
Había carbón. Una montaña enorme debajo del zapato de cada uno.
Lloramos muchísimo.
Detrás de un sofá había dos bicis.
Mi padre tenía un sentido del humor muy negro.
El caso es que a mí me tocó una bici roja con ruedines por supuesto y a pobrehermano una azul. Estábamos en éxtasis. Nos las llevamos a Los Molinos y allí dimos el coñazo todo ese invierno y el verano siguiente dando vueltas a la pérgola como locos. No entiendo como nuestra familia no nos asesino tirándonos a la piscina atados a las putas bicis..porque el ruido que hacen los ruedines sobre el pavimento de gravilla es completamente desquiciante. Será que tenían mucha paciencia (que yo no he heredado) o eran duros de oído.
Cuando aprendimos a montar sin ruedines ya podíamos ir en bici a casa de nuestros amigos. Cogíamos la bici y nos íbamos por la mañana a ver a unos y otros y en días especiales incluso hacíamos excursiones. Aclaro por si alguien tiene dudas o se ha creído que lo de la vigorexia actual tiene raíces en un pasado deportivo, que yo era un paquete montando en bici y me cansaba y protestaba mogollón en las cuestas.
En la protoadolescencia, esa etapa tan mala de 12 ó 13 años, tu bici te daba status. Si tenías una bici molona tenías más posibilidades de “gustar” a alguien. Era patético pero así funcionaba. Mi padre con buen criterio pasaba de comprarme otra bici, pero a pobrehermano B le compró una de cross superchula. Un buen día, conseguí que me la dejara a cambio de hacerle la cama, darle dinero, cederle mi ración de canelones y darle el coñazo hasta el infinito. Allí que me fui con su bici de cross, que pesaba un quintal y había que hacer un esfuerzo sobrehumano para moverla…pero merecía la pena si el “menganito” de turno me iba a dirigir la palabra aunque solo fuera para admirar una bici que no era mía. (Nunca hay límite para el patetismo protoadolescente)
Supongo que el menganito de turno algo me dijo que me dejó obnubilada porque olvidé la bici tirada en medio de una calle…donde fue debidamente atropellada por el Land Rover del huevero. Creo que fue la primera vez en mi vida que pensé: por favor..que den marcha atrás al tiempo..necesito que sea hace 2 minutos para intentar salvar mi pescuezo.
La bici estaba completamente destrozada. No había manera de disimular aquello. La arrastré a casa como buenamente pude y mi padre me echó una bronca monumental. Me echó tal bronca que muy digna dije: me voy de casa. Salté la tapia y me instalé en unas rocas que había en el prado de detrás de casa dispuesta a empezar una nueva vida. ¿He comentado ya, que no hay límites para el patetismo protoadolescente?
Creo que después de esa experiencia traumática, la bici pasó totalmente a un segundo plano en mi vida deportiva. Ahora que lo pienso..mi vida deportiva pasó no ya un segundo plano..sino que fue completamente desterrada de mi existencia. El caso es que los vespinos llegaron a nuestras vidas y ya solo había que tener contacto con las bicis como mera espectadora.
Animé a exnovio en las carreras de bicis que participaba, creo que incluso le acompañé a comprarse una superbici de carreras.
Asistí con Juan a la llegada del Tour en París en el año 96. Esto moló mogollón aunque Induráin no ganara.
Hice un breve intento de montar en bici al empezar a salir con el ingeniero. Casi me desmayo a mitad del paseo y creo recordar que hasta vomité. Él no se acuerda, gracias a Dios.
Y hasta este verano mi relación con las bicis era así, distante y agradable. En julio, ya lo conté, me reencontré con el mundo ciclista en Berlín. Me lo pasé en grande y gracias a mi formidable estado de forma ( jamás pensé que diría algo así) se me dio de lujo y no tuve ni agujetas.
Este finde celebro ese reencuentro por todo lo alto:
Hoy me voy a zampar el atasco del siglo para salir de la ciudad imperial porque la vuelta llega aquí hoy. Todo la ciudad y alrededores está cortada…¡¡yupiii!!!...así que calculo que me tiraré 2 horas y media en la carretera.
Mañana me voy a zampar el paso de la vuelta por Los Molinos. No habrá atasco, pero para el que no lo sepa, La Vuelta conlleva un millón de helicópteros haciendo ruido, policía con sirenas, ambulancias con más sirenas, un tío con un megáfono diciendo cosas que nadie entiende y la sintonía de la vuelta a todo volumen. Eso puede parecer inofensivo…pero como mañana estaré para el arrastre después de haber salido hoy porque son las fiestas, La Vuelta será un factor muyyy negativo para mi holgura craneal.
Y el domingo tendremos que sincronizar relojes para no coincidir con la llegada de la vuelta a Madrid, aunque esto me importa menos…me enternecen esos mensajes paternalistas y absolutamente inútiles que hay en las pantallas de la de la M30: “Por evento deportivo, tráfico particular cortado en el centro. Se recomienda el uso del transporte público”. (Me encantaría trabajar poniendo mensajes en esas pantallas, me lo pasaría en grande)
Esta ha sido mi relación con el mundo de las bicis. No voy a decir que a mi edad “ni de coña” me compro una bici, porque visto lo visto, no soy una tía de palabra y lo mismo dentro de poco me compro la bici, las mallas y el resto del equipamiento de tortuga Ninja y me lanzo al mundo del descenso de montaña…
..Nunca se sabe.