miércoles, 11 de junio de 2014

La vida en una mochila.



¿Te imaginas que estás con tu pareja en la cama y te da un infarto?

Jaja, que risa.

Pues exactamente eso les ocurrió a Tim y Sarah.

Imagínatelo.

¿Qué harías?

El que sufre el infarto las pasa canutas, siente que se muere, sufre un dolor intenso y de repente tiene más miedo del que jamás pensó que se podría sentir.

Y ¿el otro? El otro siente pánico, terror e incredulidad, pero tiene que tomar las riendas y optar por ponerse histérico o mantener la calma.

"Estoy seguro de que fue una noche  mucho más dura para Sarah que para mi. Yo estaba o inconsciente o muy sedado mientras que Sara lo únco que podía hacer era esperar y preocuparse."

La mayoría de la gente opta por mantener la calma, llamar a emergencias y hacer pequeños gestos que le hagan sentir que "todo va a salir bien". Es una estupidez porque todo puede salir mal, pero esos pequeños gestos: hablar al otro, oír sus respuestas, ver llegar a las emergencias y preparar una bolsa para el hospital... le sirven de asideros, le mantienen atado a su vida real, a la vida que acaba de cambiarle para siempre. Esos gestos le sostienen en el momento.

Sarah preparó una bolsa mientras Tim era atendido por los médicos y ese gesto cambió sus vidas y su manera de percibirse como pareja y como personas.

Tim lo cuenta, mucho mejor que yo, en un columna en el New York Times, "En una pequeña bolsa, ella metió todas nuestras esperanzas"

"El proceso por el que el amor se revela es a veces lento, es una acumulación gradual de actos mundanos de bondad, sacrificio, atención y también mal comportamiento que dos personas comparten. El acto de Sara fue un ejemplo de como es el amor, despojado de campanas y susurros. Tener la oportunidad de contemplarlo, a pesar de las circunstancias, me hizo sentir como un hombre afortunado."

Un resumen de esta historia está en este video tan chulo que me he tomado la molestia de subtitular para que no tengáis excusa para no verlo.



"Había perdido la conexión entre decir "Te quiero" y sentirlo de verdad cuando permití que el miedo a la pérdida en la vida me abrumara. Adoptaría una posición científica para aislarme de las incertidumbres de la vida, especialmente de las del amor. Como resultado de esto, estaba emocionalmente atrofiado, sin involucrarme emocionalmente con las personas que me importaban. Era lo suficientemente inteligente para saber que las cosas tienen un final, pero no era lo suficientemente inteligente como para saber vivir con ello."

martes, 10 de junio de 2014

Lecturas encadenadas. Mayo (II)

Habíamos dejado los encadenados de mayo a la mitad y eso está muy feo. Hay que terminar las cosas, pero ya os adelanto que en lo que va de junio he leído ya 4 libros... voy camino de un nuevo record.

Tras el desastre del libro del francés sobre hablar de libros que no has leído, decidí apostar por algo seguro y tuve la suerte de que la editorial Navona, me envío un ejemplar de "El pony colorado" de John Steinbeck. Pocas cosas hay más seguras que Steinbeck en literatura. Lo leí del tirón una noche de insomnio.

El pony colorado recoge cuatro relatos escritos por Steinbeck entre 1933 y 1934. Son en parte autobiográficos y están ambientados en el valle de Monterrey dónde más tarde situaría sus novelas Cannery Row, Dulce Jueves y Tortilla Flat. Los cuatro relatos tienen los mismos personajes y están contados desde el punto de vista de Jody, un niño de diez años.

Al leerlos, te imaginas en una de esas películas del oeste con un sol cegador o una lluvia brutal que hace que la tierra árida del verano se convierta en un lodazal. Ves al niño rubio con el peto vaquero y las botas desabrochadas, al padre silencioso y adusto y a la madre con el delantal tocando la campana en el porche. Son escenas que ya has visto pero con Steinbeck estás en ellas.

Son relatos sobre el final de la infancia, sobre esos momentos en los que hechos determinados acaban con el lugar seguro que es la infancia y te abren la ventana al territorio incierto que es ser "mayor", ser un adulto.

"Durante un momento creyó ver un punto negro que se arrastraba cerro arriba en la lejanía. Jody pensó en el estanque y en Gitano. Y pensó en las grandes montañas. Un sentimiento de añoranza se apoderó de él, y era tan agudo que deseó poder llorar para arrancárselo del pecho. Se tumbó sobre la hierba verde, junto al barreño redondo del agua, en el borde de matorrales. Se cubrió los ojos con los brazos y permaneció allí largo rato, lleno de una tristeza sin nombre."

Steinbeck es siempre sí. 


Cuaderno De Viaje de Craig Thompson. A mitad de mes hice una incursión en mi biblioteca. Pensé que hacía mucho que no leía comics y bajé a cotillear a la comiteca. Un amigo me había recomendado un comic de Thompson, al que yo ya conocía desde que leí Blankets. El que mi amigo me había recomendado no estaba, pero estaba este Cuaderno de viaje que me llamó.


Craig Thompson, tras el éxito de Blankets, realizó en 2004 una gira de promoción por Europa que interrumpió durante 3 semanas para viajar a Marruecos. Thompson es joven, americano y de la América profunda. Además, es un poquito depresivo, acaba de dejarlo con su novia y está desbordado por la cantidad de compromisos, entrevistas, firmas y demás que tiene que realizar. El diario se centra en su estancia en Francia, el paréntesis marroquí y unos días en Barcelona. La parte del diario que transcurre en Europa se centra más en él y en como se siente (de mal), la parte de Marruecos es más descriptiva de todo lo que ve y lo que no entiende, que es casi todo. Thompson se muestra así mismo en casi todos los estados de ánimo posibles: eufórico, agotado, triste, deprimido, nostálgico, solo, flipado, feliz, hambriendo, empachado, estreñido, con diarrea, apático y enfermo.  A veces provoca ternura porque es obvio el choque cultural que Europa y Marruecos le provocan y otras dan ganas de decirle "espabila".

Stoner de John Williams, también vino de la biblioteca por recomendación de Elena Rius. Lo devoré en un par de días.

Stoner es la historia de una vida por la que se pasa pero no se vive. Sólo hay dos decisiones en su vida que toma por iniciativa propia, una buena  para estudiar lo que quiere y otra mala para casarse. La decisión con la que se equivoca le acompaña durante toda su vida y soporta esa carga gracias a la decisión que tomó para bien, porque el trabajo será un refugio.

Es una buena novela que se lee con gusto y que atrapa, aunque deja regusto amargo porque es una historia triste.

"En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que, el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra.  Ambos eran muy tímidos y se fueron conociendo despacio, a tientas; se acercaban y se separaban, se tocaban y se retiraban, sin que ninguno quisiera imponer al otro más de lo que le fuese grato. Día a día caían las capas de reserva que los protegían, por lo que finalmente fueron como son los extraordinariamente tímidos: cada uno abierto al otro, sin protección, perfectamente cómodos y sin conciencia de sí mismos."

Terminé el mes con un acierto absoluto, también recomendación de Elena Rius, La liebre con ojos de ámbar de Edmund de Waal. Dejad de leer, pinchad en el enlace y comprad el libro. 

Es un libro maravilloso, tranquilo, pausado. Leerlo es como sentarte en la cima de una montaña o en la orilla de un lago y dedicarte a mirar el paisaje, el cielo, las nubes, estableciendo conexiones entre lo que ves y lo que piensas, dejando tu mente vagar sin rumbo y descubriendo cosas sin buscarlas. 

Edmund de Waal reconstruye y recorre la historia de su familia desde principios del siglo XX. Los Ephrussi son una familia judía  de origen ruso que hizo su fortuna en Odesa negociando con grano y de allí saltó a París y Viena. De Waal  reconstruye a su familia a través de recuerdos, cartas, diarios, archivos, noticias en periódicos, novelas y cuadros. Habla de arte, de historia, de música, de pintores, escultores y escritores que todos conocemos y además nos descubre ( o por lo menos a mi) lo que son los netsuke y nos lleva a Japón y a la vida allí para un europeo después de la II Guerra Mundial.  Es también un recuerdo de los cambios brutales y drásticos que las dos guerras mundiales produjeron en Europa y es un canto a la familia y al hecho de que en lo que somos tiene mucho peso lo que otros antes que nosotros fueron. 

Es un libro maravilloso, entretenido, ameno, interesante, curioso y que se lee con placer. 

Leed a Steinbeck, leed Stoner, leed "La liebre con ojos de ámbar" y daos prisa que en menos de un mes volveré con los encadenados de junio. 


viernes, 6 de junio de 2014

No está loca (aún)

Para variar, llega con tiempo. Se hace la ilusión de que lo mismo a esas horas y dando un par de vueltas consigue aparcar en la calle a precio de oro de 24 quilates el minuto. Por supuesto no hay sitio, así que mete el coche en un parking a precio de oro de 48 quilates, un riñón y una córnea el minuto. Mientras sale del aparcamiento intentando memorizar el sitio exacto donde ha dejado el coche elucubra que probablemente lo que le cueste el parking vale más que su querido coche de 13 años y medio millón de kilómetros. 

- Suba a la primera planta, vaya a la sala de espera. 

La sala de espera es absurdamente pequeña y está petada. Sólo queda una silla libre. 

- Buenos días. 
- Buenos días.- contesta un coro de voces. 

Antes de sentarse ya ha sacado el libro del bolso para no tener que hablar con nadie. No quiere mirar a nadie porque sabe que si lo hace empezará a imaginarse sus vidas y tiene la impresión de que no serán vidas bonitas las que se le ocurrián esta mañan. No le da tiempo a leer. Un joven con coleta aparece en la puerta y dice su nombre. 

- Soy yo. 
- Pues si que ha tenido suerte, nada más llegar y ya le toca.- escucha el coro de voces según sale. 

Un cubículo canijo con una ventana a la calle en la que está el parking dónde ha dejado el coche. Una mesa demasiado grande para ese despacho, con un ordenador, un millón de papeles y una impresora. Dos sillas. Un perchero. 

- ¿Tu primera vez?
- Si. 
- ¿Nerviosa?
- No, estaba más nerviosa la primera vez que fui al ginecólogo. 
- jajajajaja...ya veo que tienes sentido del humor. 
- Sí, sentido del humor y muy mala leche. 
- ¿Qué te pasa? 
- No como, no duermo, no hablo y el médico me ha mandado aquí. 
- Ya veo...
- Estoy harta de mi trabajo pero es una historia muy larga y aburrida y si te la cuento lloraré y yo no lloro con desconocidos aunque lleven coleta. 
- Y¿con conocidos?
- Mmmmm... si llevan coleta, tampoco. Me distraigo pensando que estarían mejor con el pelo corto y elucubrando qué les pasa por la cabeza cuando deciden dejarse el pelo largo y se me pasan las ganas de llorar. 
- ¿Fumas?
- No, pero me estoy planteando empezar. 
- ¿Bebes?
- No soy Sue Ellen pero sí, claro que bebo de vez en cuando. 
- ¿Tienes hobbys?
- No hago maquetas ni cupcakes ni nada de eso. Leo mucho y escribo. De hecho, lo que mejor me sienta del mundo es leer. 
- ¿Sigues leyendo?
- Si claro. Si llega el día en que deje de leer es que estoy al borde de la muerte. 
- Bien, bien... eso está bien. 
- Si tú lo dices. Creo que antes de seguir debería decirte que he venido con muy poca fe. 

10 minutos de cháchara más tarde. 

- Pues tú no estás de psiquiatra. 
- Dime algo que no sepa. 
- Lo que tú necesitas es un lanzallamas. 
- Jajajaja...mira eso encaja con una de mis dos fantasías. 
- ¿Cuáles son? 
- No son eróticas... de esas también tengo pero no te las voy a contar...
- ¿Por qué llevo coleta?
- Exacto. 
- Cuéntame las fantasías. 
- En una encaja el lanzallamas, aparezco en mi trabajo con instintos asesinos, rollo “Un día de furia” y me dedico a eso... a estar muy furiosa. ¿Te he comentado que soy muy rencorosa? Yo había pensado en metralletas, no metralletas no que es una palabra que ya no se usa, mejor ametralladora que suena más letal, pero un lanzallamas mola muchísimo más. Parecería un dragon cabreado. Un dragón canijo cabreado.... mmmm ¿parecería una lagartija? 
- Jajajaja... bien...sigue. 
- ¿Se supone que debes reírte de esto?
- Sigue. 
- La otra fantasía no tiene nada que ver. Me toca la lotería o vendo los derechos de otro libro por una millonada o hacen una peli con el blog o sencillamente consigo otro curro y entonces me compro un vestido con mucho vuelo y que arrastre por los pies y bajo la escalinata del edificio de mi curro diciendo “A Dios pongo por testigo que jamás en los años que me quedan de vida volveré a poner un pié aquí”.  
- ¿Algo más?
- Si, no tengo claro si debería ponerme pamelón y corsé. Lo estoy valorando. 
- Eres muy divertida. 
- Lo sé, eso dicen. 
- Bueno, pues definitivamente no estás de psquiatra. Eres muy inteligente, tienes sentido del humor, tienes los recursos necesarios  y sabes lo que te pasa. 
- Ya... Está muy bien este baño a mi ego ¿y? ¿Para eso me he jugado la vida pasando por delante de todos los que están en la sala de espera y me están odiando? ¿Tú sabes lo que me va a costar el parking? Dime algo que me sirva. 
- Todo lo que yo puedo decirte ya lo sabes tú. 
- Estupendo. 
- Te puedo dar cita otro día para que vengas. 
- y ¿Charlemos? y ¿compruebe si has decidido cortarte la coleta?
- Jajajaja, no... probablemente te vería otro al que le tendrías que contar lo mismo y que te dirá lo mismo que yo. 
- ¿Qué te hace pensar que quiero venir a contarle mi vida a otro?
- Te serviría para desahogarte...
- Ya, pero es que yo tengo amigos...Ha sido agradable charlar contigo pero sinceramente no le veo el beneficio. 
- Eso es, tú no necesitas venir. 


Esa noche soñoó con una Scarlett O' Hará sangrienta que armada con un lanzallamas achicharraba a tíos con coleta al más puro estilo Kill Bill. 


Despertó pensando que lo mismo si que estaba de psiquiatra.


jueves, 5 de junio de 2014

Queridos científicos (V) ¿Por qué me dan miedo los posts divulgativos demasiado largos?

En las últimas semanas he hecho varios  comentarios bien intencionados en algunos blogs de ciencias y he comentado con varios divulgadores científicos mi opinión sobre que los posts de divulgación que se publican son  muchas veces demasiado largos. 

La respuesta ha sido bastante fría cuando no directamente hostil. 

Lo entiendo, a mí no me gustaría que me dijeran “Moli, demasiado largo”, pero juro que mi intención era buena y no era una mera crítica. 

He estado dándole vueltas a este tema para intentar explicar por qué creo que la longitud de los posts de divulgación científica (en realidad de cualquier post) debe ser un factor importante a tener en cuenta a la hora de publicar en un blog. 

Antes de nada, quiero dejar claro que si tienes un blog de divulgación científica (o de ganchillo o de taxidermia o de lo que sea), por supuesto puedes escribir lo que te dé la gana y como te dé la gana, pero estas son mis reflexiones sobre este tema. 

Si partimos de la base de que la finalidad de tu post es divulgar y por tanto conseguir que el lector aprenda algo al terminar de leerlo, debe ser fundamental conseguir que el lector acabe de leer el texto. Si éste es demasiado largo es probable que abandone a la mitad con lo cual no habrás conseguido el fin que te habías propuesto. 

¿Quiero decir con esto que si el texto es demasiado largo el lector ya no lo leerá? No. Pero un texto demasiado extenso que obligue a “scrolear” la pantalla varias veces presenta varios problemas para que el lector aprenda algo en él. 

Primero, conseguir mantener la atención y el interés de un lector es muy difícil, (ocurre igual para la divulgación, las noticias, un blog personal o un relato de ficción) y hay que ser muy muy bueno manejando la información y la tensión narrativa para conseguirlo. Obviamente, cuanto más extenso sea el texto más difícil será y si el texto es pantallas y pantallas de scrolling peor. 

Escribir para ser leído en pantalla es distinto que escribir pensando en un libro o en una revista impresa. La actitud, la atención y hasta la manera de leer es diferente. Cuando cogemos un libro o una revista, cuando los sujetamos con las manos y comenzamos a leer un capítulo o un artículo, la mayoría de nosotros no sabemos cómo de extenso será y es posible que nos de igual. Empezamos a leer y nuestra vista avanza y nuestra atención está en las palabras que vamos descifrando, nuestra percepción y nuestra disposición sólo cambia cuando al pasar una página vemos que la siguiente sólo tiene texto hasta la mitad...está acabando el capítulo y pasaremos a otra cosa.

Inconscientemente, y si es un libro de divulgación o con el que esperamos aprender algo, sabemos que ahí llegará la conclusión, que nuestro cerebro tiene que haber asimilado “algo” al llegar al final y que el esfuerzo de atención está terminando, podemos relajarnos.  Ocurre lo mismo al avanzar en un libro, nuestra manera de leer y de asimilar cambia según percibimos de una manera subconsciente que cada vez quedan menos páginas y que estamos llegando al final. 

En una pantalla esa percepción subjetiva no existe si el texto es muy largo y es necesario scrollear la pantalla. 

Un estudio de  Erik Wästlund de la Karlstad University de Suecia, en el que se analizaba como leemos en distintas pantallas, explicaba que el mero hecho de tener que mover el ratón o el dedo para seguir viendo el texto distrae la atención del contenido de lo que se está leyendo y además obliga al lector a volver a buscar la línea por la que iba leyendo.

“Scrolling “took a lot of mental resources that could have been spent comprehending the text instead,” said Wästlund. Like being distracted when memorizing a phone number, scrolling’s interruptions knocked information from short-term memory. That’s the basic level of information processing, laying a foundation for long-term memories and knowledge”

Desde mi punto de vista, esto es cierto e “interfiere” más en mi capacidad de entender, asimilar y comprender cuando estoy leyendo un post con el que pretendo (o pretenden enseñarme) aprender algo, que si meramente es un texto de ficción, donde el hecho de perder el renglón un momento no me hará perder el hilo. 

Además, cuando leo  un post de divulgación que creo que me va a resultar interesante o que ha despertado mi curiosidad, mi atención está al máximo desde la primera palabra. Me planteo entender, leer, atender, saltar alegremente por encima de aquellos conceptos que me pueden resultar confusos esperando que ese “gap” no me impida comprender la idea general. Es un esfuerzo de concentración que realizo gustosamente si el texto está bien escrito, va dosificando la información y voy encontrando hitos en los que agarrarme. 

El problema es que esa actitud de “deep reading”, de lectura atenta y profunda, tiene una duración limitada en pantalla. Ignoro el motivo científico para ello, pero de la misma manera que soy capaz de enfrentarme a un capítulo de 50 páginas o a un libro de 500 sin ningún problema, un post de 4000 palabras está lejos de ser asimilable por mi capacidad de lectura profunda en pantalla. 

Según avanzo por la pantalla siento que por un lado me  voy impacientando porque quiero saber qué tengo que aprender, quiero saber qué de todo aquello que estoy intentando aprender es lo más importante, quiero llegar al final para tener el premio de poder echarme para atrás en la silla y decir “Eh, he llegado al final y he sido capaz de entenderlo y me ha gustado. Tengo curiosidad, voy a buscar más”, y por otro lado me voy poniendo de mal humor porque avanzo y avanzo por la pantalla y soy consciente de que estoy olvidando cosas, de que mi atención va decayendo y que el premio de la satisfacción del aprendizaje se va alejando. Lo intento, intento seguir atenta, muy atenta....pero mis buenas intenciones no funcionan más allá del tercer scrolleo (y solo en el caso de posts muy bien escritos). En este caso, también me echo para atrás pero cabreada, bajo por la pantalla, deslizo el ratón con la vana esperanza de encontrar quizás al final un párrafo conclusivo....no lo hay. Obviamente el autor confiaba en mí y en mi capacidad lectora...

Abandono pensando que si el post hubiera sido (un poco) más corto todos habríamos salido ganando. 

Es probable que esto sea una tara mía, o de mi generación más acostumbrada a leer en papel y con disposiciones distintas hacia la lectura en pantalla y en papel. Probablemente las nuevas generaciones sean capaces de leer igual de profundamente y con la misma actitud en ambos soportes, pero mientras esas nuevas generaciones me arrasan o yo consigo esa actitud, creo que el scroll se lleva mal con nuestra capacidad de aprender algo de un post de divulgación. 

Y estaré encantada de leer vuestros libros de 300 páginas...