Hoy he ido a echar gasoil al coche. Mientras esperaba a que el amable gasolinero me cobrara, pensando en lo alucinante que es que ahora mismo solo me cueste 40 € llenar el depósito, mi vista se ha paseado por el mostrador de comida prefabricada de la gasolinera y de repente me he quedado petrificada leyendo LORD SANDWICH.
No, no me he vuelto loca. Y no, tampoco como sandwiches con aspecto de ser de plastilina. Es que he recordado que yo tuve el inmenso ¿honor? de conocer al dueño de esa importante empresa de alimentación. ¿No es increible la gente tan peculiar que conozco?.
Debo decir que el recuerdo de este señor? me traé más bien escalofríos porque pasé hasta miedo. Corría el año 2003 y G y yo nos disponíamos a realizar nuestro viaje anual. El destino era Paris. Quedaba un mes para que naciera M. así que no podíamos volar, y además el tren nos encanta y es muy romántico. Como no estábamos hipotecados hasta la coronilla, tiramos la casa por la ventana y nos fuimos en Gran Clase en el tren " Ciudad de la Luz".
Éramos jóvenes, pipiolos, despreocupados y sobre todo desconocíamos la existencia de Lord Sandwich. Nos acomodamos en nuestro compartimento, leímos, tomamos una copa y a las 10 de la noche nos encaminamos al vagón restaurante a disfrutar de lo que pensábamos sería una romántica cena atravesando la Meseta. ¡Qué equivocados estábamos!
En el vagón restaurante no había ni una mesa libre, asi que tuvimos que sentarnos en una mesa ocupada por un hombre de aspecto un poco macarra..pero nada hacía preveer la noche de pánico que íbamos a pasar. Era Lord Sandwich.
Para empezar nos trató como si tuvíeramos 16 años. En segundo lugar enseguida dedujimos que era un poquito machista porque a mi ni me miraba, todo lo hablaba con G. incluso cuando yo comentaba algo miraba a través de mi. A lo largo de toda la cena nos instruyó sobre los beneficios de tomar 16 cafés de máquina al día, los 25 millones de personas que vivían en Nueva York y como nos estábamos equivocando por vivir en el centro de Madrid y no a 60 km en dirección norte. Todo en un tono amenazador que incluso me hizo morderme la lengua a mi. Barajé la posibilidad de descojonarme en su cara con lo de los 25 milones de habitantes de Nueva York...pero G. me arreó un rodillazo temiendo probablemente que nos pegara.
Creo que nunca hemos engullido la cena tan deprisa pero aún así a mi se me hizo eterno. No contento con esa charla, al percatarse de que estaba embarazada soltó dos perlas que literalmente me hicieron desear tirarme en marcha del tren.
-A las mujeres cuando están embarazadas se les pone carita de muñecas...pero claro cuerpo de elefantas......Lo mejor es mirarlas solo de cuello para arriba.
- Cuando mi mujer se puso de parto, no se quejó ni nada. Me despertó cuando ya estaba toda la cama llena de sangre..
Aparte de compadecerme por su pobre mujer...decidí que era la hora de irme a dormir...pero no iba a ser tan fácil. Estaba empeñado en tomar una copa con nosotros. Yo me negué aduciendo que no podía beber pero G. se vió obligado a ir con él. Debo decir que nunca se tomó una copa más rápido. Cuando llegó a nuestro compartimento me dijo: Ana coge el mismo tren que nosotros a la vuelta.
Teníais que habernos visto 4 días más tarde, como en las pelis de espías, escondidos detrás del periódico en la estación de Austerlitz.
De esta bonita anécdota se deducen varías cosas:
- no hay que hacer pandilla en los trenes
- cenar a las 8 puede ser de guiris, pero no es tan mala idea.
- sobornar al jefe del tren para que te reserven una mesa para 2 no está mal visto y además funciona
-los asesinatos en los trenes tienen su explicación.
3 comentarios:
Vamos, que os quedasteis con las ganas de perpetrar un "Asesinato en el Orient Express" al estilo Agata Christie :-). Vaya personajes que hay por ahí sueltos.
Rubi, recuerdame periódicamente que tenemos que hablar seriamente de recopilar todas tus entradas. Cada una es mejor que la anterior. Me encanta!
Besitos
Uff, ya veo que el tal Lord era peor que la urraca del otro día. Sus comentarios eran incluso más incendiarios.
Saludos!!
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