lunes, 1 de agosto de 2022

Washington road trip: y llegamos a Oregon y a la playa de los Goonies.


 El 9 de julio fue el día más largo de nuestro viaje. Al recordar esas dos semanas, los cuatro hablamos siempre del día que llegamos a Portland como el más aprovechado. Eso, por supuesto, no lo sabíamos al despertar en el camping de Humptulips pero el caso es que nos tomamos la mañana con calma y no salimos de allí hasta las once. Ese dia empecé conduciendo yo y mientras nos dirigíamos hacia la siguiente parada me fui fijando en los carteles que hay en las carreteras y que no se parecen a los que tenemos en Europa: 

ADOPT A HIGHWAY. ADOPTE UNA CARRETERA. Este cartel lo llevaba viendo desde los primeros días. Me informé y resulta que si "adoptas" una carretera, lo que haces es limpiar un trozo de la misma y entonces debajo de lo de "ADOPT A HIGHWAY" ponen tu nombre o lo que tu quieras. "Comunidad de lectores de Cosas que (me) pasan", por ejemplo. Tambien os digo que aunque resulte chocante es una manera fácil de pasar a la posteridad porque las carreteras de Washigton están impolutas, no vas a tener que pasarte tres semanas recogiendo latas, botellas y papeles, como te ocurriría aquí. Yo creo que en cuatro horas lo tienes resuelto. 

SLOW VEHICLES MUST USE SHOULDER. Este me gustó porque aprendí que Shoulder es arcén. Es casi una microclase de Belén de Aló miami. 

DON´T DRINK AND DRIVE. El clásico si bebes no conduzcas. Sobre este hay una variación más truculenta que incluye, debajo del lema, algo como "In memory of Billy Perkins and Jane Peterson". Nosotros concluímos que entonces faltaba algo tipo "Si bebes no conduzcas, no como los merluzos de Billy y Jane que se mataron aquí" para que sea verdaderamente efectivo. 

DON´T PICK HITCHHIKER. CORRECTIONAL NEAR. Este lo vimos por primera vez de camino a Westport y nos pareció aterrador, casi como de película de miedo. Obviamente si está colocado ahí es porque hay autoestopistas, alguien los ha recogido alguna vez y, digamos, la cosa no acabó bien. Nosotros, por si acaso alguien tiene dudas, no cogimos a nadie... aunque tampoco vimos autoestopistas. 

Westport es una localidad costera, de vacaciones, con una playa enorme en la que está Gray´s Harbor Lighthouse, el faro más grande de la costa oeste de Washigton y que fue construído, en 1898, con fondos aportados por vecinos de la zona. Ahora mismo el faro es de propiedad privada gestionado por dos hippies encantadores, con gorra, moño y rastas, que cobran cinco dólares la entrada y te obligan a ponerte mascarilla (el único sitio de todo el viaje). Una máxima de nuestros viajes es que si hay un faro, se sube al faro. Este tiene muchísimo encanto y en la escalera, los hippies tienen montada una exposición con fotos antiguas del faro, los vecinos, la zona que mola muchísimo. Desde arriba se ve la playa y el bosque de pinos que lo rodea y que en su dia, cuando los vecinos pusieron sus perras para construírlo, no existía, el faro estaba en la playa. Después de unas cuantas fotos, un rato de charla y recordar, como siempre que subimos a un faro, el día que en Biarritz vimos como a una chica se le caía el movil desde arriba del todo, nos marchamos. Los hippies encantadores nos despidieron con un «Enjoy the sun» que es algo que jamás se dice en España porque aquí, estamos hartos de sol y, además, la única manera de disfrutarlo es huir de él. Desde Gray´s Harbor Lighthouse teníamos un rato de carretera hasta la siguiente parada, Cape Disappoinment. Aprovechando la tirada de coche nos dedicamos a buscar cosas en internet que nos habíamos dejado pendientes del día anterior. El estrecho que separa la Olympic Peninsula de la Isla victoria, por tanto Estados Unidos de Canadá lleva el nomnbre de Juan de Fuca. En el museo de Tacoma, además, habíamos visto que en el norte de la Península había muchos pueblos con nombres españoles, entre ellos uno de los más importantes, Port Ángeles. ¿De donde venían estos españoles? ¿Quien era Juan de Fuca? Descubrimos que Juan de Fuca fue un navegante griego, Ioamis Phokas, que nació en Valerianos, Cefalonia, en 1536. Navegó a las órdendes de la Corona española explorando primero China y Filipilas y, después,  las costas de México buscando un paseo entre el Pacífico y el Atlántico. En su segundo viaje, en 1592, llegó al estrecho y descubrió también la Isla de Victoria. Cuando volvió a México, el virrey de España, Luis de Velasco, que le había enviado a esos viajes de reconocimiento le dijo que bueno, que sí, que genial pero que de darle pasta y reconocimiento por eso nada de nada. Juan de Fuca se cabreó y volvió a España a ver si aquí le hacían caso. Tampoco tuvo suerte y se marchó enfurruñado a su isla a retirarse. En 1596, Michael Lok, un inglés que conocía su maestría en el mar fue a verle para convencerle de navegar a las órdenes de Isabel de Inglaterra, máxima enemiga de España. Al final las gestiones no fructificaron en que Fuca volviera a los mares pero Lok escribió su historia y se convirtió en un personaje muy conocido para los ingleses. En 1787, el capitán inglés Charles Williams Berkley redescubrió el estrecho y lo bautizó con el nombre de Juan de Fuca porque conocía su historia. Hay también una placa tectónica y un pilar de piedra frente a la costa que llevan su nombre. 

Mientras aprendíamos sobre Juan de Fuca el paisaje fue cambiando lentamente. Dejamos atrás los bosques y empezamos a atravesar llanuras de aluvión de los ríos Cheholis, Willapa y la babía de Willapa. Las llanuras, llenas de humedales, son inmensas como todo en Estados Unidos. Los paisajes de España y de Europa parecen miniaturas al lado de sus inmesidades. Llegamos a Ilwaco a las tres y media de la tarde y tras unos pequeños problemillas para aparcar la caravana nos dispusimos a recorrer Cape Disappointment. Primero fuimos a una playa pegada al aparcamiento completamente llena de restos de árboles. Lo mejor que tenía era la vista de los acantilados de esa parte de la costa y el faro en lo alto de uno de ellos. Después, por una senda sombría que discurría entre árboles subimos hasta el centro de interpratación del Cabo desde donde se disfruta de una vista increíble. Cape Dissapointment se encuentra en la desembocadura del río Columbia en el Pacífico. Cualquier idea que tengáis de la desembocadura de un río no se parece ni de lejos a lo que es esto. El Río Columbia es descomunal de grande y en su desembocadura se ensacha tanto que su encuentro con el Pacífico se parece más al encuentro entre dos mares que a un río llegando al mar. El nombre de este cabo se lo debemos a John Meares que en 1788 llegó hasta aquí buscando justamente eso, la desembocadura del Columbia. La encontró pero le pareció que aquello tan inmenso no podía ser y que probablemente lo que estaba viendo era una bahía que formaba el Pacífico, asi que lo llamo Cabo Decepción y se volvió a casa. Debajo del centro de interpretación hay un fuerte militar perfectamente conservado, se puede pasear por las distintas salas, la armería, etc. Tuvo su máximo uso durante la II Guerra Mundial y llegamos a la conclusión de que fue el típico destino "chollo" para que los hijos de gente influyente estuvieran a salvo porque ahí, ni olieron la guerra. 

De camino al siguiente promontorio, descubrimos Deadman´s Beach, una pequeña cala encajada entre las dos colinas, con pinos hasta la orilla y arena fina. Frente a la playa hay otras rocas encajadas en el mar que parecen el típico escondite de piratas o de tesoros. Subiendo al faro mis hijas discutieron sobre sus diferentes maneras de dormir. Clara decía que este año, que tendrán cuartos separados, va a tener la ventana abierta todo el día. María decía que vale pero que cerrara la puerta y Clara contestó que María era una "cerradora" pero que ella prefería estar abierta a todas las oportunidades. María cerró la conversación con un "Pues a mi cuarto las oportunidades no van a llegar porque yo siempre cierro la puerta". Perfecta definicion de sus diferentes personalidades.

Eran ya las siete de la tarde cuando volvimos a la caravana y se nos echaba el tiempo encima para todo lo que queríamos hacer. Nos encaminamos hacia Astoria, al otro lado del río Columbia,  y para llegar allí tuvimos que cruzar un puente increíble. En la mitad del mismo pasamos por debajo del cartel que decía ENTERING OREGON porque justo ahí, en mitad del río, está la frontera interestatal. El puente se eleva muchísimo sobre el agua porque por el Columbia navegan barcos de mercancías enormes, asi que cuando llegas a la otra orilla parece que vas a incrustarte en las casas que están en la colina frente al río. 

-Estas casas se parecen a las de Los Goonies.- dijo Juan. 

Tras una búsqueda en google descubrimos que no es que se parecieran, es que eran las casas de Los Goonies. Nuestra siguiente parada era una playa con unos restos de un naufragio de 1906. Es una visita decepcionante, la playa es enorme pero nada más y el naufragio es bastante menos espectacular de lo que te esperas viendo las fotos. Echamos un vistazo y antes de empezar a conducir hicimos cónclave para ver cómo organizábamos lo que quedaba de día que era poco. Teníamos que hacer compra, llegar a Cannon Beach y después conducir hasta Portland. Decidimos que si encontrábamos un sito de camino a la playa para hacer la compra pararíamos y que cenaríamos después de la playa en la caravana. De acuerdo con este plan, bastante ambicioso, paramos en un Safeway (el supermercado caro) a comprar "bueneces": cereales Special K, leche, agua, patatas, helados y cookies. La idea de las cookies fue mia, me miraron con cara de "no" y luego se las iban comiendo antes incluso de llegar a la caravana. Cannon Beach es un lugar de playa que se ajusta a la idea (tiene todos los "vibes", como dice Clara) que imaginas de un lugar de playa americano. Tiene además unos toques de Star Hollow, el pueblo de las Gilmore Girls. Sus calles están llenas de pequeños establecimientos con flores y luces de colores, todo el mundo se saluda y por unos senderos de arena, entre casas y bloques de dos alturas, llegas a la playa de los Goonies. 



Cannon Beach es un lugar maravilloso y llegamos justo en el mejor momento. Eran las ocho y media de la tarde y la vista no llega para alcanzar el final de la playa que se extiende hacia el sur hasta el infinito. La marea estaba subiendo y había una puesta de sol impresionante, la más bonita que he visto en mi vida. En el Pacífico, en esas playas, he tenido la impresión de que se ve más cielo que en España. Es como si allí, igual que el paisaje, el cielo fuera más grande y nosotros más pequeños. Parece que el cielo empuja para ocupar todo el espacio posible... como si quisiera estirarse, hacerse infinito. En la playa había mucha gente, aunque debo puntualizar que ese "mucha gente" no se parece en nada a lo que aquí atendemos por "mucha gente". Digamos que había más gente de la que nos habíamos encontrado hasta ahora en otras playas. Había grupos de amigos, de familias, de parejas, muchos de ellos reunidos en torno a un fuego (en USA se puede hacer fuego en la playa y hay puestos donde te venden la leña. También hay que decir que no hay papeleras porque cada uno se lleva su basura y están impolutas. Sentí vergüenza de nuestras playas y lo guarros que somos), habia parejas paseando, gente como nosotros haciendo fotos y muchísimos perros, todos con correa. Clara estaba emocionadísima con la "convención de perros". El atardecer fue espectacular. El cielo inmenso, el Pacífico recibiéndo al sol y unas nubes que parecían pintadas. A nuestra izquierda las rocas de los Goonies y frente a nosotros que estábamos sentados en otro tronco seco, el sol ocultándose. ¿Veríamos el rayo verde? Disfrutamos muchísimo esos momentos mágicos y yo pensaba en mi yo protoadolescente y en qué hubiera pensado si le hubieran dicho que con casi cincuenta años iba a estar en ese playa, con sus hijas y su mejor amigo, viendo ese atardecer. 


Cuando el sol acabó de esconderse y empezamos a echar de menos no tener fogata propia volvimos a la caravana para cenar algo. Yo quería preparar unas salchichas con patatas asadas y Juan se enfurruñó porque para eso tenía que encender el generador y «vamos a molestar a la gente». «¿A qué gente? Estamos en un parking y además son las nueve y media de la noche. No seas paranoico» Se enfurruñó tanto que dijo «Pues no ceno» y le dijimos «Muy bien, asi tocamos a más». Por supuesto cenó pero para hacerse el digno tomo leche con galletas. Después de cenar, salimos camino a Portland. Conducía Juan porque yo estaba cansada después de todo el viaje. Teníamos una tirada de hora y media y para cuando llegamos estábamos derrotados. Juan nos había advertido de que «el camping de Portland es el peor», nos lo había dicho tantas veces que, sin decirnos nada entre nosotras, las tres habíamos imaginado un camping en un descampado lleno de remolques viejos y coches abandonados. Para nada. Era un parque de caravanas muy limpio, muy ordenado y lleno de caravanas de larga estancia, incluso de caravanas que están allí todo el año. Nada que temer. 

Aparcamos siendo muy silenciosos para que a Juan no le diera un ataque de histeria y nos acostamos escuchando los aviones despegar justo por encima de nuestras cabezas. Esa noche me puse tapones. 

Mañana más. 

5 comentarios:

MireiaBcn dijo...

Genial Moli! Me encanta volver a leer tus blogs. Viajazo😊

Di Vagando dijo...

Me ha encantado lo del hitchhiking del correccional... da para un relato. Imagina las historias de antes de ponerlo.

Lo de adoptar una carretera me suena como aquí en UK con los bancos, ponen el nombre de la persona.

Otra cosa: recuerdo lo de hacer fogatas en las playas (en concreto en San DIego), es muy chulo el "vibe" (arriba con Clara, yo tb encuentro dificil traducir esa palabra).

Pregunta inocente: cuánta ropa interior se llevó cada un@?

love

di

molinos dijo...

Di, sabía que ibas a venir con eso. No sé lo que llevaban los demás. BUeno sí, María llegaba cuatro bragas porque no tenia más y eso que le dije dias antes del viaje que se comrparan lo que necesitara. Ya he contado un día de lavandería y pasado tendrás otro!!! Nada de tener la ropa tendida por la caravana, eso ni hablar!

Anónimo dijo...

También podría ser que Billy y Jane fueran las pobres víctimas de un merluzo bebido.

Esther dijo...

Qué ideal esa playa, a mí sin gente y sin basura ya me parecen maravillosas, y siempre siento esa vergüenza ajena por cómo están muchas de las nuestras. Imagino allí a los Goonies con sus bicis y sus mochilas.