miércoles, 18 de agosto de 2021

Experimento. Miércoles, 18 de agosto


Martes, 17 de agosto


El día que volvimos de Cicely, mientras hacía la mochila, escuché un episodio del podcast Today in Focus en el que hablaban de las razones por las que estamos todos enganchados a la cafeína. El tema no me interesaba especialmente pero necesitaba un contenido ligero que durará más o menos media hora que era el tiempo que iba a durar mi recogida de ropa y demás. En el episodio entrevistaban a un periodista que ha escrito un libro sobre la historia de la cafeína, como llegó a estar presente en el día a día de millones de personas en todo el mundo y sus efectos beneficiosos. El episodio no tenía más interés que ese pero su escucha coincidió con un pequeño cambio que he realizado en mi rutina diaria: he dejado el único café que me tomaba al día, ahora desayuno té negro con una nube de leche. ¿Por qué? Porque sí, porque sentía que me apetecía, que el café me daba pereza. No hay en mi decisión ningún afán saludable ni ningún pensamiento de cambio de dieta ni nada por el estilo, sencillamente me parece que me he cansado del café y me apetece el té. No ha sido un cambio traumático ni mucho menos, ni rompedor ni extraño. Hoy, mientras me preparaba el té de la mañana he recordado que mis hermanos y yo siempre hemos tomado té porque mi madre nos introdujo en él de muy pequeños. 


Algunas tardes de invierno, cuando hacía mucho frío y volvíamos del cole, mi madre decía: ¿tomamos el té? Por supuesto, la primera vez que hizo esa pregunta nosotros no sabíamos de qué hablaba o, como mucho, en mi caso conocía el té por las novelas de Los Cinco. A mi madre no se le puede decir que no porque es una opción que no se contempla y porque cuando quiere convencerte de algo lo hace muy bien. En las tardes de té, abríamos la mesa, poníamos un mantel diferente del de la comida, con servilletas diminutas y sacábamos el juego de te de porcelana blanca con dibujos azules que, por supuesto, todavía seguimos usando aunque las tazas nos parezcan ridículamente pequeñas. Mi madre hacía el te y, mientras tanto, nosotros sacábamos las galletas de vainilla (esas que venían en una caja roja con dos pisos y eran un hito gastronómico), la mantequilla, la mermelada, las cucharillas diminutas, el azucarero a juego y buscábamos el pan de molde. No se en las demás casas pero en la nuestra el pan de molde era un lujo, no se usaba a diario ni mucho menos, pero para el té las tostadas siempre eran de pan de molde. A veces si la merienda iba a convertirse en merienda-cena, poníamos quesos y jamón. 


Mi madre nos enseñó a tomar el té. A templar la tetera antes de echar el agua hirviendo, a verter solo un poco de agua primero para que las hojas se vayan al fondo y a esperar los minutos correspondientes. Ella lo toma siempre con una rodaje de limón y mucho azúcar. Mi hermana lo toma igual que ella. Mis hermanos y yo con una nube de leche. Yo sin azúcar desde mi primer año en Irlanda. 


Siempre hemos tomado el té. Durante el confinamiento mi madre y yo, las chichas de oro, lo tomábamos cada tarde a las seis y, cuando estoy sola, me gusta tomarlo mientras leo, a veces acompañado de una torta de aceite o un trozo de bizcocho. Cuando nos reunimos todos en invierno siempre merendamos tomando el té aunque ahora la única que usa las tazas minúsculas es mi madre. A mí me gusta tomarlo en una taza grande de borde grueso que en su día tenía unos barcos veleros pintados que ya han desaparecido. El mantel, las servilletas minúsculas y las bandejas con bollos y tostadas siguen siendo obligatorios. 


Ahora desayuno té y me parece un nuevo comienzo. Quién sabe, a lo mejor, con un poco de tiempo recupero el mantel de hilo y los platitos para el desayuno. 





4 comentarios:

Di Vagando dijo...

Bueno, claro, yo de este tema podría escribir una tesis: ya bebía té (no me gusta el café, pasé del cola-cao al té) antes de venir a UK. Aquí perfeccioné y te digo:

- q la manera de tomarlo es como tú, taza grande, té negro con nubecita de leche y SIN azúcar.
- q en una escala de 0 a 10, el Earl Grey is a NO
- q lo del limón y tal es cosa de extranjeros.
- q la parafernalia Enyd Blyton / Barbara Pym q hacéis, tampoco: eso es cosa para turistas en los Betty's o Ritz de turno, donde va Angelica Houston (mi amiga vio) y te pegan un sablazo por eso más sandwiches de pepino. A propósito de resturantes para ricos donde te siegan, me reí mucho este finde con este artículo (ay quien fuera reviewer de tonterías para The Guardian):

https://www.theguardian.com/food/2021/aug/15/the-polo-lounge-at-the-dorchester-hotel-dismal-food-at-eye-popping-prices-restaurant-review

- q en un curro q tuve, tenían un excel sobre cómo le gustaba a cada persona
- q es inútil entrar en competiciones sobre quién bebe más: el Peda, mi compa de piso tiene el récord de 17 en un día. Yo puedo superar fácilmente los 5...

Me voy a hacer uno, darling :)

Yours truly

di

Elena Rius dijo...

No me he quitado aún del café, pero lo alterno con té por las mañanas. Me recuerda a mi abuela y mi madre, que desayunaban con té siempre. Y, en verano, cuando estábamos todos juntos, también se tomaba religiosamente el té cada tarde. Por supuesto, negro con nube de leche y sin azúcar (en las novelas inglesas, por algún motivo, la gente de clase baja siempre toma el té con mucho azúcar, ¿será esta otra de las típicas marcas de clase British?).

Rosa y Elisa. dijo...

Un té negro con bergamota y un poco de leche es maravilloso en las tardes de otoño e invierno. Yo recuerdo las tardes estudiando y mi madre en la cocina preparado el té q rompía ese agobio infinito.

Beli Álvarez Silva dijo...

¡Qué bien lo describes Ana! me siento acompañada por ti. Y que buena compañía.
un abrazo para tus princesas, desde pequeñitas las veo crecer a través de tus historias y un besote para ti.