miércoles, 23 de noviembre de 2022

Enamorarse con 23, enamorarse con 49

El sábado fui al concierto de Laufey. Hasta hace un mes no sabía quién era, pero ya tengo una edad en la que mis hijas me descubren nuevos cantantes y nuevas músicas. Ya tengo, también, una edad en la que ellas aceptan mis recomendaciones y, a veces, reconocen que les gustan.

Laufey tiene veintitrés años, es islandesa con ascendencia mongola, es menuda, tiene los ojos un poco rasgados y todavía no sabe bien qué hacer con su pelo. Salió al escenario del Teatro Pavón con un top verde asimétrico, una faldita que parecía de uniforme y unos mocasines oscuros con los que yo hubiera podido ir al colegio hace treinta y cinco años. Saludó nada más salir.  Al escucharla contar su emoción por estar en Madrid, en su único concierto en España, cerrando su gira, me recordó al cuento de La Reina de las Nieves de Andersen. Habla un inglés limpio y cristalino, casi brillante, con filo. Pensé en copos de nieve.

No soy una gran melómana y así como soy capaz de concentrarme en una sala de cine o en un teatro, con la música me distraigo enseguida. Me gusta, a veces me emociona y otras me divierte, pero me cuesta concentrarme. Laufey fue presentando cada canción con una pequeña introducción, unas las tocaba acompañada de una guitarra y otras tocando un impresionante piano de cola: «Esta canción la compuse cuando me rompieron el corazón». « La siguiente canción la compuse cuando me enamoré de un chico muy guapo en el metro de Londres». «Esta la escribí cuando vivía en Los Ángeles y me dejaron y fue terrible».  Su voz y su manera de cantar me recuerdan a Barbra Streisand aunque cuando hace standard de jazz se puede parecer a Nina Simone, salvando las distancias. Es increíble cómo esa voz cantarina se transforma en un instrumento cargado de sentimiento y profundidad.

Antes de que se apagaran las luces, antes de empezar, me dediqué con mi hija a repasar el público de la sala. Por lo que vimos, Laufey es como el monopoly: apta para público de todas las edades, allí había gente con diecisiete y también con más de setenta. ¿Son los aficionados al jazz permeables a los nuevos artistas? Ya he dicho que no soy una gran melómana, ni siquiera mediana, puede que ni pequeña, si acaso de primer curso, pero me pareció un concierto estupendo, disfrutable. El señor que estaba a mi lado, que había ido solo y tenía 15 o 20 años más que yo, aplaudió y gritó “bravo”.

Musicalmente Laufey conectó con el público pero ¿y temáticamente? Con cada presentación yo pensaba: «Pero Laufey, querida, no te han podido romper el corazón todas estas veces. ¡Solo tienes 23 años!» Me odié a mí misma por tener ese pensamiento y me obligué a recordar que, con esa edad, con 23 años lo más importante que te pasa es el amor: tenerlo, no tenerlo, desearlo, no encontrarlo, encontrarlo, no saber cómo vivirlo, que te lo quiten, dejarlo tú, creer que es el amor de tu vida, creer que no, soñar con un futuro juntos, pensar que eres ridícula, pensar que eres madura. Yo era así con veintitrés años mientras agonizaba en una relación absurda con mi primer novio. Tras reconciliarme con el monotema de Laufey pensé en que hay pocas canciones que hablen del amor a los cincuenta (cuarenta y nueve). Creo, la verdad es que no lo sé. No he hecho un estudio pero estoy bastante convencida de que esto tiene que ser así. ¿Por qué? Pues porque así como cuanto mayor eres menos pudor físico tienes, a esa edad el pudor emocional se eleva en la misma proporción. No sé si esto es bueno pero es así, nos volvemos más cínicos, más realistas, menos inocentes. ¿Sufrir por amor todo el tiempo, a todas horas? ¿Hacer grandes promesas al tercer día? ¿Soñar con "para toda la vida"? No, no y no. Hasta qué punto esto es por miedo o por conocimiento es ir demasiado lejos en un pensamiento de concierto pero ahí lo dejo.

¿Alguien conoce una canción que exalte el amor pasados los cuarenta? No hablo de canciones del tipo "oh, cariño, llevamos toda la vida juntos", sino de canciones de enamorarse cuando ya no tienes veintitrés, cuando ya no crees que por ahí haya un alma gemela, cuando de ninguna manera quieres una relación que sea un continuo sobresalto. Una canción que se parezca a este poema:

Me gusta que no estás loco por mí, por Marina Tsvetaeva

Me gusta que no estás loco por mí.
Me gusta que no estoy loca por ti.
Y que el pesado globo terráqueo
no se derrumbe bajo nuestros pies.
Me gusta que podamos ser divertidos
-licenciosos- sin jugar con las palabras,
sin sonrojarnos con esta ola sofocante
al rozar ligeramente nuestras mangas.

Me gusta además que estando frente a mí,
abraces tranquilamente a otra,
sin importarte que yo arda en el fuego
del infierno, por no besarme contigo.
Y que no pronuncies mi dulce nombre
en vano, cariño, ni de día ni de noche…
Y que nunca en el silencio de una iglesia
sonará para nosotros la marcha nupcial.

Te doy las gracias con el corazón en la mano:
Por amarme tanto -sin saberlo tú siquiera-.
Por la quietud de mis noches en calma.
Por lo escaso de nuestros encuentros.
Por los paseos que no -bajo la luna-.
Por el sol que nunca -sobre nuestras cabezas-.
Por no estar loco -¡ay!- por mí.
Por no estar loca -¡ay!- por ti.


«Esta la escribí cuando pensé que, por ahí, en el mundo está mi alma gemela. La escribí para que cuando le conozca, él sepa que llevo años esperándolo y pensando en él»

Ahí quise decir: «Laufey, querida no se te ocurra hacer eso. Jamás» 



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viernes, 18 de noviembre de 2022

Otoño con pocas ganas

Fragmento de Puerta del Sol. Amalia Avia

Por fin ha empezado a llover. Por fin algunos días hay unas cuantas horas de cielos grises y nubes. Nunca un día entero, llevo la cuenta. Hoy mismo, me he levantado con un perfecto día de otoño, con cielos grises y las calle mojadas y ahora, mientras tecleo y cuento lo minutos para el fin de semana, el cielo está despejado y luce el sol. En Madrid llueve con poco interés, con desgana, solo un rato, algo como para cumplir el expediente. A Madrid cada vez se le da peor el otoño y el invierno, es como si esta ciudad se hubiera rendido y ya pasara de estas dos estaciones. Las nubes tienen poca constancia, la lluvia es casi testimonial y el frío es ridículo. Es como si Madrid aspirara a ser la Costa del Sol, ese es el drama. 

Me mata el aburrimiento eterno del azul, las nubes pasan por aquí como si emigraran, están siempre de paso y luego se van. ¿A dónde? No lo sé. Siempre que hablo de nubes me acuerdo del cuento que plagié en tercero de EGB y con el que saqué un sobresaliente. A la tierna edad de nueve años, en 1982, no podía saber que treinta y cinco años después, gracias a esa historia, me iban a llamar de la radio para que lo contara. ¿La razón? Una polémica sobre el plagio de su tesis doctoral por parte de un presidente del gobierno. Con nueve años seguro que no pensé que me acordaría de ese cuento tantos años después y estoy segura también de que por entonces creía que la política y la prensa eran algo serio. 

Las nubes. El otro día fui a la exposición de Amalia Avia y en sus cuadros siempre hay nubes, cielos grises, siempre tiene pinta de hacer frío. Entré en la sala y empecé a ver esos cielos grises y pensé: qué gusto. «A mí me parece triste» he leído por ahí sobre los cuadros de Amalia, mi madre también lo cree. Sus vistas de Madrid me reconfortan, me quedé un buen rato mirando su gran vista de la Puerta del Sol y pensé que ya no hay días así en Madrid, días grises en los que las cristaleras de los bares se llenen de vaho y uno corra porque está deseando llegar a casa. Ya no hay días de charcos. De Amalia Avia hablé ayer en una charla sobre arquitectura y nuevos medios. ¿Por qué? Porque en sus memorias habla de lo incomodísimo que era vivir en la casa que les construyó, en Torrelodones, un afamado arquitecto. Hablé también de los programas de casas de La 2 a los que me he vuelto un poquito adicta y que puede que a los arquitectos les pongan los pelos de punta. No sé si volverán a invitarme pero fue muy divertido. 

Leo un artículo mientras desayuno sobre los libros de Elige tu propia aventura. ¿Cómo está escrito el artículo? Siguiendo esa estructura. "Si quieres saber cómo se le ocurrió la idea a su autor pasa al epígrafe "la idea", si quieres saber por qué se siguen vendiendo pasa a "el éxito". Lo leo del tirón, epígrafe tras epígrafe, sin saltar nada. Cuando tenía nueve años sí que saltaba, de respuesta loca en respuesta loca aunque ¿a quién quiero engañar? Mi primer itinerario siempre era el más cauteloso, nunca he sido aventurera. ¿Qué es lo más arriesgado que he hecho en mi vida? No tengo ni idea, no se me ocurre nada. Hay gente intensa que dirá "tener hijos, eso sí que es una aventura", prefiero morir desesperada en una reunión interminable por zoom que decir esa majadería. "La aventura de tener hijos" me pregunto a quien se le ocurriría por primera vez, me encantaría saber quién fue, qué pinta tenía y, sobre todo, si se lo creía. Amalia Avia seguro que no decía esa majadería.  

Voy a la manifestación y lo cuento en Instagram y en twitter. Algunas personas, sobre todo en Instagram que está lleno de gente que dice cosas como "la aventura de tener hijos", me dan las gracias por posicionarme. Me quedo muerta. ¿Por qué no voy a dar mi opinión sobre algo en mi Instagram o aquí? No es necesario opinar de todo y conviene abstenerse muy fuerte de opinar sobre las cosas de las que uno no tiene ni idea, pero posicionarte políticamente en tus redes, redes en las que no vendo nada, me parece algo un poco obvio. Pero claro, no olvidemos que Ig es esa red donde hay vídeos que te aclaran cómo enrollar un cinturón y vídeos que te explican cómo coger una copa de vino. Pero también sale Brad hablando de su rutina de belleza que, seamos sinceros, podría ser echarse mostaza por las mañanas y frotarse con mantequilla por las noches y le funcionaría igual. Está guapo de morir. 

Hoy salgo a cenar. 

Mañana voy a un concierto. 

Hacía mucho que no escribía un post tan cosas que (me) pasan y voy a aprovecharlo. A partir de hoy, podéis suscribiros aquí para que estos posts os lleguen al correo. Que quede claro que seguirán estando aquí, los escribiré aquí, pero así no tendréis ni que hacer el esfuerzo de venir a buscarlos. Me falta ir a vuestra casa a enrollaros los cinturones y apurar vuestras copas de vino. 

viernes, 11 de noviembre de 2022

Se busca cocinero en el periódico

 


«Se necesita cubrir vacante de COCINERO.
QUE TEMPORALMENTE SE REALIZA EN RÉGIMEN INTERNO.
Imprescindible Título Medio/Superior de Cocina, experiencia y buenas referencias. Importante salario.  
Interesados mandar curriculum a xxx »


Este anuncio lleva meses publicándose en el periódico Y yo llevo meses dándole vueltas a lo que dice, a lo que no dice y a lo que puede querer decir. 

Lo que dice es que se busca cocinero. Lo que no dice es que pasas si eres cocinera y te interesa el puesto.¿ puedes enviar tu curriculum? Nada más empezar no quiero pensar mal. Quizá han usado el masculino genérico porque es lo suyo, porque la generación que necesita cubrir vacante de cocinero habla en masculino genérico. Confieso que al principio a esto de "cocinero" no le di importancia.  Volviendo sobre mis procesos mentales creo que pensé que lo habían redactado deprisa y corriendo y no le habían dado más vueltas. Se habían quedado sin cocinero, tenían prisa y colgaron el anuncio así, sin darse cuenta de que podían haber puesto Cocinero/a. No sé cuanto cuestan estos anuncios, seguro que no son baratos, pero si puedes permitirte ese uso caprichoso de las mayúsculas y la negrita de fondo, puedes pagar dos caracteres más. Ahora que he visto ese anuncio durante seis meses, puedo confirmar que si eres mujer y cocinas bien y tienes el título no te van a coger.  El anuncio también dice que QUE TEMPORALMENTE SE REALIZA EN RÉGIMEN INTERNO. Esto deja claro que además de cocinar vas a tener que dormir en la casa en la que temporalmente cubres la vacante y dice con hastío evidente que están hartos de explicarlo en las entrevistas, los mails o las llamadas. Esas mayúsculas y ese empezar la frase con un "que" denotan exasperación, rollo QUE A VER SI OS ENTERÁIS Y OS LO PONGO EN GRANDE. El anuncio también dice Importante salario y no dice, como todas las ofertas de trabajo, cuánto es ese salario. Lo deja todo a la imaginación y yo, puestos a imaginar, me declaro fan de la frase, que casi extinguida, "salario a convenir", que me parece que tiene más encanto, que abre la puerta a un posible diálogo, a un flirteo, a un ni para ti ni para mí, regateemos. Importante salario es sobrio, soso y sobre todo, lo que es y no es importante para cada uno es tan subjetivo. 

Hasta aquí lo que dice el anuncio que yo creo que es poco. Lo que no dice abre un mundo de posibilidades. ¿Dónde es esa vacante de cocinero? ¿Dónde estará interno ese cocinero? ¿en un piso? ¿una casa? ¿un palacio?  ¿un internado? ¿un convento? Hay muchísimas posibilidades y podría seguir: ¿en habitación compartida? ¿en vivienda de servicio? ¿en un jergón bajo los fogones? Hay un dato aún más importante que no se dice, ¿para cuánta gente tienes que cocinar? ¿Para una pareja? ¿para una familia numerosa? ¿para niños mientras los padres están fuera? Y ¿cuántas comidas al día? 

He pasado horas dándole vueltas a este anuncio. A veces se me olvida unos días y luego pienso ¿lo habrán encontrado ya? Y nada. Ahí sigue. Lleva tanto tiempo que, a veces, me dejo llevar por la espiral de locura en la que mi pensamiento conspiranoico se embarca y disfruto de ese viaje porque mi locura no amenaza la democracia, ni está en contra de la ciencia ni me lleva a creer que la tierra es plan y el sol y la luna son lámparas de la NASA. Dejándome llevar elucubro que ahí hay algo más, que ese anuncio no busca un cocinero sino un sicario. Es una clave para algo ilegal, delictivo, criminal. Es la orden para eliminar a alguien que al verlo escribe al mail de contacto y recibe las instrucciones. Lo sé, no tiene sentido, ¿para qué vas a tomarte la molestia de poner este anuncio si luego lo vas a resolver por mail? Sigo en la locura, el anuncio se publica en página par o impar y dependiendo de eso el sicario sabe el lugar y la fecha de un encuentro en el que se le darán las instrucciones. A lo mejor no es un sicario, es un rollo de espías. El anuncio se publica para que un agente se encuentre con otro en un determinado lugar. Y aquí tengo otra cosa que añadir, muchas veces el anuncio del cocinero aparece con otro, que siempre se publica encima. Tengo varias fotos guardadas, unas veces se busca un camarero/ordenanza y otras se ofrece un ingeniero. ¿Dos bandas diferentes? ¿dos agentes cada uno enviándose un mensaje en clave? ¿Y si la historia es de amor? Amor secreto entre gente que no puede tener móvil ni redes sociales por un tema de seguridad. Al llegar aquí mi pensamiento conspiranoico se queda sin combustible, empieza a pertadear, se apaga,  me aburro y la realidad se expande de nuevo: hay alguien ahí fuera que lleva meses buscando un cocinero y no lo encuentra. Seguro que se preguntara cómo es posible, si es que acaso no hay cocineros en paro en el mundo. Yo no entiendo el anuncio. Y en mi cabeza, el matrimonio de ricos que lo ha puesto, no entiende como no encuentra a nadie. No lo entienden porque me necesitan a mí, a alguien que les diga la verdad: ese Importante salario es, con total seguridad, una miseria infecta. 

Leed el periódico en papel, chavales. Da para mucho. 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Lecturas encadenadas. Octubre.

 

Mi ritmo lector va decayendo según avanza el año. Cada vez me parezco más al conejo de Alicia corriendo a todas partes y sin tiempo para nada. Cuando mis hijas eran pequeñas tenía tiempo para todo, ahora que hacen su vida y como me descuide ni siquiera las veo en el ratito que pasan por casa, no tengo tiempo para nada. ¿Me organizo peor? ¿Tengo más intereses? ¿Me he vuelto más vaga? ¿Es que los adolescentes exigen más atención que los bebes? A esto último yo digo sí aunque nadie me crea. 

Octubre transcurrió con más pena que gloria esperando un otoño y un frío que no llega. Desesperación, tristeza, calor y abrigos languideciendo en los armarios. Lo único que me consoló fue saber que a final de mes, como cada año, me esperaba el cambio de hora que más me gusta y ya es de noche cuando salgo de trabajar. Bien, me encanta. Cada uno tiene sus filias. 

Al lío. 

En septiembre fui a Ourense un fin de semana porque me invitaron a una fiesta genial, tan genial que se ha decidido que se vuelva tradición. Como nunca había estado allí, aproveché para hacer algo de turismo y, como siempre que hago turismo, entré en una librería. «Entramos pero con fuerza de voluntad, no compramos nada» fue el mantra que nos dijimos. No lo cumplí, en una de las estanterías estaba esperándome Se acabó el pastel de Nora Ephron por tan solo 3 €. Después me enteré de que está descatalogado y en internet piden hasta 100 € por él. Creo que el dueño de la librería también desconocía este dato. 

Me gustó muchísimo, mucho más que el de "El cuello no miente" y que la película. Es curioso como, a pesar de conocer la historia, me ha gustado tanto. Nora ficciona aquí el fin de su segundo matrimonio cuando emabaraza de su segundo hijo descubrió que su segundo marido, Carl Berstein, le estaba siendo infiel con una amiga suya. Su alter ego, Rachel, es como ella escritora y, a través de su personaje reconstruye su historia de amor. Lo más interesante de todo es como Nora cuenta el choque brutal de realidad que supone descubrir que lo que has estado viviendo es una mentira, como tu realidad era un decorado.  Rachel/Nora creía ser feliz y resulta que no lo era, creía ser amada y amaban a otra, creía estar haciéndolo bien y se estaba equivocando en todo, creías conocer a tu pareja y resulta ser un desconocido, creías saber hacia donde te encaminabas y descubres que ese futuro al que te dirigías no existe ni existió nunca. 

Nora lo cuenta con inteligencia, con ingenio, con humor, con irío y como dice su peronal al final cuando se terapeuta le pregunta porque lo convierte todo en un relato, ella dice: 

«De modo que se lo explique. 
Porque si cuento la historia, domino la versión.
Porque si cuento la historia, puedo hacer reír; prefiero que se rían a que tengan lástima de mí. 
Porque si cuento la historia, no me duele tanto.
Porque si cuento la historia, puedo soportarla». 

Esto me recordó mucho a las palabras de Didion en su documental sobre escribir y el miedo. «Yo siempre he pensado que si analizo algo, da menos miedo. La teoría dice que si la serpiente está en tu campo visual, no te va a morder. Se parece a como enfrento yo el dolor. Quiero saber dónde está.»

Además de estas reflexiones que comparto totalmente, me reí mucho: 

«Ahora en mis años dorados, he llegado a aceptar el hecho de que en mi cuerpo no hay una sola gota de sangre neurasténica, y me he vuelto muy impaciente con los que la tienen. Muéstrenme una mujer que llora cuando caen las hojas de los árboles, y le enseñaré a una auténtica gilipollas.»

«Me gustaría decir dos cosas al respecto. La primera es que siempre he creído que llorar es una actividad demasiado valorada: las mujeres ya lloran muchísimo, y lo último que desearíamos es que el llanto se convirtiera en un exceso universal. Lo seguido que quería decir es lo siguiente: cuidado con los hombres que lloran. Es cierto que tales hombres son sensibles e impresionables, pero las únicas emociones que los conmueven son las suyas propias.»

También barato compré, en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, Heredarás la tierra de Jane Smiley. En enero leí La edad del desconsuelo que me encantó (si estáis leyendo esto, dejadlo ahora mismo, comprad esa novela y poneos con ella ahora. Ya. Estáis tardando) así que quería leer más de Smiley. Esta novela no me ha gustado tanto porque es un culebrón impresionante. 

¿Qué nos cuenta Smiley? Pues la historia de la familia Cook, granjeros en un condado de Iowa. Kilómetros y kilómetros de tierra cultivada, arrancada a unos pantanos hace cien años y que el patriarca, Larry Cook, regenta casi como un reyezuelo hasta que decide, por sorpresa, ceder la gestión de la granja a sus tres hijas. Este gesto y la vuelta a la zona de un vecino, Jesse, que se marchó hace años para escapar de la Guerra de Vietnam, desencadena una serie de actitudes y revelaciones en la vida familiar con todo tipo de oscuros secretos aflorando. Es una novela que se vuelve más oscura según avanza la narración hasta llegar a un final en el que no queda nada. Cuando lo estaba leyendo pensaba que era material perfecto para una película y acabo de comprobar que ya se ha hecho con Jessica Lange y Michele Pfeiffer, perfectas para hacer de las hermanas. 

«Eso de "bien" es una palabra muy propia de una mujer. Tú sabes que no está nada bien. Pero dices ese "bien" y todo el mundo se vuelve loco y tú sabes que todo el mundo se volverá loco.»

¿La recomiendo? Pues mira,  si te gustan las historias tortuosas y con muchísimo drama, rozando la incredulidad es una novela correcta pero si me preguntáis a mí: empezad por La edad del desconsuelo. 

Y con esto y un bizcocho, hasta los encadenados de noviembre.