Como no todas mis aportaciones a la crítica literaria iban a ser malas, esta vez recomiendo un libro: “El año del pensamiento mágico” de Joan Didion. Me acabo de dar cuenta de que la otra vez que recomendé un libro era exactamente del mismo tipo. “Una pena en observación”. Será que estoy obsesionada con la muerte.No es divertido, ni fácil, ni entretenido, ni ameno. Es un libro reflexivo sobre la muerte. La escritora americana, Joan Didion, se sienta a cenar con su marido John la noche del 30 de diciembre de 2003 y de repente John muere. Faltaban unos meses para que celebraran sus 40 años de vida en común y venían de ver a su única hija, ingresada en la UCI de un hospital de Nueva York .
“Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba”.
Nueve meses después de esa noche, comienza a escribir esta reflexión sobre la muerte, la vida en pareja y como se sobrevive a a la muerte. Es un libro durísimo. No es lacrimógeno ni melodramático. Ella se sienta y analiza exactamente como es la pena que siente, como el duelo además de un estado sentimental es un estado físico.
Solo dejo un texto, a algunos os hará salir corriendo pero espero que alguien lo lea.
“El dolor por la pérdida nos resulta un lugar desconocido hasta que llegamos a él. Anticipamos (lo sabemos) que alguien cercano a nosotros puede morir, pero no imaginamos más allá de los días o semanas inmediatamente posteriores a esa muerte imaginada. Incluso interpretamos erróneamente la naturaleza de esos pocos días y semanas. Si la muerte es repentina, es posible que esperemos sentirnos conmocionados, pero no esperamos que la conmoción sea arrasadora, que trastorne a la vez el cuerpo y el espíritu. Es posible que esperemos sentirnos postrados, inconsolables, locos por la pérdida pero no esperamos estar literalmente locos, personas enteras que creen que su marido está a punto de regresar y necesita sus zapatos. En la versión del dolor que imaginamos, la pauta a seguir es la “recuperación”. Prevalecerá un cierto movimiento hacia delante. Los peores días serán los primeros. Imaginamos que el momento más duro de la prueba será el funeral y que tras él se iniciará esa hipotética recuperación. Cuando anticipamos el funeral nos preguntamos si lograremos “superarlo”, esta a la altura de las circunstancias. ( ) No sabemos que ese no será el problema. No podemos saber que el funeral en sí mismo será anodino, una especie de regresión narcótica, arropados por el cariño de los demás y por la gravedad y significado de la ocasión. NI podemos saber – y ahí reside la diferencia fundamental entre como imaginamos el dolor y cómo es en realidad ese dolor – la interminable ausencia que sigue al hecho en sí, el vacío, la absoluta falta de sentido, la inexorable sucesión de momentos en los que nos enfrentaremos a la experiencia del sin sentido”.
Estremecedor.
Lo recomiendo.

