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martes, 5 de mayo de 2020

Lecturas encadenadas. Abril

Abril ha pasado volando, no puedo decir otra cosa. La percepción del tiempo en estos días es algo a lo que debería dedicar más tiempo y quizá lo haga si encuentro el momento. Con la lectura me ha pasado lo mismo, no encuentro el momento o, mejor dicho, creí que en confinamiento tendría más tiempo y leería más y me he encontrado con que, al final, dedico el mismo tiempo a la lectura que cuando entraba y salía de casa a mi antojo. No he leído más ni tampoco mejor. 

Al lío. 

Oficio de Dovlàtov esperaba en mi estantería de los Reyes Magos y si hay un buen momento para leer sobre soviéticos es, sin duda, un confinamiento y una situación inimaginable que te haga capaz de entender cualquier situación que hasta hace poco no hubieras entendido. 

El título de este libro describe perfectamente de qué trata, Dovlátov va contando cuál es su oficio, cómo su oficio, el periodismo, la escritura, le llevaron de un lado a otro en su vida. Desde sus primeros relatos en el colegio, los trabajos en revistas absurdas enfrentándose permanentemente a la censura o la ridícula burocracia soviética, pasando por Tallin hasta que llegó a Nueva York. Su vida desde que era "un prometedor escritor desconocido" que es lo máximo que se puede ser porque todo es posible dentro de esa descripción hasta que empezó a publicar relatos en el New Yorker . Todo lo que cuenta Dovlàtov tiene un toque de irrealidad,  la realidad soviética era en los años 70 bastante absurda y surrealista y, en algunos momentos, hay que hacer un esfuerzo para recordar que aquello fue verdad, que era así. 

La segunda parte, cuando llega a Nueva York me ha encantado. En mi cabeza la ciudad que retrata Dovlátov era como la que aparece en  Los Tres Días del Condor: ese color en la ciudad, los olores, el ruido y el ambiente antes de que todas las ciudades se parecieran y estuvieran pensadas para hacerles fotos y no para vivirlas. En esta segunda parte, los personajes están muy bien construidos a partir de personas reales que emigraron y trabajaron con el autor. Llegan emigrados, huyendo de la situación en la Unión Soviética y en América todo les resulta incomprensible, extraño y, además, descubren que hay cosas que detestan de América.  

«Imagínense la escala de las emociones negativas. Yo diría que las cucarachas se situan en esa escala entre la delicuencia y los repugnantes fósforos de papel. Un por debajo del paro y algo por encima de la marihuana». 

Todo tiene un humor muy absurdo por el choque de mentalidades entre un país y otro, entre las expectativas de los emigrados y la realidad del país. Dovlatov no es para todo el mundo, tiene que gustarte el humor negro y ese tono ruso tan de miseria llevada con elegancia y humor. Me he reído con su humor, con sus reflexiones y con la descripción de las peripecias para fundar un periódico ruso en Nueva York. Todo lo que hacen y les ocurre es tan loco que no podía dejar de pensar en Seinfeld, un Seinfeld de rusos. 

«Siempre me ha parecido que la decadencia avanza a velocidad mucho más vertiginosa que el progreso. Y, por si fuera poco, el progreso tiene límites. La decadencia, por el contrario, es ilimitada».

Leed a Dovlàtov que está de mucha actualidad.  

«Siempre se ha dicho que la libertad de opinión es uno de los mayores logros de la democracia.¡Viva la libertad de opinión!.. Pero con un pequeño matiz: para los que opinen como yo»

Y, además, la edición de Fulgencio Pimentel es preciosa. Me encantan las portadas. 

Europa, parada y fonda ha sido el Delibes del mes. Encontré este libro curioseando por las estanterías de mi madre. Al abrirlo salió un recibo, a nombre de mi padre, de la Libreria Manzano, en la calle Espoz y Mina de Madrid por la compra de cuatro libros por 3.910 pesetas el 8 de marzo de 1982. Imaginarme a mi padre hace 38 años comprando esos libros fue un momento muy especial. 

Este volumen se publicó en 1981 y de todos los "Delibes" leídos este año es el que menos me ha gustado y creo que es  porque ha envejecido mal. A pesar de publicarse en los 80, recoge los viajes que Delibes hizo por Italia, Portugal, Suiza, Alemania y París entre 1957-1960. De estos viajes ha pasado una eternidad y todo ha cambiado en esos países, en nosotros y en la manera de vernos unos a otros. Muchas de las cosas que el autor vallisoletano anota en sus viajes sobre los italianos, los protugueses, los alemanes o los franceses dan ternurita y otras vergüenza ajena. Algunas son muy políticamente incorrectas ahora mismo y otras siguen siendo verdad, incluso más verdad que cuando él las anotó por primera vez. Él sale de España, de Valladolid y examina los lugares de sus viajes siempre comparándolos con su país, con lo que conoce, intentando encontrarle un sentido siempre n referencia a lo suyo, lo nuestro. ¿Son mejores que nosotros? ¿Son peores? Es una actitud que mucha gente sigue manteniendo cuando viaja, esa necesidad de encontrarle sentido  a lo que conoce comparándolo con lo suyo.

Italia le parece un país llenísimo: 

«Italia es una bolsa de kilo donde se han querido meter dos kilos de lentejas. Naturalmente ha reventado ... El fenómelo de la superpoblación que conocemos por las estadísticas entra por los ojos tan pronto se pone pie en el país».

Le llama tanto la atención que haya mucha gente que lo cuenta varias veces: 

«Italia está literalmente llena; es un país donde no quedan localidades. Lo asombroso es como tanta gente puede desenvolverse tan de prisa, simultaneamente y sin tropezarse». 

Le encanta Venecia sin gente, le entusiasma Turín y se enamora de Nápoles. Portugal le parece maravilloso, un país próspero, educado y organizado y su dictador, Salazar, un gobernante ejemplar. Suiza le parece un país feliz pero que no lo parece «El cronista solo puede decir que si los suizos son felices, su felicidad no es una felicidad exultante». En Alemania le escandaliza que se vendan en la calle,  cambio de unas monedas «adminículos anticoncepcionales» y en París le sale una vena un poquito machista y se sorprende porque los hombres franceses hagan la compra, paseen a los niños en cochecitos, cocinen y planchen.

Delibes suena en este libro un poquito cateto y podemos caer en la tentación de que pensar que nosotros somos así pero ¡ja!, muchos siguen viajando así: "como en España en ningún sitio" es una frase que oyes continuamente si te cruzas con españoles en el extranjero. 

Leyendo a Delibes he pesando que no sé cuando volveremos a viajar, que no sé si los nuevos tiempos nos harán tener menos ansias de mirar lejos y nos darán más ganas de mirar cerca, a lo que tenemos al lado y no apreciamos. 

Y en tiempos de gráficos, estadísticas y dibujitos me ha gustado esta reflexión: 

«Uno es ferviente admirador de los cuadros sinópticos, esos diagramas, que en un simple golpe de vista nos revelan la situación de la Bolsa, la producción de acero o el momento demográfico de un país determinado en los últimos cinco años. Mas estas observaciones tan asépticas y concretas siempre le dejan a uno con la duda de si no estarán sometidas a fines publicitarios; resultan demasiado cómodas como que uno se decida a extraer de ellas conclusiones definitivas» 

Los héroes felices de Vea Káiser me miró desde la estantería donde reposaba desde hace dos años. Lo cogí, lo miré y como vi que trataba sobre Grecia y estoy en un año en el que me interesa Grecia, decidí que le había llegado el turno. Los héroes felices es una novela de tumbona y helado, una novelita en la que pasan muchas cosas con muchos personajes que van y vienen. La historia de una familia griega y dos primos, ella y él, criados para casarse y cuyas familias  sufriran distintas vicisitudes a lo largo del ancho mundo. Hay, por supuesto, una mujer guapísima, intenísima y con mucha personalidad a la que yo hubiera abofeteado en el minuto dos y hombres buenísimos  que dan bastante pereza. ¿Recomiendo esta novela? El equivalente en televisión a esta novela sería una de esas tv movies de colores sobresaturados de los fines de semana. ¿Son buenas? No ¿Entretienen? Sí ¿Son fáciles de ver? Se pueden ver en encefalograma plano. ¿Te acordarás al terminarla? Ni de coña pero has pasado el rato.  

Por supuesto no he doblado ni una esquina. 

La última lectura del mes me asaltó desde la estantería mientras estaba en la bici estática. Sufro pedaleando y cuando no puedo más me dedico a intentar adivinar qué pone en los lomos de los libros que me rodean. (La bici está colocada en una especie de despacho con estanterías traídas del despacho de mi abuelo y con libros de varias generaciones). Un pequeño tomo rojo me miró fijamene y al bajarme comprobé que era una edición en papel biblia de varias de las obras de P. G. Woodhouse. Siempre es buen momento para historietas inglesas de señoritos diletantes y mayordomos caústicos, así que he leído ¡Muy bien, Jeeves! Esta recopilación de historias de Bertie Wooster y su mayordomo Jeeves se publicó en 1925. La alta sociedad inglesa, conflictos absurdos, malentendidos, almuerzos, sandwiches de pepinillo, tés a las cinco y vestirse para la cena llenan estas historietas. Leyéndolo pensaba que todas las normas de las sit-com que nos tragamos ahora están en P.G Woodhouse. Los personajes principales, los secundarios que el fiel seguidor reconoce, las anécdotas autoconclusivas y el leve arco argumental que puede percibir tanto el que ve/lee todos los relatos como el que solo ve o lee uno. 

Estoy pensando que todos mis libros de este mes tienen una correspondencia televisiva o cinematográfica: un Seinfeld con rusos, Vente a Alemania, Pepe, una tv movie con colores sobresaturados y una sit com en papel biblia. 

Y con esto y esperando que al final de mayo todo esté más claro, más tranquilo y sigamos todos bien, hasta los encadenados de mayo.


lunes, 30 de junio de 2014

Lecturas encadenadas. Junio.

Junio ha sido un buen mes en cuanto a lecturas. Han caído 7 libros como 7 soles y eso que algunos eran tochísimos y he tenido entretenimientos variados como la mudanza para el veraneo franquista, el teatro frustrado de las princezaz y cosas variadas que escribir. 

Empecé el mes con El océano al final del camino  de Neil Gaiman. Tras la maravillosa velada que pasé con él, no podía esperar a empezar mi libro dedicado. 

“El océano al final de camino” es un cuento. Es la historia de un hombre que vuelve a su “casa” tras muchos años y se pone a recordar como era él con 7 años y una especie de aventura con personajes malvados y unas brujas buenas que le salvan. 

Es el tipo de historieta que puedes inventarte, (yo no, por supuesto) para contar cada noche a tus hijos. Una historia fantástica pero imbricada en el mundo real, en la cotidianidad para hacerla más densa, más real y que les de muchísimo más miedo. Y que tú puedes terminar con un "colorín colorado este cuento se ha acabado" pero que en una novela siempre tiene un final difícil, cuando no absurdo y mal llevado. 

De Gaiman sólo había leído “Coraline” y “Misterios de un asesinato” que habían sido regalos de alguien que me conoce muy bien y que ademas me dijo:  “Gaiman como novelista es regulero pero estos dos te van a gustar”. Tenía razón, Gaiman tiene ideas, ideas muy buenas, es un gran orador y la velada con él fue maravillosa y me enamoró totalmente, pero su escritura no tiene nada especial, incluso a veces tira a simplona. 

Como lectura para adultos no aporta más que entretenimiento sin ningún tipo de trascendencia, iba a decir que era como ver Mary Poppins, pero Mary Poppins es mil veces mejor. A pesar de todo esto, guardaré mi ejemplar dedicado como oro en paño. 
Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y parece que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es los adultos no existen. NI uno solo, en todo el mundo.”

Neurozapping   de José Ramón Alonso llegó a mi casa por sorpresa. “Mami, tienes un paquete, seguro que es un libro”. 

Televisión y neurociencia. En capítulos breves y tomando como excusa diferentes series de tv: Los Simpsons, The Big Band Theory, The Sopranos, Mad Men, Breaking Bad, Dexter, Las chicas de Oro, José Ramón Alonso nos introduce en el mundo de la neurociencia a través de algunas enfermedades como el síndrome de Asperger o la tartamudez,  nos habla del futuro de la crionización,  de los psicópatas, los niños superdotados, el olfato perdido, el cerebro de las abejas, los ojos biónicos y Colombo o la mentira y sus procesos y House. 

Es un libro entretenido y bastante curioso. Es una manera diferente de ver la televisión, es partir de algo conocido y masticado como las series de tv para llegar al mundo enormemente desconocido de la neurociencia. Eso sí, si no has visto alguna de las series completas, mejor saltarte el capítulo porque Alonso destripa la trama completamente. 

En el capítulo sobre Mujeres desesperadas y el supuesto síndrome que ha tomado el nombre de la serie y que consiste en la necesidad de perfección en todo que se exige a las mujeres, me ha gustado esta reflexión:
Lo que sin duda permanecerá es un problema entre la imagen ideal de la mujer  y la real en una sociedad donde las mujeres con sobrepeso están estigmatizadas o son invisibles y se les sigue sometiendo a una presión continúa en un grado que no se aplica de igual manera a los hombres; dónde la sociedad exige más y más a las mujeres sin que a cambio se les deje alcanzar la cima en las estructuras de poder económico, político o social. A veces se achaca demasiado rápido una interpretación machista, pero la realidad es que las revistas de mujeres que muestran esa imagen estilizada están normalmente escritas por mujeres y dirigidas por mujeres.”
Chump Change  de Dan Fante. Después del cuentecito de Gaiman y la ciencia de Alonso, nada mejor que una novela para chapotear en el fango de la destrucción humana: alcohol, drogas, destrucción personal, desolación, amargura... el catálogo completo del lado oscuro. Descubrí este libro en el blog Ruta 142 (que ya estáis tardando en leer) y decidí sacarlo de la biblioteca porque me convenció la reseña y porque ya había leído a John Fante, padre de Dan y me apetecía verlo desde otra perspectiva. 

Es una historia oscura, sórdida y brutal que cuenta los últimos días de la vida de John Fante contados por su hijo. Dan es alcohólico, poeta y se encuentra completamente desubicado cuando vuelve a Los Angeles tras salir de una clínica de desintoxicación para acompañar a su padre. 

Dan bebe hasta perder el sentido, se masturba, carga con un perro viejo y enfermo, pierde completamente el control y ve morir a su padre. Inmerso en una espiral de autodestrucción brutal, se da cuenta de que aunque creía que sí, nunca se está preparado para perder a un padre. 
“Si conseguí, en cambio, sentir su aliento espeso y congestionado que salía a resuellos. Yo sabía que ya no podía oírme, que su corazón valiente pronto se detendría, que moriría sin haber sabido siquiera que su hijo Bruno había estado allí. Finalmente, antes de soltar su mano, se me escapó un “te quiero”. Al pronunciarlo sentí algo parecido al pesar, aunque no era exactamente eso. Era algo de una profundidad mucho mayor, acaso el vértigo ante un pozo que nunca volvería a llenarse.”
El sentido de un final  de Julian Barnes. Este libro pasó a mi lista de “libros por leer” después de leer una elogiosa reseña en el blog de Di y lo saqué de la biblioteca pensando que me iba a encantar. 

Un horror. Con Barnes me pasa una cosa curiosa, hay libros suyos que me flipan y otros con los que haría una hoguera en el jardín de mi casa hasta que no fueran más que cenizas. Este caso es de los de la hoguera. Es una historia espantosa de aburrida con un final truculento que deja completamente frío, y sin embargo, eso no es lo peor. Lo peor es que parece que Barnes lo ha escrito a trompicones, acelera, luego frena y se para, y luego vuelve a acelerarse para no contar nada. No hay nada fluido ni en la historia ni en como está contada. De este libro saqué la cita y la inspiración para el post sobre el misterio. Poco más que decir, no lo leáis, es una perdida de tiempo absoluta. 

Pero Barnes siempre deja alguna joya, como esta cita.
“Pero el tiempo..., el tiempo primero nos encalla y después nos confunde. Creíamos ser maduros cuando lo único que hacíamos era estar a salvo. Pensábamos que éramos responsables pero sólo éramos cobardes. Lo que llamábamos realismo resultó ser una manera de evitar las cosas en lugar de afrontarlas. El tiempo... que nos den tiempo suficiente y nuestras decisiones más sólidas parecerán temblorosas, nuestras certezas fantasiosas.” 
Muy cierta. 

Reportajes   de Joe Sacco. Hace unos años, un descerebrado me recomendó a Joe Sacco, le hice caso y leí “Gorazde” que me flipó. Este año, Pobrehermano pequeño pidió por Reyes este libro y se lo cogí prestado. 

Sacco es un periodista que en vez de escribir, dibuja sus reportajes. O un dibujante de comics que hace reportajes. En este tomo se recogen sus reportajes sobre Irak, la India, la inmigración africana en Malta, el problema en Palestina, los refugiados de Chechenia y lo juicios por crímenes de guerra. 

Sacco viaja a todos esos lugares y trabaja como cualquier otro reportero o corresponsal, pero en vez de ir con un bolígrafo, un ordenador o una cámara, dibuja lo que ve, aquello de lo que es testigo y lo que le cuentan. Sacco se muestra a sí mismo dentro de sus crónicas como un personaje más porque es muy consciente y así se lo quiere hacer saber o notar al lector, que su presencia, que la presencia de un periodista, de un observador “perturba”, introduce un elemento extraño en la escena, haciendo que los protagonistas se comporten de otra manera. Sacco advierte de su presencia y trata al mismo tiempo de acercarse lo máximo a la “verdad”. 

Hay que leer a Sacco para recuperar un poco la fe en el periodismo. 

Flores en la nieve   de Gregor Von Rezzori, también sacado de la biblioteca por recomendación de Elena Rius. 

Von Rezzori escibe sus memorias centradas sobre todo en su infancia. Divide el hilo narrativo en los cinco personajes más importantes de su niñez, para con cada uno ir añadiendo datos a la historia hasta componer el cuadro completo de su vida. Habla de Kasandra, su niñera, de su hermana, de su madre, de su padre y de su institutriz más querida. 

La mayor parte de la historia se centra en los años entreguerras, los años en los que se estaba aprendiendo a vivir con la nueva realidad construida tras la I Guerra Mundial. Era una realidad débil, era evidente que el antiguo régimen había sido arrasado pero el nuevo era demasiado indefinido como para generar confianza. Es una historia sobre una época perdida, cargada de nostalgia y en cierto modo de incredulidad. Para alguien que creció en los años de entreguerras, escribir sobre esos años en los años 70 del siglo XX debía ser casi como escribir sobre otro planeta. 
“Hay quien atesora en su seno, como una joya secreta, los momentos hermosos del pasado; otros los van arrastrando como un presidiario su bola de hierro. En las naturalezas sensibles, ambas cosas van asociadas.”
Todo lo que una tarde murió con las bicicletas de Llucia Ramis, también sacado de la biblioteca por recomendación de Elena Rius. 

Llucia Ramis tiene 4 años menos que yo, unos abuelos belgas cuyos antepasados montaron unas minas de zinc en Asturias y muchos recuerdos de su infancia.Cuenta su infancia, sus recuerdos, su adolescencia y como ha cambiado la percepción de sus padres y sus abuelos con la edad. Todo tiene una pátina de nostalgia y de lugar común. No me ha gustado pero se lee rápido y entretenido. Es una buena lectura de verano.
“Los adultos intentan preservar la inocencia de los niños, y los niños jugamos a que la preservan: son ellos quienes hacen el ridículo. Después, su inocencia, y a ellos la nuestra, nos parece derepente inadmisible.”
Termino el mes con Cuento de viejas  de Arnold Bennet. Un novelón con todo lo que esa palabra significa. Bennet tuvo la inspiración para esta historia mientras cenaba en un restaurante. Allí vio a dos señoras mayores y pensó que esas mujeres mayores que ahora estaban llenas de manías, en algún momento habían sido jóvenes cargadas de ilusiones y con toda la vida por delante. 

La novela es justo eso, la historia de dos jovencitas, dos hermanas, desde que tienen 15 años hasta que mueren. El transcurrir de sus vidas con todas sus miserias, sus nimiedades, las cosas que parecen importar muchísimo en un momento dado  y cuando pasa el tiempo no son nada y el llegar al final sin saber como te has convertido en un viejo. 

Lo que más me ha impresionado es que para Bennet, yo con mis 41 años, sería una mujer vieja. Un pensamiento deprimente. 


Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de julio.





martes, 3 de marzo de 2020

Lecturas encadenadas. Febrero

Febrero es uno de mis meses favoritos. Es mi cumpleaños, todavía hace frío y los días siguen siendo cortos.  Este año el invierno casi he tenido que imaginármelo pero sigue siendo un gran mes, el último respiro antes de la llegada de los jinetes de la apocalipsis: la primavera, la gente diciendo "huele a aperitivito", "que bien se está al sol" y el temido cambio de horario que hará los días más largos. 

Al lío que este post va a ser largo y provechoso porque ha sido un grandísimo mes de lecturas. Y os va a salir caro. 

El día de mi cumpleaños Juan Tallón y su nueva editorial, Anagrama, decidieron homenajearme publicando su nueva novela, Rewind. De la historia que cuenta Juan no puedo desvelar mucho porque además, como en casi todo lo que escribe Tallón, la historia es casi lo de menos. ¿Qué importa porqué estalló el edificio? ¿Qué más da si fue culpa de alguien? Lo que importa son las voces de los personajes que nos cuentan qué pasó, qué les pasó a ellos y en eso Tallón se ha superado porque consigue que cada voz sea distinta, esté completa, tenga una vida entera detrás y por eso, cuando pasas de una a otra (hay cinco en total) te quedas, por un momento, desubicado porque no quieres despedirte de ella, dejarla atrás, quieres seguir conociéndola.  A algunas de las voces, además, les coges cariño y el salto a otra te cae casi como una bofetada, como si despertaras de un sueño sobresaltado y te sorprendiera encontrarte en tu propia habitación. El desconcierto dura poco y tras un par de párrafos entras otra vez en el pacto narrativo y vuelves a creerte esa nueva voz. 

Rewind es una reflexión sobre como las desgracias reconstruyen el antes y el después de una vida. Las tragedias no solo cambian el futuro, lo suspenden, lo cancelan y cambian el pasado porque desde ese nuevo futuro inesperado, llegado por sorpresa, la interpretación del pasado se rehace por completo, casi como si viajaras en el tiempo para mirarlo de nuevo de una forma diferente: rewind. No sé si hay dos, tres o mil universos paralelos pero las desgracias, las tragedias, desdoblan tu pasado y desdoblan tu futuro, a partir del momento en el que ocurren transitas por un futuro que se vuelve totalmente inesperado mientras observas en paralelo el futuro que imaginaste que sería el tuyo antes de que la tragedia te golpeara.  Y ocurre lo mismo con lo que ya viviste, rebobinas un nuevo pasado recorriendo la señales que quizá no viste venir y que te llevaban a la tragedia y dejas de vivir en el que efectivamente ocurrió. De eso va Rewind.  

El libro está plagado de hallazgos, a veces creo que él también sabe que son hallazgos y se enamora de ellos y se gusta mucho y los acarrea para repertirlos mil veces y se le olvida que los repite o piensa que el lector no tiene memoria. Aún así, algunos me gustan mucho: 
«A todos nos admiraba su nariz, capaz de inventar emanaciones sugerentísimas, que inclúian el olor a "televisión recién apagada" , " a ropa planchada y doblada" o a "botella de vino medio vacía". »
«Su conversación en lugar de mantenerte en frente te envolvía»
«Hacer las cosas por primera vez es uno de esos asombros fascinantes que en ocasiones depara la vida. Nada es igual al esplendor de los comienzos, la memoria fija cada uno de esos instantes, como si la vida pura y dura también se organizase en fotogramas, y cuando transcurre el tiempo hace que aún sientas la admiración y la extrañeza de todo lo que viviste tal o cual día»

Leed Rewind, ya estáis tardando.  

Retiro de Serguéi Dovlátov (con traducción de Alfonso Martínez Galilea) fue un regalo de reyes. Antes de nada decir que la edición de Fulgencio Pimentel es preciosa y está cuidadísima. Dovlátov es ruso y vivió en la Unión Soviética hasta que en 1978 llegó a Estados Unidos tras pasar unos meses en Viena. Años antes su mujer y su hija se habían exiliado pero él no quería marcharse porque pensaba que un escritor sin su idioma deja de ser un escritor (esto me recordó a Agota Kristoff en La analfabeta donde explicaba esta misma sensación, la de expresarte en un idioma que no es el tuyo y lo que eso supone). 

En esta novela, totalmente autobiográfica, el alter ego del autor, Boris Alijànov llega a trabajar a una especie de parque temático sobre Pushkin huyendo de sus acreedores, sus deudas, su falta de éxito como escritor y de una relación complicada con su mujer. En ese parque temático conoce gente de lo más peculiar a los que retrata con muchísimo y con los que mantiene unas conversaciones muy absurdas que a mí me han recordado a los diálogos de Cuerda. 

Me ha dado cierta pena no leerlo en ruso porque resulta que Dovlátov tenía como norma no poner jamás en el mismo renglón dos palabras que empezaran con la misma letra. Me parece una imposición muy personal y muy arbitraria pero seguro que sirve para ser mucho más consciente de lo que escribes (y para poner más puntos y aparte).

Me ha gustado mucho pero es un libro al que hay que dedicar un buen rato. No es un libro para leer cinco páginas antes de dormir y recuperarlo al día siguiente. El ritmo de escritura de Dovlátov es muy especial, no es denso, ni lento ni complicado pero necesitas dedicarle un rato largo para conseguir entrar en ese ritmo y deslizarte por su escritura y meterte en la historia. Tengo otras dos novelas suyas esperando en la estantería.  
«Siempre ocurre lo mismo: la excesiva cercanía impide valorar adecuadamente las cosas. A todos nos parece evidente que los genios deben tener amigos, pero ¿quién va a pensar que su amigo es un genio?»
Y el sentido del humor:
«Mi amigo Beróvich solía decir: 
 Está bien entrar cuando te invitan. Es horroroso cuando no te invitan a entrar. pero lo mejor es cuando te invitan y tú no entras.»
Las ratas de Miguel Delibes fue mi siguiente lectura y qué lectura. Me ha encantado. Delibes publicó Las Ratas cuando vio que no podía seguir escribiendo en el periódico artículos denunciando la situación del campo, la censura era mucho más férrea con el periodismo que con la literatura así que decidió dejar las crónicas y hacer una novela.  Es mucho más coral que El disputado y transcurre por entero en un pequeño pueblo delimitado por los tesos que la rodean y que hacen su campo árido, hostil y al mismo tiempo todo un universo para sus habitantes. El Nini (sin nombre) es una especie de Cayo en pequeño, lo sabe todo y lo conoce todo. Es casi como un pequeño espíritu del campo, podría ser en una obra de Shakespeare un fauno o un duende. Lo sabe todo porque todo lo mira y todo lo aprende. Hay también una especie de sabio al que solo El Nini presta atención, El Centenario.  Es una novela muy coral con muchísimos personajes perfectamente identificables.
«No lo entenderán.dijo El Nini.  ¿Quienes? preguntó El Ratero.   Ellos murmuró el niño.»
«No lo entenderán» ¿Quienes? Nosotros. Nosotros hemos dejado de entender ese modo de vida, apegado a la tierra, pendiente de la lluvia, la sequía, el calor, el pedrisco, el vieno, la nieve, la religión. Nosotros hemos dejado de entender el paso del tiempo con los santos. Delibes abusa de su uso pero yo creo que lo hace de manera intencionada para colocar al pueblo en un espacio/tiempo casi legendario donde las referencias temporales no nos dicen nada. No es lunes ni martes ni domingo, no es febrero ni abril ni agosto, no es primavera, ni verano ni otoño. Es San Martín y San Melitón y la víspera de San Restituto y Santa Oliva. Algunos, muy pocos, podemos reconocer alguna de estas referencias pero la mayoría son desconocidas, como si contemplaran la medida del tiempo en una civilización lejana y hace tiempo desaparecida. Y esa es la idea de Delibes, retratar el campo como algo perdido, como algo que se estaba perdiendo.

Abrojo, escíbalo, sisón, alcaraván, camachuelo, barda, caletre, alcor, argaya. He aprendido que cínife es mosquito y que un frangollo es una cosa hecha deprisa y mal.

Leed a Delibes.

El NAO de Brown de Glyn Dillon ha sido el tebeo del mes y me ha gustado muchísimo. La historia es chulísima pero lo que más me ha gustado es el dibujo: el trazo, los colores, el detalle, el mimo, la calidez.

Nao vive en Londres, su madre es inglesa y su padre japonés y convive con un trastorno obsesivo que le hace tener pensamientos destructivos hacia otros y también hacia si misma. Se ve siempre como alguien que no merece la pena, alguien malvado y cruel que merece morir, sufrir, pasarlo mal. No quiero contar nada más de la historia para que la descubráis y sobre todo para que disfrutéis del dibujo y del rojo. Y no digo más.

El último libro del mes ha sido un ensayo, dieciocho para ser más exactos, y se titula Ex-libris. Confesiones de una lectora. Ann Fadiman recoge aquí varias reflexiones sobre el mundo de la lectura y los libros. Fadiman habla sobre la organización de las bibliotecas caseras, sobre la relación que algunos establecemos con las erratas en los textos, sobre los increíbles tesoros de la prosa más alucinante escondidos en los catálogos de venta por correo (o en el de IKEA), sobre leer en alto, sobre las dedicatorias.
«Este libro es el todo lo que he intentando crear a partir de miles de cosillas que abarrota mis estanterías combadas.»
Tiene un capítulo dedicado al Estante suelto. «Creo que todo el mundo tiene su biblioteca un Estante Suelto. En ese estante hay un pequeño y misterioso conjunto de volúmenes cuyo tema nada tiene que ver con el resto de la biblioteca y, sin embargo, tras mirarlo detenidamente, dice mucho de su propietario.» Pensé que yo no tenía un Estante Suelo pero luego recordé que sí lo tengo, tengo dos baldas enteras dedicadas a la Segunda Guerra Mundial y acumulo lecturas sobre ese tema que nunca ha dejado de interesarme desde que me enganché a él hace ya más de doce años.

Habla también de comprar libros de segunda mano y de dedicatorias preciosas. Incluso dedica un ensayo a los problemas de lenguaje y género y me identifico completamente con su opinión:

«Como ocurre demasiado a menudo en estos tiempos, veo que mi paz de lectura y escritura está siendo alterada por una guerra entre dos sectores semánticos opuestos, uno feminista y el otro reaccionario. La mayoría de la gente que ha escrito sobre la parcialidad sexual en el lenguaje se decanta por uno u otro bando: o lo quieren cambiar todo o no entienden a que viene tanto jaleo. ¿Es que soy la única que se siente dividida? En términos lingüísticos, como en los demás ámbitos, mi ser feminista nace de un simple deseo de igualdad. Estoy de acuerdo con el uso de términos con el género neutro como auxiliar de vuelo. Sin embargo, mi ser reaccionario prevalece cuando oigo que alguien intenta purgar la parcialidad en expresiones como «a cada uno lo suyo» sustituyéndola por «a cada uno y cada una lo suyo». 
Un libro maravilloso sobre el amor a la lectura escrito con muchísimo humor y que por supuesto también recomiendo. (Eso sí, la traducción es un poco regulera)

Este post ha quedado largo y sobre todo os va a salir caro porque lo recomiendo todo. Ahorrad o id a las bibliotecas pero no os lo perdáis.


Y con esto y llorando por el invierno que no ha sido, hasta los encadenados de marzo.


lunes, 11 de octubre de 2021

Escuchar el solano

«Si “el arte de pintar es el arte de pensar”, como defendía Magritte, podemos decir que el arte de contar también es un arte de pensar. Reflejar la realidad requiere un ejercicio previo para afinar nuestra mirada, calibrar lo que vamos a relatar y asumir qué fin perseguimos. Y pensar es un verbo que se alimenta de tiempo. «Leer, como pensar, exige recogimiento, soledad, un esfuerzo, perece ese es el precio de la lucidez» dice el escritor Luis Landero». (La hora del periodismo constructivo. Alfredo Casares) 

En el banco observo el paisaje que llevo mirando veintidós años. No hay nadie más que yo. En el otoño, en el valle, aunque sea puente festivo, hay menos gente que durante el verano y en las dos horas que paso allí, no aparece nadie. Somos el valle y yo. Conozco lo que veo, el paisaje, los colores, el gusto de la luz, el tacto del banco en el que me siento, áspero y curtido, con alguna astilla saltada por la nieve, el hielo y el sol que le pega fuerte durante gran parte del día. Es un banco de la parte del Solano, por eso la ermita, a mi espalda, lleva aquí desde el siglo XI. Si ahora el sol nos importa, en la Edad Media estar en el Solano te daba la vida. Que este pueblo, que ahora apenas tiene cuatro habitantes fijos, fuera durante siglos la capital del valle es algo que siempre me hace pensar en lo insignificantes que somos y lo pronto que nos acabamos. Enfrente veo la Sierra de Chía, alta, inmensa, amenazadora. Localizo el mirador que se encuentra en su ladera y desde el que, cuando voy, busco el banco en el que ahora estoy sentada. De ladera a ladera del valle, ¿se verían en la Edad Media, hace doscientos años, hace cien, hace setenta? Enmarcando la vista justo delante de mi hay una valla de madera colocada para que no te caigas, para que no tropieces ¿para que no te tires? A veces me molesta, otras me parece un bonito marco para los campos al fondo del valle, limitados por grandes filas de árboles y tapias construidas a mano con piedras que, seguro, llevan aquí desde hace mil años. Hoy veo pequeñas flores moradas alrededor de los postes de la valla y otras flores que son como plumones enredadas en zarzas. En la Edad Media seguro que todos sabían su nombre y para qué servían, a mí me dan miedo, desconfianza. Siempre he pensado que los extraterrestres empezarán a colonizarlos disfrazados de flores.


Sin moverme escucho el viento y los coches que pasan por la carretera que corre paralela al río. Si hago, como aprendí de Bernie Krause este verano, pantalla con las manos detrás de mis orejas el único sonido que escucho son los coches, los motores acelerando al salir del congosto y enfrentándose a la primera recta de más de veinte metros después de cuarenta kilómetros. Incluso los que no corren nunca sienten la necesidad de pisar el acelerador como escapando del serpentín entre paredes de piedras que acaban de atravesar. Sobre el rumor de los motores, escucho el viento del norte del que me protege la ermita. Un par de chicharras cantan en algún lugar en la escarpada pendiente delimitada por la valla de madera. A mi izquierda, muy cerca, un grillo. Más lejos, pero también a la izquierda, media docena de pájaros pequeños que no sé como se llaman, se persiguen mientras pían. Otro piar distinto suena a mi espalda, suena indignado. Imagino a su emisor como ese vecino que protesta porque los niños gritan jugando en la calle. Demasiada vida para ser otoño, casi suena a primavera pero menos alocada, menos descontrolada, menos kamikaze. El campo, los insectos, las flores, los pájaros, la perra recién parida que aparece para tumbarse a mis pies y yo disfrutamos el solano, esta hora, esta tarde sabiendo que el otoño pasa rápido, que el tiempo no es eterno, que no nos quedan muchas más tardes como esta. 


Intento memorizar todo lo que veo y escucho para poder escribirlo. El rumor de una desbrozadora tan lejano que casi me acuna. Un parapente que se desliza silencioso subiendo y bajando entre corrientes de viento invisibles que no puedo ver más que en su loco recorrido. El sol se pone tras Chía y la sombra avanza. Con cada metro que recorre la sombra, un sonido se apaga, las chicharras, los grillos, los pájaros. 


Cuando la sombra me cubre, la orquesta animal termina, cierro el libro, echo un último vistazo al Gallinero que permanece iluminado y me voy a casa. En la Edad Media el día se acabaría ya, con la sombra devorando el Solano al final del día. Yo enciendo la luz y escribo este post. 


«La soledad misma es una manera de esperar que lo inaudible y lo invisible se hagan sentir. Y por eso la soledad nunca es estática ni desesperada». (Anhelo de raíces, May Sarton)



miércoles, 7 de junio de 2023

Podcasts encadenados: Un premio Pulitzer, un paseo nocturno y ¿qué sabes de Martin Luther King?


Bueno, bueno, bueno… no sé ni por dónde empezar este mes. Lo mejor va a ser que empiece por el increíble éxito de escucha que ha tenido
Svetlana, Svetlana! entre los un éxito sin precedentes en estos posts. He recibido muchísimos mensajes de oyentes que se quedaron enganchadísimos a la historia y a su host y hasta de alguien que ha decidido incluir alguno de los destinos que aparecen en el podcast en su próximo viaje a los Estados Unidos. 


¿Seré capaz de repetir ese éxito? No lo creo, pero ¿cuando he escrito yo algo buscando el éxito? Ni quiera mi currículum.


Al lío. 


Este mes ha sido espectacular en escuchas: tantas cosas y tantas cosas buenas. Ojalá poder contarlo todo, pero voy a empezar por mis dos favoritos: los dos que me han dado ganas de llorar por lo bien hechos que están y porque sé el tiempo y el trabajo que se han dedicado a ellos. 


El primero, que terminé ayer de contestar, ha ganado este año el premio Pulitzer como mejor podcast periodístico. Es la segunda temporada del podcast canadiense Stolen y que se titula Surviving St. Michael´s. Hace unos años Connie Walker, la host del podcast, vio en FB que uno de sus hermanastros compartía una historia que su padre le había contado: En los años 90, mientras patrullaba por una solitaria carretera en la provincia de Saskatchewan, vio un coche que hacía algo raro. Lo paró y, cuando se acercó a identificar al conductor, lo reconoció, lo sacó del coche y le dio una paliza. Ese conductor era uno de los curas que durante su estancia en el colegio St. Michael había abusado sexualmente de él.  


Connie siempre había tenido una relación distante con su padre. Su madre se separó de él cuando ella tenía 7 años y no volvió a verlo hasta los 14. A partir de ahí tuvieron una relación esporádica y puntual; y lo que Connie recuerda de su infancia es que su padre bebía mucho y a veces era violento. Cuando descubre la historia que ha compartido su hermano piensa que en realidad no sabe quién era su padre y decide investigarlo. 


Los 8 episodios de Surviving St. Michael’s son un viaje al genocidio cultural llevado a cabo por el gobierno canadiense durante cien años ayudado por la Iglesia Católica. Desde finales del siglo XIX y hasta los años 90 del siglo XX en 130 internados operados por la Iglesia se dedicaron a «educar» a los niños de las tribus nativas de Canadá para hacerles olvidar su lengua, su cultura, su religión y sus costumbres y «asimilarlos». A las familias se las amenazaba con quitarles a los niños si no los mandaban a esos colegios y allí iban los niños con 5 o 6 años hasta los 16 o 17. En esas escuelas sufrían todo tipo de abusos: se les retiraba el nombre y se les asignaba un número; se les prohibía hablar su lengua materna (y si lo incumplían recibían palizas); pasaban hambre y frío (uno de los testimonios cuenta cómo, de merienda, les tiraban mondas de fruta y migas de pan al suelo para que, como animales, se tiraran a comerlo); se les prohibía hablar con sus hermanos; se les obligaba a limpiar y encargarse de todo el mantenimiento de la escuela; y sufrían abusos físicos y sexuales continuados. Recientemente se han encontrado incluso tumbas con centenares de niños asesinados en esas escuelas. 


Connie entrevista a las hermanas y hermanos de su padre, todos alumnos de esas escuelas, que le cuentan historias con las que se te saltan las lágrimas. Aparte de conocer sus testimonios, Walker quiere saber quién podría ser ese cura al que su padre dio una paliza en una carretera solitaria. En esa investigación descubre datos impresionantes, datos que te hacen gritar de rabia porque ¿cómo algo así ha podido suceder? ¿Cómo es posible que esos curas y monjas (que también las hay) cometieran esas atrocidades y no hayan sido juzgados por ellas? ¿Por qué la Iglesia protege a esa gentuza? 


Se que la historia es durísima y puede echar atrás, pero es un podcast impresionante, muy bien trabajado, muy bien contado, con un componente emocional que viene por un lado de la tragedia que cuenta y por otro de la relación familiar de Connie con todos los entrevistados, y que va cambiando según avanza en su investigación. Incluída la relación con su padre que murió hace unos años. 


Con Stolen: Surviving St. Michael´s he llorado como nunca había llorado con un podcast. El cuarto episodio, construído con los testimonios de supervivientes contando sus experiencias como niños de 6, 7, 8 años pero con sus voces de señores y señoras de 70, 80, me hizo llorar tanto que casi no podía conducir. «Para mí, justicia es cómo he criado a mis hijos, cómo los he abrazado cada día, los he besado y les he repetido que les quería», dice uno de ellos. 


Para compensar esta tragedia os traigo Nightwalking, una miniserie de 4 episodios del podcast Constellation Prize que es una monería. Y, además, muy diferente a cualquier cosa que hayáis podido escuchar. Es original en el buen sentido de la palabra (y no como cuando tu prima decide que en su boda en segundas nupcias su vestido va a ser del mismo color que el de su marido porque eso les parece «original y divertido», cuando no es más que hacer el mamarracho), interesante, profundo e intenso, también en el buen sentido de la palabra (y no como cuando tu amiga del colegio, después de divorciarse, decide hacerse coach emocional para sanar vidas). 


Bianca Giaver tiene un abuelo y una abuela. Tendrá más, pero estos son los que aparecen. El abuelo tiene más de 90 años, nunca ha sido religioso, no cree en nada y para él la vida es sencillísima: no puedes evitar nada de lo que te va a pasar, así que no hay que preocuparse. La abuela vive sola en Eslovaquia y, cuando Bianca la visita por primera vez, lleva diez años sin salir del apartamento en el que vive porque las rodillas la matan de dolor. La abuela, además, no habla inglés; pero tiene la casa llena de fotos de Bianca y su hermano, que nacieron en Seattle y son estadounidenses. Bianca tiene como foto favorita una en blanco y negro de su abuela diciéndole adiós desde la ventana el día que se fue. 


¿Qué papel juegan los abuelos en Nightwalking? Poco, no son importantes para la trama, si es que hay alguna, pero quería traerlos aquí porque los cuatro episodios están llenos de detalles así que, si no estuvieran, no se echarían de menos pero que, al estar, dan una textura y complejidad a la historia que la enriquece y la diferencia. ¿De qué va entonces el podcast? Pues Bianca, en plena pandemia, se aburre como todos. Pero ella tiene la suerte de, en el verano de 2020, poder salir de Brooklyn e irse a pasar el verano a una cabaña en Vermont con su compañero de piso. Allí se aburre igual, pero está en el campo y, como es joven, entra en una crisis existencial del tipo: ¿Quién soy? ¿En qué creo? ¿Me voy a quedar toda la vida sola? Sé que todo esto suena de pereza máxima PERO, contra lo que todo parece indicar, Bianca no es una petarda y cae bien. Por una serie de cosas que no voy a reventar, acaba compartiendo un reto con una poeta famosa: Terry Tempest Williams. Durante catorce noches saldrán a dar un paseo nocturno y, al volver a casa, escribirán una carta que se mandarán por correo electrónico y, obvio porque esto es un podcast, también se grabarán leyendo. A partir de esta idea, tan de pandemia, Bianca teje cuatro episodios llenos de reflexiones, anécdotas, historias y dudas; con un diseño sonoro muy interesante y que funciona como he dicho al principio: como una monería, como esa pieza de cerámica que compras en un viaje y te da gusto mirarla en tu estantería. Algo así. 


Además sale Mandy Patinkin y Bianca es una chica lista a la que he leído una reflexión sobre los podcasts que comparto totalmente: 


My friend Erica (Heilman) told me that when she worked at PBS New Hour their motto was “Dare to be boring.” I think this is a great rule. Podcasts are too afraid to be boring and this prevents them from taking risks. And even when they’re trying not to be boring, they end up boring anyway. So why not embrace it?


Los podcasts no quieren ser aburridos y tratando de evitar ese supuesto aburrimiento se niegan a contar historias de manera pausada, tomándose su tiempo, explicando las cosas con detenimiento. Me recuerda a esos lectores que, si ven muchos párrafos al hojear un libro, piensan: «no hay diálogo, menudo rollo»; sin llegar a plantearse que en esas páginas les puede estar esperando la historia de sus vidas. Ahora la mayoría de los podcasts quieren ser diálogo, charla; y se pierde, en muchos casos, ese supuesto aburrimiento que es donde muchas veces está la magia de este medio... En cualquier caso, Nigtwalker no es aburrido. Escuchadlo. 


Tras la monería, otro podcast serio. ¿Qué sabes de la muerte de Martin Luther King? Yo sabía que fue asesinado, que poco después mataron a Bobby Kennedy y que en su honor en Estados Unidos es festivo el tercer lunes de enero. Escuchando Holy Week, de The Atlantic, he aprendido tantísimo que me ha dado vergüenza la enormidad de mi ignorancia; y eso que el podcast solo se centra en esa semana: los siete días siguientes al asesinato de King el 4 de abril en 1968. 


No es un true crime. De hecho, sobre el asesinato no se cuenta apenas nada: solo cuándo ocurrió. ¿Qué sucedió cuando mataron a King? ¿Qué fuerzas se desencadenaron? ¿Qué problemas políticos? ¿Qué esperanzas desaparecieron? El primer episodio es una obra maestra, llevándonos a esa semana, a ese día, cuando había otras noticias importantes que, sin embargo, desaparecieron por la magnitud del asesinato. La música, el tono, el guión, los testimonios… Todo está enfocado al propósito de transmitir una idea: ¿qué hubiera pasado si no le hubieran matado? Desde ese primer episodio viajamos a las historias de particulares que estuvieron en esos días, esa Semana Santa, y que cuentan cómo se enteraron, cómo lo vivieron, cómo salieron a las calles a protestar, o a llorar, o incluso a participar en revueltas y saqueos. Toda la narración, esos siete días, se construyen con las historias particulares de personas normales y corrientes que no sabían que estaban viviendo un momento histórico y que los detalles de su vida (qué llevaban puesto, cuándo vieron por última vez a un ser querido o con quién hablaban por teléfono cuando se enteraron de la noticia) formarían parte de su memoria de esos días. Esta manera de tejer el sustrato de la información ya lo trabajó igual el equipo de Holy Week, incluido su host Vann R. Newkirk II (mis respetos a alguien que pone el II siempre en su nombre), en Floodlines, otro podcast de The Atlantic que ya recomendé con entusiasmo hace algunos años. 


No voy a engañar a nadie: es un podcast «para mayores». Es un tema muy serio y muy denso del que desde aquí no tenemos ni idea, pero su escucha es una experiencia interesantísima. El asesinato de Martin Luther King y todo lo que desencadenó sirve para contar cuál era la situación política y social de Estados Unidos a finales de los años 60.  Por ejemplo, no tenía ni idea de que King era muy poco popular justo antes del asesinato (más impopular en las encuestas que la Guerra de Vietnam) o que entre ciertos colectivos de la comunidad negra creían que King no estaba haciendo nada por acabar con el racismo o que Lindon B. Johnson se puso de perfil tras el asesinato porque le convenía políticamente.


Es un podcast perfecto en el que no quiero dejar de señalar una cosa. En los ocho episodios los efectos de sonido son casi inexistentes, pero todo está construído a partir de una música que recrea el ambiente, que lleva al oyente a aquellos días, a la tensión, la sensación de incertidumbre, el vértigo y la incredulidad, las protestas, la desilusión y el fin de la esperanza. Me repito, pero es que es algo impresionante. Y acabo de buscarlo y es música de Julius Eastman interpretada por Wild Up. 


El arte y la web son también magníficos y hay transcripción de todos los episodios. De su página he sacado este pantallazo que explica muy bien por qué Martin Luther King era odiado en sus días y ahora es considerado un mártir. 


Supongo que hasta aquí no ha llegado nadie. Lo siento, porque aquí viene la recomendación en español que no podéis perderos este mes. El enemigo. El crimen de la viuda de la CAM es el documental de investigación que acabamos de lanzar desde El País Audio. ¿Es un true crime? No. Es un podcast periodístico en el que Braulio García Jaén y Bárbara Ayuso reconstruyen no solo el asesinato de María del Carmen Martínez, «la viuda de la CAM», sino todo lo que había detrás: unas relaciones familiares muy tirantes, nuestro propio Succession, que desencadenaron o no el crimen. Además, entre todas las voces que participan está la más importante: la de Miguel López, el principal sospechoso, que cuenta por primera vez su versión. Acaba de estrenarse y serán 4 episodios.  


Breves, porque ya no hay tiempo para más: 


  • Me he enganchado bastante a Wiser than me, con Julia Louis Dreyfus. Me entretienen todos, pero del episodio con Diane von Furstenberg me quedo con lo que dice Diane: «Es feo preguntar ‘¿cuántos años tienes?’ Es mucho mejor preguntar ‘¿cuánto has vivido?’; cambia la percepción del tiempo por completo».

  • Believe in magic. Esta serie también la he escuchado completa en mayo. Es de la BBC y cuenta la historia de Megan, una adolescente británica con un tumor cerebral que fundó una asociación para cumplir los sueños de los niños enfermos. Por supuesto en esta historia hay gato encerrado y Jamie Bartlett la cuenta fenomenal. 

  • Frontlines of journalism, también de la BBC. Si sois periodistas, o si sois personas medianamente preocupadas por la información que recibís, os interesarán estos 10 episodios de metaperiodismo. ¿Qué es la verdad? ¿Se puede ser neutral? ¿Ser imparcial debe ser el objetivo del periodismo? ¿Qué peso debe tener tu historia en lo que cuentas? ¿Quién paga la información? Son episodios de 10 minutos interesantísimos. 



2440 palabras y se me han quedado cosas fuera. Mi más rendido agradecimiento si has llegado hasta aquí sin morir en el intento. 

Pues con esto ya estaría. El mes que viene más pero dudo que mejor.

Entrando aquí está en Spotify la lista de Podcasts encadenados.

Si escuchas algo de todo lo que he comentado, ven a contármelo: me hará ilusión.