Me gustaría que los programas de radio no se pudieran ver, que las voces que salen de los altavoces, los auriculares o las entrañas de mi coche, nunca adquirieran materialidad corpórea, que fueran como los personajes de los libros que me gustan, que siempre estuvieran a salvo de decepcionarme. Me gustaría que los hombres que me enamoran no tuvieran jamás voces que me chirríen. Me gustaría tener la clase de Robin Wright y el sentido del humor de Margaret Atwood. Me gustaría ser capaz de llevar abrigos de terciopelo de colores y que en Amazon, los calcetines de rayas de colores desparejados existieran, también, para gente con los pies pequeños. Me gustaría saber caminar con las manos en los bolsillos con el estilo de Idris Elba. Me gustaría que volvieran las galletas de vainilla de mi infancia y tener la risa cantarina de mi hija María. Me gustaría que las gafas de vista cansada que uso cuando me meto en la cama a leer no me hicieran ojos de dibujo animado triste. Me gustaría charlar amigablemente con los diseñadores que este año han decidido que el volante es bello. Me gustaría que nadie dijera «¿no se te ocurre otra cosa?» y me gustaría poder contestarle «vuelva usted mañana». Me gustaría encontrar una almohada que me quiera y una maleta sin fondo como la bolsa de Mary Poppins. Y que no pese. Me gustaría que no se produjeran películas malas y que los clásicos en blanco y negro fueran obligatorios. Me gustaría que nadie comprara los libros malos, que esos ejemplares atroces cogieran polvo en librerías y almacenes y que terminaran sus días ardiendo en las chimeneas o estufas de las casas de gente que lee libros buenos. Me gustaría estar segura siempre de que la tarta de manzana es sin sin crema. Mejor dicho, me gustaría que la crema pastelera despareciera de los postres. Y que los pimientos rojos no me sentaran mal. Me gustaría cenar siempre a las ocho y media y andar descalza a todas horas. Me gustaría saber qué ocurrió con la pareja que vi romper en Praga en el otoño de 2004 cuando él le propuso matrimonio y ella le dijo que no, moviendo la cabeza a un lado y a otro y diciendo «no, no, don´t do that». Me gustaría saber si fueron capaces de terminar el viaje juntos, si recuerdan aquel momento y si él devolvió el anillo o se lo acabó dando a otra. Me gustaría saber si volverán a Praga, si yo volveré.
11 comentarios:
A Praga hay que volver siempre...
La soledad, la mayor parte de las veces, siembra una respuesta para cualquier problema.
Saludos,
J.
Me ha gustado leer lo que te gustaría. Menos lo de los libros malos, que a veces son lo primero que lee gente que no lee otra cosa y le abre el universo de más libros, buenos incluidos.
A mi me regaron un anillo y conteste una cosa parecida. Si te sirve, el anillo sigue conmigo y el chico también. Tenemos una hija preciosa. No estamos casados
Me gusta la crema pastelera
y los poemas de Gloria Fuertes
y siempre andaría descalzo
o como mucho
a dos palmos del suelo.
No puedo andar descalza y ADORO la crema pastelera. Bonita entrada.
Me gustaria que escribieras tooodos los días
Muy buena letanía. Me recuerda las del rosario sabatino, pero con ansia de seguir leyendo...
Cómo mola
A mí también me sobra la crema pastelera (menos la porquería de los Tigretones), y me falta MI almohada. ¿Es que no hay una aplicación para eso? Hay para buscar pareja, ¿y no para algo tan importante? Este mundo no va bien.
¡¡¡Me encannnnnntaaaaa!!!!!!
Me encanta,repito.
Me gustaría que volviese la crema de sol rosa de mi infancia,aquella que no llevaba filtros para los rayos del sol,que olía....hmmmm,qué olía a playa en agosto...Me encantaría que el hombre que te enamore no te decepcione con su voz,ni con nada.Que no te decepcione.Me gustaría poder volver a enamorarme.Por ahora,me conformaría con poder echar a lavar las sábanas en las que él durmió por última vez...
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