jueves, 23 de abril de 2015

Enamorarse leyendo


Eh, eh... hazme caso. Deja el libro. Déjalo del todo. Hazme caso. Mira lo que acabo de ver. ¿Te acuerdas cuando hace unos meses nos reímos de esa noticia que hablaba de enamorarse de alguien después de responder a 36 preguntas más o menos íntimas? ¿Te acuerdas? Sí, sé que si. 

Pues acabo de encontrar un artículo dónde comentan que también es posible enamorarse de alguien hablando de libros y respondiendo una serie de preguntas. Bueno, esto tu y yo ya lo sabíamos. ¿Acaso no fue así como nos conocimos? 

Si lo pienso, siempre que me he enamorado los libros han estado de por medio: antes, durante o después. Antes, contigo, claro, fue como llegaste a conocerme. Durante, contigo y con otros. No me mires así, no te hagas el digno que ya tenemos una edad y sabes que hubo otros antes. No, después espero que no, bueno... no lo espero, no sé. Pero no me líes, que estábamos hablando de libros. 

Libros durante una relación. Los que lees a medias, los que se prestan, los que se recomiendan o incluso los que el otro empieza a leer porque yo soy muy pesada y si estás conmigo es imposible que no te apetezca leer. Los libros por los que hemos discutido o nos hemos enfrascado horas de conversación. ¿Te suena?

Al terminar una relación también ha habido libros. Creo que esto no te lo he contado; es de mi época patética. Una época catastrófica para mi autoestima pero muy fructífera en anécdotas autohumillantes que he descubierto que dan mucho juego. ¿Que cómo fue eso? Pues con mi primer novio, desde que me dejó, todos los años, puntualmente por su cumpleaños yo iba hasta la puerta de su casa y le dejaba un libro. Lo sé, lo sé... espantoso. Si para algo me gustaría tener una máquina del tiempo es para volver a aquel momento y abofetearme hasta la muerte. ¿Cuándo dejé de hacerlo? No sé, en algún momento recuperé el criterio. Lo más gracioso es que él vino un día y me dijo "Ya no me regalas libros". Me sentí un poco el de la canción de las violetas. 

La primera pregunta del artículo es ¿cuál era tu libro favorito de pequeña? ¿Qué es pequeña? Bueno, da igual. Me encantaba un libro que se llamaba "Papaíto Piernas Largas", lo leí mil veces. Era una edición antigua, de mi madre, con tapas verde césped y una jovencita que miraba arrobada la sombra de unas piernas. Es curioso que apenas recuerde la historia. También me encantaba “Mujercitas” y el otro día en la estantería encontré "Alarma en Patterick Fell", un libro juvenil con una central nuclear que no sé por qué me dejó marcada. Creo que se lo voy a pasar a M. ¿Cómo ha llegado a la estantería de mi cuarto? ¿Lo traje yo? ¿Cuándo? ¿Por qué? y ¿por qué ése y no el de “Papaíto Piernas Largas”, que no encuentro por ninguna parte? ¿Me querrás cuando pierda la memoria del todo? Bueno, no empieces a preocuparte por eso, acabo de recordar que Fred Astaire hizo la película.

¿Cuál es el último buen libro que has leído? Creo que el último verdaderamente bueno fue el de Padura, el de "El hombre que amaba a los perros", una gran novela con un historión que me dio mucho sobre lo que pensar. Te leí la cita en alto y te quedaste petrificado: "Según se mire, Ana era la mujer que yo más necesitaba o la que menos me convenía en aquel momento...". ¿Dónde has leído eso?, me dijiste. 

Luego he leído algunas cosas de no ficción que no me han gustado mucho. Eso también lo preguntan en el artículo, ¿prefieres ficción o no ficción? Si me llegan a preguntar hace 10 años hubiera dicho que ficción y sin embargo ahora disfruto las dos cosas por igual. Ahora mismo estoy con el de Luis Magrinyà sobre muletillas, expresiones atroces al escribir y construcciones gramaticales a evitar y me lo estoy pasando bomba, además de aprendiendo un montón. Ya verás la próxima vez que me pases uno de tus textos a corregir... vas a ser mi conejillo de indias para aplicar todo lo que estoy aprendiendo. 

Hay muchas preguntas típicas pero me encanta esta porque lo hemos hablado: ¿Con qué autor, vivo o muerto, te gustaría ir a cenar? Tengo hasta una lista. De los muertos me encantaría haber podido ir a cenar con Ramiro Pinilla, escucharle contar todas sus historias sin mucho que decir; sólo escuchar, mirar y aprender. También con Ray Bradbury, seguro que sería divertido. Le contaría que da vértigo el espacio y pánico las naves espaciales, quedaría como una mema pero creo que se reiría conmigo. Lo que no sé es si podría abstraerme de sus gafotas. De los vivos elijo a Paul Auster, Enric González y Neil Gaiman. Sí, los tres me gustan como hombres pero es que si voy a ir a cenar, ¿por qué no elegir hombres que además de atraerme intelectualmente lo hagan físicamente? No seas tonto, te dejo venir conmigo. Uy, casi lo olvido... de los muertos pero que deberían estar vivos me hubiera encantado cenar con Tony Judt. ¿Cuáles elegirías tú? 

¿Quieres saber más preguntas? Una de mucha vergüenza. ¿Qué libro te avergüenza decir que te gustó? ¿Quieres saber el mío? Vale, pero no te rías. Es uno atroz que tuvo muchísimos lectores hace unos años y adivina de qué iba: unos que se enamoraban por Internet. Ja. Sabía que ibas a poner esa cara. ¿Qué si tengo ese libro todavía? Creo que sí, por ahí anda. Y cumple a rajatabla la pregunta: me da vergüenza que en su momento me gustara pero en fin, todos tenemos nuestros momentos de debilidad sensiblera. No, no voy a decirte el título. Busca en la estantería. 

Te estás descojonando de mi... lo veo. Eres un perro. 

Hay muchas más preguntas, algunas chulas, pero ya no te cuento más que luego dices que soy un torrente. Volvamos a leer un rato. 


lunes, 20 de abril de 2015

De profesión, vendehúmos


"Vendehúmos", dícese de la gente que ha encontrado en las redes sociales un altavoz increíble para decir obviedades de manera que parezcan originalidades plenas de sabiduría y llegar a un público millonario. 

¿Tengo algo contra los vendehúmos? No, la verdad es que no. De hecho, me fascinan, son una especie que me hipnotiza, como las hienas y las mantis religiosas de los documentales. Me dan mucho repelús pero no puedo dejar de observarlos. 

Lo que me inquieta es la cantidad inmensa de gente que con una reverencia rayana en el fanatismo y una credulidad que supera con creces la de un niño de dos años compran el humo de hienas y mantis como si fueran piedras preciosas. 

¿Como empezó esto? Pues, sinceramente, creo que por casualidad. En mi imaginación (calenturienta) creo que todo empezó como le pasó a Brian cuando lo confunden con El Mesías. 

La historia es así. Érase que se era, el vendehúmos por excelencia, el excelentísimo Señor Alejandro Jodorowsky. 

¿Es un tío inteligente? Si, no lo dudo. ¿Válido? Pues supongo que sí, como todos: para unas cosas sí y para otras no. Sus cómics me gustan y con pocas historias he pasado más miedo y horror que con las de Juan Solo. Bien, una buena historia de ficción cargada de horror real que te deja en shock. Estupendo. 

El problema llega cuando un día, y además me lo imagino, el buen Sr. Jodorowsky se levantó en bolas de la cama (como mucha otra gente) se acercó a la ventana, abrió las cortinas (como Brian) y, cuando iba por el pasillo rascándose el culo (como muchos otros) tuvo un pensamiento. No especialmente brillante, ni inteligente ni ingenioso, pero se le ocurrió poner un tuit. Podía haber sido "Odio los lunes" y entonces la historia sería otra, pero lo que puso por ejemplo fue:
"Ni cuerpo que tiene un espíritu ni espíritu que tiene un cuerpo, sino materia que se espiritualiza y espíritu que se materializa".
Humo puro. Un pedo mañanero. 

Para su sorpresa, millones de personas se volvieron locas y, claro, Jodorowsky no daba crédito, ¿en serio a la gente le parece esto que he dicho TAN INCREÍBLEMENTE INTELIGENTE? 

Después, entra en un círculo vicioso en el que llega a creer que absolutamente todo lo que se le pasa por la cabeza, y cuando digo todo es todo, es digno de ser compartido con la humanidad. 

Llega al baño, hace pis y, mientras, piensa cómo resolver el problema de una madre con su hijo de 14 años que no levanta la tapa del wáter, tiene una visión y dice: 
"Te lo propongo en serio: la madre se debe sentar en el wáter y el hijo, de pie ante ella, debe mearle el pubis. Se hará adulto".
Me encanta lo de "te lo propongo en serio". Es que lloro de la risa. Es en plan "esto que te digo es una gilipollez suprema pero no te lo tomes a risa"

Dejemos a Jodorowsky haciendo sus cosas por unos segundos. ¿Alguien en su sano juicio piensa que un niño de 14 años (o de los que sea) va a ponerse a hacer pis en el pubis de su madre y QUE ESO LE HARÁ ADULTO? Woody Allen al lado de ese niño sería un ejemplo de cordura psicológica y equilibrio mental. (Dejando de lado el pequeño detalle de decirle a tu hijo que has contado su problema de levantar la tapa en tuíter ante 2 millones de personas y un señor te ha dicho que la solución es que te mee encima).

Volvamos a Jodorowsky, que llega a la mesa del desayuno. Se ha vestido (lo mismo desayuna en bolas pero me perturba esa imagen), se sienta a la mesa y hace como todos, piensa en lo triste que es su día, en las ganas que tiene de volver a dormir. Como no tiene nada a mano y se aburre,  aleatoriamente se fija en el tetrabrick de leche (seguro que es de soja, o leche vegana o lo que sea, pero da igual) y mientras lee "Leche de Asturias" o reflexiona sobre qué querrá decir exactamente "UHT" se le ocurre otra memez y pone otro tuit:
"Al perder el líquido que la llenaba, la botella se hace botella".
Humo volando por el techo de su cocina. ¿La botella se hace botella al perder el líquido? Pero, ¿qué memez es esta? ¿Qué quieres decir, Alejandro? Me pongo en tu piel y no se me ocurre nada que tenga sentido. ¿Nosotros somos botellas? ¿Cuando perdemos lo que nos llena somos más botellas? ¿Cuando perdemos qué? ¿Y si te vuelves a llenar de lo que sea que has perdido, dejas de ser botella: o sea, dejas de ser tú? Si pierdes leche y te rellenan con zumo, ¿qué pasas a ser? ¿Ya no eres botella? ¡¡Alejandro, ilumíname!! ¡No me dejes así, en este sinvivir! Prefería la incógnita de la leche uht. 

No voy a ser malvada. No todo lo que dice Alejandro es un sinsentido. Algunas cosas son tan obvias como el chiste del caballo de Santiago.
"Si es lo que en verdad quieres, avanza hacia aquello sin que ningún lazo te retenga, sin que ningún consejo te disuada".
Obvio. Esta "iluminación" la sabemos desde que nacemos. El que no va a por lo que quiere de verdad es porque es un cobarde, pero ese es otro tema.   
“Donde reina la corrupción, los jefes son corruptos”.
¿En serio? Jamás en la vida se me hubiera ocurrido. De hecho, hasta que he leído este tuit pensaba que todo el mundo era corrupto menos los jefes que vivían en un universo de buenismo, codeándose con Hello KItty y las princesas Disney sin saber absolutamente nada de la corrupción. Claro. ¿si no saben nada cómo van a arreglarlo? Ahora lo entiendo todo, no lo solucionan porque también son corruptos... Menos mal que tenemos a Alejandro. 
"Si te falta un centímetro para llegar a la meta, estás en la mitad. Mientras no estés en el centro, siempre estarás lejos".
¿Ein? Hay otras veces, normal a su edad, que Alejandro teclea tuits mientras se toma las pastillas y dice cosas sin el más mínimo sentido. A ver, si estás en la mitad cuando te queda un centímetro para llegar... ¿no estás en el centro? 
“La humildad es una manera de ser, no de parecer”.
Y bien que lo sabes tú, truhán. 
"No se olvida lo que hace que se transforme nuestra vida. El miedo es un cobarde. Construye tus sueños y destruirás tus pesadillas. Ser tú mismo, significa no imitar ni al que fuiste en el pasado".
Humo, humo, humo, humo. Humo que sale de una fogata hecha con la leña que son las vaguedades y las inseguridades de la gente. Memeces obvias que cualquiera que tenga el más mínimo amor propio, un poco de coraje y se conozca sabe de sobra. 

Su hijo viene por el pasillo en bolas, rascándose... y Alejandro, en un alarde de ingenio, dice: 
"Atención, padres: los hijos no os escuchan, os imitan".
¿Es Alejandro un timo? SI ¿Un farsante? SI. ¿Lo que viene siendo de toda la vida de Dios un charlatán? SI. ¿Me parece mal? Si. Lo que hace no es ilegal ni mucho menos. También hay gente que vende medias mamparas de ducha que no sirven para nada y están en su derecho. 

Lo que dice Alejandro son cosas de cajón, de cajón de madera de pino, o absurdeces absolutas que si te las dijera tu compañero de curro pedirías el traslado de departamento. 

Lo que me aterra es la gente que cree que Jodorowsky es la encarnación de la sabiduría vital en la Tierra, que siguiendo sus sentencias tendrán una vida mejor. La gente que lee una de sus frases y piensa que le han abierto los ojos. Los millones de personas que cuando se enfrentan a sus problemas diarios recurren a sus "enseñanzas" pensando que eso les arreglará la vida. 

Un charlatán por definición nunca te arreglará la vida: que andes jodido es su negocio. 

Cualquiera (con poca vergüenza) puede ser un vendehúmos, postularse para vendehúmos  e iluminarnos con perlas de sabiduría: a quien madruga Dios le ayuda, quien de verde se viste por guapa se tiene y no vendas la piel del oso antes de cazarlo. 

Y por supuesto, "UHT. Unidad. Hastío. Traición". 

¿Creéis que exagero? A la sombra del gran Alejandro surgen cosas como "Dora Motivadora", que combina la obviedad jodorowskyana con un toque a lo Gloria Fuertes en ripios como "Con los talentos en desuso nos vemos bastante obtusos" o "Si no podemos persistir ¿qué vamos a conseguir?".

Hablando en serio: Jodorowsky no es Brian y maldita la gracia que tiene. 


PS: si alguien no sube la tapa del wáter... que se lo piense, no vaya a ser que se encuentre con su madre pidiéndole cosas raras. 

viernes, 17 de abril de 2015

Porque sois vosotras


Echarás de menos la etapa de bebés cuando sean mayores.
Ya verás cuando crezcan y te empiecen a contestar. 
Espera a que lleguen a la pubertad. 

Agoreros de mi futuro maternal. No les hago caso, son los mismos que me dijeron que supuraría amor maternal nada más veros nacer y que se me caería la baba cuando os tuviera en mis brazos, que no viviría nada mejor que acunaros y sentiros contra mi pecho. Ninguna de esas cosas ocurrió así y tampoco ha llegado el Apocalipsis a nuestra relación ahora que ya sois personas. 

Claro que hay cosas que ya no hacéis y echo de menos. Ya no pedís permiso para dormiros en el coche porque ni siquiera en los viajes muy largos conciliáis el sueño. Vais mirando el paisaje, charloteando entre vosotras o preguntándome cosas complicadas que nos llevan a conversaciones que empiezan por algo como "Mamá, ¿qué es el subconsciente?" y terminan con algo como "Mamá, si no lo sabes, dilo. No pasa nada". 

Tampoco cantamos canciones de Disney a voz en grito: ¡Aliii, príncipe Ali Ali Ababua, es audaz, fuerte y tenaz claro que siii!, pero a cambio nos descubrimos canciones mutuamente. Odiáis a Springsteen, "Mamá, ¿cómo te puede gustar? ¡Está siempre afónico!", y os desesperáis cuando os digo que algunas de las canciones que os molan son de hortera llorica con carpeta de gomas. 

¿Qué es una carpeta de gomas? 

Dormís como ceporros absolutos. Ya no os hacéis bolita como cuando erais pequeñas, dormís con el desmadejamiento de miembros que se tiene cuando se empieza a crecer y los brazos y las piernas parecen tener vida propia. Entro por la noche a veros, a daros un beso y tampoco oléis a bebé. Oléis a champú, a vida, a vuestro día exprimido al máximo y a sueño reparador. Se os cae la baba, brujas, mientras dormís. 

Me encanta que lleguéis del cole espídicas, eufóricas y hambrientas, abriros la puerta, veros pasar por delante: ¡Hola mamá! ¿Qué hay de comer?, mientras os quitáis los abrigos y los colgáis. Contestaros sólo con una sonrisa.

-Mamá, ¿Qué pasa?

Subir los hombros, miraros, sonreír y no decir nada. 

-¿Qué hay de comer? 

Volver a sonreír mientras entráis en tromba en la cocina a ver lo que hay cocinado. Veros salir preocupadas.

-Mamá, no hay nada de comer. 

No decir nada. 

-Mamá, ¿Qué pasa? ¿Qué te pasa? ¿No puedes hablar? ¿Estás enferma? ¿QUÉ PASA? DI ALGO.

Soltar la carcajada y tener que sentarme a llorar de la risa. 

-¿Es una broma? ¡No tiene gracia!, -me gritáis indignadas mientras empezáis a reíros. -Vale, muy divertido mamá...pero la comida la has hecho, ¿no? 

No todo es maravilloso por supuesto. Me saca de quicio que M haya conseguido el superpoder de desconectar la frecuencia auditiva correspondiente a mi tono de voz normal y sólo me "oiga" cuando grito con voz de camionero tenor. Me exaspera que C sea un martillo pilón cuando quiere algo, es la reencarnación de Bart Simpson: ¿me llevas al Salpicamás? ¿me llevas al Salpicamás? ¿me llevas al Salpicamás? Me pone de los nervios que os peléis por majaderías y tener luego que mediar sabiendo que las dos partes se irán disconformes y murmurando “es injusto, es injusto”. Yo también sé que es injusto pero no sé hacerlo mejor. 

Pero todas estas cosas son poco importantes, no van a ninguna parte más que a tener un día a día bastante entretenido, confortable y agradable. No confiaba mucho en mi capacidad para lograrlo. 

Lo importante, lo más importante, es que ya no me queréis incondicionalmente. No os parezco la mejor madre del mundo mundial y sabéis que no siempre tengo razón. Sois perfectamente conscientes del millón de cosas que no sé, que no puedo hacer, que me desbordan, que me dan miedo o que, sencillamente, son demasiado para mi. 

También sois conscientes de cuando hago algo que me cuesta un esfuerzo y lo hago por vosotras, porque lo necesitáis o es algo que os hace muchísima ilusión. Sois conscientes del esfuerzo que hago y apreciáis el valor de ese esfuerzo y estáis aprendiendo a hacerlo vosotras... a veces. 

No os quiero igual ni os quiero por las mismas cosas. No os quiero porque seáis mis (nuestras) hijas ni de una manera incondicional, instintiva y derivada del hecho de haberos parido. Os quiero porque sois vosotras: individuales, distintas entre vosotras y diferentes a mí. Os quiero por el tiempo que hemos pasado juntas. 

Pero lo más importante de todo, lo que más me llena y me hace feliz es que no me queréis porque tenéis que quererme ni porque me creáis perfecta. Me queréis porque soy yo, con todo lo bueno y todo lo que no os gusta de mí, que son muchas cosas. 

Y cuando os pregunto: ¿Cuánto me queréis? 

Os reís y decís: ¡Muchizimoooo! 

Ahora mismo, con 42 años y casi 10 años de experiencia con las dos, soy la madre que quiero ser.


miércoles, 15 de abril de 2015

El globo y el olvido


"Había momentos en los que pensaba que hasta podía ser capaz de olvidarla, pero olvidar no es algo que se decide, sino más bien algo que te sucede. Y a mí no me sucedió". 
El Coleccionista, de John Fowles. 


Olvidar algo que quieres borrar de tu memoria es como intentar enamorarte de alguien. Imposible. Ni olvidar ni enamorarte son actos conscientes, nos ocurren o no. La vida sería más fácil si tuviéramos control sobre ellos pero no es así. 

El recuerdo que quieres olvidar es como un globo gigante e inmenso que ocupa un gran espacio en tu cabeza, en tu pensamiento, en tu espacio vital. Tienes una habitación completamente ocupada por ese globo enorme, terso y tirante. Lo primero que tienes que intentar es cerrar la puerta de esa habitación para que el globo no se expanda como una especie de plastilina incontrolada, o la lengua de un glaciar, y avance y ocupe cada vez más espacio. 

Cerrar la puerta no es fácil: el globo no se deja. Presiona hacia fuera y, cuando aprietas por un lado con el hombro, se expande por encima de tu cabeza. Cerrar la puerta y enclaustrar el globo exige un esfuerzo sobrehumano que te deja agotado. 

Una vez que se ha cerrado la puerta, sólo se puede hacer una cosa: dar ese espacio por perdido. Hay que cruzar por el pasillo pegándote a la otra pared, no mirar, no tocar, no acercarse de ninguna de las maneras. 

Hay que dejar pasar el tiempo y confiar en que el globo se vaya desinflando, envejezca y pierda fuelle. Esperar a que el globo del recuerdo se haga más pequeño, a que el olvido haga su trabajo, implica ser paciente. Implica no saber cuándo ocurrirá. No hay plazos y nadie puede dártelos. Cada globo necesita su tiempo y el olvido de cada persona funciona de manera distinta, tiene ritmos diferentes. 

Si para olvidar te dieran un plazo, "en 3 semanas, 3 meses o 3 años", todo sería más fácil. Si olvidar fuera un estado absoluto, una cumbre que una vez alcanzada no se puede bajar, todo sería más fácil. 

Hay que superar la tentación, y la tendrás muchísimo, de acercarte a la puerta de la habitación del globo: "abro un momento, miro y cierro". 

Mal. Nada más encontrar una mínima abertura, el globo del recuerdo se expandirá, saliendo de su espacio de confinamiento y echándote para atrás hasta la casilla de salida. Si le dejas, el globo del recuerdo es como el Sr. Moco de los cazafantasmas, como el blandiblup... expansivo y pegajoso. 

Hay que esperar. Muchísimo tiempo, hasta que casi hayas olvidado que tenías esa habitación, ese espacio. Y entonces, solo entonces, acercarse a la puerta y abrirla muy despacio. 

Entras en la habitación y el globo está en el suelo, sin aire, sin brillo, con polvo y pelusas que lo cubren. Convertido en lo que es realmente. Es el momento de cogerlo con dos dedos, mirarlo y pensar ¿esta mierda es la que me ocupaba tantísimo espacio y me parecía tan maravillosa? Dependiendo del cariño que le tengas, lo seguro que estés de la fortaleza de tu olvido y el Diógenes que sufras, puedes tirar el recuerdo a la basura sabiendo que la sombra del globo se habrá quedado para siempre en el suelo de esa habitación (como las siluetas de los forenses). Tirarlo a la basura o colocarlo en una estantería. Puede que un día vayas por la calle y en cualquier esquina veas uno parecido, y digas: yo tuve un globo como ese. 

Es fundamental no acercarse al globo durante el proceso de olvido. En cuanto te aproximas lo más mínimo, el globo cobra vida, se hace grande asfixiándote o sube hasta el techo de la habitación. Es mejor que te asfixie, aunque no lo creas. Si se escapa hacia arriba puede que tengas la estúpida idea de coger una escalera para alcanzarlo, quitarle el polvo y mirarlo pensando "este globo es inofensivo... no sé por qué pensaba que"... justo antes de que cobre vida, se infle y te golpee haciéndote caer de la escalera, provocándote un dolor insoportable que te obligue a salir a rastras de la habitación para volver a empezar. 

¿Qué puedes hacer para mantenerte ocupado mientras ese globo enorme como Jabba se desinfla? Preocuparte de conseguir recuerdos nuevos, buenos, recuerdos que quieras mantener, insuflarles aire nuevo, jugar con ellos y disfrutarlos. 

Y sobre todo ten una gran paciencia. El olvido es mucho más que un maratón, es un ironman, la carrera más larga de tu vida; y en la que más vas a sufrir. Y no es más fácil la segunda vez, ni la tercera, ni la decimoquinta. 


lunes, 13 de abril de 2015

Birdman: una cosa es una cosa

A thing is a thing, not what is said of that thing.

He visto Birdman, me ha gustado y la recomiendo. 

¿Es una buena película? 

Sí, es una buena película con un buen guión destrozada, en la última parte, por un maravilloso ejemplo de lo que tantas y tantas veces he criticado: la originalidad mal entendida es peligrosísima. 

¿De qué va Birdman?

Es una película sobre actores, sobre teatro, sobre actuar. Sobre la megalomanía, el protagonismo, el vértigo que le produce a cualquier actor caer en el olvido, asomarse a la realidad de un trabajo que te puede llevar a la cumbre y luego dejarte caer sin red. Un trabajo en el que hoy tocas el cielo y mañana simplemente no existes, porque eso es lo que ocurre con los actores. Dejan de existir. 

¿Es un tema original? No. Para nada. En 1950, Billy Wilder en la maravillosa y terrorífica "El crepúsculo de los dioses" contaba exactamente lo mismo. El delirio de una diva del cine mudo que es barrida de la vida del espectáculo por la llegada del sonoro e intenta sobreponerse, trepar otra vez hasta el lugar que considera suyo, fabricándose una película a su medida. 

Eso es Birdman. ¿Es una copia? No. Tampoco es una adaptación. El delirio actoral, los entresijos de la vida tras el escenario, las relaciones personales de los artistas, entre ellos y con su entorno familiar, han sido tema de innumerables películas, unas mejores y otras peores. Y Birdman es una de las buenas... que podría haber sido perfecta. 

¿Qué me ha gustado de Birdman?

Emma Stone. Todos en pie. Aplaudamos. Esa chica es una actriz como la copa de un pino aunque esté un poquito consumida por su metabolismo y pronto no tenga suficiente músculo facial para sostener esos ojos que literalmente se salen de la pantalla. Se come a cualquier otro que actúe con ella.  Además, en cierto momento lleva un ramo de lilas en la mano, lilas. Adoro las lilas. 

Edward Norton. Sé que Norton tiene su público, fans entregadas que le encuentran atractivo y maravilloso. En esta película está espectacular. Es otro que en sus escenas se come a Keaton, mientras que las que tiene con Emma Stone son de enmarcar. Su papel es además fabuloso y tiene las mejores frases de toda la película; con mucha diferencia. Te ríes y piensas con él. Y además dice una cosa maravillosa "You´re anything but invisible", un piropo espectacular. 

Los calzoncillos. Keaton y Norton salen en calzoncillos. Mucho rato. En calzoncillos ridículos, feos, horteras y que les sientan de angustia. ¡Si! Por fin realismo en las películas, tíos con calzoncillos de "regla", de "me pongo estos porque no me va a ver nadie". 

El guión. No todo es frivolidad en mi recomendación de Birdman. Como he dicho antes, la historia es buena y hay partes del guión realmente brillantes. Keaton está espectacular en algunas escenas, particularmente en las que asistimos a su derrumbe, a su yo más cotidiano y real. Las conversaciones con su exmujer ponen los pelos de punta. Como ya he dicho, Norton, Stone y algunos otros actores están fabulosos, y los diálogos son magníficos. 

La sensación que te produce. Birdman es una película para listos. Está llena de guiños que dicen "Eh, pilla esto moderno-cultureta del día" y claro, te alegras cuando pillas el guiño o sabes quien es Raymond Carver. Te sientes listo... y eso mola. 

¿Cual es el problema? La originalidad mal entendida en la que suele caer una y otra vez González Iñárritu. Coge una buena historia, se mira al espejo y dice "voy a hacerlo de manera original". 

Y la caga. Las peores partes de Birdman, aquellas en las que te encuentras completamente fuera de la historia, exactamente igual que le pasa a Keaton cuando se queda atrapado fuera del teatro, son aquellas en las que Iñárritu ha decidido ser original.  

Como esta es una crítica positiva de la película, vamos a darle las gracias al mexicano por enseñarnos lo que no hay que hacer en una película. 

Si has decidido darle una (completamente innecesaria) supuesta trascendencia conceptual a tu película, utilizándola para contar cómo las nuevas tecnologías y el arte se están cargando la interpretación actoral y las buenas historias, no es necesario ser tan endemoniadamente obvio y meter efectos especiales, superhéroes y gente volando. Los espectadores son mucho más listos que eso y sabrán captarlo en el guión. 

Si quieres mostrar en pantalla el delirio de un actor, su sufrimiento vital, su agonía al sentirse un fraude y al mismo tiempo su inmenso ego confía un poco en el guión y en tu actor. No montes numeritos. Aprende de Wilder. Aprende de los clásicos, de la ambientación y la tensión narrativa. 

Y por favor, antes de empezar a rodar una película... tienes que saber cómo acabarla. 

En resumen, "una cosa es una cosa, no lo que se diga de ella" y Birdman es una película sobre actores, sobre el teatro; aunque Iñárritu la disfrace de muñeco diabólico y la destroce. 

Me ha gustado Birdman pero abofetearía a Iñárritu hasta quitarle la tontería que trae originalmente de fábrica. 


Y quiero lilas. 


PS: A Blanco Humano no le ha gustado nada y la despelleja en su blog. Se admiten sugerencias para próximas críticas/recomendaciones.  

viernes, 10 de abril de 2015

La sonrisa de desconocido

En marzo he fracasado de manera estrepitosa. No he conseguido mi propósito mensual, aunque confieso que tenía muy poca fe en lograrlo. Supongo que he puesto menos empeño que en aprender a encender un buen fuego o ser más concienzuda con la puntuación de mis textos. 

El propósito de marzo era mejorar, mejor dicho empezar a tener, la sonrisa de desconocido: un bonito eufemismo que se aplica a sonreír falsamente todo el día, sin motivo y sólo por el supuesto poder mágico de la sonrisa. 

Estoy siendo cínica porque he comprobado empíricamente que la sonrisa de desconocido funciona. Voy con Juan a los sitios, él luce su fabulosa sonrisa de desconocido y mágicamente todo el mundo se fija en él, le hablan primero y le devuelven la sonrisa. Obviamente que mida 1,90, tenga todo el pelo cano y sea mil veces más atractivo que yo también suma... PERO hemos hecho el experimento y cuando no sonríe recibe menos atención. 

Empujada por su consejo "Moli, la sonrisa funciona, es un hecho, una realidad en sí misma y debes hacerlo", decidí intentarlo en marzo. 

No me sale. No sé. No tengo ganas. No me da la gana. Me siento imbécil. 

Lo he intentado a ratos. Con desconocidos, al saludar, entrar en una tienda, o simplemente por la calle. No me sale. Sólo sé sonreír si estoy contenta, si algo me hace reír, me hace feliz, o si la otra persona me cae bien o como recompensa por algo. No sé sonreír para conseguir algo, ni siquiera para salir bien en una foto. 

Hay por la red miles, millones de consejos de tipo buenista que dicen "Sonríe, sé feliz" o "Sonríe y haz el mundo mejor". No me los creo, no me convencen, no me funcionan. Si me siento mal o cabreada, o cansada o triste, o hasta el moño de todo, sonreír no me quita la mala leche, ni la tristeza, ni el cansancio ni hace desaparecer mágicamente mi hartura. 

Para mí, el consejo válido que me ayuda no es "practica tu sonrisa de desconocido", es "hazme sonreír". De hecho, es un consejo que sólo escribirlo me provoca una sonrisa porque automáticamente me acuerdo de los normandos diciéndole a Asterix: "Haznos miedo"

"Haz sonreír" también  me funciona. Si algo de lo que hago hace sonreír a alguien, me pongo contenta, me entusiasmo, me emociono y sonrío con sinceridad. Sonrío con toda la cara, con los ojos brillantes y no sólo enseñando los dientes. 

No consigo que nadie me preste atención como respuesta a mi falsa mueca. Tengo claro cuál es el valor de mi sonrisa mellada y hasta dónde puedo llegar con ella. Sé que usándola en falso no llego a ninguna parte. 

Sé que no haré sonreír con mi mueca, pero también sé que  soy capaz de hacer sonreír con mi mirada, con lo que digo y con lo que escribo.  

Y será entonces, cuando tú sonrías, cuando sacaré mi sonrisa mellada a relucir, la usaré de verdad con alguien, contigo. Entonces, puede que te provoque curiosidad y en algunos casos, lo he comprobado, un extraño deseo por mi diente roto.

Si te sonrío, ten por seguro que es de verdad. 

miércoles, 8 de abril de 2015

Documentales que hay que ver


Esto va de documentales: 

Hay muchísima gente (muy pocos lectores de este blog, todo hay que decirlo) que ante la palabra documental salta para atrás, imagina algo en blanco y negro, con voz en off y aburrido. Otros muchos piensan en animalitos que en un primer momento parecen inofensivos pero luego son fieras que devoran a sus crías... Otros, consideran los documentales un género soporífero, fabuloso para conciliar el sueño. Algunos creen que Iker Jimenez y su programa de patochadas es un documental. 

Los documentales son como las películas de cine, las series de televisión, los libros o la música. Los hay buenísimos y los hay desastrosamente horribles. 

En un documental, como en una película, importa tanto la historia real que quieran contarte como la manera de hacerlo. Importa el qué y el cómo. Mucha gente, incluida la que los hace, creen que si el tema es impactante, macabro, muy muy preocupante o espectacular, la forma da igual. Otros piensan que una forma "original" compensa un argumento intrascendente e idiota: estos se conocen como docu-arte y la mayoría son de una pretenciosidad sin límites, se exhiben en galerías de arte detrás de una cortina negra, o en 20 monitores, y dan ganas de estrangular al supuesto artista. 

Me estoy yendo por las ramas, que es algo que les ocurre a muchos documentales. Empiezan con tirón, divagan, mariposean, pican, pinchan, aburren, se terminan y te quedas con cara de ¿Yyyyy?

Este post va de cuatro documentales que HAY que ver. 

Grey Gardens. Se rodó en el otoño de 1973 y se estrenó en 1976. Jacqueline Kennedy y su hermana Lee contactaron con los hermanos Maysles para que rodaran un documental sobre su vida y su familia. Por supuesto, no contaban con que los Maysles pasaran pronto de ellas y se centraran en su prima y su tía anciana, que vivían en una casa ruinas en East Hampton. 

Los Maysles vieron el filón y convencieron a las susodichas para grabarlas y hacer una película con ellas. El resultado es este documental de hora y media montado a partir de todo el material que rodaron mientras prácticamente vivían con ellas. 

Las dos habitan un mundo irreal, en la casa en ruinas, echándose en cara oportunidades perdidas, recordando los viejos tiempos y con muchos gatos. 

Aparte de los dos personajes y el morbo de su relación con Jacqueline Kennedy, el documental tuvo muchísimo éxito en su momento porque parecía rodado sin intervención del director, como si se hubiera limitado a grabar y mostrar. Era algo novedoso por entonces, e impactante. Ahora, estamos hartos de ver producciones con este tipo de rodaje y sabemos (o por lo menos deberíamos saber) que nada es tan sencillo y que en todos los documentales hay una labor de edición y montaje que es la que crea la historia. Otra edición y otro montaje contarían otra distinta. 

Man on the Wire. En 1974, un francés menudito y con pinta de elfo chiquitín se paseó durante 45 minutos sobre un cable de acero extendido entre las Torres Gemelas de Nueva York. Aunque el paseo puede parecer lo más espectacular, y ciertamente lo es, el documental le dedica poco metraje. Se centra en contar la historia de Philippe Petit, su vida, su obsesión con las Torres, su megalomanía, su afán de protagonismo y la construcción de su personaje. 

El propio Petit, su novia de entonces, varios de sus amigos, y conocidos que reclutó para el plan, van contando cómo era Petit, cómo se gestó el plan y cómo vivieron la aventura. 

Lo mejor de esta historia es justamente eso, el relato de las relaciones entre los protagonistas: la construcción de un sueño y, después, su "explosión".  Aviso que Petit "hace bola". 

Grizzly Man. Este es un auténtico locurón. Es tan impactante, tan alucinante, que las princezaz se lo tragaron entero a pesar de estar en versión original y con subtítulos. Creo que hasta dejaron de respirar mientras literalmente se les salían los ojos de las órbitas viendo a Timothy Treadwell. 

¿De qué va esta historia a mitad de camino entre un documental de animalitos sanguinarios de la 2 y un capítulo de Doctor en Alaska? Pues está también a mitad de camino entre la locura de las primas de Jacqueline Kennedy y la creación del personaje de Petit. 

La figura y la historia de Treadwell está contada por Werner Herzog de manera magistral. Lo que parece una simple crónica de un hecho dramático e impactante, la muerte de Treadwell devorado por uno de sus amados osos, se convierte en la reconstrucción de un personaje que se va mostrando ante la cámara con una multitud de facetas que provocan en el espectador todo tipo de emociones: incredulidad, sonrojo, vergüenza ajena, incomprensión, pena, compasión, simpatía y tristeza. 

La inmensidad del paisaje de Alaska, la supuesta "amorosidad" de los grandes osos grizzlies y las cáusticas observaciones de los que conocieron y trataron a Treadwell, "Algo así tenía que pasar", crean una atmósfera entre tierna y cómica en la que la figura de Treadwell, en un principio un chalado amante de los osos, se va despojando de sus capas hasta mostrar una realidad que te impacta. 

Nota: no hay nada truculento ni sangriento en las imágenes. Es la maestría de Herzog narrando la que crea la tensión y el horror. 

Exit through the gift shop es el último de mis documentales recomendados. Todo el mundo sabe quién es Banksy (y si no lo sabéis, vergüenza debería daros) y ha visto alguno de sus trabajos. Artista callejero, grafitero, pintamonas, pintaparedes, gamberro, puede parecerte lo que sea, pero lo que hace en este documental (¿o es un falso documental?) es una genialidad. 

Volvemos a la técnica de Grey Gardens. Parece que todo es grabado directamente, que la historia es tal y cómo nos la cuentan, que Banksy ha cogido la historia de Thierry Ghetta, un tipo obsesionado con su videocámara y el arte callejero, y nos ha contado su historia, la de ambos: la del artista y la del documentalista aficionado que consigue su confianza. 

Aprendemos de arte callejero: nombres, técnicas, inicios, artistas, peligros, precios, proyección y, cuando confiadamente creemos que ese es el tema del documental, la historia da un giro que literalmente lo vuelve todo del revés. 

Banksy consigue meter al espectador en su mundo, crear tensión, presentar personajes y dejar al espectador boquiabierto y sorprendido. Además, hace una crítica descarnada y brutal de la mercantilización del arte y de los artistas. 

Una maravilla. Un genio. 

De vez en cuando, conviene dejar la ficción de lado, no entontecerse con frivolidades absurdas y ver un documental para aprender, entretenerse, disfrutar, horrorizarse y ser consciente de la cantidad de historias increíbles que hay por el mundo esperando a que alguien quiera y sepa contarlas. 


Espero que os gusten. O arderéis en el infierno de la gente sin criterio que comenta Casados a la primera. 

*Todos están disponibles enteros en You Tube. 

lunes, 6 de abril de 2015

El hombre al que vi

Salgo a la calle soleada aparentando confianza y tranquilidad. Aparentando tenerlo todo controlado, porque se supone que esa es la actitud que tengo que tener. Soy la madre. 

"No nos quedan plazas. Lo tenemos todo cubierto", nos ha dicho la chica morena perfectamente uniformada detrás de su mostrador con grandes letras de promoción. 

Vale, quizás tendría que haber reservado antes. Quizás esté siendo un poco desorganizada. Quizás he sido dejada. Quizás es que no me apetece hacer planes con antelación para no tener que cumplirlos. 

- ¿Y ahora qué hacemos, mami? 

"¿Y ahora qué hacemos?". Y yo qué sé. Además, no quiero saberlo, no quiero preocuparme, no quiero fingir que sé qué vamos a hacer, que sé lo que hay que hacer. 

- Pues nada. Vamos a otro sitio y sin problema. 

Había visto el rótulo antes y conocía el local porque hace unos años, un Domingo de Resurrección, compramos unos esquís infantiles al final de temporada para que las princesas aprendieran. 

- Vamos a preguntar ahí. Venga chicas. 

Empujo la puerta pensando en lo maravilloso que es tener a alguien que tenga pinta de saber lo que se trae entre manos. Y digo pinta, porque obviamente ninguno tenemos ni idea de lo que hacemos; sólo fingimos o lo hacemos por costumbre. 

Un local estrecho, forrado de láminas de madera, lleno de estanterías con botas, esquís y algunas bicicletas. Las típicas fotografías de las cumbres del valle con los retratos de conocidos felices y sonrientes después de haber sufrido para subir esas cumbres o haberse jugado la vida descendiéndolas. 

Al fondo, un mostrador con un tío con gorra, un par de rastas asomándole y unas gafas de plástico protectoras. Está afilando tablas y ni siquiera levanta la vista cuando entramos.

- Hola. 

A la izquierda, detrás de otro mostrador y una pantalla de ordenador, aparece una gran sonrisa. 

- Hola chicas. ¿En qué puedo ayudaros?

Se pone de pie al saludarnos. Alto. Una camisa de cuadros bastante mugrienta, malmetida por unos pantalones vaqueros grises con un cinturón que los malsujeta. Una cara sonriente, con la piel que parece cuero y hace imposible que consiga saber la edad que tiene. ¿En qué momento todo el mundo ha pasado a parecerme más joven que yo? 

- Necesitamos clase para estas dos princesas y alquilar algunas cosas. 
- Lo que queráis. 

Me siento en un banco y le observo mientras brujulea por el local charlando con las niñas. Les prueba botas, tablas, los cascos, los bastones. Bromea, les pregunta por su casa y se aprende sus nombres. 

Tiene las manos grandes. Endurecidas y con las uñas sucias. Manos de campo. Manos de monte, de frío y de trabajar. El pelo oscuro, ni mucho ni poco. Lo lleva pegado a la cabeza, como si se hubiera pasado el día con un gorro puesto y ahora se lo hubiera quitado para estar en la tienda. La marca de las gafas de esquiar bordea unos ojos marrones, que sonríen casi todo el tiempo, y una nariz importante. No es especialmente guapo, ni feo. Es normal. O no. 

El de las rastas y las gafas sigue enfrascado en su trabajo. Es más guapo, el típico tío que ligando debe tener un éxito increíble aunque sea de los que no se queda a dormir y desde luego no llama después. Es atractivo y con pinta de hacerte un favor si te presta atención. 

Vuelvo al de la camisa de cuadros. Entre 35 y 40. Ha comentado algo de su hijo. ¿Estará casado? ¿Separado? ¿Divorciado? ¿Por qué vive en el valle? ¿Es de aquí o llegó por alguna extraña coincidencia, como nosotros? ¿Es siempre así de encantador o le hemos caído bien? 

- Bueno, pues ya está todo listo. Mañana nos vemos chicas. Cenad mucho y descansad que mañana va a ser un gran día. 

Salgo feliz, contenta y confiada a la misma calle soleada en la que 45 minutos antes me había sentido perdida. 

Se llama Jose. No se acordará de nosotras, de mí,  más allá de unos pocos días; pero yo le he visto, pensado e imaginado.

Me gusta cuando alguien consigue sacarme de mí misma y hace que le vea. Ya no le olvido. 

Ver a alguien. Me gusta.


lunes, 30 de marzo de 2015

Lecturas encadenadas. Marzo


Empecé el mes con un regalo de mi cumpleaños El balcón en invierno . De Luis Landero ya había leído algo hace unos años pero me ha gustado muchísimo más esta especie de memorias de infancia. Se parecen en el tono, los recuerdos y la reconstrucción de la vida de sus padres a las de Marcos Ordóñez que leí en enero.

Landero, además de recordar su niñez y juventud, habla sobre escribir, sobre  leer, sobre el placer de la lectura y el sufrimiento de la escritura.

"Durante mucho tiempo yo fui feliz con aquel libro, feliz acaso como nunca en la vida. Fue un verdadero idilio, el más hermoso que uno pueda imaginar. Aquel libro era mi amada y yo su amado, el  libro y yo, los dos juntos, inseparables, viviendo no importa cómo ni dónde y condenados a ser dichosos para siempre". 
Es un libro tranquilo.

Después me torturé con Blitz de David Trueba. De este despropósito ya hablé en su momento. Dadas las inexistentes críticas realistas que he visto en prensa, me he reafirmado en mi idea de que los suplementos culturales y demás son auténticas máquinas de propaganda.

Una de las maravillas de este mes ha sido The Edge of the Sky: All You Need to Know about the All-There-Is de Roberto Trotta. Conocí este libro en el blog Brainpickings hace meses y lo recibí en mi casa como regalo de cumpleaños de parte de Divagando.

¿De qué trata este pequeño librito azul? Pues es un intento del astrofísico Roberto Trotta por explicar el universo, su formación, el nacimiento de las estrellas, los agujeros negros, la materia oscura, las partículas elementales y un montón de conceptos más usando sólo las mil palabras más utilizadas en inglés.

Es verdad que algunas cosas suenan un poco infantiles como llamar a los telescopios "la gran mirada" o al universo "todo lo que hay". Uno piensa que es un poco innecesario ese nivel de simplificación pero una vez que entras en el lenguaje y en el estilo de la narración es un placer descubrir como conceptos muy complejos pueden explicarse de manera sencilla. Por supuesto, no se trata de aprender astrofísica o física de partículas, sino de conseguir acercarse a esas ideas.

La protagonista es una "student woman" que desde uno de los grandes telescopios "Big Seers" va reflexionando sobre todos estos conceptos.

Es un libro breve, precioso y que recomiendo muchísimo incluso para leer con nuestros hijos poco a poco. ¡Editores españoles! ¿Qué esperáis para traducirlo?
"All of those things remind us that the All-There-Is can sometimes be more crazy than our craziest ideas. But perhaps the most amazing thing about the All-There_Is is that we can understand it at all. Even though we still have many very big, very hard Why? questions, there are lots and lots of things we understand and can explain about everything around us. 
The All-There-Is speaks in a tongue that student-people have learned to understand, little by little. 
But there is still so much more left to tell". 
El libro tiene además una preciosa portada que me encantaría que los de Bookriot hicieran en su colección de camisetas, aunque me causaría una nueva necesidad y bastante tengo con decidir cual quiero de todas las que ya tienen.

Nada Es Bello Sin El Azar, de Artur Ramon. Este libro llevaba en mi lista mil años desde que leí sobre él en un artículo de Antonio Muñoz Molina.  Es un libro de arte, de pintura concretamente. Ramon va analizando cuadros y estableciendo relaciones, interacciones entre autores y épocas tejiendo redes bastante curiosas y que me han hecho recordar lo que me gustaron mis estudios de arte en la Universidad.

Tiene algunas reflexiones sobre el arte.
"Un cuadro es como un mundo en condensación. Lo que le da enjundia es lo que contiene. Su primera apariencia es como un océano donde no se divisa más que el mar. Muchos se quedan ahí sin la curiosidad de atravesarlo, de penetrarlo en busca de una tierra que no se ve pero que existe". 
 "La posesión de una obra de arte es como un enamoramiento, y hay que seguir más el impulso del corazón que el de la cabeza. Hay que saber asumir el riesgo: o te sale bien o te equivocas, como ocurre en el amor en la vida".  
The Little World of Liz Climo. El cómic de este mes también ha sido un regalo por mi cumpleaños, en este caso de Inés. Mil gracias. Otro libro maravilloso para leer con los niños. Es en inglés pero los animales de las tiras de Liz Climo son tan adorables y los chistes tan blancos, tan sencillos que es fabuloso para leer con ellos.

Leyendo este libro con tus hijos te sentirás una madre de película o de las que tienen blogs cuquis con manualidades y repostería para días de lluvia.  Y además te ríes.



Terminé el mes con el regalo de mi querido primo Ramón, exiliado en Buenos Aires, por el Amigo Invisible. El hombre que amaba a los perros  de Leonardo Padura. Al dármelo me dijo "A mi me ha encantado y no sabía que regalarte porque ya lo has leído todo". 

El hombre que amaba a los perros es una grandísima novela. Un prodigio de escritura, de enfoque y de documentación para contar la historia de Trotski y su asesino Ramón Mercader. Confieso que sabía muy poco, por no decir nada, de la historia y el personaje de Mercader me era completamente desconocido más allá de su nombre. El trabajo de Padura contado la historia de los dos personajes históricos más un tercero que hace de narrador y que cuenta también su trayectoria vital en la Cuba de Fidel Castro es sencillamente admirable. 

Además de las peripecias vitales de estos tres personajes, Padura reflexiona sobre el derrumbe del ideal comunista. La corrupción de la sociedad de los iguales prácticamente desde su inicio por las ideas autoritarias y dictatoriales de Lenin y el mismo Trotski que es devorado posteriormente por la destilación de esas mismas ideas por parte de Stalin. 

La trayectoria de Mercader me ha recordado a la del protagonista de El cero y el infinito de Koestler. Idealistas de una causa a la que entregan toda su vida, sus familias, sus amores, sus ilusiones y hasta el último de sus pensamientos para darse cuenta después del engaño en el que han vivido. Es entonces, en ese momento de madurez consciente cuando son conscientes de que han destrozado su vida y la de otros por un fanatismo político absurdo que les pervirtió y jugó con su inocencia e ilusión. 
"Por supuesto, no hacía falta que le preguntara a Iván de qué había estado escapándose toda su vida: yo sabía que había estado huyendo del miedo, pero, como él mismo dijo, por más que corras y te escondas, el miedo siempre te alcanza".
Gracias Ramón, me ha encantado.

Y con esto y un bizcocho me voy a mi cueva a leer porque ha llegado la primavera, mi época de hibernación y desconexión social. 



viernes, 27 de marzo de 2015

Un baño de realidad


Miro el suelo. En el rato que llevo esperando he descubierto en las tablas de la falsa tarima: un mosqueperro, al Lobo de los tres cerditos y a un señor con un gran bigote con cierto parecido a Stalin. El problema es que desde Stalin no puedo volver hacia atrás y no hay manera de visualizar de nuevo al mosqueperro. 

Tumbada boca abajo, desnuda desde la cintura, además del suelo me veo las manos colgando a los lados de la camilla. Siempre había pensado que tenía unas manos feas pero desde esta perspectiva hasta parecen estilosas. No sé, a lo mejor es la edad. 

-¡MÍIIIIGUELLL! ¿A LA SEÑORA DEL BOX DEL MEDIO QUE LE FALTA? 

Esa soy yo. La señora del box del medio que ha entrado hace un rato pareciendo una grulla: dos patitas y el cuello en un posición imposible. 

Me ha recibido "La Vero" con su impecable conjunto morado de recepcionista de clínica de rehabilitación, aunque  esto se parece más al decorado de una serie de televisión. Están de obras y está mucho mejor que hace seis meses pero sigue dando una sensación de provisionalidad, de escaparate, muy chocante. 

Probablemente, si no me doliera el cuello como para arrancármelo y fuera capaz de levantar la mirada más allá de las puntas de mis zapatos me importaría algo el ambiente, pero soy puro dolor y lo único que quiero es que "El Miguel" o "Elborch" (El Borja en su jerga) me metan mano hasta el píloro y me curen. 

- Pero cuerpo, ¿cómo te has hecho esto? - me ha preguntado Elborch nada más verme. 
- Abriendo un bote de mermelada de melocotón. - he contestado con un hilo de voz. 
- Vamos, vamos, vamos...estás como una piedra. No te puedo tocar así, voy a ponerte corrientes. 

Y aquí estoy. Sintiendo calambrazos en el cuello, mirándome las manos y viendo a Stalin en el suelo.  
Se supone que cuando vas a que te relajen los músculos, habrá un ambiente tranquilo, todo será blanco, calmo y sonará una música de fondo que adormezca. 

Cualquier parecido con esa imagen idílica es pura coincidencia. Las paredes son azulonas, algunas son amarillas y hay un montón de plantas artificiales color verde loro colgando del techo. De fondo, bueno, no tan de fondo y en el rato que llevo con las "corrientes" he escuchado ya a Rihanna, Shakira, Fito y algún otro grupo para mi completamente desconocido. A pesar del volumen de discoteca de la música, lo más impresionante son las conversaciones. 

- Pero cariño, ¿Qué cara tienes hoy? Eso es que ayer no te acostaste hasta que acabó Gran Hermano Vip. 
- ¡Qué no, coño! Me acosté cuando dijeron que ganaba la Esteban que era la que quería que ganara yo. 
- ¿Ganó la Esteban? ¡Qué me dices? 
- ¡Pues claro! Se sabía desde el primer momento. Pero es más buena, lo ha dado todo, todo el premio a cosas buenas. 
- ¿Cosas buenas? ¿A drogas y alcohol?
- Ay Míguel como eres. Y me estás haciendo daño en la rodilla. 
- No te voy a hacer daño, cariño sino te estás quieta. 
- Pues la Esteban lo ha dado a organizaciones de esas que hacen cosas buenas, pero ella no quería decirlo y tuvo que forzarla el presentador. 
- ¿Y la Hormigos?
- Bueno, bueno, bueno... se le quedó una cara. Claro que yo no entiendo al marido. Porque se puede ser liberal pero que tu mujer haga guarrerías pues no. 
- A ver, Chari, cada uno hace las guarrerías que quiere. 
- Bueno sí, ¡pero qué no las mande! 
- Chari, haz guarrerías y me las mandas a mi. 

Vuelvo a Stalin. Me concentro en otra cosa. 

- ¿Viste el partido?
- ¡No lo voy a ver! Pues claro. Pero te digo una cosa a mi ese chaval no me gusta. 
- Juega bien.
- Juega bien pero le falta garra. Y sin garra no se va a ninguna parte. 
- Eso es verdad. Por cierto ¿a qué no sabes cuánto le mide el contorno de brazo al Borch?
- ¿A ese?
- ¿Cómo que a ese? ¡Qué os estoy oyendo! 

Y yo también.- pienso mientras me miro las manitas. 

- ¿Cuánto le mide el brazo? Pues ni idea pero está mazas. 
- ¡31 cm en reposo! 
- ¿en reposo el brazo?
- Jajajaja, lo otro me mide más. 

Stalin de mis amores y de mi corazón. 

- ¡Angelines! ¡Ya era hora de que volvieras! ¿Te has echado un novio y por eso no vienes a verme?
- Ay Borja que ladrón eres. ¿Cómo me voy a echar un novio con la edad que tengo?
- Pero Angelines si tú has tenido que ser un pibón de joven. ¿Cuando me vas a traer una foto?
- ¡Que no tengo fotos de cuando era joven!
- No vas a tener, no vas a tener. Lo que pasa es que no me las quieres enseñar. Y a bailar, ¿cuando vamos? 
- ¿A bailar? Pero si no me puedo subir el camisón y ya me han infiltrado tres veces. 
- A bailar agarrao, tú y yo. 
- ¡Ay qué chico este!

Oigo la cortina abrirse, veo las zapatillas amarillo fosforito del 31 cm en reposo y la misma voz que quería ir a bailar con Angelines me dice: 

- Venga cuerpazo, que me pongo contigo. 

Masaje de las manazas de ElBorch y baño de realidad por el mismo precio. 

Todavía estoy en shock.