viernes, 8 de marzo de 2013

QUERIDOS CIENTÍFICOS (III)


Os veo, os leo, os escucho desesperaros porque la sociedad, la gente no os escucha, no os atiende. Os leo quejaros porque todos carecen de cultura científica, de unos mínimos conocimientos científicos. Pasáis de la desesperación a la mofa para luego caer en el más absoluto de los desánimos porque no conseguís llegar a la gente, a la sociedad, a los medios.

Os veo, os leo, os escucho y le doy vueltas y creo que tenemos un problema con la divulgación.

La divulgación no es un absoluto.

No hay una talla única de divulgación y en la mayoría de los casos os veo tratándola así o haciendo remiendos a una talla única para que valga lo mismo para un Congreso de listos que para una charla en un centro municipal, que sea igual para Naukas que para el dominical de un periódico, y eso no funciona.

Parece una obviedad pero creo que el mensaje no llega porque os falla conocer al público y cuando lo conocéis os falla ajustar el mensaje y la forma de expresarlo para que le llegue.

No es lo mismo divulgar para colegas que van a conocer los últimos avances en la investigación y cómo eres de bueno (para odiarte o para adorarte..pero en eso no me meto), que para el público en general. Y no es lo mismo un centro de amas de casa a las 12 de la mañana, que un colegio o un instituto. No es lo mismo Naukas o Quo, que un artículo en el periódico y no es lo mismo un artículo para un portal específico donde os juntáis todo que un artículo en un blog generalista.

En la divulgación tiene que haber tallas. Entiendo que debe ser mucho más fácil divulgar y comunicar a una audiencia que tenga unos conocimientos medios, que vayan a entender el esfuerzo que estáis haciendo y ante la cual podáis lucir todo vuestro abanico de conocimientos. Lo entiendo, pero lamentablemente y creedme que me gustaría que fuera de otra manera, el público que tenéis (tenemos y somos) es el que es y es con el que tenéis que trabajar, al que hay que contarle lo importante que es la ciencia y la investigación.

Podéis pensar que, como con la ropa, la mayoría del público es talla M, pero no, la mayoría del público que tenéis es talla S y necesita divulgación a su medida. No puedes llegar con tu charla XL, ni L, ni siquiera M y soltársela tranquilamente, porque ese público estará incómodo, se molestará, no estará a gusto y lo que es peor pensará que no hay talla para él y perderá completamente el interés.

No todos valéis para hacer la misma talla de divulgación. Algunos de vosotros sois increíblemente brillantes en vuestros campos, auténticas eminencias, pozos de conocimiento y sabiduría que habéis pasado años estudiando y trabajando y cuando vais a congresos de listos, todo el mundo os escucha con mucha atención y es capaz de seguir toda vuestra exposición. Enhorabuena, podéis hacer divulgación XL y probablemente XXL, divulgación a lo grande pero eso no quiere decir que sirváis para hacer otra talla o a lo mejor sí.

La talla L es para gente de ciencias, pero que no es de vuestras disciplina. Es la talla que le encaja a un tío de físicas que acude a una conferencia sobre química, o sobre antropología o a un químico que lee un artículo sobre física cuántica o a un ingeniero que sabe de todo un poco. Ese público tiene una base de conocimiento grande, muy amplia y durante sus estudios ha aprendido a tener una visión llamémosla “científica”, tiene los mecanismos para seguir vuestras exposiciones, vuestros razonamientos y si algo no lo comprende sabrá saltar sobre ese hueco y es muy posible que sepa llenarlo luego acudiendo a alguna otra fuente. Digamos que es una audiencia muy agradecida, porque no va a competir con vosotros como vuestros colegas, os “admirará” y hará preguntas interesantes desde otro punto de vista que posiblemente enriquezcan el debate.

Tenemos después la talla M de divulgación. Una talla para gente universitaria pero que no es de vuestro campo, gente de humanidades, de derecho, o gente que no haya ido a la universidad pero que tenga mucha curiosidad e interés en vuestra materia o en un tema en concreto de vuestra disciplina y haya leído, se haya informado. Ha ido a vuestra charla, ha entrado en vuestro blog, ha decidido leer vuestro artículo porque le interesa. Acude a buscaros por interés, con curiosidad, con ganas. Para esa gente (entre la que creo que me encuentro) se necesita una talla M, una divulgación que explique un determinado aspecto de vuestra materia pero sin perderse en detalles excesivamente técnicos, excesivamente minuciosos que hagan que la audiencia se pierda al no entender esos conceptos, desconecte, deje de leer y se pierda el mensaje global. Es posible que en algunos casos haya que descender ( no me gusta esa palabra) a aspectos que a vosotros os parecen básicos pero que no lo son para ese público..hay que tenerlo en cuenta.

La talla S es la talla para la gente que ni siquiera sabe que existís, que existe la ciencia. Gente que no tiene ningún interés de partida en vuestra materia porque ni siquiera la conoce, o de tener alguna noción le parece algo completamente fuera de su alcance. Es también la talla de gente que os ve como alguien ajeno a su mundo, una especie de seres alejados de su realidad y con los que no tiene en nada en común. Esta gente no va a ir a veros, ni va a leeros, ni entrar en vuestros blogs. Puede que os encuentre en un artículo en un periódico o en una revista o un programa de televisión o puede que tengáis que salir a buscarlos. Tanto si os encuentran como si salís a buscarlos y los encontráis. Tenéis que conocerlos, enseñarles lo que hacéis, como sois y porque es importante vuestro trabajo. No os riáis de ellos, atrapadlos con vuestro mensaje, movedlos a tener curiosidad, a tener interés. Nada de detalles, ni complicadas explicaciones, hay que ir a lo más básico, a lo esencial, a la importancia de la ciencia porque sí, porque aunque no lo sepan es vital para ellos y conocerla les hará vivir mejor y ser mejores personas.

La talla XS serían los niños. Territorio virgen e inexplorado dispuestos a absorber como esponjas lo que les contéis. Vienen de fábrica con la curiosidad, el interés y las ganas, el problema es que se encuentren con alguien que no sepa transmitir y apague esas ganas y esa curiosidad transformándolos en tallas S para siempre.

Por supuesto no todos servís para confeccionar todas las tallas, algunos servís sólo para algunas y otros no servís para ninguna. No todos los científicos sirven como divulgadores y empeñaros en divulgar para un determinado público sin ajustar la talla es contraproducente para todos.

Si llegáis a la audiencia con una talla que le está demasiado grande y ellos están incómodos y empezáis como algunas dependientas a decir que les falta altura, o pecho o tener los brazos más largos lo único que conseguiréis es que quieran irse, que no quieran volver a probar nada de lo que les ofrezcáis ni nada se le parezca. Los perdéis como “clientes”. Vosotros además os sentiréis igualmente frustrados porque todo vuestro trabajo, vuestra exposición, presentación, artículo no ha sido valorado como se merece y caeréis en el desánimo.

Todos estamos de acuerdo en que lo ideal, lo que nos gustaría a todos es que la sociedad tuviera una mínimo de cultura científica, un mínimo de conocimientos de ciencia, de historia, de literatura y un máximo de curiosidad por aprender…pero lamentablemente no es así. Podemos seguir lamentándonos o intentar poner remedio empezando por ajustas lo que queréis contar a quien os escucha.

No hacerlo es tiempo, trabajo y esfuerzo perdido. Os frustrais y os ponéis muy lloricas.



PS: sobre el público recomiendo este artículo de uno de vosotros, "Divulgación científica y democracia en el siglo XXI" en el Cuderno de Cultura Científca, que me ha molado mucho.

Por si acaso a alguien le interesa Queridos científicos (I) y Queridos científicos (II)

jueves, 7 de marzo de 2013

ENSAYO SOBRE LA DUCHA.

Esta mañana, mientras luchaba contra el superpoder que recientemente estoy perfeccionando y que consiste en que soy capaz de dormirme en la ducha de pie, he empezado a pensar un tema para escribir y ahí estaba resbalando y cayendo por mi pelo mientras me dormía: ¡¡la ducha!!

Un gran tema.

Hay miles de duchas, miles de formas y tamaños. En la parte más cutre de las duchas estaría esa que aparece en las pelis del oeste y en las del Vietnam en las que cae agua de una regadera en una especie de cubículo de madera por debajo del cual se ven unas piernas peludas si son tíos y unas piernas sexys si hay tías. Me fascina que en el oeste y en la guerra las tías tuvieran tiempo para depilarse. El único atractivo que tiene esta ducha es que te permite cultivar tu lado supuestamente sexy y exhibicionista y pensar que la gente que está esperando que acabes de ducharte te encuentra atractivo/a. Con ese pensamiento idiota lo mismo se te olvida que solo hay agua fría.

El siguiente paso es el microplato de ducha con cortina que da toda la vuelta o media y que misteriosamente siempre está colgada o demasiado alta y no llega al suelo o demasiado baja convirtiéndose en una especie de trapo de cocina empapado que se pega al cuerpo. Ducharse aquí es una tortura absoluta y uno solo lo hace por necesidad, porque está asqueroso, porque tiene mucha resaca, porque alguien le obliga o porque es la casa de su abuela en un pueblo. Normalmente en estas duchas estás abocado a que caiga un hilo de agua de una alcachofa pequeña y que el agua salga increíblemente fría o directamente hirviendo. Mientras mueves compulsivamente el grifo para intentar encontrar una temperatura compatible con la vida, te agachas al suelo a coger el gel intentando que ninguna parte de tu cuerpo asome fuera de la cortina y lo empapes todo o pisar el trapo mojado, resbalar y encontrarte espatarrado con la cortina en una mano y dando gracias por no haberte matado. Es una ducha muy desagradable, muy frustrante y encima cuando sales dices: ¿pero de dónde ha salido toda el agua que hay en el suelo si de la ducha no salía una mierda? Si tienes el pelo largo por supuesto sales con el pelo lleno de jabón y pegado.

Un poco más allá está la ducha en bañera con cortina. Esto es una leve mejora, pero la cortina sigue perturbando mucho. Una cortina de ducha se define básicamente por dos cosas. La primera es que al dueño de la casa le parece preciosa, discreta o tremendamente divertida y original y al invitado que la ve le parece la cosa más hortera del mundo. La segunda es que no sirve para nada, o no será impermeable, o tendrá agujeros, o será demasiado corta, o demasiado larga o demasiado algo que hará que siempre salga agua fuera. Oh, casi olvido las que no dejan pasar el agua porque sencillamente la absorben toda, para siempre y entonces desarrollan moho de un precioso color verde oscuro. Un asco.

Un paso un poquito más allá en la evolución de las duchas, tenemos la ducha en bañeras con media mampara de cristal que se abre como una puerta. Un invento del demonio que jamás entenderé como consiguió extenderse. Siempre son demasiado pequeñas. Tienen su utilidad si abres el grifo y no te metes debajo, el agua cae en una trayectoria recta y no se sale. La utilidad es que en vez de ver tu ducha puedes creer que es una pecera. Así es como astutamente te la enseñan en la tienda (acabo de caer en que ésta debió ser la estrategia para extenderse dominando el mundo), cuando llegas a casa y estrenas tu flamante ducha descubres que en el momento en que te metes debajo de la alcachofa, ¡oh sorpresa! el agua rebota en ti, la flamante mampara de cristal que creías que tenías se acaba de convertir en una puerta de metacrilato para entrar en la ducha pero nada más, no sirve para nada más. El agua salpica por arriba, salpica por el borde de la puerta y además descubres que el cabrón del instalador no ha dejado hecha bien las juntas y el agua también corre por el borde de la bañera.

En el último escalón está la ducha en condiciones. Un plato de ducha grande, al que se entre andando sin tener que trepar por escalones absurdos y con una mampara que lo rodee completamente y que permita despreocuparse completamente de salpicaduras y del agua. Una ducha en la que se pueda chapotear. Por supuesto este ideal de ducha debe tener una alcachofa grande pero no absurdamente grande y un mecanismo de grifería que permita graduar la temperatura del agua y el caudal. Si se quiere ser un poco pijo y tal, no me parece mal una ducha que te permita elegir entre la opción “lluvia” y la opción “chorro” pero nada más. Estoy completamente en contra de esas duchas de hotel en las que antes de poner un pie dentro hay que buscar el manual de instrucciones porque la grifería parece el panel de control de la Estrella de la Muerte. Eso sí, luego no hay ni un sitio donde dejar el gel ni el champú porque el programador de la computadora no pensó en que además de agua ibas a necesitar jabón.

Ya tenemos la parte técnica. ¿Qué hacemos en la ducha?

El baño es un coñazo, ya conté en la prehistoria de este blog que no sé bañarme y además no me gusta. Tampoco es erótico ni sexy y el polvo en bañera es prácticamente imposible de realizar además de muy muy complejo de consumar. Si se consigue es muy posible que alguien se haya destrozado los dos meniscos y el peligro de sufrir una fractura en la barbilla es increíblemente elevado. El baño es para meterse con un libro, creerse el protagonista de una peli y salir completamente congestionado y con ganas de una ducha. Un sinsentido.

La ducha es un tema de mayores y mola muchísimo más.

Para empezar sirve para despejarte, entras con ganas de morirte del sueño o de la resaca y sales renovado...y más o menos despierto. La resaca no la cura pero mientras estás debajo empapado tienes un leve momento de mejoría y fantaseas con la idea de quedarte a vivir allí.

En la ducha se pueden hacer muchas cosas aparte de eso. Hay tíos que se afeitan mientras se duchan, hay tías que se depilan y se dan un millón de tratamientos de belleza. En la ducha se puede bailar e incluso se puede hacer el gilipollas haciendo como que cantas con la ducha en la mano. Puedes conseguir crear vaho en la mampara y escribir con el dedo chorradas…En fin...la ducha puede ser una juerga.

Por supuesto, la ducha está a años luz de la bañera en el nivel de erotismo. En una buena ducha se pueden hacer maravillas sin que nadie se destroce las rodillas ni se parta la crisma. Una buena ducha con una buena compañía, aunque creas que no te apetezca, aunque hayas madrugado mucho y pienses que estés dormido... consigue que te apetezca.

 
Solo hace falta que al que programa la grifería se le haya ocurrido poner algún tipo de asidero en las paredes lisas y una superficie antideslizante en el suelo. Eso, un grifo friendly que haga caer el agua a la temperatura adecuada y con una frecuencia llamémosla “lluvia molona pero que permita respirar” y espacio suficiente y ¡alehop! Ahí está...mola tanto que hasta te despreocupas de las salpicaduras….

…esto….bueno, que a mí me mola la ducha.

miércoles, 6 de marzo de 2013

LIBROS ENCADENADOS.- FEBRERO




Ando como el conejo de Alicia: leo poco, leo poco, leo poco, leo poco. Como un pollo sin cabeza acarreo el libro por mi casa pero no me da tiempo. Me duermo, me duermo, me duermo. Necesito un cambio de horario o audiolibros como me sugirió alguien el otro día, aunque no sé si me molarían…











Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan. Este libro me lo recomendó NáN día que fuimos a Tipos Infames con Aroa y Porto, porque le había gustado mucho. Como casi siempre que me recomienda algo, a mí no me ha molado nada, así que nos pegaremos en el barro.

Es un bluff total de libro. Intensismo francés que no va a ninguna parte y que no aporta nada. Además, no está bien conseguido el tono ni el hilo. La autora, Delphine, reconstruye la vida de su madre después de que ésta se suicide y Delphine encuentre el cuerpo. La novela va y viene entre los sufrimientos de la autora para escribirlo, para enfrentarse a los recuerdos, a las charlas con los familiares, las grabaciones y la historia de la madre. Ninguna de las dos cosas tienen el más mínimo interés.

Es una novela completamente fallida para el lector. Delphine se casca una descripción detalladísima de personajes en la primera parte que hace que te identifiques con unos y con otros, que te involucres y de repente Delphine decide que eso no le mola y te saca de la historia bruscamente cogiendo cada vez más distancia, como si ya no le interesara nada contar lo que está contando. El lector se sorprende y cada vez tiene menos interés por la historia porque además ya sabe cómo termina porque se lo han contado en la primera página.

Delphine es intensa como solo una francesa puede serlo, elevándolo a su enésima potencia y con afán de protagonismo. Tiene una historia familiar tremenda, pero es tan tremenda y ella la cuenta con tanto desacierto que no consigue conmover ni lo más mínimo cuando debería dejarte completamente arrasada emocionalmente, porque Delphine acumula en toda la historia nada más y nada menos que: la muerte de 3 niños, 4 suicidios, unos cuantos abusos sexuales, unas cuantas drogadicciones, un par de enfermedades mentales graves y una sucesión de relaciones amorosas desastrosas. ¿Qué pasa? Que al final no te crees nada y vas leyendo y dices “ Anda Delphine pírate”. Un bluff.

“Memorias líquidas” de Enric González. De éste ya lo dije todo. Los que leéis en ebook podéis descargaros ya la versión digital que sale por 10 euros y es un precio bastante más ajustado. Sigo recomendándolo muchísimo.




"Después de medianoche" de Irmgard Keun. Este libro que llevaba años en mi lista de pendientes, me lo trajeron los Reyes. Es una novela que se publicó en 1937 y cuenta la historia de Susanna, una chica alemana de la zona de Mosela que tras pasar una temporada en Colonia con una tía lejana y enamorarse de su primo Franz, se marcha a Frankfurt a vivir con su hermanastro y su mujer. La “acción” transcurre en apenas dos días en los Susanna recorre bares, asiste a un desfile y un discurso de Hitler y prepara una fiesta para la mujer de su hermano. El lector va conociendo a distintos personajes que ya con Hitler en el poder se sitúan como fervientes seguidores del nazismo o como sufridores de los que se les viene encima: fanáticos, traidores, soplones, inocentes, ingenuos, crédulos, la gama completa de actitudes humanas.

La descripción de escenas y personajes de la Alemania de 1936 me ha recordado a La Colmena de Cela, pero no me ha gustado mucho, no he conseguido meterme en la historia en ningún momento, me resultaba extrañamente ajena e irreal a pesar de todo lo que he leído sobre esa época.




Usagi Yojimbo. La historia de Tomoe de Stan Sakai. Este es un comic regalo de Javi, uno de los descerebrados más antiguos. En teoría era para M y C, pero lo he leído yo antes. Es un comic de samuráis muy entretenido. Se lo pasé a M y le encantó aunque “Mami he pasado un poco de miedo con la historia del fantasma y la araña”..lo cogió y no lo soltó hasta terminarlo. A los que tenéis churumbeles de 9-10 años os lo recomiendo. Les molará mucho.  ¡Mil gracias Javi!

- M apaga la luz ya.
- Un momentito más.
- Que apagues la luz.
- Solo un poco más y ya termino.
- Mañana te vas a morir de sueño.
- Y tú.




Flores en las grietas. Autobiografía y literatura de Richard Ford.  Soy muy fan de Richard Ford desde que leí “El Periodista deportivo”. En este caso es una colección de ensayos sobre literatura y unos breves relatos autobiográficos.Los de literatura versan sobre por qué escribir, teorización sobre los relatos y sus distintas experiencias como escritor. Sobre su vida hay unos cuantos breves relatos, todos buenos aunque el de su padre y la bicicleta es espectacular.

No es un libro que recomendaría a nadie que no haya leído antes al Ford de ficción, pero a mí me ha gustado, he doblado mogollón de esquinas y he copiado muchísimo en mi cuaderno rojo. Rescato de todas mis citas, solo tres:

Una sobre la censura en el arte o la literatura.

El arte siempre se desarrolla como un acto de libertad, lo cual no significa que la opresión acabará con él, pero si que le pondrá obstáculos y que a algunos nos privará de su generosidad y su luz. Sin embargo, conceder libertad a otros no es una virtud tan notable cuando se está de acuerdo con lo que éstos hacen. Sólo es una gran virtud cuando se acuerda permitir lo que a uno no le gusta. Es esa extraña, incómoda y vertiginosa cualidad del arte – que puede sorprendernos y decirnos cosas que no nos gusta saber- lo que le diferencia de la política. Y e es esta cualidad del arte la que hace de él algo tan frágil, precioso y atractivo”.

“ La verdadera censura- que de eso estamos hablando, al fin y al cabo- no es únicamente un ataque personal que dice “no puede decir eso”, sino un ataque que, insidiosamente dice “no puedes oír eso, no puedes saber eso, no puedes pensar eso”. Es un impulso que se encarga de alimentar la apatía moral de todos nosotros”.

Y para terminar esta increíble descripción de su amigo Raymond Carver al que dedica todo un emocionante y brillante capítulo.

Pero en 1977 era alto, flaco, huesudo, vacilante y hablaba poco y en un susurro entrecortado. Parecía simpático, aunque un poco asustadizo, pero no de una manera que asustaba a su vez al interlocutor, sino más bien como sugiriendo que acababa de estar contra las cuerdas y que por nada del mundo quería volver a encontrarse en esa situación. Sus dientes necesitaban la atención del dentista. El pelo era tupido y enmarañado. Tenía manos rudas, patillas largas y espesas, llevaba gafas con montura de concha negra, pantalones de color mostaza, una fea camisa de rayas marrón y morado de la planta de oportunidad de Penneys y zapatos de un gusto afín a los de la marca Hush Pippies. Era como si hubiera bajado de un autobús de la Greyhound de 1964 y viniera de algún sitio en donde hubiese estado realizando sobre todo labores de conserjería. Y era absolutamente irresistible”.

Me mola Ford y además me resulta atractivo. Tengo deberes, releer “La dama del perrito” de Chejov y empezar con los relatos de Cheever en inglés que me han regalado, empezando por “Reunión”.

Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de marzo.

martes, 5 de marzo de 2013

MOLIDOCUMENTALES: EL ANÓNIMO TOCACOJONES

¿Cómo es un anónimo tocacojones?
Por un lado tenemos el que se aburre en el curro o no tiene absolutamente nada que hacer en su puesto de trabajo y tiene la misma vida interior que un cuaderno en blanco y la misma creatividad que mi perchero.

Por otro lado, aunque este grupo es menos numeroso, está el anónimo tocacojones que brujulea por internet por la noche. No ve la tele, no lee, no tiene familia o si la tiene no le mola y sufre de insomnio.

En ambos casos, se aburren.

Miran el correo, nadie interesante les escribe. Se asoman a twitter y les parece que aquello no va con ellos, entran en los periódicos y se hostilizan con las noticias.

Ya están aburridos y hostilizados.

La hostilización es buena, solo hay que saber usarla. La hostilización mueve a la gente pero para que mole tiene que ser que a alguien le importe que estés hostilizado y sobre todo que sepas focalizarla y expresarla.

Un anónimo tocacojones no sabe hacer eso.

Ya les tenemos aburridos, hostilizados y nerviositos.

Un anónimo tocacojones quiere llamar la atención. El periódico le ha encabronado pero dejar un comentario ahí, no sirve para nada. Nadie le va a prestar atención y como mucho si es genialmente ingenioso en su comentario supuestamente ofensivo, conseguirá enzarzarse en una discusión con otros anónimos tocacojones que están igual de aburridos delante de sus pantallas. Eso no le mola. Además, es tan complicado ser genialmente ingenioso en un comentario y tan fácil ser absurdamente soez, inapropiado o directamente ridículo que no se atreve.

Entra en twitter...pero twitter está lleno de gente diciendo ingeniosidades y claro, tener un número de seguidores que tiende a 0 tampoco da el suficiente protagonismo.

¿Qué hacemos con esa hostilización y ese aburrimiento que ha ido en aumento al no encontrar una vía de escape molona?

Siempre quedarán los blogs.

Un anónimo tocacojones lee blogs en la sombra. Los lee con rabia, con envidia, con afán destructivo. Lee siempre los mismos, atentamente. Conoce al que lo escribe, a los comentaristas, es capaz de situar a cada comentarista y si tiene mucho muchísimo tiempo y bastante hostilización rastrea al bloguero en sus comentarios en otro blog, le sigue el rastro.

No le gusta el blog, de hecho lo odia. O mejor el blog le gusta y odia al bloguero. O mejor aún, le gusta el blog, el gusta el bloguero y se odia a sí mismo por ello.

Un anónimo tocacojones es un personaje muy completo y a la vez absurdo en su simplicidad primitiva.

Ya le tenemos con tiempo, hostilizado con el planeta, con ganas de llamar la atención y odiándose a si mismo porque le guste determinado blog. Ya lo tenemos todo para entrar en el blog, leer el post en diagonal o al contrario escanear el post hasta la última frase intentando encontrar un resquicio en el que colgar su hostilización. Lo encuentra y con una gran cara de satisfacción, se echa hacia atrás en la silla y dice: ¡¡Ajá!! ¡Lo tengo! Si pudiera haría brillar su ojo de cristal y se acariciaría la calva.

Le da a dejar comentario. Escribe un comentario supuestamente hiriente, supuestamente inteligente y que supone que va a dejar al bloguero sumido en el desaliento más absoluto y obnubilados al resto de los comentaristas a los que por supuesto el Anónimo Tocacojones desprecia desde lo más profundo de su ser básicamente porque parecen gente con vida, interesante, con gente que les quiere y sobre todo que no se avergüenzan de que les guste un blog.

Cierra y piensa. Yo soy distinto, soy diferente, le he dicho a este bloguero listillo lo que nadie le dice, porque solo tiene ñus y palmeros que le sacan en procesión y yo soy distinto.

Calmada su hostilización y con la adrenalina corriéndole por las venas apaga el ordenador. Fantasea con la cara de incredulidad con la que los otros comentaristas leerán su comentario y como se verán atravesados por un rayo de luz que aclarará su mente y dirán en masa “Anónimo,¡tienes razón! Ohhh, menos mal que has venido a iluminarnos, ábrete un blog. Queremos seguirte, ¡sé nuestro Mesías!” Envalentonado por ese pensamiento, va más allá y elucubra sobre como la vida del bloguero va a quedar destrozada por ese rasgo de genialidad que ha tenido...

Los lectores ven el comentario y directamente se descojonan, piensan que es un maleducado o que sencillamente tiene la misma comprensión lectora que un tapón de corcho. Le ignoran o lo que es peor son increíblemente ocurrentes en sus respuestas.

El bloguero recibe el comentario en el correo, lo abre, lee y piensa “vaya, otro pobre”.

Es durísimo ser anónimo tocacojones, y no, no está al alcance de cualquiera serlo.

Actualización: dejo enlazado mi anterior post sobre Anónimos genéricos..incluidos los entrañables porque veo que hay mucho despiste.