Mi entretenida, fabulosa y casi siempre surrealista vida laboral transcurre en una empresa que compra, hace y coloca en el mercado libros de colores. Por aquí hay mogollón de curris que hacen sus cositas, todas ellas vitales para la humanidad. Hay gente que compra libros verdes, otros rojos, otros los colocan, otros ven si la colocación ha sido chula, otros los iluminan para que queden bonitos, otros encargan libros amarillos a medida, otros por supuesto arreglan ordenadores para que los otros curris puedan hacer su trabajo o brujulear buscando porno y casas rurales…
Tras una doble pirueta con mortal atrás y un complejo arabesco lateral, actualmente me dedico ahora mismo a los libros verdes y los rojos. ¿Qué hago con ellos? Pues recibo toneladas de ellos que tengo que valorar. Algunos ya están hechos del todo, con sus tapas verdes brillantes, o verdes oscuras y todo su contenido listo para valorar. Otros son solo proyectos con espiral y tapas transparentes, sacados en powerpoint y con un plan para terminar siendo un fabuloso libro rojo brillante, rojo pasión.
A diario me siento, leo y valoro.
¿Cómo se valora si un libro o un proyecto de libro de colores conviene?
Primero hay que ver si lo que te cuentan interesa a alguien, más allá del autor y su madre. Esto puede parecer una obviedad pero hay gente con un ego tan increíblemente crecido que cree que una historia autobiográfica sobre sí mismo con un tema tan interesante como verse crecer las uñas mientras mira al horizonte y toca una guitarrita o escribe en un cuaderno pequeño (las guitarras y los cuadernos son de intensos) puede interesarle a alguien. Desde aquí os digo, o tocas la guitarra y escribes en bolas y estás increíblemente bueno…o no le interesa a nadie.
Si el tema es susceptible de interesar a alguien, pasamos a cómo está contado. Y aquí se abre un abanico infinito de posibilidades desde el horror más absoluto que hace que me pegue cabezazos contra la pantalla del ordenador hasta el éxtasis más fabuloso que me hace sonreír como una imbécil durante horas. Ni que decir tiene que los cabezazos están a la orden del día y las sonrisas son un bien muy escaso, escasísimo…casi inexistente.
La mayoría de las veces, tras la lectura fluctúo entre el atractivo del suicidio o las ganas de dar con el autor, perpetrador de ese horror en el que he malgastado mis últimas horas y asesinarle mediante la ingesta de las páginas de su obra. ¿Por qué me mandáis proyectos mal escritos, con faltas de ortografía o con errores de trama tan clamorosos que a veces hasta pienso que son trampa? ¿Por qué creéis que los personajes que hablan como si hubieran tenido un ictus son creíbles? ¿Por qué me engañáis diciendo que es un libro verde de ficción histórica y luego me encuentro con adolescentes depilados que hacen calvos? ¿Por qué me aburrís hasta el infinito?
La única parte buena de los horrores que sufro cada día es que me permiten utilizar mi hostilidad para cosas creativas y molonas como mis notas:
“Auténtica bazofia sentimentaloide que solo provoca vergüenza ajena y la inquietud sobre cuanto habrá tardado la familia del autor en renegar de él y cambiarse el apellido”
O
“ Me provoca asombro que la Señorita Puri haya conseguido financiación para realizar este proyecto y solo puedo pensar en que la señorita puri tiene algún tipo de encanto oculto que por supuesto no se manifiesta por escrito ni está relacionado con el cerebro para sus oscuros propósitos”
O
“Sin duda lo peor que he leído en mi vida. Esta cumbre de horror que he escalado hoy difícilmente será igualada en próximas fechas. El record del mundo de intensismo horripilante ha sido alcanzado con esta primera obra”
A veces, sin embargo y normalmente cuando estoy a punto de ponerme a llorar de impotencia...aparece un libro molón. Uno que me interesa, y que está maravillosamente hecho…y se me caen las lágrimas de la emoción primero y de la pena después.
Algunos de esos libros maravillosos, con sus tapas verdes oscuras, preciosos y llenos de un contenido increíble, interesante, ameno, currado, bien contado y que haría un bien a la humanidad…no me valen. A mi me fascinan, quiero comprarlos, quiero llevármelos a mi casa, ponérselos a las princezaz, adoptarlos, ponerlos en el blog...casi quiero hacerme de fb solo por poder comentarlos….pero tengo que decir que no, y rechazarlos.
Son maravillosos pero no sirven para los clientes de mi empresa de libros de colores. A ellos no les gustan.
Si, ya sé lo que estáis pensando. ¡¡ Cómpralos y así aprenden a valorar algo bueno!!
Ya. Seguro.
Esto es como cuando vas a comprar juguetes para tus niños y ves uno que a ti te fascina, es precioso, educativo, molón y barato ( los juguetes de madera son un clásico de esta categoria). Quieres comprárselo a tus hijos, quieres que les guste tanto como a ti, quieres que aprendan, que les mole…que jueguen con él, que sea su juguete favorito. Quieres que sea un éxito.
Y se lo compras. Lo abren…y les hace más gracia la caja. Y lo dejas en una estantería y de vez en cuando lo sacas a pasear por si les mola y con tu mejor cara de entusiasmo dices: Mirad, mirad… ¿a que es chulo??? Y lo miran de reojo y siguen con lo suyo.
Al final el juguete se hace viejo...pasa de moda…y lo tiras.
Puedes hacer eso con un juguete...pero no dedicarte a comprar juguetes que no les molan por si suena la flauta. Con gran dolor de tu corazón, a veces, tienes que comprar juguetes que te horrorizan...pero a ellos les molan y son felices con ellos.
Pues lo mismo con mis libros de colores verdes. De vez en cuando consigo colar uno que me mola a mí, pero la mayor parte del tiempo tengo que desechar los que a mí me encantan porque no me encajan y lanzarme a comprar libros verdes loro que me espantan pero que a mis clientes les molan.
A esto me dedico. Ha quedado clarísimo, ¿no?
A esto me dedico. Ha quedado clarísimo, ¿no?