And we said goodbye just adoring the nighttime
Yeah, that´s the right time
To feel the way that young lovers do
Los dos son menudos. Ella lleva el pelo largo, castaño claro, anudado sin mucho miramiento un peinado que ya no se lleva y la melena cayendo sin orden, a los lados de su cara. Es un peinado que se llevaba cuando yo era niña, me recuerda a mi uniforme, a mi colegio. Él es moreno, con el pelo muy rizado pero sin efecto Jackson Five. Será calvo con 35 pero aún no lo sabe y, ahora mismo, no le importa. Ahora mismo solo le importa controlar los nervios que se le salen por la boca, por los ojos y por los dedos mientras el metro traquetea y hablan.
Han entrado delante de mí en el vagón y no puedo dejar de mirarlos. De hecho, no dejo de mirarlos en todo el trayecto y ellos, ni por un segundo, son conscientes de mi mirada. No creo que ni siquiera sepan dónde están o a dónde van.
Intento adivinar su historia. Ella lleva una camiseta blanca y un jersey gris brillante con un gran lazo a la espalda que sólo intuyo una de las pocas veces que despega la espalda de la puerta del metro. Minifalda, medias negras y zapatillas de lona. En una mano sostiene un plumas y en la otra el móvil. Me fijo que entre la funda y el móvil ha guardado el bonometro. Una chica organizada. Es de piel clara, de dedos largos, uñas cortas y mirada dulce. Los ojos azules. Habla con nerviosismo. No calla. Le cuenta a él una historia ridícula y carente de todo interés sobre una aplicación que le ha instalado a su madre para contar los pasos que hace en el día. Repite las cosas, las frases y, de pronto, como si se hubiera escuchado a si misma siendo otra persona, se queda callada. Sé lo que está pensando porque yo he sido ella, "¡qué tonterías estoy diciendo, va a pensar que soy boba!"
Pero él no está pensando eso. Para nada. La ha estado escuchando, embobado, dando pequeños pasos para acercarse. Percibe el silencio incómodo que está creciendo, ¡es incómodo hasta para mí! mira el móvil buscando algo que decir, casi veo su cerebro como en Inside Out diciendo "vamos, vamos, vamos... tenemos que decir algo" y contraataca.
–Me han llamado del centro porque mañana hay actividad y quieren que yo me encargue de cobrar la cuota a los que faltan.
Noto el alivio de ella y su agradecimiento. Se agarra al tema de conversación y comienza a preguntarle: ¿y por qué tú? bueno es que eres muy directo. ¿A qué hora tienes que ir? ¿Te gusta?
Me pregunto si se conocerán del trabajo. No soy capaz de adivinar qué edad tienen. Hace un momento hubiera jurado que no habían salido del colegio pero él le está contando ahora dónde ha dejado el coche aparcado antes de coger el metro para ir a buscarla.
–No hacía falta que vinieras. Podíamos haber quedado en cualquier otro sitio.
–Lo he hecho encantado.
Son tan monos que resultan magnéticos. Él empieza a contarle historias de su familia. Tiene un acento curioso, que yo había interpretado como un suave deje de algún país de Sudamérica, pero no.
–Mi primo viene de Israel este fin de semana y se queda un par de meses.
–¿Se queda en tu casa?
¿Israel? ¿Judio? Es un chico guapo, guapo como de la franja de Gaza, quizás sí es judío. A pesar de ser chiquitito es elegante, descuidadamente estiloso, atractivo. Desnudo también debe serlo, mucho. Tiene un cuerpo tenso.
–Mi tío tiene aquí unas librerías
¿Un tío librero? La elucubración sobre ese tío misterioso que desde Israel manda a su hijo cada dos meses a trabajar a Madrid en sus tiendas de libros casi me abstrae de lo que está pasando ante mis ojos. Siguen sin darse cuenta de que les miro.
Las manos de los dos han dejado de revolotear a su alrededor y están entre ellos. Él roza sus dedos largos mientras le dice:
–Mi primo se llama Abraham...
Ella ya no levanta la vista de las manos de ambos. Sus dedos le devuelven la caricia. Primero un dedo se atreve a rozar los de él, tan levemente que, por un momento, temo que no haya sido suficiente y él no lo haya notado y se eche atrás. Pero no, sus nervios están alerta y han percibido esa tímida caricia. Ella se atreve entonces a enredar dos dedos en los de él y después la mano entera. Se aprietan y él da un paso para acercarse más. Ella sigue concentrada en las manos sin levantar la vista.
¡Vamos! ¡Mírale ya! Dale ese beso que te estás aguantando.
El tren llega a mi estación, tengo que dejar de mirarles, tengo que bajarme. Llego tarde a una cita. Mientras salgo del metro voy pensando que ojalá, mi cita, sea como la de esos chicos.
18 comentarios:
joooo hasta he sentido las mariposas revolotear en mi tripa!! si que te ha quedado bonito, Moli!
Recuerdo momentos como ese con añoranza.
No sé si se producen por la juventud de los amantes o porque la relación está empezando. Sagra
que bonito, ojalá todo el mundo pudiera sentir lo mismo a pesar de los años.
Se me ha hecho corto, yo creo que hubiera seguido con ellos....o por lo menos me hubiera gustado que tú hubieras seguido con ellos y nos contaras más...ay, la juventud, qué preciosidad...claro que no te das cuenta hasta que ya la has pasado (ironías de la vida)
¡¡¡Inventa un final para nosotros Moli!!!!!!!
Por favor...
Por favor...
Por favor...
Jo, hasta casi se me han saltado las lágrimas...
¿Es un poco no-tú, o a mí me lo parece?
Fatal! y te bajaste??? ahora inventa el beso, o algo!
Precioso, yo también he sentido mariposas
Que bonito, Moli!! :)
Esta es fácilmente la trama de un bonito cuento...
Me ha gustado un montón Moli.Me ha recordado a mis elucubraciones cuando voy en el tranvía,obsevando a la gente.Lo de las manos entrelazadas...Muy bonito.
Recuerdos de juventud. Buenos recuerdos.
Genial relato. Cortado en el momento preciso. Yo no echo en falta mas.
Muaks.
Lo de "guapo como de la Franja de Gaza" me ha hecho reir... entiendo que su tio lo envie cada dos meses a Madrid....
Moli tienes esa bendita capacidad de trasladarnos de una al vagón de metro y a través de tus ojos y tus letras verlos súper nítidos.
Me ha encantado leerte, me he comido el post.
Es cierto lo que dice por ahí otro/a descerebrado/a no pareces tú pero es que tú eres muchas tú y eso mola mil!!!
Decía García Márquez que cuando un cuento es bueno parece que cuente algo real. Y cuando una crónica es buena, parece algo inventado.
Nos tienes confundidos en un apasionante punto intermedio.
Los que llevan auriculares todo el tiempo se pierden de estas elucubraciones...
Saludos,
J.
Muy bien contado
Cómo me gustan estas historias!!! Mariposas en el estómago... dedos entrelazados... frases ridículas de voces nerviosas.... Invéntatelo!! Dinos que terminó en besooooo!!!!
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