
Eras flaco, muy flaco, Moreno y muy simpático. De todos los amigos de Y. eras el más simpático con diferencia. Con cara de ser divertido y muy animado. Éramos jóvenes y teníamos un amigo en común que organizó una fiesta genial. Un descontrol total. Mucha gente, oscuridad y bebida. Ni siquiera me acuerdo de si hablamos o no. La cuestión es que desayunamos en mi casa, tú y otros 3 o 4 aspirantes a ingenieros más. Tostadas y mermelada de ciruela casera. Algunos no os habíais acostado. Muchas risas.
Un día de otoño, en la puerta de la escuela de Montes. Estaba allí esperando y pasaste en bici y recuerdo perfectamente que pensé: “
con ese tío yo tendré algo”. Lo recuerdo porque era un pensamiento absurdo, tenía otro novio, casi no nos veíamos y las posibilidades de coincidir eran mínimas.
Salíamos los jueves, a muerte, como si no pudiéramos volver a salir nunca jamás en la vida. Llegabas a aquel bar y te podías encontrar a cualquiera. Era divertidísimo. Recuerdo vagamente días en los que de repente estabas ahí, habías vuelto de Escocia y salías y nos encontrábamos. Siempre mil cosas de las que hablar y muchas risas. Hasta otra. “Autores”, un día raro, nos encontramos no sé porqué y volví a tener esa sensación de que era cuestión de tiempo. No me lo creí, empezaba a desconfiar de mi
"instinto femenino". 26 de junio de 1999. Boda de Y. Se preveía gran juerga. Allí estabas tú, por sorpresa. A partir de ahí toda nuestra vida. Ávila, León, pantalones de motoserrista, el palacete renacentista, tu familia, tus amigos, tus gafas jumbotron, tus manías, tus gustos, mi familia, mis amigos,
Los Molinos, mi trabajo. Era increíble pero todo iba encajando.
Ya no eres muy flaco, ni siquiera flaco, pero sigues siendo divertido y simpático y muy bueno.Ya no llevas gafas. Sigues siendo encantador. Eres meticuloso, despistado y ordenado. No soportas que me deje la llave puesta en la puerta de casa, ni que no cierre las puertas de los armarios de la cocina, odias que meta mis pies fríos entre tus piernas cuando me meto en la cama y te parece que tengo demasiada ropa. Eres reservado y no dices lo que piensas, aunque sé que algo te preocupa porque vas susurrando por casa. Te saca de quicio que sea incapaz de sumar 3 más 8 y que haga castillos en el aire a la mínima. Adoras a las niñas pero si pudieras apagarlas de vez en cuando para estar tranquilo lo harías, aunque ahora que son más mayores e interactuan más, estás descubriendo lo que mola ser padre. Ir contigo a la playa es una pesadilla, pero cuando te veo llegar blanco de toda la crema que te has puesto, con tu sombrero de paja, tus gafas de sol de gasolinera, tu silla de los chinos, tu cerveza y tu periódico pienso…si no salgo corriendo, es amor verdadero.
Te gusta viajar conmigo, yo te enseño arte y tu a mi plantas y cachivaches variados. Me aguantaste cuando pasee horas por una librería en Oporto, y yo puse cara de interés cuando durante 1 hora admiraste la
grua de madera con la que cortaban los árboles en plano en el palacio de Schönbrunn.
Te gusta la lluvia y el frío, ver deporte en la tele y los programas de cocina.
Te has lanzado a cocinar con resultados diversos, pero lo disfrutas. Juegas al padel y montas en bici, aunque no eres un deportista de élite.
Sigues siendo muy divertido aunque muchas veces me saques de quicio. Eres fácil y sociable. Cualquier plan te divierte aunque te jode mucho que planee cosas sin consultártelo. Lo sé e intento corregirme. No eres impulsivo, a todo le das mil vueltas y todo lo piensas y repiensas. Nunca tienes prisa, todo puede esperar y nunca hay nada urgente. Esto ya sabes que me exaspera…no puedo entender que tengas los jerseys en el armario en agosto y los bañadores en noviembre, pero he aprendido a no hostilizarme.
Te preocupa tu trabajo, pero no tanto como antes. Ya lo tienes dominado, eres todo un ingeniero y sabes lo que haces. Has aprendido que mentir en tu curro es cuestión de supervivencia y ya no pierdes el sueño.
Duermes como un bendito pero madrugas. La hora de la siesta es sagrada, aunque te propongas no dormirte es inevitable, el sofá te atrapa. Siempre te levantas de buen humor, ya te has acostumbrado a que a mí por las mañanas es mejor no hablarme.
Adoras a tus amigos pero no se lo dices. Te da vergüenza. Crees que la gente ya sabe que les quieres y es verdad que lo saben, pero mola que se lo digas de vez en cuando. Eres incapaz de hablar mal de alguien y sólo cuando estás muy muy disgustado te permites expresar una crítica.
Siempre dudas de lo que te cuento, "
no te has enterado"...me pone de los nervios, porque en el fondo sé que tienes razón. Yo me quedo en lo grande y tú siempre vas a los detalles.
Te encantan
los trenes y me has pasado tu miedo a volar.
Estás contento. Eres feliz con tu familia, tu casa y tus cosas. Me pones los pies en la tierra y me haces ver que las cosas no son tan graves como yo me creo.
Todavía me sorprendes.
Por sorpresa, casi 10 años después, aquí seguimos.
Y seguro que no vas a leerme.