
Las fiestas de los colegios son de dos tipos. Por un lado están las que son gratis y vas a a descubrir que no tienes criterio y que efectivamente tu hijo es el más guapo, el que mejor canta, el que mejor recita y el más mejor de su curso con diferencia ( en estas es muy posible que llores de emoción maternal/paternal). Y luego están aquellas en las que pagas por algo que no queda claro ( dónde también es posible que llores).
Las monjas del cole de mis hijas se parecen muchísimo a las de mi colegio, aunque éstas son “hermanas” en vez de “madres” y van de beige en vez de ir de blanco, pero lo que las hace mucho más peligrosas que las de mi colegio es que han aprendido el concepto “
marketing”.
En mi colegio, como en todos supongo, había una serie de fiestas al año. Todas eran un coñazo, a mi no me gustaba ninguna porque yo soy muy de rutinas. Vas al cole, te sientas, sales al patio, comes y otro ratito sentado y te piras. De lunes a viernes. Las fiestas jodían mi ritmo vital; primero había que ir sin baby, había que ir a la capilla, luego te llevaban al patio de los autobuses a que te comieras media chocolatina y después de comer había actividades variadas: Molokai, carreras de sacos o cualquier otra chorrada francamente prescindible. Yo nunca quería ir al cole los días de fiesta.
Ahora veo que a las monjas de mi colegio les faltaba saber vender su producto. Las del cole de mis hijas lo han aprendido muy bien. El viernes pasado era la “fiesta de la familia”, un plan espantoso, pero no te puedes escabullir, porque las monjas llevaban una semana vendíendoselo a tus hijos con un ardid muy astuto: castillos hinchables.
Los castillos hinchables son a las actividades como la besamel para la comida: si hay castillos hinchables los puedes llevar a que los despellejen, igual que con besamel se comen lo que sea.
Pues las monjas del cole de mis hijas llevaban 10 días vendiendo los castillos hinchables de la fiesta de la familia.
- Mamá, es la fiesta de la familia. ¿ vamos a ir?
- Pues no sé, ya veremos.
- Tenemoz que ir hay caztilloz hinchablez.
- Bueno, ya veremos.
Me devané los sesos buscando una actividad que pudiera ser mejor que los castillos hinchables. Se me ocurrió, pero el ingeniero me dijo que de ir a Eurodisney ni de coña.
- Mami, tienez que comprar loz ticketz.
- ¿ Que tickets?
- Loz de la fiezta de la familia para loz caztilloz hinchablez.
Creo que el propósito de la mencionada fiesta es algo benéfico en el Congo, pero no me he enterado bien, porque las monjas están muy a favor de las misiones y también muy en contra del medio ambiente: todos los días nos mandan circulares que ya ni leo. Esa en concreto creo que era mucha letra y una cuenta para hacer una transferencia que por supuesto no hemos hecho. Bastante que compré los puñeteros ticketz.
Con esos ticketz ( 7 leuros los adultos y 5 los niños), te permitían acceder al recinto de la fiesta y recoger un pack de merienda.
Asi que nada, de perdidos al río. El viernes me bajé con las princesas al magno evento. ¿ Qué puede haber mejor que estar un viernes a las 5 y media de la tarde en un patio de cemento con un sol de justicia viendo como tus niñas se juegan la vida en los castillos hinchables?. Nada.
Si a ese plan, le sumas un escenario con karaoke dónde los que ya no caben en los castillos hinchables, es decir adolescentes carpeteras con acné, emulan a sus héroes perpetrando a voz en grito supuestos grandes éxitos y mesas donde padres de niños se sientan a hacer pandilla te sale el peor plan del mundo.
Pues allí estaba yo comprendiendo una vez más que quiere decir la expresión “sacrificio maternal”. A pleno sol, con 3 packs de merienda, dos pares de zapatos en la mano, sudando como un pollo y sorteando a gente que me decía: ¿ eres la madre de C.? Nunca sé que contestar a eso, mi institino me lleva a negarlo: ¿ Qué C.? pero claro si C. está agarrada a mi pierna haciéndose la tímida no se lo traga nadie. AL final digo que si y me sumerjo en una conversación absurda del tipo.
- Mi hijo está todo el día hablando de C.
- ¿ Ah si? ( qué se dice a eso)
- Si, todo el día. Que si C. se ha subido a la mesa, que si C. ha imitado a la profesora, que si C. se va a Gibraltar.
- ¿si?
Mis comisuras se van tensando en una sonrisa forzada mientras pienso algo que decir porque no tengo ni idea de quien es su hijo, C. jamás dice nada de sus amigos aparte de algo como: P. es un llorica, M. me tira del pelo o G. se ha hecho caca, cosas que no se le pueden decir a los padres.
Después de 2 horas de sortear padres, buscar la sombra cómo un perro pachón y consolar a M. porque en el dichoso pack de merienda lo único que ella se puede comer es el cartón de la caja consigo convencerlas de que nos vayamos a casa.
¿ Convencerlas? ¿ Cenar en el salón, comer palomitas y ver una peli se considera chantaje?
El año que viene a Eurodisney.