“Casi nadie escucha y ¡es tan fácil! No tienes que hacer nada cuando escuchas. Verte escuchar es muy interesante. Si un tipo te dice algo que despierte tu interés, vaya, no se lo ocultes. Se trata de concentrarte en lo que está pensando en vez de en lo que vas a responderle tú después”
“Nadie se siente insultado porque le pregunten (…) lo más bonito que puedes hacer en la vida por alguien es dejar que te ayude”
Prestar atención a otro es un ejercicio supremo de interés. La atención es lo más importante que se le pude prestar a otra persona. Sí, lo más importante. No vale con el amor… ¿de qué sirve que te quieran mucho si no te hacen ni puto caso?
Pasa con los hijos. Quieres a tus hijos con una intensidad que jamás creíste posible, pasas el día pensando (unos más que otros) en sus cosas, te preocupas…Ellos saben que les quieres mucho, no tienen dudas (la mayoría), pero si lo piensan no se les ilumina la cara. Sin embargo, si vienen con un puzzle, y tú dejas tu libro a un lado y te pones con ellos a hacerlo, sienten que les estás prestando atención y son felices. El amor se lo das sin esperar nada a cambio, se da por supuesto. Tu les quieres y ellos a ti…se da y punto.
La atención no, la atención se presta. Y como es algo prestado hay que hacer buen uso de ella. Siguiendo con el ejemplo de los hijos. Tu cierras tu libro, te tiras al suelo y te pones a hacer el puzzle…si tu hijo te sonríe, se tira contigo al suelo, y entre los dos pasas dos horas hasta terminar el puzzle mientras charlas, cantas o simplemente estas en silencio haciendo lo mismo..sentirás que tu atención ha estado centrado en algo que valía la pena.
Si por el contrario, dejas el libro, empiezas a hacer el puzzle y tu hijo a los 10 minutos empieza a protestar, se enfada o se dedica a tirar las piezas…sentirás que estás desaprovechando tu atención. No has encontrado la recompensa que esperabas al prestarle tu atención.
No se trata de que les prestes atención porque quieres que den palmas con las orejas, se la prestas porque eres su padre y les quieres y te apetece...o no te apetece pero sabes que debes hacerlo, pero seamos sinceros...que pase de ti cuando te pones a jugar con él…frustra y a veces jode muchísimo.
Tu hijo es pequeño o no tan pequeño pero un poco cabrón y otro poco disperso, y probablemente no sepa apreciar lo importante que es que alguien le preste atención, por eso la desaprovecha. El problema está cuando la gente no aprende a valorar la atención la de los demás y llega a la edad adulta, pensando que tiene que ser el centro del universo simplemente por existir.
Prestar atención a alguien exige un esfuerzo. Para empezar exige salir de uno mismo, quitarse tiempo de mirarse a uno mismo para dirigir la mirada hacia otro. Si se dirige la mirada hacia otro es porque se ha sentido algún interés…el que sea…y se quiere profundizar en ese interés y por eso se centran los sentidos, la inteligencia, la mirada y se dedica tiempo.
Requiere un esfuerzo.
El que presta la atención piensa
Eh…has captado mi atención. Sí, tú…Algo tienes y has captado mi atención. La has captado y algo más. Un perro con un abrigo rosa y gafas de sol también captaría mi atención pero sólo por un segundo. A ti te estoy prestando más atención. Después de la captura que es mérito tuyo, el préstamo es mérito mío. No lo desaproveches, no te regalo mi atención desinteresadamente, te la estoy prestando...para algo. Para que confirmes que efectivamente debajo de esa primera impresión hay algo. Para que me reafirme en que por fin sé diferenciar un “diamante en bruto”, para que pueda decir…que bien que seguí mi instinto y le hice caso. Así que venga...sigue por donde has empezado y demuéstrame que he hecho bien en dejar de hacer lo que fuera que estaba haciendo para prestarte atención y querer saber que hay más allá de esa primera impresión.
Te presto mi atención, me esfuerzo en ello, es una necesidad, una necesidad de establecer un vínculo, de mantenerlo, de reforzarlo, de incitarlo.
El que la recibe debe pensar
Eh...he captado su atención. Lo noto, lo siento. Es evidente. No sirve de nada seguir pensando que son imaginaciones mías, me está haciendo caso. Y no sé por qué razón, pero me gusta. A lo mejor se ha equivocado de persona, me confunde con otra o simplemente tiene curiosidad. Bueno, vamos a ver…tengo cosas molonas...a lo mejor sí que me está haciendo caso por méritos propios. Y vaya, me gusta. Ha dejado de hacer lo que sea que estuviera haciendo y me mira, me lee, me escucha, me ve y tiene interés en lo que sea que está viendo en mí. Me está prestando atención y quiero mantener ese préstamo. No quiero defraudarle, por razones egoístas por supuesto. Primero porque me mola esta sensación, mola que te presten atención y segundo porque si no consigo mantener su interés y se va, pensaré que no merecía su atención y no será una sensación agradable. O peor, pensaré que de alguna manera le engañé para ese préstamo y cuando se dio cuenta se marchó desencantado. En fin...allá voy, a seguir manteniendo su atención.
Prestar atención es por supuesto una respuesta a una llamada (una llamada de atención), pero puede ser incluso un acto creativo sin llamada, que puede brotar de uno mismo. Sirve para contrastar, para verificar y refutar. Puede ser algo espontaneo. Prestamos atención no solo a las personas, también a otras cosas, al mundo que nos rodea, a un libro, un artículo, un blog..lo que sea. Prestar atención nos sitúa en el mundo y en las relaciones.
Echar de menos a alguien, es en realidad echar de menos el poder prestarle atención y el que esa persona te preste atención a ti. El problema aquí es que muchas veces cuando te reencuentras, la expectativa de interés es tan alta que jamás se cumple. Los padres sabemos mucho de esto, no hay como echar de menos a los niños para que cuando te los encuentres no te hagan ni puto caso. No hagan ni puto caso al interés que tú tienes en ellos ni por supuesto muestren el más mínimo interés en ti…y salgan corriendo preguntando por su hermano, su perro o sus galletas favoritas. Cuando el objeto de nuestro interés pasa de ese interés se sufre y uno se siente muy gilipollas, pero en el caso de los hijos es inevitable.
Echar de menos tener tiempo libre para uno mismo, es exactamente igual. Lo que echamos de menos es tener tiempo para poder dejar de prestar atención a mil cosas que nos acosan en el día a día: el curro, los niños, la pareja, la infraestructura familiar, los compromisos sociales...etc. Uno echa de menos tener tiempo para mirarse el ombligo, para prestar atención a lo que le pasa, a lo que quiere y a lo que le apetece hacer. Este impulso o necesidad de prestarse atención a uno mismo tiene mala prensa…y por ahí lo llaman egoísmo, pero eso es una gilipollez…es fundamental prestarse atención a uno mismo y pasar de todos los demás de vez en cuando. Al fin y al cabo los demás lo hacen y tú no te mueres ¿no?...pues lo mismo.
En fin, lo que quería contar hoy es que hay que hacer un buen uso de la atención. Es un valor escaso, tanto la que puedes dar, como la que puedes recibir. Si se la prestas a alguien o a algo hay que esperar que merezca la pena. Por lo mismo, si alguien te presta la suya…haz buen uso de ella. Y por supuesto, hay que gastar parte de ella en uno mismo…
Me temo que Flora, de “Dulce jueves” lo explicaba mejor en las citas del comienzo del post.
Ah...y echaba de menos prestarle atención al blog.