miércoles, 14 de octubre de 2015

¿Has dicho mindfulness?

No puedo más con la moda del Mindfulness como varita mágica para resolver problemas. El "mindfulness" ha venido a sustituir a la autoayuda en la moda de juguetes para adultos. Primero tuvimos la autoayuda, luego el coaching y ahora tenemos el mindfulness que por supuesto viene disfrazado con todo el kit de remedios milagrosos: unas gotitas de anglicismos, otras gotitas de sabiduría milenaria (budismo), un ligero barniz médico y unos cuantos expertos salidos de la nada que llevan (según ellos) una eternidad practicando estas técnicas milenarias. 

¿Tengo algo en contra de que la gente haga mindfullness o se concentre plenamente? No. Tampoco tengo nada en contra de que hagan el pino puente con doble rondanda para relajarse, se traguen 20 episodios de los simpsons o hagan cupcakes como para alimentar a media provincia. 

El fanático del contorsionismo, el adicto a la teleberza y la reposteréxica realizan todas esas actividades simplemente porque les gusta, les relaja o yo qué sé. 

El problema de los adictos a concentrarse es que no contentos con tener un vicio relajante han decidido disfrazarlo de virtud y venderlo al planeta como la panacea para los problemas diarios. 

¿Que tienes estrés? Mindfulness.
¿Que quieres aumentar la autoconciencia? Mindfulness
¿Que tienes síntomas físicos y psicológicos del estrés? Mindfulness.
¿Que tienes el sistema inmunológico débil? Mindfulness.
¿Que tienes la tensión arterial un poco alta? Mindfulness.
¿Que tu niño va reguleras en el colegio? Mindfulness educativo.
¿Que el curro te estresa? Mindfulness ejecutivo.
¿Que tu relación de pareja fracasa? Mindfulness de pareja.

Cambia mindfulness por cupcakes y verás qué ridículo es todo.

Paparruchas. Todas. Y no lo digo yo, que lo digo, lo dice un estudio científico que llega a la conclusión de que la meditación tiene un efecto mínimo o nulo en rebajar el estrés, ayudar a curarse de una depresión o relajar. Las evidencias de que mejore el sistema inmunológico, te haga dormir, comer o tener mayor bienestar son inexistentes. 

Hacer mindfulness, concentrarte plenamente o prestar atención al momento presente no mejoran tu vida para nada. ¿Estoy diciendo que no haya que pensar? No, claro que no. Conviene dedicar un rato de vez en cuando a mirarse un poco, volverse del revés, y pensar con calma saliendo de las prisas diarias. Yo lo hago todos los días en el coche pero ni creo que eso vaya a solucionar todos mis problemas ni vendo motos.  Pensar, y cualquiera que lo haya hecho lo sabe, jode bastante. Pensar la solución a un problema laboral, darle vueltas a un conflicto en el curro no mejora en nada tu bienestar ni nada por el estilo. Solucionarlo es lo que relaja un huevo. 

Concentrarse en uno mismo, desgarrarse por dentro hasta conocerse tanto que te dé miedo no es para nada relajante, ni empatizante ni ninguna de esas majaderías. Jode bastante, aunque hay que hacerlo. 

Pensar y conocerse no es bonito, ni relajante, ni mejora tu vida, ni te hace dormir mejor. En realidad para  conocerte hay que ser muy valiente y tener los huevos de decir "vaya mierda de pavo que soy" o "menuda putada he hecho" o "cómo pude ser tan idiota". Y hay que tragarse eso, con todas las espinas, digerirlo y tirar para adelante. 

Con los problemas no hay que hacer bolitas de plastilina de tanto darle al mindfulness. La vida tiene mil aristas finas que raspan y rozan y desgarran y hay que arañarse y herirse con ellas. Dedicarse a transformarlas en bolitas suaves de plastilina para engañarse a uno mismo pensando que ya no pinchan es una memez, una infantilidad pasmosa y una irresponsabilidad. Esas bolitas tan monas de plastilina tienen dentro una bola de plomo. Prueba a tragarlas. 

Los problemas se pueden pensar en círculo eternamente, sentado con las piernas en cruz y haciendo ommmmm y creyéndote que estás en comunión con lo que sea. Pero cuando tengas agujetas en las piernas, estés afónico de hacer omm y se te haya quedado el culo helado el problema seguirá ahí. 

Lo que soluciona los problemas es pensarlos y después levantarte, cogerlos, despedazarlos e ir tragando los trozos  poco en poco para ir solucionándolos. 

¿Quieres hacer mindfulness? Por mi estupendo. Pero no me vendas motos. 

Y si quieres relajarte, ser consciente de ti mismo al 200 %, ser consciente del momento presente,  bajar tu tensión arterial y dormir como un bendito, nada como el sexo. 

Y eso sí que es una práctica milenaria, se llama follar. 


miércoles, 7 de octubre de 2015

Mankell y yo


Hace 12 años tenía 3 jerseys premamá que estaba deseando estrenar (aunque eran prestados), unos vaqueros de embarazada nuevos y unos billetes en coche-cama para ir a París.

Hace exactamente 12 años ya trabajaba en los libros de colores, en unas oficinas prestadas en un edificio prestado. Justo debajo había una librería a la que bajé, en una incursión desesperada, a comprarme un libro para el viaje a París. 

En medio del escaparate estaba "La quinta mujer", de Henning Mankell. Un tomo de bolsillo, blanco y azul, de la editorial Quinteto. Un libro gordo que decidí comprarme porque me duraría todo el viaje. 

No sabía quién era Mankell, ni de qué iba la historia ni, por supuesto, había oído hablar (porque todavía no había surgido) del "fenómeno de la novela negra nórdica". 

Empecé el libro esa misma noche en el tren. Me senté, le di al Ingeniero la copa de vino de cortesía que nos habían puesto y me sumergí en la vida de un comisario de policía sueco que vivía en una ciudad de la que jamás había oído hablar y que parecía no comer ni dormir jamás. 

De aquel viaje a París recuerdo el buen tiempo, sujetarme los vaqueros con tirantes porque me empeñé en estrenarlos a pesar de no llenarlos. Recuerdo perderme en el Louvre, pasar 5 horas bajando, andando, de la Torre Eiffel y caminar con los brazos en alto para que el alien de 7 meses que llevaba dentro (y que resultó ser M) dejara de encajarse en mis costillas. Recuerdo nuestra habitación llena de terciopelos y cortinajes, y una bañera enorme que El Ingeniero llenaba cada noche para ver si yo conseguía relajarme. 

Recuerdo leer a Mankell en aquella bañera y en la cama enorme. Recuerdo el miedo y el horror por la historia que investigaba Wallander y recuerdo decirle al Ingeniero: tienes que leer esta novela, te va a encantar. 

Hace 2 días murió Henning Mankell y me dio una pena inmensa. Muchísima. Hacia años que no leía nada de él, pero sus libros, todos, los de Wallander y todos los demás, ocupan un lugar especial en nuestras estanterías. Después de “La quinta mujer”, compramos todos los demás, según iban saliendo o los íbamos encontrando. Los leímos en desorden, los compartimos, los regalamos. Hicimos que mis hermanos y mi madre los leyeran. 

En el año 2008 viajamos a Copenhague y todos, por unanimidad, decidimos que teníamos que cruzar por el Puente e ir Malmö. Era la primera vez que viajábamos al escenario de la vida de un personaje que había llenado nuestras horas de lecturas y también muchas de cháchara. 

Mankell ha muerto y tengo una sensación muy rara. Muy rara. Con Mankell viajé a Paris en coche cama y con uno de sus libros empecé mi primer cuaderno de lecturas en enero de 2006. Un cuaderno de lecturas que de alguna manera me llevó a empezar este blog. 

El lunes llegué a casa y fui sacando uno a uno todos sus libros de la estantería. En unos pone Moli, en otros pone El Ingeniero, todos con su fecha y el sitio donde lo compramos. Me alegré infinito de no leer en electrónico y ser una romántica del papel. Cada libro me recordó al momento en que lo leí. 

Después le mandé un mensaje al Ingeniero:

- Ha muerto Henning Mankell. 
- No jodas. 

Pues sí. 

lunes, 5 de octubre de 2015

Irene, te quiero

"Irene, te quiero. 13 de septiembre de 2012"

Todos los días veo este cartel. 

¿Quién es Irene? ¿Pasará por aquí cada día como yo o sólo pasó ese día, el 13 de septiembre de 2012? ¿Sabe que es ella? Irene no es María ni Carmen pero es posible que pasen muchas Irenes por esta carretera cada día. ¿Tendrá la seguridad de que ese mensaje es para ella? ¿Esa fecha marca un día especial? ¿Un día que no olvida o es el único que día que pasó por aquí? ¿Habrá olvidado que en una carretera a las afueras de Madrid hay una pintada que cada día recuerda a miles de conductores que hay alguien que la quiere o que la quería el día que hizo la pintada? 

"Irene, te quiero. 13 de septiembre de 2012"

¿Es una declaración de amor de un desconocido? ¿De un conocido que no se lo había dicho nunca? ¿Es el día que se casaron? ¿Por qué, si ese es el caso, no aparece el nombre de él o de ella? ¿El 13 de septiembre es una fecha que hará que Irene sepa que esa pintada es para ella? 

Sigo dándole vueltas. Puede que Irene pase cada día por aquí. Puede que el 13 de septiembre no sea una fecha especial, puede que el 14 fuera el primer día que ella lo vio. ¿Qué sintió? ¿Le dio un vuelco el corazón? ¿Tuvo dudas sobre si era ella? ¿Cómo se resuelven esas dudas? Llamas al otro y le dices "Quería preguntarte una cosa... ¿no habrás cometido la  locura de colgarte de un puente encima de la autopista para hacerme una nota de amor?". 

Dejo a Irene de lado y me pongo a pensar. Si yo me encontrara algo así por la autopista, ¿sabría que es para mí? No me llamo María ni Carmen pero tampoco Anastasia, Eleuteria o Crispina... así que de primeras pensaría que no es para mí. 

Bah, seguro que no es para mí. Y, además, conozco muchos tíos muy locos pero no tanto como para hacer esto. Y si alguno de ellos es capaz de hacerlo... o no me conoce o está loco rozando el peligro, así que mejor salgo huyendo y no me doy por aludida. 

De repente me veo a mi misma un día del verano de 1992. He ido en coche a casa de mi amiga Amaya a jugar a las cartas. Una tarde de piscina, cartas, charla y risas. Sin más. He metido el coche dentro del jardín. Mi Talbot Samba blanco con holgura de carrocería y que si pudiera hablar me avergonzaría seguro. 

Al volver al coche para irme en el salpicadero había un post it con su letra. Solo podía haber sido él pero aún así firmó la nota. 

"Te quiero"

Recuerdo el vuelco en el corazón, la sorpresa, la emoción y la incredulidad. ¿De verdad había venido, había entrado y me había dejado esa nota sin que yo le viera? Uno no lleva un post it en el bolsillo del bañador en julio. Fue algo premeditado. 

Tengo esa nota guardada y, cada vez que le veo, que me cruzo con él, me acuerdo de ese día y de esa emoción. 

Cosas del primer amor. De la primera vez que alguien me escribió Te quiero.

viernes, 2 de octubre de 2015

Regresión al pasado


Te invitan al estreno de la última peli de Amenabar.
Quieres ir vestida para la ocasión.
¿Qué haces?
Te vistes de adefesio que da terror, causa inquietud y provoca dudas en el espectador. Y, por supuesto, de negro riguroso para camuflarte con el photocall.

¿Qué tenemos? Despropósitos a gogó.

Empecemos por el look "Ejecutiva agresiva de mentira". Serio, sobrio y discreto... pero de mentira. Los pies de hermanastra de Cenicienta embutidos en esos zapatitos de adorno obviamente no son de ejecutiva. Para mí que responden más a algo como "Necesito mucho tacón porque estos pantalones me arrastran por el suelo y no tengo tiempo, ni sé coger un dobladillo. No  hay quién camine con estos zapatos pero ¡a quién le importa!"

Son unos zapatos curiosos, tienes que ir de puntillas para lograr ponértelos. Y seguro que lleva los dedos apiñados en la punta. Nada sexy.

Elena, Elena, Elena. Con lo fan que soy de ti y de lo guapa que eres. ¿Por qué te haces esto? ¿Por qué? Esa falda no le sienta bien a nadie, a nadie en todo el planeta. ¿Qué digo planeta? Ni en la galaxia. Es una apuesta de diseñadores borrachos a las 3 de la mañana. "Nos falta una falda. No se me ocurre nada. ¿Ponemos una cosa abullonada con la que no puedas sentarte, muy corta para que haga muslo columna hasta a las mejores piernas y en homenaje a mi abuela con el estampado de su sofá? No hay huevos"

Y eso es lo que llevas, una falda "no hay huevos" y unas sandalias de ir de puntillas pero con las alzas de Hermann Monster. Y no te creas que no me he dado cuenta de que no te has peinado.

Claudia Trisac va de triste. Tan de triste que "Tristeza" parece la flamenca de Whatsapp.

Silvia Abascal va de "Hola, soy tu madre y vengo de 1970 con el mono con el que fui a la boda de tu tío, de un bonito color verde "madre".

Ana Fernández con botines de pleno invierno a 26 grados en Madrid. Unos botines curiosos, son como la reinvención en macarra de las botas de Robin Hood. Son feos.

Marta, Marta, Marta. ¿En qué estabas pensando para vestirte de cueros? ¿Y esa chaqueta a lo Norma Duval con brilli brilli? ¿Y las sandalias? ¿Dónde acaba el pantalón y dónde empiezan las sandalias? ¿resbalaba mucho el cuero con la sudada que tuviste que pasar?

A Patricia Conde sencillamente no la veo...le pasa como al Gato de Alicia, sólo veo esa sonrisa tan natural. Como la del gato.

Norma va de "Hola, soy tu tía Puri y vengo también del pasado,  de la boda de tu tío. Los monos eran tendencia, eran muy modernos. El abuelo me regañó por marcar canalillo"

¡Hola, soy Belén Rueda y soy tan estilosa que me puedo poner cualquier cosa!

Que alguien le diga que no.

Elena Ballesteros viene también del pasado. De un pasado hortera de bolera y macarrilla de los 80. Con el pelo sin lavar, el pintalabios puesto en el coche al aparcar y los zapatos de Norma Duval.

¿Soy yo? o ¿Ana Locking es clavada a Ana Belén pero sin disimular la frente? Me da ternurita porque yo también tengo ganas de estrenar la ropa invierno. Claro que yo tengo criterio y, como en Madrid hace 27 grados, no me pongo abrigo, ni cueros, ni zapato de invierno. Pero, claro, yo no soy diseñadora.

Si Katia se quita el zapato y te lo tira, te mata. No digo más.

A Isabel Jiménez no sé qué le duele más: la falta de riego sangüíneo en las piernas o los botines "de corte asimétrico" del horror que lleva, y que tienen pinta de apretar y dejar rozaduras.

Marta Larralde como los toreros, de capote y oro.

Sara Sálamo va de la Sofia Vergara patria, pero de garrafón y también viene un poquito del pasado.

Y María Teresa de abuela rokera, con ganas también de estrenar la ropa de invierno.

Dudo mucho que la película cause más terror que esto.