sábado, 19 de enero de 2013

UNA DOCENA DE CONSEJOS PARA QUE A TUS HIJOS LES MOLE LEER




Todos sabemos leer. A todos nos enseñaron, dominamos (en teoría)  la técnica  por la que unos signos extraños adquieren un sonido y luego se unen formando palabras, frases y párrafos llenos de significado.
Pasar de ver la lectura como algo que sirve para moverse para el mundo, algo obligatorio   a disfrutarla como uno de los mayores placeres que tenemos a nuestro alcance es otro tema y no todo el mundo lo consigue.
Todos queremos que nuestros hijos lean, que se aficionen a la lectura, que descubran ese placer a su alcance, al que podrán recurrir siempre para aprender, para soñar, para disfrutar, para pensar, para llorar a mares, para reírse a carcajadas, para descubrir otras vidas, para evadirse. Leer para vivir. 
¿Qué podemos hacer para transmitirles ese interés? ¿Para conseguir que la lectura sea un hábito y un placer? No hay una receta mágica...pero hay unas cuantas cosas que sí podemos hacer.


1. Leer, leer, leer, leer, leer, leer

Esto es tan obvio que da vergüenza tener que decirlo pero si tú no lees jamás, si tus hijos no te ven leer ¿cómo van a aficionarse a algo que no conocen, que les resulta ajeno? Tienen que verte con un libro en la mano. Igual que tu hijo jamás será tenista de éxito si no lo llevas a jugar al tenis, tampoco se aficionará a leer si no lo ve la lectura como algo normal a su alrededor.


2.  Tener libros en casa


Tener libros en casa, tenerlos en estanterías en el salón,  en tu cuarto, en su cuarto, en una pila en tu mesilla, encima de la mesa. Organizados por temas, por orden alfabético, sin ningún tipo de orden. Libros como algo habitual y normal, no como algo “místico” y lejano. Libros gordos, libros finos, libros con muchas fotos y poca letra, libros sin dibujos, libros pequeños, grandes, de colores, libros nuevos, libros viejos, heredados, comprados, usados.   


3. Llevarles a la biblioteca

Para hacerles conocer los libros y su mundo nada mejor que llevarles a la biblioteca. En casi todas ellas hay una zona infantil llena de libros pensados para ellos en sus distintas etapas. Tampoco hay que volverse loco y un fundamentalista absurdo y empeñarse en llevar al niño de 1 año a la biblioteca todas las semanas porque sencillamente no se entera, pero a partir de los 3 o así conviene crearles el habito de ir de vez en cuando (semanal o quincenalmente) a la biblioteca. Las actividades que organizan allí como talleres de lectura, cuentacuentos y demás están muy bien, pero no hay que olvidar cual es su función principal: prestar libros. Hay que enseñarles cómo funcionan, hacerles el carnet y dejarles pulular por las estanterías y que cojan lo que quieran.  

4.  Trato con los libros

Leer no implica solo juntar las palabras. Leer implica que te gusten los libros, tenerlos, usarlos, colocarlos, verlos en las estanterías, ordenarlos, desordenarlos, prestarlos.   Tienen que verte tratar con los libros, acarrear uno al sofá, de ahí a la cama, leer mientras desayunas, llevar un libro en el bolso, a la playa, en vacaciones. Leer en la sala de espera, en el parque mientras ellos juegan.  Verte usar y tratar los libros los hace cercanos, los acerca a su vida. Tener libros y poder tocarlos, manejarlos, y usarlos los hace a la vez cercanos en el trato y misteriosos en el contenido.  


5.  Establecer una rutina lectora  

Igual que se enseña (o se intenta)  el hábito de comer, de dormir, de ducharse y de recoger la habitación se puede enseñar a adquirir el hábito de la lectura. Advierto que es duro y a veces fantasearás con el pensamiento “bueno, si no se aficionan a leer tampoco pasa nada”...porque a  última hora del día, cuando ya lo tienes limpios, cenados y acostados...la rutina de “leer un cuento” puede ser terrorífica según el día, el cuento y su estado de ánimo. 

Por supuesto para esto hay que desechar la idealización esa de las pelis que todos tenemos en la cabeza: ellos empijamados, tú pletórico de fuerzas y colmado de amor por tus hijos, iluminados por una lámpara de princesas, dinosaurios o astronautas en una escena idílica leyendo un cuento molón. La realidad se asemeja más a tú utilizando tus últimas fuerzas del día, mientras ellos protestan y tú lees por enésima vez un cuento espantoso y que a pesar de tener 20 páginas  se te hace eterno.  Por supuesto y por si alguien cree en ello, los niños JAMÁS se duermen mientras les lees un cuento  y si hay más de uno se pelearan por el sitio, por ver, por el cojín, por la almohada...

Tampoco hay que fanatizarse con eso, si un día no te apetece o ellos no tienen ganas, no pasa nada, pero piensa que al final funciona. Un día llegarán y dirán: me voy a la cama a leer...y se te caerán las lágrimas de la emoción.  

Después llegará el día en que no habrá manera de apagarles la luz, pero de eso ya te preocuparás más adelante.  

6.Nunca obligar a leer un libro

Que lean lo que quieran, obviamente dentro de lo que es más o menos adecuado a su edad, pero nunca obligarles a coger un libro sencillamente porque a ti te encantó. Que lean lo que quieran, que se atiborren a Gerónimo Stilton, o Harry Potter o que decidan leer solo libros de fantasía. Exactamente lo mismo haces tú,  lees lo que te apetece, lo que te llama y poco a poco has ido saltando de unas cosas a otras, lo mismo les ocurrirá a ellos si les dejas  y llegarán a dónde tú quieres, a dónde a ti te interesa que lleguen, a leer algo que te gusta a ti y poder discutirlo con ellos.  Primero se adquiere el hábito de leer y después el gusto lector…y el gusto lector es muy personal y puede que no lo compartáis o que tardéis un tiempo en compartirlo.

7. Que lean cómo y cuándo quieran

Una vez que han adquirido el hábito de leer, pueden tener rachas de no soltar el libro y otras de no apetecerles o dejarlo a los diez minutos. Déjales, es su ritmo lector igual que tú tienes el tuyo. Puede que lean muchísimo en invierno y en verano se dispersen, puede que no dejen el libro en la playa y no te hagan ni caso, puede que lean tirados en el suelo, subidos a una mesa, que les den las dos de la mañana o que no lean en un mes. Déjales a su aire...poco a poco lo controlaran.  

8. No regalar libros en contraposición a juguetes 

Leer es un placer y jugar también. No son cosas opuestas y nunca jamás hay que decir cosas horribles del tipo: “no te regalo un juguete, te regalo un libro” como si un libro fuera lo bueno y un juguete lo malo.  Hay tiempo para jugar y tiempo para leer y atiborrar a un niño de libros cuando lo que quiere es una muñeca o motos o coches o unos patines es una putada y un sinsentido;  seguirá queriendo su juguete, odiará el libro y te odiará a ti.

9.  Enseñarles parafernalia libresca  

Escribir su nombre en el libro cuando lo compran o se lo regalan, ordenarlos en la biblioteca, tener un cuaderno donde apunten los libros que han leído, que han cogido de la biblioteca, quién se los ha regalado. Hacer dibujos de los personajes y ponerlos en la nevera mientras los están leyendo, buscar las pelis sobre los libros después de que los hayan leído…todo un mundo de cosas para hacer que  no mejoran la lectura pero que mola y engancha.

10. Darle un poco de misterio  

Establecer con ellos un vínculo misterioso a través de los libros. Rebuscar entre tus libros el título justo que quieres o comprar el libro que en  un determinado momento te marcó y quieres regalarles y dárselo diciendo: “Mira, este libro lo leí yo cuando tenía tu edad y me encantó, espero que te guste”.  Por supuesto, volvemos al punto 6, no hay que obligarles a leerlo. Se echa la caña y se espera…con el tiempo acaban picando.  

11. Compartir una lectura en alto   

Esto no es exactamente  igual que establecer una rutina lectora. Cuando les lees un cuento por la noche lo haces para que se acostumbren a tener ese rato para leer, compartir una lectura en alto persigue otra finalidad. Se trata de acercarles un libro más de mayores, que ellos solos no podrían leer porque “es demasiado gordo” e introducirles en ese mundo de tu mano. Tú lees en alto y ellos escuchan, preguntan lo que no entienden, se preocupan por los personajes, por lo que pasará, por lo que no pasará, a veces querrán que sigas leyendo más allá de tus fuerzas, otras veces no querrán que empieces, querrán leer ellos en alto…Compartir esa lectura tiene que ser un momento especial y que al terminar digan: cuando sea más mayor lo voy a leer yo solo.

12. Leer, leer, leer, leer

Es obvio pero indispensable y por eso lo repito. Si tus hijos te ven leer, te ven disfrutar con la lectura. Ven que en cuanto tienes un hueco te pones a leer, que tratas los libros con mimo, que los quieres. Te ven reírte, llorar, abstraerte. Si contestas a sus preguntas con algo como “Lo he leído en un libro” o al ver una película les dices: “en el libro pasan más cosas”…les irás metiendo poco a poco el gusanillo de la lectura, del interés y el amor por los libros.  
Leer mola, enséñaselo.

Este post se publicó en Una docena de hace una semana.  Es uno de los que más me gusta de todos los que he escrito en 5 años de blog.

viernes, 18 de enero de 2013

MATERNITY (CXI): LAS PRINCEZAZ SE HACEN MAYORES.

Las princezaz ya son mayores y tengo que manejar el lenguaje con cuidado, de hecho con mucho cuidado, sobre todo con M.

Como todo el mundo sabe, las madres no se pueden poner malas, pero de vez en cuando, muy de vez en cuando y normalmente después de haber estado obviando los síntomas durante días...caen en una enfermedad que las deja llorando de dolor y deseando la muerte. A mí me tocó el día de Reyes. Me levanté como pude, abrí los regalos y luego me arrastré a la cama a pasar el resto del día llorando de autocompasión. Las princezaz disfrutaron de su día y se fueron de merendola, al volver, Molimadre me preguntó:

- Moli hija... ¿cómo estás?
- Pues la verdad es que al borde de la muerte…

Conseguí levantarme para ir a dar un beso de buenas noches a las princezaz...

- Mamá... ¿te vas a morir?
- Pues no está en mis planes morirme hoy ¿Otra vez estamos con esa obsesión con la muerte?
- Es que antes has dicho que estabas al borde de la muerte.
- M, era una manera de hablar... ¿ya estabas preocupada?
- Un poco…
- Vale...pues no te preocupes...
- Mami…
- ¿Qué?
- No me preocupo pero...quítate del borde de la muerte.

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Las princezaz ya son mayores y ya no se duermen en el coche. Esto tiene un lado bueno que es que ya no tengo que cargar con ellas en brazos al llegar a casa y tiene un lado malo para una madre desnaturalizada como yo, y es que ya no tengo paz al volante. Me veo sumida en conversaciones a cual más surrealista.

- Chicas, mirad el mar de nubes que se ve desde aquí arriba mirando hacia Madrid.
- ¡Qué chulo!!
- Mami, ¿así va a ser el fin del mundo?
- ¿Perdona?
- Mis amigos dicen que en el 2024 habrá una erupción volcánica y se acabará el mundo.
- ¡ Cómo en Pompeya!
- Tus amigos dicen muchas tonterías. ¿Te acuerdas el miedo que pasaste con que el mundo se acababa el 21 de diciembre? Y mira...aquí seguimos…
- Bueno...a lo mejor estamos muertos.
- ¿Qué?
- Sí, que a lo mejor estamos muertos y no lo sabemos.
- Claro mami, como en Beetlejuice.

No sé si preocuparme por las consecuencias del cineclub de princezaz…

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Las princezaz ya son mayores y me tienen caladísima. Tenemos además una fabulosa relación de amor pero en la que no necesitamos estar pegadas todo el tiempo.

Cenando. Yo lloro mientras cocino porque llevan 40 minutos para tomarse unas empanadillas y unos guisantes. Ellas se descojonan y charlotean. Yo lloro más mientras recuerdo como eran mis tardes antes de tener hijas…

- Mamá.
- Dime
- ¿Cuál es tu mayor deseo?

Obviamente esta pregunta me saca de mi ensoñación en la que estoy tumbada en un sofá leyendo mientras pienso si cenar sushi, un sándwich guarrero o nada para enfrentarme a mi papel de madre. Me meto en el papel y contesto una absurdez que es para abofetearme hasta la muerte.

- Que vosotras seáis felices y que no os pase nada malo. – Me doy vergüenza ajena a mí misma.
- ¡Mamá, un deseo de verdad!- me parto...me tienen caladísima.
- Pues ahora mismo no lo sé la verdad...- Si lo sé, pero no puedo decírselo.
- Yo sí mamá...yo sí se cual es tu mayor deseo.
- ¿Cuál?
- ¡Qué cenemos bien!
- Jajajaja...la verdad es que eso me haría muy feliz, y probablemente me haría llegar a más vieja. Cada cena con vosotras me resta 6 meses de vida.
- ¿De verdad?? ¿te vas a morir antes porque como mal?
- No, no...tranquila…pero ¡come!
- Yo si sé cuál es mi mayor deseo.
- NO me lo digas. Maquillarte, dejarte el pelo largo y que siempre haya macarrones de comer.
- No...lista.
- ¿Cuál?
- Volar sin alas y vivir en Hogwarts para siempre.
- ¿Y no me verías nunca?- decido hacerme la madre sufridora.
- …mm…si te vas a poner así, vendría algún fin de semana...si me haces macarrones. 

 

Y todavía hay gente que me dice que si echo de menos cuando eran bebés. Esto es mucho más divertido.

jueves, 17 de enero de 2013

ENSAYO SOBRE LA NARANJA

La naranja es un alimento de mayores.

Para empezar, es una fruta difícil de comer. No se puede pelar bien con las manos, tiene una pielecilla blanca que hay que quitar, puede tener pipos y deja rastro entre los dientes. Todo eso sin hablar de comerla partida en dos mitades y chuperretear haciendo el guarro mogollón y terminar con toda la barbilla chorreando zumo.

La naranja es la fruta del amor supremo, del amor verdadero. No, no son las fresas, las fresas son la fruta del sexo y creerte una peli porno y todas esas cosas. Hablo de amor verdadero rollo La Princesa Prometida, Memorias de África o Los Puentes de Madison. Si alguien te quiere hasta el infinito y más allá te pela una naranja y ¡te hace zumo recién exprimido por la mañana!

La naranja también es fruta de amor de madre. En las papillas de frutas,  cuando eres bebe, tu madre siempre se toma la molestia de pelar una naranja y echarla o exprimirla para que la papilla de su “rey de la creación” tenga  el zumo recién hecho. El amor de madre sin embargo se diluye con el tiempo (para esto y otras cosas) y por eso se crearon las mandarinas. Son el sucedáneo de las naranjas para cuando el amor maternal está bajo mínimos o debe emplearse en otras cosas y no en perder el tiempo en pelar cítricos. Cuando tienes 7 u 8 años tu madre tiene que tener tanta paciencia contigo en que te vistas, comas, hagas los deberes o cualquier otra cosa, que no puede emplear esa paciencia en pelar naranjas, así que te calza mandarinas a troche y moche que las puedes comer solo y normalmente sin rechistar. (Yo soy una madre sufridora porque la princeza élfica M es la única persona del planeta a la que una mandarina hace llorar porque le hace “bola” y luego lloro yo).

La naranja hace comida de mayores: mermelada de naranja amarga y pato a la naranja. Son cosas que se comen de adultos. Un niño siempre prefiere mermelada de cualquier otra cosa y considera que el pato a la naranja es una guarrada (yo también, es pájaro y con naranja, una guarrada inncesaria)

La naranja hace películas de mayores: La Naranja Mecánica y Los timadores. Sobre los tíos con el bombín pegando palizas no hay que explicar mucho, obviamente es una peli para mayores si es que es para alguien. ¿Qué tienen que ver los timadores con las Naranjas? En esa fabulosa peli con John Cusack, las naranjas son malvadísimas. Con ese aspecto naranja, inocente y redondito se nos presentan con todo su potencial maligno y adulto. Naranjas envueltas en una toalla para golpear sin dejar marca. Si has visto esa peli, no lo olvidas jamás e incluso fantaseas sobre cómo sería con usarlo de vez en cuando con determinadas personas.

Otra cosa malvada de las naranjas es que ruedan. Se te caen unas fresas al suelo y se te ha jodido la escena de seducción pero no tienes que corretear por todo el supermercado, la calle o tu cocina recogiendo fresas que ruedan, sencillamente se aplastan. Probad con naranjas, acabas desriñonado de agacharte a cogerlas.

Puede parecer que no me gustan las naranjas y no es para nada así. De hecho amo las naranjas. ¿ Por qué? Porque me flipa el zumo de naranja ( y más si es de amor verdadero), me encanta la mermelada de naranja amarga para desayunar y cualquier cosa que tenga que ver con John Cusack tiene mi bendición. Por gustarme, hasta me flipa la papilla de frutas. 

Pero no solo eso, amo las naranjas porque por primera vez en mi vida voy a ser Jurado de algo y eso me hace muchísima ilusión. Poder pasearme con las manos en la espalda y decir: estás eliminado…la ilusión de mi vida.



Así que como lo leéis,   Fontestad me ha elegido con otros blogueros para leer historietas sobre la Personita C y elegir la mejor. Pinchando por aqui llegáis a la aplicación y si os apetece pues contáis vuestra vida y la de la Personita C. Aunque yo os alegre la vida no podéis contar mi historieta..sería muy raro que tuviera que eliminarme a mí misma. El que gane se lleva un camión de naranjas.

Como hay mucha gente bandarra con ganas de trolear  que entrarán a decir memeces del estilo  “ hala..vendida..la publicidad..el dinero..blablablabla”, os informo que a cambio de pasearme y leer historietas sobre gente maja voy a recibir 15 kilos de naranjas y esta mañana El Ingeniero estaba buscando la receta del pato a la naranja….

..con lo fácil que sería hacerme zumo.

martes, 15 de enero de 2013

QUERIDOS CIENTÍFICOS (II): No queremos que os pase lo mismo.

Queridos científicos,

Sé que estáis empezando a desesperaros. Estáis sintiendo el vértigo del vacío. Veis la Nada cada vez más cerca y os parece imposible. Os parece increíble. No concebís lo que os está ocurriendo y realmente no sabéis qué hacer.

Vengo del pasado a intentar ayudaros. Sé que las humanidades y las ciencias no siempre nos hemos llevado bien, de hecho la frase esa de “yo es que soy de letras” “yo es que soy de ciencias” abre una brecha en lo que debería ser un frente común, que ha provocado la situación actual en la que vosotros os encontráis ante ese vértigo y las humanidades estamos ya al fondo del barranco de la indiferencia, en un lugar donde ya casi nunca vemos la luz del sol.

Las humanidades y las ciencias no son tan diferentes. Son ramas del conocimiento, compartimentos artificiales creados por el hombre para diferenciar al que sabe de física del que sabe de latín pero no son tan distintas. Son ganas de aprender y son curiosidad ante lo que nos rodea, nos ha ocurrido, no entendemos y queremos llegar a comprender. Son capacidad para descubrir lo que ni siquiera se buscaba, para reconocer ese conocimiento como algo valioso.

El descrédito, la apatía, la indiferencia absoluta hacia el conocimiento comenzó hace mucho y lo hizo por las humanidades. Hace 20, 30 años estudiar humanidades: historia, arte, filología, literatura se veía como algo absurdo. Para la sociedad era mucho mejor hacer una ingeniería (por supuesto) o biología, medicina, química, física, cursar cualquiera de esas carreras parecía más inteligente, porque además en la facultad de físicas iban a “enseñarte” algo, te iban a “explicar” algo, pero ¿historia? Para eso te coges un libro y te lo lees… - decían.

La gente de letras por aquel entonces intentamos defender nuestra posición, la importancia de su conocimiento, de sus estudios, pero con muy poco éxito. Realmente no supimos defenderlo, nos quedamos anclados en la posición digna de “Esto es importante y ya os daréis cuenta” y todavía estamos esperando. No ayudó la imagen que se transmitía de que eran estudios “rancios”, que casi olían a naftalina y que se explicaban de una manera espesa y ardua para seguir.

No supimos reaccionar. Algunos trataron de hacerse fuertes en la enseñanza cayendo en la trampa del “paraqueismo”. Estudiar humanidades servía para ser profesor, para enseñar… para eso se estudiaban esas carreras.

Las humanidades perdimos la batalla, desaparecimos del interés general. El desprecio, o más bien la total indiferencia, hacia los estudios llamémoslos de letras era y es total. La sociedad en general no tiene curiosidad por estudiar la historia, la literatura o el mundo del arte. No le ve ningún tipo de interés y menos ahora que parece que googleando tienes todo ese conocimiento a tu disposición.

Las ciencias, los científicos, la gente que prefería elegir “ciencias”… asistió al descrédito de las humanidades sin mucho interés sin ningún tipo de preocupación. Eso a ellos no les iba a pasar. Las ciencias eran otra historia, tenían una aplicación práctica, con ellas se podía hacer muchas cosas, no eran solo “saber”. Las ciencias eran “investigar”, tecnología, electrónica, eran avances médicos. Tenían la sensación de estar a salvo, sentían que era una pena que se perdiera el interés por la historia pero que a ellos no les iba a pasar. Se ensanchó la fractura entre las dos partes del saber y se abrió el camino para lo que está pasando ahora.

Habéis tenido unos años más de tregua. Estudiar física, química, biología, geológicas, medicina, etc., era considerado una opción inteligente, algo útil para la sociedad y para el propio individuo porque permitía “hacer” algo.

Sin embargo, esa tregua ha terminado casi diría que bruscamente. Las ciencias están cayendo en el mismo barranco de la indiferencia en el que languidecen las humanidades. Los niños ya no quieren ser astronautas o científicos, ni siquiera quieren ser Indiana Jones, quieren ser Messi o Fernando Alonso o sencillamente salir en la Tv. Y lo que es peor, los padres de esos niños se ven obligados en cierta manera a promover el que sus hijos estudien carreras más “prácticas”, anulando las vocaciones llamémoslas más básicas o fundamentales porque sencillamente no las ven como algo “útil”, no perciben la importancia del conocimiento.

Internet, twitter, los periódicos, los blogs, están ahora mismo llenos de gente de ciencias lloriqueando porque ven cómo el interés hacia la ciencia se desploma, cómo la inversión en ella desaparece y cómo las consecuencias que esa falta de inversión provocará a largo plazo no son percibidas por la sociedad como un drama, como una catástrofe.

La sociedad pasa.

Pero no estáis solos. La gente de letras (si es que esa clasificación tiene algún sentido) estamos con vosotros. No entendemos el Bosón de Higgs, ni sabemos calcular la órbita de Luna, ni probablemente recordemos cómo hacer raíces cuadradas, pero nos da igual, sabemos que conocer todo eso es importante, que es decisivo y que apoyar el conocimiento por el simple hecho de conocer y ampliar horizontes es vital para una sociedad.

Estamos con vosotros, primero para que no os pase como a nosotros y segundo para que aprendáis de lo que nosotros hicimos mal. Básicamente no hicimos nada.

Vosotros estáis a tiempo todavía de reaccionar, de luchar, de defenderos de la desidia, la falta de curiosidad y el pasotismo intelectual y además contáis con la ventaja de internet, de la red y las mil posibilidades de difusión de vuestro mensaje que las redes sociales os dan.

Primero juntaos todos. No hagáis como nosotros, que hicimos trincheritas: la historia es importante, ¡No, el latín!, ¡La filología! ¡La geografía! Juntaos todos y decidid qué queréis defender.

No vale defender la ciencia porque sirve para algo.

El “paraqueismo” es una trampa mortal en la que ya caímos nosotros. Aprended de nosotros de nuestra experiencia y no enarboléis la bandera de la “ciencia cura el cáncer”, “la ciencia manda naves espaciales”, “la ciencia hace sartenes de teflón”. Es obvio que la ciencia, los estudios científicos y sus aplicaciones, tienen mucha presencia en la vida diaria aunque no se perciban, pero si lo fiamos todo, si fiamos la importancia de los estudios científicos al “para qué sirve” estaréis siendo absurdamente limitados y además sería fácil desmontar vuestra venta. Hagámonos todos médicos, carpinteros y electricistas que cuando llegue el trueque será lo más valioso.

Segundo aprended a “venderos”. Sé que es un concepto que suena horrible, que se ve como algo peyorativo, pero eso es ser estrecho de miras. Puedes ser cojonuda, guapísima, listísima y divertida, pero si te quedas en casa en tu sofá (y sin conexión a internet) no lo va a saber nadie, tienes que salir y que te vean.

Eso es lo que tenéis que hacer vosotros. Salir del salón de casa, de los laboratorios, de los centros de listos, de los foros de “y sí, somos lo mejores bueno y qué”, de los artículos de divulgación sólo aptos para gente con un doctorado y enseñarle a la sociedad, a la gente en general lo que moláis. Algo así como comprad comprad mis hermosos jabalíes.

Salid ahí fuera y haced cosas chulas para todos, empapad a la gente, a la sociedad, a los de letras, al panadero, a tu abuela, a mi primo de 3 años de conceptos científicos…no se trata de que aprendan a calcular la aceleración de un protón, sino de qué sepan qué es un protón o ni siquiera eso…pero que conozcan su existencia.

Haced cosas chulas.. ¿Qué fue lo más chulo que hicieron las humanidades?

“Érase una vez el hombre”, eso fue lo mejor que hicimos… y años después Indiana. ¿Han servido de algo? Obviamente el mundo no está lleno de gente peleando por sacarse un doctorado en arqueología o aprender griego clásico, pero quiero creer que hay gente que sabe qué es la arqueología gracias a Indiana y distingue a los griegos de los romanos aunque sólo sea ligeramente. Puede que ese débil destello de conocimiento genere una chispa de curiosidad en alguien y un interés por conocer más.

Aprended de lo que no supimos contar nosotros. Hay que vender la idea de lo que mola conocer. Hay que vender la idea de que tener curiosidad mueve el mundo, mueve la sociedad, hace avanzar a la humanidad. Hay que contarle a la gente, a los niños que están en el colegio… que todo lo que les rodea puede explicarse, puede contarse… y que lo que no sabes explicarles, puede que ellos sean capaces más adelante si lo intentan, si estudian, si investigan.

Hay que empezar por el principio, por generar interés por conocer, por estimular la curiosidad. Así que venga, dejad de lloriquear, de lamentaros, de lameros las heridas de todo lo que habéis estudiado y trabajado y nadie os agradece, aprended qué es lo que hicieron mal los de letras y vended la moto.

Las humanidades no lo hicieron en su momento. No lo supimos contar y nos hundimos, pero no queremos que os pase lo mismo, así que emocionaos , dejad de hablar jerga, bajaos del pedestal , pedidnos ayuda y entusiasmadnos.

..continuará.