Los armarios son un objeto curioso. La mayor parte del tiempo pasan completamente desapercibidos, no te das cuenta de que están, no se disfrutan como un sofá y los usas un intervalo de tiempo cortísimo y normalmente durante ese uso estás pensando en otra cosa: llego tarde, no me acuerdo donde he aparcado el coche, tengo que coger la cartera, que no me olvide el móvil…A veces el armario intenta llamar tu atención y entonces hace que un cajón no abra, esconde algo al fondo de una balda o sencillamente no le sale de los cojones cerrarse. Cuando ya está muy cabreado manda el rayo puteador que te taladra el cráneo, penetra en tu cerebro abriéndose paso a codazos y apartando cualquier otro pensamiento e instala en el centro de tu universo este mantra: tengo que ordenar este armario.
Ese rayo puteador te jode infinito. Si triunfa, si no eres lo suficientemente rápido como para esquivarlo o entorpecer su paso con un pensamiento más potente…estás atrapado. Tienes que ordenar el armario.
Inciso...casi todos los hombres son inmunes al rayo puteador de los armarios...pero sin embargo son presa fácil de otro rayo puteador: tengo que limpiar el coche...- Fin del inciso.
El armario tiene mala fama entre la gente desordenada y no debería ser así. El armario es amigo de esa gente, les permite esconder su caos. Imaginaos la casa de la persona más desordenada que conozcáis sin armarios, exacto, un reportaje de televisión de esos que entran en un salón hundiéndose hasta las rodillas en trastos.
Un armario solo está perfectamente ordenado si está medio vacío. El 50 % de capacidad de un armario es el límite para permanecer en perfecto orden de revista. Los armarios de Ikea no son cómodos, ni versátiles ni tienen mucha capacidad: están vacios...ese es el secreto de los suecos. Coge toda tu ropa o todas tus herramientas o todos los juguetes de tus churumbeles y vete a la sección de armarios de Ikea…verás que risa. Prueba con esos que se cierran con cortinita y que parecen tan monos…el descojone absoluto.
Un armario nunca es lo suficientemente grande por dentro ni lo suficientemente pequeño por fuera. Siempre ocupa demasiado espacio y cabe demasiado poco.
Un armario es como el mes de enero, o el de septiembre. Genera buenos propósitos imposibles de cumplir, que realmente crees que esta vez sí conseguirás llevar a cabo: “hoy lo ordeno y a partir de hoy lo mantengo ordenado, siempre es mejor eso que esta paliza que me estoy dando”, “ahora cuando llegue, voy a guardar casa cosa en su sitio”. Esos buenos propósitos duran más o menos lo mismo que la intención de ir al gimnasio todos los días, aprender inglés, llamar a tu madre más a menudo o no comprar un libro más…perdido en el limbo de tu falta de voluntad.
Todos los armarios tienen tendencia al desorden, todos, pero podemos establecer una clasificación de menos a más:
- El armario de las herramientas, bombillas, cables, trastos de pintar y demás murgas de bricolaje. Suele ser territorio de hombres y suelen tenerlo en perfecto orden. Es el único sitio de la casa donde encuentran las cosas a la primera, sin decir la mítica frase “Aquí no está”.
- El armario de los abrigos que normalmente está en la entrada o en algún tipo de habitación que se usa menos. Los abrigos entran y salen durante el invierno y llegado el momento entran y no salen en una temporada. El problema de este armario no es el desorden, es la capacidad. Acumulamos abrigos, chaquetas, chupas, anoraks y demás sin pensar en el volumen que esas prendas tienen y el porcentaje de entrada y salida de prendas no está equilibrado. Entran prendas pero no salen…este armario suele permanecer ordenado hasta que estalla.
- La despensa. Un caos con sistema domina el ecosistema de este armario. Si hay suficientes víveres, suelen organizarse por baldas siguiendo algún tipo de sistema que junta las conservas con las conservas, las cosas de desayuno con la bollería, la leche y el zumo en una balda y la comida “por si acaso” que nunca se come en otra balda. Suele haber en todas las casas algún elemento perturbador que nadie se explica cómo ha llegado “¿de dónde coño ha salido esta lata de berenjenas en vinagre y que hace en la balda del azúcar y la sal? Suele ser un armario que cuenta con las simpatías de los tíos…”qué hay que hacer la compra...con la cantidad de cosas que hay para comer aquí”.
- El armario o “solución de almacenaje” de los juguetes de los niños. Nunca, jamás, nunca, los juguetes son del tamaño adecuado para poder jugar con ellos al tetris y aprovechar todo el espacio disponible. Este armario solo está ordenado por interés y empeño de las madres. La duración de su orden es inversamente proporcional al tiempo que se haya dedicado a dejarlo en perfecto estado de revista…no se conocen casos en que el orden haya durado más de 1 hora.
- El armario de la plancha. Es un ser mítico para los tíos... ¿tenemos un armario de la plancha? Este mola porque puede estar desordenado sin cargo de conciencia.
- El armario de la ropa de cada cual. Este ya permite todo tipo de descojone y descontrol. Una opción es todo ordenado incluso por colores y tipos de prendas. Otra opción es los cajones ordenados y las baldas hechas un cristo o viceversa. O la opción más caótica...todo metido a presión, sin ningún tipo de orden...el armario pasa a ser más bien un escondite...y como todos los escondites tiene sus sorpresas... ¿Que es esto rojo que asoma por aquí? Coñoooo...pero si tenía una camiseta roja superchula...ni me acordaba...eso sí, está pelín arrugada.
Por encima de todos estos y en una categoría diferente está el peor armario de todos, uno que todos odiamos y que es sencillamente imposible de mantener ordenado. Estoy hablando del temido ¡¡armario de los tupers!!!
Es el más cabrón de los armarios. Hay que usarlo siempre como si estuvieras manejando plutonio, cualquier error puede significar el caos. Se debe abrir la puerta con mucho cuidado. Otear el interior hasta encontrar el tuper que crees que necesitas o el lugar donde pretendes colocar el que tienes en la mano. Visualizar la maniobra a realizar y solo cuando tengas claros los movimientos, efectuarlos con suma precisión y cuidado. Cualquier mínimo error en el manejo, quebrará el inestable equilibrio que domina el mundo de los tupers y que es incomprensible para los humanos. Cualquier descuido, provocará un estallido que incluirá un derrumbamiento de las torres de tupers. Si eso ocurre, todos saltarán por los aires, disparados hacia el exterior en un efecto cascada que vaciará el armario por completo y desparejará tapas y tupers provocando sudores frios, mala leche y cabreo supremo en el usuario. Normalmente esta explosión suele ir acompañada del grito: .“se puede saber para qué cojones tenemos tantos tupers. Hay que tirar la mitad”. Por supuesto, no se tira ninguno. Se vuelven a colocar dentro como buenamente se puede en una nueva cumbre de equilibrio inestable, .esperando que el próximo caos le toque a otro.
Por último y para concluir este sesudo análisis solo diré una cosa, desconfío mucho de la gente que tiene los armarios perfectamente ordenados. Alguien que tiene los jerseys por colores, las faldas agrupadas por largos y los pantalones colgados como si no se usaran, no me parece de fiar. Son gente que dedica su tiempo libre a ordenar, a colocar en vez de tirarse a no hacer nada, leer, o lo que sea. Esconden algo seguro y seguro que tienen conversaciones aburridas. Ahí lo dejo.