lunes, 8 de septiembre de 2014

Ensayo (absurdo y prejuicioso) sobre "el cantautor".


La palabra "cantautor"  automáticamente crea en mi cabeza (y en la de casi todos) la imagen de un tío con una guitarra sentado en una banqueta, entonando una canción de amor desconsolado. La imagen es en blanco y negro. Cuello vuelto o camiseta. 

¿Cómo se hace un cantautor? ¿Nace o se hace? 

Con mi mente calenturienta me pongo a imaginar absurdeces. 

Imagino al cantautor de turno en su más tierna infancia con su guitarrita, escuchando a Bob Dylan y tocando canciones de misa o de boy scouts. Le imagino viniéndose arriba un día y tras haber traducido un par de temas de amor de Police y comprobar que la vecina no le hacía caso, lanzarse a escribir una canción. 

Ya tiene la canción y ¿ahora qué? 

Hasta aquí no es cantautor, es un tío con una guitarra que ha escrito una canción. Todavía puede ser líder de una banda. 

Aquí justo está la encrucijada: el camino de la derecha lleva a tener un grupo con colegas para hacer el memo y el camino de la izquierda lleva a comprarte una banqueta dónde nunca estés cómodamente sentado. 

Los que van directos a la sección de banquetas de Ikea son los que no tienen amigos. 

En mi hilo de pensamiento absurdo, digo adiós a los líderes de bandas y me quedo con los que tienen una guitarra, una canción y no tienen amigos y voy más allá. 

¿Por qué no tienen amigos a los que abrasar con su canción y su plan maestro de formar un grupo musical?

Aquí tenemos otras dos opciones, (vale, puede haber mil opciones pero es mi hilo de pensamiento absurdo y lo manipulo como quiero)

Opción una que encaja con el estereotipo de cantautor; nuestro héroe es un brasas. No tiene una sola canción, tiene 2500 tonadas sobre amor no correspondido, sobre amor consumado, sobre la paz en el mundo, sobre el medio ambiente y sobre la crueldad de la vida. Tuvo amigos pero los perdió por pesado porque todas esas canciones han salido de su impresionante vida interior que se empeñaba en contar en los corros del patio, los fuegos de campamento (todos los cantautores han hecho fuegos de campamento...aunque fumaran porros en vez de cantar canciones de misa), tomando copas y en las barbacoas. 

Opción dos. Nuestro héroe se cree lo más de la creación. Tiene amigos y los valora pero no lo suficiente como para que le acompañen en la gloria que sin duda le acarreará su genio musical. No quiere ser el líder de una banda, no quiere que le hagan coros (a no ser que sean muy muy al fondo del escenario y escasamente iluminados), no quiere tener que discutir el orden del set list o ¡quien sabe!, lo mismo hace una banda y por alguna extraña carambola del destino el bajista es más alto, más guapo y más listo y la banda acaba deshaciéndose con gran disgusto de sus fans y él acaba sólo y sin banqueta. Nuestro héroe es muy precavido. 

¿Qué efecto provoca un cantautor? 

En mi, (repito que es mi bucle absurdo) hay dos opciones: pereza mortal que me da ganas de torturar y asesinar o amor absoluto, desinteresado, sin medida ni criterio. 

Los que me provocan amor absoluto y descontrolado cantan en inglés. Esto es así, pueden ser unos cursis redomados, de hecho algunas de sus letras sólo las murmuro porque hasta en la más absoluta de la soledades hay cosas que me da vergüenza decir (a ti, no) pero a mí me flipan. 

Los de la pereza mortal cantan en español y me resultan cansinos hasta el infinito. He desarrollado un "dedo gatillo" que hace que si por casualidad saltan en la emisora de radio que tengo de fondo en el coche, mientras cocino o dónde sea tarda medio segundo en cambiar de emisora. 

¿Todos los que cantan en español me dan ganas de hacerme profesional de la introducción de cañas bajo las uñas de las manos? No. 

Los identificables con una sola palabra, su apellido normalmente, pueden gustarme más o menos pero no me dan cansancio vital: Sabina, Serrat, Loquillo (este es un poco líder de banda), Ariel...

Todos los demás, los de nombre y apellido, me hostilizan. (Vale, Antonio Vega es la excepción que confirma la regla pero también era un líder de banda con quizás demasiados amigos) 

¿Cómo son las canciones de un cantautor? 

Muy parecidas. Digamos que el mundo del cantautorismo no está tocado por la varita de la originalidad y yo lo entiendo. Subirte solo, a sentarte incómodo en una banqueta, con la guitarrita como único escudo (los que tienen un piano son de otra liga) frente a un público entregado u hostil es una tarea para valientes. Si resulta que has dado con un estilo que hace que la gente te aplauda, compre tus discos y te haga ligar...habría que ser muy tonto para cambiar de estilo y arriesgar. ¿Para qué? A lo sumo, se contrata una banda profesional controlando que no sean ni más altos, ni más guapos, ni más listos, ni con más carisma ni que canten mejor que el cantautor y se hace un disco "más potente" con la base de las mismas canciones. 

Con todo esta teoría muy prejuiciosa y absurda sobre los cantautores el viernes me "liaron",(me amenazaron de muerte y con maldiciones varias sobre mi vida sexual) para ir a ver un cantautor español de los  de nombre y apellido y que cantaba sentado en una postura tan incómoda que pensé que a él también le habían amenazado con matarle si no daba ese concierto. 

Con todos mis prejuicios y mi pereza mortal y pensando en palillos me senté contra una tapia de piedra a escuchar ese concierto y...me gustó. 



"Princesa sientes la fuerza, estoy seguro cuando mi espada laser entra en tu lado oscuro" 

Me reí. Risa con un cantautor, una nueva experiencia. 

- Moli, ¿has visto que guapo es?
- No, no me he traído las gafas y veo una camiseta gris que sujeta una guitarra. 
- ¿A que te ha gustado?
- No ha estado mal.
- Pues le he hablado de ti y de tu blog. Ven que os voy a presentar. Rafa, Moli. Moli, Rafa. 

Me pregunto qué pensarán los cantautores de las blogueras que saludan y se quedan sin nada medianamente inteligente que decir.  

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Hecha de libros.

A principios de verano  encontré un maravilloso artículo de Zadie Smith  que empecé a leer a la defensiva porque trataba el absurdo tema de las "lecturas de verano". Dado que yo leo igual en verano que en invierno, en la playa que en la montaña, en un sofá que en una tumbona, la clasificación de lectura de verano siempre me ha chirriado. 

Me disperso. Empecé el artículo a la defensiva, pero según lo leía iba asintiendo y pensando "es justo eso", "es así", "es tal cual", y si hubiera sido un poco más friki y un poco menos vaga, al terminar me habría puesto en pie y habría gritado ¡Bien por Zadie!, puede que incluso hubiera bailado en círculos. 

"Quite often I am asked to recommend, as a practice, the habit of "reading." I like to do this, though I always feel a little phony. To recommend something implies that its presence in your life is a positive choice, like playing tennis or avoiding gluten. For me, being a reader, in summer or at any other time, isn't a "lifestyle choice".

"En muchas ocasiones me animan a recomendar, como una práctica, el hábito de leer. Me gusta animar a leer aunque siempre me siento un poco falsa. Recomendar algo implica que su presencia en tu vida es una elección acertada, una opción, como jugar al tenis o no comer gluten. Para mi, leer, en verano o en cualquier otro momento, no es un "estilo de vida".

Exacto. Para mi, leer no es un hábito recomendable, no leo porque me entretiene, porque hace que nunca me aburra, porque amenice cualquier espera,  porque me haga llorar, reír, sentir, aprender, emocionarme, indignarme, conocer nuevas palabras, nuevos países, otras épocas, otras experiencias, otras vidas. No leo porque me calme, me centre, me ayude o me inspire. Ni siquiera leo porque me guste. Leo igual que camino, como o respiro. 

"I think that if I were a very good swimmer, I would be proud to be so, but being proud of being a reader, in my case, is like being proud you have feet".

"Creo que si fuera buena nadadora estaría orgullosa de ello, pero estar orgullosa de leer, en mi caso, es como estar orgullosa de tener pies."

Exacto otra vez, pero un poco menos. 

Estoy con Zadie en que leer no es algo de lo que estoy orgullosa porque, sencillamente, no sé no leer. Habrá mucha gente que considere que esta afirmación es excesiva pero es un hecho. En las peores épocas de mi vida he estado sin comer, sin hablar y sin dormir... Jamás sin leer. 

No estoy orgullosa de leer, de ser una lectora. Estoy orgullosa de la lectora que he llegado a ser. No quiero decir con esto que cuando empecé a leer, que a lo largo de todos mis años de lectura caótica, sin rumbo, saltando de libro en libro simplemente porque me apetecía, tuviera en mente convertirme en una buena lectora... Pero me he convertido en eso. 

Soy una buena lectora. Igual que soy una buena nadadora capaz de nadar 14 km a la semana. Nunca pensé que diría ninguna de estas cosas. 

¿Por qué me considero una buena lectora? O mejor dicho, ¿por qué me considero mejor lectora que cuando empecé?

Porque escribo sobre lo que leo. Porque leer me empuja a escribir y al escribir mi visión sobre lo que leo y como lo leo se amplía. No es ni mejor ni peor que cuando no escribía... Es diferente, más grande, más amplia. 

Porque sé cuando un libro es una basura pero será comercial y le gustará a todo el mundo. 

Porque sé qué autor me gusta y porqué me gusta. 

Porque sé reconocer cuándo un autor que me encanta ha pinchado y no lo defiendo como si fuera una hooligan. 

Porque cuando reconozco que un autor que me gusta ha escrito algo malo, eso no me hace despreciar todos sus textos anteriores ni olvidar los buenos momentos que he pasado leyéndole. 

Porque si un autor me gusta, aunque pinche, le doy otra oportunidad. Porque no doy segundas oportunidades. Y no me importa. 

Porque sé cuándo algo no me gusta y no hay nada que hacer. 

Porque sé cuándo algo no me gusta porque no he sabido leerlo. 

Porque sé reconocer cuando estoy leyendo con prejuicios, siendo injusta, a la defensiva y sin embargo lo que leo me está gustando. 

Porque sé cuándo algo que leo me pilla demasiado joven. 

Porque siento que soy demasiado mayor para que una lectura me impacte,  pero entiendo que a mi yo de hace 20 o 30 años le dejara del revés. 

Porque he empezado a releer por el placer del reencuentro. 

Porque releo para descubrir. 

Porque si algo no me gusta aunque le guste a todo el mundo soy capaz de defender mi opinión sin que me importe lo que van a pensar los demás. 

Porque soy capaz de percibir una evolución en los libros de autores que me encantan. 

Porque soy capaz de enlazar lecturas, libros y autores. Encontrar similitudes y diferencias entre ideas, personajes y situaciones. 

Porque veo lo que falla en un libro. 

Porque he aprendido a maravillarme con la maestría que encierra un libro bueno. 

Porque recuerdo citas y pasajes... Tras haberlo copiados en mi cuaderno de lecturas. 

Porque tengo un cuaderno de lecturas, porque llevo años escribiéndolos y me gusta releerlos y pensar porque justamente copié ese párrafo. 

Porque soy capaz de leer libros malos igual que soy capaz de comerme una hamburguesa y encontrarle la gracia.

Porque dejo un libro a la mitad sin remordimiento. 

Porque puedo recomendar un libro para todo el mundo. 

Porque sé qué libro te gustará sólo a ti. 

Porque le tengo cariño a todos los libros que he leído y que me han hecho quien soy. También a los malos y a aquellos que odié profundamente. 

Porque como dice Zadie,

I find it hard to name the one book that was so damn delightful it changed my life. The truth is, they have all changed my life, every single one of them—even the ones I hated. Books are my version of "experiences." I'm made of them.

Exacto. 

Porque estoy hecha de libros. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Vacaciones a la francesa (y IV).




Inicio. Una maleta enorme y prestada, muchos "por si acaso" que han resultado ser fundamentales. 2 libros y 2 cuadernos. 

Hacia el Norte. Olor a verde, a lluvia, a nubes, a gris. Verde, verde, verde. A menos de un orden de magnitud. La frontera. Escuchamos a los Beatles pero no vale poner temas categoría "A", valen más los C y D pero admitimos alguno de categoría B. 

Toulouse. Un cuadro de Audrey Hepburn sobre la cama y vistas a la basílica. Carpaccio de buey con gratinado de patatas en The Winter Garden. Puertas correderas en los baños de las habitaciones. Nada más sentarte en un restaurante agua en la mesa. ¿En qué momento en España dejamos de beber agua en jarra y nos volvimos unos repijos bebiendo agua mineral? ¡Reivindico la jarra!

Un claustro con unas tumbonas para descansar del paso turista. "Groucho. Vintage". Me compro un vestido de princesa de los años 60. Lluvia en un paseo junto al río. Despertar con un rastrillo junto a la basílica que han colocado tan silenciosamente que me llevo un susto al verlo. 

Carcassone. Exin Castillos. Un chal blanco y verde. Un comic para M. A las princesas les hubiera flipado el castillo. Una boda, él de uniforme, es guapo y parece tan joven. Me recuerda a alguien. 

Carreteras comarcales, oscuras y llenas de bosques. Equilibrios sobre el verde. Albi. Una wifi desesperante. Crumble con frutos rojos. No me gusta la creme brulé aunque venga el chef que se parece a Popeye y con tatuajes en los brazos a darnos la receta. Albi de noche. Pasos que resuenan. El puente viejo, pierdo la cuenta de todas las veces que vamos a cruzarlo. Un desayuno con vistas. Me cuelgan los pies del vater del hotel ¿Estas cosas no son estandar? 

Santa Cecilia. Bóvedas azules. El infierno con todos los pecados; creo que los tengo todos. Aprendo lo que es un jubee, mejor dicho, un vago recuerdo almacenado en una lejana neurona de mi cerebro recuerda mis apuntes de Gótico de la carrera. Una contractura en el cuello, un concierto de órgano. Tagliattele a la trufa. Tatin de manzana que hace que casi caiga de rodillas y pida matrimonio al cocinero. Decido hacer una cata de tatin de manzana en este viaje (No volveré a encontrar un restaurante con tatin de manzana en su menú) 

Toulouse Lautrec. Ambialet. Caloreta y sudor de canalillo. 

Monestries. Cordes sur Ciel. Una pulsera de piedras azules que ya no me he quitado. Curvas, cuestas y flores. En mi próxima casa pondré contraventanas de colores. Spider Juan. Lluvia, lluvia y lluvia. Niebla. Por la carretera suenan los Everly Brothers, Ray Charles y los Jackson Five, jugamos a adivinar el cantante. 

Sarlat. Noche oscura, niebla y luz dorada. Omelette con patatas típicas. Juan pide islas flotantes y por supuesto yo conecto las islas flotantes, con Diane Keaton en Misterioso Asesinato en Manhattan y hablamos de Woody Allen. Siempre es buen momento para hablar de Woody Allen. 

Apartamento Cabaret. Cama con dosel y unos sillones morados tan enormes que me atrapan y en los que parezco de Lilliput. Por supuesto me cuelgan los pies. Por fin un wifi decente. 

Mercado de Sarlat. Ni la Gran Vía en Navidad está así de abarrotada. Callejeamos sorteando a la multitud. Leo en francés y a la vez traduzco. He descubierto que se muchísimo más francés del que pensaba pero cuando intento hablar me sale todo en inglés. 

Dome. Mi pueblo favorito del mundo mundial. Aquí quiero retirarme a escribir y leer. Incluso podría cultivar hortensias. Una puesta de sol en el mejor mirador en el que he estado jamás. Descubrimos la función "sonrisa" de la cámara de mi teléfono y que tengo una mueca que no es sonrisa pero que la cámara detecta como si lo fuera y me retrata. Es una mueca en la que levanto mucho las cejas. 
Foie con mermelada de higos. Los americanos. 

Descubrimos un sitio con "Formule Petit Dejeneur":cafe, zumo, queso blanco y dos bollos. Lo llevan tres mujeres con gafas imposibles y tan francesas que parecen una caricatura.

Estreno el vestido blanco. Comprobado, las cosas con vuelo me hacen sentir como una princesa...o una cursi, según se mire. Cuevas y abrigos prehistóricos. Lascaux impresionante. El castillo de Losse, el primero de muchos. Parmentier de oca en La Rapiere. Yo no como confit porque parece pájaro pero si la oca está desmigada me la como tan ricamente y se me caen las lágrimas de gusto. La camarera nos recuerda de hace un par de noches; Juan es inconfundible. Todo el mundo es encantador.

Me despierto por la noche del susto. Un ruido ensordecedor me ha hecho sentarme en la cama, resulta ser un trueno. ¡Bien! Me levanto y contemplo la tormenta con rayos y truenos desde la ventana. Me pregunto que tipo de sueño narcótico tiene Juan que ni se ha inmutado. 

Mañana gris. Manga larga y paseo en gabarra por el Dordoña. La voz en castellano de la audioguía es la misma que en la catedral de Albi y nunca ganará un Oscar por su interpretación de un gabarrero del siglo XVIII que cuenta la historia de la zona. Museo de la guerra en el castillo de Castenauld. Compro un tirachinas de madera para M. Descubro que mi visión de la Edad Media está muy contaminada por los caballeros de la mesa cuadrada de los MOnty Phyton, "Tenemos un grial" grito desde cada muralla. Aprendo de ballestas, mosquetes y catapultas. Paseo por los jardines del Marqueyssac; un mirador volado a 192 metros altura, no apto para gente con vértigo. Un delantal recursi para C y un libro de jardines para el Ingeniero. Lápices. Raviolis de setas. 

Compras de último día. Salchichones y foie. Un juego de la oca para las princesas. 2 sombreros de paja y protector solar. 

9 km remando al compás (¡Mary Poppins al compás!) Dordoña abajo casi sin hablar. Amistad en estado puro. Bocadillos de salchichón en la orilla y siesta al sol. Por la tarde descubro mi dulce de manzana más favorito del mundo mundial. 

Última puesta de sol en Dome. Volvemos a ver a los americanos. 

El coche huele a trufa. Escribo este post mientras volvemos. Música y paisaje y la cabeza funcionando sin parar. 

¿Qué pinta Wilco en una lista de música para madres? 

Te hubiera encantado este viaje. Fin.



Gracias a Elena Rius por todas sus recomendaciones para el viaje y a P por aguantarnos tantísimo.

viernes, 29 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (III): Dos encuentros.



Sarlat nos recibe con una densa lluvia.La plaza de los canónigos en Sarlat es el típico sitio que al visitarlo piensas: como molaría tener un apartamento aquí. Llegar a Sarlat y darte cuenta de que es justo ahí dónde está el apartamento Cabaret que tuvimos la suerte de alquilar hace 10 días es sencillamente increíble. 

Sarlat es tan bonito que parece mentira. Los días de mercado está tan abarrotado que te dan ganas de tirar bombas fétidas o salir huyendo despavorido...pero una vez que el mercado se cierra, queda un pueblo tranquilo, lleno de casas maravillosas en las que sólo viven 600 personas de las 10.000 que componen su censo. (esto lo aprendí en el ascensor panorámico de la torre de la antigua iglesia desde el que fiché la casa que quiero para retirarme a escribir). 

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Suena música, música alegre, de la que me hace mover los pies. Nos acercamos y hay ocho músicos, todos distintos y peculiares. El cantante viste una especie de chaqué antiguo y un sombrero calado hasta las cejas, recita y canta con voz rasposa. Hace de maestro de ceremonias para que la multitud congregada a su alrededor siga la fácil coreografía: levantar los talones para ponerte de puntillas y dejarte caer sobre ellos al compás. Observo una perrofláutica rubia que es con mucho la persona más arrítmica que he visto en mi vida; baila en primera fila tan absolutamente fuera de ritmo que me da hasta pena. Eso sí, ella está encantada. 

Detrás del cantante está el batería, pequeñajo, rubio, con barba y bigote y grandes gafas de concha cuadrada; para animar se sube encima de la banqueta a dar palmas. A su derecha, otro tipo delgado, con una camiseta azul y pantalones de pana arremangados (hombres del mundo...¡la pana en verano es mal!) y descalzo toca el triángulo, un timbre de hotel con dedales puestos y una especie de plancha acanalada. Lleva sombrero y tiene los ojos azules. El acordeonista, que no puede ser más francés ni más tierno,  lleva boina, pantalones bombachos y tirantes. También es guapo y deambula delante del público con una bonita sonrisa. Un guitarrista bajito que toca sentado una guitarra española, un contrabajista con un turbante en la cabeza, un trompetista con gafas rayban y una horrorosa chaqueta amarilla forman el flanco izquierdo. 

El que maneja el cotarro es un tipo con pinta de estereotipo francés, con pinta de llamarse Pierre y llevar una baguette en el bolsillo. Con barba, gafas de concha, camiseta de rayas y gorra toca una especie de okulele y da instrucciones. 

A su lado está él. Chaleco negro, camisa blanca, sombrero negro, pelo largo y unos ojos azules impresionantes. Toca el saxofón y se llama Jimmy. Me he enamorado. 

En primera fila con mi sonrisa de estar feliz muevo los pies al compás y disfruto de la música. Son muy buenos, espectaculares. Cuando terminan compramos el cd, quiero recordar siempre este momento en Sarlat. 

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Él está sentado a mi izquierda, ella enfrente de él queda en diagonal conmigo. Los dos llevan pantalones cortos, él calza unos zapatos mephisto de trekking y ella unas zapatillas deportivas. Él lleva un jersey azul marino y ella sobre una sencilla camiseta blanca se echa una chaqueta por los hombros de esa manera que sólo se aprende a hacer cuando tienes más de 60 años. 

Cuando nos sentamos nosotros, ellos están por el segundo plato. Él come pájaro y está trajinando con los cubiertos como si estuviera operando a corazón abierto. Ella ha optado por un entrecot gigante. Encima de la mesa una botella de vino blanco casi terminada. 

Les escucho hablar y se que son americanos. Escucho retazos de su conversación: hablan de cine, de personajes que les han marcado, de la manera en que deben contarse las historias, de recuerdos de la universidad....Se rien. 

- Juan, ¿has visto a la pareja de al lado?
- No me avergüences, que se oye todo.
- No seas paranoico, no me oyen y además no me entienden. Deja de poner cara de susto que así es como llamas la atención...
- ¿Qué les pasa?
- Son pareja desde hace poco...
- ¿Cómo lo sabes?
- Por como están sentados, como se hablan, porque desprenden esa sensación de "estoy justo donde quiero estar y con quien quiero estar, aquí y ahora". 
- Te montas unas pelis en la cabeza que alucino contigo...eso es una memez, yo no percibo nada. 
- Tú no lo percibirías ni aunque te diera en la cabeza...  

Queso con fresas del Perigord de postre, me relamo de gusto y sonrío...y me encuentro con la sonrisa de la desconocida americana mirándome fijamente. Él se ha levantado, supongo que al baño. Sonrío más sin saber muy bien que decir, por un momento me entra pánico al pensar que a lo mejor si entiende el español.

- Hola, buenas noches. 

Lleva el pelo corto, rubio casi blanco y unas gafas con una finísima montura dorada. Es guapa, tuvo que ser guapísima cuando era más joven, aún lo es. Muy guapa y simpática.

- ¿Sois franceses?
- No.- estamos paralizados por la sorpresa.
- ¿De dónde sois?
- Españoles.
- ¡Ah, españoles! Yo nunca he estado en España pero él sí. 
- ¿De dónde sois vosotros?
- De California, de San Francisco.
- Bonita ciudad, me encanta.- dice Juan. 
- ¿Lo conoces?- ella lo pregunta como si viviera en un pueblo perdido del Amazonas y fuera extraordinario que alguien lo conociera. 
- Si, he estado tres veces.- contesta Juan. (esto si es un poco extraordinario)
- ¡Ah! y ¿Qué relación tenéis vosotros?
- Somos amigos.- contesto. 
- ¡Como nosotros!

Nos reímos. 

- ¿Qué tiene de gracioso que seamos amigos como vosotros?- pregunta él que ya ha vuelto.

Obviando alegremente esa pregunta cuya respuesta iba a sonar difícil de creer comenzamos una conversación sobre el Perigord, los tres viajes a San Francisco de Juan, los parques naturales de Estados Unidos y hablamos de nuestras intenciones de coger una gabarra y hacer canoas en el Dordogne.

- ¡Oh! Nosotros también vamos a hacer canoas. Nunca lo hemos probado.- dice ella mientras no para de reír. 
- Es muy divertido, seguro que os gusta.- contesto. 
-  Bueno, a nuestra edad hay que probarlo todo ahora, no tenemos toda la vida como vosotros. 
- Seguro que sí. - contesta Juan que está en modo diplomático "on".
- ¡Qué va! Él tiene 84 y yo 76.- susurra ella para luego estallar en carcajadas.

Cuando aún estamos con la boca abierta por la sorpresa de su edad, ella dice:

- Sí, somos muy mayores pero estamos felices. Los dos tuvimos una vida antes de conocernos y estar juntos. 

Sin reponernos del todo de la sorpresa, intercambiamos unas cuantas reflexiones sobre viajar, el Perigord y el Gran Cañón y nos despedimos entre sonrisas, encantados de habernos conocido. 

Enfilamos la preciosa calle principal de Dome...

- Moli...
- TE LO DIJE. 
- Tenías razón...tienes un puto radar para estas cosas.
- Te lo dije, estaba segura. 

Cuando cogemos el coche para volver a Sarlat, los veo caminando abrazados hacia el cottage que han alquilado y en el que pasarán diez días antes de volar a París. 

 Por el retrovisor, los veo una última vez. Sonrío y pienso que quiero volver a encontrármelos, pienso  que ojalá les queden muchos años de vida para disfrutarse y pienso que yo también quiero eso...



miércoles, 27 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (II)

Albi. No hemos dejado piedra sin pisar, calle sin pasear, vista sin ver ni puente sin cruzar. No sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar pero nada más llegar y ver la alucinante vista desde el hotel decidimos que habíamos sido lístisimos al reservar 3 noches allí. 

Albi es el paisaje que querrías ver cada día al levantarte al vivir en una ciudad, un paisaje que cambia cada día, a cada rato y del que es imposible cansarse. 

Tiene la que es desde ahora mi catedral más favorita del mundo mundial. Es la más grande de ladrillo de todo el mundo. Por fuera es tan inmensa, tan increíblemente grande que a su lado y al mirar hacia arriba te mareas y te sientes canijo. Esa inmensidad no te prepara sin embargo para lo que vas a encontrarte dentro y que es sencillamente alucinante. Pasamos más de hora y media deambulando mirando los techos (pintados hace 500 años y que jamás han sido restaurados, se conservan tal cual fueron pintados con unos azules brillantes increíbles) y repasando con detalle el Juicio Final que decora el altar mayor y que está pintando al temple. 

Como todo en este viaje está saliendo redondo tuvimos la increíble suerte de asistir a un concierto de órgano en la catedral. Si, ya lo se, ¿un concierto de órgano? Menudo rollo. Yo también habría dicho eso hace 3 días pero fue espectacular. Un órgano de 1736, con 5 teclados de manos y un par de ellos de pies, sonando en la nave de una catedral mientras descansas los pies del "paso museo" y el cuello de desnucarte mirando bóvedas. 

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- Juan, el organista tiene 31 años, ¿no alucinas con que sepa tocar ese órgano?
- Piénsalo así Moli. ¿Qué ha hecho ese tío con su vida para saber tocar así ese órgano con 31 años?
- ¿Qué quieres decir con eso? 
- Ese chico no sabe nada de la vida, no ha hecho otra cosa que tocar el órgano...no es como nosotros. 
- Jajajajaja, vale...visto así vale...pero tú seguro que te has tocado mucho el órgano.
- Touché. 

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Otra mañana entera en el museo de Toulouse Lautrec que también está en Albi porque resulta que nació allí. Me gusta Toulouse Lautrec desde que era enana porque vi una película sobre su vida, Moulin Rouge de John Houston , que me impactó muchísimo. Luego crecí, estudié arte y me siguió gustando pero siempre he mantenido ese vínculo con Lautrec gracias a esa pintura. 

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- Tengo una contractura brutal en el cuello. 
- ¿Quieres que te de un masaje?
- ¿Es una prueba de amor absoluto para ver si ganas la competición?
- No joder, lo hago desinteresadamente. 
- Vale, entonces si. 
- Joder, pero ¡cómo tienes el cuello! Es un puro nudo. 
- Pero vamos a ver, ¿no te he dicho que tenía una contractura?
- Ya pero normalmente las tías os quejáis y luego no tenéis nada. 
- Primero yo no soy "las tías" y segundo ¿a quién más le das masajes?
- A nadie y cállate o lo contamos como prueba de amor. 

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Carreteras comarcales. Pueblos en medio de un meandro inmenso. Iglesias perdidas. Carreteras entre árboles que acaban en medio de unos campos desde los que se ve a 40 km a la redonda y en los que echo de menos no llevar una falda de vuelo para salir a correr y cantar como Julie Trinos. Un castillo en ruinas que fue quemado por los nazis y en el que me adentro a pesar del peligro de derrumbe. 

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- Moli, ahí hay otro sitio perfecto para que hagas tu equilibrio y nos avergüences a todos.
- Yo no avergüenzo a nadie.
- Nos mira todo el mundo.
- Eso no es avergonzar, es llamar la atención y nos miran por tu culpa, eres demasiado alto y se te ve mucho.
- Ya claro, y la loca subida jugándose la vida no llama la atención ¿no?

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Cordes sur ciel es tal y como dicen las guías y más. Un pueblo medieval construido a partir de 1222 en siete años, con unas cuestas increíbles, unas casas preciosas y flores en cada rincón y esquina. 

- Moli, hazme aquí fotos saltando. 

Montamos tal espectáculo que la gente se para, aplaude y saca fotos a "SpiderJuan".

- Una cosita,  nos han aplaudido, nos han hecho corro y los niños querían copiarte la foto y ¿LUEGO SOY YO LA QUE TE AVERGÜENZO? 
- La culpa es tuya que me das ideas. 
- Touché. 


Bajo una lluvia torrencial ponemos rumbo al Perigord mientras escuchamos una lista de Spotify creada por Juan con el sugerente título de "música de madres". 

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domingo, 24 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (I)


Conduzco. Hablamos de ciento veinticinco cosas a la vez en una sucesión sin ningún tipo de sentido más que para nosotros. 

- A ver Juan, ¿Me estás diciendo que no estoy en tu grupo de "personas escogidas"?
- A ver, no te pongas así. Lo estás tergiversando. 
- Ah ¿si? ¿Cómo se tergiversa la frase "Moli, no estás en mi grupo de personas escogidas"?
- Le estás dando una importancia que no tiene. 
- Una mierda. A ver, ¿quién está en ese grupo?
- Mi madre, mi tía, mis inquilinos.
- ¿Tus inquilinos están en el grupo de "personas escogidas" que pueden llamarte por la noche y YO NO?
- Lo estás sacando de quicio, es por si tienen una emergencia.
- ¿Me estás diciendo que si yo tengo una emergencia y te llamo por la noche no sonara tu móvil pero si a un inquilino que no sabes ni que cara tiene se le rompe un grifo si podrá perturbar tu sueño??
- ¿Qué clase de emergencia puedes tener tú?
- ¡Yo que sé! me quedo sin llaves, ligo y necesito contártelo, me quedo tirada con el coche, ligo y me proponen un trío.
- Vale, te meto en el grupo esta misma noche.
- Esta noche no hace falta, dormimos la misma cama. 
- ¿Ves como eres escogida?

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Toulouse. Escogimos la ciudad un poco al tún tún y el hotel por nuestra científica combinación de: wifi + parking + criterio de las colchas. El resultado es un hotel coqueto en una ubicación estupenda, con un wifi regulero y sin colcha. La habitación está más allá de ser coqueta, es canija pero conseguimos no molestarnos el uno al otro. 

Toulouse. Me sorprende muchísimo y me encanta. Es una ciudad llana, con un centro histórico con vida y unas casas maravillosas de esas que me hacen envidiar a los que viven en ellas. La gente es encantadora y muchísimos hablan español. Acierto de pleno en mi elección de cena el primer día y con mi Carpaccio de Buey con patatas al gratén me sitúo como número 1 en la competición de "a ver quien elige mejor en los restaurantes". Visitamos la estupenda colección de pintura de la Fundación Bemberg y nos morimos de la risa con la catedral y su total falta de coherencia al unir la parte románica con la gótica. Pasamos un buen rato en una librería de comics y cenamos en un indio la segunda noche y vuelvo a ganar con mi pollo de la región de Madras. 

Un río fabuloso y además llueve. 

- Moli, tienes que irte a vivir al norte. La lluvia te alegra el carácter. 

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- Moli, vas muy francesa con esa camiseta de rayas.
- Me lo tomaré como un cumplido, gracias.
- Pero una cosita, ¿por qué cuando yo me pongo mi camiseta a rayas me dices que tengo pinta de gondolero y tú no?
- Mírame, ¿tengo pinta de poder empujar una góndola? 
- Touché. 

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Carcasssone. 

Ciudad medieval en la que te sientes como si estuvieras en medio del Exin Castillos, en el castillo de los clics, en y en una página de Obelix y Compañía. Lamentablemente y como le ha sucedido a otras destinos turísticos ha caído presa de la maldición del "parque temático" que quita encanto y vida a esas ciudades convirtiéndolas en un parque temático donde hordas de turistas pasean, compran y consumen. Hay una tienda de chocolates, una de souvenirs, un cafetín, una tienda de chocolate, una de souvienirs, un cafetín. 




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- Toma anda, el último trozo de la crepe de Nutella para ti. 
- Es mi turno, no te hagas la buena.
- Ya, pero la tengo yo en la mano. Podría comerme este último bocado delicioso dónde se concentra toda la nutella y que además hará que se quede el gusto en la boca...pero te lo voy a dar a ti. 
- Vale Moli, gracias. 
- Que sepas que esto ha sido un gesto de amor supremo que seguro que ninguna de tus personas escogidas haría. 
- Touché. 

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Al salir de Carcassonne, desechamos la autopista y nos metemos por carreteras secundarias flanqueadas por árboles inmensos y que nos llevan a subir la Montaña Negra hasta llegar al país de los cátaros y por fin a Albi. Hacemos el tonto y saltamos.

Continuará...

jueves, 21 de agosto de 2014

Tu primer ahorro ¡chispas!




Si el Sr. Miyagi fuera un gurú de verdad y no un tío que se aprovechaba de la inocencia de un pobrecito para que le hiciera las tareas del hogar, su  famosa frase de “dar cera, pulir cera” hubiera sido “ganar pasta, gastar pasta”. 

El ahorro es misterioso, frustrante, adictivo y un círculo vicioso. 

Nos embarcamos en la tarea del ahorro desde muy pequeños. Tus padres, tus tíos, tus abuelos, tu prima Mari Puri te dan dinero y te dicen “para tu hucha”. Cuando eres pequeño, el simple hecho de echar algo por la ranurita de la hucha proporciona una gran satisfacción. Si eres muy muy pequeño, lo que más mola es que te den muchísima monedas que hagan mucho ruido al caer y que hagan que tu hucha pese muchísimo y suene al agitarla.  

Pronto comprendes  que esa alegría con la que los mayores se desprenden de las monedas no puede ser buena. Comprendes que los billetes son mejores y  te conviertes en un experto en papiroflexia monetaria consiguiendo doblar cualquier billete para que entre por la ranurita.  Por primera vez los mayores te dicen “esto para que lo ahorres”.  No sabes para qué, ni porqué. Lo único que sabes es que no puedes cogerlo. De vez en cuando piensas que quieres comprarte cualquier cosa: un estuche, un boli chulo que se ha puesto de moda, 25 sobres de cromos...y entonces te dicen “No, hombre no...lo de la hucha es para algo importante”. 

Para ti no hay nada más importante ni más vital que el nuevo bolígrafo de 4 colores que tiene toda tu clase, de hecho lo necesitas para poder seguir viviendo pero no hay manera. Te repiten como un mantra:  “lo de la hucha es para algo importante de verdad.” Te pones a pensar entonces en algo grandioso: un viaje a un parque temático, un coche nuevo, una moto, un trampolín para la piscina. Pero tampoco: “no hombre, no...para eso tendrías que ahorrar toda tu vida”.

“Ahorrar toda tu vida”. No sabes porqué pero esa frase no te suena nada bien. La dejas a un lado e intentas pensar algo que sea importante de verdad pero para lo que no tengas que esperar 3 eternidades y media. 

Le das vueltas y más vueltas y al final decides que quieres ahorrar para una bicicleta superchula. 

Con ese objetivo en mente, te pones a ahorrar y aquí descubres la frustración. No puedes gastarte tus ahorrillos en un album de cromos pero para conseguir la bicicleta superchula tus ahorrillos se quedan muy muy cortos; meses y meses de espera aparecen ante tus ojos.  Ansías tener 4 cumpleaños al año, quieres ir siempre ir a visitar a tu prima Maripuri, intentas revalorizar tu trabajo: “Mamá, si me hago la cama ¿cuanto me pagas?” para descubrir que el trabajo como fuente de ingresos para ahorrar no compensa “30 céntimos y da gracias porque lo tendrías que hacer gratis que es tu obligación”. Definitivamente compensa más volver a casa de la tia Maripuri aunque huela a naftalina y las galletas que te de estén rancias. Intuyes que esto es un poquito rastrero pero lo haces por una buena causa, tu bicicleta superchula. 

Cuando esos meses de ahorro y frustración terminan y por fin una tarde al sacar todo de la hucha y recontarlo la cantidad necesaria para tu bici está delante de tus ojos, te enfrentas a un nueva sensación: ¿de verdad esa bicicleta que has estado anhelando durante meses merece tanto la pena como para desprenderte de tus preciosos ahorros y vaciar tu hucha? ¿Será capaz la bicicleta de compensar las horas que has pasado contando y recontando tus ahorros? ¿Compensará la bicicleta las horas y horas que has pasado imaginando aventuras en ella y la cara de envidia de tus amigos? ¿Seguro que quieres la bici? ¿Quieres ser cigarra o hormiga? (Aquí descubres la maldad espantosa que se encuentra agazapada en los cuentos...pero ese es otro tema)

La incertidumbre el ahorrador ha llegado a tu vida. ¿Te gastas lo ahorrado o ahorras un poco más para una bici mejor? 

Le das vueltas, lo piensas, lo repiensas. ¡Bah, total esa bici ya no es tan chula....si comes unas cuantas docenas más de galletas de coco mohosas, se te caen 4 ó 5 dientes para que venga el Ratón Pérez y esperas los 4 meses que quedan para tu nuevo cumpleaños podrás ahorrar lo suficiente para la bicicleta definitiva!

Sentado en tu cama, recoges todos los billetes, los vuelves a doblar por las marcas que meses y meses de papiroflexia han hecho en ellos, los metes en la hucha, la cierras y piensas: voy a seguir ahorrando. 

Ni el Sr. Miyagi ni nadie te lo ha dicho, pero con ese pequeño gesto de no salir a comprarte la bicicleta de tus sueños has puesto la primera piedra para tu hipoteca a 30 años. 

Tu yo de 40 años te dice: ¡sal y cómprate la bici! ¡Ahora! ¡Aprende a comprar! ¡Ya! ¡No seas hormiga!