yo me quejaba pero no sabía que lo peor estaba por llegar. De la noche a la mañana mi madre anunció:

- niños, ya sois mayores. Podéis volver a casa en autobús.

¿ Mayores??. Yo tenía 11 años y vale era muy responsable, pero tenía que encargarme de mis dos hermanos de 10 y 8 que además me odiaban. ¡¡Mucha responsabilidad para una niña tan pequeña!!.

Mi padre me daba 100 pesetas porque el autobús costaba 45. Había que coger el microbus M-3, que como su propio nombre indica era más pequeño e iba petado siempre y que además era más caro porque se suponía que no podía ir nadie de pie, era algo así como un autobús de lujo. O por lo menos se concibió así, porque para cuando nosotros empezamos a cogerlo iba siempre lleno. Había que esperar horas en la parada..asomando la cabeza a ver si venía ya..y cuando por fin lo veías llegar en el horizonte…te alegrabas muchísimo…para luego desilusionarte cuando pasaba zumbando por tu parada sin dignarse a abrir las puertas porque literalmente no cabía un alfiler. Creo que hubo días que lloramos y todo de impotencia.

Después el Ayuntamiento decidió que era una gilipollez tener esos autobuses y puso unos normales. El 45 creo que era, ahora eran más grandes pero tardaban mas o menos lo mismo que antes, pero el Ayuntamiento creo el Abono Transportes para ayudarnos y ya nos daba igual, pillábamos el primer autobús que pasaba aunque solo fuera para 2 paradas, nos bajábamos y otro y a veces incluso el metro. Alegría que era gratis.

Cuando cumplí 18, mi padre me regaló un Talbot Samba de séptima mano conocido como el Halcón Milenario y que tenía holgura de carrocería, pero de esto ya hablaré otro día, y terminó mi vida en autobús.

¿Qué más?. Ah si. Recomiendo muchísimo este artículo de Elvira Lindo ayer en El País, dice lo que yo quise decir en este post, pero mucho mejor.


Ah y por último las “latest news” del caso La comunidad y MAK. (III)

Por un lado y como ya suponíamos la tía no se ha dado a la fuga sino que ha llamado a uno de los churumbeles, a la que es Presidenta de la comunidad, para hacer pandilla con ella contra los churumbeles malignos que fueron con ella a la reunión y que pusieron en duda su versión ( aunque poco, la verdad). Le ha dicho que ha ido al Registro y que claro, no le dan una fé de vida ( obvio, está muerto e incinerado). Dice que tiene que llevar muchos papeles y un notario y que tardará mucho en conseguir el papel ( más o menos toda la eternidad, me temo) y que además no cree que el Bicho quiera hablar con ellos. ( es una auténtica profesional).

Por otro lado mi madre sigue con sus pesquisas a lo Srta. Flecther. Hoy ha hablado con el Dr. X que le ha dicho “ tenga cuidado con esa señora que puede ser una estafadora”. Por lo visto se presentó por allí hace 7 u 8 meses, se presentó como una doctora americana, le sacó pasta para no se qué y desapareció. MAK es mucho MAK.

Seguiremos informando.


Dibujo:"Autobús"Técnica mixta sobre papel 42 x 29,7 cm.Luis O.G.