En mi pradera laboral convivimos tres departamentos: los que
compramos los libros verdes, los que compran los libros rojos, los que miden
las ventas de todos los libros y un par
de especímenes de los que fabrican libros rojos y que no se sabe muy bien
porque están aquí. Éstos además de tener al único becario de la pradera…tienen
otros horarios y los peores sitios.
Los praderistas nos llevamos todos bien, no nos molestamos,
hacemos bromas comunes cuando los habitantes de las peceras que nos rodean no
están y en general convivimos en amor y compañía sin mucho problema. Además,
hemos desarrollado un superpoder fabuloso: completa indiferencia hacia
cualquier rumor, frase o idea que venga de más allá de la puerta que delimita
nuestra pradera. Nos da igual, nos la pela completamente.
Hace 15 días, la vida discurría pacífica en la pradera, con
las habituales conversaciones sobre el tiempo, las anécdotas de los no vivos de
informática y las posibilidades de que haya un ERE o no…vamos de los que se
habla en todas las praderas.
De repente unos cuantos seres de los que habitan en otros
ecosistemas de los libros de colores irrumpieron en la pradera con carpetas,
bolis y cintas métricas y empezaron a mirarnos, a contarnos, a remirarnos, a
contarnos. Por un momento esperé que alguno de ellos sacara la absurda maquinita
esa de las azafatas para contar gente...tiki-tiki-tiki-tiki.
Se marcharon.
La pradera siguió su ritmo vital.
A los diez días otros seres de más allá vinieron y nos dijeron:
-
Os mudáis.
Levantamos la cabeza, miramos y seguimos currando.
-
Va a venir un becario nuevo y no cabéis…
Levantamos la cabeza, miramos y seguimos a lo nuestro.
-
Os mudáis a la pradera de arriba que es más
grande, más amplia y con mucha más luz.
Se marcharon.
Los praderistas nos reunimos y dijimos:
¿Para qué cojones nos
mudamos? ¿Para meter un tío más?
¿Y no sería más fácil mover a los que no se sabe muy bien
por qué están aquí?
Si...eso sería lo lógico, y lo inteligente y por tanto no se
les habrá ocurrido. Mover a dos tíos siempre será más fácil que mover a 14…pero
es algo tan obvio que a las altas esferas no se les ocurre ni de coña.
Hace una semana nos dijeron que subiéramos de excursión a la
pradera de arriba, a ver las vistas y tal.
Subimos.
-
Os mudáis seguro aquí ya, la semana que viene.
Mañana os traemos las cajas.
-
Ya.
-
¿Cómo que ya?
-
Que ya, que cuando nos traigas las cajas y venga
la mudanza a mover las cosas me lo creeré.
-
Que si, que si...que esta decidido. Que es fijo.
- Que si, que si…y yo soy Halle Berry. Ah y no
necesito una caja, solo tengo un bote de bolis y una taza.
Al día siguiente nos
mandaron un correo diciendo que no nos mudábamos, que no era necesario y era
mucho lío.
Aquí fue donde nos acojonamos. Por supuesto teníamos razón.
Unos cuantos operarios, en concreto dos: Manolo y Benito
llevan 3 días desmontando la pradera. Las mentes que gobiernan los libros de
colores tras desechar las primera opción inteligente: mover a dos personas, desecharon
también la siguiente: mover a 15 personas un piso a una pradera igual pero
pelín más grande y han optado por la más incomprensible: meterse a hacer una
obra de mil pares de cojones destrozando una zona del edificio que casualmente
no está panelada sino que tiene tabiques de piedra mientras la gente curra.
Como todas las obras el contratista dijo: 3 días.
Los praderistas dudamos de que esté terminado antes de mes y
medio. Manolo y Benito deben irse aún más lejos en sus predicciones porque
vienen solo un par de horitas a pasear y decir: a mí esto no me sale en el
plano.
Ahora estamos 15 praderistas currando en medio de un montón
de paneles tirados por el suelo, perfiles de aluminio, espuma aislante de esa
que tiene mierda para aburrir, cables, muebles movidos de sitio y broncas entre
Manolo y Benito y su jefe que no parecen tener claro para qué cojones han
destrozado media planta.
A ratos hacemos como hacen todos los españoles. Nos paseamos
a ver currar a Manolo y Benito y elucubramos sobre cómo será la obra y donde
acabaremos reubicados.
Otras veces me siento la protagonista de Esta casa es una
ruina cuando al abrir la puerta de la cocina para coger mi tuper, me encuentro
a Manolo sonriendo y diciendo ¿Cuál es tu maletita? Aquí huele a lentejitas.
Pero la mayor parte del tiempo pasamos olímpicamente de esta
nueva absurdez laboral ideada por las mentes que gobiernan los libros de
colores y seguimos a lo nuestro.
- LA UE HA PROHIBIDO CORTAR ALETAS DE TIBURÓN. –
grita Sonrisas mientras baila en círculos alrededor de su ordenador con los brazos en alto
-
Joder Sonrisas…que susto. En fin, cada loco con
su tema.
-
Vaya Sonrisas, me has jodido el plan de fin de
semana.- dice Cedric muy serio.
-
Jajajajaja...ahí has estado bien.
-
Oye Sonrisas y qué más da que les corten las
aletas antes que después…
-
Nooooooooo.-….no hagas eso…no le preguntes a
Sonrisas por los tiburones…
- ¿Cómo qué más da?? ¡No es lo mismo!!! Si tienes
que pescar el tiburón y en puerto cortarle la aleta...te caben menos aletas en
el barco porque tienes que meter el tiburón entero, imagina que solo puedes
llevar 200 tiburones muertos. Si les puedes cortar la aleta en el mar, los
pescas, cortas las aletas y los tiras y en la bodega donde caben 200 tiburones
enteros caben 20000 aletas…es el fin, la muerte del planeta, la destrucción….el
holocausto.
-
Moli...tú de bucear pasas, ¿no?
-
Si...me da claustrofobia como a Woody Allen.
-
Bien hecho…mira lo que pasa cuando te das una
sobredosis.
-
Si...y aquí…en medio del páramo de Mordor a 500 km del mar. En el fondo me enternece.
-
¿Hacemos una porra para ver cuando terminan la
obra Manolo y Benito?
-
Venga…
-
Pero... ¿no os alegráis de lo de los tiburones? Es la noticia del día!!
Y así pasamos los días entre martillazos, gente correteando y tiburones. Una juerga.