
Contemplar a mi ingeniero en mi cocina es una de las experiencias más fascinantes de mi intensa vida familiar.
El ingeniero no cocina normalmente, es decir que el proveerle de alimento diario para que pueda desarrollar su trabajo es algo de lo que me encargo yo, pero en fechas señaladas el ingeniero se lanza a intentar desarrollar sus dotes culinarias.
Al ingeniero le encanta comer, le encanta lo exacto, y le flipa Arguiñano. Estos tres factores por separado no son nocivos pero combinados se convierten en un coktail Molotov que además me saca de quicio.
El ingeniero me mira asombrado cuando me trago una comedia romántica y suspiro por un paseo romántico o una velada a la luz de las velas…"A. eso no es real, que te crees que la vida es como una peli” me dice..y rompe toda la magia. Pero se pone a cocinar y quiere ser Arguiñano.
Para empezar necesita mucho espacio, más o menos como si estuviera en un plató de 100 m cuadrados. Los demás habitantes de la casa debemos irnos de la cocina o sentarnos a contemplarle en silencio reverencial. Y silencio. Nada de distracciones.
Después va el atrezzo. El ingeniero siempre se pone delantal, y un trapo colgando del cinturón. Y luego dicen que las tías somos esclavas de la moda….
El ingeniero coloca la tabla de madera, la limpia (aunque ya esté limpia), coloca los cuchillos y cucharas al lado de la tabla y al otro la receta que vaya a seguir debidamente protegida para que no acabe llena de grasa y manchas.
Después necesita tener todos los ingredientes preparados, medidos y colocados perfectamente en recipientes lo más parecido posible a los que salen en la tele. Esta tarea lleva bastante tiempo porque el ingeniero no está en su habitat y desconoce la ubicación de ingredientes, recipientes y demás utensilios. Esta búsqueda va acompañada de todo tipo de improperios del tipo:
- así no hay manera de encontrar nada, no están las cosas donde tienen que estar, es que lo escondéis todo.
Además el ingeniero no puede cocinar sin un utensilio que a las marujas trabajadoras nos sobra completamente: la báscula.
- A. la cocina es ciencia. Las cantidades han de ser exactas. ¿ Donde está el peso?
El peso está por supuesto en el último armario, debajo de otra serie de cachivaches que yo jamás uso porque cocino al buen tun tun, sin método ni pesos ni majaderías. De todos modos como es su día, subo y se lo doy. Asisto a la ceremonia del pesaje, colocación y ordenación de los ingredientes con sumo respeto. Las niñas mientras tanto se impacientan:
- ¿Cuándo comemos???
El toque Arguiñano además de en la parte formal se reconoce en que en medio de tanto método de repente, al ingeniero le alcanza un rayo de creatividad..y decide que comino es lo que más le va a los canelones o ralladura de limón al cocido…” ¿no quieres experimentar cosas nuevas?. Pues la verdad es que no, pero me callo.
Otra cosa genial es que la receta se puede variar por adicción (añadir cosas) pero jamás por sustracción (quitar cosas). Así que si en la receta pone que hay que echar por ejemplo, almejas machas y no nos gustan…hay que echarlas por cojones y por el método. Pero si en la receta no pone nada de almejas y el ingeniero las ve en su búsqueda por la cocina…échate a temblar porqué dirá algo así como:
- yo creo que a las lentejas les irían bien unas almejas ¿no?..fusión de sabores.
No me jodas..fusión de sabores almejas y lentejas…que asco.
Cuando por fin termina el ritual y te sientas a comer…te espera la última sorpresa.
El ingeniero no cocina normalmente, es decir que el proveerle de alimento diario para que pueda desarrollar su trabajo es algo de lo que me encargo yo, pero en fechas señaladas el ingeniero se lanza a intentar desarrollar sus dotes culinarias.
Al ingeniero le encanta comer, le encanta lo exacto, y le flipa Arguiñano. Estos tres factores por separado no son nocivos pero combinados se convierten en un coktail Molotov que además me saca de quicio.
El ingeniero me mira asombrado cuando me trago una comedia romántica y suspiro por un paseo romántico o una velada a la luz de las velas…"A. eso no es real, que te crees que la vida es como una peli” me dice..y rompe toda la magia. Pero se pone a cocinar y quiere ser Arguiñano.
Para empezar necesita mucho espacio, más o menos como si estuviera en un plató de 100 m cuadrados. Los demás habitantes de la casa debemos irnos de la cocina o sentarnos a contemplarle en silencio reverencial. Y silencio. Nada de distracciones.
Después va el atrezzo. El ingeniero siempre se pone delantal, y un trapo colgando del cinturón. Y luego dicen que las tías somos esclavas de la moda….
El ingeniero coloca la tabla de madera, la limpia (aunque ya esté limpia), coloca los cuchillos y cucharas al lado de la tabla y al otro la receta que vaya a seguir debidamente protegida para que no acabe llena de grasa y manchas.
Después necesita tener todos los ingredientes preparados, medidos y colocados perfectamente en recipientes lo más parecido posible a los que salen en la tele. Esta tarea lleva bastante tiempo porque el ingeniero no está en su habitat y desconoce la ubicación de ingredientes, recipientes y demás utensilios. Esta búsqueda va acompañada de todo tipo de improperios del tipo:
- así no hay manera de encontrar nada, no están las cosas donde tienen que estar, es que lo escondéis todo.
Además el ingeniero no puede cocinar sin un utensilio que a las marujas trabajadoras nos sobra completamente: la báscula.
- A. la cocina es ciencia. Las cantidades han de ser exactas. ¿ Donde está el peso?
El peso está por supuesto en el último armario, debajo de otra serie de cachivaches que yo jamás uso porque cocino al buen tun tun, sin método ni pesos ni majaderías. De todos modos como es su día, subo y se lo doy. Asisto a la ceremonia del pesaje, colocación y ordenación de los ingredientes con sumo respeto. Las niñas mientras tanto se impacientan:
- ¿Cuándo comemos???
El toque Arguiñano además de en la parte formal se reconoce en que en medio de tanto método de repente, al ingeniero le alcanza un rayo de creatividad..y decide que comino es lo que más le va a los canelones o ralladura de limón al cocido…” ¿no quieres experimentar cosas nuevas?. Pues la verdad es que no, pero me callo.
Otra cosa genial es que la receta se puede variar por adicción (añadir cosas) pero jamás por sustracción (quitar cosas). Así que si en la receta pone que hay que echar por ejemplo, almejas machas y no nos gustan…hay que echarlas por cojones y por el método. Pero si en la receta no pone nada de almejas y el ingeniero las ve en su búsqueda por la cocina…échate a temblar porqué dirá algo así como:
- yo creo que a las lentejas les irían bien unas almejas ¿no?..fusión de sabores.
No me jodas..fusión de sabores almejas y lentejas…que asco.
Cuando por fin termina el ritual y te sientas a comer…te espera la última sorpresa.
" He hecho un cálculo, he sumado el precio de los ingredientes, el gasto de luz y agua y el coste de la mano de obra y lo he prorrateado por los días que vamos a comer este gazpacho y resulta que sale más barato comprar un litro de gazpacho marca blanca que hacerlo en casa”.
Casi me asfixio con el gazpacho.