
Tras 31 años de frustración esquiadora, creo que ha llegado el momento de darme por vencida con el esqui. ( Todo lo demás ya lo dejé hace tiempo por imposible).
El esquí es un deporte curioso. Para empezar, parece fácil. Te pones arriba, y te deslizas…sencillo. Esto no le pasa todos los deportes, tú te pones a ver ciclismo y los ves pedalear con sufrimiento, sudando como pollos y te duelen los riñones solo de ver la postura. Ves salto de altura y dices…"joder, ¿cómo consiguen doblar así la espalda?". Ves bolos y dices…"joder, que puntería”. El esqui sin embargo, parece sencillo….le pasa un poco también al patinaje sobre hielo. Todo es bonito, elegante y no sudan. Te parece tan fácil que hasta tú que tienes la misma elegancia que un elefante escayolado serías capaz de hacerlo.
Luego te pones a practicarlo y ves que de sencillo no tiene nada. Los esquis van por donde quieren, la pendiente es mucho más empinada de lo que tu te creías, lo que desde abajo parecía nieve blanca, pura e inmaculada es una plancha de hielo a la que no le caes bien, y además estas sudando como un pollo debajo de tanta ropa. Claro que lo peor viene al día siguiente, cuando quieres levantarte de la cama y te das cuenta de que eres Clarita la de Heidi..estás paralítica de dolor de piernas y cuando consigues andar pareces Forrest Gump con los hierros. Y piensas..¿ de verdad que esto me gusta?.
Es un deporte estacional, concretamente invernal. Y las condiciones idóneas son complicadas de cuadrar: que haya bastante nieve, que la nieve tenga una calidad buena, es decir que no sea ni hielo ni una plasta acuosa, que no haga muchísimo frío ni muchísimo calor, que haya sol pero no excesivo porque entonces la nieve se estropea, que esté nublado no importa pero si hay mucha niebla tampoco vale porque la visibilidad es nula, que no llueva que la nieve se funde y que no haya mucho viento porque entonces no se pueden poner en marcha los remontes. Todo eso tiene que darse y además en invierno. Es decir los esquiadores quieren un día de otoño o primavera en pleno invierno.
Siempre están los fundamentalistas del esqui que opinan que hay que esquiar aunque el cielo se desplome sobre tu cabeza..pero paso de fundamentalistas.
Es un deporte con una equipación muy complicada. Los pantalones, la chupa, el forro, los calcetines, el gorro, las gafas ( de sol y de ventisca), los guantes y luego un invento demoniaco, las botas de esquiar. Si esquías sabes la tortura que son, si no para que os hagáis una idea es como meter los pies en una botella…es decir hay que embutir los pies por un cuello estrechísimo para luego aprisionarlos en una cavidad rígida que además tienes que ajustar con unos enganches como de cámara de tortura. En mi caso es un suplicio sobrehumano. En un día normal de esquí puedo tardar de 2 a 3 horas en conseguir la total insensibilidad en mis pies para que ya me de igual que me aprieten. Antes de llegar a ese estado zen “no hay dolor”, paso por etapas de apretarme tanto las botas que no me llega riego sanguíneo a los dedos de los pies y otras de soltarme tanto los ganchos que el pié me baila dentro de la bota y por tanto los esquis van a su bola mientras bajo totalmente descontrolada.
En el esquí, como para casi cualquier deporte, hay monitores. Un monitor de aerobic es un tío que puede ser más o menos atractivo pero que al fin y al cabo va en camiseta y está sudoroso…cero atractivo. Lo gracioso de los monitores de esqui es que como van de uniforme, con gafas de sol y no sudan, con ellos se experimenta el famoso “síndrome de los bomberos”: te parece atractivo un tío al que probablemente si vieras sin uniforme te parecería un gañán de tres pares de narices. Además el entorno invita a imaginar una vida alternativa de montaña y aventura cuando la realidad es que cuando el pavo deja de esquiar con absurdas como tú, se va a su pueblo a tomar sol y sombras en el bar de la plaza.
¿Porqué me empeño?. Pues porque cuando hay buena nieve, hace un día estupendo, las botas deciden darme una tregua y me sale todo bien..puedo llegar a creerme que después de 31 años sé esquiar.
He vuelto y no puedo andar.