lunes, 27 de julio de 2015

Mañana repetimos


Adivina. 

Me gusta más mirarte ahora que cuando eras un bebé. Me aburrías de bebé, me aburría mirarte cuando tenías 3 años. Sí, era gracioso y había que vigilarte pero no me transmitías nada más que "monería" y "posibles emergencias" de las que había que protegerte. Ahora te miro y me transmites calma, paz y asombro. 

Solas en la playa nos bañamos. Estás feliz. A pesar de no poder meter la cabeza por la otitis que has pillado en el oído derecho, te metes en el agua a que saltemos las olas intentando que no entre nada en ese oído. Soy una madre reguleras. A lo mejor debía prohibirte que te bañaras pero, primero, no soy tan cruel y segundo, te pondrías tan pesada que te dejo bañarte también por egoísmo. 

Hay más olas que por la mañana y está más fría. Cogemos la colchoneta y nos metemos hasta que el socorrista nos llama la atención. Cada vez que una ola un poco más grande se acerca, te levantas sobre la colchoneta estirando los brazos y todo el torso. 

Te miro. ¿Desde cuándo tienes ese cuerpo de mujer? 

-¡Qué culo más duro tienes!-, te digo.
-Es de hacer deporte-, contestas sonriendo entre ola y ola.
-Ahora no estás haciendo deporte.
-Es de comer mucho.
-Tú nunca has comido mucho y lo sabes.
-Es de ver la tele. Ja. 

Y te alejas braceando y partida de risa. 

Te miro. Me miras y dejas el castillo que estás haciendo para venir a pedirme que te quite el pelo de la cara. 

-Te dije que te pusieras un pañuelo.
-Se me ha olvidado.
-No, no se te ha olvidado. Has pasado de mí.
-Vale, tenías razón. Pero, ¿me quitas el pelo de la cara?
-¿Me dejas que te ponga el pañuelo?
-¿Lo has traído?

Abro el libro, leo unas cuantas páginas. Levanto la vista y miro el mar. Entre las olas y yo, estás haciendo un agujero enorme. Un foso gigante para una montaña enorme. 

Cierro el libro, lo dejo a un lado. 

Te miro. Cuando eras pequeña dejar la lectura para atenderte me parecía un incordio. Ahora lo dejo sólo por el placer de mirarte mientras estás absorta en tu castillo de arena. Escarbas, cavas, te pones de rodillas, te llenas de tierra. Te levantas. Eres todo piernas, largas y musculosas. Eres todo hombros. ¿De dónde has sacado esas espaldas? De rodillas contemplas tu construcción sopesando qué más puedes hacer.

Me miras. Te sorprende verme mirándote. Sonríes. Eres toda azul. Como tus ojos y como el mar que tienes detrás. 

-Mami, ¿hago albóndigas para poner encima? 
-Claro. 
-¿Cómo se dice albóndigas en inglés?
-Meat balls.

Te enfrascas en tus bolas de arena y te miro. No querías usar bikini. "Mamá, yo solo bañador entero y deportivo", pero te probaste el que llevas, te gustó y ya no te lo quitas. Debería haberte comprado dos... no creo que encontremos otro que te guste en todo el verano y a este ritmo éste se desintegrará antes de que acabe el mes. 

Te miro y pienso que probablemente es el último verano en el que hagas castillos en la arena. 

Te miro y me pregunto en qué estarás pensando. 

Me miras y me sonríes. Se va el sol, cae la noche. Nos quedamos solas en la playa. 

-¿Recogemos?
-Vale, ya he terminado el castillo. 
-¿Lo has pasado bien?
- Lo he pasado fenomenal. ¿Es por la tarde?
- Son las nueve y media de la noche... ¿Has perdido la noción del tiempo?
-Sí-, me dices sonriendo con toda la cara. 
-¿Estás contenta?
- Muyyy contenta. ¿Mañana repetimos?

Te miro.

Claro que sí, mañana repetimos. 

martes, 21 de julio de 2015

Historias de la playa

- Mami, ¿jugamos a algo?
- Vale C ¿a qué? 
-  ¿Al veo veo?
- Ni hablar, eso es un rollo. Jugamos a contar historias de la gente que pasa por la orilla. 
- No sé jugar a eso. 
- Claro que sabes, yo elijo el personaje y tú me cuentas una historia sobre él. 


- Esa señora con el bikini blanco y las zapatillas en la mano. 

Está casada y tiene tres hijos y este invierno se enteró de que iba a ser abuela por primera vez. Le hizo mucha ilusión pero esta semana ha venido a la playa, se ha puesto el bikini blanco, se ha puesto la coleta de pelo muy negro y ha pensado que le pone triste ser abuela, que le hace sentirse vieja. Por eso camina muy deprisa para que todo el mundo piense que es joven. Y lleva gafas de moda.

- Esas tres señoras. 
Van las tres caminando muy juntas y se tocan pero no son amigas. La que va más lejos del mar es muy amiga de la que va en medio que es la popular, y está muy enfadada con la de la orilla del bikini brillante porque se ha puesto a hablar con la popular y le está quitando la oportunidad. Está celosa. A la de la orilla le pasa lo mismo y además piensa que la de arena es una petarda. Y la del medio que es la popular no se entera de nada.

- Esa pareja, la del bikini negro y el del bañador negro con dibujos rojos. 
Están casados y se odian. Se lo están diciendo el uno al otro y por eso no se miran.

- Esa señora mayor.
Está feliz y contenta. Se ha venido sola a la playa. Dentro de unos días vendrán sus amigas. El año pasado estaba triste porque se había muerto su marido pero le da más pena en su casa, que es triste, en la playa casi se le olvida porque lleva sombrero de flores y puede coger conchas.

- El chico del tubo que bucea.
Se llama Jacobo y está buceando porque le ha dejado su novia y está buscando un sitio para ahogarse. Su novia le ha dejado porque él le engañaba con otra, pero la otra también se entero y le han dejado las dos y por eso busca un sitio para ahogarse mientras bucea.

-Y esa niña que está haciendo un castillo ahí delante. 
Ha venido a la playa con su novio….

- Se acabó el juego.
- ¿Por qué? Si lo estaba haciendo genial.
- Porque esa niña es tu hermana y me niego a que imagines que viene a la playa con un novio.
- Jajajaja, mamiiii pero si es muy divertido. 

jueves, 16 de julio de 2015

Ancianismo: las señales

- Uy. ¿Sabes lo que me apetece?
- No, dime.
- Un Bitter Kas.

"Bitter Kas" es una combinación de palabras que convierte a tu madre, tu tía, tu padre o quién sea de una persona "mayor" en alguien "anciano". Hasta el momento que tus mayores dicen "Bitter Kas" has pensado, sabido, sentido que tus padres, tíos o compañeros de curro eran mayores que tú, pero no "viejos". "Bitter Kas" las convierte a ellas en la Reina Madre y a ellos en "Papa Pitufo". 

- No sé por qué dices eso. Bitter Kas es una bebida de toda la vida. 
- Ahá. De toda la vida de viejos. ¿Cuándo has bebido tú Bitter Kas?
- Nunca, pero ahora me apetece. 
- ¡Ahá! Porque ahora eres viejo. 
- Eres insoportable Moli. 

Hay más señales en ese camino que convierte a tus padres en abuelos; en el camino que te lleva a relacionarte con tus padres como si fueran tus abuelos y no los abuelos de tus hijos. 

El bolso en las rodillas. Estad atentos porque no hay vuelta atrás con este gesto. Una vez que tu madre, tu tía o tu prima, a la que tienes mucho cariño y con la que recuerdas haber tomado tus primeros martinis, se sienta en un bar y hace equilibrios sujetando el bolso en las rodillas y sin soltarlo... ha dado un paso de gigante hacia la abuelidad. 

Carterita para monedas para ellos. Un buen día y después de años de soportar bolsillos de pantalones rotos y dejar un rastro de monedas en los sofás al sentarse y tumbarse, tu tío, tu padre o tu primo decide que no lo soporta más y se compra una carterita solo para las monedas. Si llegáis a un bar, pedís dos cocacolas (si pide Bitter Kas, es momento de llorar por la juventud perdida que no volverá) y a la hora de pagar mete la mano en el bolsillo,  saca su carterita de herradura, la abre con gesto profesional, la ahueca, CUENTA las monedas y dice "Deja que pague yo que tengo suelto", le queda menos para volver al esquijama. (Dice "suelto" y no "cambio"). 

"Rebeca", para ellos y para ellas. Cuando alguien dice rebeca en vez de jersey, chaqueta, abrigo o "algo para ponerte encima", inmediatamente lo ves en blanco y negro ligeramente difuminado. 

Los análisis de sangre. Hasta determinado momento vital ir a hacerse unos análisis de sangre y/u orina es un trámite desagradable, coñazo, que siempre se posterga, que muchas veces se olvida y que se intenta resolver en el menor tiempo posible. De repente, un buen día, tu conocido te cuenta por teléfono el día que tiene cita para los análisis, te lo recuerda la semana antes para explicarte porqué no puede ir esa tarde al teatro y el día antes vuelve a recordártelo. No contento con eso, después de hacérselos te lo narra a tiempo a real, tan real que te preguntas si no hubieras ganado tiempo acompañándole y aprovechando para hacerte los tuyos. 

Cuando recibe los resultados, tu conocido los analiza pormenorizadamente. De alguna carpeta recóndita y de la que tú desconocías su existencia saca todos los análisis que se ha hecho en su vida, separados por laboratorios, y te expone a una tesis doctoral sobre cómo cambian las mediciones del colesterol y así "¡es imposible enterarse!"

La visita al médico. 

- ¿Qué tal el médico?
- Regular
- ¿Regular? ¿Qué te pasa?
- Nada. No me pasa nada, pero es que voy y me liquida en 2 minutos.
- ¿Y?
- Pues que ya que voy me podría hacer más caso.
- Pero, ¿te pasa algo?
- No, pero eso da igual. 

Mirad a vuestro alrededor. El ancianismo está a la vuelta de la esquina. Nos acecha. 

martes, 14 de julio de 2015

El sueño de un curso de verano

Por razones que no vienen al caso, tenía vacaciones, solterismo premium de luxe y ganas, muchísimas ganas, de ir al curso de este año, "Los demonios de la ciencia. Educando (con)ciencia" en San Sebastián. Por supuesto tenía motivos intelectuales muy poderosos y otros motivos nada intelectuales pero igualmente poderosos. La oportunidad de juntarme con un montón de amigos, poner cara a unos cuantos descerebrados, comer como se come en San Sebastián, dejarme mimar por los mejores anfitriones del mundo y huir del calor asqueroso de la meseta y comprobar que "Euskadi tropical" se corresponde con primavera fresca en Madrid. 

Si los cursos de verano tuvieran pensamientos, deseos, ilusiones o sueños, como (casi) todas las personas, su mayor ilusión sería ser un curso de verano de los que se celebran en el Palacio Miramar de San Sebastián. 

El Palacio Miramar lo tiene todo, está en la ciudad más bonita de España, en el mejor sitio y además, y esto es lo más importante, no parece un palacio. Es una casa grande, muy grande, con un jardín maravilloso con sombra, hierba, bancos y flores donde te quieres quedar sentado y no hacer nada en todo el día, salvo disfrutar de estar sentado ahí. Pensar y disfrutar cada minuto en ese banco para que no se te olvide nada, para recordar cada cambio de luz, cada racha de viento, cada ola que llega a la playa y cada paseante que se cruza. 

Cuando entras en el palacio no tienes la sensación de estar en un espacio inabarcable, lleno de salones y habitaciones demasiado grandes y que no sabrías cómo llenar. Todo tiene una escala adecuada, incluso a veces estrecha, y al dirigirme hacia mi sala voy pensando en qué pondría en cada rincón, debajo de cada una de las ventanas con esas maravillosas vistas. Pienso también que no dejaría pasar a los turistas e ideo posibles carteles disuasorios como "peligro, dragones", que es muy de palacio, o "peligro, cuarentena", que sería mucho más efectivo.

Este año tocaba en una sala blanca, completamente llena de estucos con relieves. Encima de las puertas hay unos frisos con motivos de niños o angelotes (no los distingo bien pero creo que no llevan alas) jugando, cantando o bailando. Hay una chimenea con un enorme espejo encima en el que no me veo porque soy bajita y otro tapando el hogar, en el que intento ver mis pies a través del mar de sillas. No lo conseguí en los tres días. 

Hay lámparas de cristal tallado que cuelgan del techo, sujetas con cables tapados con telas de terciopelo verde. Lo mejor, sin embargo, es que la sala tiene grandes ventanales hasta el suelo que se abren al paisaje, que se abren literalmente para dejar entrar el viento y el olor a mar y un poco de fresco. Están flanqueados por cortinajes azules con las iniciales M y J bordadas. Reconozco que en algún momento se me fue el santo al cielo mirando por la ventana. 

He aprendido muchísimas cosas y sobre todo me he dado cuenta, una vez más, de la cantidad de cosas que no sé y que ni siquiera sabía que existían. También me he aburrido algún rato, he perdido el hilo y no he sabido si era por mi culpa o por el ponente. He preguntado sobre el efecto placebo y he discutido sobre la responsabilidad de la organización de los Premio Nobel en el uso publicitario de su premio para vender productos fraudulentos. Confieso que no me convenció la respuesta de los científicos... quedó pendiente esa discusión. Me he traído una lista enorme de libros y unas cuantas cosas en las que pensar y sobre las que escribir. He conocido a Helena, las dos teníamos muchas ganas de vernos en directo y me encantó saber que le había inspirado (un poco) para escribir el relato con el que ha ganado un premio de relato divulgativo. 

No todo han sido placeres intelectuales. La compañía ha sido fabulosa. Me he reído hasta las lágrimas, he conocido a descerebrados que me han invitado a comer y con los que he hablado de lo divino y lo humano y me han dejado a deber un paseo por Deba. Los mejores anfitriones del mundo me han llevado a cenar y ¡me han invitado a su casa! He conocido Hendaya y a toda la familia de mi amiga Inés. He discutido con Gustavo sobre las motivaciones del periodismo y las ventajas o desventajas de vivir en Madrid y me sentí como una azafata acompañando a una celebridad com Mulet por San Sebastián. 

He visto el Peine de los Vientos y he escuchado la lluvia contra la ventana en mi celdita de la residencia universitaria. Me han llamado señora más veces en 3 días que en todo el año. He desayunado 3 napolitanas de chocolate y no fui capaz de terminarme una cola de merluza de anzuelo que estaba de llorar de buena. A cambio me faltó lamer el plato de la tarta de manzana templada con helado de vainilla. ¡He probado las kokotxas  y bebido champán!  

Si hubiera imaginado un plan perfecto para mis días de solterismo... hubiera sido este: el sueño de un curso de verano. 

Después he estado en Cantabria infinita y también ha sido fabuloso... pero eso es otra historia y será contada en otra ocasión. O no

jueves, 9 de julio de 2015

Al final, llueve

Oigo la alarma del teléfono.En mi camita de Julie Trinos en Sonrisas y Lágrimas quiero morir del sueño que tengo. ¿Por qué irse a dormir a la 1 implica, entre despedidas y demás, meterte en la cama a las 2? Claro, que si los niños de la habitación de al lado no hubieran estado charlando hasta las mil lo mismo tendría menos sueño. De todos modos, prefiero tener sueño a haber sucumbido a la tentación de asomarme a la ventana y chistar para que se callaran. Me niego a ser "esa señora mayor". 

Arriba. Cielo gris. Vientecito y llueve. Lloro de la emoción. Voy a estrenar el vestido nuevo, con zapatillas. Me tengo que concentrar para no dormirme en la ducha. 

¡Qué bien me lo pasé ayer! Es alucinante cuando los planes salen bien pero es increíble cuando no planeas nada y todo sale perfecto. Fue super chulo comer en Bilbao con I y J. La plaza dónde comimos con los plátanos enoooormes era preciosa y luego el paseo al Guggenheim charlando con I sobre los problemas que la limpieza de la casa genera en una pareja  fue un descojone. 

Conocer a txipi. Mola la vida. Te levantas por la mañana en tu casa y sin pensarlo, ni comerlo ni beberlo, a las 4 de la tarde conoces en 3D a alguien con el que llevas hablando por la red 5 años. Es más alto de lo que pensaba. Él habrá pensado que soy más bajita. "Eres exactamente como te imaginaba". Pero ¿Qué imaginaba? Ya dejo poco a la imaginación. Mil fotos, las charlas, la radio... menos el tacto creo que todo lo demás ya está visto. 

La expo de Jeff Koons moló mucho. El Guggenheim me encanta, la colección permanente es un bluff pero las temporales molan. Y la de Koons es tan kitch, tan de la vida diaria, tan reconocible, tan de me lo llevo todo a casa y al mismo tiempo me horrorizo del horterismo, que es hasta divertida. Pobre I, en la sala de Koons en poses eróticas, casi porno, con Ciccolina casi le da un colapso. 

No sé si luego tomando una coca cola con txipi estuve muy loro. Tengo que intentar controlar mi verborrea, morderme la lengua. A lo mejor si me siento encima de las manos hablo menos. Si no puedo gesticular  seguro que hablo menos, tengo que probarlo. 

Estoy rota. Al final entre unas cosas y otras llegue a Donosti a las 9...después de salir a las 12 de Los Molinos. Mola todo improvisar pero estoy molida. Tirar las cosas en mi celdita de novicia, darme cuenta de que podría ser la madre de todos los que están alojados en este colegio mayor y salir corriendo a por el bus para llegar a cenar fue una paliza. 

Pero qué bien me lo pasé, como me reí y ¡qué sorpresa que Ines llevará tacones! Debería comprarme algo de tacón. Y ponérmelo, claro. Lo pensaré. 

Llego tarde, llego tarde, llego tarde. 

Pero llueve. 

Me encanta esta ciudad. 

miércoles, 8 de julio de 2015

Viaje hacia el Norte

Menos mal que he tenido un momento de lucidez y he decidido hacer antes la maleta. Si llego a decidir ducharme primero ahora tendría que cambiarme entera y volver a la ducha. Qué caloreta tengo, me suda todo. Sudor de canalillo en modo niágara. No entiendo cómo no han inventado un desodorante de canalillo. Inventan Chilly para unos picores que nadie que yo conozca tiene y un desodorante de canalillo que es una necesidad básica no se les ocurre. Sí, se puede usar cualquier desodorante pero lo mismo pasa con las cremas y las hay para cada trozo de piel. 

Bien. Ya está todo. El libro, otro por si acaso. Mierda se me olvida la toalla, la pluma, las sandalias. Otra vez a subir. Menos mal que no me ve nadie, he hecho una maleta como si me escapara de casa, qué contenta estoy de haber comprado un coche ranchera, no tengo que preocuparme del espacio. 

Joder qué calor del infierno. 11:58, rumbo al norte. A ver si hay suerte y refresca. Cerceda, Soto, Manzanares... qué casas más horrorosas se construye la gente. Nunca sé si es que los arquitectos son lo peor o que la gente paga y aunque el arquitecto le diga que lo que se está construyendo es un engendro le da igual. A ver si identifico la casa que papá y mamá querían comprar cuando éramos pequeños. No la compraron porque tenía una terraza enorme sin barandilla que, a nosotros, nos encantó pero era un peligro. Ahora no creo ni que dejaran  construir esa casa y por otro lado mejor que no la compraran. Mi vida sería completamente distinta si hubiéramos tenido esa casa y no, me gusta mi vida. Sería tan diferente que ni siquiera sería Molinos. 

Carretera de Burgos. 35 grados. Las princesas deben estar recocidas en su campamento. Espero que se les pase la gastroenteritis y empiecen a pasárselo bien. No sé si esto que siento es un poco de cargo de conciencia. No, no, no. Es pena porque me da cosa que estén pachuchas de campamento pero no es nada grave, nos hubieran llamado si fuera grave. No le voy a dar más vueltas. ¿Qué día es hoy? 7 de julio, San Fermín.
 "El suelo es el piso, el piso el departamento".
debería escribir en el chat de primos para que R sepa que Rafa Pons está en Buenos Aires y que puede ir a verle al concierto. En cuanto llegue voy a mandar un wasap para pasar lista a ver dónde están todos y que manden fotos. 

"Ya no me asusta el inviernome doy más miedo yo".
A mi tampoco me asusta el invierno, me encanta. 35 grados marca fuera. Qué pesadilla, menos mal que me he puesto vestido y sandalias. Tengo el móvil echando humo de contactos para quedar, yo creo que llego a las 3:15 a Bilbao sin problema. La verdad es que no pensé que iba a quedar con nadie y no me pegan las sandalias con el vestido. Voy a cepillarme el pelo. ¿Habrá una normativa que prohiba cepillarte el pelo mientras conduces? tengo que acordarme de cortarle la etiqueta a este cepillo, a ver si lo saco en público y hago el ridículo. Pero, ¿Qué digo? No voy a peinarme en público. 

Gogoratu. Recuerde. ¡Qué distinto suena! Gogoratu, gogoratu. Ya no se me olvida, como orbela. Me flipan esos caseríos pero no sé porque siempre me imagino viviendo en ellos cuando llueve y no con este sol... "¿Por donde vas?". Parque Gorbeia. Me recuerda a Pinilla y la llama que se perdía en el monte y se convertía en un animal legendario. Bueno, no se perdía, se escondía. Pinilla, que rabia que ya me lo he leído todo. Podría ir a Getxo a dar un paseo...

21 eurazos de peaje. Madre mía, qué pastizal del infierno y además taquicardia. Tengo que trabajar esto, no puede ser que me entre el síndrome del aeropuerto cada vez que llego a un peaje. Siempre lo mismo. Llego y creo que he perdido el ticket, y pienso que me he dejado la cartera en casa y en 2 nanosegundos me imagino dando explicaciones al de la caseta o peor a los 20 coches que están detrás de mi y encima teniendo que llamar a alguien apra que venga a darme pasta para pagar. ¿A quién llamo si ya casi estoy en Bilbao? Y ahí me paro, encuentro el ticket y la cartera aunque claro, parece que un perro a escarbado en mi bolso y tengo todo esparcido por el coche. 

- Entra por Zabalburu 
- Mi coche es azul apolo 
- Ya te he visto con tu pelazo.¿Qué leches es azul apolo? 

26 grados. El Guggenheim y amigos que me dicen "eres exactamente como te imaginaba". Adoro esta ciudad. 

viernes, 3 de julio de 2015

No me liberes

Tengo 42 años. Soy mujer, madre y trabajo. Educo y crío a mis dos hijas junto con El Ingeniero. Estoy divorciada y disfruto de una maravillosa custodia compartida. Soy feminista convencida porque defiendo y me peleo por conseguir que las mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades que los hombres. 

Soy mujer con dos hijas y un trabajo y ¡oh sorpresa! no vivo esclavizada por una sociedad patriarcal que me oprime. Repito, no vivo esclavizada y no necesito, ni quiero, ni me interesa que nadie venga a liberarme de mis supuestas cadenas. Y si lo hace por lo menos que cante espirituales negros o un blues....algo menos soporífero que una sarta de sentencias supuestamente enjundiosas y que zzzzzz. 

No quiero que nadie hable en mi nombre, que nadie diga "La mayoría de nosotras parece necesitar ser especialista sobre un tema para plantearnos siquiera opinar sobre él". ¿Qué mayoría? ¿Qué nosotras? ¿Quién eres tú y por qué pontificas así? Me parece bien, estupléndido y fantabuloso que des tu opinión pero qué tal si dices "Yo para opinar sobre un tema tengo que ser especialista". Bien, ya sé porque no dices eso....No hay más preguntas. 

¿Quiere esto decir que nunca he sufrido de machismo en mi vida? Por supuesto que no. Claro que he sufrido machismo y lo sufro pero no ando 24 horas al día mirando a mi alrededor a ver si puedo ofenderme por algo. Hago mi vida, trabajo, escribo, educo a mis hijas, quedo con mis amigos, escucho piropos, me pruebo ropa que me vale, que no me vale, me depilo cuando me apetece, me quito las canas cuando me apetece, leo artículos escritos por hombres con los que estoy totalmente de acuerdo y los comento o no. Tengo un blog y me leen hombres y mujeres y me comentan ellos y ellas. Colaboro en varias plataformas de ciencia y ¡oh sorpresa! somos ellos y ellas y todos cobramos (o no cobramos) lo mismo. Escribo en una revista de "mujeres" y me encanta hacerlo...y también me comentan hombres allí. Leo artículos escritos por mujeres que me encantan y otros que pienso "esta tía es imbécil". Escribo artículos muy indignados contra hombres que dicen estupideces sin pensarlas pero sintiéndolas. Y una vez a un tío que me dijo que si iba a parir a mi hija por las tetas le mandé a tomar por culo y comprobé lo que ya sabía que era un imbécil. Ah, y me bordé mi ajuar. 

Y lo siento, pero si conozco a un hombre en persona después de habernos leído por la red y me dice "Qué bonita sonrisa tienes" no me ofendo. Aunque lo intente muy muy fuerte no consigo ofenderme. No lo veo como un defecto pero hay "nosotras" que por lo visto opinan que vivo tan oprimida que necesito que vengan a salvarme creyéndose Braveheart, la madre sufragista de Mary Poppins y Charlon Heston haciendo de Moises.

"Soy Moises y vengo a salvarte de tu esclavitud, pequeña esclava sin criterio. Vengo a liberarte de tus cadenas". 

Si por lo menos cantaran espirituales negros o tuvieran sentido del humor... 

Querida libertadora, no es que no entienda tu supuesta ironía, no es que esté esclavizada y ande ciega, es que no soy "nosotras". 

PS: este post no representa a nadie más que a mi. 

jueves, 2 de julio de 2015

Norte y sur


Vamos al barro, a la polémica. 

Nos creemos modernos, digitales y diferentes de nuestros padres y nuestros abuelos pero ¿de qué obviedad hablamos  todo el año? ¿De política? Si pero no quiero hablar de eso. ¿De lo cara que está la vida? Sí, pero tampoco quiero hablar de eso. ¿De lo horroroso del tráfico? Sí, pero tampoco. 

¿Del tiempo? Sí. 

"Está lloviendo". "Espectacular tormenta en Madrid". "El cielo cae sobre nuestras cabezas".

Los de Madrid y zona sur del país llenamos las redes con estos comentarios y fotos de la lluvia, los charcos o las granizadas. Enseguida recibimos un montón de respuestas de airados y aguerridos norteños "joder con los de Madrid, llueve y ya estáis todos petando las redes", "pues qué novedad que llueva". 

A ver como explico esto, de Madrid para abajo no somos saharauis pero casi. La lluvia es un acontecimiento en Madrid o Sevilla o Cáceres porque aunque a los del norte os resulte difícil creerlo ¡es muy muy raro que llueva! Cuando vives por aquí te HARTAS de días y días y días y días de cielo despejado y ni una puñetera gota. ¿Os acordáis de vuestras clases de Ciencias Sociales en el colegio y lo de "clima continental"? Vale, pues después ponía "inviernos secos y veranos muy calurosos. Precipitaciones escasas". Todo el mundo sabe que escaso es un eufemismo por "ni de coña". ¿Cuánto sexo practicas? Escaso...No hay más preguntas. 

Por esta razón, porque hemos crecido creyendo que "escasas" era "pocas", porque nos compramos botas de agua y nos morimos antes de poder ponérnolas 4 veces, porque se nos olvida que tenemos paraguas, porque se nos olvida cómo suena la lluvia y sólo porque viajamos sabemos que la lluvia puede ser de muchos tipos, nos fascina que llueva y tenemos la necesidad de contarlo en las redes y pregonarlo. 

Los del Norte os encabronáis. Pero... ¿os habéis visto cuando no hay nubes en vuestras zonas? Que me caiga  muerta ahora mismo,fulminada por un rayo, si no he visto 3 millones de veces la memez esa de "Bilbaínos, no os asustéis, esa bola de fuego es el sol"...o "Euskadi tropical" cuando tenéis 28 grados. 

He dicho "cuando no hay nubes" y no "cuando sale el sol" porque tengo noticias para vosotros. En el Norte todos los puñeteros días del año sale el Sol. Todos. Los 365. Y esa es la diferencia con los del Sur... por aquí podemos estar días y días y días sin ver una nube...y meses sin ver lluvia. 

Los del sur, celebramos las nubes y la lluvia por la novedad y porque nos saca de la rutina meteorológica. Los del norte no sabéis apreciarlo. Os creéis que toda la vida es diversión, incomodidad y sorpresa. ¿Qué día hará hoy? ¿Lloverá por la mañana y por la tarde iré a la playa? ¿Podré salir en chanclas por la mañana y ponerme el chubasquero por la tarde? Hay nubes grandes y compactas, altas y grises, bajas y amenazadoras. Y así pasáis los días entretenidos. 

En el sur funciona así. Ni miras por la ventana porque sabes exactamente que tiempo hace: DESPEJADO...con inviernos crudos y veranos muy calurosos. 

Los del Norte también os quejáis cuando los saharauis protestamos por el calor en Madrid. "Siempre estáis protestando, os querría yo ver con calcetines y botas el 1 de julio". 

Vamos a ver, vamos a ver. Los de Madrid somos saharauis aguerridos. Aguantamos la sequía, los inviernos crudos y el verano extremo y cuando viajamos nos adaptamos a todo... pero tenemos criterio. Sabemos que es mejor sol que lluvia para hacer turismo, que ver llover 40 días seguidos puede convertirse en algo monótono y también sabemos que los del Norte no tenéis ni la más remota idea de lo que es vivir en la boca del infierno. 

El calor en Madrid es "Euskadi tropical" u "Orense extremo" multiplicado por 100. Madrid en verano es como vivir en tu horno arrinconado en una esquina mientras un enorme pavo asado se recuece en su grasa a tu lado. El calor en Madrid en los veranos extremos (que son todos) no te deja dormir, ni pensar, ni sentir, ni vivir. En Madrid el sol te quema si no vas por la sombra, y no hablo de quemaduras solares por no darte protección, hablo de sentirte arder la piel y decir "joder, joder, joder...que se ponga en verde el semáforo o voy a arder". En Madrid, cruzas la calle y el asfalto se te pega a los zapatos, suelta un calor que crees que te va a devorar. En Madrid, a las cuatro de la tarde en medio de La Castellana ves espejismos de agua en medio del asfalto. 

Del calor no se puede huir, puedes tratar de esconderte en casa, hacerte fuerte en la oficina o tratar a vivir en el coche pero el calor te persigue como un Alien y acaba encontrándote. La lluvia es mucho menos letal; te metes en casa y dejas de mojarte. 

El calor extremo es amarillo, pegajoso y se traga en forma de polvo, arena. El calor desespera. La lluvia moja (La araña pica, parezco Gloria Fuertes), resbala y cala pero es verde. 

En Madrid el calor extremo dura 90 días, no una semanita, ni 10 días ni 15. Como poco 3 meses de agonía, de no poder dormir, de sentirte el sudor correr por la cara, los párpados, las aletas de la nariz y cualquier pliegue de tu cuerpo...cualquiera. 

En Madrid es imposible escapar al sudor de canalillo y creedme, es muchísimo peor que los pies fríos o el pelo mojado.

Aguerridos pobladores del norte peninsular reconoced que sois afortunados y dejadnos disfrutar de la lluvia, saltar en los charcos y petar las redes sociales con fotos. Eso, o que el cambio climático os obligue a sufrir sudor de canalillo... entonces,  veréis y oleréis lo que es bueno. 

martes, 30 de junio de 2015

Lecturas encadenadas. Junio

Se termina junio y he retomado el ritmo lector. No dormir y el calor aplastante contribuyen a que lea más. El balance general del mes es: seis libros. Tres escritos por mujeres. Dos ensayos. Un comic. Los resultados han sido desconcertantes.

Empecé el mes con The Gluten Lie: And Other Myths About What You Eat  de Alan Levinovitz. Llegué a este libro a través de un artículo en internet del propio Alan que me llamó la atención y tuitee. Mi sorpresa fue que el propio Alan me escribió después para darme las gracias y ofrecerse a enviarme el libro a mi casa ¡desde Nueva York! Por supuesto, acepté su propuesta y nada más llegar a casa me puse con él. Obviamente, por ser un tema que me toca muy de cerca, la moda de no comer gluten porque es "más sano" y las dietas basadas en supuestas exclusiones de alimentos me tocan mucho la moral y me apetecía leer algo sobre el tema. El libro de Alan es muy muy interesante, ameno, entretenido y se aprenden un montón de cosas que te dejan con los pelos de punta. Es impresionante como si te pones a pensarlo todas las supuestas dietas milagro se basan en lo mismo: un estudio médico del que se "leen" los datos que interesan, un reclamo de un pasado paradisiaco en el que nuestros antepasados vivían felices sin enfermedades que hoy en día nos matan, un alimento maravilloso que lo cura todo y unos cuantos sinvergüenzas que se aprovechan de la gente. Alan Levinovitz recorre la historia de las dietas "sin", sin grasas, sin azúcar, sin gluten explicando todos los estudios, las tretas, la publicidad engañosa y tratando de hacer frente a la actitud de "enfrentamiento" hacia la comida que la sociedad del primer mundo está desarrollando. Es un libro que recomiendo muchísimo y si no leéis en inglés, estáis de suerte porque próximamente se editara en castellano. ¡Ah! Alan habla un español (escribe) perfecto porque trabajó mucho tiempo en Sevilla.


En el Cuaderno de Cultura Científica de la UPV/EHU escribí un post con una de las historias increíbles que cuenta Alan sobre celiaquia y plátanos unida a otra super historia sobre golpes de estado. ¡No os la perdáis!

Salvar A Mozart de Raphael Jerusalamy fue el segundo libro del mes. Había leído todo tipo de alabanzas por twitter y en algún blog y me decidí a pedirlo a la editorial Navona que siempre son encantadores conmigo. Además, está editado en la colección Ineludibles con esas tapas de tela tan preciosas y con tacto rasposo que me encantan.

Todo tenía buena pinta: el tema, la editorial, la colección, el título, el bonito color gris de la portada... pero no pudo ser. En ningún momento conseguí interesarme por la historia del viejo músico Steiner, recluido en un asilo-hospital en Salzburgo mientras la ocupación alemana se consolida y todo su mundo, incluido el famoso festival de música se tambalea y es barrido por la barbarie nazi. Le he estado dando vueltas y puede que el tema no me haya enganchado porque cuando has leído tanto sobre historia de la II Guerra Mundial, con historias reales que son espeluznantes tanto por el horror como por el heroísmo, la ficción se queda corta y resulta superficial. La historia del viejo músico que trama una venganza contra los nazis es como un telefilm de Antena 3 frente al Padrino. Se deja ver pero resbala.

Y llegamos a las mujeres. Empecé con una irlandesa, Edna O´Brien y su Las chicas de campo  regalo de mi amiga Catalina. ¡Mil gracias! Todos los libros que tienen como protagonistas a chicas irlandesas se parecen. Todos tienen el mismo tono, los mismos prados húmedos, las mismas chicas especiales dentro de una familia "normal", muy a menudo un padre borracho y violento, un pueblo cotilla, un futuro ideal que raramente alcanzan y que, en el caso de alcanzarlo, resulta ser un fiasco total... siempre es más o menos lo mismo. La historia de esta novela me ha recordado muchísimo a Brooklyn y a "El color de la leche". Es una novela agradable sin más, se lee rápido y poco más. La protagonista no consigue emocionar al lector y en muchos momentos da pena porque es tan obvio lo que va a ocurrir que da vergüenza ajena verla ir directa hacia ello. 
"Aquel fue el último día de mi niñez".
Sobre la siguiente lectura del mes, La dichosa importancia de la belleza de Amanda Filipacchi, ya lo dije todo hace un par de semanas. Es una novela espantosa, no hay otra manera de definirla. ¿No debería despellejar un libro cuando es tan horrible? ¿Debería callarme siguiendo esa frase tan bonita de "si lo que vas a decir...blablablabla...no digas nada"? Sinceramente creo que no. A la editorial no les ha gustado mi crítica y me lo han hecho saber. Están en su derecho. Y yo en el mío de decir que la novela de Filipacchi es horrorosa, lo peor que he leído en el año.

En mi visita a la feria del libro compré La Utilidad De Lo Inútil de Nunccio Ordine. Un breve ensayo que tenía en mi lista de pendientes desde que el año pasado lo mencionó Fernando Cossio en una charla en San Sebastián. Tenía curiosidad a pesar de que no sabía si iba a resultarme demasiado denso o un aburrimiento. Ha sido una completa sorpresa y una delicia de lectura. Ordine reflexona sobre la importancia de hacer las cosas sencillamente por hacerlas sin que tengan que tener una finalidad posterior, sin que tengan que servir para nada. La inutilidad en la literatura, en las universidades y la ciencia, en el amor. He doblado muchísimas esquinas y copiados multitud de párrafos que seguro que me inspiraran en algún momento. Es un gran ensayo muy recomendable para leer y releer y aprender o, mejor dicho, recordar que podemos hacer cosas en nuestro día a día que no sirvan para nada.

Me encanta esta reflexión en una época en la que todos guardamos nuestra "parcelita" absurda de saber y muchos se consideran expertos y guardan lo que saben como si fuera oro.
"El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse. Solo el saber -poniendo en cuestión paradigmas dominantes del beneficio - puede ser compartido sin empobrecer. Al contrario, enriqueciendo a quien lo transmite y a quien lo recibe". 
"Como le sucede a los peces más jóvenes, no nos damos cuenta de qué es en verdad el agua en la que vivimos cada minuto de nuestra existencia. No tenemos, pues, conciencia de que la literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza constituyen el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un peligroso desarrollo".  

El mes lo he terminado con otra mujer con la que tengo una relación de "Amor verdadero y absoluto por haber escrito una de mis novelas favoritas" mezclada con ratos de "No te soporto porque eres una intensa, una pedante y un aburrimiento". Estoy hablando de la siempre etérea y envidiada Siri Hustdvedt.

El mundo deslumbrante es su última novela y ha sido regalo de un descerebrado. ¡Gracias! Esta historia se encuentra justo en el extremo de "Siri no te soporto". Es un coñazo supremo, un aburrimiento insportable, una tortura de lectura y además Siri alcanza unas cumbres de pedantismo culturetas que me dan ganas de apedrearla en plan "Jehová, Jehová" de los Monty Phyton.

La historia es idiota (aunque no tan idiota como la de la Filipacchi) pero lo peor no es eso. Lo peor es que Siri copia personajes de otras de sus novelas, situaciones, ambientes, hasta las obras de arte que hace la protagonista se parecen a las que hacia Bill en "Todo cuanto amé". "El mundo deslumbrante" es como la versión en serie B de la gran novela de Siri y hace aguas por todas partes. Las reflexiones filosóficas son enrevesadas y están encajadas a martillazos en la historia, los personajes con un vago (por decir algo) aire Austeriano resultan planos, son como sombras y, en resumen, no hay absolutamente nada aprovechable en toda la novela.

Para cualquier lector de las novelas de Siri es más que evidente que este trabajo no aporta absolutamente nada, es una suma de pequeños trocitos de sus anteriores novelas encajados a martillazos. Una pérdida de tiempo para el lector y para Siri que podía haber dedicado su tiempo a intentar buscar otra inspiración y ahorrarse este trabajo innecesario, tedioso y aburridísimo.
"El nacimiento, al igual que la enfermedad y la muerte, no dependen de nuestra voluntad. Simplemente suceden. El "yo" no tiene nada que ver con ello".
En algún momento del mes leí el segundo tomo de Akira. Por ahora sigo aunque para nada me está entusiasmando.

Y con esto y un bizcocho y recomendando mucho los dos ensayos de este mes... hasta los encadenados de julio.


viernes, 26 de junio de 2015

La calle que mide mi mundo

La calle se llama Majalastablas. Todo junto, un nombre extraño, resonante y con muchas aes. ¿Las tablas son majas? ¿Qué tablas? ¿Pueden ser las tablas majas? Estas y otras preguntas parecidas, que nos daban muchísima risa, nos hacíamos cuando éramos pequeños y todo nuestro mundo en Los Molinos se reducía a ir de un extremo a otro de esta calle. 

Treinta años después, Majalastablas sigue casi exactamente igual. Sin asfaltar, el mismo recorrido, las mismas torrenteras cuando llueve, (casi) las mismas casas, el polvo de arena los días de verano cuando hace un calor infernal, la oscuridad de las noches cuando en las casas que la flanquean no hay gente, el cambio de rasante... y el mismo comienzo en la cuesta de la estación y el mismo final en la "calle de tu casa, Moli".

Empezando por el final que podría ser el principio, pero que es el final porque siempre ha sido así; a mano derecha hay una casa que no estaba cuando yo era pequeña. Había un prado donde el vaquero metía las vacas cuando las sacaba del pasto que había detrás de nuestra casa. A veces, la cerca se quedaba abierta y las vacas salían a la calle y los coches se las encontraban paseando tranquilamente. A mano izquierda está Piedras Grises, con un seto enorme de arizónica que no deja ver la casa. A veces hay gente, pero otras muchas veces está vacía. Hacen fiestas; o hacían. Odio las arizónicas. 

Un poco más adelante está La casa amarilla, una de mis favoritas de Los Molinos. Es una casa enorme y, obviamente, es amarilla. He estado un millón de veces dentro y es maravillosa, como de película. Siempre pienso que ya no se construyen casas así; es espectacular y con un encanto increíble. De pequeña me fascinaba el gran salón con ventanas circulares, una chimenea gigante ¡y una mesa de ping pong! ¿A quién quiero engañar? Me sigue fascinando. La casa, el porche, la gran escalinata para subir al piso de arriba, la cocina amplia y blanca restaurada con los muebles de los años 50. Mi primer amor infantil vivía en esa casa ¡Hola A, si me lees! Me parecía el colmo de la guapura y el atractivo, y su madre montaba unas fiestas increíbles en verano. ¡Tenían una piscina gigante con trampolín de tres alturas! Hace poco trepé la tapia y la piscina está rellena de tierra. Lloré del disgusto, aunque sé que era inevitable que algo así pasara con esa casa. El jardín era tan enorme, ¡pista de tenis, parterres y parterres de rosas, decenas de caminos secretos para esconderse!, que se dividió cuando llegó el momento de las herencias. 

Pasada la gran verja de la casa amarilla, donde pone "Torreglory", un nombre horrible y que nadie conoce, hay una versión reducida de la gran casa. Es la antigua vivienda de los guardeses y es una preciosidad, como si los enanitos de Blancanieves se hubieran hecho una versión a escala. Por supuesto, ya no viven guardeses y hace tiempo que es una vivienda independiente de la grande pero tiene tanto encanto como la casa madre. Jamás he estado dentro y siempre que paso intento ver quién vive. Me imagino viviendo en ella y asomándome a las ventanas del piso de arriba con dos trenzas y corpiño. 

Nada más pasar esta casa está el cambio de rasante. De pequeños nos parecía una cuesta enorme que primero nos daba miedo bajar en bici y más tarde, perdido el miedo, fue el escenario de cientos de caídas en bici, rozaduras en las rodillas y manos despellejadas al perder el control o quedarnos frenados en la arena que el ayuntamiento echaba de vez en cuando para intentar rellenar los baches. 

Cuando era pequeña empezaba ahí la "zona de miedo". A la derecha, un prado lleno de zarzas, fresnos y sin luz. A la izquierda otra gran casa, una mansión que ocupaba toda la manzana y en la que no vivía nadie. Piscina, pista de tenis, rosaleda, gran jardín y una gran casa, enorme, de piedra. Los dueños se arruinaron o algo así y la propiedad se fue deteriorando hasta que otra familia de Los Molinos de toda la vida compró todo el terreno y construyó varias casas. No están mal y gracias a ellas ahora hay luz en ese tramo, pero no es lo mismo. En el prado sigue habiendo fresnos pero ya no hay zarzas, no se pueden coger moras... se puede jugar al pádel. 

En la esquina del prado de los fresnos está Los Molinillos. También conozco a los que viven allí, son amigos de mis padres. Bueno, los dueños originales eran amigos de mis abuelos, y sus hijos amigos de mis padres...puff, tengo mil historias sobre ellos. Incluso estuvimos en México en casa de uno de ellos cuando le destinaron allí... Él estaba, está, es un poco peculiar. Me daba miedo de pequeña, ahora no le soporto... cosas buenas que tiene la edad. 

Justo enfrente de Los Molinillos, está San Huberto. Ni sé las veces que he estado en esa casa; miles. Desde los diez años que entré por primera vez hasta el verano pasado, que fue la última que volví a entrar. En ella vivía y vive mi amiga S. Ella y todos sus hermanos; y ahora todas las parejas y montones de niños. He dormido, comido, merendado, celebrado bodas, cumpleaños y bailado coreografías imposibles enfrente de toda una patulea de familiares a los que no sé como conseguíamos reunir para jalear a siete niñatas haciendo el tonto. 

El adosado en el que han vivido varios de mis amigos, San Agustín, otra gran casa con gente sólo en verano que se sentaba en tumbonas con cojines de rayas azules y blancas, Samay Huasi, víctima de algunos de mis actos de vandalismo infantiles, El Naranco, su caravana con pegatinas de escudos de todas las ciudades de Europa en las que sus dueños habían ido de camping y su tapia, en la que nos pasábamos horas comiendo pipas y viendo pasar a la gente. Y al principio de la calle, La Perla y el Buzón. 

Todo sigue ahí, todo sigue exactamente igual. O no. Hay menos gente, las casas están más tiempo vacías y ya no es una calle oscura. Majalastablas era la medida de mis paseos y de mi mundo... sigue siéndolo. 

Recorría Majalastablas lo más rápido que podía porque lo importante era llegar. 

Ahora la recorro llena de nostalgia, disfrutando de lo que queda, añorando lo que ya no está y recordándome y sintiéndome con doce años. 

Majalastablas, la medida de mi mundo. 

miércoles, 24 de junio de 2015

Un abrazo

"No me beses, abrázame fuerte". 
"Abrázame y déjame llorar hasta que me duerma".
"Dame un abrazo y deja que me haga pequeña".

"Dame un beso de verdad, con abrazo", le digo a las princezaz. 

Nada consuela como un abrazo y hay pocas cosas más íntimas y más personales que abrazar a alguien. En un abrazo te tocas mucho, aunque sea un abrazo de esos de tíos,  de palmearse la espalda como si quisieran palparle la médula ósea al otro. Entonces, si es algo tan íntimo y que hacemos con tan poca gente, ¿por qué narices firmáis los mails con "Un abrazo"? 

Recibo un mail de alguien a quién no conozco o conozco muy muy ligeramente. Correcto, simpático, amable, interesante y, al final, "Un abrazo". Me quedo clavada en esas palabras, "un abrazo", con las orejas de punta, como un perro perdiguero. Intento imaginarme abrazando al remitente y a duras penas lo consigo. Empiezo a pensar en qué pondré yo de despedida cuando conteste. Ni de broma pondré un abrazo, no me visualizo siendo acogida en los brazos de ese desconocido/a. ¿Un beso? Si el semidesconocido ha puesto un abrazo a lo mejor un beso le parece demasiado íntimo... aunque no lo sea. ¿Un saludo? Si pongo eso me siento José Luis López Vázquez en una película de los años 60. "A los pies de su señora"

Cuando yo era pequeña, se saludaba a la gente que conocías con un solo beso y a los desconocidos se les estrechaba la mano en un apretón más o menos caluroso, dependiendo del grado de conocimiento. Sólo a algunas señoras muy cursis se les daba dos besos. En algún momento, entre mi niñez y mis veintipocos, todo cambió y muchas veces me encontré en la violenta situación de darle un solo beso a alguien que se quedaba con la cara cruzada esperando el segundo. El beso único desapareció, el apretón de manos desapareció y el gesto absurdo de los dos besos se instauró para saludar a conocidos y desconocidos. 

Bien, me plegué a la nueva fórmula de cortesía de los dos besos (falsos) con choque o roce de mejillas y dejé el beso único para los de amor verdadero o para los niños. El apretón de manos quedó relegado a ocasiones muy muy oficiales y muy muy serias. Entendí el nuevo protocolo y todo iba bien. 

Pero llegó el mail y sus despedidas y me encuentro en un mar de dudas. Si el mail es de mucha confianza, lo normal es que no lleve ni despedida o ponga algo inconveniente, como "que os den" o "no te soporto". Si es de amor verdadero, pues "Un beso", "Un beso enorme", o "Besos (todos)", o cualquier otra cosa de ese estilo. Si es un mail de amistad, pues "muchos besos". Pero, ¿qué pongo si el destinatario no es un Ministro pero tampoco es mi amigo? 

Me resisto a poner "Un abrazo". Me imagino encontrándome en persona con ese semidesconocido y abrazándolo, y noto cómo mi cuerpo hace la cobra y se resbala de esos brazos. No puedo poner "Un abrazo" sin sentirme violenta o mentirosa. 

La mayoría de la gente que se despide con "un abrazo" lo hace con buena intención (y seguro que no le ha dedicado horas a meditarlo como yo) pero también sé que cuando los encuentre nos daremos los dos besos absurdos y pasaran años (si es que eso sucede) antes de que compartamos un abrazo. 

Un abrazo implica tocarse mucho, rodearse, acogerse, sentirse, sostenerse. ¿Por qué lo ponemos en los mails? ¿No lo pensamos? ¿Deseos reprimidos? 

Deberíamos instaurar el "Dos besos" como fórmula de cortesía. Tendría todo mucho más sentido y yo me sentiría muchísimo menos violenta imaginando gente a la que tengo que abrazar. Soy capaz de imaginarme dando dos besos a prácticamente todo el mundo, pero abrazo a muy poca gente. Soy de poco tocar y me da mucho pudor. 

Eso sí, si firmo un mail con "Un abrazo" eso es exactamente lo que significa, que quiero abrazarte. 

lunes, 22 de junio de 2015

Ensayo sobre los vaqueros

Yo confieso que tengo siete pares de vaqueros. Me los pongo todos, cada uno tiene una función distinta y su momento. Los tengo de "qué piernecillas tienes" y de "Moli vas como un saco". Nuevos y heredados. Oscuros y claros. 

¿Tengo demasiados? ¿Qué verdades absolutas se pueden aprender de mi experiencia? 

Primera verdad: un vaquero que te gusta no se tira hasta que literalmente se deshace y no hay manera de arreglarlo ni con parches ni con zurcidos de la Abuela Cleta. Esto se aplica a ellos y ellas. Ellas suelen ir enseñando cacha del culo y ellos los pelos de los huevos... Se aguanta hasta que se desintegra el pantalón o tu pareja/madre los tira. 

Segunda verdad: jamás hay que comprarse un vaquero si no estás absolutamente convencido de que te gusta. Un vaquero no aguanta "no me gusta mucho pero con esta camiseta disimula". O te encanta o criará polvo en tu armario por los siglos de los siglos con breves intentonas, cada vez más espaciadas en el tiempo, de ponértelo acompañado de esta frase "¿y estos vaqueros? ¿por qué no me los pongo? No pueden estar tan mal.....Vale. Al armario otra vez". 

Tercera verdad: en los vaqueros hay modas; estrechos, anchos, de tiro bajo, de tiro alto, pesqueros, arrastrados, con vuelta, sin vuelta, negros, azules oscuros, nevados (sí, sí... no os hagáis los tontos), rotos, sin romper...y mil más. En la escala que va de "cambiar mis vaqueros todos los años por los que están de moda" a "hago que me traigan mi modelo desde China por mensajería porque lo llevo usando 20 años"...cada uno ocupamos un lugar. En los de China todos son tíos y en los de cambiar creo que casi todas son ellas y tienen menos de 25 años. 

Cuarta verdad: todos tenemos manías con los vaqueros. TODOS, y el que diga lo contrario miente. Las manías de ellos se concentran en una: estos son los vaqueros que me gustan y para cambiar de modelo y/o color tiene que darme un ictus, me tienes que prometer sexo salvaje 15 días seguidos y/o me da por el running pierdo 15 kilos y descubro que los vaqueros que he estado usando toda mi vida me quedaban fatal. 

Las manías de ellas van desde tener un vaquero para cada ocasión: un vaquero mono, uno para llevar con sandalias, uno para ir al monte, otro para tacones a manías del tipo "yo no uso pantalones pitillo porque tengo los muslos/rodillas/culo/cintura gorda/flaca o lo que sea". 

Quinta verdad: todos los que tenemos 40 años en algún momento de nuestra adolescencia lloramos por unos Levis aunque nos quedaran de angustia. 

Sexta verdad: los vaqueros aguantan casi todo sin dar vergüenza ajena pero no todo. No, repito, no se puede consentir en un hombre esos vaqueritos de tela fina con el cinturón apretado y que hacen globo en el culo. NO. 

En ellas, por favor, NO se puede consentir el vaquero de cintura a la altura del tercer espacio intercostal. 

Sexta verdad: cuando no sabemos qué ponernos todos queremos ponernos vaqueros. 

Séptima verdad: los vaqueros en verano dan calor. 

Octava verdad: la limpieza de los vaqueros es algo muy subjetivo y su valoración cambia con la edad. Cuando eres pequeño no entiendes jamás que tus pantalones favoritos vayan a lavar "¡pero si están perfectos!". Después se entra en una etapa en la que lo que más molan son los vaqueros recién lavados. Es una etapa absurda en la que sólo te puedes poner los vaqueros una o dos veces antes de decidir que hay que lavarlos. Hay mucha gente que se queda en esta etapa. Conozco a alguien que tenía 7 pares de vaqueros iguales porque sólo se los ponía una sola vez antes de echarlos a lavar. 

Después llegas a una etapa en la que los vaqueros aguantan un tiempo sin lavarse. Y más allá, está la etapa en la que sólo los lavas si te tiras algo muy asqueroso encima. Pasado un determinado momento...puedes estar años sin lavarlos. 

(Si vas a un sitio donde se fume entonces hay que lavarlos, no hay nada más asqueroso que ponerse unos vaqueros que apesten a tabaco)

Novena verdad: si te quedan bien unos vaqueros, seas él o ella, no habrá nada que te quede mejor. 

Décima verdad: si encuentras tus vaqueros favoritos del mundo mundial que te quedan de lujo y decides volver a comprarte otros exactos...nunca te quedaran igual. 

Cuídalos, no los laves y aprende a zurcir. 


miércoles, 17 de junio de 2015

Candidato a peor libro del año: La dichosa importancia de la belleza

"Subversiva y surrealista". 
"Pulso cómico, inteligencia y dulzura".

Juro solemnemente que todo lo que voy a relatar es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. 

Sé que es increíble, pero no me invento nada. 

La dichosa importancia de la belleza es el sofisticado y absolutamente vacuo título del peor libro que he leído en los últimos cuatro años y uno de los más horribles de toda mi carrera lectora. La autora de estas 260 páginas es Amanda Filipacchi y la razón por la que lo he terminado es que es tan espantoso que no daba crédito. 

"Barb es bellísima pero quiere parecer fea y se disfraza de fea" (tal cual, en la contraportada). Barb va por la vida disfraza con un traje de grasa que le hace parecer 40 kilos más gorda, una peluca canosa, unos dientes postizos, unas gafas de culo de vaso y ropa horrorosa. ¿Por qué? Porque quiere que el hombre que se enamore de ella no lo haga porque es guapa. Barb es imbécil y la autora francesa y como todas las francesas se pasa toda la novela dejando claro que si eres fea y gorda tu vida no tiene sentido. 

Aunque parezca increíble, Barb tiene amigos. Está Georgia, que es escritora. Se supone que es ingeniosa y sarcástica pero mi microondas es más agudo que ella. Está Penélope, pelín desequilibrada porque hace unos años alguien la secuestró y la tuvo 3 días metida en un ataúd hasta que su padre pagó el rescate. Hace unas cerámicas muy feas que intenta vender con poco éxito. Se le ocurre, entonces,  romper todas las piezas para que parezcan enteras y poner un cártel que dice "lo que se rompa se paga"; entonces empieza a forrarse. 

A estas tres locas las acompaña Jack, que es un ex policía que salvó a Penélope de su ataúd. Sí, lo sé, he dicho antes que el padre pagó el rescate pero yo no tengo la culpa de que la Filipacchi no recuerde su trama y su editor tampoco. El caso es que Penélope debía pesar 100 kilos porque Jack se lesionó, dejó de ser poli y trabaja en un geriátrico separando a ancianos que se pelean de mentira porque les da pena que Jack se aburra.

La última pata de este banco es Lily, que es fea hasta decir basta, pero fea fea de dar miedo. Además, está enamorada de un patán que obviamente no la hace caso porque es fea. ¿Qué tiene Lily entonces? Toca el piano maravillosamente bien. 

Estos son los 5 seres que protagonizan esta cosa. Había un sexto, pero tuvo a bien suicidarse  después de dejarle a Barb una nota confesándole su amor. Por eso es porque lo que Barb (de Barbie, supongo que alguien habrá cogido la supuesta ironía) decidió esconder su belleza bajo un disfraz de fea, para que su belleza no matara a nadie más. 

Después de una mucho menos brillante y mucho más prolija presentación de unos protagonistas menos interesantes que verte crecer la uñas, Filipacchi se lanza a la acción. Barb empieza a recibir cartas del muerto suicida, Gabriel, en el que le advierte que uno del grupo al que llamará "Leo" quiere asesinar al idiota del que está enamorada Lily, que se llama Strand.

Barb se lo cuenta a los demás, quienes por supuesto niegan ser el asesino, y durante unas 30 páginas se miran con suspicacia y hacen planes para evitar que a Strand lo mate nadie. ¿Le importa a alguien? No. ¡Ah, no!, a Lily sí le importa. 

Lily se lanza a "componer música que cambie el mundo". Lo intenta muy fuerte y entonces consigue componer música que hace que las cosas "apetezcan". Es tan buena en eso que cuando toca para sus amigos, por primera vez, consigue que éstos se "enamoren" de la correspondencia comercial que hay encima de la mesa. (Os juro que no he bebido). 

A todo esto, tienen que solucionar el tema de "Leo el asesino". Se reúnen en una de sus "Noches de genios", la noche indicada por el suicida en sus cartas como la marcada para la muerte de Strand, a quien invitan a cenar para "protegerle". Barb compra un cuco que marque las horas entre las 8 y las 12, pone cubiertos y platos de plástico, pasa a sus amigos por un detector de metales para que no lleven cuchillas metidas en el culo, revisa la comida para que no haya venenos y acabada la cena los ata a la barra de ballet que tiene en casa para que no se abalancen sobre Strand y lo maten. Se confirma que Strand no tiene cerebro, porque todo le parece perfectamente normal. 

Strand se salva del asesinato pero no de la que le viene encima. A Lily, que la gente se enamore de las cartas, los bolis o tenga un deseo irrefrenable de comprar cuadernos cuando ponen su música en un centro comercial no le sirve para enamorar a Strand. Persiste en su afán compositor hasta que consigue hilar una melodía que la convierte en guapa (os juro que no me he dado a la ayahuasca). Cuando suena la música todo el mundo cae rendido a sus pies ante su belleza; y cuando no suena se pone una máscara que le ha hecho Barb. 

No me preguntéis cómo porque, además a quién le importa, pero Strand no sólo se enamora sino que no ve que es Lily. Se enredan en una historia de amor verdadero en la que o ella lleva la máscara o suena la música. Todo muy normal, muy razonable y muy de salirse los ojos de las órbitas. A Strand todo le parece estupendo, incluso que ella no quiera dormir con él porque la máscara es incómoda y escuchar la música todo el día es un coñazo. Al final, no recuerdo cómo, Strand se cosca de que ha estado bajo el encantamiento de una fea y la deja. Y vuelve. Y hacen como que sí, pero es que no y lo dejan. 

Y Lily sufre. Y Barb hace una fiesta en su casa por algo e invita a Peter. ¿Quién es Peter? El tío que se encontró el portátil de Georgia en un taxi y que al abrirlo se encontró las fotos de Barb la guapa, antes de ser Barb la fea, y decidió que era la mujer de su vida. Están todos en la fiesta cuando el portero loco de Barb, que cada vez que se cruza con ella la insulta, "¿Por qué no jugamos a las casitas? Tú haces de puerta y yo te doy el portazo", y que es el personaje más inteligente del libro, aparece en la casa con una pistola dispuesta a matarla. 

A los amigos oligólérdicos de la protagonista no les queda claro porqué quiere matar a la falsa fea (al lector le parece que está tardando mucho en matarla, concretamente 200 páginas) y se lanzan a quitarle el disfraz de grasa para evitar que el portero  la reconozca. Espera encontrar a una fea feísima y se encuentra con un pibón en minifalda, marcando canalillo y melenón rubio al viento (Filipacchi, qué obvia eres), con lo que se queda descolocado.

¿Cómo termina este despropósito argumental, literario y con la misma calidad prosística que un prospecto de supositorios? 

En un delirio alucinógeno. Para salvar a su amiga, Lily se pone a tocar el piano. Pero como, lógicamente, está nerviosa, en vez de tocar la melodía "apaga asesinos" toca la melodía "amor al folio" y al portero le empiezan a entrar unos irrefrenables deseos de ir a comprar material de oficina. Abandona la fiesta para comprar folios, grapas y unos bolígrafos, y el resto de los  invitados se va con él. 

Lily sigue tocando pero está tan triste por el abandono de Strand que empieza a convertirse en espejitos (no tengo setas alucinógenas en casa). Barb la abraza, le pide que no se rinda, pero el "espejismo" sigue avanzando... Barb se pincha (sin clavarse nada en la cara que le deje cicatrices) al intentar ayudarla. Llena de sangre, ve cómo Lily al tocar el suelo se hace añicos y muere.  

Un flipe, ¿a que sí? 

Pues no se vayan todavía, que aún hay más. Barb va al hospital y mientras tanto sus colegas barren a Lily del suelo y Penélope se dedica en cuerpo y alma a pegar sus trocitos. Mientras ella juega a los puzzles, Barb y Peter se enamoran o algo así, Georgia termina una novela y cuando la pobre Penélope está supertriste porque no le sale el rompecabezas se plantan todos en su casa, se abrazan y Lily resucita. 

Resucita. Se había roto en trocitos de espejo y su amiga la pega y resucita. RESUCITA. 

"Amanda Filipacchi fue operada de estrabismo cuando tenía seis años, y sabe que la belleza depende del ojo que la mira". 

A mí se me ha quedado la mirada de las 1.000 yardas. Me balanceo en mi mecedora y balbuceo "subversiva y surrealista, subversiva y surrealista" mientras me abrazo las rodillas muy fuerte. 


lunes, 15 de junio de 2015

Nueve razones para ir a Bruselas


"Escribe una entrada (en castellano) sobre como imaginas un fin de semana ideal en Bruselas “entre amigas”.

Voy a intentarlo. Muy fuerte. 

Para empezar mi fin de semana ideal en Bruselas "entre amigas" es sin amigas y con amigos. Lo siento, pero no tengo ninguna amiga que vaya a seguirme el juego de ¿Qué ha nhecho por nosotros los belgas? 

¡Chocolate! Ir a Bruselas supongo que significa comer mucho chocolate. Yo lo quiero blanco, impoluto, con almendras, sin almendras, relleno de mousse de chocolate blanco, rodeando galletas, dentro de bollos. Chocolate blanco en dulces copos y en pesadas tabletas. Sé que hay mucha gente que opina que el chocolate blanco no es chocolate. Mejor. Más para mí. Es un vicio con el que soy muy posesiva. 

¿Qué más han hecho los belgas por nosotros?

¡Las coles de Bruselas!

Lo sé, lo sé. A nadie le gustan y lo mismo ni son de Bruselas pero a mi me encantan y salen en Asterix en Bélgica, motivos más que suficientes para atribuírselo a los belgas. Me gustan las coles porque además son baratas, fáciles de hacer y a nadie más le gustan... otro placer que puedo reservarme para mi sola sin preocupaciones. 

¿Qué más han hecho los belgas? 

A Pieter Brueghel el Viejo y a Magritte. El primero es un  maravilloso pintor del siglo XVI que me fascina desde que, por primera vez, vi uno de sus cuadros en mi libro de sociales de EGB. Me pareció mágico ese paisaje nevado, con los cazadores, los perros y las casitas al fondo. Me fascinan sus cuadros llenos de detalles, de vida y misteriosamente enigmáticos. 

Magritte pinto "Esto no es una pipa". Una genialidad absoluta que solo se le podía haber ocurrido a un belga y que sirve como detector de gente inteligente. 

Vale, vale pero ¿Qué más han hecho los belgas? 

Inspirar uno de los más maravillosos álbumes de Asterix  de René Goscinny y Albert Uderzo. Ellos no son belgas pero las aventuras de la pareja de galos más famosa de la historia por tierras belgas supuso mi primer contacto con Bélgica. ¡Ni siquiera éramos Unión Europea cuando lo leí! Allí aprendí que Bélgica es completamente llano y tienen unos horarios de comida tan absurdos que ni siquiera los franceses los entienden (Tener esto muy en cuenta si gano. No vaya a ser que me quede sin comer)

¿Qué más han hecho los belgas? 

Tintín obviamente, aunque a mí el pelirrojo me cae gordo. Es tan listo, tan inteligente, tan bien peinado y lleva unos bombachos tan antilujuria que me cae regular pero sus secundarios me encantan. ¡Larga vida a la Castafiore! Para mí, Bianca Castafiore es la fuente de inspiración de dónde salen los personajes de Ofelia de Mortadelo y Filemón y La Bruja del Mar de La Sirenita de Disney. 

¿Qué más han hecho los belgas? 

Los mejillones con patatas fritas. Los belgas son gente con las cosas claras. "Fish and chips" suena a guarreria grasienta pero mejillones con patatas fritas suena a comida basura de diseño, a plato inventado por Ferrán Adria. Suena a perfecto equilibrio entre proteínas de pescado e hidratos de carbono, a mar y tubérculo. Poesía en el paladar. 

¿Qué más han hecho los belgas?

¡Una cerveza que se llama Mort Subite! Confieso, porque todo el mundo lo sabe, que no soy muy de cerveza... pero una con ese nombre me inspira bastante a pensar en placeres secretos, gente a la que se le va de las manos lo de procurarse una pequeña muerte súbita mientras está entretenida con otras cositas...y en fin, que me gusta el nombre. 

¿Qué más han hecho los belgas?

El Manekken Pis. ¿Qué tiene de meritorio? Pues no mucho pero a mi me hace muchísima gracia porque cuando era pequeña y por alguna extraña conexión neuronal provocada porque el único sito dónde vendían gofres en Benidorm se llamaba "Manekken Pis" me pasé años pidiendo "un manekken con chocolate blanco", lo que ahora con mi mente sucia de adulta resabiada resulta muy cómico, muy divertido y un pelín incorrecto. 

Vale, pero aparte del chocolate, las coles, un pintor fabuloso del siglo XVI, Asterix en Bélgica, inspirar a Disney y a Ibañez, la comida basura de postín, la cerveza caliente y un emblema nacional que confundí durante años con un bollo dulce...¿Qué han hecho los belgas por mi? 

Inspirarme para este post. 

Y mira, después de escribirlo tengo claro como sería mi viaje ideal con amigos en Bruselas. A ver si gano.



viernes, 12 de junio de 2015

El primer recuerdo de un final



Llevo tres horas buscando una fotografía y no la encuentro. Sé que te la hicimos, sé que la he visto un millón de veces y siempre comentamos lo mismo: ¿te acuerdas qué pequeña era y qué asustados estábamos?

No la encuentro pero la tengo en la cabeza. Recuerdo el momento exacto, la situación y hasta la luz que entraba por las ventanas de la casa dónde vivíamos cuando naciste. Luz de diciembre, luz fría, gris pero quée nos invitaba a intentar salir de casa contigo. Queríamos dar un paseo, ver si éramos capaces de hacer de padres por la calle. 

En la foto estás pequeña, pequeña, tenías 4 días y eras minúscula. Llevas una pequeña trenca blanca y un gorro blanco de enanito con punta, las piernas enfundadas en un mono azul. Con los brazos y las piernas estiradaos parecías una estrella de mar y nos entró la risa de pura histeria y puros nervios. Pequeña, azul y blanca sobre la colcha amarilla de nuestra cama. ¿Quién eras? 

Recuerdo pensar, y te lo he dicho un millón de veces, "quiero que seas mayor, quiero que hagas algo, que hagas cosas, que seas tú, que seas alguien, que camines, que hables, quiero saber quién vas a ser"

Han pasado once años y medio desde entonces. Antes de ayer, en los 45 minutos que duermo cada noche, soñé que iba por la carretera hacia Los Molinos y, pasada la rotonda de la piedra, veía una oveja  cruzando la carretera y abandonando en medio del asfalto a sus corderitos recién nacidos. Luego había un derrumbamiento y un montón de cosas absurdas más, pero al despertar me acordé de los corderitos. 

"Ese sueño es porque tu subconsciente siente que tu hija está desamparada y te preocupas",.- dijo mi médico al contárselo. 

Yo creo que mi subconsciente estaba un poco mediatizado por el maratón de "veterinario al rescate" que me había tragado con tu hermana por la tarde. Además no es mi subconsciente el que se preocupa por ti. Es mi parte más consciente la que permanece permanentemente alerta contigo, siempre, desde que eras esa cosa diminuta y te miraba sin saber qué hacer contigo. 

Estás de viaje de fin de curso, desaparecida en combate y pasándotelo genial desde hace 4 días. No me preocupa el viaje, ni lo que comas o dejes de comer, ni que te canses, tengas asma o te quedes afónica. No me preocupa que te acuerdes de tomarte las medicinas. No me preocupa saber que probablemente hayas pasado de lavarte el pelo, no te hayas peinado más de una vez y que cuando vuelvas te habrás dejado la mitad de la ropa en el hotel. Ni siquiera me preocupa que en cuanto te bajes del autobús feliz y entusiasmada, y pongas un pie en casa empezará a dolerte algo, empezarás a quejarte o a protestar. 

Me preocupa, y no sé si es la palabra, que este viaje  marca la primera vez en la que eres consciente de terminar con una etapa de tu vida. Te acordarás siempre de este viaje que hiciste cuando terminaste primaria y por eso es un momento importante. Hasta ahora, habías ido completando etapas de tu vida pero, o eras demasiado pequeña o demasiado inconsciente para recordarlo. 

Ahora sabes y sientes que terminas algo, que vas a empezar algo nuevo. Algo que te da miedo, te atrae, te asusta. A veces corres hacia ello convencida y otras reculas para intentar no llegar nunca. Se llama hacerse mayor y es una putada. 

Sé cómo te sientes porque yo recuerdo perfectamente mis casi 12 años y todo lo que sentía. No vas a leerme y, no me crees cuando te lo digo, pero todo va a ir bien. 

Estás asustada. Yo también, y tu padre ni te cuento, pero no te preocupes. Los tres hemos sido capaces de llegar hasta aquí. Ya no eres un enanito sobre una colcha amarilla. Eres tú, eres María y eres increíblemente especial, aunque a veces (muchas) nos saques de quicio. 

No nos lo tengas en cuenta, para nosotros también es nuevo. 

Guarda este recuerdo,: tu viaje, terminar primaria y tus pantalones de piñas. Y, por favor, no me dejes volver a ver más al veterinario al rescate.