lunes, 27 de agosto de 2018

Al teléfono con el adolescentismo

Hay dos tipos de personas con las que la comunicación por teléfono móvil es una tortura: mi madre y mis hijas. Del uso que mi madre hace del móvil: incomprensible, errático, desesperante ya hablaré otro día. Hoy me voy a centrar en los tipos de comunicación por móvil con el mundo adolescente. 

Primer supuesto. 

No tienen móvil entre semana así que para hablar con ellas llamo al teléfono fijo. Somos unos antiguos y tenemos teléfono fijo pero no tan antiguos como para tener un solo aparato anclado a la pared. Tenemos tres teléfonos inalámbricos que ¡sorpresón! jamás están en sus bases cuando los buscas. Si yo no los encuentro la incapacidad de mis adolescentes,a pesar de haber sido ellas las que los han movido de sitio, para ubicarlos cuando suenan es espectacular. 

El teléfono suena y suena y suena. Cuando estoy terminando de murmurar toda la ristra de insultos, juramentos y blasfemias que conozco, alguien descuelga. Respiro aliviada. Ilusa de mí. 

«María, siempre cojo yo el teléfono y ya estoy harta»«Mentirosa, siempre lo cojo yo porque tú sabes que es mamá y pasas de  hablar con ella»«Halaaa, qué falsa, tía»

Acabo colgando y pensando que por lo menos sé que están en casa que era el propósito de mi llamada. 

Segundo supuesto

Tienen móvil. Se supone que un teléfono móvil sirve para contactar a la otra persona en cualquier momento y más si esa otra persona es un adolescente con el móvil en la mano todo el tiempo que permanece consciente y fuera de la ducha. 

Llamo a cualquiera de mis dos hijas para hablar con ellas algo sobre lo que no me da la gana escribir un whasap. 

Suena el tono de llamada. Suena. Suena. Suena. Suena. Salto el mensaje de que el móvil al que llamo no está disponible. Una vez más recito toda la ristra de insultos, blasfemias y juramentos que me sé. Tiro mi móvil en cualquier sitio y me alejo de la escena refunfuñando, cuando, pasado un rato largo, recojo el móvil tengo un mensaje.

«Jeje, siento no haberlo cogido. Justo estaba leyendo. Llama cuando quieras»

Son muy cabronas pero además me conocen y saben que esa excusa me ablandará. Además, quiero creerme esa excusa. Me relajo. Vuelvo a llamar. Suena el tono de llamada. Suena. Suena. Suena. Suena. Salto el mensaje de que el móvil al que llamo no está disponible.

«A tomar por culo con el móvil. En cuanto vuelvan se lo quito» pienso mientras busco el teléfono de mi abogado para ver cómo puedo desheredarlas. Entra otro mensaje. 

«Ups. Justo ahora no tenía el móvil»

Vaya, resulta que he ido a llamarla en el único rato en todo el mes de agosto que ha debido soltar el móvil. Ya es casualidad. Vuelvo a llamar. Ya no sé para qué quería hablar con ellas, ya sólo quiero echarles la bronca y bramar con furia en sus pequeñas orejitas. Suena. Suena. Suena. Me cuelgan. 

«Jejeje. María ha cogido mi teléfono y sin querer te ha colgado» 

Desisto por completo de hablar con ellas con la inútil esperanza de que les entre el remordimiento o, por lo menos, un mínimo de curiosidad por saber qué quería con mis llamadas y me llamen ellas. Ni remordimiento ni curiosidad. 

Tercer supuesto. 

Llamo y ¡oh sorpresa! lo cogen al segundo tono. 

—¡Hombre, qué bien que os pillo!
—Ah, hola. 
—Por favor, qué entusiasmo. Lo mismo me emociono. 
—¿Eso es sarcasmo?
—¿Qué tal todo?
—Bien.
—¿Qué habéis hecho?
—Nada. 
—¿Hace bueno?
—Sí, bueno, normal. 
—¿Cómo qué normal? ¿Qué significa eso?
—Sí, bueno. 
—Y¿qué vais a hacer hoy?
—No sé. 
—¿Qué queréis hacer?
—No sé. Da igual. 
—¿Da igual? ¿Picar piedra? ¿Planchar? 
—Ay mamá. Que sí, que vale. Que estamos bien. 
—Hasta luego.

El mismo nivel de diálogo que una pareja sueca en una peli de divorcios. Del monosílabo y la no comunicación hacemos un arte. 

Cuarto supuesto.

Me mandan un audio de wasap. Lo borro y contesto: «No escucho audios de wasap, si queréis algo llamadme» 

No suelen llamar así que deduzco que o bien era una memez o se han enfadado. 

Quinto y último supuesto. 

Suena mi móvil. Es alguna de las dos. Sonrío. Descuelgo.

—Hola princesa, ¿Qué tal?
—Bien, bien. ¿Qué tal tú?
—Pues nada aquí echándoos de menos. 
—Yo también te echo de menos

(Empiezo a sospechar)

—Verás mamá, es que no sé si te acuerdas que mi amiga Zutanita, la que vive en la casa esa que nunca te acuerdas que está detrás del hotel, pues esa amiga que es superamiga mía y además le gusta mucho todo lo que me gusta a mí, va a hacer una fiesta el jueves por la tarde y, entonces, verás, hemos pensado que estaría muy bien que el miércoles vinieran catorce amigos a nuestra casa porque a ti, total, te da igual y todos mis amigos dicen que eres supermaja, a preparar la fiesta porque Zutanita no sabe que vamos a ir disfrazada de Mamma Mía. Entonces, además, necesito que en internet (te mando pantallazos) compres.. blablablablablabla. 

Habla y habla y habla. No sé quién es Zutanita y el resto me da igual... la dejo hablar hasta que se le seca la lengua. 

—... y entonces les he dicho que fenomenal, que en casa además tenemos de todo para hacer pancartas, las haremos en la cocina no te preocupes con que manchemos. ¿Vale?
—Bueno, ya hablaremos cuando llegue a casa.
—Pero ¡si te he llamado a contártelo! 
—Ya, pero esto es algo para hablar en persona. 
—No sé para que tienes móvil, mamá. Luego hay que hablarlo todo en persona. 



10 comentarios:

rousmery68 dijo...

La has clavado como siempre...voy a esperar al post de tu madre que creo que me va a sonar.

neoGurb dijo...

Errr... Estoooo.... ¿Tenemos hijos en común, tú y yo?

Alicia dijo...

jajajajam me suena, siempre llamo o escribo a mi vátago en el único nanosegundo que ha soltado el p** móvil.

Sara M. dijo...

Muero con tus post/realidades sobre adolescentes, jajajajajaja.
A eso le puedes añadir el supuesto de haberlo visto antes en otras adolescentes, y haber jurado y perjurado que tú a tus hijos les quitabas el teléfono si te hacían eso. Otro temita más en el que nos hemos comido nuestras propias palabras.

Malena dijo...

Era yo la q hablaba de mis dos vástagos todo tu artículo, pero la carcajada más grande ha sido con :” ...la que vive n la casa esa que nunca te acuerdas “ jajajajaja.
Brutal, espero el artículo de tu madre como agua de Mayo.

Tita dijo...

Glorioso

Esther dijo...

Es decir, que te mandan audios de whatsapp (que para ellas probablemente es una forma de comunicación más habitual, que es más cómodo porque puede escucharlo, pensar y responder cuando quieras, que es menos impositivo que una llamada y, en esencia, óptimo para un adolescente) y ni los abres. Te llaman para pedirte lo que sea, y les ignoras. Les das el mensaje de que o se comunican a tu manera (porque tú quieres y eres la madre, no porque haya razones pedagógicas), o no hay comunicación.

La verdad, yo tampoco te cogería el teléfono...

Juliet dijo...

Si es que llevo una temporada sin leerte, entro, y me enganchas otra vez al segundo!!!
Enooooormeeee el post!! jajajaja Ahora esperando el de tu madre, que puede ser épico.

Anónimo dijo...

Yo tampoco escucho mensajes de whatsap. No soy una secretaria de los 50 que aguante los dictados del jefe de turno que tiene problemas de mecanografía, ni el auditorio de un monologuista. Ni a adolescentes ni a adultos. En cuanto a pedagogía, enseñar a la gente a sintetizar y no elegir la opción que les resulta más cómoda para ellos (que es básicamente divagar y esperar que me entiendan cuando ni siquiera yo soy capaz de ordenar mis pensamientos) me parece un acierto.
Yo tampoco escucharía tus audios, Esther.

el chico de la consuelo dijo...

Nosotros somos amish. Hasta los 14 no hay movil.
Besicos playerod