martes, 29 de noviembre de 2016

Frenética calma


Por primera vez en mi vida siento que no me dan las horas, los días para hacer todo lo que quiero hacer. No lo que tengo que hacer, sino lo que quiero hacer. 

A veces me siento como el conejo de Alicia corriendo para que me de tiempo a leer todo lo que quiero leer, a escribir todo lo que se me ocurre, a ver a toda la gente con la que estoy deseando quedar y a dormir algo. 

Quiero dormir, quiero vaguear, probar nuevos vinos, ir al cine, ver tres mil películas que tengo pendientes, temporadas de series que tengo colgadas. Quiero tener horas para hablar con algunos de mis amigos y quiero comidas y cenas para compartir. Quiero noches y más noches con las princesas viendo series y quiero tardes de paseo por Los Molinos. Quiero ordenar mis libros. Quiero escribir a mano con mi pluma y la tinta verde todo lo que se me pasa por la cabeza. Quiero ordenar todos los números del New Yorker. Quiero cambiar las fotos de los marcos que cuelgan en la pared sobre mi cama en mi madriguera. Quiero viajar. Quiero leer todo lo que guardo en mi carpeta de feedly titulada "para leer con calma". 

Algunos días, en momentos raros en los que no estoy perdida en ensoñaciones locas medito sobre si debería ser más organizada. Hacerme un horario, organizarme por días, buscar huecos para determinadas cosas... pero me conozco y sé que eso no me va. Ni siquiera me gustaría sentarme con un cuaderno, dibujar un cuadrante y rellenarlo con rotuladores de colores diferentes según la actividad. Sé que hay gente a la que eso le calma, le da la sensación de que controla su tiempo, su vida y lo que hace con ella. Yo no soy así, probablemente me frustraría cuando las líneas no me salieran rectas y  cuando confundiera los colores de los rotuladores y tuviera que volver a empezar. 

"Calma, frenético es el ritmo cuando hay calma". 

Estoy en calma porque lo que tengo que hacer, las obligaciones inevitables que vienen de serie con ser adulto, tener que ganarte la vida y ser responsable de mi prole, me ocupan el mínimo de tiempo en mi vida. Les dedico el tiempo justo para cumplirlas de manera satisfactoria para todos los involucrados. 

El resto de mi tiempo tiene un ritmo frenético por todo lo que quiero hacer. Y entre lo que quiero hacer ocupa un espacio muy grande el deseo de no hacer nada. La sensación de desear hacer mil cosas, de sentir que no puedo abarcar todo lo que me interesa me sumerge en una especie de torbellino a medio camino entre ser absorbida por un agujero negro y ser inmensamente feliz porque me ha tocado el golden ticket y voy a visitar dando saltos de alegría la fábrica de Willie Wonka. Me gusta esa sensación, la sensación de querer hacer miles de cosas, de desearlas con mucha fuerza.  Me siento como si diera vueltas sobre mí misma hasta marearme, hasta emborracharme de alegría. Pero, me gusta más la sensación de ser capaz de pararme y decir: no voy a hacer nada, no voy a planear nada, veremos qué pasa hoy, cómo me siento, qué me motiva. 

Siento que controlo mi vida sin cuadrante de colores, sin organización y sin planes a largo plazo y que estoy en calma con mi ritmo frenético y conmigo misma. Y es maravilloso. 

"Calma, frenético es el ritmo cuando hay calma". 


6 comentarios:

Carmina dijo...

Festina lente, Es decir. apresúrate lentamente

Bethelgueuse dijo...


Enhorabuena Moli, has conseguido lo que la mayoría ansiamos y jamás conseguiremos.

Ya me gustaría a mí disponer de mi tiempo, no sentirme culpable por sacar de donde no hay unos minutos para coger un libro, necesitar un finde sin niños o por soñar con irme un finde sola sin decirle a nadie donde localizarme.

No te voy a pedir que me cuentes cómo lo has conseguido porque sé como lo has hecho, tanto como sé que nunca seré capaz...menuda mediocre.


Fantástico post, gracias!

Ana dijo...

Espero llegar a la calma pronto, el frenesí ya lo tengo. Pero es cierto, que la calma asoma a ratos y esos ratos son estupendos, más aún después del frenesí. Saludos.

Oswaldo dijo...

Me duermo a las doce, como mínimo. El (¿maldito?) despertador suena a las 5:13. El día de "tener que hacer" transcurre de siete a cinco. Después de esa hora juego, como, bebo, amo y hago el amor, miro televisión, leo y escribo. Demasiado poco tiempo para tanto.
Algunas cosas toca posponerlas y/o dosificarlas. No todas. Al menos, no todas a la vez. Y nunca "mucho".
No me da la gana de permitirlo.
Lo que más sufre es el descanso. Sin embargo, hasta eso hago. Algún sábado de algún mes duermo una siesta.
El tiempo se hace corto.

Ahora, últimamente, hasta siento que el tiempo de vida se me agota.

Quiero YA no "tener que hacer".

Juan Cabezas dijo...

Moli, pues ya que quieres ordenar libros y revistas, aquí te dejo esto :)

http://www.microsiervos.com/archivo/ordenadores/ordenador-libreria-alfabeticamente.html

HombreRevenido dijo...

¡Ole!
El verso es tan bueno como el post.
Y mira que el post es contagioso...