lunes, 7 de julio de 2014

Las revistas para hombres...¡huid insensatos!

ICON Hombres&Estilos. Voy a echarle un vistazo mientras sesteo, voy a ver si las revistas de tíos son tan horribles como las de tías. 

Matt Dillon en blanco y negro en la portada, la típica foto que dice “Eh, qué somos una revista con clase y estilo y mucha enjundia. Ni tenemos calendario ni somos Jara y Sedal" 

La cartita del director se titula “Lo feo y lo nuevo”, primeras risas. 

Ahora que nos creemos que lo sabemos todo porque no sabemos mantener una discusión sin googlear nuestros argumentos, es loable que queden creadores que, al menos una vez cada seis meses nos hagan replantearnos lo que nos gusta. Y que incluso nos haga cambiar de opinión.” 

Me descojono. Aparte de que la frase no tiene sentido de ningún tipo, resulta que esa supuesta sesuda reflexión se le ha ocurrido al director al ver “en un desfile una ristra de zapas bakalas grandes y rudas (...) y unas sandalias con refuerzos de plástico en los laterales”. 

Zapas bakalas grandes y rudas es un precioso eufemismo para no decir las zapatillas más horripilantes que has visto en tu vida, pero es que el argumento del director no hay que olvidar que es lo maravilloso que es que a alguien se le haya ocurrido hacer unas sandalias con refuerzos de plástico (¿serán unas cangrejeras de toda la vida?) para así replantearnos nuestra vida. 

Sigo avanzando  y en lo que podríamos llamar “next coming”, en el avance de lo que vas a encontrarte en la revista veo una foto de una tía colgando de una escalerilla en un escorzo tan natural como comerte las uñas de los pies subida en la encimera de la cocina.  El pie de foto dice “María León se tira a la piscina y moja un bello bikini de La Perla”. 

Mi mente sucia y calenturienta asocia el concepto revista de tíos con el concepto mojar y piensa que esta foto es un reclamo del tipo “somos una revista para leer pero también tenemos fotos de tías sexys por si te apetece hacer algo más que leer”.  Definitivamente ese es el truco, esa es la razón de no haber puesto sencillamente “María León se tira a la piscina llevando un bikini”...en el “MOJA” está el quid. 

“Odio ir de compras” es el siguiente articulito que me encuentro. Que a los hombres no les gusta ir de compras, que a las mujeres sí pero claro a la que escribe el artículo no, que hay mujeres a las que no les gusta, que hay hombres a los que sí, que los hombres compran online, que compran mucho...ZZZZ...me he dormido. 

“Falta mucho”, otro articulito con el siguiente subtítulo “La respuesta del arte a los tiempos de crisis es siempre hacerse largo y pesado”. Me parece una mamarrachez de idea pero como estoy con el ánimo tolerante y conciliador me pongo a leer para ver si me convence. Al terminar de leer ya no tengo ánimo tolerante ni conciliador. El artículo es una completa sandez donde el autor se queja de que el “arte es muy largo” y mezcla en su supuesta argumentacion a Murakami con El curioso caso de Benjamin Button, con Jonathan Franzen, Marina Abramovich, Ikea y la crisis del cine. Una estupidez como la copa de un pino. 

Uy, unas zapatillas horribles y muy horteras. Uy, no...una sección entera dedicada a zapatillas bastante horteras. Miro los textos que acompañan la foto y descubro que estas son las rudas zapatillas que van a hacer que me replantee mi existencia según el director y por las que tengo que dar  las gracias a no se quién. 

Con frecuencia, las cosas destinadas a ponerse de moda al principio provocan rechazo. A la italiana Prada le gusta llevar esta idea al extremo, y esta temporada su golpe de gracia es un calzado voluminoso, como un juguete retrofuturista. ¿No sabe si le gusta o no? Mírelas. Deje pasar un rato. Mírelas otra vez. Ya está”

Carcajadas. “Las cosas” ¿Quién ha redactado esto? “¿No sabe si le gusta o no?” Claro que lo sé, no me gustan nada. Y para terminar de decidirme busco el precio en el texto. ¡Oh sorpresa! Al contrario que en las revistas de tías, aquí no vienen los precios de “las cosas”. ¿Por qué? Se le pone el precio a las cosas de tías para que vean lo que cuestan sus caprichos y como conseguir el dinero pero en las de tíos no se pone porque se supone que ellos están por encima de esas fruslerías. Me indigno. 

Hago investigación y descubro que las zapatillas que cambiaran mi vida cuestan 420 euros, si necesitaba algún argumento más para que no me gustaran, ya lo tengo. 

Paso las páginas revisando los artículos con “cosas” de moda, ni un sólo precio. Ni el de jóvenes prepúberes vestidos de verde militar y poniendo caras de malotes en Londres pero a los que dan ganas de preguntarles "¿te has perdido bonito?" ni mi más favorito de toda la revista. Un reportaje con un modelo jovenzuelo que mi mente calenturienta interpreta como  “Tengo 18 años y me ha desvirgado una tía de 35 en la caseta de la playa de su residencia de los Hamptons y cuando me he despertado feliz como una perdiz y con ganas de repetir, me encuentro con que la tía se ha pirado con mis vaqueros y mi camiseta y sólo me puedo poner lo que encuentro en estas cajas que iban para el ropero de la Iglesia evangelista y por eso llevo un abrigo de seda y un traje de neopreno”.  

¿Consiguen estos reportajes que algún tío diga "Uy, me encanta este polito apretao que lleva el querubín del reportaje, voy a salir ahora mismo a comprármelo". Lo dudo mucho. Al menos los hombres que yo conozco. 

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Un reportaje sobre Noruega, esto me interesa. El titular me deja ojiplática “Donde reina la naturaleza, medra el hombre. Donde reina el hombre, lo natural es súbdito”. Entiendo que no lo titulen “Noruega ¡qué hermosa eres!” pero ¿Qué tal mencionar el país del que vas a hablar? Será que no tengo mente de tío y cualquier XY del planeta comprende que tras esas palabras va a leer un artículo sobre Noruega. Será eso. 

Leo con mucho interés, con muchísimo, y al acabar decido que me he hecho fan del autor del artículo. ¡Qué capacidad para no decir nada! ¡Que uso más estrafalario de los adjetivos! y sobre todo ¡Cuánto bien ha hecho por mi norueguismo! Con su texto es imposible que a nadie la apetezca poner un pie en Noruega... van a ser todos míos. 

No puedo dejar de compartir estos bellos retazos de lírica periodística al servicio del norueguismo. 

Se alzan frente a nosotros las babilónicas montañas de Esfjellet. Las niñas bonitas de Sognefjord, el fiordo más grande y hermoso de Noruega”

Dejando de lado que el adjetivo babilónico a Noruega le viene un pelín inadecuado, idolatremos a alguien que no tiene reparo en poner en la misma frase niñas bonitas y grande y hermoso. Hay que tener mucho valor. 

Una “sexagenaria y mística” le habla “seria como un infarto”. ¿Seria como un infarto? Empiezo a sospechar que el periodista no es español, ¿seria como un infarto? Un infarto es una cosa muy seria y una putada pero aplicarlo como metáfora de seriedad me parece cuando menos ¿Qué cojones quieres decir? 

Y luego está mi parte favorita, su fabulosa descripción del proceso de elaboración del salmón ahumado en una factoría. 

El proceso resulta hipnótico: cada pescado pasa por las manos de docenas de trabajadores que lo reciben en diferentes fases de una cadena de producción ya fallecido, lo descuartizan, lo cortan y lo guardan en frío”. 

“Ya fallecido”. Lloro de risa tan fuerte que las princesas vienen a ver que me pasa.  ¿No es enternecedor que el periodista nos explique que los salmones ya están muertos? Que aclaración tan oportuna, gracias a ella podemos dejar de imaginar  a "docenas de trabajadores" pasándose de mano en mano salmones vivos y coleando. 

Por fin llegamos a la entrevista de María León, en el titular se recalca que es “dueña de un trasero casi hipnótico”. La entrevista está bien si te interesa ella, claro. Lo que no entiendo es porqué para hablar de su carrera en el cine tiene que salir posando en ropa interior en poses supuestamente provocativas, (María cariño, te ha tenido que doler tumbarte con los escalones de metal clavándose en la espalda).  ¿Por qué? Se supone que lo que importa es lo que cuenta, ¿no? o ¿estoy suponiendo demasiado y resulta que lo que importa no es el texto sino las fotos? A ver si va a ser que el texto acompaña las fotos y no al revés como yo ilusamente había supuesto.  

¡Quim Gutierrez! Me gusta muchísimo este tío. ¿Por qué no me lo han anunciado en el “next coming”?  ¿Por qué en el titular no dice algo como "es dueño de un culo que apetece apretar" ? Y sobre todo ¿Por qué no sale “mojando” un precioso bañador? A mi me gusta Quim por lo que cuenta, que conste, por lo que no cuenta, por lo que dice y no dice, pero vamos...que estoy muy a favor de que reciba el mismo trato que María León. 

Llego al final cabreada por el maltrato a Quim y para rematar me encuentro con otro articulito absurdo sobre Felipe y una nueva cumbre de cursilismo periodístico. 

Felipe VI dejó bien claro en su proclamación que es un rey con familia. Un padre que acostará a sus hijas. Un hijo capaz de emocionar a su madre. Un marido que se deja acariciar por su mujer, “esa reina de clase media” que ha vivido más que él, tan acolchado entre algodones y pistas de esquí.”

Me quedo patidifusa pensando que esta prosa almibarada se considere adecuada para una revista para tíos, de hecho me fascina que se considere adecuada para cualquier cosa más allá de una redacción de 3º de primaria con el título "El príncipe y su princesa en un castillo rosa de cuento". 

Llego al final exhausta pero con la sabiduría que me da el haberme empollado la revista entera, me pongo en pie encima de la silla y grito a los cuatro vientos:  

¡Hombres del mundo, corred, huid antes de acabar embutidos en un neopreno y calzando unas zapas bakala mientras idolatráis a los diseñadores de moda que os hacen replantearos vuestra existencia! 

¡Seguid la luz!

PS: en la última página había un artículo de Eduardo Mendoza que molaba y que hacía reflexionar sobre el mundo bastante más que las zapatillas horrorosas que según el director de ICON cambiarán mi visión del mundo. 

viernes, 4 de julio de 2014

En un día muy largo.

Alto. Canoso con el pelo muy corto. Bronceado. Es dos veces más grande que yo. Bueno, vale, no es dos veces más grande pero casi. Me mira y veo el alivio en su cara al comprobar que soy la mitad de grande que él (bueno, casi, de peso un tercio) y que no tendrá que luchar por el espacio vital,  no vamos a molestarnos nada, cabemos perfectamente en los asientos que nos han tocado contiguos en el tren. 

¿Cuántos años tendrá? ¿Va o vuelve? Le he pillado ya sentado así que no sé si lleva maleta o sólo esa absurda riñonera. ¿Por qué un hombre lleva riñonera? ¿En qué está pensando? ¿Qué lleva guardado ahí que no quepa en los bolsillos de la chaqueta del traje amarillo mostaza? Un momento, no es un traje. La chaqueta es amarillo mostaza pero el pantalón es de un color marrón difícil de describir. Marrón empleado de banca de los años 70. En Portugal hay muchos coches de ese color, cuando fuimos de viaje de fin de novios, El Ingeniero y yo, nos asombramos de la cantidad de coches color marrón indefinido que circulaban por allí. ¿Conozco a alguien con un coche marrón? Un momento, mi padre tuvo un coche así, un Talbot Tagora, un coche gigantesco que molaba muchísimo. Lo cambió por un Peugeot 106 en el que casi no cabía cuando cumplió 45, “ahora que sois mayores tengo que comprarme coches juveniles” nos dijo. Recuerdo que nos entró la risa ¿juvenil con 45? Ja. Ya no me entra la risa con mi camiseta con una estrella de lentejuelas. 

Me disperso. Una camiseta debajo de la chaqueta, de ese color a medio camino entre el marrón y el verde oscuro. Camiseta y chaqueta, me recuerda a Don Johnson. Vaya referencias viejunas y horteras que tengo. 

Se ríe. Lee en un móvil “Las provincias” y se ríe. Protesta. Refunfuña. Hay un tipo en el asiento de atrás que está haciendo un repaso a todos los empleados de su empresa hablando con alguien por teléfono. Levanto la vista y veo el cártel gigante “Vagón silencioso”. Es fascinante la capacidad que tiene la gente para no leer, quedar como un patán y que ser inmune al odio por parte del resto del vagón. Fantaseo con la peregrina idea de ponerme de pié en medio del pasillo y decir “Por si alguien no lo ha visto, esto es un vagón SILENCIOSO y no tengo ningún interés en escuchar sus conversaciones.” Me encantaría hacer algo así, tener los huevos de levantarme y hacerlo. Lo pienso tan fuerte que incluso soy capaz de sentir los nervios y el temblor de piernas que me entraría al sentarme después de tal heroicidad. 

Me saca de mi ensimismamiento de heroína el hombre de amarillo que me mira con complicidad. Sonrío con mi mejor cara de no haber roto un plato mezclada con el sutil parpadeo que dice “no vamos a entablar conversación”. Le he convencido, me sonríe y saca otro móvil del bolsillo. Los pone al lado y los compara. No me lo creo, lleva un cronómetro activado en cada uno de ellos. ¿Qué está cronometrando? Debe ser algo muy importante si lleva dos cronómetros. Le miro de reojo. La cara alargada, bien afeitado, una gran nariz, bonita pero grande y orejotas. A los hombres se les hacen grandes las orejas con la edad...sé de uno que se acomplejará próximamente y al que tendré que decirle que está estupendo. 

Me enfrasco en mi libro. Oigo un ruidito. Tamborilea con los dedos en la mesita. Unas manos grandes, enormes, con las uñas perfectamente cortadas. Manos de malo que se hace la manicura. Mete una de ellas en uno de los bolsillos de su americana y saca otro aparato. ¿Otro móvil? No. Es redondo, negro, con botones como de consola de los 90 y en una pantalla en blanco y negro aparecen X y espacios en blanco. ¿Qué es eso? Estoy pasando las páginas sin leer, disimulando mientras intento saber qué maneja con esa maquinita y los dos móviles.

Definitivamente tiene cara de malvado. De malo de peli de James Bond, eso es. Está contando el tiempo que le queda al tren para explotar, o a una bomba para envenenar el agua de todo Madrid...Seguro que tiene gato. O no. Gato no, un esbirro, seguro que tiene un esbirro que le hace el trabajo sucio.

 - Vamos a llegar con retraso y mi abogado acaba de decirme que debemos reclamar. 

Lo sabía. Sonrió con mi mejor cara de “soy encantadora e inofensiva, no me destruyas con el resto del planeta”.

*************

No se levanta cuando entro, apenas levanta la vista del ordenador. Es nuevo. 

Siniestro. Esa es la palabra que me viene a la cabeza según me siento. Pelo negro, negrísimo, grasiento y peinado con raya a un lado con el flequillo atravesándole la frente intentando tapar varios granos. ¿Por qué tiene granos? ¿Cuántos años tiene? ¿35? ¿40? ¿28? No lo se. No puedo saberlo. Da igual, tiene pinta de haber sufrido por esos granos. 

Las manos finas y pequeñas, muy pequeñas. Teclea mi nombre y por fin me dirige la mirada a través de las gafitas de pasta negra.  Me sonríe con una sonrisa que dice “no sé me da bien esto de sonreír, creo que se hace así, levantando las comisuras de los labios”. Es una sonrisa poco practicada. Ni siquiera es falsa. Falsa es cuando la finges, su sonrisa dice “nunca he tenido motivos para practicarla”. 

Le veo el cuello, le sale de un absurdo jersey de lana gorda de un bonito color azul indefinido. Yo tuve un jersey de lana de color azul indefinido que me encantaba, lo heredé de mi abuelo y no me lo quitaba en todo el invierno. Era grande y deforme. Con él puesto decía “soy feliz aquí dentro, se está cómodo y calentito. Estoy a salvo”. El jersey del desconocido de manos pequeñas no dice eso, dice “no tengo a nadie que me diga que es absurdo llevar este jersey en el mes de julio en Madrid”. Lo lleva sin nada debajo, su piel blanca y como de protagonista de una novela romántica en contacto con la lana que pica. Imagino unas costillas hundidas y tres pelos solitarios en el pecho. Tengo una cabeza absurda y que funciona demasiado deprisa. 

Me quiero ir de aquí. Todo él me provoca incomodidad y miedo. No me da miedo como el anciano de color mostaza con abogado, me da miedo porque creo que si me quedo mucho en esta habitación, toda la tristeza y la soledad del desconocido del jersey azul indefinido se me pegará a la ropa. 

Salgo corriendo. Hacía mucho tiempo que no corría tanto. 

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Mi ex abuela se ponía esos vestidos. Vestidos camiseros, creo que se llaman, mis conocimientos sobre patrones, trapos y telas son sólo un ligero barniz que me sirve para asentir con cara de haber entendido algo cuando sin saber como me encuentro en una conversación sobre ropa entre Molimadre, Molihermana y Molicuñada. 

Vestido camisero de fondo negro con un estampado de flores de colores, abotonado delante y con escote redondo. “Algo fresquito” lo llamaría mi ex abuela. Las manos sobre el bolso firmemente sujeto sobre las piernas. El reloj en la izquierda y 3 finas pulseras de oro en la derecha, todo tan apretado que parece cortarle la circulación. El reloj y las pulseras le hacen lorzas a los dos lados, lorzas como las que les salen a los bebés a los 7 u 8 meses cuando empiezan a engordar y ponerse “hermosos”. Seguro que ella también dice de alguien gordo que está “hermoso”. Es un eufemismo que te cae en la cara como un bofetón. Si te llaman gordo puedes ofenderte pero ¿Cómo vas a ofenderte si te llaman hermoso? 

El bolso seguro que es un regalo de una hija o una nieta. De tela de pantalón hippylongo  de color malva con aplicaciones que brillan y asas de rafia. No es un bolso que ella se compraría. Lo abre, saca de él una bolsa de plástico de supermercado. Pienso, “ahí va el bocadillo”...me sorprende y saca unas zapatillas de lona azul como las que yo les he comprado a las princesas y se las pone guardando las sandalias que llevaba puestas en la bolso. Esto no me lo esperaba, a lo mejor el bolso hippylongo sí que se lo ha comprado ella. 

El pelo corto y blanco. Las orejas pequeñas y sin pendientes. Me mira y me sonríe. Le tiembla el labio de arriba al decirme:

- ¿Hemos llegado ya?
- Sí, ya estamos. No se preocupe que yo la ayudo.

Me pongo de puntillas y le bajo su maleta, la acompaño a la salida y le llevo su pequeña maleta azul hasta dónde la espera su familia. 

Me voy a casa con la estúpida sensación de haber hecho algo bueno hoy. Me siento una girl scout y en otro de mis arabescos mentales, me acuerdo de una faldita de color caqui abotonada delante que me encantaba. Parecía una girl scout con ella. En otra vida la llevé puesta en París en un viaje con un exnovio, en otra vida con el pelo largo y cara de pan...

...pero eso ya es otra historia. 


lunes, 30 de junio de 2014

Lecturas encadenadas. Junio.

Junio ha sido un buen mes en cuanto a lecturas. Han caído 7 libros como 7 soles y eso que algunos eran tochísimos y he tenido entretenimientos variados como la mudanza para el veraneo franquista, el teatro frustrado de las princezaz y cosas variadas que escribir. 

Empecé el mes con El océano al final del camino  de Neil Gaiman. Tras la maravillosa velada que pasé con él, no podía esperar a empezar mi libro dedicado. 

“El océano al final de camino” es un cuento. Es la historia de un hombre que vuelve a su “casa” tras muchos años y se pone a recordar como era él con 7 años y una especie de aventura con personajes malvados y unas brujas buenas que le salvan. 

Es el tipo de historieta que puedes inventarte, (yo no, por supuesto) para contar cada noche a tus hijos. Una historia fantástica pero imbricada en el mundo real, en la cotidianidad para hacerla más densa, más real y que les de muchísimo más miedo. Y que tú puedes terminar con un "colorín colorado este cuento se ha acabado" pero que en una novela siempre tiene un final difícil, cuando no absurdo y mal llevado. 

De Gaiman sólo había leído “Coraline” y “Misterios de un asesinato” que habían sido regalos de alguien que me conoce muy bien y que ademas me dijo:  “Gaiman como novelista es regulero pero estos dos te van a gustar”. Tenía razón, Gaiman tiene ideas, ideas muy buenas, es un gran orador y la velada con él fue maravillosa y me enamoró totalmente, pero su escritura no tiene nada especial, incluso a veces tira a simplona. 

Como lectura para adultos no aporta más que entretenimiento sin ningún tipo de trascendencia, iba a decir que era como ver Mary Poppins, pero Mary Poppins es mil veces mejor. A pesar de todo esto, guardaré mi ejemplar dedicado como oro en paño. 
Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y parece que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es los adultos no existen. NI uno solo, en todo el mundo.”

Neurozapping   de José Ramón Alonso llegó a mi casa por sorpresa. “Mami, tienes un paquete, seguro que es un libro”. 

Televisión y neurociencia. En capítulos breves y tomando como excusa diferentes series de tv: Los Simpsons, The Big Band Theory, The Sopranos, Mad Men, Breaking Bad, Dexter, Las chicas de Oro, José Ramón Alonso nos introduce en el mundo de la neurociencia a través de algunas enfermedades como el síndrome de Asperger o la tartamudez,  nos habla del futuro de la crionización,  de los psicópatas, los niños superdotados, el olfato perdido, el cerebro de las abejas, los ojos biónicos y Colombo o la mentira y sus procesos y House. 

Es un libro entretenido y bastante curioso. Es una manera diferente de ver la televisión, es partir de algo conocido y masticado como las series de tv para llegar al mundo enormemente desconocido de la neurociencia. Eso sí, si no has visto alguna de las series completas, mejor saltarte el capítulo porque Alonso destripa la trama completamente. 

En el capítulo sobre Mujeres desesperadas y el supuesto síndrome que ha tomado el nombre de la serie y que consiste en la necesidad de perfección en todo que se exige a las mujeres, me ha gustado esta reflexión:
Lo que sin duda permanecerá es un problema entre la imagen ideal de la mujer  y la real en una sociedad donde las mujeres con sobrepeso están estigmatizadas o son invisibles y se les sigue sometiendo a una presión continúa en un grado que no se aplica de igual manera a los hombres; dónde la sociedad exige más y más a las mujeres sin que a cambio se les deje alcanzar la cima en las estructuras de poder económico, político o social. A veces se achaca demasiado rápido una interpretación machista, pero la realidad es que las revistas de mujeres que muestran esa imagen estilizada están normalmente escritas por mujeres y dirigidas por mujeres.”
Chump Change  de Dan Fante. Después del cuentecito de Gaiman y la ciencia de Alonso, nada mejor que una novela para chapotear en el fango de la destrucción humana: alcohol, drogas, destrucción personal, desolación, amargura... el catálogo completo del lado oscuro. Descubrí este libro en el blog Ruta 142 (que ya estáis tardando en leer) y decidí sacarlo de la biblioteca porque me convenció la reseña y porque ya había leído a John Fante, padre de Dan y me apetecía verlo desde otra perspectiva. 

Es una historia oscura, sórdida y brutal que cuenta los últimos días de la vida de John Fante contados por su hijo. Dan es alcohólico, poeta y se encuentra completamente desubicado cuando vuelve a Los Angeles tras salir de una clínica de desintoxicación para acompañar a su padre. 

Dan bebe hasta perder el sentido, se masturba, carga con un perro viejo y enfermo, pierde completamente el control y ve morir a su padre. Inmerso en una espiral de autodestrucción brutal, se da cuenta de que aunque creía que sí, nunca se está preparado para perder a un padre. 
“Si conseguí, en cambio, sentir su aliento espeso y congestionado que salía a resuellos. Yo sabía que ya no podía oírme, que su corazón valiente pronto se detendría, que moriría sin haber sabido siquiera que su hijo Bruno había estado allí. Finalmente, antes de soltar su mano, se me escapó un “te quiero”. Al pronunciarlo sentí algo parecido al pesar, aunque no era exactamente eso. Era algo de una profundidad mucho mayor, acaso el vértigo ante un pozo que nunca volvería a llenarse.”
El sentido de un final  de Julian Barnes. Este libro pasó a mi lista de “libros por leer” después de leer una elogiosa reseña en el blog de Di y lo saqué de la biblioteca pensando que me iba a encantar. 

Un horror. Con Barnes me pasa una cosa curiosa, hay libros suyos que me flipan y otros con los que haría una hoguera en el jardín de mi casa hasta que no fueran más que cenizas. Este caso es de los de la hoguera. Es una historia espantosa de aburrida con un final truculento que deja completamente frío, y sin embargo, eso no es lo peor. Lo peor es que parece que Barnes lo ha escrito a trompicones, acelera, luego frena y se para, y luego vuelve a acelerarse para no contar nada. No hay nada fluido ni en la historia ni en como está contada. De este libro saqué la cita y la inspiración para el post sobre el misterio. Poco más que decir, no lo leáis, es una perdida de tiempo absoluta. 

Pero Barnes siempre deja alguna joya, como esta cita.
“Pero el tiempo..., el tiempo primero nos encalla y después nos confunde. Creíamos ser maduros cuando lo único que hacíamos era estar a salvo. Pensábamos que éramos responsables pero sólo éramos cobardes. Lo que llamábamos realismo resultó ser una manera de evitar las cosas en lugar de afrontarlas. El tiempo... que nos den tiempo suficiente y nuestras decisiones más sólidas parecerán temblorosas, nuestras certezas fantasiosas.” 
Muy cierta. 

Reportajes   de Joe Sacco. Hace unos años, un descerebrado me recomendó a Joe Sacco, le hice caso y leí “Gorazde” que me flipó. Este año, Pobrehermano pequeño pidió por Reyes este libro y se lo cogí prestado. 

Sacco es un periodista que en vez de escribir, dibuja sus reportajes. O un dibujante de comics que hace reportajes. En este tomo se recogen sus reportajes sobre Irak, la India, la inmigración africana en Malta, el problema en Palestina, los refugiados de Chechenia y lo juicios por crímenes de guerra. 

Sacco viaja a todos esos lugares y trabaja como cualquier otro reportero o corresponsal, pero en vez de ir con un bolígrafo, un ordenador o una cámara, dibuja lo que ve, aquello de lo que es testigo y lo que le cuentan. Sacco se muestra a sí mismo dentro de sus crónicas como un personaje más porque es muy consciente y así se lo quiere hacer saber o notar al lector, que su presencia, que la presencia de un periodista, de un observador “perturba”, introduce un elemento extraño en la escena, haciendo que los protagonistas se comporten de otra manera. Sacco advierte de su presencia y trata al mismo tiempo de acercarse lo máximo a la “verdad”. 

Hay que leer a Sacco para recuperar un poco la fe en el periodismo. 

Flores en la nieve   de Gregor Von Rezzori, también sacado de la biblioteca por recomendación de Elena Rius. 

Von Rezzori escibe sus memorias centradas sobre todo en su infancia. Divide el hilo narrativo en los cinco personajes más importantes de su niñez, para con cada uno ir añadiendo datos a la historia hasta componer el cuadro completo de su vida. Habla de Kasandra, su niñera, de su hermana, de su madre, de su padre y de su institutriz más querida. 

La mayor parte de la historia se centra en los años entreguerras, los años en los que se estaba aprendiendo a vivir con la nueva realidad construida tras la I Guerra Mundial. Era una realidad débil, era evidente que el antiguo régimen había sido arrasado pero el nuevo era demasiado indefinido como para generar confianza. Es una historia sobre una época perdida, cargada de nostalgia y en cierto modo de incredulidad. Para alguien que creció en los años de entreguerras, escribir sobre esos años en los años 70 del siglo XX debía ser casi como escribir sobre otro planeta. 
“Hay quien atesora en su seno, como una joya secreta, los momentos hermosos del pasado; otros los van arrastrando como un presidiario su bola de hierro. En las naturalezas sensibles, ambas cosas van asociadas.”
Todo lo que una tarde murió con las bicicletas de Llucia Ramis, también sacado de la biblioteca por recomendación de Elena Rius. 

Llucia Ramis tiene 4 años menos que yo, unos abuelos belgas cuyos antepasados montaron unas minas de zinc en Asturias y muchos recuerdos de su infancia.Cuenta su infancia, sus recuerdos, su adolescencia y como ha cambiado la percepción de sus padres y sus abuelos con la edad. Todo tiene una pátina de nostalgia y de lugar común. No me ha gustado pero se lee rápido y entretenido. Es una buena lectura de verano.
“Los adultos intentan preservar la inocencia de los niños, y los niños jugamos a que la preservan: son ellos quienes hacen el ridículo. Después, su inocencia, y a ellos la nuestra, nos parece derepente inadmisible.”
Termino el mes con Cuento de viejas  de Arnold Bennet. Un novelón con todo lo que esa palabra significa. Bennet tuvo la inspiración para esta historia mientras cenaba en un restaurante. Allí vio a dos señoras mayores y pensó que esas mujeres mayores que ahora estaban llenas de manías, en algún momento habían sido jóvenes cargadas de ilusiones y con toda la vida por delante. 

La novela es justo eso, la historia de dos jovencitas, dos hermanas, desde que tienen 15 años hasta que mueren. El transcurrir de sus vidas con todas sus miserias, sus nimiedades, las cosas que parecen importar muchísimo en un momento dado  y cuando pasa el tiempo no son nada y el llegar al final sin saber como te has convertido en un viejo. 

Lo que más me ha impresionado es que para Bennet, yo con mis 41 años, sería una mujer vieja. Un pensamiento deprimente. 


Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de julio.





miércoles, 25 de junio de 2014

El día que descubrí...

"Yo tendría 7  o 9 años. Pero dije mi nombre - Richard Ford - exclamó: “Ah si, tu madre es esa señora de pelo negro, bajita, mona, que vive más arriba de esta calle.” Aquello me afectó y me afecta todavía. Creo que fue la primera imagen que tuve de mi madre como de otra persona, como alguien a quien los otros veían y describían: una mujer mona, no. (...) Sin embargo, recuerdo aquello como un momento significativo de mi vida. Breve pero importante (...) Desde entonces creo que nunca pensé en ella de otro modo, como Edna Ford, una persona que era mi madre y que también era alguien más.” ( Mi madre in memorian. Richard Ford) 



Tenía 5 años. Llevaba un vestidito verde, sandalias y el pelo corto, casi como lo llevo ahora. Pobrehermano tenía 4 y llevaba un pantalón de peto verde igual que mi vestido. Nos pasamos casi toda nuestra infancia vestidos iguales. Era un domingo de verano. Sé que era domingo porque mi padre trabajaba toda la semana y llegaba siempre por la noche cuando estábamos a punto de acostarnos o incluso dormidos. Podíamos pasar varios días sin verle, sabíamos que estaba en casa porque le oíamos por la mañana en el baño de "El cuartucho" preparándose para irse y porque olíamos su tabaco en la casa. 

Mi padre tendría 34 ó 35 años por entonces (más joven de lo que soy yo ahora) y le gustaba mucho montar en moto de trial por el campo. Tenía una pandilla de amigos con los que salía los domingos perfectamente equipado: las botas con mil tiras que me fascinaban,  los guantes enormes en los que mi minimano no llegaba siquiera a la zona de los dedos y una chupa gordísima que me gustaba ponerme y arrastrarla por el suelo como un fantasma negro. Lo mejor, sin embargo, era el casco, eso era lo que más nos fascinaba. El casco pesaba una tonelada y mi padre nos dejaba ponérnoslo cuando volvía de montar en moto. Estaba caliente y sudado, olía a él y nos moríamos de la risa con nuestras pequeñas cabecitas metidas en ese casco con las gafas de cristales ahumados a través de los cuales todo se veía amarillo.  

A esa pandilla de amigos de mi padre los llamábamos y los seguimos llamando "los motorileros". Entre ellos había uno, el más joven al que llamaban "El Indio" porque había nacido en Bolivia.  A mi me pareció durante toda mi infancia y adolescencia un señor guapísimo y muy atractivo (no con 5 años claro... más adelante). Algunos de esos amigos han muerto ya aunque mi padre fue el primero. Otros siguen vivos y los vemos de vez en cuanto, de hecho "El Indio" apareció por casa hace unos días, ahora tiene 59 años y sigue siendo atractivo pero ha perdido el halo de "misterio" que tenía cuando yo tenía 15. (Querido "Indio" si algún día llegas a leer esto, no vale aprovecharse. Y un saludo a tu querida esposa) 

Ese día de verano del que me acuerdo hoy, en el que tengo 5 años, mi padre nos llevó a los dos a Cercedilla a ver una carrera de motocross que se celebraba allí. Mi madre se había quedado en casa de mis abuelos, en La Rosaleda con Molihermana que tenía dos años escasos. Supongo que no era plan para una niña tan pequeña o que nosotros nos empeñamos en que nos llevara o que mi madre estaba harta de los tres y le puso un ultimatum a mi padre para que se ocupara de nosotros. Puede que fuera una sabia combinación de esos tres elementos. 

Mi padre aceptó el plan, nos metió en su Seat 131 y nos fuimos los tres. No recuerdo el viaje en coche ni si iba contenta, asustada, feliz o llorando.  Lo siguiente que recuerdo es estar en medio de la carrera, del trazado por el monte, caminos de polvo marcados con cinta amarilla por los que pasaban motos que se parecían mucho a la de mi padre y que hacían muchísimo ruido. Mi padre a mi izquierda y Pobrehermano a mi derecha, los tres detrás de la cinta viendo las motos, escuchando los motores en medio de una nube de polvo increíble y con calor y luz amarilla de verano. Seguro que mi padre fumaba. 

Las motos me fascinaron. Creo que más que las motos, el hecho de estar en un plan de mayores, la competición, el peligro, la novedad, el ruido... me tenían completamente abstraída y supongo que asustada. Cuando me giré para decirle algo a mi padre, descubrí que el señor que estaba a mi izquierda ya no era mi padre. Mire hacia arriba y no era mi padre. Mire alrededor y no le vi. Había ruido, motos, mucha gente y nosotros, Pobrehermano y yo, de la mano. Pero mi padre había desaparecido. 

No se como, supongo que alguien nos encontró perdidos, nos llevó a donde estaba la megafonía. 

- ¿Cómo os llamáis?
-  Nos hemos perdido. Hemos venido con nuestro padre y ya no está. 
- ¿Cómo se llama vuestro padre?

Justo en ese momento, justo en ese momento pensé "Se llama Papá"... pero reaccioné y dije 

"Se llama Jesús y va vestido de caqui". 

Para mi la palabra "caqui" era tan exótica como extraterreste, era una palabra de mayores y no sabía muy bien a qué se refería. Por la mañana, y como hacía e hizo todos los días hasta que murió mi padre, Molimadre le sacaba la ropa que tenía que ponerse. Él decía que era daltónico y no sabía combinar la ropa. No sé si era daltónico o no, pero le encantaba no tener qué pensar qué ponerse. Aquella mañana, desde mi cama, yo había escuchado a  mi madre decir: 

- Jesús te he sacado los pantalones y la camisa caqui para que te lo pongas hoy. 

Ahí pensé que mi padre no solo era papá... era un señor que se llamaba Jesús y vestía "de caqui". Y que "caqui" era la palabra que me salvaría, había tenido suerte de escucharla por la mañana. 

Llamaron por megafonia "tenemos dos niños perdidos, su padre se llama Jesús por favor que pase a recogerlos". 

Mi padre no se había dado cuenta de que nos había perdido, pensaba que íbamos tras él o puede que incluso se olvidara de que estábamos con él. Mi padre siempre nos trató como si fuéramos sus iguales, como si fuéramos mayores, daba igual que tuviéramos 5 o 23. Por esa razón si ibas con él a algún sitio, jamás pensaba en que te perderías o te pasaría cualquier cosa, eras adulto y sabías comportarte. Aquel día pensó que iríamos detrás de él, que no le perderíamos el rastro. No nos llevaba de paseo, íbamos de paseo los 3 juntos. 

Tardó un rato en atender a la megafonía, y otro rato en percatarse de que los niños perdidos eran sus hijos. Supongo que alguien le avisó pensando que ese tío de "caqui" podía ser al que llamaban o porque alguno de los "motorileros" le dijo ¿Dónde están tus hijos? ¿No habías venido con ellos? Finalmente apareció, tranquilo y sonriente, con su cigarro en la mano.  Nos recogió y me compró un Mortadelo. 

"Mi padre se llama Jesús y va vestido de caqui". 

¿En qué momento las princezaz se habrán dado cuenta de que no soy sólo "mamá"? ¿Qué fue lo que les hizo clic para descubrirme como persona más allá de ser su madre? ¿Lo recordarán como recuerdo yo aquel día? 


lunes, 23 de junio de 2014

Cursilismo periodístico


Se puede ser cursi, absurdo y vivir en un mundo rosa lleno de nubes de algodón rosa plagado de Hello Kitty gigantes y después a mucha distancia, se puede ser el periodista que ha escrito este maravilloso artículo con el que me he estado descojonando toda la mañana. 

Ni drogada con setas alucinógenas, borracha de ginebra hasta las trancas y torturada con una sesión de bambú bajo las uñas sería capaz de escribir algo como esto. Quizás por eso no me gano la vida escribiendo.

Todo el artículo es para enmarcar, pero hay algunos párrafos tronchantes. 

Según su círculo íntimo, “son iguales: químicamente buenos, cariñosos y tan sensatos que a veces dan ganas de sacudirles y decirles algo… Son sensatos, pero no tienen miedo a nada. No son apocados, no va por ahí la cosa. Es una mezcla extraña, pero que a Felipe y a Leonor les funciona. Son idealistas, se entusiasman con las cosas, sienten curiosidad, les fascinan los nuevos proyectos, miran hacia delante y, al tiempo, tienen un punto muy reflexivo, nada impulsivo. Son serenos y valientes." 

¿Químicamente buenos? ¿Qué es químicamente buenos? ¿Se drogan? ¿Felipe y su hija toman drogas buenistas que te convierten en un ser adorable y achuchable? En ese caso, que se las pasen a Letizia que parece más aficionada a las tortillitas de tranquimazines para desayunar. Los que no somos químicamente buenos ¿Qué somos? "Señoría, confieso que robé pero en mi defensa declaro que está en mis procesos químicos".

Según el "círculo íntimo" que es como decir "los siete jefes de las tribus más antiguas de Mesopotamia", es decir nadie tiene ni idea de quienes son, Leonor es básicamente Dora la Exploradora, curiosa, mira hacia delante, le gustan los nuevos proyectos y es reflexiva, nada impulsiva. Lo dicho, como Dora que lo pregunta todo 20 veces antes de hacer nada. 

 "¿Cómo habría logrado casarse Felipe con una plebeya divorciada si no fuera un tipo que sabe lo que quiere y está dispuesto a correr riesgos? Felipe y Leonor son tranquilos, pero cuando quieren algo en serio, entra en juego una mente de estrategas incansables. Deben ser los genes de una familia, los Borbones, que lleva siglos actuando en política. Y en eso el padre y la hija son iguales”.

Jajajajaja, grandes risas. ¿De verdad que Felipe se ha podido casar con una plebeya divorciada porque sabe lo que quiere y corre riesgos? ¿Seguro que ha sido por eso? Yo no digo nada pero... ¿no habrá tenido algo que ver que es un tío que es príncipe, está forrado y no tiene ni una puta preocupación material? Porque claro si todo esto viene de ser un tío con las cosas claras, supongo que aceptamos como "tíos con las cosas claras que corren riesgos" a todos los hombres de 60 años millonarios que se casan con mujeres de 25.  

"Plebeya divorciada", espero que el periodista haya escrito esto con una peluca de tirabuzones empolvada de blanco mientras esnifaba un poquito de rape y se ajustaba los bombachos y la casulla. Menos mal que se contuvo y no puso a continuación "¡Que le corten la cabeza!"

"Entra en juego una mente de estrategas incansables" Lloro de risa. Llamar a los caprichos de una niña de 8 años "mente de estratega incansable" es tal virguería eufemística, que me pongo en pie y aplaudo a rabiar al periodista y a los 7 oráculos de Delfos del círculo íntimo. 

"En ese sentido, explican que Leonor es una “mediadora por naturaleza”, dispuesta a poner paz y concordia en las grescas escolares. Aficionada a buscar argumentos que reconcilien a las partes. Es imaginativa y trata de buscar un punto intermedio en las cosas."

Vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver. Si todo esto es verdad, sinceramente creo que el puesto de Princesa de Asturias se le va a quedar muy corto a Leonordora, yo la veo preparada para ser directamente la Reina Amidala de la Guerra de las Galaxias con un toque de Kofi Annan y una pizca de Premio Nobel de la Paz. Por favor, que la manden ya a Oriente Medio, Afganistán y cualquier comunidad de vecinos que ande a la gresca. 

"Leonor está siendo educada por sus padres en la adquisición de ese sexto sentido regio que consiste en calar a los interesados o a los que pretendan aventar la vida de su hogar.

¿Sois discretos con vuestra vida privada? ¿no le contáis a todo el mundo vuestra vida? Pues ya sabéis, tenéis un sexto sentido regio, corred a agradeced a vuestros padres que os educaran en su adquisición. Sólo os falta un padre con genes de estratega y una madre que sea plebeya divorciada y ya podéis ser reyes. 

"Otra fuente directa atribuye esta frase a doña Letizia que resume su pasión por Leonor y Sofía: “Amo profundamente a estos dos seres como cualquier madre del planeta. Cada día las miro y me quedo embobada por el hecho de que sean mis hijas”

Pienso muy seriamente en superar mi miedo a las manualidades y plantarme en la puerta de "ese rincón perdido en las 16.000 hectáreas del monte del Pardo (50 veces el tamaño del Central Park neoyorquino), donde 4.000 gamos, 3.600 ciervos y 500 jabalíes pacen entre encinas y alcornoques, rodeado por una tapia histórica de ladrillo de 80 kilómetros de perímetro, la heredera al trono siempre será “Leonor" con una pancarta llena de corazones que diga "Leti por favor abre un blog de madres, necesitamos tu sabiduría maternal en azul celeste con fondo beige".  

Llamar a tus hijas "dos seres", claro que ahora que lo pienso, para ella llamarlas princesas como hago yo debe sonarle a poca cosa. Mucho mejor "seres".Pero se queda corto, "seres de la creación" hubiera sido ya lo más. 

"Una de las obligaciones de los nuevos Reyes es enseñar a su primogénita que el camino no será fácil. Nunca será libre. Jamás podrá elegir su camino. Ya está trazado. Ha nacido para servir. Su trabajo será un servicio público sin horarios, intentando ser útil a la nación y sus ciudadanos."

Leo y releo este delirante párrafo y mi mente enferma elucubra una imagen mental de Leonordora como Gracita Morales "¿Quieren algo los señores?" enfundada en un albornoz de Rocky y la música de Eye of the Tiger mientras un clon de Letizia pero en negro le dice "la fama cuesta y aquí habéis venido a sudar".  Todo muy loco...pero claro, yo no tomo drogas buenistas. 

“Doña Letizia es una experta en nutrición, a la que le interesa el procedimiento dietético y científico de la cocina, un asunto al que se ha dedicado activamente a través de su colaboración con la Organización Mundial de la Salud y la FAO, a cuyas reuniones de trabajo asiste en Ginebra”, explica una fuente de su entorno."

Esto ha tenido que escribirlo con la "fuente de su entorno" apuntándole con un revolver en la cabeza porque sino no me explico tamaña mamarrachada. ¿Letizia que pesa 43 kilos y tiene pinta de oler lechuga como todo alimento básico es una experta en nutrición? ¿Qué coño es que le interesa el procedimiento dietético y científico de la cocina? ¿Hace diagramas en una pizarra sobre la cantidad de calorías por plato de lentejas que come Leonordora y su hermana? ¿Estudia el procedimiento por el cual se coagula la sangre al hacer un filete a la plancha?  Vale, podría aceptar todo eso, pero ¿de verdad me está diciendo el periodista que en la Organización Mundial de la Salud en Ginebra intercambian recetas? La cumbre de vergüenza ajena que estoy escalando con este artículo creo que va a ser difícil de igualar. 

"Una banda sonora del hogar de los Borbón-Rocasolano cuando cae la tarde es algo así como: “Mami, tenemos que terminar el trabajo de reciclaje para el cole; mami, el disfraz de la función; mami, el PowerPoint del rombo; mami, los zapatos me hacen daño; ordena tu mesa, mi vida; ¿has hecho las fichas? Mañana tengo que salir a comprar camisetas interiores. Mami, mira qué esquema tan chulo para estudiar las autonomías. ¡Niñas, a la ducha!”.

Supongo que al periodista se le ha olvidado decir que hay también risas enlatadas que se escuchan de fondo como en toda sitcom que se precie. "Ordena tu mesa, mi vida" al caer la tarde, en las horas del horror. Lloro de risa. 

Con las últimas fuerzas, las lágrimas de la risa cayéndome por la cara y pasando más vergüenza ajena que en toda mi vida escalo el último repecho de esta pieza de cursilería periodística sólo al alcance de unos pocos, muy pocos. 

El párrafo final....

"La última escena de la jornada, con las luces de Madrid recortándose en los ventanales de La Zarzuela, es la sesión de mimos y cuentos. Son obligatorios. Letizia lee textos infantiles con su perfecta dicción de antigua periodista televisiva y pone voces a cada uno de los personajes con aire teatral. Las niñas se parten. Su padre prefiere leerles algo más sosegado en inglés. Después apagan la luz. Mientras salen de su cuarto, quizá la pareja real piense un momento cómo será la vida de su hija primogénita; de esa niña que tal vez un día será reina."

Sinceramente, no puedo añadir nada. No estaría a la altura. 

Brindo con un chupito de ginebra por Leonordora... como diría Dora ¡Cheers!


sábado, 21 de junio de 2014

La gran partida.

“La creatividad no es un talento, es una manera de trabajar”

Esta frase del genio de los Monty Python expresa a la perfección una idea que hemos olvidado en nuestros días.

Vivimos en una época en que las jóvenes promesas, en cualquier campo, son cada vez más jóvenes. Valoramos el éxito, la originalidad, la idea genial como si fuera una chispa de suerte, un don innato y algo que hay que conseguir rápido.  La rapidez en la consecución de un éxito se considera un valor añadido.

Cada vez creemos menos en el trabajo como el camino que hay que recorrer para conseguir ser bueno en cualquier disciplina. Hemos dejado de valorar la perseverancia, la paciencia y la constancia como virtudes necesarias para lograr cualquier meta.

No siempre fue así. No siempre es así aunque no nos hayamos parado a pensarlo.

Si pensamos en Leonardo da Vinci, decimos que fue un genio. Alguien dotado de una creatividad apabullante, capaz de dibujar, crear, inventar y escribir sobre una variedad de temas increíble y poseedor de un talento innato sólo al alcance de unos poco. Leonardo, un hombre del Renacimiento es una frase típica.

Pocos saben sin embargo que Leonardo da Vinci no consiguió “triunfar” hasta los 46 años, una edad que ahora mismo se nos antoja tardía.

El camino para llegar a ser bueno en algo está lleno de años en los cuales uno no es bueno en ese algo que está intentando conseguir. Se tardan años en conseguir dominar un instrumento, años en entender la física cuántica y ser capaz de ir más allá de lo aprendido, años en aprender a escribir y quién sabe si publicar un libro o triunfar con un blog.

Esos años de aprendizaje, de lenta espera, de acumular experiencias, ideas y conocimiento y de crecer son los que forman el grueso de “La gran partida” y en ellos reside la clave para triunfar (y no hablo de dinero ni popularidad).

A través de las historias de Leonardo da Vinci, John Coltrane, Marie Curie, Stephen King, Tiger Woods, Michael Faraday y muchos otros, Adam Westbrook ha realizado dos estupendos videoensayos en los que explica este concepto y nos hace reflexionar sobre cómo hemos perdido la capacidad de valorar el camino que lleva hacia la maestría en cualquier faceta de la actividad humana.


Tienen subtítulos en castellano pinchando en la pestaña inferior.

Publicado en Pisandocharcos.

lunes, 16 de junio de 2014

2001 - 2013

Llevo tiempo pensando en escribir sobre esto. 

Hay muchos descerebrados, muchísimos, que llevan años leyéndome, años entrando a ver las chorradas sobre las que escribo y que de alguna manera han incorporado el blog a su vida. Descerebrados que se preocupan por mi y por las cosas que (me) pasan. Por todos ellos,  muchos de los cuales no han comentado nunca y por todos los demás que me han escrito o mandado algún mensaje, escribo este post. 

El Ingeniero y yo ya no estamos juntos. Mejor dicho, estamos divorciados pero seguimos estando juntos porque tenemos dos princezaz y  seguimos compartiendo mucho de nuestro tiempo. 

Las historias se terminan. Mejor dicho, nuestra historia se terminó y decidimos ponerle fin. Podíamos haber seguido pero a ninguno de los dos nos pareció buena idea, de hecho nos parecía la peor idea de todas. 

Separarse no es bonito y no es divertido. Se pasa mucho miedo, mucha tristeza y mucho vértigo... pero cuando sabes que es lo que tienes que hacer, que es la decisión correcta, se lleva mucho mejor. Pasamos miedo, pasamos vértigo, sufrimos y nos reímos durante todo el proceso. Nos hemos reído juntos y nos hemos acompañado. Seguimos riéndonos y acompañándonos. 

Decidir terminar una historia, un proyecto común es muy duro y es un fracaso. Hay que asumirlo así, algo por lo que apostaste en su día no ha salido bien. Cuesta mucho asumir ese fracaso y no dejarse llevar por la rutina y las mil quinientas veintiocho excusas absurdas que te das a ti mismo para no enfrentarte al hecho de que se ha terminado. Enfrentarte a la realidad, dejar de marear la perdiz y asumir el fracaso, cuesta muchísimo y da un miedo que te cagas... pero la opción de conformarte con algo que no es lo que quieres nos pareció muchísimo peor y mucho más de cobardes. Y si algo no somos, es cobardes. 

Tenemos custodia compartida porque es lo que nos parece más justo y mejor para las princezaz y todo está funcionando a la perfección. Estamos contentos, tranquilos y a gusto.

Las princesas han determinado ya  cuales son sus mayores problemas vitales en esta nueva situación, incluso han hecho una lista en nuestro cuaderno de familia, que por supuesto seguimos manteniendo. 

Ventajas de vivir con El Ingeniero: les da masajes en los pies, no les obliga a hacer la cama los sábados y no es un pesado con la verdura. 

Ventajas de vivir conmigo: todo está más ordenado, no soy una pesada con la fruta como el Ingeniero y sé hacer judías pintas. 

Todo lo cual es bastante subjetivo porque El Ingeniero y yo somos igual de pesados con la fruta y la verdura y él es tan ordenado que incluso les ha hecho un excel que tienen puesto encima de sus escritorios con lo que tienen que meter en su mochila cada día. Lo único cierto es que yo no les doy masajes en los pies (pero sé hacer coletas) y El Ingeniero no hace judías pintas (pero hace brownie sin gluten).

Como me dijo alguien, no te separas contra alguien, te separas con alguien. Y eso hemos hecho nosotros, nos hemos separados con el otro para poder seguir estando juntos sin ser pareja. Los dos sabemos que podemos contar con el otro para cualquier cosa que necesitemos.

Casarme con el Ingeniero fue la mejor decisión que pude tomar en su día. Divorciarme ha sido la mejor decisión 12 años después.  

Y ya está. 

Por primera vez en la historia del blog, no voy a habilitar comentarios. No hay nada que decir. 

Gracias a todos. 

jueves, 12 de junio de 2014

El misterio es mentira.




“Margaret decía que había dos clases de mujeres: las que tenían un perfil claro y las que poseían misterio. Y esto era lo primero que un hombre intuía, y lo primera cosa que le atraía o no de una mujer. A algunos hombres les atrae un tipo, a otros el otro. Margaret - no hace falta falta que lo diga - era de perfil claro, pero a veces podía envidiar a las que ostentaban, o se fabricaban, un aire de misterio.” (El sentido de un final. Julian Barnes)

“Mujeres que poseían misterio”.  ¿Qué memez es esta? 

Me hierve la sangre y me chirrían los dientes cada vez que leo, veo o escucho cosas de este estilo. Esto lo he leído en una novela, pero en cuanto te descuidas te encuentras una exaltación del misterio y sí es en una mujer ya es el colmo de los colmos. Si eres misteriosa puedes permitirte no saber hacer la o con un canuto... porque “poseer misterio” te elevará por encima del resto de las mujeres y te hará atractiva a los hombres. 

"Keep calm and love mysterious women". 

¿Qué estupidez es ser misterioso? Y ¿por qué hemos permitido que parezca que ser misterioso es lo más que se puede ser?  El misterio está muy bien para las novelas, para las películas y para los juegos de mesa. Está muy bien si eres Hitchcock, Agatha Christie o Sherlock Holmes. 

En la vida real el misterio es basura. El misterio es humo, es cartón piedra, es photoshop, es faja reductora, es peluquín y escenografía. El misterio es mentira. 

¿Por qué hemos permitido que el misterio sea algo que mole fuera de la ficción? ¿Por qué hemos permitido que ser “una mujer misteriosa” sea algo deseable y ser una “una mujer tal cual” parezca aburrido?  Otra vez nos la han vuelto a jugar con el marketing. 

El misterio, su gracia está en cuando no se percibe. En el momento en que dices “Uy qué misterioso es esto/él/ella” ES MENTIRA. 

En la vida real, el misterio está en lo que no te esperas. Conoces a alguien o algo, crees que lo sabes todo sobre esa persona o ese algo y cuando digo crees que conoces, no lo digo en plan chulería... sencillamente conoces a alguien bien y ya está. Pasa con tus padres, por ejemplo, o con tus hijos. Son probablemente las personas que mejor conoces y de repente, un día cualquiera, sin que ellos lo pretendan ni sea una pose afectada... descubres algo de ellos que no sabías; algo que te sorprende, que te descoloca,  para bien o para mal. 

La gracia del misterio en la vida real consiste en saber que la otra persona tiene mil puertas y que jamás podrás abrirlas todas, pero no porque el otro no te las abra o te deje abrirlas,  sino porque esa persona (como todas) es inabarcable e infinita... y siempre habrá aspectos, historias, recuerdos, reacciones que no llegarás a conocer. 

El misterio no es que te cierren la puerta en las narices y sólo te dejen atisbar por la mirilla haciéndote creer que más allá del círculo que te permiten ver hay cosas maravillosas a las que no te dan acceso. Eso es una puta mierda, es hacer el idiota, es creerte que debajo del disfraz de Mickey hay un Mickey.

Las mujeres misteriosas (suele haber más que hombres porque como siempre, la publicidad nos la juega a nosotras más que a ellos) en los libros, las películas o incluso en las revistas lo que suelen ser es imbéciles, maleducadas, engreidas y que basan todo su misterio en ser unas bordes. Por alguna extraña razón en vez de pensar “esta tía / tío es un completo imbécil” hemos caído en la trampa del misterio: algo oculta, no quiere dar pistas, es misteriosa... Pero ¿qué memez es esa? 

Reivindico la normalidad. Reivindico considerar como un piropo decir de alguien “Fulanito es muy normal”. Reivindico percibir al otro tal cual es sabiendo que en cualquier momento podrá sorprenderte. Reivindico el valor de contestar a una pregunta con una respuesta sencilla y franca sin absurdeces misteriosas. Reivindico encontrar atractivo a alguien sabiendo que tienes por delante todo un mundo por conocer. Reivindico enamorarte de alguien abriendo todas tus puertas y las de otro. 

Reivindico contestar “voy a preparar croquetas”  a la pregunta ¿qué vas a hacer esta tarde? en vez de “tengo cosas que hacer”. 

Y si alguien le quedan dudas, yo soy una mujer normal.


miércoles, 11 de junio de 2014

La vida en una mochila.



¿Te imaginas que estás con tu pareja en la cama y te da un infarto?

Jaja, que risa.

Pues exactamente eso les ocurrió a Tim y Sarah.

Imagínatelo.

¿Qué harías?

El que sufre el infarto las pasa canutas, siente que se muere, sufre un dolor intenso y de repente tiene más miedo del que jamás pensó que se podría sentir.

Y ¿el otro? El otro siente pánico, terror e incredulidad, pero tiene que tomar las riendas y optar por ponerse histérico o mantener la calma.

"Estoy seguro de que fue una noche  mucho más dura para Sarah que para mi. Yo estaba o inconsciente o muy sedado mientras que Sara lo únco que podía hacer era esperar y preocuparse."

La mayoría de la gente opta por mantener la calma, llamar a emergencias y hacer pequeños gestos que le hagan sentir que "todo va a salir bien". Es una estupidez porque todo puede salir mal, pero esos pequeños gestos: hablar al otro, oír sus respuestas, ver llegar a las emergencias y preparar una bolsa para el hospital... le sirven de asideros, le mantienen atado a su vida real, a la vida que acaba de cambiarle para siempre. Esos gestos le sostienen en el momento.

Sarah preparó una bolsa mientras Tim era atendido por los médicos y ese gesto cambió sus vidas y su manera de percibirse como pareja y como personas.

Tim lo cuenta, mucho mejor que yo, en un columna en el New York Times, "En una pequeña bolsa, ella metió todas nuestras esperanzas"

"El proceso por el que el amor se revela es a veces lento, es una acumulación gradual de actos mundanos de bondad, sacrificio, atención y también mal comportamiento que dos personas comparten. El acto de Sara fue un ejemplo de como es el amor, despojado de campanas y susurros. Tener la oportunidad de contemplarlo, a pesar de las circunstancias, me hizo sentir como un hombre afortunado."

Un resumen de esta historia está en este video tan chulo que me he tomado la molestia de subtitular para que no tengáis excusa para no verlo.



"Había perdido la conexión entre decir "Te quiero" y sentirlo de verdad cuando permití que el miedo a la pérdida en la vida me abrumara. Adoptaría una posición científica para aislarme de las incertidumbres de la vida, especialmente de las del amor. Como resultado de esto, estaba emocionalmente atrofiado, sin involucrarme emocionalmente con las personas que me importaban. Era lo suficientemente inteligente para saber que las cosas tienen un final, pero no era lo suficientemente inteligente como para saber vivir con ello."