jueves, 13 de junio de 2013

MIRANDO EL PARQUE


No es un parque para pasear. No es el Retiro, El Retiro empuja a pasear, a conocerlo, sientes la necesidad de caminar, de mirar, hay que ver  porque detrás de cada árbol, de cada arbusto puede haber algo que no hayas visto hasta entonces.

Éste no, este es un parque para sentarse, un parque para estar. 

No es un parque especialmente bonito ni especialmente grande pero nos gusta.  No tiene puerta pero casi.  A un lado una tapia cubierta de vegetación y al otro una casa.  No es un edificio de pisos, es una casa, de ladrillo visto como eran todas las de esa zona hace muchos años. Cuando empezamos a ir a ese parque,  estaba casi en ruinas, no completamente derruida ni destrozada pero parecía abandonada.  Un día, por sorpresa,  aparecieron unos andamios y tras unos meses de obras fantasmas en los que nunca vi ningún obrero, la casa reapareció con su fachada de ladrillo limpio, sus ventanas nuevas y un telefonillo en la puerta. Desde el parque veo cortinas en las ventanas pero nunca he visto a nadie en ellas, ni a nadie entrar o  salir. Siempre me pregunto quién tendrá la suerte de vivir ahí.

Es un parque alargado, desde la semipuerta por la que nosotros entramos,  se atraviesa una zona más estrecha  con prunos de ramas bajas  a los lados que casi hacen túnel. Después,  lo primero que hay son los columpios, solo dos y siempre están ocupados y con niños haciendo cola. He pasado allí horas “dándoles”  hasta que se cansaban o me agotaba yo. Ahora, con lo mayores que son, les sigue gustando ir a columpiarse pero ya no necesitan que yo les de.  

Pegada a los columpios,  está la zona de los niños pequeños, con todo lo que tienen las zonas de niños pequeños: su vallita de colorines que te llega por la rodilla, el sistema para que no se escapen los niños (que es el mismo que se usa para animales en algunas zonas), su balancín, su tobogán de metro y medio de altura, su par de animales sobre muelles y muchísima arena. Durante mucho tiempo no fuimos más allá en el parque, aquello era suficiente. Horas de estar apostada al lado del tobogán y dos mil quinientos intentos para conseguir que aprendieran a subir solas las escaleras.  Esa es la zona en la que pasábamos las horas cuando para ir al parque necesitaba casi una maleta con ruedas, cuando parecía inconcebible no llevar una pala para cada una, cubos para repartir y mil moldes. Es la zona de la época en la que el momento de  recogida implicaba rebuscar entre montones de arena la pala rosa que sabía que si se perdía significaría un drama al día siguiente.

Un poco más arriba está la “jaula”, con canastas de baloncesto y llena de niños con balones, pelotas, patines y patinetes.  A continuación hay otra zona infantil, pero no tan infantil…sigue teniendo la vallita de colorines pero el tobogán está alto y tiene un “puente” de cuerdas a lo Indiana y una plataforma para trepar. Es un tobogán para mayores, para niños que quieren infartar a sus padres poniéndose cabeza abajo en el puente y decir cosas como “mira mamá…sin manos” o “mamá…se me ven las braguitas”.

Bordeando estas zonas hay árboles, un caminito y una serie de bancos. Creo que me he sentado en todos ellos en estos 7 años. Al principio los elegía por la cercanía a la zona dónde fueran a jugar…ahora me da igual, el que esté vacio y a la sombra o al sol según la estación del año.

Siempre llevo un libro. Hay días en los que leo abstraída de todo,  hay días que no leo nada y hay otros en los que  dejo la lectura a la mitad para mirar el parque.

Sentada en el banco, si levanto la vista, lo que veo  justo encima de la jaula del baloncesto y los columpios es un edificio blanco de pisos. En uno de los pisos  pusieron aire acondicionado hace mil años (muchos más de los que llevo yendo al parque) y colocaron la máquina en el alfeizar de la ventana. Me fascina que recortaran la persiana perfilando el contorno  perfecto del mamotreto marrón para que encajara.  Mirando en esa dirección lo que veo es una ciudad, pero si miro a mi espalda…parece que estoy en un pueblo.

Por uno de sus lados, el parque está bordeado por casas unifamiliares, casas que llevan allí muchos años, casas antiguas.  Desde los bancos se ven tres. En el extremo más alejado del hay una blanca, encalada como si estuviéramos en un pueblo marinero y con una cúpula coronando el torreón. Tiene una terraza acristalada y poca vegetación en el jardín. Las ventanas son azules.  A continuación hay una que está más descuidada, con la fachada sucia, las rejas herrumbrosas y  el jardín un poco salvaje.

La última es la que más me gusta. Es de ladrillo, ha mantenido exactamente la estructura que tenían todas las casas en esa zona cuando se construyeron y tiene lilos en el jardín. Tiene un torreón cuadrado con grandes ventanas y el tamaño justo para imaginar ahí un despacho con las paredes llenas de librerías. También ha estado en estado “latente” durante mucho tiempo pero ahora algún suertudo se ha hecho con ella y está llena de andamios mientras la remodelan…espero que mantengan el encanto aunque me den muchísima envidia.
A la espalda de los bancos hay una zona de arbustos, una zona superespesa de arbustos perennes y alguna zona con flores. Tiene árboles grandes que dan sombra y de los que en esta época del año caen “cositas” que se quedan entre las páginas de mi libro y me dan mogollón de alergia.

A veces no leo. A veces sencillamente miro. Veo a las madres que están todavía en la etapa de dar en los columpios, en la etapa de sentarse en la vallita de colorines, que buscan cacharritos en la arena y recogen niños del tobogán. A esos padres no los conozco, son nuevos en el parque. Probablemente cuando yo estaba ahí, en esa etapa…ellos andaban a otras cosas y probablemente no se imaginaban en un parque.  Cuando lleguen a sentarse en un banco con el libro, yo ya no iré al parque. 

Lo pienso y es muy raro.

Hay otros padres que sin embargo sí conozco, llevo años viéndoles. Está el padre que tiene un poco de voz de pito con dos hijos increíblemente parecidos y que le persiguen por todo el parque para que juegue con ellos. Está la madre de cinco niños (todos niños) que anda como loca detrás de los tres pequeños. Ella no lo sabe, pero tenemos una amiga en común.

Hay una pareja. El siempre lleva una camiseta negra y ahora se está dejando el pelo largo y barba. Ella es castaña, con cara de buena persona y tener sentido del humor y casi siempre lleva coleta. Jamás hemos hablado pero  hemos  compartido todas las etapas: tardes en los columpios y tardes en la vallita vigilando que no comieran mucha tierra. Tardes de llegar con el periódico y no abrirlo. Ahora llegan, como yo,  a deshora. Sin cochecitos, ni palas, ni nada. Como mucho una pelota. Tienen  dos niños que juegan al futbol en la jaula.

Nosotros leemos o miramos. 


Es el parque. 

27 comentarios:

TXABI dijo...

has vuelto!

Aricias dijo...

Muy fan!

Ana María dijo...

Jo, cómo me encanta. No hay nada que me guste más que leer al aire libre, tumbada en una toalla en la playa o bajo un árbol en el parque.

Bueno, me encanta pasear y mirar a la gente ^_^

:*

Anónimo dijo...

Qué bueno Txabi!!!!!!!!!

Peter dijo...

Pues consigues que apetezca ir a ese parque que contado por otro seria como otros 200 parques en Madrid

Burbuja dijo...

Según ibas describiendo todo el parque me lo iba imaginando en mi cabeza.

Me encantan estos posts de reflexiones, esos pensamientos que tiene uno consigo mismo en un momento dado.

Beso!

RS dijo...

Supongo que llegará un día en el que añore los momentos pasados "dando" al columpio. Ahora siento envidia de las madres que se pueden sentar en los bancos porque yo sólo troto detrás de mi pequeña troll, tratando de evitar que se mate con su "motito". Y sí, es curioso cómo somos capaces de "relacionarnos" los padres en el parque: capaces de vernos todos los días y no cruzar una palabra. Si acaso una mirada de esas que lo dicen todo.

Muy bonito post.

annajr dijo...

Yo como RS... aún estoy en la fase en la que me llevo un libro al parque, lo abro, leo... pero me paso más tiempo con la mirada alejada de sus páginas siguiendo sus voces, su movimientos, sus 'mira mamá mira', 'me he caído', 'me columpias' o '¿juegas?'.
Es como si viera tu parque. Mejor. Es como si oyera los ruidos que tienes allí.
Chulo, chulo!!

C. S. dijo...

Estos post en los que hablas de las cosas como sifueran personas son los que más me gustan (Y creo que los que mejor te salen)

Nisi dijo...

Precioso...

xaquí dijo...

Sí, molas mucho, puedes molar mucho muchas veces. Y a veces hasta te lo digo.

Unknown dijo...

Bonito el contenido y también el continente. Muy literario, muy buenas descripciones, por unos minutos hemos compartido el parque contigo.

Biónica dijo...

Me ha gustado mucho la secuencia descriptiva. Debe ser que con lo visual que soy, me fijo bastante en eso. Gracias, es una de mis formas de leer más favoritas del mundo xD "leer viendo".

Gonzalo Muro dijo...

Hasta hace tres años lo mejor de ese parque me parecía la terraza que hay justo en la esquina anterior. Ahora prefiero mil veces empujar a mi hijo en el columpio. Cómo cambia la vida!!!
Precioso post.

Hans dijo...

Le has tratado como a una persona :) , como cuando describes a personas a las que aprecias. Me gusta.

molinos dijo...

GWW..seguro que nos hemos visto...

Gonzalo Viveiró Ruiz dijo...

http://lamamavaca.blogspot.com.es/2013/05/neologismo-maternales.html


por romper la armonía y tal...

annajr dijo...

Gonzalo... creo que a ella no la vas a picar pero a mi sí... Que me estoy quitando pero poco!!
XDDD

yildelen dijo...

Bonito post, da muchas ganas de indagar dónde está vuestro parque. Me encantan esos rincones de Madrid con sabor a pueblo, pequeños oasis en la inmensa ciudad.

Aún me quedan años de "dar" y de dejarme los riñones en la escalera del tobogán, así que envidio tus ratos de lectura. Eso sí, a veces, móvil en mano, he llegado a leer tu blog entre columpios ;o).

Hermano E dijo...

Aunque el parque al que nosotros íbamos no era tan bonito como el que describes, me ha traído muy buenos recuerdos.

Había niños y padres muy plastas pero ahora lo recuerdo con nostalgia ¡Que pena que los años pasen en modo fast forward y que no se pueda hacer rewind!

mamá de un bebote dijo...

cuando escribes así, describiendo de esta forma, parece que estuviera leyendo el principio de una novela.....y te quedas con ganas de saber, qué ocurrirá ahora en el parque?.... habrá un crimen? un encuentro?.... escribes muy lindo chavala....

a mi los parques con churumbeles, (con el mío en concreto para qué engañarnos) me dan una bajona que ni te imaginas...

Antónimo dijo...

Me ha encantado tu mirada sobre el parque.

Oswaldo dijo...

Parece cosa difícil, pero cada día escribes mejor.

C.R dijo...

Que buena descripcion...he estado miles de veces en ese parque al que en mi casa llamamos "el parque de la pediatra" ya que esta justo enfrente...y lo has clavado.
En primavera no puedo ni acercarme a riesgo de sufrir un ataque brutal de alergia pero en otoño esta preciosisimo...y si...yo tambien he hiperventilado durante años viendo como Ce. intentaba sin exito trepar por las escaleras colgantes...ahora patina cual posesa dentro de "la jaula"....y es verdad lo que dice GWW antes la terracita molaba mas....bss

regaliz dijo...

¡Pues yo ayer también estuve de parque...! Y cómo recompensa tengo un libro ¡¡¡¡firmado por Moli y por las Princezas!!!!
Genial tu parque, Moli, dentro del horror que es ir a un parque con niños, este hasta mola

Upnews dijo...

Muy buena entrada. Compartida en Upnews.es: MIRANDO EL PARQUE, donde podéis votarla para que llegue a portada y tenga mayor difusión.

sin más palabras dijo...

Que sepas yo también quiero vivir en una de esas casas. Cuando NiñoNinja iba en el "cuco" nosotros paseábamos mucho por allí, y cuando digo mucho es mucho. Los vecinos de esas casas después de vernos a diario ya llegaban incluso a saludarnos. No te imaginas la de veces que he soñado despierta vivir junto a ese parque.