sábado, 1 de noviembre de 2014

Mi padre antes de ser mi padre


Hace 17 años también estábamos en Los Molinos.

Hace 17 años también era sábado y también lucía el sol.

Hace 17 años me desperté y ya no estaba en casa. Hoy tampoco está.

Hoy he pensado que vivió más años sin ser mi padre que siéndolo. Es un pensamiento que no había tenido nunca hasta hoy. Es un pensamiento extraño.

Hubo un tiempo en que no era mi padre, ni el de mis hermanos, ni era ingeniero,  ni tenía bigote, ni era calvo. Hubo un tiempo en el que él no sabía que tendría cuatro hijos, ni sería ingeniero, ni se dejaría bigote ni se quedaría calvo.

Mi padre antes de ser mi padre...


Mi padre antes de ser mi padre from Molinos on Vimeo.




jueves, 30 de octubre de 2014

Dormir, dormir o no dormir




Dormir como un bebé.  Despertarte cada tres horas y llorar amargamente hasta volver a dormirte. La opción de levantarte y comer no funciona. 

Dormir como un adolescente desgarbado. Cuando eres demasiados brazos, o demasiadas piernas o demasiado algo y te crea complejos durante el día, en el momento en que te tumbas te duermes y pasas a otra dimensión, completamente desmadejado, desmayado, incomunicado y nada te despierta y siempre es demasiado pronto para levantarse. Dormir 12 horas parece completamente razonable. 

El sueño esquivo. Te pasas todo el día bostezando, cayéndote por las esquinas de sueño, se te cierran los ojos delante del ordenador, a las 7 de la tarde no eres persona, no ves el momento de acostarte. Cuando por fin llega ese momento de placer supremo, te metes en la cama, apagas la luz y eres incapaz de dormir. 

El sueño de "estar demasiado cansado", esto es lo que piensas cuando estás en el primer momento de sueño esquivo. No quieres pensar que vas a entrar en una espiral de insomnio y entonces te acuerdas de eso que te decía tu madre y que tú (para tu vergüenza) les dices a tu hijos: estás tan cansado que no te puedes dormir. Una estupidez enorme y que no consuela. De hecho estás tan cansado que te pondrías a llorar para ver si así te duermes.

El sueño alerta. Es la manera que tienes de dormir cuando tienes que madrugar muchísimo para ir a alguna parte y de ninguna manera puedes dormirte o cuando tienes hijos y están enfermos. Duermes, crees que duermes pero estás en un estado de semi inconsciencia que te hace saltar de la cama ante cualquier ruido y que hace que cuando suena el despertador para el madrugón del siglo tú ya estés en la ducha. 

Siesta de baba en el sofá. Crees que no te has dormido y te despiertas con el cojín mojado. Incredulidad es la palabra que define ese despertar.Este sueño es la prueba de que "estas demasiado cansado para dormir" es una majadería. 

Siesta poco satisfactoria en el sofá. Cabezada con peli o documental o anuncios de fondo. O con libro dejado a la mitad. Duermes pero escuchas ruido de fondo, sabes que se te acaba el tiempo y que no has aprovechado. 

Siesta de desmayarte en el sofá. Literalmente despertarte y no saber ni donde estas ni qué hora es, ni si es tu casa, tu sofá y esa gente tu familia. 

Siesta de desmayarte en la cama. Si es de las de campeonato mundial al despertarte puedes estar tan desorientado que creas que llegas tarde a trabajar, que tienes que desayunar o que has retrocedido en el tiempo. Si no es de ese tipo, puedes despertarte deseando matar o deseando morir. 

El sueño perturbador, te acuestas, te duermes y te despiertas después de un sueño erótico festivo con compañero perturbador. Alguien a quien en tu vida real no le habrías prestado la más mínima atención. Si es un alguien cercano que vas a ver próximamente ese sueño se te aparecerá en tres dimensiones en medio de la conversación. 

El sueño perturbador con un compañero satisfactorio y apetecible. Te despiertas.Sonrisa. Intentas volver a dormirte para retomarlo. Si hay que levantarse ya puede ser que lo que te domine sea la impaciencia. 

Dormir con pesadillas. De las light que se olvidan al abrir los ojos y de las pegajosas que se te quedan pegadas a la piel y dan mal rollo todo el día.

El sueño trampa. Sales y te acuestas a las 4 de la mañana, miras el reloj y piensas "bah, no estoy tan cansada, 4 horas durmiendo son suficientes". Pasados los 240 minutos más rápidos de tu vida, cuando te despiertas quieres morir y te lanzas a un día de sueño esquivo. 

El sueño de resaca. Te acuestas borracho, te duermes, más que dormirte te hundes en un pozo de cansancio, inconsciencia y vapores etílicos del que te despiertas muchísimo antes de lo que te gustaría y al que siguen pequeños intervalos de sueño y duermevela atravesados por ramalazos de consciencia y recuerdos de la noche anterior que provocan escalofríos. El sueño de resaca se suele arrastrar al sofá donde con muchísima suerte quizás desemboque en una siesta de baba. 

El sueño fundido a negro que proporcionan las pastillas mágicas. Ya en la cama te las tomas y te vas a negro 6 horas. Te despiertas en medio de una nube gris pero algo has dormido. El mundo puede acabarse en esas seis horas que tú no te habrás enterado. 

El sueño correcto. Acostarse, dormir y despertarse 8 o 9 horas después  descansado y con las fuerzas suficientes para enfrentarse al nuevo día. 

El sueño perfecto. Acostarse, fuegos artificiales, agotarse, dormirse sin darse cuenta y despertarse al día siguiente sonriendo y tan relajado que uno piensa que al levantarse de la cama va a deshacerse. Si con mucha suerte no hay que levantarse y se pueden repetir los fuegos artificiales entonces además del sueño perfecto es el día perfecto. 


martes, 28 de octubre de 2014

Moliensayo ¿Toalla o albornoz?


Hay dos clases de personas: los que se secan con toalla y los que tienen albornoz. 

Hay tres tipos de personas: los que tienen albornoz pero no lo usan jamás. Esa soy yo. Bueno, jamás no. Si me siento a morir de enfermedad me disfrazo de más enferma envolviéndome en el albornoz encima del pijama y paseando arrastrando los pies por el pasillo y me doy muchísima pena a mi misma. Un baño de autocompasión. 

Antes de nada centremos el debate. Definamos toalla: las mejores las de Portugal como dicen las madres. Vamos a ver, las mejores son las caras. Es una putada pero esto es así, una buena toalla de esas de enamorarte de ella y tenerla de favorita cuesta pasta (hablamos de 20 euros frente a los 5 de la Ikea), lo bueno es que dura hasta que te aburres de ella. 

Lo que no son toallas son los trapos esos de colores que venden en Decathlon y que ni secan, ni son sexys, ni nada. Son tan asquerosos que me dan ganas de matar, sacan a pasear mi lado más maquiavélico y empiezo a pensar si servirían para ahorcar a alguien o para llenarlo de naranjas y pegar sin dejar marcas. ¿Quien inventó esas cosas? Mi conclusión es que alguien los creo con la peregrina idea de hacer un combinado trapo de cocina + delantal + batamanta y al descubrir que no había mercado para una prenda tan del futuro dijo "Esto lo voy a vender yo como la toalla que no pesa y seca, total para cuando se den cuenta de que no seca ya la habrán comprado". 

Si en tu casa sólo hay toallas babosas de esas...deja de leer, hazte un favor a ti mismo y sal a comprarte eso tan antiguo que es "un juego de toallas". Aprovecho para decirte que dentro de él vendrá una minitoalla de uso desconocido en nuestros días pero que creo que en tiempos remotos rimaba con bidé. 

A lo que iba. Yo soy de toalla. Dos toallas para ser más exactos: una para envolverme desde el pecho hasta las rodillas y otra pequeña para secarme y hacerme un turbante en la cabeza. 

Inciso.- el turbante en la cabeza es algo prodigioso que hacen las madres y que de pequeños nos parece casi mágico. La toalla que cuelga desmadejada en el toallero tras un juego de manos de tu madre se mantiene erguida y majestuosa encima de la cabeza de tu madre dándole a esa cara conocida un cierto toque misterioso. Cuando tú consigues hacerte el turbante, tras unos segundos de éxtasis contemplativo lo único que ves es que se te pone cara de pan y que a lo mejor deberías depilarte las cejas.- Fin del inciso. 

A lo que iba otra vez. La toalla favorita ha de ser lo suficientemente mullida y suave como para absorber y no hacerme ronchas pero no demasiado grande ni tan mullida que al doblarla bajo los brazos me impida bajarlos. Si la toalla es de ese tipo paso de ser una aspirante a tia sexy saliendo de la ducha a Et caminando como una geisha. 

Por supuesto tampoco tiene que ser tan minúscula como para que se vea pelo...esto no hay ni que decirlo. Hablamos de secarnos, no de una peli porno.

A lo que íbamos. La toalla es cómoda. Sales de la ducha, tiras de ella, con un movimiento totalmente rutinario te la enganchas alrededor y con la otra toalla pequeña te secas (confieso que yo nunca me seco muy a fondo), te frotas la cabeza y te haces el turbante. Entonces, te quitas la toalla y te embadurnas de crema. Vuelta a envolverte y ya estás lista para salir del baño y vestirte...o no. 

El albornoz. Vamos a ver, ¿quien inventó el albornoz? Eso está claro, alguien con mucho pudor o un ancestro del inventor de la batamanta. Da igual, lo importante es ¿Quién consiguió dotar al albornoz, una prenda con el mismo sexappeal que un pasamontañas (o menos) de ese toque interesante?

Porque es así. Dices albornoz y automaticamente piensas en lujo. En un gran y mullido albornoz blanco a ser posible con el logotipo de un hotel y colocado encima de una atractiva señorita que sale (con el turbante) del baño y en un desayuno con zumo.

Mentira. El albornoz es una prenda superflua e incómoda que no mejora en nada a una buena toalla. Sales de la ducha, te pones el albornoz y entonces ¿qué? ¿Te paras a esperar que absorba el agua de tu piel? ¿Te frotas las mangas contra los brazos y las faldillas contra las piernas? ¿Te frotas contra la pared del baño para secarte la espalda como si fueras Balú? Suponiendo que hayas conseguido secarte así, ¿qué haces luego? ¿Te lo desanudas, sacas las mangas, te lo quitas, te das la crema y luego vuelves a ponértelo para salir del baño? Ni siquiera voy a entrar a discutir que si el plan tras la ducha no es vestirte, siempre es más sexy dejar caer una toalla que desenvolverte de un albornoz mojado. 

El albornoz es además una prenda con un tallaje muy particular. Está pensando para que nadie jamás lleve la talla correcta. Este hecho científicamente comprobado es más evidente en los hombres. Los albornoces siempre son ridiculamente grandes, con mangas que te hacen parecer Obi Wan Kenobi o sospechosamente canijos con pinta de estar pensados como disfraz. 

Las mujeres tenemos una mínima posibilidad (una entre un millón más o menos) de dar en la vida con un albornoz que por un breve instante nos haga parecer sexys pero un hombre jamás está atractivo con un albornoz. Jamás. O parecerá un chulo escapado de peli hortera de los 70 o un mafioso gordo ruso de los que fuman puros y dan azotitos a las camareras.

Hombres del mundo...no os pongáis albornoz.
Mujeres del mundo...turbante sí, albornoz jamás. 

Buscad una toalla de mucho amor, yo la tengo hasta bordada con mi nombre. Con mis propias manos. Eso si que es sexy. 

jueves, 23 de octubre de 2014

Un día cualquiera. Ayer


Para cuando suena el despertador llevo 4 horas dando vueltas en la cama. He hecho todo lo que se me ha ocurrido para volver a dormir, para resignarme a la idea de no volver a dormir pero no volverme loca, para volverme loca pero no empezar a arrancarme el pelo a tirones y para arrancarme el pelo a tirones pero dejarme un bonito aspecto. He contado ovejas, he contado hacia atrás desde 300, he intentado escuchar el latido de mi corazón y he pensando en un sitio idílico en el que me gustaría estar y que resulta ser mi cama...pero DURMIENDO. 

Me levanto y despierto a las princezaz. M tapada hasta las orejas y C en un revoltijo de sábanas, peluches y edredón como si hubiera estado en una orgía. 

Desayunamos. M lee un Asterix, C me indica con la mano que hoy quiere mermelada de ciruela. No hablamos. Somos chicas listas y compenetradas y sabemos que antes de desayunar no se habla. 

Se preparan para ir al colegio. Me paro en el pasillo y las miro, me parece un prodigio de autonomía que esas dos personitas a las que, hasta hace nada,  tenía que perseguir para que no se pusieran las braguitas del revés y se acordaran de llevar zapatos, se preparen solas para ir al colegio, sepan mejor que yo las extraescolares que tienen y salgan por la puerta con todo. 

- Adios mami. Hasta luego. 

Me ducho y creo que me duermo un poco. Hago la cama y abro la ventana de mi cuarto, está rota por algún extraño mecanismo que no consigo entender y se que juraré en arameo cuando quiera cerrarla por la tarde. 

Me toca visita al 16. Odio el metro. Voy leyendo cuentos de Raymond Carver bastante deprimentes; hay uno sobre un niño muy feo que se llama Harold y un pavo real agresivo que me deja del revés. 

En el 16 quedamos en tablas. La jardinera con la aromática muerta sigue allí pero me entero de que tengo pinta de tener 27 años. 

A la vuelta me bajo una parada antes para caminar un rato. Me doy cuenta de que si no llevo abrigo no se que hacer con las manos mientras camino. Las llevo cruzadas y elucubro con lo que diría en el 16 sobre esto. Si las meto en los bolsillos del vaquero se me pone pinta de chuleta de Grease. Me río yo sola. 

Brujuleo por Internet. No se me ocurre nada para escribir o mejor dicho se me ocurren demasiadas cosas que me apetece y no me apetece escribir. Leo documentación del curso que acabo de empezar online. Empiezo a pensar en el texto que tendré que escribir y que en mi cabeza se está convirtiendo en algo que no sé si resultará adecuado. Lo dejo reposar. 

Judías pintas con arroz. A la hora de la comida sí que charlamos. En clase de M hay un niño francés que según las princezaz tiene algo raro alrededor de los ojos "rosa". Me temo que deben ser las típicas ojeras de francés interesante...o ¿se parecerá a Jean Paul Belmondo?  Sospecho que a M le gusta un poco. Habla mucho de él. 

- ¿Por qué te has vestido de policía?
- ¿De policia?
- Esa camisa azul es de policía. 
- Es preciosa. ¿No estoy bien?
- Buenoooo....

- Adios mami. Hasta luego. 

La siesta es mía. Sofá y mantita. Me pongo un capítulo de Girls para adormecerme y justo cuando lo estoy consiguiendo suena el teléfono. No lo cojo. Me da igual quien sea y lo que quiera. 

Me duermo. Se que no estoy durmiendo de verdad porque oigo el tráfico en Dr. Esquerdo y soy consciente de que no puedo dejarme ir a un sueño profundo porque no me despertaría para llevar a las princezaz al médico. Aún así ese duermevela "a salvo" de todo me sabe a gloria comparado con la tortura del insomnio nocturno. Debería escribir algo sobre los distintos tipos de sueño: reparador, dormir como un bebe, el dormir satisfecho, el dormir feliz, el fundido a negro.Lo apunto mentalmente. 

Esguince leve en el tobillo izquierdo de C. 
Sibilancias en los pulmones de M. 

Deberes para las tres. Sigo con mis textos del curso, me reafirmo en que lo que estoy leyendo me está generando una actitud poco constructiva y pelín destructiva. Decido seguir reposando el texto que tengo que escribir. 

Llega el Ingeniero. Tiene entradas para ir a ver al Atleti y no tiene acompañante. 

- ¿Por qué no te llevas a M?
- ¿Te parece bien aunque se acueste tarde?
- Es un día y a ella le hace muchísima ilusión y a ti también. 

- Y ¡Qué pasa conmigo? 
- A ti no te gusta el fútbol. De hecho, lo odias. 
- Pero es un plan! Yo quiero. 
- Mira, tu te quedas conmigo y pedimos pizza. 
- ¡Si!

Acuesto a C satisfecha tras haber probado la pizza de encargo. 

- Mami ¿la chica que coge el teléfono también hace la pizza?
- No creo.
- Y la traen ¿andando o en moto?
- En moto. 
- Yo no podría ser repartidor de pizzas no resistiría la tentación de comerme una o un trocito. 

Me sumerjo en los cuentos de Carver de nuevo mientras espero a que vuelva M. 

- ¿Qué tal el fútbol?
- Fenomenal. Los señores del palco eran muy majos y me han dado dos botellas de agua. Y han metido 5 goles y la gente de fuera saltaba y se movía todo y me ha gustado muchísimo y casi me duermo en el metro....
- Buenas noches princesa. 

Un día cualquiera.