
A) Pasar el verano lejos de la relación autodestructiva, haciendo algo útil con tu tiempo, como por ejemplo aprender francés en Bruselas.
B) Creerte que lo sabes todo y buscarte un curro en un bar de Los Molinos a tiempo completo para pasarte 3 meses si poder salir de allí y poder así convertir tu vida en un culebrón.
La opción A era la favorita de molimadre.
La opción B es la que escogí yo.
Cómo no siempre he sido la tía inteligente y con criterio que soy ahora, aquello me parecía fabuloso. 3 meses currando en el bar donde normalmente pasaba 4 noches a la semana, la mayoría de los aperitivos y alguna tarde. Estupendo, estaría allí todo el tiempo, no me perdería nada y además bebería gratis. Era imbécil y me parecía guay trabajar en un bar.
- Voy a trabajar en “La Galería”
- ¿y eso porqué?
- Pues porque si, además así ganaré pasta.
- ¿Pasta para qué? Si no vas a poder moverte de aquí.
- Bueno, pues para lo que sea.
- Hija, no vas aguantar ni 15 días.- dijo mi padre.
Y allí que me fui yo muy digna. Todos los días a tiempo completo. Mi vida era un descojone. O estaba durmiendo o detrás de la barra, porque claro una vez que sales de currar, no te apetece irte a casa, y menos si para aguantar a todos los memos que venían te has ido bebiendo botellín tras botellín. Sales y claro, con el subidón nos íbamos a bailar.
Cuando conseguía acostarme, eran las 7 de la mañana, estaba borracha y la mayoría de las veces hecha un mar de lágrimas. Al ratito, en pié otra vez porque molimadre no estaba muy receptiva a ese estilo de vida, así que me hacía levantarme para colaborar en las tareas del hogar. ( Este requermiento “ a mi me da igual donde trabajes pero en casa hay que hacer algo” pasó a la historia cuando mis hermanos empezaron a trabajar en bares, por supuesto)
Aquello era fabuloso. Era una combinación de Cenicienta y una mema de un culebrón.
Además de no dormir, tenía siempre la sensación de oler a bar. El olor a bar es asqueroso, y no se te quita nunca, ni de las manos, ni del pelo, ni de la ropa, 3 meses apestando a bar.
Tampoco comía porque a la hora de comer en casa sólo tenía ganas de vomitar y cuando tenía hambre estaba currando y nada de lo que había allí me apetecía. Creo que nunca he estado tan delgada.
Y luego está la leyenda urbana que te hace creer que de camarera se liga mucho.
Destruyamos esa leyenda.
La camarera odia al cliente. Es el tío que ha venido a romper su ocio laboral pidiendo todo tipo de gilipolleces y encima se permite hacerte bromitas:
- Quiero 6 cañas, 3 dobles, 3 claras con limón, 3 con casera, 2 Coca-Colas y un trina.
- Vale
- ¿Lo tienes?
- Sí, claro.
- Te lo repito, 3 cañas, 6 Coca-Colas , 8 claras todas con casera y un zumo.
- Eso no es lo que has pedido.
- Sí, claro que si, además yo soy el cliente.
- Ya…lo que tu digas. ¿Y de comer?
- ¿ Te puedo comer a ti?
- ¿ Perdona? ¿ Qué has dicho?
- 4 canapés de cangrejo, 3 de bonito, 2 de atún y 4 de camembert con anchoas.
- Vale
- Ah. Y si no te importa bonita..me cortas cada canapé en 8
- Sí, claro, con escuadra y cartabón.
- ¿Perdona?
- Que te doy un cuchillito y te lo cortas tú. ( aversitecortaslasvenas)
Y así noche tras noche. Y aperitivo tras aperitivo.
- Hola 2 cañas.
- Toma
- Perdona, ¿me pones más patatas?
- No, ya te he puesto con las dos cañas
- Es que quiero más
- Pues consume
- Es que no quiero nada de beber
- Ya, pues no hay patatas
- Quiero hablar con el jefe
- Estás hablando con él, no hay nadie más. O sea que o asaltas la barra o te pides otra caña.
- Eres una borde.
- Si.
Creo que nunca he estado tan cerca de asesinar a alguien.
Me tuve que dar a la bebida. Mi amiga B y yo currábamos mano a mano y nos dimos al alcohol. Probamos todas las cervezas del mundo, todos los licores. Cada noche era temática: hoy gin tonics, hoy whiskazos, hoy ron, hoy cerveza negra. Hacíamos todo tipo de locuras, nos disfrazábamos con bolsas de basura y nos hacíamos antenas con papel de aluminio. Bailábamos en la barra, nos gritábamos, nos perseguíamos con la fregona al cerrar, nos reíamos muchísimo.
Mí día a día pasaba más o menos así:
Despertaba con holgura craneal y llorando. Juraba no volver a dirigirle la palabra.
Bronca con molimadre.
Me arrastraba al curro, aguantaba a absurdos, bebía cañas para acabar con la resaca, hacía humor negro con mi turbulenta relación y salía apestando a bar.
Llegaba a casa. Me desplomaba a dormir la siesta.
Bronca con molimadre.
Ducha y al curro con la promesa de: cuando cerremos me vengo a casa.
Curro, curro, curro..cañas, cañas, cañas…
Cerraba.
Juerga, llanto, rollo, juerga, llanto, a casa a dormir.
Fue un verano increíble: adelgacé, no me dio el sol ni de refilon, desarrolle una tolerancia extrema al alcohol, y hasta gané dinero.