domingo, 22 de julio de 2018

Fuerteventura: crónicas marcianas

Gente en un coche cantando. Una idea que de lo sencilla que es parece hasta estúpida pero funciona. Ayer terminamos el día viendo el Carpool Karaoke de Paul McCartney y tratando de explicarles a María y a Clara que McCartney es el Einstein de la música, una leyenda, que vivir en su misma época es una suerte, que es como si nos hubiera tocado vivir siendo contemporáneos de Leonardo, de Velázquez. Me emociona verle, escucharle. Les vuelvo a contar, otra vez, la misma historia. «Cuando los abuelos se casaron, la abuela le regaló al abuelo todos los discos de los Beatles» «¿Discos son vinilos?» pregunta Clara. A María le ha gustado Penny Lane. 

Sopla el viento al acostarnos y sopla durante toda la noche. Sopla al despertarnos pero durante el desayuno, en el porche rodeado de flores, estamos a gusto. ¿Cuántas grasas saturadas hay en las cookies sin gluten? ¿Cuánta sal? Clara parece Mayra Gomez Kemp intentando que con nuestras respuestas ganemos un apartamento. Por supuesto, no saben quién es Mayra. 

El año pasado, La Graciosa me pareció el salvaje oeste, agreste, inhóspito y desierto. Fuerteventura está aún más allá de esa sensación. Conduciendo por una pista de tierra con el mar rompiendo a nuestra derecha y a nuestra izquierda un pedregal volcánico, me sentía como Curiosity en Marte. Esta isla es Marte. Nunca habia estado en un lugar que fuera tan indiferente al ser humano. Fuerteventura parece vivir al margen del hombre, nos permite estar en sus bordes, en sus costas, pero borra cualquier huella de nuestro paso con un viento que sopla sin descanso, un viento de otro planeta. Marciano. Nunca habia sentido que todas las construcciones son temporales. Nada parece estar destinado a durar, todo parece frágil, transitorio, pasajero. Pasaran de estar a no ser. La isla lo borrará todo cuando lo desee o cuando se canse de nosotros.  Ella sola podría escribir sus propias Crónicas Marcianas.

Comemos a la sombra del Faro del Tostón. Siempre me imagino viviendo vidas imposibles en estaciones de tren abandonadas y en faros. Son lugares completamente opuestos pero me atrae. Las estaciones eran lugares para encontrarse, para conectar y los faros son la soledad absoluta. «Mamá, ¿antes había fareras?» Ni siquiera sé si existe la palabra farera y me resulta extraño que para mis hijas, los faros no sean algo conocido. Yo leí mil cuentos e historias con faros en ellas. 

Veo una señora leyendo un guión en la playa. Yo leo sobre Ryan Murhpy, creador de Glee y de American Horror History  y que acaba de firmar un millonario acuerdo con Netflix. Está considerado el nuevo super gurú de la televisión mundial. Tiene mucho talento televisivo pero es un completo cretino. Aún así, disfruto el artículo porque  Emily Nuusbaumn, autora del perfil, es una escritora maravillosa, capaz de retratar a alguien tan idiota como Murphy con agudeza, sentido del humor, criterio e interés. 

Poco a poco voy entrando en el modo vacacional. Fuerteventura me ha llenado el canalillo de arena.

1 comentarios:

Maribel dijo...

Fuerteventura es Marte, directamente.

Tengo sentimientos encontrados con esta isla, porque hace tres años fui en enero buscando el calorcito canario y solo encontré viento, viento y más viento y temperaturas de unos 14-15ºC que para nada eran los 25ºC que yo esperava. Pasé una semana aterida de frío, buscando tiendas donde comprar medias y rebequitas (había ido con ropa veraniega, ole yo) y con el pelo enredado como un nido de pájaros.

Por otro lado, el paisaje es maravilloso y la gente encantadora.