
En la iglesia no cabía ni un alfiler. Eran muchos invitados pero además es que la capilla era minúscula. Los novios que conocían este hecho y además tenían el culo pelado de ir a bodas, hablaron con un amigo que tenía un bar pegado a la iglesia y le pidieron que lo abriera toda la tarde para que así sus amigos descreídos y borrachuzos pudieran empezar a tomar copas desde bien temprano.
Los novios iban en un coche chulo pero llegaron al sitio de la celebración por separado, porque al llegar a un cruce se encontraron con un coche parado que ni para delante ni para atrás.
- ¿ Quién será?
- Creo que es mi padrino- dijo él
- ¿ Tu padrino? Pero si tiene 125 años..¿ qué hace conduciendo?
- Espera que me bajo..
La novia llegó en un coche, y el novio en otro..con su padrino.
Hubo muchísimo aperitivo y solo dos platos de comida “servidos rapidito que las cenas muy largas son un coñazo”. No hubo desfile con camareros, ni sonó la marcha nupcial, ni se anunciaron los platos como si aquello fuera un concurso de miss España.
No se cortó la tarta, ni con espada, ni con motosierra ni con nada. Los novios se levantaron pronto y abrieron la barra libre contra el criterio del maitre: pero..es que es un poco pronto…¿ pronto?...llevamos todo el día esperando este momento - dijeron los novios
El sitio era muy chulo, con mucho jardín y caballos (creo). Al principio, la gente no estuvo receptiva a lo que mola meterte con tus mejores galas en un charco de barro que te llega a las rodillas ,mientras un viento huracanado te hace andar en horizontal y ves literalmente como los euros de peluquería vuelan, pero luego con el conveniente nivel de alcohol en sangre los invitados apreciaron estos fenómenos atmosféricos en su justa medida. Además, gracias a 4 ó 5 intrépidos ingenieros..descubrimos que las antorchas ornamentales, no se apagan a pesar de la lluvia. ¡Que grandes luchas de espadachines entorchados presenciamos!.
Se bailó muchísimo, sin parar. Los novios habían prohibido, con muy buen criterio, las sevillanas y el baile del gorila de Melody, qué por aquel entonces sonaba en cualquier festejo.
Prohibir las sevillanas es una medida muy sabia. Todo el mundo está bailando totalmente arrítmico siendo tan feliz y de repente ponen sevillanas y primero se vacía la pista y salen 5 o 6 listas con los brazos arriba, morritos y empiezan: la primera…punta..tacón, vuelta…punta…cojo la manzana, la como y la tiro. Dos o tres pringados se ponen en jarras y ponen cara de flamencos y se cruzan con ellas arrimando cebolleta. Los que han huido de la pista..ven que aquello no es tan difícil y la pista se llena de gente aireando sobaco y frotándose.
El baile del gorila se prohibió por lo mismo. Vale que la gente se taje, vale que hagamos el chacho con Rafaela, vale que bailemos como Abba, vale que disparemos el dedo con Grease Lighting…pero todo tiene un límite y hacer el gorila está claramente detrás de ese límite aunque te hayas bebido el agua de los floreros.
La fiesta fue eterna. Nos echaron. Los que pudieron, se fueron a seguir de farra, no sin antes recopilar la bebida que había sobrado y que por supuesto no se iba a quedar allí. Los novios se fueron a casa en el coche del mejor amigo del novio, que aunque cueste creerlo es abstemio. Al día siguiente tenían una resaca de espanto, pero fueron listísimos y no contrataron fotógrafo ni video, asi que no hay documento gráfico de su borrachera matrimonial.
El novio iba guapísimo.
La novia iba muy mona. Se puso nerviosa porque no sabía ser el centro de atención y además ser la “novia” no era su papel. No llevaba ni velo, ni moño ni chorradas. No sabía llegar con una sonrisa ideal, cara de buena y pura y mejillas sonrosadas, así que se bajó del coche y se puso a hacer el payaso y a saludar como si estuviera en lluvia de estrellas. Justo después comenzó el diluvio.
Los dos estaban más felices que perdices y se lo pasaron en grande, pero no volverían a hacerlo.
El lunes hará 8 años.
Nos vamos de viaje a celebrarlo.