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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Nuevo periodismo


No puedo más. Tengo que decirlo o me dará un síncope, me envenenaré con mi propia bilis y caeré al suelo presa de fuertes convulsiones: el nuevo periodismo no existe. 

O sí, pero es una basura. 

Hace año y medio escribí un post sobre el llanto y el rasgaR de vestiduras de los periodistas en la red. Llantos por su situación laboral, porque el público no les hacía caso, por los despidos, etc, etc. 

En estos 18 meses la situación ha cambiado. Hemos pasado del fin del periodismo, la libertad y la democracia a "Y si somos los mejores, bueno ¿y qué?" Tal cual. 

Hordas de periodistas pululan por la red haciendo hincapié en que han descubierto la rueda del "nuevoperiodismo". Nuevos medios, nuevas maneras de hacer periódicos, radio. Nuevas cabeceras, nuevo tono, nuevo estilo. Más rigor, más profesionalidad, más profundidad, más compromiso. 

Todo es más y todo es nuevo. 

Estupendo, ¿no? 

Si fuera cierto podría ser estupendo o no. El problema es que ni siquiera es nuevo. Es lo de siempre, pero vendido como un acto de fe. 

"Somos el nuevoperiodismo. Apóyanos. Hazte socio. Suscriptor. Patrón. Give us the money. Pon un banner, un bando y un anuncio diciendo que nos apoyas porque somos nuevos, distintos y diferentes. Tuitea que bajas al kiosko a comprar una revista tan, tan nueva que se llama Papel y tiene a Casillas en portada"

Y todavía no han hecho nada, y lo que han hecho se parece sospechosamente a lo que ya teníamos. Las mismas caras de siempre "robadas" de un medio a otro. Periodistas, o algo así, sacados de la televisión para que den opinión o información. Cuanta más gente de televisión tengan mejor, como si salir en la tele diera alguna credibilidad. (Un percebe que hable me resulta más interesante que la columna escrita por cualquier presentador/a de televisión). Historias lacrimógenas disfrazadas de información y ni un solo dato. Opinión y manipulación disfrazadas de imparcialidad. 

Todo esto ya lo teníamos. Ya existía y dejé de leerlo, comprarlo y escucharlo. 

El nuevoperiodismo adalid del compromiso me parece una pura pose. No me creo nada y, además, no tengo por qué creer en el trabajo de nadie por adelantado. Y menos pagar por ello antes. ¿Quieres que me suscriba a tu medio, lo compre y lo apoye? Bien. Pues haz bien tu trabajo, hazlo cojonudo y allí estaré, pero no me pidas actos de fe por adelantado. Mi charcutero, mi farmacéutico y el de la tintorería no me piden dinero antes de darme el servicio. ¿Por qué el nuevoperiodismo sí? 

"Si quieres periodismo de investigación, apóyanos". Pues mira, no. Haz periodismo de investigación bueno y te apoyaré. 

"Somos nuevos y diferentes, apuesta por nosotros". Pues tampoco. No sois nuevos. Sois los de siempre enfurruñados unos con otros y dándoos codazos para ver quién vende la burra antes, quién consigue el mejor puesto en el mercadillo y quién pasea a la fulgurante estrella de los medios por delante de su puesto y consigue más visitas. Sé nuevo y diferente y te apoyaré. 

"Creemos en la gente". Tururú. El nuevo periodismo son las mismas caras, todos encantados de conocerse. ¿Qué tal un nuevoperiodismo que apueste por gente nueva? Por gente nueva a la que se pague bien y no con "visibilidad". 

Entiendo que la situación ha cambiado, la red es otro medio y hay que controlarlo pero el desfile de egos, palmaditas en la espalda, cheerleaders y hooligans es aburrido, grotesco y da muchísima, muchísima vergüenza ajena a todos aquellos que, en teoría, somos el público objetivo de vuestro trabajo o, en vuestra nueva jerga mesiánica, la sociedad a la que queréis servir por el bien de la información, la democracia y no sé cuántas cosas más. 

Como diría el Sr. Lobo, a ver si dejáis de chu... , os ponéis a currar y hacéis buen periodismo. Ni nuevo, ni comprometido ni diferente. Poneos a trabajar en serio. Sin mesianismos, sin vender motos, jabalíes ni el mismo perrito con distinto collar. Dejad de jalearos y de hacer el ridículo. 

Haced bien vuestro trabajo y lo pagaré. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

SOBRE LOS PERIODISTAS.


Lo siento pero no puedo más. Llevo meses mordiéndome la lengua y los dedos pero es que ya no puedo más.

Estoy hasta el moño del lloriqueo periodístico sobre la "profesión", la injusticia de los despidos en medios de comunicación, lo crueles que son los empresarios  y todas esas zarandajas.

Lo siento pero sois unos lloricas. Casi todos. Y además, en vuestro afán por, no sé como llamarlo, justificaros os estáis haciendo unas pajas mentales de flipar encima queréis que empaticemos con vuestro supuesto drama laboral. 

El pasado  lunes en twitter no paré de ver retuiteado por grandes gurús del periodismo venerados por cientos de miles de seguidores como Ana Pastor, un artículo sobre lo que ha hecho Mariano con las ruedas de prensa.

Leí cosas como esta:

"El Periodismo es, entre otras muchas cosas, la profesión por excelencia que alza la voz en favor de los débiles, de los más pobres y de los que apenas tienen quien les escuche. El Periodismo es el canal de expresión de las mayorías pero tiene también la misión de denunciar toda clase de mentiras, abusos, injusticias, errores e ilegalidades. El Periodismo tiene el contrapoder entre sus funciones esenciales. Por algo se le conoce como cuarto poder, porque vigila los excesos del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, que supuestamente se controlan entre ellos" 

Sin palabras. ¿Qué tomadura de pelo es esta? ¿Qué tipo de pose a lo Escarlata O´Hara es esta? Seamos un poquito serios y tengamos un poquito de vergüenza.  

Ser periodista está muy bien, está estupendo, es una opción laboral como otra cualquiera, pero en la escala de profesiones prescindibles del planeta está justo por debajo de la de personal shopper, político y  la mía. 

Los periodistas no van a salvar el planeta, ni a la humanidad. Los periodistas no son Robin Hood, ni las tropas rebeldes que van a salvarnos de las fuerzas malvadas del Imperio, no van al rescate de los débiles ni salvando ancianitas de morir atropelladas. Hacer alarde de esos supuestos valores imaginarios para resaltar la importancia de un trabajo que es como otro cualquiera, es sencillamente patético y da muchísima vergüenza ajena. 

El periodismo es una profesión muy respetable pero no es imprescindible. Antes de que hordas de gente me saquen a relucir el derecho a la información, los corresponsales de guerra y los trabajo de investigación y todo eso...me explico. 

Lo siento, pero ser periodista consiste en contar lo que ves, lo que ocurre, cómo ocurre y transmitírselo a un público determinado, ya sea de radio, de tele, de prensa o internet. Contar lo que sucede, tal y como sucede es algo que puede hacer casi cualquiera que sepa hablar o redactar.  

Ser periodista no te hace poseedor de la verdad absoluta. De hecho, cuando sabes de algo, cuando controlas sobre un tema, ya sea medicina, educación, motores, árboles frutales, libros de colores o cualquier otra materia y lees/ves/escuchas una noticia sobre ese tema que dominas, la mayor parte de las veces te llevas un soponcio por la desinformación y algunas te cabreas por el uso interesado y retorcido que se ha hecho de ese tema. 

Ser periodista no te hace más listo, ni más inteligente, ni más culto que ser médico, profesor, administrativo, carnicero, ingeniero o enfermera. 

El periodismo, el hecho de contar algo, debe ser imparcial y debe tener por encima, como objetivo máximo contar la verdad. Y eso, es algo que está al alcance de muy pocos, periodistas y no periodistas. 

Me hace muchísima gracia que esteís ahora rasgandoos las vestiduras con lo de las ruedas de prensa de Mariano. ¿A qué viene esa indignación? ¿ A que viene esa pose de "no respiro" totalmente falsa? Que sí, que está muy mal y es horrible, pero no seáis cínicos.  

Hace unos meses, fue muy jaleado también en las redes este artículo de Manuel Jabois donde explicaba con supuesta gracia, la cantidad de cosas que los periodistas saben y no cuentan. A mí, no me hizo  ninguna gracia. De hecho, me pareció ofensivo. No me he caído de un guindo, se que hay mil cosas que los periodistas sabéis y no contáis, pero hacer alarde de ello me pareció directamente ofensivo.  ¿ A cuántos arreglos llegáis con políticos, empresarios o poderosos para no contar cosas? A muchísimos. Porque os presionan, por pasta, por conveniencia, por órdenes de vuestros jefes o por miedo a perder vuestros curros. Lo entiendo, pero por favor, no seáis cínicos y luego no vayáis de salvadores del planeta. 

Hacéis concesiones por salvar vuestras habichuelas COMO TODOS y los demás las asumimos, pero no tengáis las narices de hacer concesiones, trapicheos y manipulaciones y encima pretender que os debamos la vida, la democracia y el derecho a respirar.  

Los espectadores, lectores u oyentes estamos hartos de asistir a entrevistas que dan vergüenza ajena. Unas veces por el servilismo y la falta de rigor para preguntar, dejando que el invitado de turno se vaya por los cerros de Úbeda contestando o por el contrario por el alarde de personalismo del periodista de turno que se cree que está en un combate de egos y se dedica a atacar frontal y torticeramente. 

Y ¿por qué se hace eso? Porque no es verdad que se busque la verdad, ni siquiera se intenta. Se busca que el invitado acceda a ir al plató sabiendo que dará audiencia su sola presencia aunque se hayan pactado las preguntas y el no ser "inquisitivo", o cuando es al contrario, se ataca frontalmente con actitud beligerante para que dicho periodista consiga una repercusión mediática brutal  haciendo que sus hordas lo jaleen. 

"8.000 periodistas han perdido su trabajo desde 2008 y 70 medios de comunicación han cerrado"

Lo siento por cada uno de los 8.000 periodistas que han perdido su trabajo. Es una putada que los estén despidiendo, pero también lo es que despidan a charcuteros, pescaderos, secretarias, mecánicos, administrativos, profesores y mil cosas más y nadie tiene la desvergüenza de encabezar sus protestas alardeando de la (supuesta) importancia de su profesión. Lo que os jode, como a todos, es que perder el trabajo es una putada, pierdes el dinero, el sustento, la carrera profesional...No vendáis motos de "si me quedo sin curro el poder hará lo que quiera" porque el poder ha hecho lo que ha querido cuando vosotros cobrabais y no estabais tan preocupados. "Sin periodismo no hay democracia", venga por favor. Por supuesto que creo que debe haber periodismo y libertad de información y de expresión, pero seamos serios y no digáis memeces. 

No me dais pena o no me dais más pena que otros colectivos. No me preocupa vuestra situación laboral más que la de otros colectivos, de hecho me preocupa bastante menos. Por suerte o por desgracia para el periodismo tal y como lo hemos conocido hasta ahora, actualmente existe internet y un montón de gente que no son periodistas, escribiendo, hablando y contando lo que pasa y cuando pasa. Sí, se que os molesta, que consideráis que es intrusismo y todas esas cosas...pero el caso es que está ahí, que la información está a nuestro alcance. 

En mi vida, he conocido, tratado y trabajado con muchísimos periodistas. Algunos muy buenos, otros buenos, otros del montón y algunos espantosos. De estos últimos he conocido muchos y los he visto callar, manipular, esconder y hacer un uso interesado de la información, tanto para favorecer como para perjudicar. 

A muchos de los buenos, los he visto callar cosas increíbles porque sus habichuelas, su casa y sus hijos dependían de ellos. Y lo he entendido y lo entiendo.  

Veo las ruedas de prensa de políticos  y me da vergüenza ajena que nadie, a la respuesta del político de turno se ponga de pié y diga: "Eso está muy bien, pero no somos imbéciles, no ha respondido a la pregunta y no ha dicho nada más que obviedades".

He visto a periodistas muy buenos salir de trabajos con una mano delante y otra detrás o quedarse arrinconados en sus trabajos porque no querían plegarse a lo que les mandaba. Y he visto como a esos periodistas muy buenos ningún compañero de profesión los defendía públicamente. Y  no hablo de grandes figuras, hablo de periodistas cojonudos de calle a los que nadie ha defendido y muchos han corrido a ocupar su puesto. 

Entiendo todas esas miserias laborales, las hay en todos los curros.  Hay periodistas cojonudos y periodistas horrorosos, pero ni siquiera los cojonudos son los salvadores de la humanidad.  

Ser periodista consiste o debería consistir en contar lo que pasa, lo que ocurre, la verdad, escuchando las distintas versiones, siendo imparcial y objetivo y hacer todo esto incluso cuando la verdad no es la que a ti te gustaría. Hacer esto aunque tus jefes se cabreen y tu puesto de trabajo peligre. Si no lo haces porque tu sustento depende de eso, lo entiendo perfectamente, pero por favor, no os rasguéis las vestiduras ni emprendáis patéticos lamentos sobre el fin del periodismo que existe para salvar al mundo.  

Ser periodista es un trabajo y lo siento en el alma pero hay mil trabajos más importantes que el vuestro.  

Aunque el mío no lo es. 





lunes, 18 de enero de 2016

El periodista y su verdad



- Moli, tienes que leer El periodista y el asesino , de Janet Malcom. 
- Ahá, ¿de qué va?
- De periodistas y periodismo. 
- Lo apunto. 

En 1970, la mujer y las dos hijas de Jeff McDonald, un médico del ejército estadounidense, aparecieron brutalmente asesinadas. McDonald fue juzgado por un tribunal militar y declarado inocente. Durante 8 años vivió libremente hasta que un tribunal civil puso en marcha un nuevo juicio contra él. McDonald, llevado a mi modo de ver por una ingenuidad infinita (era a principios de los 80), contactó con varios periodistas para que alguno de ellos contara su historia. Joe McGinnis, un periodista ya famoso por haberse ocupado del caso de Nixon, aceptó el encargo. 

Durante todo el juicio, McGinnis fue aceptado como un miembro más del equipo de defensa de McDonald y entabló amistad con él. McDonald fue declarado culpable y encarcelado, y en los 4 años siguientes mantuvieron una correspondencia "amistosa", mientras McGinnis escribía el libro con toda la historia. 

Cuando el libro fue publicado, convirtiéndose en un best seller, McDonald, que no había podido leerlo antes de su publicación, demandó a McGinnis por haberle engañado.  Consideró que McGinnis se había hecho pasar por su amigo para ganarse su confianza, al tiempo que escribía un libro en el que lo retrataba como un asesino cruel, violento y adicto a las drogas. Durante la celebración del juicio contra éste por fraude, Janet Malcom entra en acción.  McGinnis le pide que escriba su historia. (Sí, lo mismo que le pidieron a él).

¿Qué hace Malcom? 

En primer lugar, intenta no repetir lo que hizo McGinnis y no engañar, y, por ese motivo, pierde enseguida la confianza del periodista y sus abogados, y tiene que recurrir a otras fuentes. 

Malcom reconstruye la relación entre ambos personajes: asesino y periodista. Lee documentación, habla con abogados, expertos, amigos, conoce a McDonald, se entrevista y se cartea con él. Dada la posición que tiene, intenta ser objetiva, ecuánime y equilibrada, pero en mi opinión no lo consigue. 

Según vas leyendo, piensas que ella se considera mejor periodista y mejor persona que todos los que aparecen en el libro. A pesar de que no dice que crea que McDonald es inocente, es evidente que McGinnis no le cae bien. Es decir, ni es objetiva ni imparcial. No pasaría nada si no fuera porque ella pretende vender la moto de que sí lo es. Y no lo es y se le nota. 

Hasta aquí la historia. 
Ahora, mis reflexiones de garrafón. 

El libro contiene unas cuantas reflexiones sobre el periodismo bastante interesantes, que confirman mi impresión de que por alguna razón los periodistas tienden a creerse seres superiores y que su trabajo es una especie de actividad heroica a salvo de errores, completamente imparcial, en la que si hacen algo incorrecto es siempre por la búsqueda de la verdad y el bien común. 

A lo mejor en un pasado mítico y remoto, y en algunos ejemplares de periodistas, esto sigue siendo verdad pero, en general, el periodismo no es ni heroico, ni imparcial ni está a salvo de errores. 

La cita con la que empieza el libro es muy famosa y yo estoy muy de acuerdo. (El periodista que prologa el libro, sin embargo, la considera "una generalización en exceso desde su propia experiencia", algo que todos sabemos que jamás hacen los periodistas... generalizar en exceso). 
"Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de éstas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno. Lo mismo que la crédula viuda que un día se despierta para comprobar que el joven encantador se ha marchado con todos sus ahorros, el que accedió a ser entrevistado aprende su dura lección cuando aparece el artículo o el libro. Los periodistas justifican su traición de varias maneras según sus temperamentos: los más pomposos hablan de libertad de expresión y dicen que "el público tiene derecho a saber", los menos talentosos hablan sobre arte y los más decentes murmuran algo sobre “ganarse la vida". 
La traición del periodismo, para mí, no sólo es hacia el personaje entrevistado. La traición más grave, que además se hace a diario, es hacia los lectores, espectadores u oyentes. Se engaña y traiciona a esa audiencia día a día, torciendo la verdad, encajando los hechos a machetazos en la idea que el periodista o el medio quieren transmitir, aumentando errores de unos y empequeñeciendo o invisibilizando los errores u aciertos de otros, ocultando datos, intereses económicos, intereses empresariales y políticos, informaciones... todo un catálogo de ardides torticeros. 
Cualquiera que haya hablado con la prensa o que sepa mucho de un tema, se tira de los pelos cuando lee un artículo, un reportaje o una noticia. ¡Esto no es así! ¡Han contado solo la mitad! Las cartas al director son un buen ejemplo de lectores que se sienten engañados por la información que se publica.

No soy tan ingenua ni tan idiota como para creer que es sólo en el periodismo en donde se recurre a este tipo de ardides, pero mientras en otras profesiones se aceptan y admiten como parte del juego sucio, en el periodismo todo se disfraza de necesidad por el bien común, por la búsqueda del santo grial que es la Verdad. Curiosamente, ese grial es distinto según el periodista o el medio para el que trabaje. 
"En nuestra sociedad, el periodista es considerado, junto con el filántropo, como una persona que tiene algo extremadamente valioso que dar (su haber es la extrañamente embriagante sustancia llamada publicidad) y, por consiguiente se lo trata con una deferencia que no guarda proporción con sus méritos personales".
El libro se publicó en 1990 y en aquellos años creo que el periodista era como un dios, porque era el que tenía la capacidad de servir de altavoz a las noticias. 26 años después, creo que sólo una minoría de lectores y los propios periodistas siguen considerándose "extremadamente valiosos". Han perdido gran parte de su prestigio por sus propios errores y engreimiento (se habla mucho de los científicos y su torre de marfil, y muy poco de  los periodistas y su disfraz de superhéroes) y el valor que les daba su papel como altavoces ha disminuido muchísimo  gracias a internet. 

Jeffrey Elliot es un profesor de la Universidad Central de Carolina del Norte que Malcom entrevista (curiosamente, es la única persona en todo el libro a la que Malcom parece tener algún respeto en sus opiniones y no creerse superior) y dice algo con lo que estoy muy de acuerdo.
"No creo en la ética circunstancial y ciertamente no creo que los periodistas tengan que mentir y representar falsamente los hechos para lograr que alguien trabaje con ellos. También creo que semejante duplicidad engendra graves dudas sobre lo que se escribe. Para mí, si la libertad de publicar depende del derecho a mentir, entonces se trata de una libertad que no debería ser protegida". 
Como he dicho antes, han pasado 26 años desde que se publicó el libro. Creo que la mayoría estamos convencidos de que la mayor parte de la información que se nos proporciona desde los medios es en  gran parte falsa, porque está mediatizada completamente por una serie de intereses que se nos ocultan o tratan de ocultar. 

Creo también que la credibilidad del periodismo ahora mismo es mínima y va tendiendo a cero en la mayoría de los casos, y creo también que esa falta de credibilidad es culpa de los periodistas. 

Creo además que estas opiniones no les gustarán, pero yo no pretendo ser imparcial ni objetiva: es mi sensación al enfrentarme a la búsqueda de la información cada día. Ya no pienso "a ver de qué informan", pienso "¿qué me estarán ocultando?, ¿será de verdad así?". 

Otro autor, Joseph Wambaugh declaró en el juicio de McDonald contra McGinnis que, obviamente los autores deben decir falsedades para conseguir las informaciones que necesitan y, con todo el descaro y la desfachatez del mundo, explica:
“Una mentira es algo que uno dice con mala voluntad o de mala fe en tanto que una falsedad es parte de los ardides de los que uno puede echar mano para llegar a la verdad”.
¿Qué verdad? ¿La que interesa al autor, periodista o la empresa mediática? Pues sí, esa es en muchos casos la que se consigue y muestra a base de mentiras, y esas mentiras van desde cómo se redacta el titular, cómo se monta una entrevista o un reportaje, y cómo se escogen los testimonios.

Como ya dije en otro post, no todo está perdido.
“Otra trampa promovida por las escuelas norteamericanas de periodismo es la servil adhesión a la 'ecuanimidad'. Pero si un bando dice una cosa y el otro bando dice otra, ¿acaso la verdad radica necesariamente en 'algún lugar entre los dos'? El periodista que dice 'He conseguido cabrear a los dos bandos, así que debo ir por el buen camino', probablemente se engaña. La ecuanimidad no debería ser usada para encubrir la desidia. Si hay dos o más versiones de un suceso, un periodista tiene que investigar y considerar cada afirmación, pero en última instancia el periodista tiene que llegar al fondo de cada versión, independientemente de quién la sostiene. El periodismo tiene tanto que ver con 'lo que dijeron que vieron', como con 'lo que yo mismo vi'. El periodista debe empeñarse en descubrir qué pasa y contarlo, no castrar la verdad en nombre de la neutralidad”. Joe Sacco. 

Hay periodistas que dicen cosas muy interesantes, reconocen que es imposible ser imparcial y nos ofrecen su trabajo con honestidad. 

Gracias a Bárbara Ayuso por ponerme en la pista de este libro el pasado mes de septiembre con unas cañas en la plaza de Olavide. 

jueves, 1 de junio de 2017

Lecturas encadenadas. Mayo

Un mes espectacular de lecturas, uno tras otro se han encadenado libros que me han enganchado. Este mes los recomiendo todos.

No tengo ni la más remota idea de como El Señor Maní, de A.B. Yehoshua ha llegado a mi estantería. Sé que fue un regalo pero no he conseguido saber de quién, he preguntado a unos y otros pero no he conseguido averiguarlo. Un libro de procedencia misteriosa con una historia desconocida y de un autor del que no había oído hablar en mi vida y que me ha encantado.

La historia de la familia Maní se organiza sobre cinco diálogos que van de delante atrás en el tiempo; el primer transcurre en los años 80 y el último en 1848. Cadaa uno sucede en una ciudad distinta y está protagonizado por personajes muy diferentes, a todos los une que a través de sus palabras rastreamos la historia de la familia Mani. Esta estructura narrativa exige al lector un esfuerzo para ir siguiendo el hilo entre un diálogo y otro,  para recordar los detalles y a la vez meterse en la piel de cada narrador y su propia historia.  Yehoshua es un grandísimo escritor que va cambiando de registro, lenguaje, tono y vocabulario en cada diálogo: una joven del siglo XX, un soldado alemán de la II Guerra Mundial, un soldado judío del ejército británico en la I Guerra Mundial, un pediatra polaco de finales del siglo XIX y un estudioso vendedor de especias en 1848. En cada diálogo, como es evidente e imprescindible, hay un interlocutor pero no oímos sus palabras. El talento de Yehoshua permite que el lector las imagine por las réplicas del único personaje que habla.

No es una lectura sencilla pero me ha gustado muchísimo. Yehoshua es un grandísimo escritor, reconociblemente judio, como Oz, pero distinto.
«-Aguarda... Antes fue aquella cena a la que nos habíamos visto obligados a participar: una cena muy  frugal consistente en pequeños platos de manzana, verdura hervida, granadas y sesos fritos; unos platitos de los que cada uno no es más que un símbolo de algo, una súplica, una barrera contra los enemigos, un deseo, una fantasía, aunque ninguno de ellos bastaba para saciar el hambre sino que no hacían más que abrirnos cada vez más el apetito».

El síndrome lector de Elena Rius  es un libro al que tengo un cariño muy especial. Hace dos veranos, su autora me envío el manuscrito en primicia. Recuerdo con especial cariño aquellos días de playa, mar, piscina y siestas disfrutando por segunda vez los textos de este libro. ¿Por segunda vez? Sí porque El síndrome lector es una recopilación, reordenación y reescritura de muchas de las anécdotas librescas que sobre libros, leer, lectores y lecturas Elena Rius (alias de la estupenda editora María Antonia de Miquel) lleva años escribiendo en su blog Notas para lectores curiosos  y que se agrupan en el libro bajo cuatro epígrafes: maneras de leer, el síndrome lector, curiosidades librescas y galería de bibliómanos.

Lo mejor que se puede decir de este libro es que desprende amor por la lectura y los libros. Al comenzar a leer te sientes en casa, o mejor dicho, o parte de un club «Hola, me llamo Moli y me encantan los libros» «Bienvenida Moli, pasa, todos te queremos aquí».

Lorenzo Silva lo explica mucho mejor que yo en el maravilloso prólogo del libro:
«Puede que no sean mucho, esos lectores. Puede que con el tiempo, el deterioro de la educación y la proliferación de las distracciones secan cada vez menos. Pero son los que hacen que escribir merezca la pena. Son ellos, aquejados del síndrome, los que sabrán valorar este libro, y darle (como a todos los demás que en el mundo son, fueron y serán) vida, belleza y sentido».
El cómic del mes ha sido Oscuridades programadas. Crónicas desde Turquía, Irak y Siria, de Sarah Glidden. En el año 2010, la autora, viajó con dos amigos  periodistas y un ex marine de los Estados Unidos por Turquía, Siria e Iraq. El propósito de su viaje era tratar de conocer, comprender y posteriormente reflejar, a través de su libro y sus dibujos, el papel del periodismo en la actualidad. Han pasado siete años desde aquel viaje de dos meses y la situación en los tres países visitados ha cambiado por completo: Turquía se ha convertido en una dictadura sin libertades y con el periodismo bajo sospecha y amenaza continua, Siria está completamente destrozada por una guerra civil que ha convertido a la mayor parte de su población en refugiados o muertos, e Iraq, que en el libro parece el sitio más peligroso, se recupera aún muy poco a poco de la invasión americana, la inestabilidad política y los ataques del estado islámico.

El mayor valor de Oscuridades programadas está en su presentación del papel del periodista, un papel muy alejado de todos aquellos tópicos que lo han empañado en los últimos años. No hay periodismo triunfalista, ni periodistas erigidos en salvadores de la democracia, los valores supremos ni la humanidad, no hay periodistas aleccionando sobre la importancia de su trabajo, ni periodistas protagonistas, no hay victimismo ni industria. En Oscuridades programadas hay dudas, hay interés, hay obsesión por contar historias pero sin prometer soluciones, hay interés en ser lo más objetivo posible y empeño en encontrar el mejor enfoque para contar la historia y, también, para conseguir venderla. Se persigue ver la realidad para poder contarla y se reflexiona sobre los errores al ejercer el periodismo.

En El Buscalibros he hecho una reseña muchísimo más extensa, pero Oscuridades programadas es un cómic muy interesante para reflexionar sobre el papel del periodismo, lo que debe y no debe ser, lo que puede y no puede conseguir y sobre cómo está cambiando su ejercicio y también su percepción. Debo añadir que los dibujos de Glidden, tan limpios, delicados y delineados producen un curioso choque con lo que se está contando. Al leerlo tenía en mente el enfoque que del mismo tema tiene Joe Sacco pero sus dibujos no pueden ser más diferentes.

Retrato de un matrimonio, de Nigel Nicolson me ha encantado. Otro libro al que llegué por una recomendación «Te va a encantar» y el recomendador acertó de pleno. El matrimonio que se retrata es el de Vita Sackville-West y Harold Nicolson, padres del autor del libro en realidad coautor porque de las cinco partes que componenen el retrato, dos son transcripciones de los textos que Vita escribiendo contando su vida y su historia de amor con Violet, la única de sus aventuras que puso en peligro su relación. Vita y Harold tuvieron un matrimonio increíble, duradero y, sobre todo, feliz para ellos dos.

Me ha conmovido su honestidad brutal con el otro y su sinceridad consigo mismos, también el consciente egoísmo sin límites de Vita y la compresión inteligente de Harold y me ha sorprendido la capacidad de ambos para construirse una relación, una vida, una familia a su medido, a salvo del qué dirán y de lo políticamente correcto. Los dos eran increíblemente inteligentes  y, su amor era más intelectual y de afinidad que físico, a pesar de que tuvieron dos hijos. NO fueron padres ejemplares ni pretendieron serlo ( y menos para lo que se estila ahora) pero su hijo habla de ellos con amor absoluto y completa admiración.

Vita escribe sobre su infancia.

«Creo que tenía plena conciencia de que, si no podía ser popular, sería inteligente; y conseguí labrarme una reputación de persona inteligente, nada merecida, porque está claro que no lo soy, pero duradera como todas las reputaciones. No creo que haya desparecido aún; la gente dice «Oh, sí, escribe, ¿verdad?», como si hubiera que ser inteligente para escribir. Nadie me odiaba en el colegio, o al menos eso creo; incluso me parece que muchas me apreciaban. Pero me importaba bien poco que me quisieran o no. Fueron mis años más rebeldes. Me empeñé en el estudio y llegué a ser más pedante que nunca. Conseguí aspecto de profesional del intelecto. Dejadme que me enfrente a esa condenada verdad».
Harold le escribe a su hijo cuando éste está en la universidad:
«No tiene sentido tratar de ser original. Esto conduce a meras contradicciones... y la gente contradictoria produce la peor especie de aburrimiento. Has de pensar las cosas por ti mismo. No empieces discrepando por principio de lo que piensan los demás. Quizá tengan razón. Pero elabora lenta, cuidadosa y silenciosamente tus propias ideas acerca de todas las cosas».
Me ha encantado.

Y con esto, y un bizcocho, hasta los encadenados de junio que ha empezado genial.


lunes, 5 de julio de 2021

Podcasts encadenados. Salir del a mí eso no me gusta.




Llevo meses sin actualizar mis recomendaciones de podcasts en el blog a pesar de que en twitter y en instagram sí que he compartido algunos de mis episodios favoritos. Como bloguera vuestra que soy, os debo una actualización de los podcasts encadenados para que os enfrentéis al verano, a las horas mirando las nubes, los paseos a la orilla de lo que sea y el tiempo casi detenido con algo interesante para escuchar si os apetece. 

Este año, 2021 está resultando hasta el momento bastante pobre en series que me hayan enganchado con entusiasmo. Probablemente el hecho de que cualquier pre producción prevista para el 2020 haya estado limitada por la situación de pandemia tenga mucho que ver en esto. A pesar de la escasez de series que me hayan entusiasmado, tengo un buen puñado de episodios para compartir pero empecemos por una serie. 



Cuando uno empieza a escuchar podcasts, como cuando empiezas a leer,  uno elige lo que cree que va a gustarle guiado por sus gustos, empieza por lo fácil. Si me gusta la novela romántica solo leo novela romántica, si me gusta la fantasía solo leo fantasía, si me gusta el amor y lujo solo leo amor y lujo.  Estás convencido de que cualquier otra cosa "No te gusta". ¿Por qué no te gusta si no lo has probado? Porque así lo has decidido. Yo también he pasado por ahí con la lectura, el cine, la música y, por supuesto, los podcasts pero creo que es una señal de madurez, crecimiento personal o como queramos llamarlo, el hecho de decidir un buen día qué vas a probar esas cosas que has decidido que no te gustan. Me pasó en literatura primero con el ensayo y luego con la ciencia ficción, me pasó en la música con los barrocos y me pasa ahora con los podcasts y la ficción. En principio no me atraen los podcasts de ficción pero me obligo a escuchar alguno porque sé que es un prejuicio absurdo que me priva de descubrir cosas fantásticas. Una de esas cosas ha sido la serie La esfera de Podium Podcast escrita por Polo Menárguez, con diseño sonoro de Teo Rodríguez y un cast de actores que están espléndidos.  No soy oyente de ficción y, además, la ciencia ficción no es mi fuerte pero os recomiendo esta serie con todas mis fuerzas porque he devorado sus ocho episodios. Los guiones son fabulosos, los diálogos convincentes, los personajes creíbles y me he reído como nunca escuchando un podcast. Casi parece la vida real. Dejad a un lado vuestros prejuicios porque os va a gustar, entretener, divertir y gozar con unas interpretaciones maravillosas. 

Siguiendo con la idea de saltar por encima de mis prejuicios me lancé a escuchar Can we talk, el único episodio publicado, hasta ahora,  del podcast Vermont Avenue. Mi reticencia en esta ocasión venía de que este podcast es uno de esos llamados experimental. En teoría no hay historia y todo, el argumento, el sentimiento o la sensación,  está construido sobre una sucesión de sonidos. El problema con lo experimental es que bajo ese título se pueden encontrar maravillas (como una de mis primeras recomendaciones en esta sección, el episodio Migrañas y Tsunamis de Constellations) y también auténticas mierdas que consisten en el podcaster mirándose mucho el ombligo y grabando cosas que no tienen ningún sentido. "Esto no tiene sentido" le dices y te contesta "es experimental". Ja. Además, estas grabaciones a veces van acompañadas de efectos de sonido supuestamente impactantes que muchas veces lo único que consiguen es invitarte a arrancarte la cabeza. 

No es el caso de Can we talk.  Este breve episodio, apenas 11 minutos, reconstruye el paseo de John, un treinteañero de Los Ángeles, por Vermont Avenue a través de sus  sonidos. Sé que dicho así no parece gran cosa y no lo es si lo escuchas mientras planchas o estás tumbado. Hay que escucharlo paseando por tu ciudad. Yo lo escuché volviendo a casa en metro y la mezcla del paseo sonoro con mis pasos y sensaciones en Madrid construyó un estado de ánimo curiosamente placentero e inquietante al mismo tiempo. No hay una gran historia, quizás debería haber un pelín más de contenido, pero Can we talk es un interesante experimento accesible para todo el mundo. Este podcast ha sido premiado en Tribeca, el festival de cine independiente de NY, que ha inaugurado una nueva sección dedicada al mundo del podcast. 

En español, algo muy parecido ha hecho Jimena Marcos en el último episodio de la serie  In situ realizada por ella y por Arturo Lezcano. La idea de la serie es recuperar noticias locales, en Galicia, Baleares, Melilla, etc y ver que ha pasado con ellas. En Ciudad Cáscara, la historia es Madrid. Jimena intenta contar qué es para ella Madrid, lo que le le gusta y lo que le asquea. Qué significa ser Madrid. Pasea por la ciudad, pregunta a sus vecinos, a sus amigos, compara sensaciones, ideas, el cambio que la ciudad ha experimentado y como lo ha vivido y lo vive ella. Es mundialmente conocido que yo odio Madrid pero el capítulo me ha gustado mucho. Es también un paseo intentando entender esta ciudad. 

Cambiando de tercio y volviendo a lo que suelo escuchar más, Seriously... de la BBC es uno de mis podcasts favoritos e imprescindibles. Los podcasts de la BBC tienen la curiosa cualidad de calmarme, me amansan al mismo tiempo que me informan o entretienen. No sé si es el acento, el ritmo de los guiones, la estructura de los episodios pero siempre tienen ese efecto en mí. En este caso recomiendo este episodio sobre Joni Mitchell y su disco Blue.  Es maravilloso. La historia de Joni Mitchell de la que yo solo conocía alguna pincelada, la música, las palabras de la propia cantante. Es delicioso, interesante y, por supuesto, te lleva directamente a descargarte el disco y las letras y pasarte un buen rato escudriñándolas como cuando tenías dieciséis años y la música se escuchaba, no solo se tenía de fondo. 


The Last Archive ha vuelto con una segunda temporada fantástica. Esta producción de Pushkin Industries es un podcast sesudo. Jill Lepore es catedrática de historia en la Universidad de Harvard y escribe en el New Yorker desde hace mil años. En sus artículos siempre es interesante, aguda y te lleva de la mano por argumentos históricos que no conocías o no habías pensado hasta llevarte a una conclusión sorprendente o inquietante que te deja pensando durante días. Sus argumentos e hilos conductores no son obvios y son fruto de una erudición y una capacidad para hilar acontecimientos, pensamientos e ideas francamente impresionante. 

En su podcast, Jill Lepore establece la premisa que va a explicar en el primer episodio. En la temporada inaugural esa premisa era ¿Quién ha matado a la verdad? . Hace cien años había cosas que sabíamos, ahora todo lo que sabemos nos provoca sospecha, hay duda en todo. Es "Sí pero..." A través de diez episodios y partiendo de hechos históricos más o menos importantes o banales Lepore trazaba un recorrido hasta nuestros días porque, y esto es importante, nada de lo que nos pasa, pensamos, leemos, creemos o dudamos viene de la nada. Todo tiene un recorrido histórico que mucha gente se empeña en desprestigiar o ignorar pero que Lepore, como buena historiadora, sabe explicar. 

La primera temporada era buena y la recomiendo mucho pero, en ella, Lepore estaba un poco rígida en el tono y en la escritura, cosa absolutamente normal cuando era su primera incursión en el podcast. En esta segunda temporada dedicada a la duda, está mucho más suelta y mejor. En 2021, Lepore reflexiona: ¿Qué ha ocurrido en los últimos cien años para que la duda y la sospecha permanente sean ahora el caldo de cultivo en el que nos movemos? El hilo conductor para argumentar este recorrido es la historia de la radio, fundamentalmente en USA, pero con incursiones en otros países. ¿Qué ha pasado para que la radio, fuente fiable de noticias hace cien años se haya convertido en un instrumento de manipulación al servicio de todo tipo de intereses? Las  historias, ideas y argumentos de Lepore están muy bien construidos y contados y nos llevan desde un juicio retransmitido por la radio hace 100 años en el que se enfrentaron un creacionista y un profesor que enseñaba el darwinismo hasta el asalto al Capitolio el 6 de enero. 

Es un podcast sesudo en el que hay que prestar atención. No se puede escuchar mientras cocinas, lavas platos o pasas la aspiradora porque exige concentración absoluta. Yo lo he escuchado conduciendo o coloreando mandalas, con mi atención plena en lo que cuenta Lepore que es como uno de esos buenos profesores que todos hemos tenido y que te mantiene atento a cada palabra que pronuncia. Un profesor de esos que te hace sentir inteligente cuando llega el final de su clase y sientes que lo has entendido todo.  

Mi consejo es empezar por la segunda temporada y, si os gusta, id a la primera. 


Volvemos al español para recomendar Saludos Cordiales, un nuevo podcast de Radio Marca, realizado por Pablo Juanarena que lo hace todo: produce, escribe, edita, investiga y hace la comunicación en redes. El problema de ser hombre orquesta es que es imposible llegar a todo pero Juanarena hace un fantástico trabajo en este podcast. 

Con Saludos Cordiales he vuelto a salir de mi zona "me gusta" porque a mí, el periodismo deportivo está más allá de interesarme, me parece el colmo del aburrimiento. Aún así decidí darle una oportunidad y, contra todo pronóstico, lo pasé bien, aprendí cosas y me horroricé con el machirulismo y la actitud de "a ver quién la tiene más grande" del periodismo deportivo en los 80 y los 90. La premisa de la historia que nos cuenta Juanarena, con un acceso a fuentes y testimonios francamente impresionante, es la guerra a mandobles dialécticos y no solo, que mantuvieron José María García y José Ramón de la Morena desde sus respectivos programas deportivos nocturnos. Ni que decir tiene que yo jamás escuché a ninguno de los dos. Recuerdo vagamente ver a mi padre escuchar a García y que a mis tiernos nueve o diez años ya me pareciera un impresentable maleducado pero más allá de eso no tenía más conocimiento del tema.  

Saludos cordiales traza la historia de la radio deportiva en esos años. Los piques, la competición por ver quien tenía al protagonista del día el primero, los insultos "el vizconde torero, vizconde porque no hay más que verle y torero porque le gustan los toreros fuera de la plaza" dice uno y el otro contesta "a mí me gustan los toros y los toreros cuando son buenos pero por lo menos no me acuesto con vacas". Escuchando este podcast no ha aumentado mi reconocimiento hacia el periodismo deportivo, más bien al contrario, pero he entendido hasta donde llegaba el poder de estos dos hombres, la absurdidad de su pelea y como en esa competición arrastraban a un montón de reporteros que hacían cosas espantosas para no perder sus trabajos y, también, succionados por la espiral competitiva en la que vivían. El tercer episodio dedicado a las retransmisiones de la Vuelta me ha gustado también porque no sabía nada del tema. Los especiales, uno dedicado a las mujeres periodistas y otro con anécdotas de los reporteros, a mí me han parecido innecesarios y repetitivos pero reconozco el trabajazo de Juanarena al publicarlos y hacerlos accesibles. Ser el hombre orquesta del podcast hace, como he dicho antes, que sea imposible llegar a todo pero Saludos Cordiales es un podcast estupendo que merece la pena escuchar y que se merecía un equipo de producción más amplio para que Juanarena hubiera podido pulirlo todo mucho más. 

Por último, y aunque tengo muchas más recomendaciones, os dejo con esta delicia de episodio de Invisibilia titulado The last sound.   Bernie Krause era un músico de exito que en los 60 y 70 acompañó a Geroge Harrison o a Jim Morrison. Un buen día escuchó un sonido que cambió su vida. Decidió dejarlo todo y dedicarse, exclusivamente, a grabar los sonidos de la naturaleza, a documentarlos como en una enciclopedia, volviendo año tras año al mismo sitio para ver su evolución. A través de ese trabajo de toda una vida, se fue dando cuenta de que los sonidos desaparecían. Volvía cada año al mismo bosquecillo cercano a su casa y cada vez había menos sonidos, menos ruidos, menos vida. La historia de Krause es muy reveladora y, además, está muy contada. Él es todo un personaje. Me encantó este episodio, me ha hecho más conscientes de los sonidos que me rodean ahora en mi veraneo y corrí a comprarme su libro, La gran orquesta animal. 

Como me han quedado muchas cosas en el tintero, volveré con más recomendaciones. 

Ya sabéis, si escuchad algo venid a contármelo. 



martes, 26 de mayo de 2020

Podcasts encadenados (XI)




De la misma manera que tengo hábitos y rutinas para mis lecturas, tengo hábitos y rutinas para los podcasts. ¿Por qué? Porque sí. Tengo un excel en el que apunto los podcasts que quiero escuchar y cuando los he escuchado, les pongo un Sí y los marco en negrita. ¿De dónde saco esos intereses? De lo que leo por ahí, de las newsletters a las que estoy suscrita y que son, sin duda, la mejor manera de estar informada sobre un tema en particular (Tengo que escribir sobre las newsletters en algún momento), de artículos en prensa sobre todo extranjera y de recomendaciones de otros frikis como yo. Además de esto, tengo un calendario en el que, cada día, apunto lo que he escuchado ese día y apunto algunas notas. Así que tengo un excel, un calendario y un rutina. La rutina consiste en escuchar a diario o semanalmente una serie de podcasts a los que soy fiel y elegir una serie completa para escuchar a lo largo de esa semana. ¿A qué me refiero con una serie completa? A un podcast que se centra en una sola historia que va a contando a lo largo de varios episodios hasta que termina. En jerga se llaman podcasts narrativos y su temática es variada. Pueden ser políticos, históricos, de investigaciones de crímenes, etc. 

Los podcasts narrativos son lo más parecido a una serie de televisión en formato radio. Y son mejores cuanto mejor sea el arco narrativo general que engloba a todos los episodios (suelen ser entre ocho y diez) pero haciendo, al mismo tiempo, cada episodio interesante en sí mismo. Es decir la historia central tiene que enganchar pero cada episodio debe tener su propio "encanto". 

Los tres que recomiendo hoy son de este año. Nuevos, nuevísimo y se pueden escuchar del tirón porque ya tienen todos los episodios publicados. 

Por si acaso solo llegáis hasta aquí leyendo voy a recomendar en primer lugar mi favorito. 

1.- Wind of change es para mí el mejor podcast del año hasta la fecha. Es una producción de Crooked Media, Pinneaple Street y Spotify. Esto quiere decir que puedes escucharlo en cualquier plataforma de podcasts en las que aparece un episodio semanalmente o si te enganchas muchísimo, como me ocurrió a mí, irte a Spotify y escucharlo del tirón. El presentador/conductor de Wind of Change es Patrick Raden Keffe, periodista del New Yorker. 

¿Qué cuenta Wind of Change? Pues Patrick tiene un amigo, Michael, que un buen día hace diez años le contó que un agente de la CIA le había comentado que la famosa canción de Scorpios Wind of Change fue, en realidad, escrita por la CIA para conseguir movilizar a los jóvenes soviéticos contra el comunismo y desmantelar la URSS. Esto, señoras y señores, es un Mcguffin como una casa de grande pero el caso es que lo compras desde el primer minuto. Patrick ha estado diez años investigando esta historia, tirando de todos los hilos posibles para saber si es posible que la CIA escribiera la canción y se la diera a los Scorpions para que la hicieran un hit mundial que cambiara el rumbo de la historia. En esta investigación, siempre alentada por su amigo Michael que, dicho sea de paso yo creo que merece un podcast para él solo porque además de una risa maravillosa tiene una historia detrás que seguro que merece la pena, Patrick descubre anécdotas sobre espías, conciertos de rock,  narcotraficantes, directores de cine, cenas misteriosas. 

¿Es verdad o no la historia sobre la canción? No importa absolutamente nada. Wind of change es un ejemplo perfecto de periodismo entretenido, informativo y maravillosamente producido en formato podcast. Y se aprende de espías que es algo que siempre siempre siempre resulta sorprendente. 

Podcast: Wind of change.
: My friend Michael. Es el primero y ya no puedes parar. Y la risa de Michael. 
Duración: 8*40. 

2.-Floodlines de The Atlantic. Todo lo que tiene de entretenimiento y diversión Wind of change se transforma en seriedad y profundidad en este podcast periodístico sobre el impacto del huracán Katrina en Nueva Orleans en 2005. Sí, 2005, hace ya quince años que se han pasado volando. 

El podcast está escrito y presentado por Van R.Newkirk II (¿habrá un III?) un periodista muy muy serio y con una voz maravillosa, densa y grave, perfecta para lo que cuenta. Floodlines no es la historia del Katrina, sino de como una gestión desastrosa y bastante racista provocó que las consecuencias del huracán fueran devastadoras para la ciudad y especialmente para su población afroamericana que fue primero acusada de saqueos, tiroteos y violaciones completamente falsas y después, durante la reconstrucción, expulsada de sus viviendas para construir en ellas complejos residenciales para población blanca más adinerada. 

¿Qué se hizo mal después del paso del Katrina? Absolutamente todo. Van R. Newkirk reconstruye esa nefasta gestión a través de entrevistas con cuatro habitantes de Nueva Orleans que pese a ver sobrevivido al huracán, las lluvias y las inundaciones vieron sus vidas destrozadas. El testimonio de Le-Ann Williams, una chica que cuando llegó el Katrina tenía catorce años, era una brillante estudiante a la que acaban de admitir en un nuevo colegio y comenzaba a salir con su primer novio es dramático. Pasó de tener todo el futuro por delante a ver como su ciudad desaparecía, como los acusaban de violencia, a convertirse en una refugiada en su propio país mientras ella y su familia eran desplazadas de estado en estado porque a su ciudad no podían volver. Y cuando volvieron no quedaba nada de su antigua vida. 

¿Quién lo hizo mal? Todos. Van. Newkirk examina las nefastas decisiones tomadas por el Alcalde, el jefe de policia, el gobernador, George W. Bush que era presidente y los medios de comunicación. ¡Ay, los medios! Es descorazonador ver como en quince años no hemos aprendido nada. La televisión, las radios, la prensa todos contaron historias de tiroteos que no habían ocurrido, de saqueos que jamás sucedieron, de violaciones en masa de mujeres blancas por parte de afroamericanos que eran pura fantasía y todas se repitieron sin control. ¿Alguien pidió perdón? ¿Alguien cambio su forma de actuar cuando se comprobó que todo era mentira? No. 

Floodlines es un podcast fabuloso pero duro. Lo escuchas con el corazón encogido. Por un lado das gracias por no estar ahí, por creerte a salvo de que te ocurra algo así y al mismo tiempo, en medio de una pandemia, te das cuenta de que todo vuelve a repetirse: la mala gestión, las mentiras, las noticias falsas. Y que todo eso, al final, siempre perjudica a los mismos, a los más desfavorecidos. El último episodio es impresionante. 

Floodlines tiene como único problema que hay que tener bastante buen nivel de inglés porque el acento sureño tiene complicaciones. La parte buenísima es que tiene una web preciosa en la que se encuentran todas las transcripciones de los episodios por lo que se puede ir leyendo mientras se escucha.  La web merece además la visita por el cuidadoso trabajo de arte y la información adicional como el mapa de Nueva Orleans para entender esa ciudad construida a base de diques.  La música es otro de los grandes aciertos. 

Podcast: Floodlines.
Episodio: Antediluvian. Empiezas a escuchar y te quedas envuelto. 
Duración: 6*30.


3.- The Big Steal. Gavin Esler es el presentador conductor de este podcast de nueve episodios que cuenta la historia del mayor robo de la historia. ¿Cual? El cometido por Vladimir Putin en Rusia saqueando miles de millones de dólares de las arcas rusas para su provecho particular gracias a una política de terror y control absoluto de todas las propiedades de sus enemigos y también de sus amigos que dejan de serlo cuando él decide. Uno de estos antiguos amigos, caídos en desgracia, es uno de los protagonistas del podcast, el magnate Mikhail Khodorkovsky que tras enfrentarse a Putin acabó arrestado en un aeródromo en Siberia y pasó catorce años en la cárcel. Otro es Bill Browder, un americano que tenía negocios en Rusia y que se enfrentó al gobierno ruso cuando éste el robó 230 millones de dólares. Su abogado ruso, Sergei Magnitsky, fue arrestado, torturado y asesinado en la carcel. Browder juró venganza y ha conseguido que el Congreso estadounidense y otros países aprueben un reglamento conocido como la tasa Magnitsky por la que se congelan todos los activos de todo aquel que participa en el saqueo de las arcas o en actos violentos. Es un acta que ha enfurecido muchísimo a Putin. 

En el podcast Gavin Esler entrevista también a economistas, expertos en política internacional, en Rusia, a historiadores y la conclusión es terrorífica, como dice uno d los expertos: "hay países que tienen una mafia, en Rusia, la mafia tiene un país". Y por lo que se ve pretenden conseguir el mundo entero. 

Podcast: The Big Steal. 
Duración:9*20-50

Por último, comentar que de este tipo de podcasts hay muy poco en español pero hay alguna cosa. Ahora mismo, y por si alguno quiere investigación periodística y narrativa, acaba de lanzarse en Spotify el pocast XRey con la historia del Rey Emérito. He escuchado los dos episodios disponibles y me han gustado. No entiendo porque han decidido hacer dos episodios de veinte minutos en vez de uno solo, es una manía española lo de producir episodios cortos como si temieran que el oyente se cansara. Trocear una buena historia da la sensación de que no confías en cómo lo estás contando que en este caso es muy bien. Estos dos primeros episodios cuentan cómo se fraguó el proceso de abdicación de Juan Carlos I y hay entrevistas muy potentes y muy bien hechas a Rafael Spotorno, al por entonces jefe de comunicación de la Casa Real, al Director del Abc y a Rubalcaba en una de sus últimas entrevistas. El conductor del podcast es Alvaro de Cozar (que ya hice V Las cloacas del Estado sobre el comisario Villarejo) que ha estado un año investigando junto con Eva Lamarca junto con la que ha escrito el guión. 

No puedo decir mucho más porque el tercero acaba de salir pero no lo he escuchado aún. Por ahora va bien pero ya veremos. Seguiré informando.

Actualización: he escuchado el episodio extra con la última entrevista a Rubalcaba que dice cosas muy sensatas. Poco después, murió de manera inesperada. El siguiente episodio titulado "El secreto" cuenta la infancia del Rey desde que llega a Madrid para formarse como heredero de Franco hasta el accidente en el que mató a su hermano Alfonso. La verdad es que llamarlo "secreto" me parece un poquito excesivo porque todo el mundo conoce la historia. Me ha gustado menos que los dos primeros y además creo que meter las voces de conocidísimos personajes interpretando a los protagonistas de la historia es un error garrafal. Escuchas a los actores y no a los personajes y le restas toda la creatividad.

Seguiré informando. 

Podcast: XRey. 
Duración: no lo sé todavía. 

De la serie que tengo elegida para esta semana y para las próximas ya escribiré más adelante. Y, como siempre, si alguien se decide a escuchar algo, venid a contármelo que para eso están los comentarios. 


miércoles, 30 de junio de 2021

Lecturas encadenadas. Junio

Hay posibilidades de que este post sea el más corto dentro de la sección lecturas encadenadas porque junio ha sido un mes muy intenso para muchas cosas que me han tenido apartada de la lectura y, sobre todo, me han hecho caer como una piedra al acostarme. Estar ocupadísima y dormir bien son dos actividades que van mal con la lectura. 

Al lío. 

El mes empezó con ganas pero se desinfló en la página doscientos cincuenta. El mundo después del cumpleaños de Lionel Shriver fue una adquisición en la Cuesta Moyano porque no había leído nada de esta autora y me apetecía (ya sé que el que hay que leer es Tenemos que hablar de Kevin, lo tengo en mi lista). Veo en mis notas que me tomó solo ocho días leerlo pero se me hicieron largos. La novela parte de una idea que si bien no es original puede tener su gracia pero a partir de la página doscientos cincuenta se acaba la gracia. Irina vive con Lawrence, son pareja desde hace más de diez años y llevan una vida monótona pero cómoda y confortable. Un buen día, en una cena con el exmarido de una examiga, siente una pequeña atracción y, a partir de ahí, Shriver bifurca la narración en dos direcciones paralelas. Una en la que Irina es infiel y otra en la que no.  Cada uno de estos universos paralelos está contado con una minuciosidad que si bien, como he dicho antes, al principio interesa porque cualquier detalle puede cambiar una percepción, una sensación, una palabra, según avanza resulta repetitiva y cansina. 

¿Es una mala novela? No. ¿la recomiendo? Pues tampoco a no ser que la saques de la biblioteca, te la encuentres en una librería de viejo y quieras echar un ratillo. Pero vamos que es prescindible completamente.  

Londres de Julio Camba, me llamó la atención el Día del libro en la Librería La Lumbre. Nunca había leído a Cambra y esta recopilación de los artículos que escribió en 1910 cuando llegó a la capital británica como corresponsal del diario El Mundo (otro Mundo, no el de ahora). Las crónicas que se recogen aquí son todas muy parecidas y al leerse todas seguidas dan la sensación de que Camba se repite. Se parecen también mucho a lo que ahora mismo podrían escribir Tallón, Jabois, Manuel de Lorenzo o cualquier otro articulista gallego. Camba también lo era y supongo que eso marca algo. Tiene el mismo tono, la misma ironía, la misma capacidad para de lo más trivial escribir quinientas palabras. 

Obviamente eran otros tiempos para el periodismo porque, ahora mismo, dudo mucho que ningún periódico mandara a alguien a Londres, con todos los gastos pegados, a escribir sobre la niebla, el roastbeef, las mujeres ingleses, el peligro de ser inglés o cualquier otra cosa. Esto es lo que hace Camba, pasear, encontrarse con gente, charlar con sus compañeros de pensión y contar todo lo que le parece chocante sobre todo comparándolo con lo español y lo francés porque también había estado de corresponsal en París. 

"Un español se tumba en un sofá y sueña. En cambio, cuando un inglés se tiende en la misma forma, deja de existir. Un inglés tendido es como un mueble volcado." 

"Todas las cosas inglesas están perfectamente rematadas; pero ninguna lo está tanto como el inglés mismo. Un inglés es un inglés y no podrá ser otra cosa. Aunque viva medio siglo en el extranjero, seguirá siendo inglés. Si tiene hijos fuera de Inglaterra, estos hijos serán tan ingleses como él. Si estos hijos tiene a su vez otros hijos, también saldrán ingleses. El ingles un producto admirablemente irreductible". 

A Camba le chocan las comidas (no descarto que en algún momento aparezca una pintada, un grafiti romano o una anotación en un incunable que diga "Como en España no se come en ningún sitio"), la niebla espesa que cubre la ciudad y que, en cierta manera, es la ciudad, el carácter inglés siempre orgulloso de ser todo lo británico que se pueda, su moral, su racismo, las mujeres independientes que trabajan, van con pantalones y no tienen intención de casarse, etc. 

A partir de esa extrañeza inglesa, Camba (nos) retrata muy bien. No hemos cambiando en ciento diez años. 

"Cada español, como el marqués de Bradomin, ha divido a España en dos grandes bandos: uno, él y el otro, todos los demás". 

"Todos los españoles son políticos y es probablemente, la causa de que España esté tan mal gobernada". 

Mi última lectura del mes ha sido Los días perfectos de Jacobo Bergareche y, curiosamente, en este encadenamiento de lecturas, también va de infidelidades. Luis, periodista, conoce a Camila, arqutecta, en un congreso en Austin y tiene uno de esos affaires que son perfectos precisamente porque son affaires. No destripo nada porque esto se cuenta en la contraportada. 

Bergareche traza un acertado  retrato de una infidelidad que es como todas las demás: preciosa y única vista desde dentro y corriente y moliente vista desde fuera. Bergareche retrata bien no solo la infidelidad sino el inicio de cualquier enamoramiento, ese momento en el que no hay nada más que la otra persona, en que cada actividad parece única y especial, en que crees que nadie ha amado como os amáis vosotros, que no se te olvidará nunca y que durará siempre porque harás todo lo posible y lo imposible para que sea siempre así, porque es imposible que no sea así. Todos hemos estado ahí. Incluso William Faulkner que tiene una presencia importante en la trama y que no voy a destripar. 

La novela se estructura también, de una manera parecida a la de Shiver en dos partes. En la primera parte la carta de Luis a Camila: "Verte se queda corto. Te tuve, me tuviste. Nos tuvimos". La segunda parte que para mí desmerece la primera parte tanto en la forma como en el fondo es la carta de Luis a Paula, su mujer: "Me aburro. me aburres. Nos aburrimos. Probablemente no sea más que eso, aburrimiento. Tedio. Ni más ni menos que la mayoría de las parejas que conocemos." 

Es una novelita correcta, entretenida y con algunas cosas muy buenas. 

Y ya está. No hay más. No me ha dado tiempo. Ayer saqué seis libros de la biblioteca que planeo leer en el próximo mes. Con la espereza de conseguirlo y un bizcocho, hasta los encadenados de julio. 


miércoles, 27 de diciembre de 2023

Podcats encadenados: lo mejor del año



Estamos en mi época favorita del año, la «semana muerta», esos días que van de Navidad a Reyes en los que todo (si has hecho bien la vida social) se para y puedo estar en casa tranquila, sin obligaciones ni prisas. El año pasado escribí esto sobre estos días: «La semana muerta me protege, crea un tiempo y un espacio en el que lo que predomina es la tranquilidad, tanta que adormece. Al principio, la mañana del veinticinco, es raro acostumbrarse a esa ola de calma que lo envuelve todo y me cuesta habituarme pero, después de la comida de Navidad, ya estoy hecha a respirar dentro de la ola y deslizarme casi como si nadara, sin rozar con la rutina diaria y sus esquinas. Incluso las tareas de la casa (cocinar, limpiar, tender, planchar) en la semana muerta me resultan acogedoras. 

Acolchada. Eso es. En la semana muerta el tiempo, el espacio, mi casa, mis relaciones, el trabajo, todo está acolchado, mullido».


Aprovecho esta semana para publicar mi lista de mejores podcasts del 2023 en inglés. Si quieres leer mi lista de mejores podcasts en español del año, la publiqué en Babelia y no voy a repetirla aquí, que me aburro. Si no hablas inglés, no importa: puedes leer la lista entera solo para entretenerte y hacerme feliz: ¿Acaso tienes algo mejor que hacer en la semana muerta? Sé que a lo mejor no escuchas podcasts, que quizás no hablas inglés, pero me encantaría conseguir que leyeras esto hasta el final, como cuando yo leo críticas de restaurantes a los que sé que jamás iré, o de películas que jamás veré, solo porque el que escribe me hace pasar un buen rato.

1.- The Retrievals

He dado tanto el coñazo con este podcast que ya me da hasta vergüenza. Es de Serial y The New York Times. Empieza así: “The women are seeking fertility treatment for a variety of reasons. They’ve had a couple of miscarriages, and they’re pushing 40. They don’t have fallopian tubes, or they need sperm. All of them wind up at the fertility clinic at Yale University”. La voz de la narradora Susan Burton llega a tus oídos de golpe, sin sintonía y sin presentarse. Lo que Susan nos está contando, en un relato en presente (suelo estar en contra de narrar en presente) crudo, aséptico y frío es la historia de esas mujeres, primero con su voz, como ya he dicho, limpia de cualquier juicio o interpretación; y luego a través de los testimonios de esas mujeres, de esas pacientes. Ellas narran cómo fueron las extracciones (the retrievals) de sus óvulos y el insoportable dolor que soportaron, un dolor inimaginable. Un dolor que las deja dobladas y llorando durante días. Un dolor que las hace sentir débiles, no válidas, quejicas y, sobre todo, incomprendidas; porque cuando lo verbalizan la respuesta que reciben es incredulidad en el mejor de los casos y desprecio en el peor: «eres una floja». No lo cuentan, no se quejan, porque les dijeron que «esto no duele»; así que no se sienten autorizadas para decir «esto ha sido el dolor más terrible que he sentido en mi vida». Llegan al punto de dudar de lo que sienten porque les han dicho que no podían sentirse así. Por supuesto, tenían razón al quejarse, al decir que les dolía muchísimo. Una de las enfermeras de la clínica de Yale, adicta al fentanilo, había estado robando la droga y sustituyéndola por suero. Es decir, las estaban clavando una aguja gigante en el útero ¡sin anestesia! Desde ahí el podcast abre un montón de hilos que van más allá de este caso particular. Se habla de, y sobre todo se siente, esa incomprensión médica hacia el dolor femenino. Se habla de racismo y de rabia, de la presión que el hecho de ser madre supone para muchas mujeres. Lo más impresionante de este podcast, más allá de la historia (que es brutal), es que si lo diseccionas nada está dejado al azar: tanto manera de introducir el relato como la elección del tono de la narradora (crudo, completamente aséptico); el momento justo en el que se menciona por primera vez «las mujeres» y cómo poco a poco vamos sabiendo más detalles de las vidas de cada una de ellas… Cada porción de información está colocada en el lugar preciso y en el momento justo, construyendo una narración perfecta. Nada está dejado al azar y tú, como oyente, quizá no percibas esa construcción; pero si eres un poco friki, como yo, y te tomas la molestia de analizar cómo te sientes en cada momento de la narración, qué piensas o qué recuerdas al terminar el episodio, verás esa estructura maravillosamente diseñada. No sé las horas y horas y horas de trabajo que hay detrás de lo que nos llega a los oídos. Mención aparte merecen la música y el arte que han escogido. Es un producto redondo: huele a hospital, a dolor, a rechazo, a soledad, a vergüenza, a rabia. Si solo vas a escuchar una cosa en inglés este año, que sea The Retrievals.

2.- Field trip

Otro que he recomendado hasta volverme cansina. Los parques naturales de Estados Unidos son algo tan impresionante que cuesta describirlos. Ninguna fotografía o vídeo que puedas ver por la red hacen justicia a la realidad. En imagen puedes percibir una mínima parte de su belleza, pero las sensaciones que tienes cuando los visitas son indescriptibles: la inmensidad, lo salvaje, la naturaleza con todo su poderío e indiferencia hacia nosotros, la soledad. Digo que son indescriptibles o eso pensaba yo hasta que este verano escuché este podcast producido por The Washington Post. Lillian Cunningham, periodista, nos lleva de viaje por cinco parques naturales de Estados Unidos, explicando en cada uno de ellos un problema al que se enfrentan estos espacios protegidos. Tenía mis reservas al empezar a escucharlo porque me daba miedo que fuera un canto al ecologismo, algo demasiado buenrollista y que fuera aburrido. Como siempre digo, hay que saltar por encima de las reservas que uno tiene porque, muchas veces, te mantienen alejado de cosas que merecen muchísimo la pena. No me esperaba lo que Cunningham ha conseguido hacer: transportarme a cada uno de esos parques, estar allí, sentir el viento en Yosemite, la arena caliente del White Sands National Park, ver a los bisontes en Glacier Park, agobiarme por la humedad en los Everglades y disfrutar del frío cortante en Gates of the Artic en Alaska.  Es un podcast espectacular y bonito. De él me ha gustado todo. Por ejemplo, el último episodio, en Alaska, comienza con la llegada de la periodista al parque. Se escuchan las hélices del hidroavión que la ha dejado allí y las gotas de lluvia que caen en su impermeable. «Algo de lo que me doy cuenta después de unos minutos es que mi oído ha empezado a cambiar. En vez de filtrar el ruido, busco el sonido». Se escuchan sus pasos, la llamada de un pájaro, «la inmensidad hace que sea más fácil fijarse en los detalles». Es una escena construída con el sonido, sutil, y la escritura. Es perfecta. Después, mientras se sigue escuchando la lluvia, introduce al personaje que la acompañará en el episodio con estas palabras: «John tiene pinta de poder estar aquí todo el día sin inmutarse. Lleva puesto un grueso impermeable amarillo pero no se ha puesto la capucha. Sus hombros están relajados. Mirándole parece que esta lluvia fría es una ducha caliente». Y después silencio mientras seguimos escuchando la lluvia. No sabes cómo es John, si es alto, bajo, gordo, flaco, si tiene 25 o 50 años… pero con esa descripción, lo ves. Field Trip es un viaje sonoro y mental precioso. Cada uno de los episodios es un auténtico placer, un regalo de escucha. Es además un podcast al que volver porque se siente como un lugar feliz.


3.- Ghost Story 

De primeras, este podcast de Wondery y Pineapple Street me resultaba poco atractivo: cualquier cosa que se estrene pegado a Halloween y tenga que ver con terror, fantasmas, miedo o fantasía me da casi tanta pereza como ver cantar a Rosalía. Pero me lancé a él y me lo pasé tan bien. ¿De qué va? Pues el narrador, Tristan Redman, no cree en fantasmas, como yo, como (espero) tú y como cualquiera con dos dedos de frente; pero recuerda que en la casa en la que vivió en Londres hace muchos años, en su habitación, pasaban cosas raras por las noches: las cosas se movían de sitio y él tenía siempre una sensación extraña. Un buen día, años después, cuando va a esa casa con su novia, ésta pregunta si puede invitar a su abuelo que está en la ciudad. Cuando el abuelo llega, dice: «anda, qué curioso, nosotros vivíamos en la casa de al lado cuando yo era niño. En esa casa mi tío mató a mi madre y luego se suicidó cortándose el cuello». De todas las casualidades que te pueden ocurrir en la vida creo que ésta debería estar en el top 3. La cuestión es que tiempo después, mucho, cuando Tristan lleva ya años casado con esa novia, vuelve a esa historia porque se encuentra con un vecino que le comenta que otras familias que vivieron después en esa casa también le hablaron de experiencias extrañas en esa habitación. Con todo esto, Tristan decide investigar la historia de su familia política, saber qué ocurrió aquella noche de noviembre de 1937 cuando la bisabuela de su mujer fue asesinada de dos tiros en los ojos por su hermano, veterano de la I Guerra Mundial. El personaje fundamental de la historia es el viudo, John Dancy, conocido en la familia por el apodo de “Feyther”, que es para toda la familia una especie de héroe inspirador y legendario. ¿Puede ser el asesino? El podcast se desarrolla en ocho episodios con constantes giros de guión que obligan al oyente, a ti, a cambiar de idea. Pasas de estar convencido de que es el asesino a pensar que no, que es imposible, admiras a Feyther para luego creer que a lo mejor oculta algo, tienes dudas, vas, vienes y, lo importante, por el camino estás entretenidisimo. Además, como buena serie poblada de personajes ingleses, es fascinante ver cómo se aferran a las creencias ancestrales, a la tradición; y que para ellos es una debacle contemplar la posibilidad de que algo de su pasado no sea tal y como ellos creen.


4.- Svetlana! Svetlana! 

Este podcast tuvo un éxito sin precedentes cuando lo recomendé en mayo, así que aunque tiene algún que otro fallo tenía que estar en esta recopilación. Es de iHeartMedia y está presentado por Dan Kitrosser. Antes de escucharlo yo sabía que Stalin tenía una hija, pero no sabía que se llamaba Svetlana ni nada más sobre ella. Escuchando a Kitrosser descubrí que la vida Svetlana Stalin fue increíble: su trayectoria vital, los viajes, las relaciones; sus reacciones son tan descabelladas que si te las presentaran en un guión de cine dirías: «¡Anda ya!». Dan Kitrosser es dramaturgo y llegó a la historia de Svetlana a partir de un libro que cayó en sus manos y que trataba de la vida dentro del grupo Taliesin Fellowship. ¿Qué es esto? Una especie de comuna, reunión u organización que se creó en torno a Frank Lloyd Wright. ¿Qué tiene que ver Svetlana con esto? Pues es que no os lo puedo contar porque os reventaría la historia, pero a partir de ahí Kitrosser reconstruye toda la vida de la llamada «princesa soviética», desde su tierna infancia en Moscú hasta su muerte en 2011 a los 85 años de edad. Kitrosser es una especie de Boris Izaguirre: es inteligente, divertido, ingenioso, con un sentido del humor muy punzante y una fantástica ironía. Es también un poco histriónico y creo que su tono es el contrapunto perfecto para la historia de Svetlana. Son 10 episodios de unos 30 minutos y, aunque es verdad que los dos últimos podrían haberse resumido en uno solo, para cuando llegas allí ya le tienes tanto cariño a los dos (al host y a la protagonista de la historia) que te quedas hasta el final.


5.- People Who Knew Me

Voy a meter esta ficción en la lista porque cinco meses después de escucharla sigo recordándola y eso la hace merecedora de estar aquí. Es un contenido bastante adictivo, parecido a las películas de sobremesa de fin de semana o una serie de televisión de esas con una trama un poquito increíble pero a la que te enganchas con fervor. People Who Knew Me es una ficción de la BBC protagonizada por Rosamund Pike (sí que sabes quién es: pincha y lo ves) y Hugh Laurie (sí, el Dr. House) basada en una novela. Tiene diez episodios de 15 minutos de duración que, si te animas a escucharlos, puedes devorar del tirón y no como yo, que agonicé durante cinco semanas para tener mi dosis semanal de drama. La historia que cuenta es la de Connie, una mujer que finge su propia muerte en el 11S y se lanza a tener una nueva vida. No he destrozado nada porque esto se cuenta en los primeros 30 segundos del episodio. Desde esa nueva vida, en la que pasan cosas, claro, descubrimos quién era Connie antes y por qué tomó esa decisión tan radical. Hay pocos personajes, la trama se sigue sin problema, hay amoríos (obvio) y no contiene grandes efectos sonoros que te distraigan. Es adictiva, entretenida, engancha y es perfecta si quieres escuchar una ficción que sencillamente te distraiga. Los actores, además, están estupendos.


6.- Think Twice: Michel Jackson

A este podcast llegué por devoción al medio, porque Jackson es un personaje que jamás me gustó. Mi amiga Almudena era devota del llamado “rey del pop”, tenía su cuarto lleno de pósteres, se sabía todas las canciones y lo adoraba, mientras que a mí siempre me dió repelús. Por eso, decidirme a escuchar este podcast de Audible y Wondery fue una cuestión de fe, profesionalidad y confianza en unos de los hosts, Leon Neyfakh, al que ya conocía de otros trabajos. Es un podcast muy serio, muy bien escrito y equilibrado. Nos cuentan la historia de Jackson empezando por la mitad, cuando en 1993, a punto de empezar a rodar una película de terror con Stephen King, las primeras acusaciones de abusos sexuales saltaron a la prensa. Desde ahí, Leon Neyfakh y Jay Smoot, el cohost, recorren la vida de Jackson a través de múltiples testimonios de periodistas, policías, amigos del cantante, gente que trabajó para él, que trabajó con él, testimonios de la época. He dicho que recorren su vida pero también, y esto es fundamental, nuestra vida. Quiénes éramos como sociedad, sobre todo en los 80 y los 90. Merece especial mención la difícil narración a dos voces, siempre compleja, que Neyfakh y Smoot llevan con especial suavidad y cadencia sin que rechine en ningún momento. Por supuesto si, como yo, conocías la historia de Jackson por titulares y cuatro vaguedades, este podcast es una manera fantástica de conocer toda su vida con una perspectiva muy poliédrica, mostrando todos los hechos.


7.- Frontlines of Journalism

Otro podcast que traigo porque desde que lo escuché no he dejado de pensar en él. No se parece a ningún otro de esta lista porque es un podcast de metaperiodismo. No cuenta una historia, es una reflexión sobre qué y cómo deben contar los periodistas en estos tiempos en los que han dejado de tener el monopolio de la información, en el que cualquiera con un móvil puede ser noticia y copar portadas y atención, en el que su oficio ha caído en descrédito (a menudo por su culpa) y mucha gente desconfía de los medios de comunicación. Jeremy Bowen, periodista de Internacional de la BBC reflexiona a lo largo de 10 episodios de 10 minutos sobre cosas como: ¿Qué es la verdad? ¿Se puede ser neutral? ¿Ser imparcial debe ser el objetivo del periodismo? ¿Qué peso debe tener tu historia en lo que cuentas? ¿Quién paga la información? Es un podcast imprescindible si eres periodista y también si no lo eres. Hay que saber qué está ocurriendo con el periodismo en la sociedad en la que vivimos.


8.- Wiser Than Me with Julia Louis-Dreyfus

En general no soy muy fan de los podcasts conversacionales (prefiero dedicar mi tiempo a los narrativos), pero Wiser Than Me tenía que salir en esta lista. Es un conversacional con un tema y está enfocado en su planteamiento: eso ya lo diferencia del 99% de los conversacionales tanto en inglés como en español. El enfoque es entrevistar a mujeres mayores que la actriz de Seinfeld, que tiene ya 62 años. En esta primera temporada han pasado por aquí Jane Fonda, Fran Lebowitz, Isabel Allende, Amy Tan, Rhea Perlman… Escuché todos los episodios y en todos me encontré sonriendo, asintiendo o sorprendiéndome, cosas que es rarísimo que me pasen escuchando entrevistas. Aprendí con Diane von Furstenberg que mejor que preguntar «¿cuántos años tienes?» es preguntar «¿cuánto has vivido?». Estoy deseando que empiece la segunda temporada.


9.- Holy Week

De toda la lista este es el podcast más serio. Me parece una obra maestra. De Martin Luther King Jr. yo solo sabía que fue asesinado, que poco después mataron a Bobby Kennedy y que en su honor en Estados Unidos es festivo el tercer lunes de enero. Escuchando Holy Week, de The Atlantic, aprendí tantísimo que dio vergüenza la enormidad de mi ignorancia; y eso que el podcast solo se centra en una semana: los siete días siguientes al asesinato de King el 4 de abril en 1968. 

No es un true crime. De hecho, sobre el asesinato no se cuenta apenas nada: solo cuándo ocurrió. ¿Qué sucedió cuando mataron a King? ¿Qué fuerzas se desencadenaron? ¿Qué problemas políticos? ¿Qué esperanzas desaparecieron? El primer episodio es una obra maestra, llevándonos a esa semana, a ese día, cuando había otras noticias importantes que, sin embargo, desaparecieron por la magnitud del asesinato. La música, el tono, el guión, los testimonios… Todo está enfocado al propósito de transmitir una idea: ¿qué hubiera pasado si no le hubieran matado? Toda la narración, esos siete días, se construyen con las historias particulares de personas normales y corrientes que no sabían que estaban viviendo un momento histórico y que los detalles de su vida (qué llevaban puesto, cuándo vieron por última vez a un ser querido o con quién hablaban por teléfono cuando se enteraron de la noticia) formarían parte de su memoria de esos días. Esta manera de tejer el sustrato de la información ya lo trabajó igual el equipo de Holy Week, incluido su host Vann R. Newkirk II (mis respetos a alguien que pone el «II» siempre en su nombre), en Floodlines, otro podcast de The Atlantic que ya recomendé con entusiasmo hace algunos años. No voy a engañar a nadie: es un podcast «para mayores». Es un podcast perfecto en el que no quiero dejar de señalar una cosa: en los ocho episodios los efectos de sonido son casi inexistentes, pero todo está construído a partir de una música que recrea el ambiente, que lleva al oyente a aquellos días, a la tensión, la sensación de incertidumbre, el vértigo y la incredulidad, las protestas, la desilusión y el fin de la esperanza. La música es de Julius Eastman interpretada por Wild Up y no fue creada por el podcast lo que hace aún más impresionante el encaje perfecto entre narración y música. El arte y la web son también magníficos y hay transcripción de todos los episodios.


10.- Nightwalk. Termino esta lista con un podcast pequeño y más experimental: una miniserie de 4 episodios del podcast Constellation Prize que es una monería. Es original en el buen sentido de la palabra (y no como cuando tu prima decide que en su boda en segundas nupcias su vestido va a ser del mismo color que el de su marido porque eso les parece «original y divertido», cuando no es más que hacer el mamarracho), interesante, profundo e intenso, también en el buen sentido de la palabra (y no como cuando tu amiga del colegio, después de divorciarse, decide hacerse coach emocional para sanar vidas). 

Bianca Giaever tiene un abuelo y una abuela. Tendrá más, pero estos son los que aparecen. El abuelo tiene más de 90 años, nunca ha sido religioso, no cree en nada y para él la vida es sencillísima: no puedes evitar nada de lo que te va a pasar, así que no hay que preocuparse. La abuela vive sola en Eslovaquia y, cuando Bianca la visita por primera vez, lleva diez años sin salir del apartamento en el que vive porque las rodillas la matan de dolor. La abuela, además, no habla inglés; pero tiene la casa llena de fotos de Bianca y su hermano, que nacieron en Seattle y son estadounidenses. Bianca tiene como foto favorita una en blanco y negro de su abuela diciéndole adiós desde la ventana el día que se fue. 

¿Qué papel juegan los abuelos en Nightwalking? Poco, no son importantes para la trama, si es que hay alguna, pero quería traerlos aquí porque los cuatro episodios están llenos de detalles así que, si no estuvieran, no se echarían de menos pero que, al estar, dan una textura y complejidad a la historia que la enriquece y la diferencia. ¿De qué va entonces el podcast? Pues Bianca, en plena pandemia, se aburre como todos. Pero ella tiene la suerte de, en el verano de 2020, poder salir de Brooklyn e irse a pasar el verano a una cabaña en Vermont con su compañero de piso. Allí se aburre igual, pero está en el campo y, como es joven, entra en una crisis existencial del tipo: ¿Quién soy? ¿En qué creo? ¿Me voy a quedar toda la vida sola? Sé que todo esto suena de pereza máxima PERO, contra lo que todo parece indicar, Bianca no es una petarda y cae bien. Por una serie de cosas que no voy a reventar, acaba compartiendo un reto con una poeta famosa: Terry Tempest Williams. Durante catorce noches saldrán a dar un paseo nocturno y, al volver a casa, escribirán una carta que se mandarán por correo electrónico y, obvio porque esto es un podcast, también se grabarán leyendo. A partir de esta idea, tan de pandemia, Bianca teje cuatro episodios llenos de reflexiones, anécdotas, historias y dudas; con un diseño sonoro muy interesante y que funciona como he dicho al principio: como una monería, como esa pieza de cerámica que compras en un viaje y te da gusto mirarla en tu estantería. 


El otro día, cuando me saltó el resumen anual en mi aplicación de podcast, descubrí que en 2023 he escuchado 268 podcasts diferentes y 1166 episodios (enteros 1103). La verdad es que me asusté: es una barbaridad. Lo bueno es que tanta escucha me permite recomendar con criterio o, al menos, pretender que lo tengo. 


Entrando aquí está en Spotify la lista de Podcasts encadenados.

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