viernes, 27 de diciembre de 2019

Insomnio de alerta

Sabes que son las 4:27 o cualquier otra hora innecesaria en cuanto abro los ojos. En medio de la noche estás completamente despierta en tres segundos. Estas dormida y estas despierta sin transición. Pasas de un estado a otro sin una razón, sin un sentido pero tampoco sobresaltada. Esto solo te pasa por la noche, durante la mañana hay un momento de aferrarte al sueño, de querer engancharte en el estar dormida pero por la noche eres expulsada del sueño de repente. Mientras compruebas que efectivamente son las 4:27 piensas que el insomnio de alerta comienza como cuando pierdes en una partida en un videojuego: estás jugando y al segundo estás muerto, fuera del juego. Game over del sueño y no te quedan vidas para volver a él. Como en el Candy Crush tienes que esperar. Nunca sabes cuanto tiempo. A veces media hora, a veces sesenta minutos, a veces un par de horas o a veces, como hoy,  hasta el día siguiente. 

Al insomnio de alerta se aprende a jugar. Al principio, cuando te encuentras en esa realidad alternativa que consiste en ser incapaz de dormir cuando todo a tu alrededor está dormido, te pones nervioso, te alteras. Quieres volver al juego en el que estabas, a la pantalla anterior, quieres volver a dormir y te afanas en conseguirlo. Cambias de postura, de almohada, de lugar en la cama. Vas al baño aunque no tienes ganas, bebes agua y te re acomodas queriendo creer que con eso se arreglará todo. Después, cuando ya has estado muchas noches en ese juego, sabes que nada de eso funcionará. Hay que tomar otras medidas. Como jugadora master pro del insomnio de alerta sabes por experiencia propia que pensar nunca funciona. Es increíble como tus pensamientos se vuelven algo aterrador y muy adictivo cuando estás en la hora que no existe, las 4:27. Además, como con la ayahuasca, quieres que tus pensamientos sean relajados y te transporten a algún lugar feliz pero eso no siempre funciona y la mayoría de las veces te llevan a un viaje aterrador. Tu cerebro, en vez de proyectarte sitios felices, montañas nevadas y chimeneas encendidas, te lleva al accidente de coche que has visto hoy en la carretera, al herido que el Samur estaba tratando de reanimar justo cuando tú pasabas y de ahí te lleva a pensar en las cigueñas que cada mañana ves posadas en  la autopista. «Eh, cerebro, ¿qué es esto?» quieres preguntar pero no te da tiempo porque de repente estás pensando que esas cigueñas solitarias,  una tras otra, encima de las farolas cada amanecer, son la escolta imperial de todos los que pasáis cada mañana. Quizás ellas saben quién volverá por la tarde y quién se quedará para siempre en la carretera, como el herido de esta mañana. «Ya está bien, por ahí no sigo», le dices a tu cabeza y te giras en la cama. Te das cuenta de que te duele un hombro, quizás te has despertado por eso, quizás te duele el hombro porque te pasa algo, quizás lo que te pasa no es una contractura, quizás es algo más grave, un cáncer de huesos que acabará con tu vida en un par de meses y, entonces, ¿qué pasará con tus hijas? Estarán bien pero tú te perderás su vidSTOP. Enciendes la luz, estiras el brazo y coges la novela sobre la que te quedaste dormida a las 11, cuando creías que esta noche no jugarías al insomnio de alerta.  

Leer alivia el insomnio de alerta pero no lo cura. Lo único que cura el insomnio de alerta es el paso de las horas. Según te vas a acercando al momento de levantarte, los párpados empiezan a pesarte, tu cerebro entra en calma y el cuerpo empieza a pesar sobre la cama, a relajarse. Y te duermes y vuelves al juego anterior y ahora, cuando toque dejar esa partida, el salto al mundo consciente no será limpio e indoloro como a las 4:27. Será agónico, lento y te dejará molido. Sentirás que tus brazos y tus piernas y tu cabeza se estiran intentando tirar de ti para que te quedes en el mundo de los sueños «una pantalla más, una pantalla más». 

Si juegas muchas noches al insomnio de alerta te conviertes en un zombie intratable, huraño e irascible. Todo el mundo te cae mal y tú le caes aún peor a ellos porque solo puedes pensar en dormir, en volver a tu cama, en enterrarte bajo el edredón y descansar. En las manos del insomnio de alerta eres un mequetrefe en medio de una tormenta de pensamientos espantosos que al levantarte, al contrario que los sueños, se te quedan pegados. 

Hoy has tenido escalofríos al ver las cigüeñas al amanecer. Te aterra el insomnio de alerta. 


viernes, 20 de diciembre de 2019

Podcasts encadenados (IV)

Voy a aprovechar este día de pre vacaciones, de cenas de trabajo, de compras y desconexión para escribir uno de esos posts que no lee nadie. Si escribiendo este blog buscara miles de visitas y polémicas, sé como hacerlo, es fácil y divertente pero como escribo lo que me da la gana y cuando me da la gana, hoy vengo a recomendar tres podcasts de gente que hace y dice lo que le da la gana y que además a mí me divierten muchísimo.

El sentido del humor es algo que se tiene o no se tiene. Yo conozco gente sin sentido del humor, mi madre por ejemplo. Y conozco mucha gente a la que le divierten cosas que a mí no me hacen gracia y a la que lo que a mí me parece hilarante a ellos les deja fríos. Así que estas tres recomendaciones son las que a mí me hacen gracia y me divierten, los podcasts que escucho cuando me apetece divertirme, reírme y evadirme un poco. Y no, no está La vida moderna porque a mí Broncano no me hace ninguna gracia. 

Los tres se graban con público y los tres son en español. No hay excusas con el idioma. 

1.- Nadie sabe nada. Con Andreu Buenafuente y Berto Romero. Este podcast es todavía un programa de radio que emite la Ser los sábado a mediodía. Por supuesto yo jamás lo escucho a esa hora, de hecho es el único podcast que tiene un momento de escucha reservado. Los lunes por la mañana cuando me meto en el coche a las 7:30 de la mañana para ir al trabajo lo pongo para hacer menos horrible el comienzo de la semana. Llego a Mordor sonriendo cuando no llorando de la risa y pensando que hay gente en el mundo con un gran talento y que sabe como usarlo.  Nadie sabe nada no va de nada. En teoría Andreu y Berto tienen que meter la mano en una urna y sacar las preguntas que oyentes de todo el mundo han enviado "por el internet" pero la verdad es que eso pasa solo algunas veces. La mayor parte de los programas transcurren con ellos dos contando historietas o desarrollando teorías absurdas. Llevan ya siete temporadas y han acuñado muchas expresiones, mucha jerga pero te puedes enganchar en cualquier momento y sentirte invitado en la fiesta. Para mí, Andreu Buenafuente es el mejor presentador/comunicador que hay en España. Un tipo listo, con clase, inteligente y con un sentido del humor con el que conecto completamente. Berto me parece el segundo mejor presentador/comunicador y ambos hacen una pareja perfecta.

Podcast: Nadie sabe nada.
Episodio: Cualquiera.
Presentadores: Andreu Buenafuente y Berto Romero
Duración: 50 minutos

2.- Aquí hay dragones con Arturo González Campos, Rodrigo Cortés, Juan Gómez Jurado y Javier Cansado.  Este podcast es de Podium y consite en que los cuatro se reúnen, se ríen y Rodrigo, Juan y Javier se juegan a "Piedra, papel o tijera" el orden en el que van a contar las historietas. Javier Cansado siempre hace trampas y sus historietas son siempre sorprendentes, inesperadas y absurdas. Para mí, son las mejores. Con Rodrigo aprendes bastante de cine y música y Juan, bueno, a mí es el que menos me gusta pero hace su papel.  Llevan ya 57 programas, todos impares, y se puede empezar a escuchar por cualquiera pero mi favorito es sin duda el que enlazo aquí. 

Una advertencia si no te gusta Javier Cansado no sé qué has hecho mal en tu vida pero algo has hecho mal. Háztelo mirar. 

Podcast: Aquí hay dragones 
Episodio: De películas de papel, vikingos y  borrachos al piano 
Presentadores: Arturo González Campos, Rodrigo Cortés, Juan Gómez Jurado y Javier Cansado
Duración: 80 minutos

3- Deforme semanal Ideal Total con Lucia Lijtmaer e Isa Calderón.  Este podcast es de Radio Primavera y como los dos anteriores consiste en ellas dos charlando de cosas variadas. La diferencia con los otros dos es que Isa y Lucia son muy políticas y muy feministas, así que si eres de los de "a mí dame humor blanquito y deja ya de dar la turra con el feminismo" este no es tu podcast. Lucia e Isa se meten con todo bicho viviente (mucho más con Albert Rivera) y reflexionan mucho sobre las relaciones, sobre como las mujeres caemos siempre en las mismas estupideces y ya va siendo hora de salir de ese bucle de machismo y tontería. A mí me hacen mucha gracia incluso cuando no estoy de acuerdo con ellas. Hablan de libros muy interesantes y ponen unas canciones alucinantes que siempre me gustan y siempre acabo añadiendo a mi lista de Spotify para escuchar en el coche si algún día dejo de escuchar podcasts.

Llevan solo tres programas y los tres me han gustado mucho pero el dedicado al concepto Lester: «Lester es el personaje cobarde que te puede, que te destroza, que te deja tirada en un parking, que te camela con frases del tipo "cuando te vi, supe eras tú". Los Lester son un mal que nos ha traído la tierra a las mujeres, son gente con la que follas viva» es una maravilla. Que levante la mano quien no haya tenido un Lester en su vida.

Podcast: Deforme semanal Ideal Total 
Episodio: El concepto Lester 
Presentadores: Lucia Lijtmaer e Isa Calderón
Duración: 60 minutos

Como digo siempre, si escucháis alguno y os gusta me encantará que me lo contéis. Y con esto puede o puede que no despida esta sección hasta el año que viene.




martes, 17 de diciembre de 2019

Dieciséis años

No sé cómo el fue el día que naciste. Llegamos al hospital de madrugada y era noche cerrada. Era de día  cuando los tres estuvimos en la habitación pero yo no me levanté de la cama y no miré por la ventana. No sé que día hacía y hasta hoy no lo había pensado. Sí sé que día hacía cuando nació tu hermana porque era verano y era imposible no percatarse del sol, el cielo azul y el calor. 

No sé que día hizo aquel 17 de diciembre pero sí se que tú eres un día de invierno. Un día cercano al más corto del año porque casi todo lo que eres, lo eres para dentro, para ti sola, para los pocos que estamos cerca de ti. Eres discreta, sensible, silenciosa, humilde, intuitiva y acogedora. 

Ser un día de invierno es difícil porque tiene mejor prensa ser un día de verano, ser sol, ser vacaciones, ser calor y días que no se terminan pero tú eres invierno. Eres como uno de esos días de invierno que empiezan con una niebla blanca que no deja ver nada, no asusta, no da miedo, en cierto modo atrae y acoge. Pero ser así a veces te hace sufrir. Los días de invierno son para unos pocos, tú eres para dentro, para los tuyos y para ti. Ser un día de invierno no es fácil porque vas a contracorriente, porque cuesta no estar a gusto con lo que le gusta a los demás o que te interesen cosas diferentes a las que gustan en tu entorno y por eso los quince han sido una montaña rusa dentro del pasaje del terror. Días de no soportarte a ti misma y días de estar insoportable. Un verano para olvidar que seguro que no pasará a los anales familiares ha dado paso a una entrada en bachillerato en el que pareces otra persona. Es como si hubieras cruzado un umbral, o entrado en el túnel del humo de Lluvia de estrellas (es una referencia a un viejo programa de televisión) y hubieras salido convertida en una persona diferente. No, no diferente. Eres tú desplegando capacidades que no conocíamos, siendo más responsable, más adulta, acomodándote en tu "invernez". Te miramos y te escuchamos y te confieso que al principio, sospechamos. 

Eres un día de invierno frío y con niebla pero cuando sonríes, cuando eres feliz y te brillan los ojos, cuando estallas en carcajadas casi siempre por las ocurrencias de tu hermana, tu sonrisa, tu risa y tus ojos reconfortan como el sol de diciembre por inesperado, por sorprendente, por necesario. 

Eres un día de invierno y hoy cumples dieciséis años. 

Feliz cumpleaños, princesa de los ojos azules. 


viernes, 13 de diciembre de 2019

La casa y los trapos

Varios trapos de cocina de un color indefinido  que alguna vez fue blanco y que nunca están dónde los buscas cuando te das la vuelta con las manos mojadas o llenas de restos de harina. Trapos que han ayudado a recoger cafés derramados, manchas de tomate frito y vomitonas inesperadas. Trapos con dibujos de tenedores, con frutas y verduras borradas, con «recuerdo de Portugal» estampado en letras todavía legibles a pesar del millón de lavados. Un taper sin tapa. Una tapa sin taper. Tarros de cristal con las tapas desparejadas. Un molde de bizcocho que cada vez que abres el armario grita «por favor, sácame de aquí, haz de mí un cacharro útil». Un marco con la foto torcida, has perdido la cuenta de todas las veces que has pensado «mañana la coloco». Una fotografía que ni siquiera te gusta. Una llave que no es de ninguna puerta pero que no se tira por si acaso es la entrada a Narnia o la manera de escapar. Dos ruedas de cochecito de juguete. Una cabeza de clic. Bolsas de botones de repuesto de ropa que ya no tienes. Una percha en la que la ropa se cae. Un jarrón que no se sostiene. Velas casi consumidas imposibles de encender que se aferran a sus portavelas. «Mañana miro en internet como fundirlas para sacarlas de ahí». Una bombilla de luz azul «Caroline sigue la Luz», comprada por error, en una lámpara que nunca se enciende precisamente porque tiene esa bombilla. Pilas usadas esperando ese viaje al contenedor que nunca llega. Tres paraguas, un bastón, un par de muletas para prestar y necesitarlas tres días después. Un cajón con fotos. Demasiados papeles por ordenar. Panfletos de Carrefour. recibos que dejaste ahí pensando «para que no se me pierdan» y ahora ni siquiera recuerdas de qué son. Una lata de melocotón en almíbar. Borrador mágico de paredes, recuerdo de cuando tus hijos eran creativos en tus paredes. Un cinturón demasiado grande. Otro demasiado ancho. Uno que no sabes cómo ha llegado a tu armario. Un enchufe con ladrón en el que solo hay un aparato enchufado. Marcapáginas sin libro. Un calendario. Bolis que no pintan. Listas de la compra que han esperado todo el verano para volver a encontrarse contigo en el fondo de ese abrigo. Calcetines desparejados. Pinzas de plástico que se rompen y que te juras no volver a comprar. Trapos de cocina limpios, sin estrenar, al fondo de cajones que casi nunca se abren. Trapos de cocina comprados para sustituir a los de color indefinido que no consigues limpiar pero que tampoco se tiran porque... no sé porqué pero nos pasa a todos. 

No me fió de una casa en la que no hay algo de todo esto. Sospecho que es un piso piloto o un escenario de IKEA.