sábado, 28 de julio de 2018

Fuerteventura. Betancuria y los días torcidos.



Hoy me van a costar estas 500 palabras que me he impuesto como diario de estas vacaciones. Llevo pensándolo desde que me desperté llorando por una pesadilla terrible que se me ha quedado pegado y del que no me he podido librar en todo el día. Era tan real, tan posible, que durante todo el día he estado temiendo que se convirtiera en realidad. Ojalá hubiera soñado con alienígenas o con ir desnuda por la calle, eso me hubiera dado menos miedo. 

También me he enfadado con mis hijas. Se levantan tras doce horas de sueño como si el mundo les debiera algo, como si lo normal, lo natural, fuera que el desayuno estuviera preparado en el porche. El Sol sale por la mañana y ellas tienen el desayuno preparado. No dedican ni un solo segundo a pensar que quizá el Sol sale por la mañana porque el Universo funciona así pero el desayuno está listo porque yo me lo curro. Me exaspera su cara de «pero tranquila... no te pongas así» y su desgana para recoger el desayuno mientras esperan que con ese gesto desinteresado por su parte les condecoren con una medalla. ¿Son todos los adolescentes así? ¿Son peores que otros? ¿Yo soy un desastre? ¿Soy la Srta. Rottemayer o me he pasado de buen rollista y soy Mary Poppins?  Por lo menos, no ponen pegas a los planes del día. 

En el Mirador de Morro Velosa, aparte de echar de menos llevar chanclas con suelas de plomo para no planear hasta la costa, nos reímos a carcajadas con uno de los paneles informativos (muy interesantes). «El estratovolcán tuvo unas erupciones muy efusivas», leo en alto.

-¿Qué es un estratovolcan? ¿Cómo son unas erupciones muy efusivas?
- Lo del volcán no sé, pero las erupciones muy efusivas supongo que son las que dicen: ¡Hola, soy una erupción! ¿Quieres ser mi amigo? 

En nuestra siguiente parada se me olvida que he decidido que las mandaré internas si me toca la lotería porque Betancuria es un pueblo precioso, lleno de restaurantes trampa para turistas, pero cuidado y con mucho encanto. Fundada por Jean de Béthencourt y Gadifer de La Salle, conquistadores de la isla, fue la capital hasta el siglo XIX. Paseamos por sus calles y me pregunto cómo sería la vida aquí hace cien años. En la iglesia descubro, con sorpresa, que Clara distingue las casullas sacerdotales por el color: «éstas son de liturgia normal, éstas son de Pascua y éstas de Pentecostes». Tras el picnic bajo los árboles porque Betancuria tiene árboles, sombra y verde, nos vamos a pasar la tarde a la playa de Los Molinos. 

Me baño, siesteo y leo. Al caer el sol y mientras en Las bohemias del amor empiezan a cantar, me doy cuenta de  durante tres horas no he sido consciente de nada más que de lo que estaba leyendo y el sonido de las olas. Además descubro que ya no estoy enfadada y ya no tengo miedo.  A ver si dura. 


3 comentarios:

María dijo...

Para no tener que enfadarte, no les prepares su desayuno...
Disfruta de esas vacaciones estupendas.

Sara M. dijo...

¿Son todos los adolescentes así? ¿Son peores que otros? ¿Yo soy un desastre? ¿Soy la Srta. Rottemayer o me he pasado de buen rollista y soy Mary Poppins? El día que lo descubras nos lo cuentas...
Me alegro de que estéis disfrutando las vacaciones tú, tu hermano, y vuestras sobrinas ;PP

Anónimo dijo...

No se trata de eso. Hay que prepararlo con buen humor y sin esperar agradecimiento a cambio, hay que hacerlo por el gusto de hacerlo. Y si es imposible, pues no se hace. Pero hacerlo y esperar el aplauso de los demás...es creer que en un mundo ideal en el que los demás hacen lo que nosotros queremos..